Perfil de José María Párraga,

por Jacinto Nicolás

 

 

Genio, pintor, recolector de materiales imposibles, pirograbador, genio, limpiador de huevos en Holanda, maestro de escuela, genio, escultor, cartelista, escenógrafo, tertuliano radiofónico, interno ocasional y voluntario en el psiquiátrico, genio al fin, Jose María Párraga tiene una personalidad poliédrica imposible de condensar en un perfil de este tipo. Y digo que tiene, porque a pesar de despedirse a la francesa hace unos pocos años, su obra, su magnífica obra está entre nosotros manteniendo vivo ese carácter imprescindible. José María o Pepe, genio de a pie, insisto, ha sido capaz de aunar una forma de vida única con una obra igualmente excepcional. 

Un Párraga desprendido, inestable, bueno, divertido, capaz de regalar su corbata de Mickey Mouse a un famoso escritor de best-sellers en plena calle ante un mero comentario admirativo de éste, o de comer gambas con guantes blancos para ridiculizar a ciertos cadetes militares, o de salir a la calle para solidarizarse con cualquier causa perdida, tiene una obra donde se adivina su vida cuadro a cuadro.

Mujeres de ojos transparentes, arlequines dispuestos a hacernos reír y las eternas palomas de Párraga –las mismas que andan tristes por las calles de su ciudad sin encontrar a quién servir de modelos– nos acercan su gran inteligencia, su inagotable tolerancia y su enorme corazón; ése que no resistió la negra pincelada de la muerte. Pero también existe una época oscura donde se unen los problemas personales a los económicos.

 Aquí Párraga cambia dibujos por barras de pan, por copas de vino, trabaja con una absoluta falta de medios y hace una obra con materiales de desecho. Pues bien, ni siquiera en esta etapa su trabajo deja de infundir optimismo. José María Párraga ha conseguido algo muy difícil: imprimir un personalísimo estilo con unos pocos trazos maestros, lo que le hace ser uno de los nombres perdurables de la pintura de este siglo.

José María fue maestro de escuela, pero lo echaron por darle a los críos demasiado recreo. Se marchó a Holanda, trabajó limpiando huevos y vino cantando imposibles canciones holandesas. Se afilió al partido socialista sólo después de que éste perdiera las elecciones –no creía honesto apostar a caballo ganador– y fue interventor en unos comicios de los que extrajo una conclusión apabullante: las ideas son las ideas, pero los bocadillos de los populares son mucho mejores que los de los socialistas. Son pequeños rasgos de una personalidad que nos muestra a un hombre y a un artista especial, con una obra ingente, que deja su huella en todos los pintores de su tiempo y al que todos sin excepción reconocen como maestro. Un magisterio ejercido no sólo desde la pintura, sino desde la misma vida.

Yo lo conocí en la radio. Lo invité a participar en la tertulia de mi programa y ya nada fue igual. Sus comentarios eran insuperables en agudeza, inteligencia y sentido del humor. El resto de tertulianos quería venir el mismo día que Párraga y su presencia se hizo imprescindible en la radio y en nuestras vidas. Una presencia que continúa adivinándose en las calles, en el ambiente cultural de Murcia y en todos los lugares de los que ya forma parte para siempre.