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Mohamed El-Madkouri Maataoui
(Universidad
Autónoma de Madrid)
Sólo podían rivalizar con España algunos países del orbe cristiano
como Italia en aspectos específicos como el religioso y el que hoy me ocupa, el
tema de la traducción. Este desarrollo particular se ha visto justificado y
propiciado por el antagonismo entre dos culturas distintas, la latino-cristiana
y la arábigo-musulmana; y la competencia entre dos religiones, aunque
espiritualmente parecidas, dogmáticamente distintas. Un antagonismo y una
competencia que luego se convierten en una enemistad muy reiterada en los
manuales de historia. Aún así las fronteras eran permeables entre los dos
mundos. Sólo así puede explicarse la estrecha colaboración entre seguidores de
las dos confesiones, a los que, desde el principio, se incorporaron fieles de
la otra tercera religión monoteísta de la cuenca del mediterráneo: los judíos.
Las fronteras ideológico-religiosas no siempre han sido nítidas entre los
cristianos y los musulmanes: hubo aliados musulmanes de cristianos en contra de
otros musulmanes; y aliados cristianos de musulmanes en contra de otros
cristianos. Tanto los reyes de taifas como los diferentes enfrentamientos entre
los reyes de Castilla, Navarra, León, Portugal y Aragón denotan que las
distintas empresas políticas, en un principio, no estaban polarizadas en torno
al pensamiento religioso. Éste se concentraba entonces en algunos monasterios
como él de Cluny por ejemplo (González Palencia, 1942: 21) y en las Órdenes
Militares que iban ganando terreno ideológico político hasta convertirse,
siglos más tarde en el pensamiento dominante. Incluso estas mismas Órdenes, la
de Calatrava, la de Santiago, la de Alcántara y la de Montesa; disponían en su
seno de traductores musulmanes generalmente presos o esclavos y judíos. La
comunicación y el conocimiento del Otro, aunque a veces crispados, eran
fluidos. El intercambio de ideas, incluso en el dominio religioso, era
constante entre las tres confesiones. Sirva de ejemplo esta anécdota de Mose
Ibn ‘Ezra, citada por Juan Vernet:
Una vez, en los días de mi mocedad y el país
de mi nacimiento, preguntóme uno de los más distinguidos sabios musulmanes (era
uno de mis amigos y bienhechores), muy conocedor de su religión, que le
recitase en lengua árabe los diez mandamientos. Yo comprendí su intención, la
cual no era otra que rebajar el modo de su expresión. Comprendiéndole yo así,
le rogué que me recitara la primera azora del Corán en lengua latina (él podía
hablar esta lengua y la conocía sólidamente). Así que dicho sabio musulmán
probó de traducir aquella azora al latín, su expresión era muy deficiente y
desfiguró su belleza. Entonces él comprobó el porqué de mi respuesta y no
reiteró su petición[3]
Este testimonio nos prueba que no sólo
existían contactos entre los miembros de las comunidades religiosas españolas
en lo profano, sino también en lo religioso. No eran grupos cerrados unos
respecto a otros. Un religioso judío desvela la anécdota de otro religioso,
amigo suyo, musulmán. Ambos no sólo hablan la lengua árabiga sino que también
podían comunicarse en “latín”. Estamos, por tanto, en una época en
la cual al intercambio comunicativo no se le ponían trabas. Estos contactos
durarían incluso después de la fatwa del alfaquí sevillano Ibn `Abdún quien
sentenciaba que no debían “venderse a judíos ni a cristianos libros de
ciencia, salvo los que tratan de su ley, porque luego traducen los libros científicos
y se los atribuyen a los suyos y a sus obispos” (Lévi-Provençal y García
Gómez, 1948: 173). El que exista una fatwa significa que dicha venta era
habitual y que propició un debate social y moral que motivó la sentencia.
Además, como opina Vernet, el que dicho alfaquí “prohibiera vender libros
implica que los vendían y no parece muy atrevido pensar que los musulmanes
ayudaban a leerlos, si necesario era a sus clientes.”([4]).
La
traducción no es hermana sólo de la paz sino también de la guerra. En esto el
papel de la Órdenes Militares era importante. Cada Orden disponía de sus
traductores e intérpretes. Un ejército de mozárabes, hebreos y de musulmanes
hechos esclavos aseguraba el oficio y abastecía a las Órdenes del
imprescindible vehículo comunicativo con el Otro. Desde
mediados del siglo X, en Huesca y Tarrazona y luego en León, Pamplona, Segovia
y Barcelona, empezaron los verdaderos trabajos de traducción con finalidad
combativa. Cuando llegó el arzobispo D. Raimundo que dirigió
La utilización de la
traducción con finalidad combativa iba compaginada, también, con su uso para la
formación y adquisición del saber. Así que después del foco de traducción que supuso bayt
al-Hikma, la franja occidental del Mediterráneo retomó las riendas de esta
labor para la reconversión del saber griego además de la transmisión de la
aportación árabe al conocimiento universal. La misión de una historia de la
traducción en este caso sería - a ojos de Hina Horst- "la recreación de la
historia espiritual de Europa cuya cultura, nacida en gran parte de la traducción,
representa uno de los contenidos que superan las lenguas individuales y su
particularidad"([6]). El hecho como tal se hizo
efectivo gracias a que las orillas del Mediterráneo dieran cobijo a muchos
centros de traducción de los cuales los
más destacados son:
El nombre de esta "escuela" hace
referencia a la misma localidad donde se ubicaba. Un lugar montañoso y de
difícil acceso muy propicio al monacato. Está al Sur de Nápoles. La
enciclopedia Espasa-Calpe dice que este lugar "del siglo X al XII
constituyó el centro comercial de Italia con los pueblos de Oriente, con
privilegios sobre toda la península llegando a contar 70.000 habitantes".
Disponía de muchas filiales en otros lugares. Hacia el año 1.000 dispuso de un
anejo en Constantinopla y de un monasterio en Monte Athos. Tenía asimismo
cierta posición privilegiada en los países bajo dominación musulmana:
"Ce
ne fut pas la riche
De hecho, no era la rica Nápoles ni la
suntuosa Venecia las que dominaron los intercambios intelectuales entre el
Oriente griego y el occidente latino sino Amalfi. No obstante, Oriente no era
Grecia; al menos que el autor aluda a la retoma de la cultura griega pasada por
el árabe. En Jerusalén donde Amalfi disponía de una filial y donde fundó
"La transmission de la médecine arabe á
l'occident latin fut principalement assurée par l'activité de deux traducteurs:
Constantin l'africain en Italie du Sud
au XIº siècle et Gérard de Crémone à Tolède dans la seconde moitié
du XIIº.".[8]
En un artículo publicado en un interesante
volumen sobre Traducción y traductores en
De las técnicas y de la organización de esta
escuela se sabe poco. Se citan, muy a menudo, nombres de algunos traductores
que han colaborado con ella. Se saben las relaciones que mantuvo con Jerusalén,
Constantinopla y Egipto. No obstante carecemos de datos acerca de la misma
escuela que, aunque adscrita a un monasterio, tendría algún tipo de
organización propia. Se sabe además poco acerca de las técnicas de traducción
empleadas aunque disponemos de algún que otro dato acerca de traductores
criticados. El mismo Constantino está considerado como un traductor poco
fiable; criticarlo era "un lugar común" para todos, dice Jacquart.
