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Revista de estudios filológicos
Nº23 Julio 2012 - ISSN 1577-6921
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tintero

 

TEXTURAS

Poemario entrópico y canónico

Juan Pedro Gómez

 

POEMAS ENTRÓPICOS

Canciones arbitrarias y levemente desesperanzadas

 

 

 

Textos realizados al margen de cualquier razón,

      con trazos sometidos a tendencias y a pulsiones;

señas de identidad en punto de fuga y  una

percepción tan indefinida como imprecisa.

 

 

«Persuadido de mi locura buscaba, no obstante,

un motivo para dudar de esta convicción.»

−Ambrose Bierce−

 

«Piange la voce, sola, nel silenzio»

D’Annunzio—

 

 

 

 

UNO DE AQUELLOS

 

 

«Sospecho que soy monstruo y laberinto.»

—Olga Orozco—

 

 

Soy uno de aquellos del cambio político,

de los que aspiraron a dar la vida a una democracia;

sí, uno de aquellos que se conmovía cuando se reunía

con varios colegas al salir a la calle, al hablar por hablar,

al ir de café, de cerveza, de empanadillas y

de gabardinas con ajo.

 

Soy uno de aquellos que conocieron la dictadura,

vivieron en ella y no murieron en el empeño;

uno de los que esperaban el auténtico cambio y creían en él.

Muchos han sido los años y todavía se discute si sí o si no.

Se habla, se habla y se habla, pero no por hablar,

como antes se hacía, sino sólo por marchar

en auténtico silencio.

 

Qué lastima haber ido perdiendo las creencias,

qué lastima no sentir apenas lástima cuando se ahogan las voces.

Cretinos, inútiles y asesinos de esperanzas se alzan descarados,

con sus báculos, mitras y tomas de posesión;

cretinos, inútiles y asesinos de esperanzas

se sientan en los escaños, balbucean, destrozando el lenguaje,

y juegan con las gentes mientras llenan sus bolsillos

con el oro del becerro.

 

Ah, el oro del becerro, ese oro que ha engordado a los usureros

hasta la extenuación.

Ellos han derribado los altares, han prendido fuego a las ideas,

han arrasado la dignidad y han elevado el oprobio

a las más altas cumbres jamás imaginadas.

 

Soy uno de aquellos que después de quejarse,

después gritar hasta el agotamiento,

se ponen la mano en la boca, se enjugan las lágrimas,

esbozan una sonrisa y siguen aceptando, impasibles,

las desvergonzadas caricias del codicioso banquero.

 

   

CÓMO ES POSIBLE

 

 

 

Cómo es posible que nadie diga nada,

que nadie haga absolutamente nada.

 

Cómo es posible que nadie abra las fauces

para lanzar dentelladas a la mentira descarnada,

al engaño luctuoso del inocente,

a la pérfida vulgaridad del aprovechado,

a la destructiva imbecilidad del advenedizo.

 

Cómo es posible que yo sólo contemple

o que tal vez sólo recuerde

aquello que ya se ha olvidado.

 

 

 

LOS HE VISTO

 

 

 

«¿Y podemos creer en un futuro

en manos de las piedras y las bestias?

Roy Fuller—

 

 

Los he visto en la televisión un día tras otro.

Son hombres y mujeres travestidos,

hombres y mujeres disfrazados de personas,

hombres y mujeres de dudosa e incómoda realidad.

 

Los he visto desollando a todo bicho viviente,

arrancándoles las vísceras a otros personajes

tan histriónicos como ellos.

Los he visto provocar, insultar, amenazar,

y todo ello sin más cuento y ni razón que

el engorde despiadado de sus bolsillos.

 

Están ahí, retroalimentados.

Los unos amparan a los otros;

los otros cohabitan con los unos,

los unos y los otros desangran a todos.

 

Pero, yo los he visto; doy fe de ello.

No quiero que esto se olvide

ni que nadie hable de exageraciones de viejo

o de leyendas urbanas carentes de sentido.

 

Muchos otros miraron, pero no los vieron;

disfrutaron del morbo emanado de sus fachas,

de sus brillantes y estudiadas puestas en escena,

de sus camisas, de sus tocados y prendas de moda,

pero a ellos no los vieron.

 

Yo los he visto,

los he visto  y  me han aterrorizado.

 

 

UNA ESCAPADA

 

 

«Cosí tra questa

Immensità s’annega il pensier mio:

E il naufragar m’è dolce in questo mare.»

Giacomo Leopardi—

 

 

En tu sonrisa se derrama la luna.

Hicimos bien al salir esta noche.

Dejamos atrás a Windows y a su

estúpida cara rectangular.

 

Olvidamos por una horas esas cadenas

que nos encadenan sin fuste a los

políticos y a los sindicatos.

 

Raptos, violaciones y crímenes

quedan atrapados ahora en las rejas

de una pantalla de plasma.

 

Retraso todo lo que puedo el retorno

a la anormal normalidad mientras el verdugo

de las horas se empeña en su avance despiadado.

 

Tras las ventanas del restaurante,

el cimbreo de una palma tropical

marca la salsa, el merengue y la bachata

de un menú de aire limpio, al aroma

del té verde y la maracuyá.

 

Es tan sólo un momento, un pedazo de

día robado a la noche,

un destello rebosante de nada,

algo trivial, limpio, tal vez amoroso

o simplemente banal.

 

Y la luna insiste en sus rutas,

paseándose  por el perfil de tus labios

y por los confines del rímel que

dispara tu mirada.

 

 

 

ESTÁN EN LAS CALLES

 

 

Están en las calles, entre nosotros.

Se pasean con total ingenuidad; blandos,

serenos unas veces;

duros, raudos y excitados otras.

 

Están ahí, vestidos de paisano,

con lenguas de diccionario y

dicción perfecta;

con rostros bien rasurados y

exquisito aftershave,

con vaqueros rotos y rastas sin límite,

con camisas, camisetas y pullovers,

con pantis, mallas y bikinis.

 

Lo mismo huelen a Loewe, Gaultier,

Chanel y Dior, que a grasa mugrienta

y olor descuidado, a benjuí, ámbar,

almizcle, azufre e incienso.

 

Están en las calles, en los kioscos,

en los mercados, en los comercios de barato

y en los comercios de caro.

 

Se instalan  en las escuelas, en los institutos,

en los templos, en los cines y teatros.

Se les descubre en los estadios, en los parques

y jardines, en los metros, en los aviones

y también en los barcos.

 

A veces propagan su voz verdadera

enredada en los gritos de las querellas de barrio;

otras revelan  su acerado desgarro en las

atracciones de feria y en el torbellino sin pausa

de un violento carrusel.    

 

Cuando aparecen, la sabiduría se oculta avergonzada

y la bondad se inhibe como estúpida paloma,

la mesura se torna insulto y el talento resulta infamia.

Mientras, ellos ocupan nuestros campos y ciudades,

resplandecientes y oscuros,

etéreos e insustanciales,

dispersos, huidos, fugados,

rompiendo los férreos muros del Paraíso.

Calientan nuestro asfalto y

congelan nuestros sentimientos.

Ellos están siempre ahí; siempre están en las calles.

 

 

 

 

TURBA SEDUCTORA

 

 

«¡Cuánta bruma; cuánta sombra!»

Juan Ramón Jiménez—

 

 

Turba seductora de académicos,

tentadores de la cátedra a los cuatro vientos,

sombras del profundo Tártaro ungidas por los

prestes del infierno,

no engañéis ni mintáis más sin cuento.

 

Dejad a un lado las teorías vanas

que acaso justifican vuestro sueldo;

arrimad el hombro a la verdad,

apoyad el gentil conocimiento,

no pontifiquéis respaldados por la

tosca disposición de vuestro gesto.

 

Potestades del abismo,

arrumbad vuestros legajos,

prended el fuego a las falacias,

dejad a un lado los programas

y ajustad vuestra sapiencia

a la noble exposición

de la razón luminosa.

 

Turba seductora de académicos,

espíritus renegados en incestuoso

maridaje con las rácanas sirenas

del averno,

corruptos impostores,

dejad ya abierto vuestro celo,

para que, desprecio a desprecio,

se ahogue vuestra voz de mando,

se arranquen los cimientos

y sucumban presurosas

las glorias de vuestros secretos.

 

   

ME ASOMBRO

 

 

 

Me asombro.

No puedo evitarlo.

Me asombro cuando abro la ventana

de Windows y me sacuden los mensajes,

los blogs y dominios

de amigos y desconocidos.

 

Cuánta letra suelta,

cuánta imagen atada,

cuánta idea inútilmente asesinada.

 

Me asombro por la distancia y los tiempos

que se acortan de forma inmediata y mágica.

Me asombro por la torpeza, el balbuceo y

el murmullo derrochado.

 

Me asombro por la insistencia repetitiva,

por el bucle ominoso que reta al buen sentido

e insulta al normal intelecto.

 

Me asombro por esos links, siempre amables,

serviciales, cariñosos, positivos hasta el hastío,

que, libres de intereses, procuran reconducir la vida

del prójimo desgraciado.  

 

Me asombro ante esas peliculillas de azúcar

con fotografías enmeladas

y músicas que, por serviles,

perdieron su grandeza originaria.

 

Me asombro por su simpático gesto,

por su cordial arrebato y

por la constancia indudable

de su ejercicio diario.

 

 

     

NO ME AGRADAN LAS CAPILLAS

 

 

«Mon coeur a tant de peine»

Paul Verlaine—

 

 

No me agradan las capillas

ni el elogio de los vates.

No me interesan esos clubes

que, al amparo de sus miembros,

favorecen las carreras en

detrimento de las obras.

