Doctrinas Infalibles

Publicado en Diario de Noticias
MILENIO
Domingo 7 de mayo de 2005

En 1299 un edicto de la Iglesia prohibía a los banqueros de Florencia utilizar el sistema decimal para hacer sus cuentas, porque esos números “arábigos” eran cosa de infieles, sin duda inspirados por el demonio. En 1752, cuando Benjamín Franklin inventó el pararrayos, también la Iglesia pontificó en contra de semejante invento del demonio: parecía que el hombre pretendiera vencer sobre Dios, impidiéndole fulminar con un rayo a quien Él quisiera (por más que esto planteara barrocas discusiones sobre el alcance de la presunta omnipotencia divina, como barrocas eran las discusiones de por qué el arma divina -el rayo- solía dar tan a menudo contra, precisamente, las torres de las iglesias que le adoraban). El sistema métrico decimal, producto de la laica revolución francesa, también tardó casi un siglo en ser adoptado en la católica españa, celosa guardiana de la tradición y el dogma.

Se quejaron curas y obispos de las vacunas: cuando hace doscientos años Carlos IV mandó a las Américas la expedición filantrópica de la vacuna, al mando del Dr. Balmis, también el clero habló de abominación y de intervención pecaminosa en los designios del Señor (cabe pensar que entre ellos estuviera la muerte de millones de personas por la viruela). Las transfusiones de sangre (a lo que se oponen actualmente los Testigos de Jehová, cosa que a los católicos sorprende tanto) también fueron objeto de protesta por la Iglesia de Roma. Como protestaron contra las anestesias y analgésicos, contra el parto sin dolor (eso de atentar contra el "parirás con dolor" bíblico dolía en el mundo de la sotana -ellos, claro, no paren), contra los trasplantes de órganos y, más recientemente -y siguen en ello-, contra la profilaxis frente a las enfermedades de transmisión sexual, contra las técnicas de fertilización y en general en contra de casi cualquier avance social. (Como ladraron contra el matrimonio civil, y hoy lo hacen por el matrimonio homosexual).

Afortunadamente, la doctrina infalible de la Iglesia cambia. Aunque a veces tarden casi cuatrocientos años en pedir perdón, como pasó con lo de Galileo. Lo jodido es que tengamos que esperar varios siglos para que los católicos vociferantes dejen de berrear en contra de los homosexuales, de los derechos de las mujeres y cesen en su obcecación con todo lo que tenga que ver con el sexo. Mientras tanto, claro, objetan, ya que no pueden mandarnos a todos los demás a la hoguera, que ya no se lleva. ¿No les dará vergüenza?

Fuente: Por la boca muere el pez

Inicio

Inicio

Apuntes:

  • Inf. Aplicada al Trabajo Social

  • Introducción Informática

  • Inf. Aplicada a la Gestión Pública

  • Prácticas



  • Estadisticas y contadores web gratis
    .:.fr.de.pt.jp