monotonos
EL DISCURSO POLÍTICO DE
RAFAEL CORREA (PRESIDENTE DE ECUADOR)
Esperanza
Morales López
(Universidad
de A Coruña*)
Resumen
Este trabajo analiza desde un punto de vista pragmático-discursivo
y retórico-argumentativo las características
ideológicas (o construcciones discursivas)
de las alocuciones del presidente Correa entre octubre y diciembre de 2009. El
análisis revela que este significado se construye, en primer lugar, a través de
la recontextualización del lema de su partido (revolución ciudadana) a otros contextos para equiparar el término revolución con el de cambio, en aspectos concretos de la vida ecuatoriana. En segundo lugar, se
observan las siguientes macro-funciones sociales o macro-estrategias: a) la defensa
argumentativa de su ideología política (un socialismo moderado); b) la
legitimación propia para construir su imagen política como un presidente
cercano a las clases populares y que actúa con valores éticos; y c) la deslegitimación
de sus oponentes políticos y de los grupos sociales que se oponen a sus
reformas.
Palabras
clave: Análisis del discurso político, discurso
político latinoamérico, discurso político ecuatoriano, análisis crítico del
discurso, estrategias pragmático-discursivas, estrategias retórico-argumentativas,
estrategia de deslegitimación.
*
Esta investigación es parte del proyecto CEI, financiado por el Ministerio
Español de Ciencia e Innovación y Fondos Feder (HUM2007-61936FILO). Para
contactar con la autora: e.morales.lopez@udc.es
[1]
- Introducción
La
historia política de este país durante el siglo XX fue de gran inestabilidad, con
diversos regímenes militares que se sucedieron hasta la instauración de la
democracia en 1979. Con todo, esta nueva etapa tampoco produjo estabilidad. Entre
1997 y 1998 los efectos devastadores del Niño y la bajada de los precios del
petróleo llevaron al país a la bancarrota, lo que provocó una subida
espectacular de la inflación. En 2000, el presidente Mahuad dolarizó la
economía del país, causando otra gran alza de precios. Su sucesor en el cargo,
el presidente Novoa, continuó con este proceso, aplicando también un duro plan de
austeridad impuesto por el FMI; al mismo tiempo se producía el colapso
financiero de varios de sus principales bancos, así como un gran fraude a los
pequeños inversores.
En respuesta,
los movimientos sociales se echaron a la calle, organizando grandes huelgas y
protestas, con riesgo incluso de guerra civil. A pesar de este clima de tensión
social, la macroeconomía logró estabilizarse unos años después por el efecto
mismo de la dolarización. En 2002 el antiguo golpista Lucio Gutiérrez consiguió
el apoyo de los indígenas con la promesa de acabar con la corrupción. Sin
embargo, una vez en el poder dio marcha atrás en sus objetivos iniciales, lo
que provocó nuevas protestas y su destitución en 2005. En noviembre de 2006,
fue elegido Rafael Correa, con la promesa de elaborar una nueva constitución.
Este político, y su nuevo partido Alianza
País, representaba un cambio respecto a los políticos tradicionales.
Era una persona alejada de la primera línea de la contienda política (aunque
había sido ministro de economía con el presidente anterior), relativamente joven,
de clase media trabajadora, pero formada con becas en universidades extranjeras.
Aunque nacido en la costa (en Guayaquil), conocía bien el mundo rural indígena,
su pobreza y la lengua indígena mayoritaria del país, el quichua. Políticamente
dice situarse en el espectro de una izquierda moderada (o “socialismo del siglo
XXI”) y se autodefine como socialista cristiano de izquierdas: “Yo no soy comunista, mi formación tiene fuentes cristianas,
basada en la verdadera teología de la liberación, que no concuerda con el
materialismo dialéctico” (La Hora, 2-12-2009).
Después del referéndum constitucional y de la reelección de Correa, el
debate político ha continuado muy activo en el país por la discusión de los
borradores de las diferentes leyes que necesitan ser adecuadas al nuevo texto
constitucional. Este es el periodo que se está construyendo en el presente,
pero que se presenta difícil por los intereses económicos de las grandes
familias capitalistas y de las clases que tradicionalmente lo han gobernado (Sousa
de Santos 2009, y Quijano, 2000 y 2005, ofrecen interesantes interpretaciones
sobre el contexto andino en el que se sitúa Ecuador).
En este contexto socio-político, mi objetivo en este trabajo
ha sido analizar las construcciones
discursivas más características de las alocuciones de Rafael Correa en el
periodo de tres meses que pasé en el país como observadora participante
(concretamente, de octubre a diciembre de 2009); aunque mi conocimiento in situ de su contexto político se había
iniciado en mi primer viaje en julio de 2008, momento que coincidió con las
últimas discusiones sobre el borrador final de
- Metodología
El
material empírico y su contexto
El periodo indicado para la recogida de los datos (reitero,
de octubre a diciembre de 2009) coincide con el debate público de leyes tan importantes
como la del agua, la de la minería y la de la educación superior. A pesar del
apoyo otorgado por las clases populares y por casi todos los grupos sociales a
Correa en la redacción de la nueva constitución y en las últimas elecciones
(como ya he indicado), en el momento de mi investigación había disparidad de
opiniones sobre la voluntad firme del presidente para desarrollar por consenso las
reformas que propone la nueva Constitución. Estas dudas motivaron
manifestaciones de diversos grupos sociales en defensa de sus reivindicaciones.
A este ambiente de movilización aludirá el presidente en los discursos seleccionados.
Los datos analizados provienen de dos
fuentes: a) los discursos que Correa realiza en un programa en directo todos
los sábados en la cadena estatal Ecuador TV, desde un punto diferente del país
y con la presencia también del público local, principalmente de las clases
populares; un programa que, en principio, podría considerarse de formato
semejante al realizado por Hugo Chávez en Venezuela (Aló presidente)
(Bolívar 2009); este material lo descargué en formato de audio de la web de Presidencia (www.presidencia.gov.ec);[2]
y b) fragmentos de sus alocuciones recogidas en los periódicos locales (versión
escrita y digital) de la ciudad de Machala (suroeste de Ecuador), en la que me
ubiqué durante mi estancia.
