REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS

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ISSN 1577 - 6921

  NÚMERO 1 - MARZO 2001

PORTADA | HEMEROTECA

Estudio sociolingüístico de las homilías católicas

Matilde Canteras Campos

 (Universidad de Murcia)


0. INTRODUCCIÓN

1. HOMOTEXTO Y ASPECTOS CONTEXTUALES EXTERNOS

2. VARIEDADES CONTEXTUALES FUNCIONALES

2.1. CAMPO DE DISCURSO

2.1.1. TEMAS DEL CAMPO DE DISCURSO

2.1.2. EL SABER LINGÜÍSTICO EN RELACIÓN CON LAS HOMILÍAS

2.1.3. LA VOLUNTAD DE SER ENTENDIDO EN LAS HOMILÍAS

2.1.4. LO EUFEMÍSTICO Y LO DISFEMÍSTICO EN LAS HOMILÍAS

2.2. TONOS

2.2.1. TONOS FUNCIONALES

2.2.2. TONOS PERSONALES

2.3. EL MEDIO

3. VARIEDADES LECTALES

3.1. VARIEDADES INTERLINGÜÍSTICAS

3.2. VARIEDADES INTRALINGÜÍSTICAS

4. CONCLUSIÓN

BIBLIOGRAFÍA

TEXTO DE LAS HOMILÍAS


0. INTRODUCCIÓN.

El objetivo principal de este trabajo es el estudio de las variedades contextuales funcionales de las homilías católicas. De forma secundaria se verán, además, las características que plantean estos textos en relación con las variedades que denominaremos, siguiendo la terminología del profesor Jiménez Cano, variedades lectales interlingüísticas e intralingüísticas.

            El material que se ha analizado para tal estudio consiste, en primer lugar, en un conjunto de veinticinco homilías que hemos transcrito, de las cuales dieciocho han sido recogidas en distintas parroquias de la ciudad de Murcia y el resto pertenecen a misas retransmitidas por Televisión Española y la Cadena COPE los domingos; en segundo lugar, un manuscrito que pertenece a la congregación religiosa de las hermanas de Cristo Rey en Murcia y que contiene las homilías de un año litúrgico (1978-1979) transcritas por una religiosa; y por último, una serie de colecciones de homilías publicadas.

1.     HOMOTEXTO Y ASPECTOS CONTEXTUALES EXTERNOS.

            Antes de abordar el estudio de las variedades contextuales funcionales de las homilías es preciso analizar el homotexto o género discursivo al que pertenecen y los aspectos contextuales externos, pues todo ello puede influir en las características textuales.

            La homilía es un género discursivo religioso. En concreto, Francisco Javier Tovar Paz, en su libro Tractatus, Sermones atque Homiliae (1994), habla del género discursivo homilético, en el que incluye, junto a la homilía propiamente dicha, el tractatus y el sermón como formas de la literatura homilética en su evolución histórica desde su inicio en el siglo IV con los Santos Padres de la Iglesia.

            Los tractatus son el origen del género. Más tarde, a finales del siglo IV aparecen los sermones. Y por fin, en el siglo VI surgen las homilías. En esta época comienza a imponerse una progresiva restricción a los discursos homiléticos para adaptarlos a la liturgia (Tovar, 1994: 83-87). De este modo se crean unos textos, las  homilías, que parten de las lecturas realizadas en la celebración litúrgica interpretándolas, explicándolas y exponiendo a partir de ellas los principios de la fe cristiana, adquiriendo así una funcionalidad dentro del ritual religioso cristiano, a diferencia de los tractatus y los sermones.

La lengua de los discursos homiléticos fue inicialmente el latín, y no es hasta el  Concilio de Tours (813) cuando se propone su traducción a las lenguas vernáculas (Tovar, 1994: 30); el latín ya no era comprendido por los fieles (Jounel, 1988: 37).

            Podemos establecer una serie de rasgos muy generales del homotexo del discurso homilético en relación con las variedades contextuales funcionales. Este género se caracterizaría por un campo de discurso centrado en la religión cristiana, una intención fundamentalmente interpretativa y/o explicativo-doctrinal y un medio oral, principalmente.

            En cuanto a los aspectos contextuales externos, centrándonos en la homilía propiamente dicha en el actual dominio religioso católico, es preciso tener en cuenta, en primer lugar, el contexto en el que aparece. Como decíamos, la homilía forma parte de la celebración litúrgica y su inclusión en ésta se hace obligatoria desde el Concilio de Trento (Comes Doménech, 1992: 70). En concreto, se realiza después de tres lecturas bíblicas y le siguen bien el Credo y las peticiones, en el caso de una misa ordinaria, bien la administración de un sacramento, en el caso de que se trate de una ceremonia en la que se celebre alguno (a excepción del sacramento de la Comunión, que se administra siempre en las misas). No obstante, una de las homilías recogidas, la homilía 18, se realiza antes de las lecturas, rompiendo así con lo establecido por la liturgia.

            En segundo lugar, es importante precisar el significado de la homilía en el sistema semiótico del ritual en el que se inserta. Ya hemos dicho que tiene lugar después de las lecturas bíblicas. Las palabras de esas lecturas se consideran Palabra de Dios, es decir, lo lingüístico en este caso y dentro del dominio de la Iglesia católica adquiere un valor sagrado, divino, y la homilía, como interpretación y explicación que es de esas palabras sagradas, se realiza después de su lectura, siendo su valor dentro de la liturgia el siguiente: constituir una continuación de la Palabra de Dios, como dice Maldonado (1994: 56), a través de las palabras del hombre, del sacerdote que pronuncia la homilía.