 

Me espantan los aplausos desmesurados

de una claque perdida en el embeleso

de sus propias palmadas.

 

Me horrorizan las medallas,

las copas, los diplomas, los premios que hoy

te doy yo a ti para que mañana me

los devuelvas tú a mí.

 

Pandilla de falsarios, sofistas,

embrolladores del arte,

simuladores de la belleza en su más

siniestro estado,

ponéis puertas al campo,

levantáis cercas infranqueables con

góticos capiteles cuajados de vampiros.

Nada se escapa a vuestra succión continua.

Acaparáis los medios de comunicación

y el grupo determina quien existe y quien no.

Pero no podéis evitar la tortura de vuestra

indigna dependencia,

la constancia de la mismidad,

la firmeza de vuestro empeño baldío y glotón.

No podéis escapar a la postura soberbia,  

al ejercicio perezoso, a la avaricia obsesiva,

a la envidia alimentada.

 

Definitivamente, no;

no me agradan las capillas.

 

 

 

CUENTOS NUEVOS

 

Han soltado a los dragones

y, en las plazas de los mercados,

queman brujas de pacotilla.

 

Mafiosos de medio pelo suben

a los rascacielos montados en

sus coches alados.

 

Ya no hay ranitas en los estanques

que con el beso de una amada

puedan convertirse en príncipes

ni tampoco en caballeros.

 

Y los príncipes que aún se visten

con herretes de plata y diamante,

gola a la española y calzas venecianas,

se aprisionan en los espejos

de frívolas pasarelas

dirigidas a ninguna parte.

 

Pitufos de terciopelo,

duendes desmarañados,

se ofrecen de mercancía,

como ganga depreciada,

en esquinas de los metros y

kioscos de todo a un euro.

 

Margaritas y violetas no pasan

de ser un nombre,

las rosas, sin su perfume,

resultan almidonados

y los frutos más hermosos no son

más que objetos plásticos. 

 

Érase que se era,

érase y ya no es.

Se van los cuentos antiguos,

se van para no volver.

 

Canción de un triste

cuitado convertido en simulacro y ruina 

de un oscuro funcionario.

 

 

 

LLEGA UN MOMENTO

 

 

«Los alejandrinos sabían ciertamente

cómo todo se reducía a palabras y teatro»

 

«No escuché trabajar a los obreros ni sus voces.

Silenciosamente me tapiaron el mundo.»

 

Konstantino Kavafis—

 

 

Llega un momento en que presientes

que todo se acaba,

que el sol no se mueve,

que las nubes son mera ilusión

que el agua que corre lo hace compasivamente,

con la condescendencia de una humilde apariencia.

 

Y no es que estés muerto

ni que vayas a dejar pronto

de vivir, no.

Es una toma de conciencia,

un sentimiento de totalidad finita,

castrada, apática y profundamente estable.

 

Y entonces sabes que nada de lo que hagas

supondrá innovación,

que todo lo que digas

ya se habrá dicho antes,

que cualquier cosa que imagines

ya habrá sido imaginada.

 

Renuncias a la soberbia creativa

y admites que nunca fuiste un dios

en ningún cielo perdido.

y que, en consecuencia,

jamás serás un virtuoso del arpa

ni llegarás a pintar como Velázquez

ni a esculpir como Rodin

ni a escribir como Kavafis.

 

Tus obras se quedarán estancadas

en piélagos de papel o entre placas digitales,

intranscendentes, perdidas,

sin sentido ni interés.

 

Desde tu mesa, miras por la ventana.

Allá los árboles parecen estar quietos,

las gentes se muestran inmóviles

y unos cuantos vehículos diseñan trayectorias

que, en la distancia, resultan estáticas.

 

Jurarías que asistes al final de un ensayo o

a los últimos minutos de una torpe representación.

Entonces, caes en la cuenta, muy a pesar tuyo,

de que todavía no ha empezado la obra,

de que ni siquiera se ha levantado telón. 

 

 

 

 

NO PERMITIRÉ  BABILONIA

 

                                                                              

                                                                     A todos los fotógrafos que se le inundaron de pesadillas sus cámaras en Irak.

 

 

No permitiré que hoy

mi torpe poesía mancille

los nombres de Bagdad y Basora.

 

Ni inciensos ni mirras

ni áloes ni rosas,

sólo pólvora mojada

en las lágrimas de los mercados,

en el hiyab y el niqab

que cubren matrices en sombras. 

 

Muchos Hondros y Hetherington,

han desafiado las balas del odio,

han eternizado imágenes de sangre

en el corazón de sus cámaras;

y allí donde apuntaron

grabaron rotundas y graves

las entrañas de campesinos,

rebeldes y soldados. 

 

Podemos oír su agonía,

el susurro del desencanto,

lágrimas a mares vertidas

en dunas de espanto y de horror.

 

No es bueno que la rima,

ni la música indulgente

se apodere de la idea,

de la imagen y de la muerte.

 

Ni Haffiz ni Al-Mutanabbi ni Khayyam tienen

lugar en un mundo de arena

agrisado por cenizas de pólvora,

ruinas de pavor elevadas a

un cielo sin aliento ni alas.

 

Al-Ramli y las aldeas de Tikrit,

extrañeza y alienación del gurba,

sentimiento fugitivo en el adiós del emigrante,

suerte de dolor que se extiende

a las fronteras de ninguna parte.

Te cantaremos Irak

sin sensual vino ni voluptuosa danza,

sin pájaros que afinen en redes de seda y plata.

 

Te cantaremos Irak

olvidados del Imperio

que fue antaño sibarita, místico y poético;

queden hoy a un lado los vinos, los perfumes,

los amantes, los oasis floridos y los yermos salvajes.

 

Aquí hay lugar, Irak doliente, 

para el sólo de corneta,

para sirenas que arranquen a la vida una esperanza,

consuelo de la pobreza en las mieles del Kurdistán.

 

A la negrura del aire, empapada de petróleo,

le suplico una plegaria que acompañe al

triste canto,

oración abierta, densa, amplia,

labrada en sentimiento,

de sunitas, chiitas, cristianos,

yazidis y mandeos;

todos cadena férrea,

atada a pecho y a cuello

del más feroz cancerbero.

 

Todos sobre la ocupación,

ocupadores y ocupados,

juventudes masacradas,

sometidas, quebrantadas,

reducidas a llanto y fuego

por negocio, interés propio

y el yugo del extranjero.

 

No permitiré que hoy Babilonia

mis músicas y rimas

mancillen tus torres caídas.

 

Sólo una imagen, un recuerdo

y una oración fracturada

por toneladas de misiles rotos

y granadas de tierra afligida.

 

 

 

DEJAREMOS

«Slowly the poison the whole blood stream fills.»

—William Empson—

 

 

Dejaremos de gimotear,

dejaremos de dudar,

dejaremos los glaciares

y echaremos más leña al fuego.

 

Habitados por la cólera,

corroídos por la desesperación,

convertidos en simples peones

del ajedrez de la vida,

construiremos nuestro tiempo.

 

Dejaremos el desánimo,

el sentimiento de culpa infundado,

las estériles fuentes del dolor.

 

Dejaremos los torrentes enfurecidos,

los puentes arrastrados,

las carreteras destruidas;

dejaremos la fábula y la mentira

y haremos un asalto a las murallas

de la mente.

 

Frente a la opresión y a la angustia

provocaremos el parto del

cataclismo y la voluntad solidaria.

 

Alzaremos en armas nuestros pensamientos

para arrasar la confusión.

Ira, ansia y obsesión,

que oscurecen la conciencia,

se tornarán evanescencias.  

 

Engulliremos el barco fantasma

en el corazón de la tormenta

y asaltaremos las olas en

las ascuas que se apagan.

 

Aplastaremos la furia

manifestando el pensamiento,

sin velos ilusorios ni arcos de terciopelo,

dejando en el abandono

las pulsiones y los apegos.

 

Dejaremos de ser, por fin,

débiles mercenarios del miedo.

 

 

POR CARIDAD

 

Un impuesto, por caridad,

repite el insaciable;

un interés más alto, por caridad,

repite el financiero;

un tributo, por caridad,

repiten los alcaldes;

beneficios, por caridad,

repiten los empresarios.

ganancias, por caridad,

repiten los banqueros.

 

Imposiciones, patrimonios,

sucesiones, donaciones,

incrementos de valor

y valores añadidos,

juegos de monopoli

que siempre pierden los sombríos.

 

Lucros, dividendos y usuras,

comisiones, abusos sin frontera,

son los alimentos fáciles

que una estirpe de escolopendras

arrebata a los deprimidos

que, ignorantes de su derrota

porque nunca emprendieron guerra,

abren sus bocas,

abren sus bolsillos,

y abren sus cuentas bancarias

al ansia de los desaprensivos.

 

Por caridad, por caridad,

dadnos un poquito más

siempre por caridad,

repite la cantinela.

 

 

 

 

TU NOMBRE ES LEGIÓN

 

 

Tu nombre es legión, porque sois muchos,

así contestaste al Inevitable

cuando te exigió identificación.

 

Hoy estáis en ferias, templos y mercados,

acurrucados en los bufones, inmersos en los mendigos,

sumidos en los profesores, enfrascados en los rentistas,

reservados en los obreros, velados en los funcionarios.

 

Os encontráis  siempre activos,

trabajadores de ingrata labor

apostillados en las cavernas de la rutina;

terrible castigo el de hacer más visible la luz

con vuestro oscuro y continuo ejercicio.

 

Lucha perenne de veladura cosmética,

aparecer más hermosos que nadie,

elegantes, simpáticos, atractivos,

campechanos, sugerentes e ideales.