La diversidad de los datos se
justifica por un interés amplio en la investigación que actualmente realizo
sobre el discurso político. En trabajos anteriores (Morales López y Prego Vázquez, 2002; Pujante
y Morales López, 1996-7, 2008 y 2009) nos centramos en el análisis de géneros
discursivos concretos, la posición más generalizada en este tipo de
investigaciones, pero no necesariamente la única, como indica Charaudeau (2009a,
p. 50-51), y Capt et al. (2009). Sin embargo, en este momento me interesa
también explorar las posibilidades del análisis del discurso político teniendo
en cuenta la perspectiva de los ciudadanos receptores. En este sentido, lo que
unifica a los dos tipos de datos analizados en este trabajo es que son datos relativamente
accesibles al ciudadano de la ciudad en la que residía y, a través de ellos, este
ciudadano puede percibir los aspectos ideológicos clave de su Presidente.
En ambos casos, se trata de discursos mediatizados por las nuevas tecnologías,
ya que la ciudadanía tiene acceso a ellos principalmente a través de la
televisión y de los periódicos locales; y puede volver a consultarlos a través
de Internet. Asimismo, el ciudadano los recibe como discursos fragmentados (también en grados
diversos); en el caso del programa televisivo citado, porque a lo largo de la
alocución del presidente se van intercalando actividades diversas (tales como la
actuación musical de grupos locales desde donde se transmite el programa o la
intervención de algún otro político; incisos que pueden no aparecer en la
versión en audio colgada en la web
del Gobierno); en los datos procedentes de los periódicos locales, porque se ha
realizado una selección de los aspectos más destacados a través de las citas
directas entrecomilladas insertadas en la crónica periodística
correspondiente.
A lo
largo de esta circulación de los discursos de Correa en el periodo concreto elegido,
mi objetivo ha sido analizar las diferentes construcciones discursivas,
cuya finalidad comunicativa no es solamente de tipo ilocutivo (la transmisión
de una intención política concreta), sino sobre todo perlocutivo; es decir, son
prácticas discursivas utilizadas para construir una determinada visión ideológica
y conseguir así la adhesión del ciudadano al proyecto político propio.
Entiendo por construcciones
discursivas algo parecido a los signos ideológicos de Voloshinov
(1929, p. 101), que activan objetivaciones simbólicas del mundo (Berger y
Luckmann 1968, p. 85, 163); también semejante a nociones como visiones del
mundo (Bourdieu 1990, p. 130) o marcos cognitivos (Lakoff 2007),
entre otras propuestas (véase al respecto Medina Audelo 2008).
Aunque otros enfoques de
análisis son posibles, la investigación de estas construcciones discursivas, en
ese momento concreto del contexto ecuatoriano, ofrece la ventaja de
proporcionar una cierta visión de conjunto de un momento político; y, al mismo
tiempo, abrir la posibilidad para una comparación futura con la evolución de
este mismo político o de otros presidentes.[3]
Método
de análisis
Para el análisis he utilizado el
enfoque cualitativo, tal como es usual en la tradición etnográfica (Duranti
1997). Tras el conocimiento de la situación socio-política del país como
observadora participante, el primer paso fue la descarga del material de las
fuentes indicadas y la posterior trascripción de los fragmentos más relevantes;
a continuación la selección de los distintos recursos lingüísticos y
argumentativos más destacados, que se repetían en los diferentes discursos,
procediendo a continuación a su análisis e interpretación en relación con el
contexto situacional (Scollon y Wong Scollon 2001, p. 17-21; Widdowson 2004, p.
35).
He realizado el análisis teniendo en
cuenta los siguientes objetivos. En primer lugar, he procedido a la selección
de los mecanismos pragmático-discursivos relevantes que transmiten la
intencionalidad de los actos de habla correspondientes (en mi opinión, la
unidad básica de creación de significado, como indica también Halliday, 2002,
p. 174; y Beaugrande 1996b, p. 524), así como las diferentes inferencias. Estos
mecanismos, construidos con elementos discursivos de cualquier nivel tanto lingüístico
como semiótico (Hodge y Kress, 1988, p.
2), constituirían los distintos indicios de
contextualización propuestos por Gumperz (1982, p. 131); su papel es crucial también en la construcción de los
distintos marcos cognitivos.
Entiendo esta noción de marcos cognitivos en el sentido
de Goffman (1974, p. 21; y Bateson 1972), como esquemas interpretativos
de la experiencia, que pueden construirse y re-contextualizarse con fines
político-persuasivos (Lakoff 2007).
El segundo objetivo ha sido determinar cuáles son las
funciones socio-políticas de los discursos analizados, en un sentido
coincidente con lo que Thompson (1990, p. 59-60) denomina estrategias generales
de construcción simbólica de la ideología (legitimación, disimulación, etc.); y
Wodak et al. (1999, p. 33) macro-estrategias discursivas.
En tercer lugar, he procedido al análisis de las
estrategias pragmático-discursivas de tipo micro y de los diferentes tipos de
argumentos utilizados para la construcción de tales funciones sociales; para la
descripción de este nivel, he recurrido principalmente a las aportaciones de
propuestas funcionalistas sobre la argumentación, como la de Perelman y Olbrechts-Tyteca
(1958) (también Pujante, 2003), y la Pragmadialéctica (Van Eemeren y
Grootendorst 2004).
El hilo conductor de estos diferentes
enfoques es que se trata de perspectivas que comparten la siguiente visión sobre
el discurso: funcionalista (el objetivo inicial es el análisis del significado
señalando a continuación las construcciones discursivas que vehiculan tales
significados) y constructivista (desde
esta posición, la realidad no es independiente de las prácticas discursivas).
Desde tales posiciones, el papel del analista del discurso incluye tanto una
labor descriptiva como interpretativa.
- Aproximación teórica
El trasfondo teórico de este trabajo
es la concepción del análisis discursivo como una tarea ecléctica e
interdisciplinaria (estoy así influenciada por el enfoque de la complejidad;
Morin 1990, entre otros). Ello supone, por un lado, considerar este
eclecticismo como una hipótesis de partida en cualquier investigación; pero aún
más en el estudio del discurso dada su naturaleza fronteriza. Como indica Beaugrande (1996a, p. 22-26), el discurso es en sí
mismo un campo transdisciplinario,
situado estratégicamente para analizar temas diferentes desde ángulos diversos.