            En tercer lugar, otro aspecto a destacar y que está en relación con el que acabamos de ver es que la homilía, como comentario litúrgico de las escrituras leídas, está condicionada por ellas, es decir, se basa en ellas, las cuales son programadas por un libro denominado leccionario.

            Por último, dentro de los elementos contextuales externos, hay que hablar de los emisores y receptores. La situación comunicativa de las homilías es asimétrica, ya que sólo uno de los participantes en el acto comunicativo funciona como emisor, sin que se pueda hablar de una interacción en sentido estricto. El papel del emisor está restringido a un determinado grupo social religioso. Dentro del dominio de la Iglesia se establece, por tanto, una distancia socio-religiosa a nivel lingüístico entre laicos y sacerdotes y diáconos, debido a la limitación que se impone a los primeros: los laicos tienen prohibido realizar homilías (Comes Doménech, 1992: 50). Ello es reflejo pragmático-lingüístico de la organización social que existe dentro de la Iglesia, donde sacerdotes y diáconos, por su condición de ministros eclesiásticos, pueden presidir la celebración litúrgica y, por tanto, pronunciar la homilía, frente a los laicos, miembros de la Iglesia, pero no ministros de Cristo.

            En cuanto a los receptores, el público al que va dirigida la homilía es un público católico. Este es el único rasgo social común de los destinatarios de esta clase de discurso, pues por lo demás hay variedad en cuanto al estrato y grupo social, profesión, nivel educativo (parámetros adquiridos), edad, sexo y raza (parámetros inherentes). A esta heterogeneidad se debe añadir un factor más que tiene que ver con la formación religiosa: no todos los católicos que funcionan como destinatarios de la homilía poseen un mismo conocimiento de su fe. Esta realidad social compleja es algo de lo son conscientes los sacerdotes y tendrá consecuencias lingüísticas: “un problema con el que podemos encontrarnos en nuestras homilías es el de la “pluralidad” o lo que generalmente suele considerarse como auditorios mixtos” (Ramos Domingo, 1998: 36).            

2. VARIEDADES CONTEXTUALES FUNCIONALES.

Tras el recorrido por los aspectos contextuales externos y relativos al homotexto, podemos ya introducirnos en el estudio de las variedades contextuales funcionales.

2.1. CAMPO DE DISCURSO.

            Las homilías tienen como campo de discurso la religión, concretamente en el caso de los textos analizados, la religión católica. Este campo es compartido por otros discursos asociados también al contexto social del dominio de la Iglesia como institución: el kerigma, la catequesis, los panegíricos, los ejercicios espirituales y la predicación cuaresmal. A todo ello habría que añadir los libros y revistas religiosas, las clases de religión y los estudios de teología.

2.1.1. TEMAS DEL CAMPO DE DISCURSO.      

Los temas que desarrollan las homilías dentro de su campo de discurso no son caprichosos, sino que están motivados por las lecturas realizadas en la celebración litúrgica, en las cuales se basan. Tales lecturas condicionan los temas. Esa convención tiene como resultado que, tras oír las lecturas, el público receptor puede tener unas expectativas generales sobre el tema o temas que el sacerdote va a tratar en su homilía. El ajuste de éstos al contenido de las lecturas es algo que se comprueba en casi la totalidad de los textos estudiados. Frecuentemente además se recuerdan hechos y frases de los pasajes leídos para reforzar la conexión del tema con las lecturas. Ejemplo:

- Las lecturas hablan del escaso valor de las riquezas materiales y de la escena de Cristo con un hombre rico al que recomienda que venda sus riquezas a los pobres y le siga: “La narración evangélica nos sitúa ante el problema de cuál debe ser la actitud del cristiano ante las riquezas (...) Jesús quiere hacer ver a este hombre que lo único realmente bueno en la vida de un hombre es Dios mismo y todo lo que sea asumido como venido de Dios. Para el hombre de fe “lo bueno” por excelencia, el bien supremo es Dios y, por consiguiente, la frase “sólo Dios es bueno” pretende preparar al joven rico para que no se aplique tanto a las riquezas y vea que la única riqueza absoluta es Dios mismo” (Vigésimo octavo domingo del tiempo ordinario, transcripción de una religiosa, 1978-1979). Se observa una total adecuación entre el tema de la homilía y el de las lecturas.          

Sin embargo, también aparece algún ejemplo de lo contrario. Es el caso de una homilía en la que, en lugar de desarrollar el tema de las lecturas, la reconciliación con Dios por Cristo y el envío de los apóstoles, el sacerdote cuenta una serie de anécdotas históricas, rompiendo con las expectativas de los receptores: “Fue dos de junio de 1979. Cientos de miles de polacos llenaban la plaza de la Victoria de Varsovia y otros tantos se quedaron fuera de la misa desde las calles próximas, arrodillados, escuchando al Papa a través de los altavoces. El momento culminante llegó durante la homilía del Papa. En un determinado momento alzó la voz y dijo: “Nadie tiene el derecho de arrebatar a Cristo a un pueblo cristiano. No se puede excluir a Cristo de la historia del hombre” (...) Al día siguiente de aquel acontecimiento, el 3 de junio del año 79, con el ambiente enfervorizado por lo sucedido en la víspera, el Papa recibió en el barrio universitario de Varsovia a unos cincuenta mil estudiantes” (Homilía 13).

