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REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS
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NÚMERO 2 - NOVIEMBRE 2001

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El tonos y los estudios filológicos

 

Tonos es una palabra de origen griego entre cuyos significados encontramos el de tensión[1]. Su presencia en los estudios filológicos es una constante a lo largo del tiempo. Desde muy temprano, la filosofía aprovechó este concepto para el análisis de la ciencia y del comportamiento humano. José Ferrater, por ejemplo, recuerda: "La noción de tensión ("tonos") era fundamental en el estoicismo, especialmente en el estoicismo antiguo. De un modo general se concebía la tensión como un principio de unificación de lo disperso, por analogía con el "principio" que mantiene la vida de los seres orgánicos, los cuales pierden al morir su "tensión" particular. A base de esta concepción general, la interpretación del significado de "tonos" difería según los autores"[2]. De todas formas, tal vez fuese en el sistema de Heráclito en donde la idea de tensión haya cobrado mayor relevancia; el famoso fragmento 51 dice así: "Los hombres ignoran que lo divergente está de acuerdo consigo mismo. Es una armonía de tensiones opuestas, como la del arco y la lira"[3]. Esta declaración encierra dos ideas fundamentales: los sistemas se edifican desde el reconocimiento previo de la tensión de opuestos en su interior y, además, se regeneran precisamente por las posibilidades de maniobra que tal tensión ofrece. La primera se refiere al producto, la segunda, al proceso.

Las posibilidades de este marco epistemológico no han escapado a los teóricos de la ciencia. De hecho, Thomas S. Kuhn tituló uno de sus más famosos trabajos "La tensión esencial: tradición e innovación en la investigación científica"[4]. Se trataba, en realidad, de una conferencia pronunciada en junio de 1959, en donde se decía: "por eso, sugeriré más adelante que algo así como el "pensamiento convergente" es tan esencial como el divergente para el avance de la ciencia. Como estos dos modos de pensar entran inevitablemente en conflicto, se infiere que uno de los requisitos primordiales para la investigación científica de la mejor calidad es la capacidad para soportar una tensión que, ocasionalmente, se volverá casi insoportable"[5]. Y más tarde: "Pero los cambios revolucionarios de una tradición científica son relativamente raros, y épocas prolongadas de investigación convergente son sus preliminares necesarios. Como indicaré en seguida, sólo las investigaciones cimentadas firmemente en la tradición científica contemporánea tienen la probabilidad de romper esa tradición y de dar lugar a otra nueva. Ésta es la razón de que hable yo de una "tensión esencial" implícita en la investigación científica"[6]. La Lingüística como disciplina debiera ajustarse igualmente a estos patrones de progreso[7].

El sistema de la lengua ha sido objeto de comentario en relación a la tensión[8]. Uno de los filólogos que con mayor frecuencia ha establecido la conexión entre esta idea de "tonos" y la lengua ha sido Francisco Rodríguez Adrados, tal y como observamos en varios de sus trabajos. Hablando precisamente de Heráclito, por ejemplo, opina lo siguiente: "Pero ningún pensador ha atribuido la importancia que Heráclito le atribuyó al hecho mismo de la oposición, a que sólo la tensión entre las unidades opuestas las unifica a niveles superiores, crea una estructura"[9]. Y a propósito de la lengua: "Con frecuencia es posible darse cuenta de cómo unas determinadas tensiones dentro de los sistemas léxicos de los diversos niveles cronológicos e individuales se traducen en la evolución posterior de esos sistemas y, lo que es decir lo mismo, del pensamiento que expresan"[10]; o bien: "Siempre hay una tensión entre el sistema presente, el pasado y el futuro; a veces sólo estadísticamente puede captarse"[11]. En otro libro posterior, insistía en estos otros términos: "Las lenguas naturales son sistemas de signos muy complejos. Sistemas, por otra parte, (...) sometidos a tensiones, marcados por irregularidades, diferenciados por subsistemas y niveles diferentes"[12]. Merece la pena destacar, en cierto punto, que, en ocasiones, se ha producido un desplazamiento axiológico del sentido originario del "tonos" en tanto que elemento constitutivo de los sistemas: en esos casos, la tensión aparece cargada de una cierta valoración negativa, dado que se hace equivaler a lo irregular o asistemático, dentro de un marco regular y sistemático. Es decir, se atenúa su valor procesual y pasan a ser, desde esta interpretación, incómodas unidades del sistema. Así, dirá Ludwig von Bertalanfy, por ejemplo, que los "conceptos y modelos de equilibrio, homeostasia, ajuste, etc. convienen para el mantenimiento de sistemas, pero son inadecuados para fenómenos de cambio, diferenciación, evolución, neguentropía, producción de estados improbables, creatividad, establecimiento de tensiones, autorrealización, emergencia, etc."[13].