En consecuencia, el análisis del discurso que se plantee ya desde el inicio la
conjunción de metodologías diversas es un objetivo prioritario en mi
investigación (Morales López 2012a,b).
Por otro
lado, hay que reconocer el difícil encaje que los estudios discursivos han
tenido en la tradición lingüística y, por ello mismo, la necesidad del analista
crítico del discurso de buscar en otras disciplinas sociales soluciones
teóricas y metodológicas a su quehacer concreto –así se observa también en Reisigl
y Wodak (2001), entre otros investigadores del análisis crítico del discurso[4]–.
En mi opinión, la perspectiva pragmático-discursiva proporciona instrumentos de
análisis válidos para el nivel de los actos de habla, pero resulta insuficiente
para el nivel de las estrategias y argumentaciones; para ello, es imprescindible
acudir a la tradición pragmático-argumentativa.
En cuanto a la definición de discurso,
precisar que concibo esta unidad como un fenómeno semiótico, no solo lingüístico,
tal como defienden autores como Hodge y Kress (1988, p. 2): “meaning resides so strongly
and pervasively in other systems of meaning, in a multiplicity of visual,
aural, behavioural and other codes, that a combination of words alone is not
enough”.
Asimismo, considero el discurso como una realidad socio-cognitiva,
en donde la construcción de significado es inseparable de las prácticas
comunicativas (en la línea sugerida por la tradición americana de Goffman,
Gumperz y Hymes), y de las construcciones cognitivas de los actores sociales, en
una relación también dialéctica con la acción humana, como he indicado más arriba
(véase también Scollon y Wong Scollon, 2001, p. 268). Esta idea, por ejemplo,
la había ya formulado el mismo Vygotsky, en los años treinta, cuando afirmaba
que “la relación entre pensamiento y palabra no es un hecho, sino un proceso,
un continuo ir y venir del pensamiento a la palabra y de la palabra al
pensamiento” (1934, p. 166).[5] Y
ha sido también desarrollada más tarde por constructivistas como Maturana y
Varela (1990: 21).
Desde esta perspectiva, la
construcción de ideologías (un tipo más de significado) no puede separarse del proceso
discursivo (Thompson 1990), siempre en conexión con sus contextos socio-históricos
concretos (Charaudeau 2009b, p. 272). Como ya indicaba también Voloshinov
(1929, p. 35, 46), el lugar auténtico de lo ideológico se encuentra en el
material sígnico, que cada época y cada grupo social han creado; y que se continúa
creando en la actualidad a través de los nuevos modos de comunicación que ha ideado
la sociedad tecnológica (Castells 2009).
Finalmente, no quiero dejar de mencionar que, con el
análisis de los discursos de este político ecuatoriano, me sumo al trabajo ya
fructífero de otros investigadores que han analizado los discursos políticos de
diferentes líderes del continente americano, en una tradición discursiva ya
bien consolidada (Bolívar 2001, 2009; Raiter 1999, 2009; Carbó 2003; Chumaceiro
y Gallucci 2008; Montesano Montessori 2009; entre otros).
- Análisis de los datos
Para mostrar los resultados del trabajo analítico realizado,
me centraré en el desarrollo de los siguientes dos aspectos: a) desvelar el
significado del lexema revolución,
que Correa usa reiteradamente, así como su función en las colocaciones en las
que aparece (&4.1); y b) presentar las principales macro-funciones
de su discurso (&4.2).
4.1.
El significado del término “revolución”
Uno de los términos que Correa utiliza
repetidamente es el de revolución, a veces formando parte de la
construcción revolución ciudadana; por ejemplo, en el eslogan político
de su partido Alianza País (fundado
por él mismo): “Por la revolución ciudadana”. Dado el contexto de la izquierda
latinoamericana, me parecía importante analizar el significado de esta
construcción como un posible indicio de contextualización de inferencias sobre la
ideología de Correa.
En el ejemplo 1 siguiente aparece uno de los casos más
ilustrativos. El presidente se está refiriendo a la manifestación de apoyo a su
política que había tenido lugar en Quito y que organizó su partido como forma
de contrarrestar otras manifestaciones realizadas en su contra:
(1) (audio nº 1, 24-10-2009):
- […] Bueno esta
fue una concentración esplendorosa,
- este es uno de
los gobiernos más populares
- de la historia de
este país;
- inéditamente hace
menos de seis meses
- el pueblo nos
ratificó en las urnas en una sola vuelta.
- En la Plaza de
San Francisco hubo al menos unas treinta mil personas;
- nosotros no es
que-
- más tal vez,
¿verdad? unas cuarenta mil.
- Nosotros no es
que hacemos y
- “venga, firme,
regístrese”,
- como hicieron en
la marcha universitaria, ¿verdad?
- que a los
universitarios se le obligaba a ir;
- sino que era
gente espontánea
- que vino de CADA
RINCÓN DE LA PATRIA
- a decir “hoy más
unidos que nunca
- por la Revolución
Ciudadana, por el cambio de este país”. […]
- Que haya gente que se
oponga, estamos en democracia,
-
pero oponerse
democráticamente […]
-
Insisto, hay que
cambiar este país…
En (84), la expresión
sintáctica yuxtapuesta que construye (por…
por…, como parte de un eslogan que supuestamente corea la población) parece
confirmar que la construcción revolución ciudadana es sinónima de cambio.
Asimismo, el adjetivo modificador indica que es un cambio que tiene como
agente a la ciudadanía, al pueblo que le votó mayoritariamente; finalmente, las
expresiones modales “hay que cambiar
este país” (116) y “la transformación que nos mandó el pueblo…” (124, no incluido) corroboran el poder delegado
que tiene como presidente para realizar este cambio.
El término revolución aparece también con otros
adjetivos, por ejemplo revolución universitaria (ej. 2); una colocación utilizada por
Correa en el contexto de las manifestaciones contra la reforma de la Ley de
Educación Superior, para justificar ante el pueblo la urgencia de la reforma en
este ámbito:
(2) Correa declaró tras la reunión de ayer [entre Gobierno y
universidades]: “La Universidad puede contar con el apoyo del Gobierno
Nacional” y descartó que el Gobierno “sea el enemigo de la universidad”. Ante
las protestas de los actores universitarios, el Gobierno defiende que es
necesaria una “revolución universitaria
y que el Estado recupere el rol de regulación del campo de la educación
superior” (El Nacional, 21-10-09).