La escuela de traductores de Toledo aunque
tuvo mucha influencia en la vida intelectual de
-
La existencia y arraigo en Toledo de la tradición,
que venía de la época árabe, de proteger, subvencionar y patrocinar la labor
intelectual en general. La familia de los Banu du-l-Nun extraoficialmente y el
rey Al-Mamún (1037-1075) oficialmente, dejaron testimonio de su preocupación
por la creación literaria y filosófica así como por la investigación científica
y técnica en Toledo.
-
El contacto de D. Raimundo con extranjeros venidos
de todas partes de la cristiandad en busca de la ciencia y los conocimientos
toledanos. Ingleses, franceses, flamencos, italianos y algún sueco llegaron a
Toledo, bajo dominio cristiano, haciendo patente esta necesidad de trasladar
dichos conocimientos a otras partes.
-
La confluencia, en la época de D. Raimundo, de los
factores imprescindibles para cualquier labor de traducción: la necesidad, la
materia y el elemento humano. Los mozárabes, cristianos con la lengua árabe
como lengua materna, podían leer las obras árabes e interpretarlas en romance,
mientras otros clérigos se ocuparían de trasvasar lo oído, en romance, al
latín.
La necesidad
de disponer del pensamiento musulmán, asimilarlo y, en su caso, preparar la
réplica. Las primeras traducciones del Corán, tenían este objeto.
“L’archevêque Raymond, qui dirigea l’Eglise de Tolede de 1125
á 1152, se mit à encourager les traducteurs dans le dessein de combattre
l’Islam sur le plan des idées en faisant traduire ses écrits”[12].
No obstante, esta escuela (o más bien
escuelas) hizo que todo un rey sea sabio. La denominación de rey sabio es
inusitada en la historia. Sólo se ha dado en muy pocos casos como éste por
juntar este rey alrededor suyo, en una cultura todavía naciente, sabios de las
tres culturas para la traducción del árabe al latín y al castellano continuando
de este modo una empresa que ya apoyó el arzobispo Raimundo (1125-1152)[13].
No obstante, la denominación Escuela de Traductores de Toledo ha de
tomarse en un sentido genérico más que en el sentido recto de una escuela que
tenía albergados a traductores. El Rey Sabio vio la necesidad tanto científica
como pragmática de trasvasar tanto al latín como al castellano la herencia
cultural de la época. No fue Alfonso X el único promotor sino que la
preocupación por la traducción en los reinos cristianos del Norte empezó ya
desde el siglo XII:
"Es
bien sabido que los traductores de la corte de Alfonso X el Sabio vienen a
presentar el último y más brillante eslabón de aquella cadena de traductores
que floreció desde mediados del siglo XII."[14]
Cabe señalar en la afirmación
de este investigador el no haber utilizado el término escuela de traductores de Toledo sino la expresión traductores de la corte de Alfonso X el
Sabio. La diferencia entre ambas denominaciones es grande y puede
desembocar en consecuencias metodológicas a la hora de abordar el estudio de la
traducción en
"Se
encariñó con la cultura del pueblo vencido, intentó atraerse a los sabios
musulmanes y judíos; se interesó por sus disquisiciones filosóficas; fomentó el
estudio de su lengua fundando colegios y enseñanzas, y traslado a lengua
romance, obras históricas, de ciencias matemáticas y hasta libros de
juego"[15]
Alfonso X que viajó por el Sur
musulmán de
Juan
Vernet presenta un interesante estudio estadístico[18]
sobre lo que se traducía en esta época en el que se observa una despreocupación
por las obras filológicas y literarias. Fenómeno éste curiosamente parecido a
lo que los árabes traducían de la cultura griega en Oriente pocos siglos antes.
Me refiero estrictamente al griego porque de otras lenguas sí que se tradujeron
obras interesantes como Calila y Dimna
y Sindibad, ambas traducidas del
persa. Y aunque el cuadro presentado por Juan Vernet no revela la preocupación
por lo literario, sabemos que obras como Calila
y Dimna se tradujó en esa época.
Aunque Toledo parece haber patentado la preocupación por la traducción
en
Sabemos igualmente que Roberto de Chester fue arcediano de Pamplona y
tradujo del árabe al latín. Tampoco debe olvidarse la labor traductora
desempeñada por los judíos en España. “Une activité traduisante existait
aussi en dehors de l’Ecole de Tolède, singulièrement dans les communautés
juives, et le rôle joué par la traduction de l’arabe en hébreu ne doit
être oublié”[20].
La movilidad de los miembros de esta comunidad, en un periodo en que todavía no
existían los medios de comunicación, participó en propagar la preocupación por
la traducción incluso más allá de los Pirineos.
Ripoll también nos dejó testimonios de su labor traductora. “los
textos de Ripoll, tal y como hoy se nos presentan, constituyen el más antiguo
testimonio conocido de la influencia islámica en la cultura del mundo
occidental”[21].
A mediados del siglo XII, los
habitantes de la franja norte de la península Ibérica cruzaron las no fronteras
físicas pero sí culturales para proveerse del conocimiento que en aquel
entonces estaba en posesión del Sur:
"Les
occidenteaux qui ont le courage et la posiblité de l'apprendre (se refiere a la
lengua árabe), en allant vivre dans des pays oú en la parlait, et où l'on
trouvait des livres, a fin de deschiffrés et interpréter eux mêmes des ouvres
de science, de philosophie, d'histoire et de religion ont été rares"[22]
Aunque es muy pronto para
hablar de occidentales, término muy
propio del siglo XX, el dato histórico aunque es cierto para el norte de los
Pirineos, es de difícil comprobación, en todos los casos, en lo que se refiere
a España. El índice de arabización en aquel entonces era muy fuerte en España,
y se contaba con una fuerte comunidad cristiana araboparlante. Aunque a Córdoba
iban jóvenes de los reinos del norte de España, la mayoría de foráneos venían
de más allá de los Pirineos. En esta ciudad y en otras muchas había verdaderos
centros de enseñanza. La lengua árabe era una especie de lengua internacional de
la época. En ella se redactaban los libros de todas las ciencias conocidas en
aquel entonces; disponía de una terminología acuñada y apropiada para cada
disciplina. En España ocurrió algo parecido a lo que hemos notado en los
primeros contactos de los árabes con la cultura griega. Aún más, desde el punto
de vista lingüístico, el fenómeno de la
arabización de la península dio lugar a lo que se estudia actualmente bajo el
nombre de Judeoárabe; un árabe
escrito en hebreo. Los libros que se traducían en la época son los que la gente
del Norte buscaba en el Sur. Estos libros son en gran parte de ciencias aunque
no faltan obras de literatura y de religión también. Son:
-
Libros que se habían traducido del griego o de otras lenguas.
-
Obras adaptadas del griego, comentadas y ampliadas por los árabes.
-
Libros de pura creación árabe.
Gran parte de los originales
árabes se habían perdido y que sólo se conservan gracias a la traducción al
castellano; por ejemplo:
- Libro
de la lámina universal, de `ali ibn Jalaf.