Por otro lado, de todos es conocida la importancia adquirida por el concepto de oposición entre dos términos en la interpretación estructuralista de la lengua, especialmente de su nivel fónico: "la idea de diferencia supone la idea de oposición. Una cosa puede diferenciarse de otra sólo en la medida en que ambas se oponen entre sí, es decir, en la medida en que exista entre ambas una relación de oposición"[14]. En referencia a A. Martinet, Salvador Gutiérrez afirma: "Contra quienes subrayan la coherencia, trabazón estática de las estructuras lingüísticas, Martinet demuestra la existencia de un equilibrio dinámico, resultado de la acción conjunta de fuerzas antagónicas. Cuando este equilibrio se rompe, aparece el cambio"[15]. El varias veces citado Rodríguez Adrados, a propósito de este nivel de la lengua, afirma que "puede admitirse hoy con seguridad que dentro del plano fonológico de una lengua existen tensiones que provocan su transformación"[16]. La tensión (tonos) que conecta las categorías de una oposición puede valorarse también como demostración de la existencia de un continuum entre categorías, antes que como prueba de la existencia generalizada de compartimentos estancos. El uso cada vez más frecuente de la idea de prototipo categorial lo corrobora. Hablando de manera más específica, sobre lenguaje y generaciones, Fernando Lázaro Carreter afirma: "En el decurso histórico de los idiomas no pueden observarse mutaciones importantes atribuibles a una decisión generacional consciente o inconsciente. No hay en él segmentos discretos, sino un continuo complejísimo, de muy lento progreso, en el que están actuando, sí, los estratos de edad, pero, a la vez, el sistema con las tensiones de su propia estructura, y las tendencias regionales y de grupo social, y los individuos mismos: variantes diastráticas y diatópicas que se contradicen, idiolectos que aspiran a hacerse oir en ese inmenso y pluralísimo rumor que es una lengua en un momento dado"[17]. Por otro lado, es incuestionable la importancia de términos como tensión, intensión, distensión o tono en el estudio acústico y articulatorio, segmental y suprasegmental, de la lengua[18]. Otras unidades de otros niveles de la lengua también pueden establecer relaciones de tensión, como sucede por ejemplo, a decir de Emilio Náñez, entre las partes constitutivas del diminutivo[19] o entre la palabra y la frase en la que se halla incursa[20]. También Gili Gaya habló de la división de las oraciones según la tensión o la distensión y la huella que dejen en la curva melódica[21].

Pero la lengua no sólo es sistema, sino también uso. Y esa relación entre lengua y realidad también se establece desde la tensión. María Corti habla, por ejemplo, de "i diversi rapporti di tensioni fra i testi e il loro extratesto"[22]. Estanislao Ramón Trives dice que "la tensión 'lengua-realidad' se presenta como algo problemático a la hora de delimitar lo meramente coloquial de lo propiamente científico"[23]. El resultado final de la producción comunicativa es el discurso y, como no podría ser de otra manera, es un producto también tenso. En un trabajo posterior, el propio Ramón Trives, dirá: "El discurso, en cierto modo, consiste en encauzar o dar curso a lo disperso en la tensión dialéctica del sistema procesal de experiencias habidas (lengua) y las necesidades de la experiencia concreta que hunde sus raíces en la cultura concreta, en un espacio y tiempo concretos"[24]. A algo parecido pudo referirse Michel Foucault cuando se refería a "la línea simple y absolutamente tensa del discurso"[25].