Como
se observa, el adjetivo ha restringido el ámbito de aplicación del término revolución, a diferencia de la propuesta
tan general que aparecía en el ejemplo (1). Asimismo esta expresión revolución universitaria se inserta como
parte de una de las dos proposiciones que constituyen el acto asertivo o
representativo siguiente (Searle 1975, p. 458): “El Gobierno defiende…”; ello
muestra que la segunda proposición funciona como aclaración de lo que entiende
por revolución universitaria: “que el
Estado recupere el rol…”.[6]
Finalmente, en el
ejemplo (3c) se utiliza el lexema en cuestión con valor de modificador: cambios
revolucionarios, para referirse a la reforma de la política salarial
que se promovía desde su Gobierno:
(3c) […] Correa previó una “fuerte oposición” del sector
privado a su iniciativa [elevar el salario mínimo a 320 dólares; véase (5a)],
pero señaló que no le interesa porque “aquí se necesita pasar de esa mentalidad
explotadora a una de justicia”… “Decir que mi empresa es rentable, que tengo
utilidades, pagando 218 dólares es basar la rentabilidad en la explotación
laboral, porque ese no es el salario justo, es el mínimo legal para evitar un
mal mayor que es el desempleo”, afirmó el presidente… “Si no hacemos cambios revolucionarios en la política
salarial, tampoco lograremos resolver el problema de la inequidad”, sostuvo (El
Nacional, 22-11-2009).
En este caso, el co-texto en el se inserta esta otra
colocación (cambios revolucionarios)
muestra que su significado es, de nuevo algo concreto: la propuesta de subida
del salario mínimo profesional, de
Por tanto, el análisis de los ejemplos (2) y (3c) muestra
que la construcción ideológica que se activa es la de sendos marcos cognitivos
(Lakoff 2007) que abogan, respectivamente, por la reforma de la universidad para
conseguir más calidad y por la subida del salario mínimo. Esta interpretación parece
diferente del uso que Hugo Chávez hace del término revolución, tal como ha sido investigado por Adriana Bolívar (2009).
Por medio de la metodología cuantitativa, esta autora ha indagado en el
significado que Chávez le atribuye a este término, dando como resultado su relación
con las revoluciones históricas de América Latina, con la doctrina de Simón Bolívar
y con la revolución cubana.
En los ejemplos de Correa mostrados vemos cómo el
desplazamiento metafórico del significado del término revolución implica una recontextualización (Sarangi 1998, p. 305) ideológica
distinta a la esperada dado el contexto político regional; como diría Bajtín
(1975, p. 96-97), se ha producido una asociación del término revolución con voces ajenas diferentes: en
Correa el marco cognitivo activado se refiere a problemas más cotidianos, como
el de la reforma educativa y la laboral.
Ello supone también una divergencia respecto a dos de
las características que Charaudeau (2009b, p. 267-268) asocia a los discursos
populistas: la de negar la dimensión temporal (haciendo creer que los cambios
son posibles enseguida) y la de proponer medidas vagas (en la línea también de
los “significados vacíos” que propugnaba Laclau en su descripción del
populismo, Laclau 2005, p. 126). La construcción que se ha activado en los
ejemplos de Correa anteriores propone, por el contrario, cambios concretos relacionados
con las leyes que en ese momento se debatían en la clase política y en la ciudadanía.
En este punto, me parece oportuno hacer
referencia a un debate metodológico actualmente presente en las investigaciones
discursivas. En concreto, se trata de la controversia respecto a la necesidad o
no de utilizar datos computarizados para el análisis discursivo, tal como proponía
Beaugrande (1996b), entre otros autores. La defensa que en general se hace de la ventaja del acceso a estos datos computarizados se basa
en la posibilidad de obtener patrones (de formas léxicas, colocaciones, etc.)
que pueden no emerger con corpus más pequeños.
En Morales López (2011) he defendido esta
metodología para el análisis del discurso, pero complementaria del tradicional
análisis cualitativo de los datos (un ejemplo de ello es el trabajo mencionado de
Bolívar, 2009). Pero no tendría cabida
en la investigación presente, por las razones aludidas en el apartado de
metodología: mi objetivo es el estudio de los diversos recursos discursivos a
través de los cuales este actor político construye su ideología, en este
momento particular en el que se intenta articular una nueva democracia en este
país.
Con todo, este método basado en la búsqueda de
ocurrencias también puede ser incompleto. Así lo explica Charaudeau (2009a, p. 60),
al referirse a esta polémica, porque aspectos como la pluralidad de sentidos,
la interdiscursividad (entre otras características), no siempre se hacen
evidentes con este tipo de análisis. Para ello se impone, continúa este autor
(p. 62), una lógica de la investigación que parta de la premisa de que el
corpus no es algo dado de antemano, sino que se construye en relación
dialéctica con la hipótesis teórica de partida y con los objetivos concretos de
cada trabajo –véase también Capt et al. (2009)–.
4.2.
Macro-funciones en la
construcción de su ideología
Una vez analizado el eslogan
de este político y las subsiguientes recontextualizaciones del término revolución,
pasamos a detallar las macro-estrategias que construye, en torno a las cuales
se aglutinan los diversos mecanismos pragmático-discursivos y argumentativos
presentes en los discursos del periodo analizado. Son las siguientes:
4.2.1. La
defensa argumentativa de su perfil
sociopolítico
Como ya hemos indicado en el apartado referido al
contexto, Correa se presenta de manera explícita con un programa de izquierda alejada
del marxismo (aunque respetuosa también de las opciones cubana y venezolana). Este
carácter moderado es significativo en el contexto ecuatoriano porque existe otro
partido político de tendencia más izquierdista, el MPD, bastante influyente en
el sector educativo, aunque había perdido apoyos en otros grupos sociales.