- Libro
de las láminas de los siete planetas de Ibn al-Qasim Ibn al-Samh.
- Libro
de una sola lámina para los siete planetas, de Azarquiel.
No obstante es difícil
inventariar todas las obras que del árabe se tradujeron:
"La
mayoría de los autores árabes no se
citan sino incidentalmente. Son escasos y sobre todo fragmentarios los datos
que nos suministra la obra enciclopédica de Alfonso el Sabio. Sus indicaciones
se reducen muchas veces a un solo nombre aunque bastantes de esos nombres
vuelven a repetirse constantemente a lo largo de la narración, pero son casi
siempre insuficientes para ser clasificados de algún modo."[23]
Este fenómeno se nota no sólo
en la traducción sino también en la omisión de las fuentes que Alfonso X el
Sabio utilizó en la redacción de General
Estoria:
"El
Rey Sabio, al servirse de los testimonios árabes, rara vez interpone a un
informe histórico la indicación exacta de la fuente de la que pudo haberlo
tomado. Para convencerse, basta echar una ojeada a cualquiera de los relatos
contenidos en
En cualquier caso las obras
traducidas eran las que los eruditos castellanos encontraban en Toledo o
buscaban en el Andalus. Allí encontraban también las obras griegas que Hunayn
Ibn Ishaq había traducido en Bagdad. La convivencia entre "sabios" de
las religiones cristiana, judía y musulmana es un hecho consumado. Incluso
puede hablarse, en ciertos casos, de una relación amistosa que nos dejó no
pocas anécdotas, como la relatada por Mosé Ibn `Ezra citada anteriormente. De
hecho, testimonios como ese dejan entender que la relación entre las culturas
que convivían sobre el suelo peninsular no era siempre conflictiva ni
inamistosa. Algo desafortunadamente que nunca encontramos explícito en los
manuales de historia social. De otro modo, difícil sería concebir la
colaboración y la cooperación entre eruditos de las tres confesiones.
Todos los indicios históricos
de que disponemos indican que la traducción se efectuaba en equipo[25].
Quizá sea esa la razón por la cual no se mencionaba al verdadero traductor sino
incidentalmente. No obstante, en las obras de autoridades científicas notamos
que se hacían constar los nombres tanto del traductor (que suele ser el jefe de
equipo) como del autor del original. El aprendizaje y el dominio de las
técnicas de la traducción se conseguían sobre la marcha. Se sabe, por ejemplo,
que Gerardo de Crémona ha traducido muchas obras médicas al latín y que el
grupo judío, constituido por Rabi` Zag, Judá Ben Musé Hacohén, el alfaquí Don
Abraham, Samuel Haleví Abu-l-`afia, participaban en la traducción del árabe al
naciente romance[26].
Había también numerosos mozárabes de los cuales destacan Fernando de Toledo y
Bernardo el Arábigo[27]. No
obstante los nombres de los equipos y de los traductores que los formaban
siguen todavía sepultados en una ambigüedad que los investigadores van
disipando poco a poco[28]. El
caso de Gerardo de Crémona, por ejemplo, es algo ambiguo; la amplitud y la diversidad de las obras que tradujo
invita a suponer que el nombre de Gerardo de Crémona remite a un equipo de
traductores más que a una sola persona[29].
La ambigüedad es un lugar común
en esta época de la historia de la traducción. Gerardo de Crémona no da ningún
tipo de información sobre su manera de trabajar ni ningún nombre de sus
colaboradores. Tampoco existió una posterior literatura crítica de la
traducción que nos informase de los grupos de traductores, de los jefes de
equipo, de la especialidad de cada uno...etc. Por ahora todo lo que se ha dicho
sobre la colaboración entre razas y confesiones distintas queda como meras
hipótesis. Es todavía escasa la investigación sobre la colaboración de los
árabes musulmanes en las traducciones de Toledo. En contra de cierta tendencia
minimista del papel de este colectivo, J. Samsó destacó la colaboración de al
menos dos musulmanes de elite. Algunas investigaciones casi niegan su presencia
y hacen que incluso la colaboración de los mozárabes sea sólo
"probable":
"Les
interprètes sont plus souvent des juifs mais il y a aussi probablement des
mozarabes `Fernando de Toledo', `Bernardo el Arábigo'".[30]
La colaboración de los
mozárabes está lejos de ser sólo probable: la mayoría de los nombres que
tenemos son de mozárabes. No obstante la colaboración de científicos musulmanes
es un tema todavía por investigar. Es verdad que los árabes de aquel entonces
se sintiesen superiores en cultura, pero eso no había impedido que incluso un mufti hubiera colaborado en
traducciones. La historia nos dejó testimonio de este alfaquí mudéjar llamado
`isa Ibn Jabir que llegó a Ayton el 5 de diciembre de 1455 y pasó cuatro meses
en la ermita de Juan de Segovia para traducir el Corán. Este señor escribió el
libro en el primer mes; al siguiente puso los signos de diacríticos y al tercero
lo tradujo al castellano porque era capaz de escribir esta lengua tanto como el
árabe:
"Erat
autem scriber velox, tam arabicum quam vulgarium yspanic literatum"[31]
Esta traducción políglota
(árabe, castellano, latín), primera de su género no pudo llegar a nuestros
días.
De todos modos la colaboración
entre judíos, mozárabes, cristianos y musulmanes no es un tema para discutir
sino que se precisa una labor de investigación para especificar los términos de
dicha colaboración.
Como cierto periodo de la
historia de la traducción en el mundo árabe, en
Lengua árabe
(lengua original)
(intermediario)
Intérprete árabe-romance
(Romancista)
Romance
(Lengua intermedia)
Intérprete romance-latín
(Latinista)
Latín
Lengua objeto
Aquí la relación entre el texto original y el texto
traducido es indirecta.
El intermediario arabófono tiene que saber algo más
que hablar en árabe. Es sabido que las vocales árabes son, en gran parte,
signos diacríticos, que la mayoría de las veces ni siquiera se escriben. El
mínimo fallo en la restitución de una vocal, puede cambiar la categoría
sintáctica de un término y, por tanto, su valor semántico. El cambio de una
damma por una fatha en un sustantivo cambia su categoría sintáctica de sujeto
en complemento; de actuante en paciente. De hecho el intermediario árabe debía
dominar la lengua escrita y poseer un grado de cultura para comprender el
sentido de las frases y de los términos, algunas veces ambiguos, para poder
descifrar los manuscritos haciendo una lectura correcta y una interpretación
fiable de lo que lee[32].
Éste, quizá, es quién debe tener la tarea más
complicada que sus compañeros. Sabido es que el castellano de la época era una
lengua naciente, todavía sin tradición literaria ni terminología acuñada para
lo que se traducía. El romancista tiene, además, que restablecer el orden de
las palabras conforme a su lengua nativa. No obstante tanto en terminología
como en sintaxis, la lengua del texto traducido tiende a cierto literalismo y a
la transcripción de la terminología árabe.