 

Atractores de misericordia y compasión

unas veces, y, otras, generadores de

asombro, deferencia y respeto,

sois legión de honor, de admiración,

devoción y aprecio.

 

A vuestros pies caen sin recato los adictos

seguidores del relumbre, la riqueza, la gloria y la fama,

así como los leales a los crímenes y desvaríos

envueltos en preciosismo y sofisticación.

 

De vosotros nadie desconfía,

y aunque estéis en pobreza sois seductores,

amigos de vuestros amigos,

más amigos que nadie.

 

Tu nombre es legión

y sois legionarios de lo bello,

de lo etiquetado como bueno,

de lo innoble agazapado en lo perverso,

máscara de prudencia, virtud y dignidad.

 

 

 

 

ESTO ES ÁFRICA

 

 

Al siempre cálido y afable Mamadou.

A ritmo de bongó, xilófono, timbal y kalimba

 

 

 

Sudán, Somalia, Kenia, Etiopía

son nombres recurrentes,

sonsonetes obstinados en

los foros mundiales,

pegajosos moscardones

en las pieles secas del hambre.

 

África del Este se duele

hasta la extenuación

y no se recupera de la sequía,

de la deforestación,

del cambio climático

ni del saqueo europeo.

 

África se aflige, depauperada

y escueta, ante las cámaras

de la National Geographic.

 

Desde mi cómodo sillón,

ante las pantallas del Vaio

y del Appel blanco asisto

a las negras emigraciones

del Serengueti y me asombro

ante los paisajes de Amboseli.

 

¡Qué hermosa es África!

De no sé qué rincón salen

las notas del Waka Waka:

 “Oye a tu dios y no estarás solo”...

“Hay que empezar de cero para tocar el cielo”...

África es África, con su belleza,

su negligencia, su abandono

y su pobreza.

 

Sorpréndete, Europa,

asómbrate, América,

ya se descubrieron las fuentes del Nilo

y las tardes pintan de fuego

acuciadas por el hambre y

tanto desespero negro.

 

Ni Burton ni Carnavon

ni Livingston ni Stanley

ni Amín ni Mobutu...

lanzaron puentes de plata

que saciaran el tibio apetito

de tanta gente dolida.

 

Lianas de pesadumbre

ahogaron los cuellos negros;

hicieron bufandas sacras de

auténtico sacrificio negro.

 

Ni Mandela ni Sedar ni Nkrumah

han podido curar la fatiga,

la violencia, la marginación y el azote

del cinismo y del descaro

que enriquece los bolsillos

del esclavista sin látigo.

 

Suenan ácidos tambores

en las orejas del tiempo;

se agrietan los pechos secos

de marfil y de sabana

y un paraíso perdido,

conferido por el cielo,

arranca suspiros de pesar

y alaridos de impotencia.

 

África altiva, hoy desmoronada,

sudorosa y con temblores,

gravemente herida,

la del nacido mendigo,

la de la niña violada,

la del hijo doliente,

levanta ya tu cabeza

para que raíces y cepas

sepan todo de los rifles

que perforan tus alas

con una continua matanza de almas.

 

La luna apremia, el sol se apresura.

Despiértate África,

que la amanecida ya está avanzada.

 

 

 

 

 

LOS ÁNGELES SON BELLOS

 

 

«Le ciel est triste et beau comme un grand reposoir.»

—Baudelaire—

 

 

 

Los ángeles son bellos, pero tus manos son más bellas

porque tienen las marcas del esfuerzo y del trabajo

de los hijos de Caín.

Los ángeles son bellos, pero tú tienes la belleza  de

la paciencia y de la espera de todo aquello que hay

que aguardar.

Los ángeles son bellos, pero tú posees la nobleza

de la entrega honorable, de la renuncia sin incomodo.

Los ángeles son bellos, pero tú conoces la dignidad

de la amistad desinteresada y el fervor del aprecio franco.

Los ángeles son bellos, pero tú has dispuesto de albedrío

y voluntad en los momentos difíciles.

Los ángeles son bellos, pero tus ojos son más bellos

porque se han forjado en el dolor y en el afecto.

Los ángeles son bellos, pero sus alas son menos hermosas

que tu caminar encorvado por callejones de resignación.

Los ángeles son bellos, pero tú tienes un lugar reservado

en el seno de la belleza, allí donde los pozos consumidos

vuelven a dar agua, allí donde está asegurada la leche y la

miel, allí donde el desierto se torna generoso por encima

de cualquier paraíso.

Los ángeles son bellos, pero tus pies han pisado Jerusalem

y Ramala, Dushanbe y Burundi, las tierras de Burkina y

Angola, Zambia y Liberia, Chad y Zimbawe.

Los ángeles son bellos, pero ya no visitan los campos de

refugiados; guerra, pobreza y supervivencia se casan con

la certeza, el entusiasmo y la expectación.

 

Tu belleza es denuncia, revelación y querella que compite

en los cielos, que se abisma dichosa en la montaña y en el

desierto, en los tugurios y en las favelas, en las voces

desgarradas de todos los masacrados del mundo. 

Los ángeles son bellos, pero nunca alcanzarán la apostura

de tus huellas grabadas con sangre en el asfalto, en la roca

y en la arena.

 

 

 

 

DEVENIR DE SIRIA

 

 

A los fotógrafos y periodistas Marie Colvin, Remi Ochlik,

Paul Conroy, Edith Bouvier y William Daniels.

 

 

 

Vuelan las balas

Ofensiva contra los disidentes

Asedio y bombardeo continuo

Resistencia de Homs, Rastan y Helfaya

Asalto cerrado frente a las fuerzas rebeldes

Inminente combate final.

 

Truenan los explosivos

Crujen los huesos

Sabotaje de las negociaciones

Instrucciones de la vieja guardia

Negación de la tortura y acusación policial

Reformas truncadas en la corrupción sistemática.

 

Chirrían los carros

Crisis de Siria con sanciones arteras

Y ambiguas posturas bilaterales

Población sitiada sin ayuda humanitaria

Brutal represión.

 

Fuego y más fuego

Oposición y transición abortada

Tanques, cohetes, proyectiles y granadas

Frustrada misión sanitaria.

 

Revolución defensiva

Revolución popular

Crímenes y víctimas

Masacre indiscriminada

Coraje y determinación al alza

Respuesta alimentaria

Respuesta médica  y energética

Recuperación económica

Honor y orgullo de casta

Dignidad recobrada.

 

 

 

ÁNGELES CAÍDOS EN WALL STREET

 

 

Hoy he visto dos ángeles

abatidos en una acera,

con las alas destrozadas

y  una brecha en la cabeza.

 

Unos buitres coronados

de estulticia y de torpeza

insertaban corvos picos

en sus pechos de pureza.

 

Querubes de alto rango

en oleadas de estrellas

han sido derribados

por ser puras sus estelas.

 

Otros de igual cargo,

con espadas de centella,

desbaratan a los ladrones

fracasados sin sus presas.

 

Rapaces negras y torvas

reemprenden siniestro vuelo 

a los abismos más bajos

subsumidos en el cieno.

 

Tierra y fango,

sucio y obsceno celo

de diabólicos avaros

codiciosos de lo bueno.

 

Alcoholes de los avernos,

vapores que alimentan los

más inmundos secretos

de beodos asesinos

amigos de lo ajeno.

 

Con el fuego de las espadas

sellan cloacas de infierno.

Valores, acciones, bonos,

instrumentos de inversión,

arden en derredor sin cuento.

 

Accionistas e inversores

lanzan sus garras al cielo

pidiendo que se les perdone

tanto crimen, tanto yerro.

 

 

 

 

NIÑA CON KALASHNIKOV

 

 

No es la desolación

ni el horror ni la denuncia;

es tan sólo la inocencia

frente al objeto,

la ingenuidad tentada.

Es el espasmo de un

dulce temblor que

pasa desapercibido

entre gentes que se duelen,

entre hierros retorcidos

y carpas de campaña.

 

 

 

EL INSURGENTE

 

 

Y la indignación también

se apodera de otro tipo de inocencia,

mientras la serpiente incuba sus huevos

más allá de las previsiones lógicas.

 

El sedicioso muestra su espalda

al desnudo y el tatuaje se expande

con irreverencia y descaro

a la multitud congregada.

 

Punk desangelado e inocente,

casto pensador sin seso,

adorador de Baal-Zebú,

sacrílego en excrementos acomodado

y de moscas menú fastuoso,

sigue dando tumbos el insurrecto

entre la juvenil concurrencia.

 

Con una “Alea jacta est”

grabada en su estómago

emula a César, este legionario arruinado,

al atravesar el Rubicón de la muchedumbre. 

 

Holgazán recreado en sí mismo,

abocado a las porras del orden,

es utilizado como escudo por

siniestros manipuladores

que lo ponen, por su aspecto,

sin más juicio ni criterio,

en el centro del apaleo y del linchamiento.

 

Operadores canallas que manipulan a

infelices, que se aprovechan de la

desventura y del infortunio,

lanzan al fracasado a las fauces de los defensores.

La manifestación avanza entre flamas,

humos y banderas.

En el suelo, con las manos entre hierros

y la cara destrozada, queda inmóvil

el tatuado insurgente mientras la turbamulta

irritada prosigue su recorrido. 

 

 

 

CABALGADA

 

«Aunque yo canto,

tengo cubierta de cenizas mi garganta.»

—Rodney DeCroo—

 

 

En mi pecho cabalga un tirano desbocado

y sus pezuñas se clavan haciéndome sangrar.