La tensión también ha servido de base para el estudio social del lenguaje, dada su capacidad tanto para promover la variación como para explicar las relaciones entre los copartícipes de la interacción comunicativa. Sobre el primer asunto, baste leer la siguiente afirmación de Beatriz Lavandera: "La tensión dialéctica entre equivalencia y diferencia que constituye la esencia de la variación es inherente a la estructura y al funcionamiento del lenguaje, hecho al que apunta ya el postulado fundamental de Bloomfield. Así, me propongo emprender el análisis de la variación manteniéndome en esa tensión en lugar de intentar su resolución artificial"[26]. Sobre el segundo, ya decía Charles Bally que "en el momento en que dos seres humanos se ponen en contacto, entran también en lucha, en el sentido psicológico de la palabra, porque entre ellos no puede haber jamás adaptación absoluta, armonía perfecta de las mentalidades (...). El lenguaje reproduce ese carácter de la vida, como todos los demás y muestra sobre todo hasta qué punto puede tomar este conflicto formas pacíficas. La conversación más anodina es su imagen exacta. Para un observador superficial, nada ofrece de particular; pero examinados más atentamente los procedimientos empleados: la lengua aparecerá como un arma que cada interlocutor maneja con miras a la acción para imponer su pensamiento personal. La lengua de la conversación está regida por una retórica instintiva y práctica, y usa a su manera procedimientos de elocuencia, o, por mejor decir, procedimientos que la elocuencia toma de ella prestados"[27]. Resulta llamativo que Bally, como Heráclito hable de armonía y de tensión en un mismo contexto, siglos después, como también lo hiciera Nietzsche refiriéndose al valor terapéutico del baile[28]. Esta lucha conversacional es aludida por Criado de Val en términos de tensión interlocutora[29]. Más tarde, también fue abordada por Lakoff y Johnson como una muestra del uso de marcos metafóricos en la vida cotidiana[30]. Desde la Psicología de grupos se estudia, por ejemplo, la relación entre el número de participantes en una interacción y la mayor o menor tensión existente en la misma[29]. Y desde la Psicología Social aplicada al estudio de la interacción comunicativa también se ha hablado del desacuerdo conversacional como fuente de tensión[30].

Pero el término "tonos", en sociolingüística, también alude a una unidad fundamental para el análisis contextualizado del discurso, de sus estilos, como hemos señalado en Los tonos y el estudio social del lenguaje.

En contextos de variación lingüística, es habitual tener que optar en ocasiones por una de las variedades para favorecerla desde un punto de vista social, político, económico, actitudinal, etc., lo que desencadena tensiones que pueden desembocar o no en transformaciones similares a las anteriormente comentadas a propósito del sistema de la lengua. En este sentido, Catherine Kerbrat-Orecchioni recuerda que Bourdieu[31] proponía no ser o no hacerse los ingenuos, puesto que "el empleo de ese artificio teórico que es la noción de "lengua común" desempeña un papel ideológico bien preciso: sirve para enmascarar bajo la apariencia euforizante de una armonía imaginaria la existencia de tensiones, enfrentamientos y opresiones muy reales; negar la existencia de esas tensiones y mecerse en la "ilusión del comunismo lingüístico", significa de hecho un intento de conjurar, por el desvío del lenguaje, las diferencias sociales"[32]. La política lingüística se ha ocupado con frecuencia de estos conflictos. Así, en referencia a la península ibérica, Ángel López se pregunta "cómo pudo el mapa peninsular permanecer casi inalterado durante toda la Edad Moderna, a pesar de las evidentes tensiones que espaciadamente afloraban aquí y allá en la trama convivencial, y sobre todo de la carencia de un verdadero sentimiento cohesivo en la mayoría de sus habitantes"[33].  Y en otro momento: "Lo importante es señalar que, desde el punto de vista lingüístico, la expansión de los nacientes idiomas románicos peninsulares se enfrentaba a un lastre difícilmente digerible, a una tensión interna que, inclinándolos de forma natural hacia su derecha o hacia su izquierda, les forzaba en cambio a progresar siempre hacia el sur"[34].