En consonancia con esta afirmación socio-política moderada,
es reiterado el uso de procedimientos discursivos diversos para defender su
tendencia social. En primer lugar, se destaca la enumeración de los logros
sociales que va alcanzando su partido, por medio de actos asertivos que
funcionan a manera de ejemplos
argumentativos. Como indica Perelman (1997, p. 36), la finalidad de la argumentación no es, como en la
demostración, probar la verdad de una conclusión a partir de unas premisas,
sino transferir sobre las conclusiones la adhesión
acordada en las premisas. En este sentido, Correa utiliza los ejemplos a
manera de argumentos basados en la estructura de lo real (Perelman y Olbrechts-Tyteca
1958, cap. II, 3ª P.; t. Aristóteles Retórica),
convirtiéndose en la prueba evidente de que va ejecutando su programa político
y por ello no está defraudando a la población que lo votó. Veamos tres ejemplos
al respecto:
(4) Durante su cadena sabatina, el presidente Rafael Correa
informó que, mediante un decreto, derogó las patentes de las farmacéuticas
transnacionales que operan en el país y en su lugar emitir licencias
obligatorias… “Se firmó el decreto para que más de 2.000 medicinas puedan ser
producidas en el país o importar sin patentes (…) Nunca más medicinas con
patentes, nunca más agroquímicos con patentes” […] (Opinión, 25-10-2009).
(5) (a) Correa planteó nuevo salario. “Vamos a
proponer el concepto de salario digno, que ninguna empresa pueda declarar
utilidades hasta que todos sus trabajadores hayan ganado 320 dólares”, dijo
Correa en su informe semanal de labores.
(b) El
mandatario socialista añadió que ese monto “es el umbral para que una familia
pueda cubrir sus necesidades básicas”, y planteó que los empresarios repartan
al menos “un 5% (de las ganancias) entre todos” los empleados […] (El Nacional,
22-11-2009).
(6) (a) “Durante el Enlace Ciudadano nº 147 el Primer
Mandatario subrayó que este salario mínimo de &320 debería ser sueldo legal
que cada empresa debería pagar a sus trabajadores, “pero de ninguna manera
puede ser considerado como un salario justo”.
(b) Enfatizó
que con esta decisión se busca que el sueldo de los trabajadores sea
equitativo, pues hay empleados que trabajan en petroleras que perciben hasta
&200.000 de utilidades, mientras que otros trabajadores artesanales nunca
recibirán utilidades. … “pero no vamos a buscar que se desaparezcan empresas,
ni desempleo”, acotó (Opinión 22-11-2009).
Como vemos, en estos ejemplos lo relevante
discursivamente es la relación argumentativa de los logros sociales
conseguidos: en materia de salud (derogación de las patentes a las
farmacéuticas), en salario (aumento del salario mínimo) y en reparto de
beneficios a los empleados en las empresas. Esta exposición se acompaña con otros
procedimientos discursivos y argumentos diversos que refuerzan la fuerza
ilocutiva de estas aserciones:
- Estructuras negativas enfáticas para referirse a
su oposición contundente al modelo neoliberal: “nunca más… nunca más
agroquímicos con patentes” (4); “que
ninguna empresa pueda declarar utilidades…” (5a).
- Expresiones deónticas con el verbo modal deber, por medio de las cuales
contrapone dos realidades, la existente y la que se propone construir en el
país: “este salario mínimo… debería ser
sueldo legal que cada empresa debería pagar a sus trabajadores” (6a).
- Argumentos
basados en pruebas externas al
discurso; en este caso ofrece cantidades numéricas exactas para corroborar la
veracidad de sus logros: “[el
salario mínimo de 320 dólares] es el umbral para que una familia pueda cubrir
sus necesidades básicas” (5b); “Decir que mi empresa es rentable, que tengo
utilidades, pagando 218 dólares…” (5c); “hay empleados que trabajan en
petroleras que perciben hasta &200.000 de utilidades…” (6b).
- Finalmente, argumentos
basados en valores, que a diferencia
de los anteriores suponen admitir que un objeto, un ser o un ideal debe ejercer,
sobre la acción y las disposiciones a la acción, una influencia concreta
(Perelman y Olbrechts-Tyteca 1958, p. 133). En este caso, Correa apela a principios
que son lugares comunes o topoi de la
izquierda (utilizo el término topoi en
el sentido aristotélico): la crítica al modelo neoliberal y la defensa de la
justicia social para resolver el problema de la pobreza. Veamos como ejemplos: “Nosotros no creemos en los derechos de propiedad
neoliberales, de apropiarse hasta del conocimiento” (4); “aquí se necesita
pasar de esa mentalidad explotadora a una de justicia” (5c); “… resolver el
problema de la inequidad” (5c); “pero de ninguna manera puede ser considerado
como un salario justo” (6a).
4.2.2. La legitimación
propia: la construcción de su imagen política
Otra característica de sus discursos es la legitimación propia por medio
de la construcción personal de su imagen política. La legitimación es una de
los modos de manifestarse la ideología, tal como Thompson (1990, p. 60-62)
reconoce en su trabajo sobre este tema. Siguiendo a Weber, este autor presenta tres
tipos de fundamentos en los que puede basarse esta legitimación: de tipo
racional, tradicional (apelando a valores de la historia) y carismático.
En el caso que nos ocupa, este político intenta construir estrategias basadas
en el tercer tipo; es decir, su legitimación personal construyendo una determinada
imagen (face) de sí mismo. Entiendo
la noción de imagen en el sentido de Goffman como “el valor positivo que una
persona reclama para sí… [U]na persona tiene
o está en o mantiene la cara cuando la línea que sigue efectivamente presenta
de la persona una imagen que resulta interiormente coherente…” (1967, p.
13-14).
Es importante recordar que Correa aparece en el escenario político
ecuatoriano en un momento de gran crisis de los partidos políticos tradicionales,
y consigue la adhesión de las clases populares y de los movimientos sociales
(estos últimos con gran poder en el debate político ecuatoriano) porque promete
incluir en una nueva constitución gran parte de sus reivindicaciones sociales.
Sin embargo, al mismo tiempo, es una persona desconocida para el gran público, lo
que le obliga a defender continuamente tanto su programa político (es lo que se
ha hecho evidente en la descripción del punto 4.2.1), como su propia persona (el buen proceder, según Goffman 1967, p.
73-74). Esta defensa le sirve también para contrarrestar las continuas críticas
que recibe de sus oponentes tanto de la derecha como de la izquierda.