Le ajusto el ronzal, le tiro de las riendas

y le aprieto el bocado, pero sólo atiende

al llamado del atropello y la coacción. 

 

Como rayo delirante se expande sin concierto

y apaga con su trueno las voces y sus sombras,  

dolor que se transforma en aflicción, y desaliento,

encubridoras perennes que cuestionan sin ambages

la ternura y el rencor

más allá de cualquier incongruencia.

 

Abierta de par en par,

sangrante el alma galopa entre abrojos y destierros,

se asoma a mis abismos lacerados de usureros,

sanguijuelas dadivosas de fraudes por doquier, 

ladrones de esperanzas,

delincuentes de diseño,

impunes ejecutores de la trampa y la vileza.

 

El tirano se conturba,

el tirano se enloquece,

no hay bridas, ni ronzales, ni espuelas

que puedan detenerle.

Y así, espantado hasta el límite,

instrumenta el desenfreno

como fogoso espartano,

haciendo del bárbaro una indigna víctima

de su riguroso acero.

 

¿Dolor inútil o dolor de forja?

Ni lo dudo ni lo sé ni me lo pregunto,

dolor quebrado que restalla en mi pecho

a pesar de los remedios de humildad

y consentimiento.

 

Y sigo respirando aire envenenado,

denunciando con rima quebrada,

con palabras de despojos

que se prenden en las espuelas

de una cabalgada sin freno.                                   

 

 

 

ESQUELETOS DE HORMIGÓN

 

 

 

Esqueletos de hormigón,

gigantes consagrados en cemento y hierro,

vigías ciegos de una ciega sociedad,

ahí estáis alzados, ofendidos por razón de nacimiento

y todavía pendientes de alguna economía azarosa.

Colosos, torres, estaciones y rascacielos,

desde Detroit a Michigan,

pasando por Cracovia, Rusia y Corea,

son vuestros hermanos en la sangre,

vuestros adalides en la lucha contra la ruina;

son ejemplos y modelos de abandono y destrucción.

 

Esqueletos de hormigón,

os cogió de lleno la explosión de la burbuja inmobiliaria,

la ocasión descoyuntada, la virulencia y la recesión sangrante; 

nada pudisteis hacer.

Potestades de ayuntamientos y corrupciones urbanísticas,

especulaciones de inmuebles y adjudicaciones protegidas,

crisis financiera y falta de financiación,

cierres, bajas, ceses, destrucción del tejido empresarial,

planes urbanísticos frenados, desempleo, subconsumo

y finalmente colapso.

 

Esqueletos de hormigón,                                         

sois testigos principales de un espejismo descontrolado,

de una manipulación indecente del mercado del suelo,

de la facilidad de crédito y de los desmesurados precios.

Os llenaron de soberbia la caja del valor,

haciendo creer a todos que la vivienda siempre subía su coste.

Sin embargo, incautaciones y precios de saldo han sido las guindas

de esta economía salvaje.

La especulación galopante, la que hace más rico al rico

y más pobre al pobre, enseñoreó los contratos:

dinero rápido, barato y fácil;

después, endeudamiento y extinción.

 

Esqueletos de hormigón,

custodiados por grúas tan desatendidas como vosotros,

llenáis el horizonte de nuestras ciudades con otros valores

distintos a los esperados.

Sois símbolo erecto de la insolencia y la gestión temeraria.

Sois texto de piedra que recuerda insistente la avaricia y el descaro.

 

Esqueletos de hormigón,

olvidados tipos bajos y olvidadas las variables,

dejando a un lado elevados capitales de amortización,

os alzáis como monstruos carentes de carne y de alma;

grises en vuestro incierto destino,

vacíos, plantados y condenados a no ser nunca ni viviendas ni hogares.  

Vuestras puertas siempre abiertas, sin porteros ni visitantes, 

son inútil meta de viales solitarios.

En vuestros pilares concluye un torpe pasado

y vuestros armazones adquieren valor de instante:

sois sentidas ruinas condenadas a no ser nunca

ni memoria ni excelencia de lo que fue.

 

 

 

ILUMINADOS

 

 

Un nuevo orden mundial

 

 

Iluminación:

Hay que pagar la deuda.

Iluminación:

Hipotecas hasta la eternidad.

Iluminación:

Todo es sarta de mentiras.

Iluminación:

Gran colapso de la verdad.

Iluminación:

Todo es corrupción;

absolutamente todo sin excepción.

 

Pandas y pandillas

de políticos y politiqueros,

que adjudicáis y autoadjudicáis

sin vergüenza y sin cuento,

consumados delincuentes de fraude fiscal,

especuladores de nuestra economía,

que estafan nuestros patrimonios

y sacrifican nuestras almas,

estáis al servicio de voces mayores.

 

Censuradores y manipuladores del

poder judicial, gestores de la tortura,

congeladores de pensiones,

baila-aguas de banqueros,

estáis al servicio de voces mayores.

 

Los que tengáis conciencia de las voces,

los que os neguéis a seguir los mantras

de los codiciosos negreros,

los sanos, los limpios, los francos, los buenos,

cerrad los oídos con lacres de hierro

y pasad estricta cuenta a los usureros

que hicieron ruina de caudales e ilusiones;

erradicad las comisiones y poned fin

a los desmanes de las grandes empresas.

 

Menguad las desvergonzadas ganancias

de eléctricas y telefonías,

filtrad los ingresos de cargos y carguillos,

despachad a los asesores innecesarios,

cortad las alas de tanto nombrado a dedo.

 

No prestéis oídos a esas voces mayores

que han arrasado el buen sentido en favor

desmedido de sus bolsillos y sacos sin fondo.

Absteneos cual sirenas en duro forcejeo

e impedid el señorío de los mezquinos.

 

Los sanos, los limpios, los francos, los buenos,

cerrad los oídos con lacres de hierro

y frenad tanta indecencia,                   

tanta impudicia con lazo y papel de seda,

tanta palabra hueca con justificante legal

de responsabilidad.

 

 

 

 

ME MUEVO

 

 

 

Me muevo entre Espartaco y Robin Hood.

Todas mis calles pasan por Capua y por Sherwood,

un cruce de caminos muy adecuado para

sacarnos del letargo y justificar nuestro alimento.

 

Me muevo entre Espartaco y Robin Hood.

También en mis calles, el sembrador de la Tracia plantó

sus semillas de sangre y tortura.

Alzadas al cielo, las manos clavadas y el corazón abierto,

las cruces claman por siempre digno tributo de libertad.

 

Me muevo entre Espartaco y Robin Hood.

Mis calles están plagadas de bosques

con árboles de tenaza, martillo y sierra,

bosques hambrientos de justicia  y honradez,

bosques en donde el proscrito

descubre invariable el sentido de patíbulos y flechas.

 

Me muevo entre Espartaco y Robin Hood.

Con gladio vorpal y saeta atinada, mis calles

se defienden de malhechores y bandidos a sueldo;

se protegen de ricos desbordados de riqueza,

de vampiros insaciables en la plenitud de una orgía

concertada por los que nunca se cansan de querer más y más.

 

Me muevo entre Espartaco y Robin Hood.

Y es cierto que, aunque débil y fatigado,

con el peso continuo del vetusto armamento,

lanzo a las farolas mis dardos, me salto los semáforos,

y entro en trances casi siempre exentos de triunfo.

 

Me muevo entre Espartaco y Robin Hood.

Frustración, fracaso y derrota son resultados comunes

en el juego de las empresas, los políticos y los magnates.

Y aun perdiendo,

no me arrepiento de la lucha ni del combate desigual.

Con la afónica voz de mi verso

declaro de nuevo la guerra a esos poderosos que  

arremeten con bombas indiscriminadas y nos

masacran en el marco de lo políticamente correcto

justificados por la más estricta y fantasmal legalidad.

 

 

 

 

SOMOS VANIDAD

 

 

Somos vanidad, envidia y despecho,

rencor en el furioso caos,

rampa atrevida de mentiras y falacias.

Estamos satisfechos de nuestros bienes y trofeos, 

nos sentimos fuertes e imprescindibles,

ocultos en la frágil burbuja de la comodidad.

Cuánta insensatez narcisista

se alberga en las fuentes de nuestras decisiones.

Prejuicio e individualismo crónico se estrechan la mano

en una epidemia real de diversión frenética.

Sólo la tristeza campea en el silencio que nos acoge

cada noche en el inacabado lecho del hastío.

Y, al clarear, seguimos nuestras bregas con torpe afán,

zarandeados por la vida, ignorando las víctimas

y los despojos abandonados en las cunetas.

 

 

 

 

PODEMOS HABLAR

 

 

¿De qué queréis que hablemos?,

¿de vuestros salarios disparatados?,

¿de vuestros dobles sueldos?,

¿de vuestros amancebamientos con los banqueros?,

¿de vuestros retiros sabrosos hasta el empacho?,

¿de vuestras mínimas cotizaciones para derecho a pensión?,

¿de vuestras exenciones tributarias?,

¿de vuestra falta de cualificación?

 

No sé de qué queréis que hablemos;

pero de este menú podéis elegir el plato

que más os apetezca.

 

 

 

POEMAS CANÓNICOS

Canciones ansiosas de equilibrio y proporción

 

 

Poemas ajenos a lo irreversible que

el azar poético ha reconducido, con un máximo de estabilidad,

hacia un sereno artificio más allá de cualquier consideración.

 

 

«Amor mi mosse, che mi fa parlare»

−Dante Aligheri−

 

 

 

TORMENTA DE PRIMAVERA

 

 

“Mas sobre hombres y animales, el sol enviaba su sopor”

— Lord Dunsany —

 

 

 

Adagio de Marcello:

Todo el Sur me recorre con inefable cansera

Mientras mi cuerpo se hunde

Con la curva que traza el sol de poniente.