Éste retoma las palabras del transcriptor romancista
y las traduce directamente al latín. Aquí, una vez más, se ha notado una
tendencia al literalismo:
"(Ibn
Daud) renuméré par l'êvêque dirige l'operation, en lisant le texte en árabe et le traduisant oralement
mot à mot, en langue vulgaire. L'archidiane dominique transpose simultanement
les termes en latin (...) Mais l'ordre des mots et la cadence de la frase
suivent fidélement l'arabe."[33]
Ibn Daud un arabófono judío cumplía un doble papel:
leía el texto en árabe y lo interpretaba palabra por palabra en lengua vulgar
(romance). Luego un dominicano que servía de latinista traspasaba
simultáneamente los términos al latín. El orden de las palabras seguía
estrictamente al original. Varios testimonios históricos comprueban esta
técnica:
"El intermediario de
que Gundisalvo se aprovechara para traducir del árabe al romance Toledano -y
ello se hacía sin escribirlo-, porque lo que Gundisalvo escribía al oír la
palabra romance era la palabra latina más clásica que él conocía."[34]
La traducción de esa época tiene, por tanto, un
fuerte componente oral. El texto de la traducción es un texto oral transcrito.
La oralidad de la traducción en la Edad Media es
dada por la colaboración hablada de varios participantes y quizá por el trabajo
en equipo. Otros de los inconvenientes de esta técnica son el apresuramiento,
las malas lecturas y la excesiva literalidad. Danielle Jacquart nos cuenta la
anécdota siguiente sacada de la traducción que Gerardo de Cremona hizo de una
famosa obra médica. En el texto latino viene que el testículo derecho es
siempre más fuerte. "Nisi in illo qui est in indicio lasitudiuis".
Según esta investigadora esta frase es la traducción del árabe: Illa- man ka:na fi hukmi al a`sar. Dos
palabras no se han podido interpretar correctamente hukm y a`sar. Hukm en
árabe designa normalmente juicio. No
obstante la expresión kaana fi hukmi
al-^say'i significa estar sujeto a
algo o contar entre. El adjetivo a`sar en cambio significa izquierdo o siniestro en la lengua de la época en oposición a diestro. El
traductor lo confundió con el sustantivo `usr
que significa pena y desgracia. Lo cual dejó entender que el
que tenga el testículo izquierdo más desarrollado que el derecho es un
desgraciado[35].
Quizá se puedan considerar todas las traducciones
que se han hecho del árabe al romance, aunque en colaboración, traducciones de
primera mano; eso es, traducciones directas. Las traducciones del árabe al hebreo son siempre (en lo que conocemos)
directas. No es este el caso de la traducción al latín que se efectuaba la
mayoría de las veces pasando por el romance.
Son numerosas las obras árabes traducidas al
castellano además de algunos fragmentos contenidos en
Examinaremos enseguida la traducción
castellana medieval de un tratado de Azarquiel sobre astronomía. J. Millas
Vallicrosa, en un artículo sobre El
literalismo de los traductores de la corte de Alfonso el Sabio[36], adjunta, a modo de
apéndice, algunos fragmentos tanto del original como de la traducción. El
cotejo de ambos textos nos ha permitido resaltar algunas observaciones sobre la
operación traductora en esa época.
Llaman la atención, efectivamente, en dicha traducción
ciertas anomalías lingüísticas que el autor del artículo ha calificado como literalismo. No voy a reiterar sus
conclusiones sino que intentaré demostrar que no todas las estructuras
lingüísticas anómalas corresponden a
lo que se entiende como literalismo. Luego pasaré a extraer una teoría del
fenómeno: ¿En qué se manifiesta este literalismo? ¿Qué tipo de
literalismo es? Y ¿Cuáles son las causas de dichos fenómeno, en general?
El literalismo se entiende,
generalmente, como el calco de la estructura de una lengua en otra. Es definido
como tal porque rompe con lo usual en los mecanismos sintácticos e, incluso,
semánticos de la lengua de llegada. La referencia para determinar la
literalidad de una estructura es su correspondiente en la lengua original. Es
un fenómeno que se advierte por la extrañeza del lector ante lo inusual en los
mecanismos expresivos de su propia lengua. No obstante, esta extrañeza por sí
sola es insuficiente para calificar una oración extraña de literal. La
comparación con el original es una condición sine qua non.
En toda traducción cabe distinguir entre:
Las oraciones mal construidas son estructuras que no
reproducen la sintaxis del original sino que el traductor, sencillamente, no ha
podido dar con la solución sintáctico-semántica adecuada. Son generalmente
oraciones desafortunadas que, incluso a veces, no guardan ninguna relación con
el original. Esta oración, por ejemplo:
b.- "Non se obre esto sin el sol de rectificamiento
dél et de las estrellas al tiempo que tu obras". (p. 185).
Guarda poca relación con esta otra que pretende
traducir:
a[37].- "Fala~ yu`malu bigayr shams al-Rasd aw Kawkab al-Rasd." (p. 184)
Estas dos construcciones guardan poco paralelismo entre
sí y ninguna calca la otra porque:
- Kawkab al-Rasd:
En la traducción, el singular Kawkab
se ha convertido en un plural y ha perdido el elemento al-Rasd que lo especifica. El original árabe alude a una especie de
estrella guía que ayuda normalmente a detectar la dirección y, por tanto, a
establecer las coordenadas espaciales.
- El segmento "al
tiempo que tu obras" es incrustado en el texto B sin ninguna
correspondencia en el texto original. No obstante, esta incrustación no
perjudica a los contenidos del original sino que, más bien, lo explica.
La oración del texto B, en su totalidad, no se puede
considerar como una traducción literal, aunque su estructura dentro de la
lengua romance refleja cierto desorden de las palabras dificultando así la
captación del sentido original. La frase viene a significar que la lámina deja de ser operativa sin la ayuda
del sol y de alguna estrella-guía.
Abundan ejemplos de estas estructuras de
difícil comprensión:
b.- "E los otros aparatos
cuemo pilares redondos, o redondos et anchos en fondon et en sumo agudos, cuemo
quier que fuesen fechos segund su posición." (p. 164)
Ésta es la traducción de la oración árabe:
a.- "Wa minh~ ustw~niyat
aw majru~tat kayfa m~ `umila `al~ wad`iha~." (p. 163).
Una posible traducción de la misma sería: Las hay también redondas o cónicas según
el lugar de su posicionamiento.
En la traducción castellana medieval
notamos dos fenómenos característicos:
El afán explicativo (de la lengua) y quizá la falta de
terminología apropiada, hicieron que redonda
se vea traducido por cuemo pilares
redondos, y cónica; por
<pilares> redondos et anchos en
fondón et somo agudos.
El sintagma cuem quier que fuesen fechos segund su posición, que en árabe desempeña
cierta función explicativa del porqué algunos aparatos son redondos y otros cónicos,
se ha convertido en una oración que a su vez necesita ser explicada. La
traducción de los términos ustwa~niya
y majru~tiya por perífrasis
castellanas ha hecho que la explicación ulterior sea redundante complicando lo
que normalmente pretende explicar.
Este tipo de traducción, que hemos encasillado bajo el
título de "oraciones mal construidas", se debe en gran medida al afán
explicativo del traductor. Es decir, explica lo que significan unas lexias
árabes, ustw~niya y majru~tiya, en
castellano. No traduce; interpreta. El traductor (o los traductores) parece
preocuparse más por la lengua que por el contenido. No obstante, no lo hace
sistemáticamente en todos los casos, sino que explica un segmento y deja otro,
lo que origina cierto desequilibrio en la estructura general de este mismo
fragmento.