            Dado que los temas de la mayor parte de las homilías estudiadas se basan en las lecturas realizadas en la celebración litúrgica, podría pensarse que existen tantos temas como pasajes determinan los leccionarios. Pero lo cierto es que muchos textos sagrados motivan los mismos temas. Ello nos ha permitido establecer una clasificación temática dentro del campo de discurso en la que se distinguen tres grandes núcleos generales que van a concretarse en una serie de temas particulares: Dios/Jesucristo, el hombre y la Iglesia. Dentro de la temática relativa a Dios/Jesucristo podemos distinguir:  

- El amor de Dios/Jesucristo.

- La misericordia de Dios.

-  Dios/Jesucristo presente en el mundo como guía y protector.

-  El Espíritu de Dios.

-  Jesucristo: Dios hecho hombre: Mesías, Salvador.

-  Jesucristo en la Eucaristía.

-  Jesucristo, luz del mundo.

-  La humildad y entrega de Jesucristo.

-  Jesucristo muerto y resucitado.

Se observa el predominio de la figura de Cristo frente a la de Dios en este grupo de temas. Ello puede deberse a razones religioso-culturales, ya que Cristo es la figura central de la religión católica y a que la figura de Jesucristo se siente más cercana al hombre, al ser Él mismo uno de ellos, aunque de condición divina.

            Los temas relacionados con el hombre son:

- El seguimiento a Jesucristo.

-  La fe y su testimonio.

-  La generosidad en el hombre.

-  La libertad.

-  La paz.

-  El pecado.

-  El dolor y el sufrimiento.

-  La situación de la sociedad y el mundo: sus problemas y el papel del creyente.

-  La situación de los creyentes.

-  La vida eterna.

Es interesante la aparición del tema del hombre, pues ello supone que, junto a los temas relacionados con la divinidad, que son los que tradicionalmente se asocian a las homilías, están presentes también los relativos a la realidad humana, ligada ésta, inevitablemente a una realidad social, que, como se ha visto, también aparece.

            Los temas relacionados con la Iglesia como institución son poco frecuentes. Podemos distinguir dos: la labor de la Iglesia en el mundo y su situación en él.

            Además de estos temas, que son los que aparecen en las homilías de las misas ordinarias, existen otros más específicos propios de las homilías de celebraciones sacramentales, oficios funerarios y algunas fiestas específicas. El primer tipo de celebraciones tiene asignadas lecturas acordes con el sacramento que se administra y el tema central de la homilía se relaciona normalmente con ese sacramento y su significado, desarrollándose, además, algún otro tema de los presentados anteriormente. Ejemplos:

- Las homilías bautismales tienen como temas específicos el agua como símbolo de vida nueva, la incorporación del niño a la Iglesia y el compromiso educativo de los padres y padrinos; y como temas comunes con los anteriores aparecen Cristo Salvador y el seguimiento a Cristo.

-  Las homilías de ceremonias matrimoniales tienen como temas específicos el sentido cristiano de la pareja, el amor y el compromiso; y el tema común con la relación anterior es el amor de Dios/Jesucristo.

            El segundo tipo de celebraciones especiales del que hablábamos está formado por aquellas donde se desarrollan oficios funerarios. En estos casos el tema específico de la homilía es la muerte y los temas comunes con los anteriores son Cristo Salvador y la vida eterna.

Por último, mencionábamos las homilías que pertenecen a las misas que celebran determinadas festividades, donde el tema central específico se relaciona con la festividad. Es el caso de las solemnidades de María, por ejemplo, en que las homilías tratan de la figura de la Virgen.

2.1.2. EL SABER LINGÜÍSTICO EN RELACIÓN CON LAS HOMILÍAS.

            La Iglesia primitiva adoptó el latín como lengua. En ésta desarrolló un vocabulario cristiano, una lengua especializada para designar las realidades relativas a esta religión (Jounel, 1988: 32). De este modo, desde antiguo, existe lo que podríamos llamar un tecnolecto religioso cristiano-católico, que a lo largo de los siglos se ha ido incrementando.

            Pese a la existencia de este lenguaje especializado, el saber lingüístico que se relaciona con los textos analizados es en gran medida un saber lingüístico general, es decir, muchos de los términos que aparecen pertenecen al español general, no especializado. Además, gran parte de las palabras del tecnolecto religioso católico que se emplean en las homilías están muy difundidas, hasta el punto de que pueden considerarse plenamente incorporadas a la lengua general. Por ejemplo: purgatorio, sacramento, cristiano, Bautismo, Penitencia, pecado, Evangelio. Esto muestra el trasvase de términos de la lengua especializada de la religión católica a la lengua general. También se advierte lo contrario, ya que parte del léxico de este tecnolecto que aparece en las homilías estudiadas está formado por palabras del español general que han pasado a esa lengua especializada con un sentido nuevo: Padre adquiere el significado de Dios; Madre, el de la Virgen María; hermano designa una relación no sanguínea, sino espiritual en virtud de que todos los hombres son hijos de Dios; Confirmación se convierte en el nombre del sacramento en el que el cristiano confirma su fe; salvación se aplica a la Salvación del hombre de la muerte por el pecado. Se pueden incluir dentro de este grupo aquellas palabras que poseen el sentido metafórico que se les da en la Biblia, sentido que está plenamente automatizado en el dominio religioso: el Buen Pastor es Cristo; la mies y los obreros, los hombres y los elegidos por Dios para guiarlos a Él; la sal de la tierra, los seguidores de Cristo; las ovejas, el pueblo de Dios.