 

Y otra vez este azul polvoriento

Se acristala en la lágrima

Que provoca el asfalto más triste, sin historia y sin mérito,

Sometido al escrúpulo de la fatiga y la existencia.

 

 

 

 

CON PASO DECISIVO Y MORISCO

 

 

“el mundo era sencillo: un simple latido”

Yorgos Seferis —

 

 

 

Salí del invierno hacia el arrebatado

Despertar de las tierras del sur

Con paso decisivo y morisco

Hincando los talones sobre aquel reloj de aguas azules

Que inundaba el pulso diario de la humana arquitectura

Y no encontré freno alguno

Que desatara el laberinto de la memoria

En la tarde proteica y mediterránea.

 

 

 

 

 

 

CALLE DE LA AURORA

 

 

“¿Abstracciones?

No. Contactos

                    De un hombre con su planeta.”

Jorge Guillén —

 

En Murcia, la suya y la mía.

 

 

 

Ayer:

“humilde eternidad por calle corta”,

bullicio refrenado en

corros siempre amables,

piedras de humedades prolongadas

hasta el azul del arco que

recorta sus calinas tras

los hierros de la verja herrumbrosa,

perfil y marco de moreras y limoneros.

 

Hoy:

baldosa fría,

arquitectura sin alma,

silencioso paso apenas sin vida,

túnel de modernidad hacia

el arco restaurado,

triste Aurora sobre un presente

sin fondo y ausente de devociones.

 

 

 

 

RITUAL

 

 

Entre las piernas de una princesa etíope

el príncipe Jafter juega su destino.

 

¡Cuántos infiernos conjurados en el compromiso

de unas sábanas rabiosas de perfume!

 

Y Laila sigue siendo Laila

Y el sol de cada día inunda de frío

las caderas consentidas.

 

Nada se opone al turbio devenir

de los velos y las sombras.

 

Nada se opone a la libre elección

de unos ojos cada noche cambiantes.

 

Shamim, Khalil, Najaf o Sair renuncian

a ser para poder seguir siendo

barro moldeable en las manos de un hombre.

 

 

 

HOJAS DE BETEL

 

 

De talibanes y otros

 

 

 

Permanecía sentada,

con una flexión dulce y esquiva,

ausente tras el velo calado,

sumida en el silencio de su condición.

Y giraba indolente la cabeza

para poder saborear pequeños sorbitos de mundo,

frágil como el rocío de un oasis trémulo.

 

Permanecía sentada,

como herida por un sol de jazmines y violas,

afincada en cubierta contra el viento yodado,

salpicada de espuma,

curtida la piel de su abismo

por el vértigo de ritos y símbolos,

y se dejaba diluir

acoplada al latido de sus senos de arrullo,

a la caricia de las brisas islámicas,

como una isla perfecta,

como una locura colmada de paz,

como una cantera virginal y voluptuosa.

 

Permanecía sentada,

sin rostro,

rodeada de ausencias,

pintando embelesos en el diván de su memoria;

y soñaba a la deriva,

apagando los suspiros tras la celosía perenne,

tras la malla prohibida que tejieran ingratas

las noches de cualquier ciudad

bajo el cielo de Izmir, Ammán o Basora.

 

 

 

 

EN LA PUERTA DEL SERRALLO

 

 

 

Entonces se calló Sharazad.

Y su tibia caricia

arrastró mil ríos, mil lunas, mil pecados.

Un naufragio de noches anudadas

la llevó hasta el vórtice de su locura.

Y nunca más volvió la risa

a cimbrear el agua de aquel

charco oscuro, cubierto con sedas y con mieles.

         

 

 

MIRADA

 

 

“¿Y la mirada? ¿No es la mirada poesía?”

— Luis Cernuda —

 

 

 

Desde mi ventana

Un hombre pasea por la Luna

Cuánta tristeza

En ese vaho solitario

De sus ojos lejanos.

 

 

 

 

 

EL SIGNO DE LOS TIEMPOS

 

 

Era un hombre de vasta

E increíble lectura

Silencioso y seguro de sí mismo

Callaba al paso de la palabra sabia

Emitida por cualquier contertulio

Y cantaba a Discépolo

Con sobrio fatalismo

Murió solo

Confundido con un mendigo

De la calle Alfareros que

Robó un billete de lotería.

 

 

 

 

ÍNDIGO

 

 

A Francis Bacon

 

 

 

Cerraba el libro

Bajaba la escalera

Abría la puerta

El mundo permanecía estable

Su débil corazón no podía soportarlo

Y una vez más se le rompía en mil pedazos.

 

 

 

QUEBRANTO

 

 

A Antonio Lorente.

Homenaje en espejo o ensoñación de coincidencias

 

 

 

Si la palabra no es memoria ni proyecto,

si sólo me queda contemplar,

si, acaso, no soy el zurcidor que fui un día,

sólo me quedan jirones y quebranto.

 

Y es que la palabra oculta, rinde, prende y desvela:

insomnio, silencio y hambre de existencia resuelta

en promesas rotas.

 

Es el camino andado y el por venir:

el estar, el ir y el venir en circular laberinto;

un espasmo aterrado en soledad temblorosa:

quebranto.

 

Y no es un poema lo cantado,

es una algarabía de palabras huidas,

evadidas, ajironadas, sangrantes,

destrozos de lo que fue testimonio en mí:

tú, el otro, la otra, la vida abierta. Échame la culpa.

 

Sí, cúlpame por tanta inundación.

Cúlpame por no ser, por mi incapacitado nacimiento.

Todo es en mí condición: si fuera, si pudiera,

si permaneciera un tiempo aunque fuera en mí.

 

Soy todo peso, un inmenso desperdicio de lo vivible

que ansía levedad, venga ésta de donde venga.

Algo soy en tu mirada, abierta a la esperanza de mi yo;

mi yo que se oculta en el miedo y la calma de no ver.

 

Soy el inconexo, un actor sin escenario y sin tormenta.

Temeroso ante la dicha, siento el frío de mañana,

estremecida emoción de sentirme abandonado

sin excusa irreverente, así, porque sí.

 

Y me escondo en mi quebranto. Bonjour tristesse.

Sudor, temblor, dolor de tanto esperar,

esperarte junto a mí, esperar la caricia,

el consuelo de ser reconocido en ti,

aunque estés junto a mí.

 

Y nos quedaremos aquí

en este lago anegado de nosotros mismos,

viviéndonos sin vivir, muriéndonos por haber vivido.

 

Pero no hay duda que acabaré donde el mar se acabe.

La huella de tu mirada habrá dejado su impronta

en nuestro mismo mar y te encontraré luminosa

en sus olas quebradas.

 

Qué noche más larga perdida en el ruinoso anillo

de nuestras ilusiones.

Insomnio, rotura, quebranto.

 

Me entrelazas, me absorbes, me vistes de deseo,

me pasan las horas y supongo que me acabo,

que termino en ese frío que acaso escribí un día.

 

Me acabo en la fragua de nuestros sueños;

sí, los únicos sueños que importan,

los sudados en mutuo acabamiento.

 

Y te pido que no me dejes,

que no me dejes en paz nunca,

que seas tú quien me acabes

con tu continua presencia,

que mi necesidad seas tú, escrita en mi pizarra,

reescrita en la espera de cada día.

 

Ahora me viene el vacío,

no hay una Ítaca que me espere más allá de los mares.

Quizá no sea yo Ulises, quizás no sea nadie ni nada.

No soy ni espero. ¡Ay, abrazo fingido sin cuerpo!

Me consumo en mí, en ti, en el tiempo que es mentira,

escondite devastado, trinchera inútil de mí mismo.

 

En cada letra que corre se desvanece el tiempo que fue,

la esperanza de mi memoria. Nadie ha sabido de mí.

Todo en mí es adiós, reservorio de ausencias:

escenarios vacíos, tintas invisibles

que escribieron no haber sido hijo, no haber sido padre,

no ser nada, no ser. Sobremuero de ausencia,

de ser personaje de ficción, un yo escrito a medias

por no sé quién, un boceto de quebranto.

 

Y regreso en la ola de la vida,

a un paso de mi imaginada existencia,

vacío en el reflejo de mi espejo,

quizá el tuyo o el de un dios loco o juguetón.

 

Un espejo de olores vacíos, de manos perdidas,

de besos soñados: imagen que a nada sabe.

Regresa para poder olvidarte, que la rosa sin porqué

se olvida porque se olvida.

 

Todo en ti es aroma, fugaz presencia de tu color enamorado:

en mí se fragua la infelicidad como quiero, como quieres,

como quieren.

Es mi búsqueda de sombras, de temblores sin abrazo,

sin mano, sin beso, sin nada.

 

Herido en lo más profundo de mi ensueño,

se me escapa la mirada,

contemplo sin que mi ojo se acople en ninguna parte.

 

Quiero desnudar el poema más allá de mi encierro,

para perder la inocencia, para anular el deseo,

para dejarme, para abandonarme, expuesto y rendido,

desembocado en esfuerzos, para que tú me recorras,

definitivamente varado en una gloria sin eternidad.

 

¡Qué largo se hace olvidar el olvido!

No puedo evadirme de mi casa,

de mi casa que tanto dice de mí,

de ese reducto sin paredes abierto al silencio y al frío.

 

La rosa olvidada de mi huerto no crecerá jamás en la memoria,

porque rosa, huerto, casa y memoria no son nada.

Cuando vuelvo a casa, no puedo encontrar el camino de vuelta.