Queda claro que este fenómeno en ningún caso puede
calificarse como literalismo. La oración resultante no guarda ninguna relación
sintáctica simétrica o cuasi simétrica con los elementos del original. Aunque
la traducción de algunas oraciones nos resulte extraña no siempre ha de
calificarse como literal; constituye un fenómeno que se ha de estudiar por
separado.
Las estructuras calcadas son las que verdaderamente
pueden estudiarse como literales. Una oración calificada como literal reproduce
sistemáticamente (a veces con algún cambio leve) la estructura del texto
original que traduce. Se trata de la reproducción en castellano del orden total
o parcial de los significados-lexías de la lengua árabe. El respeto al orden oración de la lengua original y su fiel reproducción (aunque las
lexías no coincidan) puede llevar al literalismo. Éste puede ser:
En:
a.- "Et los puntos sobre quales se ayuntan las
pieças de los çercos de las ladezas son los dos polos de los signos et el
septentrional dellos es el polo septentrional, et el meridional es el polo
meridional". (p. 182).
Traducción de:
b.- "Wa
al-nuqt~nal-lata~n taytmi`u qita`
al-`ardi `alayhima~ huma~ qutba~ al-buru~y fa al-sama~liyat minha~ hiya
al-qutbu al-shama~li wa al-yanubiyyatu hiya al-qutbu al-yanu~bi."
El literalismo de este ejemplo no procede de una mala
ordenación de las lexías en castellano, a menos que queramos pretender la
perfección en una lengua todavía poco sólida[38], sino del hecho de ser
una oración muy cargada. Esta frase-párrafo hubiera sido abreviada
sustituyendo, por ejemplo, el Et
anterior a el septentrional por un
punto y el siguiente Et por un punto
y coma. Ejemplos como éste son numerosos y se deben al calco de la extensión de
la oración árabe, generalmente más larga que la castellana. Existe otro tipo de
literalismo (el clásico) que en este trabajo se denomina:
En este caso el literalismo no se da porque la oración
sea tan larga como la original sino porque reproduce uno a uno los elementos de
la oración traducida. Es un literalismo sintagmático estructural que intenta
calcar los elementos del sintagma original en la lengua meta. Sin embargo, en
el literalismo sintagmático estructural se pueden distinguir dos fenómenos:
Este es el caso de la traducción de esta oración:
a.- "Wa ma~ taraktuhu
min taqassi~ aqsa~m al-a `ma~li fi ba`di l-abwa~bi." (p. 185)
Por:
b.- "Et lo que dexe de complir las partidas de las
obras en algunos capitolos." (p. 187)
Sin ninguna consideración de tipo
semántico notamos que hay una cierta correspondencia estructural entre los
elementos constitutivos de ambas oraciones:
- Las categorías sintácticas originales siguen con la
misma función incluso en el texto meta.
- La ordenación de elementos léxicos tiende a ser
absolutamente idéntica a la de la oración traducida.
- Et.................................................................................................
wa.
- lo ..................................................................................... taraktu-hu.
- que ............................................................................................. ma.
- dexe ............................................................................... taraktu-hu.
- de .............................................................................................. min.
- Complir ................................................................................. taqassi.
- (las) partidas (de) las
obras .................................. Aqsami
al-a `mali.
- en ................................................................................................. Fi.
- algunos ................................................................................... Ba`di.
- capitolo ........................................................................... (al) abwabi.
Tanto el orden de las lexías como el número de las
mismas apuntan a la identidad absoluta. En el segmento, "(las) partidas (de) las obras", los elementos las
y de incrustados en la traducción no
tienen correspondientes formales explícitos en la correspondiente oración
árabe; pero sí los tienen implícitos. En árabe, lengua sintética, el regente
determina al regido. De este modo, el indefinido morfológico (partidas) Aqsa~m, antepuesto a un definido (las obras) Al-a`ma~li, es
semánticamente definido en árabe. La conversión al español de estos dos
palabras exige la incrustación del artículo. La preposición (de) que está implícita, igualmente, en
la estructura árabe se debe, como en la traducción, hacer explícita en español.
La literalidad absoluta no es medible por el cómputo de
los elementos sintácticos visibles sino por el cómputo de las funciones de los
mismos. Es decir; la funciones analíticas de los cinco elementos que
constituyen las partidas de las obras
son funcionalmente iguales a las funciones sintéticas implícitas en los dos
elementos árabes Aqs~mi al-a`m~l. Más
esclarecedor quedaría este ejemplo:
b.- "Te los cercos pequennos cerca de los quales
son los nombres de las estrellas escriptos, son las estrellas fixas". (p.
182)
Traducción de:
a.- "Wa al-daaw~'ir
al-sagi~ra al-lati~ `indaha~ asm~'u al-kawa~kibi maktu~batan hiya al-kawa~kibu
al-ta~bita". (p. 180)
En esta traducción hay un paralelismo para casi todas
las funciones sintácticas. De hecho, el literalismo entre el árabe y el español
no es medible cuantitativamente; es decir por el cómputo de los elementos
léxicos, sino cualitativamente sumando las funciones sintácticas. Este tipo de
literalismo se da no porque dos estructuras tengan el mismo número de elementos
entre ambas lenguas, sino porque los elementos constitutivos de las mismas
cumplen el mismo número de funciones; pero en la misma cadena de sucesiones:
Este tipo de literalismo no se debe solamente a la
correspondencia de las funciones sino a la de los significados. Se trata de
palabras y estructuras españolas que calcan términos o de otras estructuras
especializadas, siendo este calco inusual para los usuarios del idioma. Ejemplo
de este fenómeno es la siguiente traducción:
b.- "Tovimos por bien que oviese cada uno dellos
sabuda posición del qui catar en ellos, porque se mantenga meior ell
ordanamiento, et que sea firme pora ymaginarlo en ell alma." (p.
181)
El original árabe dice:
a.- "Ra'ayna~ an yaku~na
likulli wa~hidin minhum~ wad`an ma `lu~man mina al-na~diri fiha~ liyaku~na
adbata lil nida~mi wa atbata `inda al-tasawuri fi al nafsi." (p. 179)
Los segmentos subrayados son calcos semánticos el uno
del otro. La expresión imaginar en el
alma con la misma acepción de al-tasawuri
fi al-nafsi no es usual en español. El traductor no trató esta expresión
como una unidad de significado sino que trasvasó los significados unitarios que
la constituyen. Este fenómeno se debe a que el traductor no pudo superar el
nivel de los significados de las unidades. Al-tasawuri
significa imaginar-imaginación; fi es en; al es ell y nafs es alma. Este tipo
de calcos semánticos son numerosos:
"De fablar de la
carrera que deve seguir todo aquel que..." (p. 185)
Traducción de:
"Fi dikr al-sabi~l
al-ladi~ yayibu an yaslukahu kullu man." (p. 184)
La carrera si se entendía como sinónimo
de procedimiento puede aceptarse como
traducción de al-sabi~l; pero
si su acepción era y sigue siendo la de
"acción de ir de un sitio a otro corriendo", "camino
recorrido" o camino"[39]; la traducción puede
considerarse como literal por dar lugar a un indebido calco semántico.