Otras palabras pertenecientes a este lenguaje religioso y que aparecen en las homilías estudiadas están menos difundidas: Cuerpo Místico, tiempo litúrgico, tiempo ordinario, Vigilia Pascual, paráclito, especies sagradas, Cirio Pascual, transustanciación, preces, carisma. Son poco frecuentes en las homilías.

 La escasez de términos especializados de esta clase frente a la importante presencia del español general y el predominio del vocabulario religioso más difundido es algo muy significativo, ya que, dado que la homilía se dirige a un público católico, lo esperable sería un mayor empleo de las palabras más especializadas del tecnolecto religioso. Esta situación puede explicarse atendiendo a la formación religiosa del público receptor y al deseo de los sacerdotes de hacerse entender. No todos los católicos poseen un saber lingüístico pleno en relación con su religión, pues no tienen la misma preparación religiosa. Así, frente a otros tecnolectos, como el jurídico o el informático, por ejemplo, que son conocidos por los profesionales de esos ámbitos, el conocimiento que los católicos tienen de la lengua especializada asociada a su religión es muchas veces limitado. Podría pensarse que, en realidad, tal conocimiento es sólo responsabilidad del sacerdote, pero no es éste el planteamiento que existe en la Iglesia católica: el creyente, como miembro de ella, debe saber todo lo relacionado con su fe, incluido lo lingüístico. La realidad es otra y ello puede deberse, por una parte, a la organización de las catequesis, en las que no siempre se da un mismo nivel de instrucción; y por otra, a que no hay nada que obligue al católico a tal conocimiento lingüístico, salvo la responsabilidad que tiene de saber todo lo relacionado con su fe. Como el olvido de esa responsabilidad no tiene consecuencias sociales externas negativas, ya que no impide que el fiel siga yendo a la iglesia, participando en los ritos,... a diferencia de un médico, por ejemplo, que necesita conocer el tecnolecto asociado a su profesión para ejercerla, ello favorece que el creyente se relaje en su conocimiento lingüístico religioso.

Los sacerdotes, por lo general, tienen conciencia de esta situación sociolingüística de sus fieles. Ello se manifiesta en la lengua de las homilías precisamente en ese predominio del léxico del español general y del vocabulario religioso más difundido que hemos comentado. Todo para que el creyente pueda entender la homilía. Las palabras del padre Comes Doménech (1992: 103) corroboran lo dicho: “No debemos emplear palabras de difícil, y en algunos casos, imposible interpretación o traducción (...) De difícil inteligencia resultan también las palabras        “ Misterio Pascual”, “Cordero Pascual”, “Cuerpo Místico” “parusía”, “escatología”,...”.

2.1.3. LA VOLUNTAD DE SER ENTENDIDO EN LAS HOMILÍAS.

Dentro del campo de discurso es preciso estudiar también la voluntad de ser entendido del emisor de la homilía. Aunque ésta se realiza dentro de un ritual como es la celebración litúrgica, no se puede hablar de un lenguaje críptico reservado a los iniciados en la fe católica en estos discursos. En primer lugar, porque, como se ha visto antes, muchos de los términos que aparecen pertenecen al español general; y en segundo lugar, porque el resto de términos, que pertenecen al tecnolecto religioso católico, se emplean no para vedar el acceso de los no católicos al contenido de la homilía, sino para nombrar las realidades relacionadas con la fe católica. Más aún, dada esa gran presencia del español general, es claro que ni siquiera existe un empleo abusivo del tecnolecto religioso. No hay, por tanto, el deseo alguno de marcar una distancia social entre católicos y no católicos a través del lenguaje de las homilías. Esto no quiere decir que todas las palabras y expresiones que aparezcan en ellas puedan ser entendidas por receptores no familiarizados con ese saber lingüístico especializado, pero ello no se deberá a una ocultación voluntaria del significado por parte del emisor.

2.1.4. LO EUFEMÍSTICO Y LO DISFEMÍSTICO EN LAS HOMILÍAS.

En general, los textos estudiados no presentan términos eufemísticos. Sólo en algunas homilías de oficios funerarios, donde uno de los temas centrales es la muerte, aparecen ciertas expresiones que abordan indirectamente esta realidad: “nuestro hermano ha partido de este mundo” (Marqués, 1998: 40); “nuestro hermano nos ha dejado” (Aguilar, 1998:12). Pero tampoco en estas homilías el eufemismo para hacer referencia a la muerte es predominante. Lo normal es que aparezca directamente el término en cuestión. Ejemplos:

- “La muerte de nuestro hermano ha puesto en evidencia que nuestra vida es muy limitada y que nadie escapa del poder de la muerte” (Grané, 1998: 56).

- “Hoy formamos aquí un grupo de personas que se reúne con una vivencia difícil de sobrellevar: la muerte de una persona que queremos, uno de nuestra familia, nuestro amigo” (Soler, 1998: 67).

En cuanto a los disfemismos, por el contexto social religioso al que pertenecen las homilías, éstas son discursos convencionalmente caracterizados por la ausencia de lo disfemístico y ello se ha confirmado en los textos analizados.

2.2. TONOS.

Después de estudiar los aspectos relacionados con el campo de discurso, nos ocuparemos ahora de los tonos funcionales y personales de las homilías católicas.