El modelo semiótico de Algirdas J. Greimas se sirve del valor aspectual incluido en la noción de tensión, valor al que de una u otra forma ya nos hemos referido con anterioridad. En Semiótica. Diccionario razonado de la Teoría del lenguaje se propone la siguiente definición de tensitividad: "La tensitividad es la relación que contrae el sema durativo de un proceso con el sema terminativo: produce el efecto de sentido de "tensión", "progresión" (por ejemplo el adverbio "casi" o la expresión aspectual "a punto de")"[35]; la distensividad sería justo el proceso opuesto. Definición, por otra parte, que no ha escapado a las críticas de quienes han estudiado con detenimiento la noción de tensión: "Dans le cadre de la théorie sémiotique, la notion de tension ou de ténsitivité est utilisée sans qu'il en soit donné une définition qui lui assure un status théorique consistant. En général, elle est employée comme une notion d'ordre puremente syntaxique (au sens de la syntaxe du parcours génératif greimasien), servant à surdéterminer ou aspectualiser une transformation à l'intérieur d'un programme narratif donné"[36]. La propuesta de Greimas y Courtés entronca claramente con las referencias a la tensión en el modelo de Gustav Guillaume, para quien, hablando del verbo, este concepto se refiere a "l'impression de mobilité progressive qui en est inséparable"[37].

Situados ya en el ámbito de la semiótica, es el momento de ofrecer alguna pesquisa más concreta sobre el tonos y los tonos tanto del discurso artístico, en general, como del literario, en particular. Si todos los procesos de textualización se ven afectados por la "dialéctica o tensión ininterrumpida del 'mundo experiencial'"[38], la textualización creativa no es una excepción; más bien todo lo contrario. Costanzo di Girolamo llega a decir incluso que "la tensione è un marchio distintivo del linguaggio poetico"[39], entendiendo por tensión la fuente de conflicto que se genera al intentar combinar las necesidades formales de la poesía con las restricciones de la lengua.[40]. Desde otro punto de vista, el reconocimiento de la incompletud de la obra literaria hasta que el lector la lea o la escuche conlleva su caracterización como un discurso tenso: "La obra literaria se nos manifiesta así en tensión (su quedar en espera del receptor en su momento y más allá de él es ya tensión) y su tensión, significada en el presente del emisor, aparece distendida entre dos polos: el símbolo (en lo que éste tiene de conexión, de formación o aseguramiento en la tradición) y el síntoma (en lo que tiene de ir más allá del presente)"[41].

Algunos autores partidarios de una visión romántica del arte relacionan los tonos y los sentimientos de manera muy particular. Novalis afirmó: "Tonos, estados de ánimo"[42], una sugerente relación sin duda. Para Philipp Otto Runge, los tonos son las unidades de representación de la dimensión sonora del arte: "Expresamos esos pensamientos en palabras, tonos o imágenes, y excitamos el mismo sentimiento en el pecho de la persona que está junto a nosotros"[43].

Los Editores



[1] La correspondencia etimológica ha sido establecida ya, por ejemplo, por Joan Corominas en su Diccionario crítico-etimológico de la lengua castellana, Madrid, Gredos, vol. IV, 1954. Entrada tensión.

[2] Diccionario de Filosofía, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, tomo II, 1975, pág.772.