Literalismo semántico es este otro ejemplo también:
b.-"Et toma contra suso
puiando fata que cuemplan XII." (p. 183)
Traducción del segmento:
a.- "Wa
ta'judu sa~`idatan ila~ tama~mi itnatay `ashra." (p. 180)
Tomar contra suso es un literalismo
sintagmático-semántico de Ta'judu sa
ìdatan. En el habla popular español podemos encontrar expresiones como
"cogió y se marchó" o "cogió y se subió arriba"; pero no he
encontrado las mismas expresiones con el verbo "tomar" como en la
traducción.
Expresiones con el verbo "tomar", calco
semántico de "'ajada", son muy usuales en esta traducción:
b.- "Et el diametro que toma deste la sortija fasta
el fondón de la lámina". (p. 181)
Traduce:
a.- "Wa
al-qutri al-'a~jidi mina al-`alaqati ila~ asfali al-sahi~fati..." (p.
179)
El literalismo sintagmático semántico es, pues, el
fenómeno que se da por calcar los significados inherentes a la lengua original
en la de la traducción. Este literalismo sintagmático-semántico se distingue
del sintáctico en que sólo calca los significados de una unidad o más unidades
léxicas sin reproducir necesariamente sus funciones.
Estos literalismos se pueden caracterizar del siguiente
modo:
1.- los literalismos sintagmáticos extensionales son
distintos de los literalismos sintagmáticos estructurales.
2.- Los literalismos sintagmáticos estructurales son:
sintácticos y semánticos.
3.- Es preciso distinguir entre todos estos tipos de
literalismo y lo que he denominado "oraciones mal construidas". Sólo
con dicha distinción se puede facilitar la comprensión de los mecanismos del
fenómeno del literalismo.
En todos estos casos hay que tomar la estructura
correspondiente del texto traducido como punto de referencia. Es el punto de
referencia lo que nos puede indicar cuál de las estructuras es literal y cuál
no. Además permite una comprensión profunda de los mismos.
En lo que sigue presentaré una serie de hipótesis, todas
justificadas, sobre las causas del fenómeno del literalismo:
El traductor, al tratar un tema científico preciso, pudo
haber querido permanecer fiel al original incluso en su aspecto lingüístico.
Hemos visto una serie de ejemplos en los cuales el traductor hubiera podido
optar por otras estructuras menos literales. No obstante, prefirió quedar
apegado al original para transmitir exactamente los contenidos tal y como están
expresados en el texto árabe.
Puede que el traductor tuviera pocos conocimientos de
astronomía y eso le obligó a no despegarse del original. El análisis de la
traducción de los términos astronómicos, como veremos más adelante, da la
impresión de que el traductor no sobresale en el tema, aunque se nota de vez en
cuando cierto afán explicativo. No obstante lo que explica son los significados
lingüísticos y no los referenciales. Dicho en otros términos, el traductor
explica un significado árabe en español y no el referido del mismo. Ejemplo de
ello:
b.- "...que pasan por las partidas de las quintas,
son las linneas circulares que son los almodarates." (p. 181)
Traducción de:
a.- "al-lati~
tamurru bil-aqsa~mi al-jamasa~ti hiya al-mada~ra~t." (p. 179)
"Las
linneas circulares" es una explicación léxica del término al-mada~ra~t y no su explicación
conceptual. Una traducción adecuada hubiera sido la de verter este término por las
líneas trópicas, cuya explicación conceptual sería, como dice Sebastián de
Covarrubias, "según los cosmógrafos, son los círculos que se imaginan en
el cielo igualmente distantes de la equinoccial"[40]. Este último concepto es
quizá el referido por Azarquiel al hablar de mad~r al-istiw~'. Las líneas
circulares son los al-mada~ra~t,
y éstas son los trópicos. El traductor de Azarquiel, una vez más, no
pudo superar el nivel léxico de los textos. Hacía una traducción
léxico-sintáctica y no una traducción semántico-pragmática. La diferencia entre
ambas es evidente. La primera es propia de traductores con poco dominio de la
materia o de una de las dos lenguas en contacto. La segunda sólo puede hacerla
un especialista en el tema. En el caso que analizamos; un astrónomo o un
traductor con conocimientos suficientes de astronomía.
Otras causas pudieran justificar el literalismo de la
traducción del tratado de astronomía de Azarquiel como, por ejemplo, el posible
poco dominio de una de las dos lenguas en contacto. No dudamos de que este
traductor tuviera cierto dominio del árabe por los muchos casos lingüísticos
que ha podido resolver; a menos que estuviera asesorado por algún nativo árabe;
hipótesis muy probable y ya advertida por J. Millas Vallicrosa: "Muchas veces la construcción [de la oración]
revela una sintaxis, un estilo semítico".[41] Esto hace suponer incluso
que este traductor pudiera ser árabe o judío. No obstante, errores sintácticos
y ciertas equivocaciones acerca de los referidos de los pronombres hacen dudar
de que el traductor domine la lengua escrita aunque fuese árabe y plantean
ciertas dudas acerca de las condiciones en que se hizo esta traducción.
Ejemplos de estos errores son los siguientes:
b.- "de saber la altura del cuerpo erecto a menos
que vayas adelante ni atrás escuentro ella". (p. 178)
Pues este ella
es un él que se refiere al cuerpo.
El texto árabe dice:
a.- "fi~
ma`rifati irtifa~`i al-qa~' imi min gairi an yataqqadama aw yata'ajjara
mustaqbilan lahu." (p. 171)
Hu en árabe se refiere al-qa~im\el cuerpo erecto. Este error puede ser atribuible también al
transcriptor que habrá añadido una -a a ell; o, incluso, al
copista que hubiera tomado alguna mancha del manuscrito por una -a. Otro
ejemplo de este fenómeno es el siguiente:
b.- "La diversidat de la noche et de día, en la
longura et en la cortura sobre cada orizon, et las otras cosas que se tienen
con este." (p.164)
Este no se refiere a orizón sino a todo el fenómeno descrito
por el astrónomo. Una traducción acertada sería eso o esto.
El traductor, no pudo captar que el `aid en árabe no siempre se refiere a una sola palabra sino que lo
puede hacer también a todo un segmento. En este caso no es orizón sino todo el fenómeno descrito por el astrónomo.
Esto prueba una vez más que el traductor
hace una traslación idiomática y no la debida traducción conceptual. La
diferencia entre ambos tipos de traducción consiste en que mientras la primera
se limita sólo a la conversión de unos signos lingüísticos en otros, la segunda
versa tanto sobre la significación como sobre la referencia. En la traducción
conceptual el traductor hace abstracción de la idea original y, con ello, da
prueba de su conocimiento no sólo de la lengua sino también de a qué se refiere
lo que esta expresado en ella. Un esquema esclarecedor sería el siguiente:
No obstante, no podemos decir que una de estas
traducciones pueda resultar más literal que la otra porque esto depende de la
capacidad lingüística y cognitiva del traductor. En el análisis que hemos hecho
de estos fragmentos de la traducción de la obra de Azarquiel, hemos notado que
la traducción es idiomática y, en gran parte literal. No es literal porque sea
idiomática, pues la traducción poética es generalmente idiomática; sin embargo,
es difícil calificarla de literal.