2.2.1. TONOS FUNCIONALES.

 Los tonos funcionales tienen que ver con el propósito o intención del hablante. Hemos podido distinguir los siguientes en las homilías:

- Tono interpretativo-explicativo-doctrinal. Es el tono dominante en la mayor parte de las homilías y se corresponde con la intención central del género discursivo homilético al que pertenecen: interpretar y explicar los textos sagrados mostrando los principios de la fe católica para adoctrinar a los oyentes. Ejemplos:

-“ (...) nos presenta el Evangelio a Jesús y nos lo presenta como luz. En este hecho histórico de Jesús que cura la ceguera de ese ciego de nacimiento, nos está transmitiendo un mensaje: todos nosotros somos hijos de Dios y, como hijos de Dios, debemos ir, debemos ir caminando a la luz de Dios que es Cristo. Él le dijo que: “El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá  la luz de la tierra, porque yo soy la luz del mundo”, pues, hermanos, para vivir en este mundo como hijos de Dios, necesitamos que Cristo, que está en nosotros, se convierta en luz para nuestra alma” (Homilía 1).

En el caso de las celebraciones sacramentales, se interpreta y se explica además el significado del sacramento que se celebra. Ejemplo:

-“ San Pablo, partiendo del hecho de que bautizarse es sumergirse en el agua para salir de nuevo, dice que el Bautismo simboliza nuestra incorporación a Cristo, somos sepultados con Él, y al resurgir del agua resucitamos con Cristo, nacemos a una vida nueva.  Bautismo simboliza nuestra incorporación a Cristo. Somos sepultados con él y, al resurgir del agua, resucitamos con Cristo.

Con esta imagen del Bautismo, que simbolizamos con el agua, expresamos la doble realidad presente a lo largo de la vida de estos niños: la vida y la muerte” (Fontbona, 1989:50)

- Tono exhortativo o admonitorio. Después del anterior, es el tono más frecuente en las homilías. Está relacionado con una intención ya contemplada en la Retórica, la de persuadir (movere). Principalmente, el hablante insta al oyente a que siga la forma de vida evangélica, a que ponga en práctica los principios de su fe. También se le exhorta a que ore para pedir por diversas cosas: la paz, fuerza para seguir adelante, la esperanza, el perdón,... El tono exhortativo está muy suavizado en la mayor parte de las homilías; es normalmente una invitación, a veces explícita (os invito, se nos invita,...), a actuar de un determinado modo, más que una exigencia; en ocasiones parece casi un deseo. Ello se consigue porque frecuentemente se elude el empleo del verbo en imperativo y en segunda persona, que expresaría una petición directa, utilizándose en su lugar el subjuntivo con valor desiderativo, el condicional y rodeos (os animo, es conveniente,...), todo lo cual atenúa la exhortación, y, sobre todo, empleando el subjuntivo o imperativo en primera persona del plural, de manera que el sacerdote se incluye como destinatario de la exhortación haciéndose uno con los feligreses. Ejemplos:  

 -   “Os animo, pues, a hablar a menudo de lo que os gusta realizar y cómo cada uno puede mejorar tanto el clima de convivencia como las iniciativas o proyectos de nuestra vida” (Dasquens, 1997:30).

-  “Que busquemos en el ardor de la contemplación del Señor, que crezcamos en la cercanía de los pobres, que crezcamos en la fraternidad que es vivir todos en igualdad” (Homilía 6).

- “Sea cual fuere nuestra situación, veamos poco o mucho,  no estaría de más que hoy le pidiéramos al Señor: “Maestro, te ruego que me devuelvas la vida” (Trigésimo domingo, transcripción de una religiosa, 1978-1979).

El tono exhortativo está relacionado con el anterior desde una perspectiva pragmática, pues con frecuencia, tras fragmentos en los que predomina el tono interpretativo-explicativo-doctrinal, el sacerdote pasa a un tono exhortativo que invita a seguir los principios religiosos derivados del adoctrinamiento inicial; éste funciona en cierto modo como argumento que justifica la exhortación que le sigue.

- Tono informativo. En este caso, lo que se pretende es proporcionar a los oyentes unos datos de carácter erudito relativos fundamentalmente a las lecturas: datos históricos, sociales, culturales,... es decir, informaciones que tienen que ver con elementos contextuales. Este tono es mucho menos frecuente que los anteriores. Ejemplos:

- “El texto que hemos proclamado fue compuesto, más o menos, hacia el año 322 antes de Cristo. Y ¿cuál es la situación histórica de este texto? Palestina está siendo dominada por las tropas de Alejandro Magno, que entra en aquella y la domina” (Homilía 25).

- “La  liturgia de la Palabra de este domingo nos llama la atención, con ocasión del milagro que hace Cristo a favor de un leproso, sobre la condición jurídica comportaba en el pueblo judío el verse afectado  por esta enfermedad de la lepra. Ésta era para el judío un signo de pecado (...) Esta condición de leproso, de inmundo, excluía al israelita de participar no sólo en los cultos, sino también en la convivencia con el resto del pueblo” (Caballero, 1980:193).

- Tono ejemplificador-didáctico. Se aprecia en las ocasiones en que el sacerdote pone ejemplos que muestran de forma práctica algunos aspectos que se explican en la homilía, de modo que ayuden a entenderlos. Ejemplo:

-”(...) la cruz de nuestra vida hay que llevarla con dignidad y se necesita, en primer lugar,  paciencia, y paciencia no significa ni aguantarse ni fastidiarse, sino que significa paz y ciencia (...). Si una persona se rompe un brazo y se lo escayolan y va a la semana al médico y le dice: “doctor, por favor, quíteme la escayola del brazo, que tengo que jugar mañana un partido de tenis”, el médico le dirá: “paciencia, hijo, paciencia”. No le está diciendo “fastídiate”, sino “mantén la paz mientras los tejidos se van soldando según las leyes de la naturaleza” (Homilía 24).