No hice camino al andar ni habité la casa.

Las ventanas y puertas abiertas son quebranto.

Quisiera mirar y ser mirado, vano intento.

 

Juego con la rosa y con la prosa,

me rasgan los cristales los tendones de mis miembros.

Como un niño necesitado de cariño,

pido amor, pero sólo hay eco.

 

Y yo estoy desnudo, solo en la ruina de mi casa,

poseído de cuerpos poseídos, poseso en un pasado,

ansioso de desvelo.

 

Quizás un lector de sombras aprecie algún día

el vacío de mis recuerdos destrozados,

la cerámica de mis horas hecha tiestos

en el vaivén de la copa,

en el tableteo silencioso e implacable de las horas

abocadas a la nada.

 

Quizás, algún día, renueve mi emociones,

avive mis sentimientos

en la ficción recobrada de mi existencia,

en la lectura de un anónimo lector,

en el disfrute poético del texto,

en la ingenuidad salvaje del poema,

que dolorido y efímero

tendrá conciencia de sí mismo,

prestando la huidiza sensación de haber sido vivido:

quebranto.

 

 

ORDENADOR- 1

 

 

Ayer vi un pájaro en mi ordenador

perdido entre marcos y columnas de colores,

en un bosque de palabras en inglés.

 

Agitaba sus alas de forma mecánica;

era un pájaro desconocido que, por lo visto,

no sabía cantar ni volar, sólo agitar las alas.

 

Me hizo sentirme mal; quise levantarme

y dejar la pantalla, pero yo tampoco podía volar.

 

 

 

 

 

ORDENADOR- 2

 

 

Sólo la imagen del fondo de mi escritorio

es inocente y casta.

Cascadas de Plitvička, ramas sumergidas

en verdes purísimos y planos.

Ni Windows ni Apple,

sólo la imagen y un recuerdo humano

estremecido en la húmeda pantalla;

un sentimiento cuajado

en los lindes siempre afables de la memoria.

 

 

 

ORDENADOR- 3

 

 

Hoy me ha avisado de muerte.

De repente, pantalla azul:

inesperado, oscuro y categórico

mensaje:

TODO SE ACABA.

 

Como en la vida, no hay razón.

Se muere porque se muere,

final escueto de la rosa y

acabose de mi ordenador.

 

 

 

 

 

AHORA QUE NO ME NECESITAS

 

 

Ahora que no me necesitas,

estoy a tu lado:

más fuerte, más firme,

encandilado por la belleza de lo irreversible,

anonadado por tu presencia siempre en fuga.

 

Tu cabeza doblada

se dirige hacia un firmamento sin estrellas,

sin sonrisas ni lágrimas.

 

Tu cuerpo adormecido

acepta el peso de los días y se adapta

al letargo de una vida sin sentido ni reparo.

 

Y , sin embargo,

ahora que no me necesitas.

aquí sigo a tu lado.

 

 

 

 

 

APENAS TE RECONOZCO

 

 

A Clara Plath

Poetisa inteligente, sutil, irónica y onírica.

 

 

 

 

Apenas te reconozco

en la sombra dormida de tus pasos

y ya te vislumbro en tu destino de

amapola marchita,

de cereza en escarcha,

en el dulce licor de tus afectos.

 

De tu pluma devienen negruras insólitas,

otoños bañados de luz

y cimbreos de pestañas

con huidas temerosas y sentidas.

 

Cuánta vuelta de tuerca,

cuánta vuelta: más y más,

cuánta seda, decías, voló manchada de sal.

Y es verdad que no importa el tiempo

o, tal vez, sí que concierne

a ese ámbito oscuro

de las emociones ahogadas.

 

Agredir el cuerpo, agredir el alma,

agredir sin tino ni cálculo,

sólo con la caricia preñada,

es un lujo de auténtica enamorada.

 

Sufriste esas noches de silencio divino,

perdida en desiertos de luz y de viento,

inyectada en rumores y en analgésicos.

 

 Te cerraste a los besos

con la arrogancia ciega

de una desesperada,

sin lengua, sin tino, sin alma,

arrebatando al destino

libertad, pureza y pálpito descontrolado.

 

Y, a pesar de todo,

te descuidaste a cambio de nada,

iluminando tus cielos

de ternura infinita.

Fueron muchos los blues,

muchas las piernas abiertas,

muchas las lánguidas noches

fundidas en tus abrazos.

 

Pasaste la discontinua,

la línea reservada a los elegidos;

por unos minutos volviste a tu infierno

y el ruido invadió toda esperanza.

 

Sudores empapados de plenitud,

distancias someras en aguas profundas;

pasito a pasito te llenaste de mar,

de tentado desgarro

y de tristes ausencias.

 

Ser humanos fue un deseo,

en ocasiones controlado,

un todo ordenado  y limpio

con olor a jazmines y almendras.

 

Y un nuevo sufriente

alzó su gesto implacable de

amor futuro, de llanto y de pecho.

 

Pero tú suenas a cascabel y payaso, 

cabalgada de dunas en pubis de caramelo,

jolgorio de ángeles en alegre despertar,

brisa fresca que se consume

con el primer sorbito del primer anhelo.

 

En tu seno, una oquedad en abismo,

una caída despeñada y solitaria,

un derrumbe de miserias

y de dolores nocturnos.

Así permanece oculto, callado,

sólo abierto a los sueños infantiles.

 

Echadura y descomposición,

gaviotas, silencios y conflicto,

un calor en el horizonte

justifica ansias y desenfrenos.

 

Recurrencia, tacto en rosa,

irritación, valor y fuego.

Designio de enamorada

dispuesta a todo,

incluso a matar su más íntimo sueño.

 

 

 

 

INTERLUDIOS DE MAR

   

 

I

 

 

Siempre podando las olas

se encuentra la dulce Ana Belén. 

Como el mar las manos,

sutileza en el gesto y

brisa en la mirada.

Jardinera de algas frescas,

viento y vela, tejedora de silencios,

horizonte de esperanzas.

 

 

II

 

 

Al otro lado del mar

gira y gira

una peonza de estrellas.

Dos elfos la miran extasiados.

Uno piensa en cómo lanzarla de nuevo,

el otro en cómo detenerla.

 

 

 

III

 

 

Te lo expliqué claramente

una tarde junto al  mar,

toda pasión tiene un precio

que el olvido ha de cobrar.

Lágrimas rodaron negras

hasta los muros de Topkapi

y un marinero atrapó sin rodeos

la tristeza de tu mirada.

 

 

 

IV

 

 

 

Elisa, agua de mar brava.

Dulce y férrea: volcán indomable,

arrebato, ola, sierra y aroma,

torbellino de proyectos,

guerrillera en arrullo,

rabiosa libertaria,

torrente, en fin, de feminidad rampante.

 

 

 

 

V

 

 

Estabas sentada en el

trancanil de la proa

y el viento unía tu cabello

al devenir de las olas.

Ajena a palabra y mirada,

eras más tuya que nunca,

auténtica y sola,

de aventura perfil marinero,

ansiosa Calipso atada a una isla

suspendida en el cielo.

 

 

 

VI

 

 

 

Desleales con el pasado,

y esquivas con el presente,

las náyades del Mediterráneo

pasean sus curvas mojadas

por malecones y balnearios.

El fuego y el hielo en el cristal de

sus copas consagran demencias

de inversiones inmobiliarias.

En sus labios, lentamente y

sin gobierno, naufragan los mercaderes.  

 

 

VII

 

 

 

No volverás a ver las aguas de

este Mediterráneo contaminado,

epopéyico y poético.

Sus aguas vencidas y extraviadas

llenarán de sal tus pupilas.

Sus ondas de espuma negra

velarán tus sentidos

ahítos de tanta miseria.

 

 

 

 

 

VIII

 

 

 

No deseo que lleves flores

a mi tumba perdida en el mar.

Sólo ofrece tu pecho a las olas

para que la caricia de mis

dedos fríos reconforte y valide

el rubor de tu existencia.

 

 

 

IX

 

 

 

Cielo y celo de tu boca,

cuna de estrellas mecida en mieles,

arrulla este mar bravo

que en ti se agota y porfía.

 

 

X

 

 

 

Una garceta levanta el vuelo

sobre el algar de la orilla.

Miro sus alas vibrantes

confundidas con espumas

y siento a la par un réquiem

que clausura certero el concierto.

 

 

 

 

XI

 

 

 

Tus ojos cerrados

como una puesta de sol

consumida en la roca de Korčula.

Veneciano poniente  de besos exprimidos;

ecos de caracolas que sueñan en las dunas

y despiertan, por fin, al morir en las playas.

 

 

 

 

 

XII

 

 

En la hora del crepúsculo

tu océano suena a sonata

y  se recuerda murmullo.

Una canción marinera

aplaca el asalto que se rompe en tu orilla.

Al otro lado del espejo,

peces, delfines y estrellas

defienden abismos;

tal vez custodian misterios.

Tus promesas y juramentos

quebrantan el sentido poético.

 

 

 

 

 

XIII

 

 

Opatija imperial.

camelia, laurel y castaño,

Opatija de Duncan y de Mahler,

sumida en ensueño y regalada en dulce vino,

tú nos invitas al secreto

de tus noches y alboradas.

Te amamos y nos amamos

hasta la extenuación

en el arrogante poniente

que estrangulan tus aguas.

 

 

 

XIV

 

 

Noche serena en el Báltico

con olor a granito

y a madera mojada.

Transparencias suspendidas

en la leyenda de un adiós

que se hace patente mientras

escucho mis pasos que se pierden

cada vez más en el concierto de tu boca.