Otro de los aspectos que se pueden analizar en esta
traducción es la terminología.
Recordemos antes de abordar el estudio de la
terminología en estos fragmentos que el original es un texto científico que
trata de astronomía. Decir científico implica que tiene un campo de
investigación bien delimitado y una terminología apropiada.
El análisis del original árabe demuestra que es un
texto, desde el punto de vista lingüístico, sencillo. Carece de metáforas y de
imágenes retóricas y su lenguaje es asequible. Sin embargo, la única dificultad
significativa que, en principio, podía plantearse a la hora de traducirlo
proviene de la terminología. No obstante hemos notados lo siguiente:
Salta a la vista, aunque el texto es corto, el hecho de
que el traductor no utiliza siempre los mismos términos para hacer referencia a
las mismas realidades. En tan sólo una página, por ejemplo, el cambio terminológico
es notable:
b.- "Et la regla que se
mueve sobre la regla de las dos tauletas." (p. 184
Traducción de:
a.- "Al-
`adda~datu al-mutaharrikatu tahta `adda~dati al-satbatayni." (p. 181)
Y:
b.- "Te la regla
pequenna que non a tabliellas." (p. 184)
Traducción de:
a.- "Wa al-
`adda~datu al-sagi~ratu al-lat~ du~na al-satbatayni." (p. 181)
Aunque los términos sean de la misma familia y aunque
puedan significar contextualmente lo mismo, el hecho de que tengan dos formas
gráficas distintas (Tauletas-tabliellas)
implica que la terminología de la lengua B no estaba todavía asentada.
En el índice de este tratado de astronomía de Azarquiel
y en los puntos 77 y 78 se repite el mismo término: Al-yayb al-mustawi~. El traductor lo traduce una vez por el signo egual y otras por el signo llano. En este caso el
adjetivo Al-mustawi~ no califica sino
que determina. Tiene una función especificativa y forma con el sustantivo una
sola unidad: este hecho contrasta, evidentemente, con el que el traductor lo
iba modificando. Al-yayb al-mustawi~
es una unidad (un término científico) que se especifica por oposición a otros
términos, también científicos. El traductor tenía que unificar los criterios de
elección y optar por uno solo de los dos adjetivos egual o llano que debía
repetir junto con el sustantivo cada vez que surgía la idea que determina.
Tanto la poca unificación de los términos como la falta
de una terminología apropiada pueden tener la misma causa: el poco dominio del
tema o y la falta de una tradición y entrenamiento científicos en una lengua
que todavía se abría camino. Este fenómeno es parecido a lo que está ocurriendo
actualmente en el mundo árabe: una disparidad de términos por una parte y una
transcripción, a veces inapropiada, por otra.
En el texto analizado, echamos de menos términos
apropiados para romancear los conceptos astronómicos de Azarquiel.
a.-“Wa qita`u
al-dawa-iri al-qa-‘imati `alaihi al-lati tamurru bil-aqsa-mi al-jamasa-t
hiya al-mada-rat”. (p. 179)
Traducida de la siguiente manera:
b.- “Et las pieças de los çercos que están erechos
sobre este diámetro segundo, que pasan por las partidas de las quintas, son las
linnas çirculars que son los almodartes” (p. 136)
Las linnas çirculars que son
los almodartes
son los trópicos. El traductor prefirió insertar el término árabe almodartes,
pero con una breve introducción explicativa las linnas çirculars. Esto
significa que la terminología astronómica no estaba todavía asentada; o, por lo
menos, el traductor la ignoraba. Este hecho está muy claro en el ejemplo
siguiente:
a.- “Wa minha-
ustuwa-niya aw majru-ta” (p. 163)
Traducida por:
b.- “Et los otros cuemo
pilares redondos o redondos et anchos en fondon et somo agundos”. (p.
164)
Lo último se hubiera podido abreviar en cilíndricos y cónicos. El expresar la idea de cilíndrico por cuemo pilares, y el de cónicos por [pilares] redondos o redondos et anchos en fondon et somo agundos,
puede tener las siguientes causas:
1.
La terminología apropiada es todavía inexistente.
2.
El traductor dominaba poco el lenguaje científico astronómico.
Ahora bien, supongamos que la terminología apropiada es
todavía inexistente, o existe pero el traductor no la desconoce ¿Por qué
no emplea los términos cilíndrico y cónico o por lo menos cuemo cilindro o cuemo cono? Los habitantes de
El traductor apresado por el texto original no empleó el
término adecuado porque la lengua original, el árabe, dispone de otra palabra
para embudo. Entonces prefirió permanecer
fiel a los significados idiomáticos y no arriesgarse con los conceptuales.
El análisis de la traducción de este texto científico
nos arroja unas consideraciones que habrá que tener en cuenta en el tratamiento
de la traducción científica: La traducción no ha de ser idiomática sino
conceptual. Por ello, necesita un conocimiento previo del tema del texto. En la
traducción habrá que emplear el término apropiado para cada concepto y no la
explicación del mismo en lexías de otra lengua. En caso de que no exista dicha
terminología habrá que unificar los criterios adoptando una especie de lengua
especializada propia del traductor que utilizará para los mismos conceptos a lo
largo de toda su traducción. El poco dominio de las lenguas en contacto o del
tema de la traducción son indistintamente causas del literalismo. La diferencia
entre el literalismo y la mala construcción debida a factores independientes de
la lengua original es evidente. El literalismo, en su concepción tradicional,
encierra a veces, erróneamente, muchos casos de anomalías sintácticas y
semánticas. Dichas anomalías han de estudiarse como casos específicos para
detectar la razón de ser de sus desajustes con la norma y usos lingüísticos. El
literalismo sólo se puede definir a partir del momento en que la capacidad y
los hábitos lingüísticos del lector extrañan alguna estructura lingüística. En
tal caso dicha estructura ha de cotejarse con su homóloga del texto original.
Será literal siempre y cuando las dos estructuras coincidan. Sólo la
coincidencia y el calco de las funciones nos permitirán calificarla como
literal. Con todo ello se hace necesaria la distinción en el traductor entre
competencia lingüística, competencia traductora y competencia temática. El grado de competencia lingüística es lo que
permite expresarse bien o mal en la lengua de llegada. El grado de competencia
traductora es lo que permite trasvasar y amoldar bien o mal los contenidos de
la lengua A, ajustándolos a los usos de la lengua B. La competencia temática consiste en el dominio del tema objeto de la
traducción y garantiza su comprensión y su correcto trasvase.
El análisis de esta traducción medieval, con
especial atención al tema de las escuelas de traductores en
1.
El literalismo
de dicha traducción es excesivo. Ahora bien, si teóricamente, el literalismo se
da por tres razones que son: el poco dominio de una o de las dos lenguas en
contacto, el desconocimiento de las técnicas del oficio y la poca aprehensión
del tema traducido; entonces sería difícil que dicha traducción se hubiera
efectuado por un grupo.
2.
Las
construcciones mal hechas. Los datos históricos externos de que disponemos nos
informan de que siempre hubo un corrector; no obstante, la traducción analizada
adolece de muchas incorrecciones lingüísticas según las convenciones mismas del
español de la época.