- Tono recriminatorio-moralizante. Es muy poco frecuente en las homilías. En este caso el sacerdote habla con la intención de criticar, a veces con cierta dureza, aspectos de la conducta de los católicos o de la sociedad en general. Ejemplo:

-“Porque, claro, en el fondo, cada uno de vosotros piensa que en el fondo, pues, es normal que me quieran y yo, pues, merezco ser amado, porque tampoco soy tan malo. Si vamos por ese camino, vamos mal, ¿sabéis? Vamos mal (...) Nosotros, muchas veces, vamos de víctimas por la vida y de sufridores, pobreticos, que a veces se te acercan a hablar personas que están sufriendo y le dices: “¿qué te pasa, hermano o hermana? Cuéntame”. La persona te cuenta y ¡ande! Te das cuenta de que en realidad el sufrimiento de esa persona es que sus padres o sus amigos o las personas que a ella le interesan o a él le interesan no se comportan ni viven como a esa persona le gustaría que se comportaran y que vivieran; y encima van, van haciendo ser de víctima o voy de víctima, porque de esto no estamos libres nadie. O sea, que, encima víctima, encima llorando, encima de...deprimido ¿por qué? Porque los demás no giran alrededor tuyo, porque los demás no satisfacen tus deseos, porque los demás no cumplen las aspiraciones que tú quieres. Y ¿por qué tienen que hacer eso los demás? ¿Quién te crees que eres tú? ¿Quién me creo yo?” (Homilía 21).

Este tono recriminatorio es desaconsejado por muchos sacerdotes (Aldazábal, 1994:61), basándose en la finalidad central de la homilía, el papel del sacerdote y la reacción del receptor. Así, la homilía debe formar al receptor dando cuenta del contenido evangélico, lo cual implicará, en ocasiones, poner de manifiesto aquello que va en contra de los principios católicos, pero ello no justifica un tono recriminatorio amenazador y moralizante, el cual convertiría al sacerdote en juez, no siendo ese su valor en la Iglesia, y podría, además, herir la sensibilidad de los oyentes (Ramos, 1998:58).

2.2.2. TONOS PERSONALES.

Los tonos personales se relacionan con el grado de formalidad de los textos y en el caso de las homilías católicas presentan una gran complejidad. Su estudio hace necesario el análisis de elementos que tienen que ver con el establecimiento de distancias sociales y que no son estrictamente lingüísticos: se trata de elementos relacionados con la proxémica. En este sentido, se puede hablar de una jerarquización del espacio físico dentro de los templos, de las iglesias, en virtud del cual se distribuyen los participantes en la celebración litúrgica. El altar, elevado, es la zona donde se sitúa el sacerdote como presidente de la celebración; en un nivel inferior se encuentran los bancos para los feligreses, que escuchan y participan en la ceremonia, pero no la pueden presidir. Se marca físicamente, por tanto, la distancia socio-religiosa que existe en el dominio de la Iglesia católica entre el sacerdote y el laico en cuanto a su significado y función: el primero es ministro de Cristo y su misión es la de predicar la Palabra de Dios, administrar los sacramentos y presidir la comunidad cristiana que se le confía (Comes Doménech, 1992:16); los laicos, en cambio, no han recibido el sacramento del sacerdocio, pero son igualmente miembros de la Iglesia que deben dar testimonio de su fe y comparten con el sacerdote el poder predicar la Palabra de Dios (Comes Doménech, 1992: 50), salvo en el caso de la homilía, única forma de predicación prohibida al laico, como ya dijimos.

En las celebraciones sacramentales, hay que distinguir además el lugar que ocupan aquellos que van a recibir el sacramento y sus padrinos, en el caso de que se necesiten. Ese lugar suele ser el espacio comprendido entre los bancos y el altar y, más raramente, los primeros bancos (como ocurre en algunas confirmaciones) o el altar (sobre todo en las comuniones). De este modo, se marca también físicamente el distinto grado de participación en el sacramento de los fieles, destacando o separando por su posición en el templo a quienes reciben el sacramento y funcionan como padrinos de aquellos que sólo asisten a su celebración.

Esa es la distribución espacial general, pero en el momento de realizar la homilía se observan cuatro espacios físicos en los que el sacerdote puede situarse: la sede y el ambón, ambos en el altar, el espacio que existe delante de éste, sin que haya aquí ningún objeto entre el sacerdote y los fieles, y la zona de bancos de los feligreses. Estos lugares de predicación implican distintos grados de acercamiento al público, desde el alejamiento máximo del sillón a la absoluta proximidad física cuando el sacerdote se acerca a los feligreses. Este acercamiento del presbítero supone la ruptura de la jerarquización del espacio, lo cual atenúa la distancia social.

Si acudimos ahora a las marcas lingüísticas que nos revelan el tono, encontraremos, en principio, una situación curiosa y que concuerda con esa ruptura de la jerarquización del espacio. Es claro, como se ha visto, que existe una distancia social en el dominio religioso entre sacerdotes y laicos,  pero ello no se muestra en el tono de las homilías, que suele ser cercano, no rigurosamente formal. ¿Por qué? ¿Qué motiva que el tono no refleje a través de su formalidad la distancia entre sacerdotes y laicos? En primer lugar, la concepción religiosa que preside el dominio social de esta clase de textos, según la cual todos los hombres, como hijos de Dios, son hermanos. De este modo, sacerdotes y laicos están separados por su diferente significado y función en la Iglesia y al tiempo se encuentran al mismo nivel, porque la importancia de todos en ella es la misma. En segundo lugar, el tono cercano de las homilías se explica por la relación personal del sacerdote con su comunidad de fieles. Éste normalmente conoce a sus parroquianos, lo cual facilita una menor formalidad.

