La enigmática cena de Einstein en Barcelona
El autor de la teoría de la relatividad visitó la capital catalana en 1923. Un
grupo de científicos organizó una velada en la que se degustaron platos de
nombres misteriosos. Descifrado aquel menú, los físicos catalanes quieren
organizar este otoño una cena igual.
Einstein llegó a Barcelona cinco días antes de aquella cena, el jueves 22 de
febrero de 1923. Nadie fue a recogerle a la estación.
Cada plato (ocho "sólidos") incluía una referencia a científicos o filósofos y
a teorías científicas relacionadas con el ilustre invitado.
El 27 de febrero de 1923, Albert Einstein asistió a una cena que celebraron en
su honor científicos, políticos y diplomáticos en Barcelona. Una cena copiosa y
bien regada para un genio frugal que aquellos días visitaba España de
conferencia en conferencia. En su diario, Einstein anotaría después la
amabilidad y calidez que acompañaron aquel viaje, donde también hubo
complicidad, buen humor y una pizca de misterio. ¿Qué cenaron aquella noche? El
menú, escrito con letras góticas en latín relativista -calificaron los
periódicos de entonces- escondía un pequeño enigma en cada plato: Homo
platonicus secundum Diogenem cum jure Michelsoniense, Malum parvum cum Doppler
effectu, Fructus Galilei, Caffea sobraliensis cum spirituosibus liquoribus et
vectoribus tabacalibus. No era más que una broma simpática de los científicos
catalanes que le recibieron en aquella visita. Pero ¿qué significaba todo aquello?.
Dos físicos catalanes, Emma Sallent y Antoni Roca, han seguido las pistas.
Primero tradujeron del latín: Hombre platónico según Diógenes con salsa a la
Michelson. ¿Y qué? Pues que comieron pollo. Platón definió el hombre como un
bípedo sin plumas. El cínico Diógenes, para burlarse, le envió un pollo
desplumado. La salsa Michelson es en honor del físico alemán.
Un ¡eureka! asaltó a Roca cuando trataba de adivinar qué había tras el café
sobraliensis: Sobral fue la población de Brasil donde la expedición británica
observó el eclipse de Sol en 1919 para comprobar una de las predicciones de la
teoría general de la relatividad, de Einstein. Después del buen café brasileño
hubo copa y puro "vectorial". Y puede que los amigos del ilustre profesor
mezclaran licores y café para darle a probar el conocido carajillo.
Descifrado el menú, del que más adelante se seguirá dando cuenta, los físicos
catalanes quieren reproducir este año aquella famosa cena. Varios de ellos y
representantes de las sociedades catalanas de la física y de la historia de la
ciencia y de la técnica están organizándolo para el otoño: "Se trata de
conmemorar y promocionar la física y difundir el legado de Einstein", ha
explicado el profesor Luis Navarro. Posiblemente, una escuela de hostelería se
hará cargo del menú, que se servirá a numerosos comensales.
Einstein llegó a Barcelona cinco días antes de aquella cena, el jueves 22 de
febrero de 1923. Nadie fue a recogerle a la estación así que el hombre agarró
sus cosas y se fue a casa del científico Esteve Terradas, a quien tampoco
encontró. Le dejó una nota en la que preguntaba en qué hotel tenía que alojarse.
Después fue al encuentro de los ingenieros Casimir Lana Sarrate y Rafael
Campalans, este último responsable de la Consejería de Pedagogía de la
Mancomunidad de Cataluña, la institución que había invitado a Barcelona al
premio Nobel. Fue Campalans quien se comprometió a pagar a Einstein unas 3000
pesetas por sus conferencias. Recibió 3500.
Campalans también fue el anfitrión de la cena, y su madre, la encargada de
cocinar los muchos platos que degustaron. La prensa de la época informó sobre el
banquete, los comensales y, sobre todo, la música: "Regino Sainz de la Maza
ejecutó bellísimas composiciones de guitarra; el Trío Barcelona interpretó
piezas escogidas de su mejor repertorio; la notable soprano Andrea Fornells
cantó una selección de canciones de la tierra...", relató el periódico La Veu de
Catalunya al día siguiente. Y concluía: "El eminente profesor se sintió muy
complacido, admirando en especial manera y con vivísimo interés las canciones
catalanas".