Quizá algún día vuelva a Tallin,

pero estoy seguro de que nunca,

nunca volveré a Ítaca.

 

 

XV

 

Déjame mar y vete.

No deseo tus brisas ni tus olas

ni tus azules errantes ni tus verdes profundos.

 

Déjame mar y vete.

Busca otras gargantas donde ejercer tu ruina, 

otros pechos donde derramar tus fuentes.

 

Déjame mar y vete.

Olvida mis devaneos, mis coqueteos adolescentes,

mis ofertas de esperanza,

mis apasionados deseos.

 

Déjame mar y vete.

Piensa que nada me ata a tu destino,

que nada me liga a tu naufragio.

 

Déjame mar y vete.

Sigue tu continua marcha.

Muchos son los aspirantes                             

que pretenden tus afectos y engaños.

 

Déjame mar y vete.

Al fin de cuentas

no eres más que agua y más agua,

agua venida de arrollo

que en lluvia se convierte.

 

Déjame mar y vete.

Que proyectos e ilusiones

anegaste sin escrúpulo

con el extravío perfumado

de tanta literatura.

 

Déjame mar y vete.

Que en tus olas,

sueño, nostalgia y mujer

son epopeya, aspiración y utopía,

sinestesia hecha fuego,

narcótico y bálsamo de los sentidos.

 

Déjame mar y vete.

Esconde tu rostro de quimera

y descubre la falacia

de tanto sofisma,

de tanta burla,

de tanta chanza.

 

 

 

CIDO BORGES

 

 

«Fortis imaginatio generat casum»

Anónimo clásico

 

 

Algunos atacan a Borges

y se quejan de que no es

sincero ni existencial.

 

Sugieren que su poesía no es auténtica,

que su arquitectura es un juego,

que su palabra sirve al número

como banal cautiva.

 

Álgebras, libros, tiempos,

ficciones y mitologías

inducen a la confusión.

 

Paradojas exquisitas,

contradicciones sin costuras,

quiméricos museos y espejos rotos

incomodan con su impecable rareza.

 

Laberintos y desconciertos

amplían el horizonte y desvanecen

los recorridos del valor y de la muerte.

 

Todo cristaliza en Borges como destino

ineludible del viejo criollo,

como magia simbólica de la desdicha:

como tigre de eternidad, diáspora y conflicto.

 

Brilla en él la perspicacia y la genialidad

concentradas en matraces de inteligencia;

la ironía y la sagacidad destiladas

en  sal de pueblo y aire de pampa.

 

Algunos atacan a Borges,

al Borges de libro y cuchillo,

pero no saben que su pureza ciega,

su geometría e insolente mismidad

son una forma intensa y distinta

de ser más lúcido y argentino.

 

   

 

 

 

EL MAQUINISTA DE LA GENERAL

UNA ILUSIÓN FOTOGRÁFICA

 

 

 

Caminé un rato solo por el andén vacío.

Tras los arcos de hierro fundido

me sorprendió una exposición de fotografía.

En un viejo hangar remodelado

con restauración minimalista

se exponían, a media luz, imágenes

de espléndidos fotógrafos sobre

máquinas de tren, ferrocarriles de todo tipo

en composiciones atrevidas y objetos emparentados

con los raíles de hierro.

 

En la sala, tenuemente iluminada, sólo estaba yo.

Pero, de repente, al girar una mampara,

vi, de pie, en silencio, rígido como una piedra,

un hombre de mirada plana y gesto adusto que

contemplaba la imagen de una locomotora.

 

Aún con la sorpresa de lo inesperado,

el estupor se tornó en confusión

al comprobar que se trataba del actor

del cine silente Buster Keaton.

Era ilusión o, tal vez, sólo una persona

disfrazada con cualquier razón publicitaria

que, en ese momento, no alcanzaba a entender.

 

Tras unos segundos embarazosos conseguí

entablar una escueta conversación con el

maquinista de la Western &Atlantic, que,

en su papel de Johnny Gray, intercambiaba

con Keaton su pasión por las locomotoras

y la atracción refrenada por las bellas muchachas.

 

El pequeño, débil, valiente y constante,

Gray, Keaton, me preguntó si me gustaban los trenes.

No recuerdo lo que le contesté, supongo que le diría que sí.

Sin mover la cabeza ni su rostro de piedra,

mirando a la imagen que tenía en frente,

me dijo que nada en el mundo era más importante

ni hermoso que un tren. Y siguió diciendo que quizá yo

fuera un estúpido por haber perdido muchos trenes en

mi vida, pero que él lo era más por haberlos tomado todos.

 

Me confesó que vivía rígido, de pie,

en las galerías oscuras, a través del tiempo,

porque no podía doblar las rodillas;

era tan orgulloso que se atrevía a contemplar su alma

desde afuera y todos los trenes desde dentro.

Había maltratado la mayor parte de las emociones,

las había violado, sí violado, una tras otra,

en cada uno de los trenes en los que había montado.

Y todas las violaciones le habían parecido hermosas,

atrevidas frente a las modas, rebosantes de afecto,

indulgencia y comprensión por el ser humano.

 

Él, pequeño y frágil, se había convertido en el eterno

héroe, el esperado en todas las estaciones del mundo.

No había tren en el que no hubiese montado y no

se arrepentía; qué belleza de viajes,

qué atractivas aventuras.

 

Tras tanta violación, tras tanta castración,

tras tanto castigo, viaje tras viaje, sin darse cuenta

se había ido quedando rígido, entumecido e inflexible

frente a opiniones, paisajes, costumbres y gentes.

La máscara de su cara impasible así lo justificaba.

 

Ahora, sólo el tren le aportaba la realidad o

tal vez la ilusión del único movimiento,

del traqueteo amable, sustancial y previsible,

un desafío al azar caótico, una estación seguida de otra

con regularidad de reloj y precisión de laboratorio.

 

En el exterior sonó el pitido de un tren que se acercaba.

Un grupo de niños orientales entró en la sala con una

profesora que intentaba poner orden y centrarlos en

las fotografías que colgaban de mamparas y paredes.

Creo que fueron dos niñas con coletas y esgrimiendo

sendos helados de fresa con nata las que atravesaron

corriendo la figura del desprevenido y estático Keaton.

 

Afuera, el pitido de un tren sonó mas cercano e insistente.

Como un soplo, la United Artists, quizás la Metro,

se desmoronó. Sólo un halo de rígida tristeza pareció

flotar entre las locomotoras fotografiadas.

Salí a los andenes y me senté en un banco;

indeciso, no sabía si coger aquel tren o simplemente

verlo partir.

 

Ser cobarde tenía un precio, lo sabía muy bien,

sin embargo, ahora era consciente de que

ser un héroe pasaba una muy alta factura.

Miré mis piernas y las balanceé.

Esbocé una sonrisa, tal vez una mueca, y

pensé: Por ahora puedo mover las rodillas.

 

La hermosa locomotora arrancó y arrastró

vagones, vagones y más vagones llenos de gente.

 

 

FLASH FERROVIARIO I

VOYAGE IMAGINAIRE EN TRAIN

 

 

 

Misteriosos y destartalados galpones,

andenes de esperanza, andenes alegres

y andenes de tristeza, ruidos veloces,

traqueteos y retumbos de hierro en continuo vaivén;

silbidos agudos y evanescentes, encrucijadas mágicas,

destinos de ensueño, escapes y retornos;

traviesas y líneas abortadas, arte de lo imaginario

soñado en vagones siempre nostálgicos.

Poético regreso de París en tren expreso...

Amor sobre ruedas... Omaha y Sacramento, Bruselas,

Ginebra y Estambul, Vladivostok, Társkaya y Ulán Bator:

Transcontinental, Orient Express,  Transiberiano y

Transmongoliano: figuraciones fugaces, miradas perdidas

tras unas ventanillas siempre abiertas a la vida.

 

 

 

 

FLASH FERROVIARIO II

THE FILM OF LIVE

 

 

 

Historia de los caminos de hierro,

historia de la modernidad,

esperanza de buen sentido y de feliz convivencia:

Ah, ingenua y noble expectación

de Robert Ritchie y de Francisco Nard...

Viejos y nuevos convoyes, románticos trenes

y futuristas ferrocarriles de vértigo;

qué lejos quedan ya aquellas berlinas, aquellos vagones

y char-à-bancs de a ocho leguas por hora.

 

Como la vida misma, las líneas, las vías

y las locomotoras se adaptan a las nuevas necesidades.

Pero ya sea con teteras de peltre o con refrescos enlatados,

con tortillas de patatas o con sándwiches plastificados,

con libros de cubiertas jaspeadas o con ordenadores portátiles,

la vida sigue fluyendo dentro y fuera del tren

como una película constante y fiel a los añejos caminos de hierro.

 

 

 

FLASH FERROVIARIO III

VIAJE PROFÉTICO

 

 

Y siempre a la misma hora

el camino de hierro es navegado sin pausa,

surcado por una flecha veloz hacia lejanos andenes.

La saeta de acero se aleja con todo tipo de promesas,

de fantasías y de esperanzas.

El caminante quisiera subirse al tren,

ver nuevos paisajes,

conocer nuevas gentes,

enriquecer su espíritu

y vivir cada uno de los instantes

en absoluto y perfecto presente;

pero el tren no es una máquina errabunda ni caprichosa, 

el tren marcha, se acelera y se detiene siempre

sobre rieles indiscutibles, invariables,

en un viaje profético que convierte en profeta al viajero. 

 

 

   

 

SED PIADOSOS CON EL POEMA

(REMAKE)

 

 

«Ningún poema hay

que sea tan malo

que no valga nada.»