Las marcas lingüísticas que expresan el tono que hemos descrito en las homilías son las siguientes:

- La aparición del vocativo hermanos para dirigirse a los feligreses. Este término implica un acercamiento al auditorio, al no establecer una separación social, sino una unión: sacerdote y laicos son hermanos en Dios. Además, ello supone también no establecer diferencias entre los oyentes, pese a su heterogeneidad: el texto homilético los iguala denominándolos hermanos. A veces se suele añadir algún término cariñoso: queridos, amados. Esta forma de apelar a los oyentes está convencionalizada en las homilías.

- La ausencia absoluta de ustedes como forma de tratamiento cortés. En su lugar se emplean las formas nosotros, vosotros y el tuteo. Lo más frecuente es el uso de nosotros, quedando incluida en esta forma el propio sacerdote, con lo que de nuevo hay un acercamiento entre el emisor y sus feligreses receptores, pues lo que aquel dice se lo aplica a sí mismo en la misma medida que a los que lo escuchan. Ejemplos:

- “La salvación ciertamente ha llegado a nosotros cuando nos atrevemos a vivir o intentamos vivir de esta manera. Y entonces es cuando experimentamos que se nos perdonan los pecados, que son arrancados de nosotros, no sólo que son limpiados, sino que son arrancados de nosotros nuestras actitudes injustas, nuestros egoísmos, nuestra insolidaridad, nuestra incapacidad para aceptar y comprender a los que no son como nosotros, nuestra incapacidad para sobrellevar las contrariedades de la vida” (Homilía 4).

- “Nos arrodillamos también nosotros delante de Jesús, del Dios escondido en la humanidad: le repetimos que no queremos volver la espalda a su divina llamada, que no nos apartaremos nunca de Él” (Escrivá de Balaguer, 1985: 91).

La forma vosotros y el tuteo son más frecuentes en las homilías sacramentales, porque el sacerdote suele dirigirse directamente a quienes reciben el sacramento, pero también aparecen en las homilías de las misas ordinarias. Ejemplos:

-“Pues todo esto empezó porque el pueblo, fuisteis vosotros, fue el pueblo fiel el que suscitó esta fiesta en la Iglesia” (Homilía 6).

-“Y es posible que alguno de vosotros se esté preguntando en qué consiste realmente eso de la conversión, que cómo podría describirse” (Homilía 9).

- “Veis, este es el mensaje de Jesús, este es el mensaje del Evangelio de hoy que retomamos el tiempo ordinario de la Iglesia. Lo veis en los ornamentos verdes (...)” (Homilía 15).

- “Por eso Jesús mira a la multitud, te mira a ti como se mira a los niños que juegan o que duermen” (Homilía 22).

- En el caso de las homilías de celebraciones sacramentales, aparecen como vocativos los nombres propios de los que reciben el sacramento o términos que hacen referencia a su edad (marcas cronolectales) o a su papel dentro de la familia (marcas del domino familiar) o en el sacramento (marcas del dominio religioso). Ejemplos:

- “Estimados novios. Hermanas y hermanos” (Gimeno, 1997:37).

-“Queridos chicos y chicas, cuando vuestros padres me dijeron, a principio de curso, que no os habían llevado a bautizar cuando erais pequeños, por causas diversas, yo les dije que, ahora que erais mayores, si queríais, os podríais bautizar” (Taulé, 1989:94).

-“Vosotros, padres y padrinos os habéis comprometido a educar a estos niños en la fe”. (Casas, 1989:49).

- El uso de un léxico y de ciertas expresiones propias del español coloquial y que revelan un tono más cercano a lo informal en algunas homilías. Ejemplos:

-“Si nos dejáramos arrastrar por la comodidad, sería como contestar a Cristo: “’¡Eh! Que mis años son para mí, no para Ti (...)” (Escrivá de Balaguer, 1977:90).

- “(...) pero el “ir en paz” no significa que “ya, qué a gusto, el cura ha terminao  ya tanto rollo, ya nos hemos quedado tranquilos”” (Homilía 18).                

-“Y dice Pablo: “la prueba de que Dios nos ama es que Cristo ha muerto por nosotros cuando éramos pecadores”, es decir, cuando éramos unas malas personas, unos sinvergüenzas, unos malhechores, unos adúlteros, unos ladrones (...) es que somos unos bichos, bichos cariñosamente, pero unos bichos” (Homilía 21).

2.3. EL MEDIO.

Las homilías son textos cuyo medio es el oral. A propósito de las recogidas en parroquias de la ciudad de Murcia, hemos podido saber que, para todas ellas, los sacerdotes elaboraron un guión completo en el que se recogían los diferentes puntos a desarrollar en la homilía, guión que muchos llevaron consigo en el momento de pronunciarla. El habla de los sacerdotes en las homilías se sitúa, por tanto, entre lo espontáneo (la cierta libertad de palabra que proporciona el guión) y lo no espontáneo (la preparación previa que supone la elaboración de tal guión).