Entre los invitados estaban el cónsul de Alemania, Ulrich von Hassell, y su
mujer, Ilse von Tirpiz, altos funcionarios del Ayuntamiento de Barcelona y los
colegas que le organizaron el viaje y la cena, Lassaleta y Lana Sarrate. Este
último asistió a ella con toda certeza, la prensa mencionó su nombre. De los
demás, cabe suponerlo. Por ejemplo, del profesor Terradas, aunque sus
circunstancias familiares eran en aquellos días dramáticas debido a la muerte de
su hija pequeña. Por eso, los investigadores que han firmado el artículo sobre
la cena de Einstein en la Revista de Física, Sallent y Roca, descartan su
colaboración en la redacción del enrevesado menú.
Cada plato (ocho "sólidos") incluía una referencia a científicos o filósofos y a
teorías científicas relacionadas con el ilustre invitado: Habas a la Lorentz
transformadas a la catalana, faisán plateado a la Minkowski en cuatro
dimensiones, helado continuo euclídeo. Entre los "líquidos" había jerez
inercial, Champagne Codorniu relativista que reflecta la luz, vinos
gravitatorios y manzana pequeña con efecto Doppler. ¿Una manzana entre los
líquidos? Los investigadores interpretan que se referían a la sidra.
En la suculenta cena ofrecida por Rafael Campalans y su mujer, Conxita
Permanyer, también había canelones. Se pensó en primer lugar que cannulae podría
significar macarrones, pero dos sobrinas de Campalans, Alicia y Enriqueta
Marlet, no tienen dudas de sus recuerdos: eran canelones. Entre los postres, las
enquesadas las realizaron -aún las hacen hoy- el Forn de San Jaume, que
Campalans conocía bien.
Por último, en el menú se informaba sobre el tiempo y el espacio de la cena. El
espacio fue, ya se ha dicho, la casa de Campalans, en la calle de Roselló, 118.
Averiguar el tiempo les ha dado más dolor de cabeza a los investigadores, entre
otras cosas porque se citaban las segundas calendas de marzo, una fecha
equivocada: "Eso correspondería al 28 de febrero y sabemos que fue el 27",
explican Sallent y Roca. Y se hablaba del año 44 de la era einsteniana. "El 14
de marzo Einstein tenía que cumplir 44 años, por lo tanto, se acababa el año 44
de su era".
Como es lógico, a pesar de esta cena anecdótica, la visita del "pontífice de la
ciencia" fue para algo más que para comer. Estuvo también jalonada de
excursiones por los alrededores y de debates políticos. Le unía con Campalans y
con Terrada el repudio por la guerra: los tres se manifestaron en contra de la
primera contienda mundial. Pero había algo que el famoso genio no acababa de
entender. ¿Por qué Campalans se declaraba a la vez socialista y nacionalista?:
"¡Esto no liga!", le dijo. Después, según escribió el ingeniero, "captó los
matices más sutiles y frágiles de la vida catalana" y justificó "la paradoja".
"¡Pero esto no es nacionalismo verdadero! Si me queréis creer, prescindid de ese
nombre funesto", zanjó.
El mismo día de la cena, Einstein se entrevistó con dirigentes anarquistas, lo
que ocasionó un incidente político; la prensa contó que el físico se había
declarado revolucionario científico, algo que, después, desmintió. Los biógrafos
del premio Nobel sugieren que en algunas de sus posteriores actuaciones
políticas en el plano internacional se oían los ecos de las conversaciones con
sus amigos en Barcelona.
Pero quizá lo que más le impresionó fue la música catalana, de la que recibió un
amplio surtido para satisfacer su melomanía. Si en la cena hubo una buena
muestra, al día siguiente pudo degustar un segundo plato. La Peña de la Danza lo
recibió en la Escuela Industrial de Barcelona con un esmerado repertorio que el
homenajeado se llevó en algunos discos. También su diario guardó para siempre el
recuerdo de aquella música.