3.
La traducción
idiomática que prima sobre la de los contenidos, prueba que el que tradujo a
Azarquiel o no es especialista en el tema o no disponía de la requerida
flexibilidad en la lengua de llegada que permita asimilar los contenidos de
otra. Hemos observado, en varias ocasiones, que en vez de traducir las
referencias (la ciencia, el conocimiento), lo que se hizo es intentar
reproducir las palabras de una lengua en otra.
4.
El análisis de
los textos traducidos no siempre comprueba los datos que la historia social y
política nos proporciona sobre la traducción en
Alonso Alonso, A. (1957): `Al
Qiwam' y `Al Anniya' en las traducciones de Gundisalvo", Al Andalus, 22-1957. Madrid.
Alonso M.
(1943): «Nostas sobre los traductores toledanos Domingo Gundisalvo y Juan
Hispano», en Al-Andalus, 7.
Madrid.
Badwi, Abderrahmane
(1968): La transmission de la philosophie
grecque au monde arabe. París.
Berschin, W.
(1989): "Les traducteurs d'Amalfi au XIº siècle", Traduction et traducteurs au moyen âge,
p.163.
Brasa Díez, M.
(1977): “Métodos y cuestiones filosóficas en
D’Averney, M.
T (1989): "Les traductions à deux interprètes, d'arabe en langue
vernaculaire”. Traduction et
traducteurs au moyen âges. París.
CNRS.
Diputación
Provincial de Toledo (1996):
García
Yebra, V. (1988): En torno a la
traducción: Teoría. Crítica. Historia. Madrid. Gredos.
González
Palencia, A. (1947): El Arzobispo Don
Raimundo de Toledo. Barcelona. Labor.
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influencia. Madrid. Universidad Complutense.
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la traducción. Toledo. Escuela de Traductores
de Toledo.
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(1989): "Remarques préliminaires á une étude comparée des traductions
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et traducteurs au moyen âge. París. CNRS.
Jacquart, D. (1989): "Traductions
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et traducteurs au moyen âge. París. CNRS.
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latin», en AESC, 4. París.
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Vernet, J. (1999): Lo que Europa debe al Islam de España. Barcelona. El Alcantilado.
[1] Juan Vernet
(1999): Lo que Europa debe al Islam de
España, p. 144.
[2] Mariano Brasa
Díez (1997): “Métodos y cuestiones filosóficas en
[3] Juan Vernet. – Op. Cit.
- p 128
[4] Juan Vernet. Op. Cit., p. 155.
[5]- Van Hoof, H. (1998):
"Esquisse pour une histoire de la traduction en Espagne", en Jieronymus Complutensis. p. 10.
[6]- Hina Horst: Hacia una teoría de la
traducción, p. 186.
[7]-
Walter Berschin, "les traducteurs d'Amalfi au XIº siècle", Traduction et traducteurs au moyen âge,
p. 163.
[8]-
Danielle Jacquart; "Remarques
préliminaires á une étude comparée des traductions médicales de Gérard
de Crémone", Traduction et
traducteurs au moyen âge, p.108.
[9]- Fue
Jourdain quien, en 1819, reveló la existencia de dicha escuela sus Recherches critiques sur les
plus anciennes traductions latines d'Aristote.
[10] Claramunt S.:
“Escuelas medievales de traductores”, en J. D. Agustín: La traducción, interpretación, lenguaje.
Madrid,
Actilibre, 1994, p. 40.
[11] Citado por Claramunt. Op. Cit. p. 40.
[12] Henri Van Hoof: “Esquisse
por une histoire de la traduction en Espagne”, en Jieronymus Complutensis. Madrid, Universidad Complutense de
Madrid, p. 10.
[13]- Simón Haik: Las traducciones
medievales y su influencia, p. 374.
[14]- J. Millas Vallicrosa: "El literalismo de los traductores de la corte
de Alfonso el Sabio", Al Andalus,
I-1933; p.187.
[15]- Arnald Steiger: "Tradición y fuentes islámicas en la obra de Alfonso
X el Sabio", Revista del Instituto
Egipcio de Estudios Islámicos, XXIII, 1985-1986, p. 23.
[16] Henri Van
Hoof. Op. Cit., p. 10.
[17]- Simón Haik. Op. Cit., p. 325.
[18]- Juan Vernet: La cultura árabe en
oriente y en occidente, p. 84.
[19] Claramunt S.:
“Escuelas medievales de traductores”, en J. D. Agustín: La traducción, interpretación, lenguaje.
Madrid, Actilibre, 1994, p. 41.
[20] Henri Van
Hoof. “Esquisse
pour une histoire de la traduction en Espagne”, en Jieronymus Complutensis. Madrid. Universidad Complutense de
Madrid, p. 11.
[21] Juan Vernet. Lo que Europa debe al Islam de España. Barcelona, El Alcantilado,
1999, p. 157.
[22]-
Marie Therèse d'Averney: "Les traductions à deux interprètes, d'arabe en
langue vernaculaire", Traduction et
traducteurs au moyen âges, p.193.
[23]- Arnald Steiger. Op. Cit., p. 99.
[24]- Arnald Steiger. Op. Cit., p. 99.
[25]- Ver: Juan Vernet: La cultura árabe
en Oriente y en Occidente. J. Millas Vallicrosa: "El literalismo de
los traductores de
[26]- J. Millas Vallicrosa. "El literalismo de los traductores de la corte
de Alfonso el Sabio", Al Andalus,
33, p. 156.
[27]-
Marie Thérèse d'Averny. "Traductions á deux interprétes", Traduction et traducteurs au moyen âge,
p. 199.
[28]- J.
Samsó ha señalado recientemente los nombres de dos colaboradores musulmanes.
[29]- Danielle Jacquart.
"Traductions médiéval de Gérard de Crémone", Traduction et traducteurs au moyen âge, p. 110.
[30]-
Marie Thérèse d'Averny. Op. Cit., p.
199.
[31]- Citado
por Marie Thérèse d'Averny. Op. Cit.,
p. 202.
[32]-
Marie Thérèse. Op. Cit., p.194.
[33]- Marie Thérèse d'Averny. Op. Cit., p. 194.
[34]- Manuel Alonso Alonso. "`Al Qiwam' y `Al Anniya' en las traducciones
de Gundisalvo", Al Andalus, 1957;
p. 377
[35]- Danielle Jaquart; Op. Cit., p.
109.
[36].- Al-Andalus, 1933, nº 1,
fase 1.
[37] Con a. hago
referencia al texto original y con b. a su traducción.
[38]- Ejemplo de ello es la confusión (juzgada desde el español actual) en el
uso del ser y estar y la falta de una terminología apropiada:
El-Madkouri (1986): Uso y función de ser y estar en el Poema de Mío Cid.
Universidad Mohamed V (tesina inédita).
[39]-
María Moliner. Diccionario de uso del
español. Gredos, 1989.
[40]- Tesoro de la lengua castellana o
española: "Trópicos".
[41]- J. Millas
Vallicrosa. "El literalismo de los traductores de la corte de Alfonso el Sabio",
AL-Andalus, Vol. I, Fasc 1, 1993, pp. 155-187.
[42] Diccionario de
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