[3] Fragmentos, Ed. Aguilar, Madrid. Traducción del griego, exposición y comentarios de Luis Farre, 6ª edición, 1982, pág.125. Sobre la polémica en torno a si el adjetivo es "palíntonos" o "palíntropos", véase la interpretación realizada por Agustín García Calvo en la edición crítica de Razón Común, preparada para la editorial Lucina, Madrid, 1985, págs.125-129. Para la interpretación de la tensión en la filosofía griega, véase también "Filosofía en época Helenística", de Emilio Lledó, en Unidad y pluralidad en el mundo antiguo, Actas del VI Congreso español de estudios clásicos, Madrid, Gredos, 1983, págs.467-487; Ciencia y filosofía en la Antigüedad, Benjamín Farrington, Barcelona, Ariel, 1984, págs.39-40; La filosofía helenística, Carlos García Gual y María Jesús Imaz, Madrid, Cincel, 1986, págs.135-139.

[4] En La tensión esencial. Estudios selectos sobre la tradición y el cambio en el ámbito de la Ciencia, Madrid, conacyt-f.c.e, 1982, págs.248-262.

[5] op.cit., pág.249

[6] op.cit., pág.250.

[7] Dice Josse de Kock, en "Del objeto de la lingüística y de su observación", Revista española de lingüística, 16,2, 1986, págs.283-284: "En las Facultades de Letras, en las que se incluye tradicionalmente la lingüística, se ha implantado una enseñanza en la que se concede el primer puesto a la teoría, cuando no a la historia de las teorías, a expensas de la observación, en la que se antepone el modelo de análisis, en la que el estudiante sólo aprende a reconocer lo que se conforma o no a la definición y a pasar de la regla a la aplicación. En los casos extremos, y no sin arrogancia a veces, los datos están tan seleccionados y escardados, tan manipulados o incluso silenciados que ya ni se intuye de qué la teoría podría ser la abstracción o la síntesis. El razonamiento avanza según la lógica interna. El esquema concebido engendra clases y reglas, órdenes y niveles según evidencias que le son propias. De aquí se deriva una coherencia que otorga a la teoría visos de generalidad, universalidad, profundidad o elegancia que satisfacen a la mente, pero que no abarcan necesariamente la diversidad o la complejidad de la realidad. Algo así como artefactos que funcionan perfectamente bien, pero en blade". Por otra parte, la Lingüística entra en relación de tensión con otras disciplinas como la Neorretórica, la Sociolingüística, la Pedagogía, etc., según M.A.K. Halliday advierte en El lenguaje como semiótica social, México, Fondo de Cultura Económica, 1982, pág.13.-ss.

[8] "Lo sforzo teorico che sfocia nella distinzione semiotico/semantico, nasce da tensione interne alla nozione stessa di sistema", en "Introduzione" de Daniele Gambarara a la obra Lingua, Discorso, società, Parma, aa.vv. , Pratiche editrice, pág.19.

[9] "El sistema de Heráclito: estudio a partir del léxico", en Estudios de semántica y sintaxis, Barcelona, Planeta, 1975, pág.280.

[10] op.cit., págs.269-270.

[11] "Sistema en Lingüística", en Estudios de semántica y sintaxis, Barcelona, Planeta, 1975, pág.18-19.

[12] Lingüística estructural, Madrid, Gredos, vol.I, 1980, págs.11-12.

[13] Teoría general de los sistemas, Buenos Aires, f.c.e., 1981, pág.22.

[14] Principios de fonología, N.S. Trubetzkoy, Madrid, Ed.Cincel, 1976, pág.29.

[15] "La Fonología", en Introducción a la Lingüística, Madrid, Alhambra, 1982, pág.89.

[16] Lingüística estructural, Madrid, Gredos, vol.I, 1980. Págs.688-689-

[17] "Lenguaje y generaciones", en Estudios de lingüística, Barcelona, Crítica, 1981, págs.236-237.

[18] Por poner sólo dos ejemplos, véase el trabajo de Amado Alonso "Una ley fonológica del español. Variabilidad de las consonantes en la tensión y distensión de la sílaba", Estudios lingüísticos. Temas españoles, Madrid, Gredos, 1966, especialmente pág.240; y también la página 396 de Fonética acústica de la lengua española, de Antonio Quilis, Madrid, Gredos, 1981, pág.396, en donde además de las alusiones a la tensión muscular se menciona la influencia de la tensión psicológica sobre la tensión de las cuerdas vocales.