Sin embargo, en el caso de las homilías de las misas retransmitidas por TVE, el sacerdote lee su discurso, lo cual indica una redacción previa de la homilía, siendo posible, por tanto, hablar de una vocalización de lo escrito. Lo mismo se puede decir de las homilías de la Cadena COPE,  pues los muchos datos eruditos que aparecen en ellas y la ausencia de vacilaciones en el sacerdote emisor hacen pensar que se trata de una homilía leída.

Esto nos lleva a plantearnos en qué lugar ha quedado la operación retórica de la memoria en la homilía actual. Siglos ATRÁS sólo se valoraba al predicador que hablaba sin apoyo de papel alguno: “Afamado y requerido predicador sólo era quien dominaba dúctilmente la palabra pero mucho más el que podía llevarlo todo aprendido de memoria”  (Ramos Domingo, 1998:73). Hoy día ello ha cambiado en cierto sentido, como hemos podido comprobar, pues los sacerdotes se suelen ayudar de un guión para organizar su discurso y realizarlo en público; y si la homilía ha sido redactada, ésta no se recita de memoria, sino que se lee. No obstante, este último procedimiento sigue siendo la forma menos apreciada de realizar la homilía (Tucholsky, 1994:70): “Por supuesto que, cuando se escribe una homilía, ésta no es para leerla. Una homilía leída pierde mucho de su vigor” (Comes Doménech, 1992:98).

3. VARIEDADES LECTALES.

Después del estudio de las variedades contextuales funcionales, nos ocuparemos brevemente y para terminar de las variedades lectales interlingüísticas e intralingüísticas en relación con las homilías católicas.

3.1. VARIEDADES INTERLINGÜÍSTICAS.

Las variedades interlingüisticas tienen que ver con cuestiones como el bilingüismo, plurilingüismo,... Las homilías estudiadas, en general, no suelen utilizar palabras de otras lenguas, a excepción de las pronunciadas por Escrivá de Balaguer, que contienen muchas expresiones latinas (quia tu es, Deus, fortitudo mea (Escrivá de Balaguer, 1985:181); per Ipsum, et cum Ipsum, et in Ipso (Escrivá de Balaguer, 1985:223); ipse Christus, inimicus homo hoc fecit (Escrivá de Balaguer, 1985:260),...) y alguna palabra en hebreo (Abba ( Escrivá de Balaguer, 1985:142), aunque siempre explica su significado. Pero salvo este grupo de homilías, en el resto sólo hemos encontrado en latín Corpus Christi, el nombre de alguna oración, como Credo, y alguna expresión latina  que se emplea en el español general, como modus vivendi. Podemos observar, por tanto, una muy pobre presencia del latín a pesar de ser la lengua oficial de la Iglesia. Tampoco aparecen términos en griego o hebreo, lenguas muy ligadas a las Sagradas Escrituras. Las razones de estas ausencias hay que buscarlas en la heterogeneidad del público de las homilías y en el deseo de los sacerdotes de hacerse entender: entre los oyentes existirán algunas personas que entiendan el latín o estén familiarizados con él, pero también habrá otras, y esto es lo más frecuente hoy día, que no; menos aún con el griego y el hebreo. Por ello, los sacerdotes adaptan el lenguaje de las homilías a sus oyentes, eliminando términos latinos o de otra lengua, de modo que todos puedan entender lo que se dice. Esto puede ponerse en relación con el empleo limitado del vocabulario religioso específico que ya comentamos.

3.2. VARIEDADES INTRALINGÜÍSTICAS.

En cuanto a las variedades lectales intralingüísticas, sociolectos, cronolectos, sexolectos y etnolectos, se ha podido comprobar que el sociolecto predominante en las homilías es el español estándar normativo, aunque es posible encontrar en algunas palabras o expresiones de la variedad coloquial, como vimos al hablar de los tonos personales.

Los rasgos dialectales son prácticamente inexistentes en las homilías recogidas de las parroquias murcianas; los sacerdotes no mostraban su variedad dialectal, ni siquiera en el léxico. Sólo ha aparecido la pérdida de la /d/ intervocálica (terminao) (Homilía 18), el uso del diminutivo –ico (pobretico) (Homilía 21). Esta ausencia de rasgos dialectales se da también en las homilías recogidas en la radio y la televisión, así como en las del manuscrito y las recopilaciones consultadas.

No hay rasgos lingüísticos que puedan asociarse a variedades cronolectales, sexolectales o etnolectales. Lo único que aparece, y no siempre, son marcas lingüísticas relacionadas con la distinción de la edad y el sexo, sobre todo en los vocativos empleados. Ejemplos:

- “(...) la justicia social exige que todo hombre y toda mujer puedan tener un trabajo digno” (Homilía 11).

- “Queridos chicos y chicas” (Taulé, 1989:94).

- “Permitidme, hermanas y hermanos, que os explique una historia que hace poco llegó a mis manos” (Nadal, 1997:60).

4. CONCLUSIÓN.

Este estudio ha intentado mostrar la riqueza que plantea la homilía como texto en relación con las variedades contextuales funcionales, debido en parte a la complejidad del contexto social en el que se sitúa este discurso, el dominio religioso de la Iglesia católica, el cual establece su propia jerarquización social, siendo la distinción entre sacerdotes y laicos la más significativa en relación con las homilías. Éstas ofrecen sin duda un campo de estudio muy interesante para la sociolingüística que no debe desaprovecharse y al que este trabajo ha intentado aproximarse.


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NÚMERO 1 - MARZO 2001

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