En este sentido, la imagen que Correa quiere
construir en lo que dice y en lo que muestra (es decir, también con los signos
de carácter semiótico) es la de un personaje
político moderno, que actúa de manera ética y cercana a los ciudadanos de
las clases populares.[7]
Nos detenemos en primer en la descripción discursiva de este personaje,
tal como aparece en el ejemplo (7). En oposición a la crítica realizada por su
propio hermano, Correa se presenta
como una persona con valores éticos que no cede a la presión de beneficios para
sus allegados (145-150); también como alguien cercano a quien el poder no la
está alejando de la vida real de los ciudadanos (151-158):
(7) (audio
nº 1, 24-10-2009):
138.
[…] Pero en todo caso,
en todo caso, compañeros,
139.
en todo caso, les
insisto,
140.
la idea es confrontar,
crear problemas,
141.
desgastar al Gobierno.
142.
¡Que no nos roben la
esperanza!
143.
Yo no me engaño,
144.
PESE a todos esos
ataques.
145.
Mi hermano nos ha
acusado
146.
de que yo estoy
rodeado de un círculo rosa.
147.
Yo creo que su
problema es que nunca le he dejado entrar al círculo, ¿verdad?
148.
al supuesto círculo.
(Voces del público).
149.
En todo caso, que
estoy rodeado de un círculo rosa,
150.
que se me ha subido el
poder a la cabeza y no veo la realidad.
151.
Yo soy un hombre que
viaja
152.
en el primer asiento
del carro, con los vidrios abiertos,
153.
paso visitando el
país,
154.
paso dialogando,
escuchando, compañeros;
155.
y les puedo decir,
156.
no nos han logrado
robar la esperanza;
157.
y el apoyo al Gobierno
nacional es inmenso
158.
en cada rincón de la
patria.
159.
¡Los pueblos no son
tontos!
160.
No es que nos apoyan
porque “el presidente me cae bien,
161.
porque el presidente
me cae mal,
162.
es simpático,
antipático”.
163.
Ello es porque los
pueblos por primera vez
164.
están viendo la
patria- la plata del petróleo invertida en su bienestar,
165.
están viendo las
carreteras, los puertos, los aeropuertos […]
Para demostrar estas afirmaciones de honestidad construye
tres argumentos basados nuevamente en pruebas externas: a) no ha incluido a
ninguno de sus familiares en su equipo de gobierno (147-149); b) sigue
estando próximo a la gente porque viaja con el mínimo protocolo (151-154), y c) puede ofrecer ya resultados en los logros
sociales (en 164-184, proporciona una larga lista de ellos, de los que solo he
incluido el inicio). En el segundo argumento, es significativa la repetición
del pronombre de primera persona en singular (un uso enfático en español), con
el cual resalta más el carácter personalista de esta construcción argumentativa:
“Yo soy un hombre que viaja en el primer asiento del
carro, con los vidrios abiertos…” (151-152).
Asimismo,
utiliza el pseudo-discurso directo (Perelman y
Olbrechts-Tyteca, 1958, p. 281) con el fin de recontextualizar ciertos comentarios que la gente dice de él: “porque el presidente
me cae bien, porque el presidente me cae mal, es simpático, antipático” (160-162).
Aunque este procedimiento discursivo transmite la aparente intencionalidad de
una simple aserción para dar cuenta de que la gente le vota por sus logros
sociales, en realidad el contexto en el que se inserta muestra que es una
estrategia discursiva para implicar lo contrario: corroborar la repercusión
mediática de su personalidad política.
Desde el punto de vista semiótico, es un político que
construye también su imagen con aspectos visuales: aprovecha que es relativamente
joven para un cargo como el de presidente para vestirse con estilo desenfadado
y con camisas de toque indigenista. Este último rasgo es particularmente
significativo en el contexto ecuatoriano porque es una persona nacida en la
costa, una zona culturalmente muy diferente a la Sierra y a la Amazonía (con población
mayoritariamente indígena); por tanto, este gesto es un indicio de
contextualización que activa su alianza con este colectivo.
Debido a este interés por su imagen pública, es calificado
negativamente por la oposición, como populista. Sin embargo, comparando
este hecho con la tendencia personalista del político actual en la sociedad
mediática, quizás esta actitud sea simplemente un componente más de la política
moderna que él sabe explotar con éxito.
Además, si comparamos la macro-función que analizamos en
este apartado con la anterior (la defensa argumentativa del programa político),
se observa que Correa parece querer establecer un equilibrio entre los
procedimientos discursivos demostrativos (la defensa de su programa por medio
de argumentos; es decir, el logos
aristotélico) y los emocionales (el ethos y el pathos) (Aristóteles Retórica
cap. 7; Perelman 1997, p. 111; Adam 1999, p. 109); una prueba más de la
difícil separación entre el par convender-persuadir (Perelman y
Olbrechts-Tyteca 1958, p. 69).
4.2.3. La deslegitimación
de sus adversarios políticos
La tercera función que se observa en casi todos los
discursos analizados es la deslegitimación (Wodak et al. 1999, p. 41) de
sus adversarios delante de sus seguidores. Esta función, opuesta a la de
legitimación, supone la división del espacio político entre el nosotros y los
otros (Van Dijk 2003, p. 57), con la consiguiente presentación negativa de
estos últimos (Reisigl y Wodak 2001, p. 44-45). Para algunos investigadores sociales
(por ejemplo, Laclau 2005, p. 193-5; véase también Montesano Montessori 2009),
esta estrategia tiene su origen en el carácter antagónico del espacio social, lo
que implica siempre la necesidad de establecer fronteras.
El contexto socio-político nuevo en el que Correa
desarrolla su quehacer político conlleva también la construcción de este
espacio antagónico frente a dos tipos de adversarios: por un lado, los partidos
políticos que ocupan también como el suyo un lugar en la Asamblea (el parlamento
nacional); y, por otro, los diversos movimientos sociales (indígenas, grupos de
mujeres, etc.) y otros grupos profesionales (el colectivo docente, trabajadores
artesanos, etc.) que vigilan muy de cerca sus promesas electorales. En la
historia reciente de este país, los grupos sociales han tenido un rol
importante, apoyaron a Correa en las elecciones, pero, como ya he indicado, empezaron
a ser más críticos cuando comenzó el debate sobre las diferentes leyes. El
papel de cada uno de estos grupos se hace más activo según sea el desarrollo de
la ley que en ese momento se esté debatiendo públicamente, tal como veremos en
los ejemplos.