[19] El diminutivo, Madrid, Gredos, 1973, pág.11.

[20] Emilio Náñez, El diminutivo, op.cit., pág.379-380.

[21] Curso superior de sintaxis española, Barcelona, Vox, 1982, págs.19-20.

[22] Il viaggio testuale. Torino, Einaudi, 1978, pág.21.

[23] Aspectos de semántica lingüístico-textual, Madrid, Istmo-Alcalá, 1979, pág.126.

[24] Estudios sintáctico-semánticos del español -I-. La dinámica interoracional, Murcia, Godoy, 1982, pág.185.

[25] Las palabras y las cosas, Barcelona, Agostini, 1985, pág.327.

[26] Variación y significado, Buenos Aires, Ed. Hachette, 1984, pág.101.

[27] El lenguaje y la vida, Buenos Aires, Losada, 1977, 3ªedición, págs.28-29.

[28] "Cuando la justa tensión y la armonía del alma llegaban a perderse era preciso empezar a bailar: tal era la regla de esta terapéutica", fragmento de El eterno retorno, Madrid, Aguilar, 1974, pág.87.

[29] Por ejemplo en Psicología de grupos, Pio Sbandi, Barcelona, Herder, 1977, pág.105.

[30] Por ejemplo en "La comunicación de masas", Michel-Louis Rouquette, en Psicología social II, S. Moscovici (ed.), 1986, pág.635. Maria del Carmen Bobes Naves analiza, precisamente, la representación literaria de una conversación tensa, sirviéndose, para su análisis, de términos como tono o como tensión en "Algunos valores semióticos del diálogo narrativo", "Algunos valores semióticos del diálogo narrativo", en aa.vv. Investigaciones semióticas 1, Madrid, csic, 1986.

[31] Se refiere al trabajo de Pierre Bourdieu y Luc Beltanski titulado "Le fétichisme de la langue et l'illusion du communisme linguistique", Actes de la recherche en Sciences Sociales, 1975, págs.2-32.

[32] La enunciación. De la subjetividad en el lenguaje, Buenos Aires, Hachette, 1986, pág.22.

[33] El rumor de los desarraigados. Conflicto de lenguas en la península ibérica, Barcelona, Anagrama, 1985, pág.21.

[34] op.cit., págs.32-33.

[35] Algirdas J. Greimas y Joseph Courtés, Madrid, Gredos, 1982, pág.406.

[36] "Tension et quantité: un point de vue sémiotique sur le travail lingüistique", Amadeo de Dominicis, Langages, 86, 1987, pág.111.

[37] Temps et verbe. Théorie des aspects, des modes et de temps, Paris, Librairie Honoré Champion éditeur, 1970, pág.15.

[38] E. Ramón Trives, Estudios sintáctico-semánticos..., op.cit.pág.186.

[39] Teoria e prassi della versificazione, Bologna, Il Mulino, 2ªedición, 1983, pág.101. El propio di Girolamo remite a los clásicos trabajos de Wellek y Warren, de Chatman, de Thompson, de Halle y Keyser o de Lotman para apreciar las diversas acepciones de tensión en la teoría poética.

[40] Kurt Spang, en Ritmo y versificación, afirma: "Podemos concluir por tanto que el ritmo poético en su totalidad es un fenómeno de repetición, pero no absolutamente matemático y mecánico. Su valor es precisamente resultante del juego de simetría y disimetría, de tensión y distensión de un conjunto de factores formales y asociativos", Murcia, Universidad, 1983, pág.121.

[41] "De un símbolo, un signo y un síntoma (Lázaro, Guzmán, Pablos)", Antonio Prieto, Prohemio I,3, 1970, pág.358.

[42] "Fragmentos y estudios II", Novalis, en Fragmentos para una teoría romántica del arte, Javier Arnaldo (ed.), Madrid, Tecnos, 1987, pág.115.

[43] "Cartas a su hermano Daniel", en Fragmentos para una teoría romántica del arte, Javier Arnaldo (ed.), Madrid, Tecnos, 1987, pág.65.

 

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