En la mayoría de los discursos analizados encontramos
recursos comunicativos diversos cuya función es la construcción de esta macro-función
social. Mencionamos, en primer lugar, el uso del pseudo-discurso directo utilizado
para imitar irónicamente a sus oponentes; como ejemplo, véase el siguiente
fragmento:
(8) (audio nº 1,
24-10-2009):
- […] La estrategia
de la derecha es crear confrontaciones-
- crear
confrontaciones y así irnos desgastando,
- como el primer
año,
- ¿se acuerdan?
- Pero les ganamos
en todas las elecciones ¿verdad? […]
- El primer año,
sobre todo desde abril pasó toda una campaña
- que “Correa el
provocador,
- que Correa el que
atenta la libertad de expresión,
- que Correa el
violento
- que Correa enemigo
de las mujeres, etc.”.
- Les ganamos una y
otra vez,
- se le acaba la
cuerda, pero vuelven a tomar ínfulas
- cuando creen que
tienen cierto apoyo.
- Lastimosamente,
en esto se han unido supuestos grupos de izquierdas
- que normalmente estaban con los gobiernos progresistas,
- como cierto sector indígena,
- como cierto sector de
maestros,
- como cierto sector
universitario.
- Nosotros estaremos siempre con la verdad, compañeros.
- Aquí todo el mundo
habla de cambio mientras cambia el resto.
- “A mí que no me cambien nada,
- que no me toquen mis
privilegios”.
- Aquí tenemos que
cambiar todos por el bien del país. (Aplausos)
- Y pondremos las cosas
en su orden sea donde sea, compañeros.
La parte entrecomillada en (92-95)
y (106-107) indica que Correa reconstruye las supuestas palabras de sus
oponentes con un tono de voz distinto para mostrar así el desdoblamiento de
personajes. Se trata entonces de un recurso que supone una elaboración mayor de
esta deslegitimación, puesto que realiza una crítica negativa de sus oponentes
recontextualizando, al mismo tiempo, de manera jocosa e irónica sus propias
palabras. En el caso de (92-95), con la imitación enfatiza el papel desestabilizador
de la oposición con sus continuas críticas a su persona, y en (106-107) resalta
el inmovilismo de algunos sectores profesionales para afrontar la regeneración
política del país.
El efecto de esta deslegitimación queda reforzado por
medio de otras estructuras discursivas; en este ejemplo, destacamos una construcción
retórica paralelística: como cierto… como
cierto… como cierto…. (101-103). Esta construcción le permite referirse a cada
uno de los actores de las leyes, en ese momento en marcha, que habían
organizado manifestaciones en su contra: los indígenas, la universidad y los
maestros; y, además, con el uso reiterado del indefinido (cierto sector…) realiza estratégicamente una
división entre aquellos que supuestamente le apoyarían y aquellos que se
opondrían a sus reformas en el seno mismo de estos grupos sociales. Con ello, quiere
demostrar que él también tiene apoyos en el seno de estos grupos.
Otro recurso del que se sirve frecuentemente es el de expresiones
coloquiales, principalmente metáforas (Lakoff y Johnson 1980), para calificar negativamente
a tales adversarios o a sus actuaciones. En (8) califica a los políticos de la
derecha como personas a las que “se les acaba la cuerda, pero vuelven a tomar
ínfulas” (96-98), para resaltar el interés que tienen de nuevo por
controlar el país. Y en otro fragmento (del audio nº 3, 24 octubre 2009, no incluido en
los ejemplos) califica a los que él denomina inmovilistas del
mundo académico como personas cuya actuación es como una argolla, un amarre
(15-16) y que solo buscan “el mismo amarre de siempre, la misma
distribución de la torta de siempre” (33-34); otros casos serían “eso es
lo que no quieren, soltar la torta”
(56-57), “que solo quieren seguir manejando
la universidad” (63), una “universidad en estado crítico” (98). En todos estos enunciados, se aprecia
el uso de metáforas poco elaboradas, procedentes del discurso cotidiano y, por
tanto, fáciles de comprender para su electorado; principalmente, las clases
populares.
Si realizamos una comparación, por ejemplo, con la deslegitimación
que se realiza en la política española, constatamos que es también una función frecuente,
pero que tiende a dirigirse solamente al partido con el que se compite por el
poder real en cada momento (Morales López y Prego Vázquez 2002). Sin embargo,
la diferencia entre Correa y los dirigentes políticos españoles (principalmente,
en el nivel de las elecciones nacionales o estatales) es que en estos segundos no
es frecuente la deslegitimación de los grupos sociales o instituciones que
están en contra de las medidas gubernamentales.
Según
opiniones recogidas en conversaciones con diversos sectores sociales de
Ecuador, esta actuación (que el presidente criticara continuamente a los
sectores sociales e institucionales que se manifestaban en la calle en su
contra) estaba provocando cierto malestar y con ello Correa estaba perdiendo
apoyo en el seno de estos mismos grupos. De hecho, aunque no podemos establecer
una relación directa de causa-efecto entre esta función discursiva y la pérdida
de su popularidad, quizás esta actitud tan beligerante haya tenido algo que ver
también en el resultado tan ajustado del referéndum que este político promovió
en la primavera de 2011 (para pedir el apoyo en la reforma de algunos aspectos de la Constitución, junto a otras
preguntas de tipo social). Frente a la mayoría holgada que había conseguido en
la votación del texto constitucional y luego en las elecciones siguientes
(2009), esta vez logró un escaso 51% del total de la participación. El mismo
Correa reconoció explícitamente en los medios de comunicación que necesitaba
realizar cambios en su política.
5.
Interpretación final y conclusiones
En este trabajo he presentado el análisis del
significado ideológico que Correa construye en los discursos pronunciados de
octubre a diciembre de 2009. En su conjunto, este significado se concreta en
las siguientes tres macro-funciones: a) mostrar que su ideología política es la
de un socialista moderado, que tiene como objetivo prioritario mejorar aspectos
concretos de las clases populares ecuatorianas (excluidas del neoliberalismo
radical); b) presentarse como un presidente cercano a las clases populares, que
actúa con valores éticos; y c) deslegitimar a sus oponentes políticos y a los
grupos sociales que en ambos casos se oponen a sus reformas urgentes.
Tales significados se activan por medio de los siguientes
recursos lingüísticos y pragmático-argumentativos: a) colocaciones léxicas en
los que el lema de su partido revolución
ciudadana se ha ido recontextualizando para adquirir significados relacionados
con cambios sociales concretos; b) argumentativos diversos (principalmente
ejemplos, pero también otros basados en pruebas externas y en valores), a
través de los que justifica los logros sociales de su gobierno; c) el uso de otros
argumentos basados en pruebas externas, así como otros indicios lingüísticos y
semióticos que activan aspectos más emocionales para construir una imagen
positiva de sí mismo; y d) la imitación irónica de las palabras de sus
oponentes y el uso de metáforas, extraídas del discurso coloquial, para
deslegitimar a estos oponentes políticos.
Desde un punto de vista crítico, el uso reiterado de la
deslegitimación no solo de sus adversarios políticos sino de los grupos
sociales más críticos con algunas de sus decisiones políticas (pero que le
apoyaron en las anteriores elecciones) es el aspecto más controvertido del significado
construido. Si consideramos las funciones socio-políticas que definirían el
discurso político en las democracias actuales, es obvio que la defensa del
programa político y la legitimación propia (en cuanto construcción positiva del
personaje político) podrían considerarse imprescindibles en este tipo de géneros
discursivos, por el efecto perlocutivo inherente a los mismos. El actor
político no solamente presenta su intención a la ciudadanía, sino sobre todo
busca la adhesión de esta a su proyecto y, por tanto, su voto. Para ello, los
recursos lingüísticos y pragmático-retóricos que utiliza un político no
solamente tienen que mostrar la verdad de los hechos (por ejemplo, por
medio de la exposición razonada y el diálogo argumentativo crítico, en el sentido propuesto por
Habermas 1981), sino también su fuerza
(Charaudeau 2009b: 263) apelando para ello a las emociones. El legado de
Goffman (y la noción de imagen) me
parece clave para describir este segundo aspecto.
Sin embargo, nos podemos plantear también desde el
análisis crítico del discurso (entiendo el término crítico en el sentido de Horkheimer 1972, p. 3-4; más información
en Morales López 2011) si la función de la deslegitimación es inherente a la
definición de discurso político, aunque constatemos cada vez más su
omnipresencia como estrategia persuasiva (Castells 2009; Pujante y Morales
López 2009). Pensamos más bien que su presencia constante en la mayoría del
discurso político actual es uno de los ejemplos más claros de que el discurso
político se acerca a otros géneros basados en la propaganda (en la comunicación
estratégica, según Habermas 1981, p. 367); y, por tanto, más cerca también de
la manipulación y de tendencias populistas extremas (Laclau 2005, p. 195;
Charaudeau 2009b, p. 275).
Cuestionarnos el carácter inherente o no de esta
función de la deslegitimación implica introducir el factor ético en el análisis
discursivo; un aspecto que suscita recelo a ciertos investigadores, pero que
desde los estudios de la complejidad (Morin 1990) y desde posiciones
constructivistas del conocimiento se considera un elemento imprescindible del
quehacer científico (Maturana y Varela 1990). Si la noción de incertidumbre es
la característica más repetida desde esta visión de la ciencia, en sustitución
de la vieja idea de que es posible la realidad objetiva fuera de los sujetos y
de sus condiciones de emergencia (Porcel 2006), el cuestionamiento ético de las
realidades que construimos y de las interpretaciones científicas que hacemos es
un aspecto fundamental.
Por este motivo, creemos que es legítimo plantearnos al
final del análisis discursivo del presidente Correa si la estrategia política
que ha elegido de basar buena parte de sus discursos sobre la deslegitimación es
un recurso políticamente eficiente para conseguir sus objetivos políticos de
cambio social. El futuro mostrará si este político de izquierdas, bien formado para
realizar cambios profundos en el país, es capaz de discernir, precisamente,
entre la deslegitimación sin más y la crítica legítima a sus oponentes.
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[1] Más información sobre
el proyecto CEI en http://cei.udc.es y http://ruc.udc.es.dspace La estancia de
tres meses que realicé en Ecuador para la recogida de los datos constituye la
primera parte de un año sabático que me concedió mi universidad,
proporcionándome además una beca para ello. Quiero agradecer a Rosa López Machuca (dirigente del MMO) y a
su hijo Rolando el tiempo que dedicaron para ayudarme a entender la vida
política ecuatoriana y sus claves contextuales. Asimismo, las discusiones sobre
los discursos de Correa que tuve con diferentes profesores y estudiantes de la
Universidad Central de Quito y de la Universidad Técnica de Machala me
sirvieron de gran ayuda.
[2] Por limitaciones de
acceso a la tecnología necesaria, no pude realizar la grabación en vídeo de
estos discursos.
[3] Es la estrategia que
hemos seguido al realizar el análisis del discurso político de la derecha en
España. Las diferentes etapas analizadas desde 1995 hasta 2007 mostraron los
cambios en la construcción discursiva que realizó el candidato de la derecha
José María Aznar, así como la pervivencia de otros rasgos en su sucesor,
Mariano Rajoy.
[4] Por razones de
espacio, no puedo extenderme en explicar cómo entiendo el término crítico en el análisis discursivo y las
diferencias según los distintos grupos y/o escuelas; véase al respecto Morales
López (2011b).
[5] Véase Raiter y
Zullo (2004) para una explicación detallada de la aportación de este autor
ruso.
[6] Con esta afirmación, el presidente se
está refiriendo a la polémica sobre el alcance de la autonomía universitaria, a
raíz de la publicación de la evaluación realizada a las distintas universidades
del país. Varias de ellas fueron calificadas negativamente, por lo que el
Gobierno defendía, en la citada ley, la creación de un órgano compuesto por
expertos para velar por la calidad de estos centros.
[7] Dentro de esta
macro-función, otro objetivo de Correa es presentarse como un líder con autoridad suficiente para resolver el
grave problema de la corrupción del país. Sin embargo, por
razones de espacio prescindo de esta parte, que desarrollaré en otro trabajo.