Santiago Delgado—

 

Tengo que reconocer,

después de pasados los años,

que no hay poema tan malo

que no valga nada.

 

Poema de alto vuelo,

poema bien estructurado,

poema sustantivo,

poema con ritmo integrado,

puede ser simple sonido,

ruido y pesar amargo

a oídos indiferentes

o a oídos desentrenados.

 

El ripio, el sonsonete,

el romance pobre

o la cuarteta malograda,     

desde una visión experta

puede sonar a gloria y

provocar ecos sentidos

a enamorados, familiares

amigos o seguidores.

 

Formación, situación

y ambiente determinan

la validez, la bondad y

la legal perfección del verso.

 

Su encadenamiento inspirado,

su pasión constructiva,

su razón emocional,

la chispa, el tono y el gesto,

son buenos motivos que

justifican atrevimiento.

 

El poema es saeta que

se dispara al cerebro

a la busca de sensaciones

que sacudan desde dentro.

 

No importa la materia,

la forma y aditamento,

si la flecha alcanza meta

y estimula sentimiento.

No hay que despreciar

al cantor que una vez

puso su alma en versos

y confirió a la palabra

hermosa y noble misión.

 

Vate preclaro y vate plebeyo,

bardos siempre aficionados,

embelesados de estilo en la

dicción y el vocablo,

transmisores de emociones,

cada uno con su cálamo,

tenéis mi simpatía

por la elección del verso,

por querer, a vuestra manera,

hacer sagrados los textos.

 

Con ideas de Rimbaud,

no importa moral ni ética,

ni belleza hermoseada

ni beneficio social; la poesía

es sacerdote, diácono o monaguillo

con interés siempre sacro.

 

En medio de la turbulencia

destacan unos pocos poetas,

pero otros muchos menores,

por razones bien diferentes,

tienen la valentía de lanzar sus versos,

de cantar sus trovos humildes,

de ser atrevidos y esforzados

en circos donde la palabra

con carácter de sacramento

es perseguida y conjurada.

 

Al margen de quien sea el poeta,

receptores profundos y

receptores planos

dan tratamiento distinto al poema;

y tal sea la edad, cultura y estado

en el mismo lector, así también

se sanciona la carga poética.

 

Sed piadosos con el poema

no destinado a vosotros,

pasad página, cerrad el libro,

abrid las manos y dejadlo volar

a un nuevo y adecuado destino.

 

 

 

APENAS REFLEJOS

 

 

 

I

 

 

 

Vago reflejo en el cristal mojado;

ilusoria arquitectura del clásico

que se atisba sin exceso en el vano

de los sueños, siempre empañados

por un hálito sin futuro ni existencia.

 

 

 

II

 


No sé si era su cara o si era la mía,

cuál era aquel rostro que apenas

se dibujaba bajo el cristal de las aguas.

Un signo, una alusión,

acaso una vago recelo,

un boceto no más,

de enigmática mirada.  

 

 

 

III

 

 

 

Sospecha, malicia, fantasía

de brillos al bies del espejo,

sesgo de fuegos en continua

represión.

Tal vez una simple veladura

o un alma doliente en deshonrosa

aflicción.

 

 

 

IV

 

 

La verdad es que ignoro

el motivo y la causa.

Sólo afirmo que le vi salir

del vidrio inflamado por el sol porteño.

Hubiera jurado que era

un marinero dolido,

un poeta de amor traicionado.

Pero raudo, como un beso en la mejilla,

se esfumó en la humedad de la tarde.

 

 

   

V

 

 

La transparencia inmaculada del cristal.

La esencia adulterada.

Ráfagas de pintura,

corpúsculos de polvo endurecidos

con la lluvia, y ese espacio intermedio,

ni tuyo ni mío,

ni adentro ni afuera,

en el que se vislumbran íncubos, súcubos

y alguna ninfa prisionera de su propia

metamorfosis.

 

   

 

VI

 

 

Siempre están ahí.

Están presentes en su cárcel transparente.

Nos miran y no los vemos,

pero la cámara los capta a veces,

los captura en inquietante y sereno

deleite.

 

 

SERÍA MÁS HERMOSO

 

 

Sería más hermoso, romántico tal vez,

si estuviese en lo alto de un cerro,

si cruces celtas se recortasen en un

inmediato y neblinoso horizonte,

si los soplos del viento evocaran

las cumbres borrascosas de Brontë,

las baladas de Wordsworth,

los refinamientos perversos de Shelley

o las rotundas palabras de Keats.

Pero no. Se trata de un amplio espacio,

vallado y tenuamente separado del mundo.

Junto a sus exiguos muros, grandes torres

de metal lanzan su cableado de alta tensión

hasta una central eléctrica inmediata.

Automóviles e infinitos medios

de transporte se desplazan paralelos a

la vetusta pared sin contemplación alguna.

Entre verdones, arbustos y mármoles discurren

veloces las voces de la autovía, se estrellan

murmullos de gasolina e indefinidos sentires

de viaje que nada saben de esta estación final.

Límite entre los límites, la antigua parcela

dormita a pesar del ruido continuo,

olvidada de templos, ajena a conjuros y aquelarres.

Cerca, los centros comerciales levantados a

las afueras de la ciudad compiten en territorio

y en almas perdidas; atraen a los clientes

a oleadas, en masas mecánicas, en bucles

deasaforados, que consumen sin cuento para

luego, sólo un poco más tarde, ser consumidos

con voracidad en el seno del territorio vecino.

Ya sea el Père-Lachaise de París,

el toit tranquille de Valéry,

el impresionante Mirogoj

o esta finca, rodeada de torres eléctricas y una autovía,

se puede aventurar que todos son espacios de finitud y

reductos de acabamiento; idénticos en lo esencial

aunque con maquillaje distinto.

Autovía, gasolinera, central eléctrica y fábrica de cerveza,

límites circunstanciales entre lo que es y lo que fue,

son factores de modernidad, servicios de mercado y negocio,

fuentes de caudales que demarcan ámbitos opuestos:

vida alborozada en contraste con silencio,

sordo entusiasmo, fluir perpetuo, aguas de Manrique

que circulan sin seso a la diana fija de la quietud solemne.

 

 

 

 

DÓNDE ESTÁN MIS SUEÑOS

 

 

«Y quedo largo rato reclinado sobre mi página»

Jules Laforgue—

 

 

Dónde están mis sueños tan queridos,

dónde dejé mis carpetas infantiles,

dónde mis documentos de juventud,

escrituras todas hechas de jacintos

y de cimitarras.

 

Dónde quedaron lady Mariam, Nadia

y Constanza; dónde Robin, Strogoff y

D’Artagnan.

 

Perdiéronse en el olvido Carlota, Susie y

Ata, Werther, Haddo y Strickland;

sueños y fantasmas que me dieron tanta

realidad.

 

Hoy soy pasto de la Agencia Tributaria,

mero número de la Seguridad Social,

marinero de pensiones y prestaciones,

contemplador pasivo de un mediocre

Apocalipsis.

 

 

 

NUESTRA VIDA EN HABITACIÓN DE HOTEL

 

« this is another place
what light there is
spreads like a net
over nothing »

Mark Strand—

 

 

 

Nuestra vida en habitación de hotel.

En la estancia, mis sueños forjan órbitas perfectas en torno a tus rodillas.

Nada importa tras las paredes de la memoria; seguimos las horas,

una tras otra, bajo sábanas blancas suavemente manchadas

por el carmín del abandono.

Algo parecido a la melancolía, sin duda, campea entre nosotros.

Edward Hopper lanza su pincelada y llena de pintura las maletas

arrimadas al pie de la cama.

Taciturno y austero, el arte acentúa nuestra soledad y da un nuevo sentido

al contraste de luces y sombras.

Permanecemos en silencio; un acallamiento de recíprocas culpabilidades

se tiñe de amarillos y ocres.

Con los brazos caídos, como apéndices muertos incapaces de abrazar,

los cuerpos se hacen madera, marionetas torpes al acecho de espectadores

que las miren, las toquen y después las lancen al cajón de los desguaces.

Al fondo, una ventana traspasada de azules mortecinos propone su invitación

al mundo ficticio del exterior. 

Pero tú y yo buscamos la sombra, necesitamos la umbría,

somos dos seres cansados y colmados de ausencias.

Volvemos a tocarnos con nuestras manos frías;

nos regalamos destierros inmaculados y respiramos acres caricias

en este paréntesis de olvido conseguido a bajo precio.

 

 

 

 

NADA TURBADA

 

 

«Llevad agua con vosotros.

En nuestro futuro acecha mucha sequía»

Mijalis Katsaros—

 

 

Nací y me moví por

Paseos, Glorietas y Arenales,

Por Plazas, Barrios y

Calles medievales.

 

Vi nacer y crecer

Gran Vías, Avenidas, Paseos,

Edificios, Galerías, Comercios,

Estadios y Facultades.

 

Vi cambiar y desaparecer

Hoteles, Depósitos, Cafés,

Bares, Cines y Clubes,

Librerías, Papelerías, Conventos,

Manicomios, Asilos y Jardines,

Aduanas, Sanatorios, Jugueterías,

Tiendas de raigambre,

Estaciones de autobuses

Y Fábricas militares.

 

He asistido a una continua

Representación de fugas y sorpresas.

He estado donde debía estar,

En el centro de un torbellino,

Curioso unas veces, simpático y

Estúpido otras, las más dramático.

 

Dejaré a mi carne seguir su rumbo

De cara a la irresponsabilidad infinita

Para poder descansar en la nada turbada, 

Sin lo bueno y sin lo malo,

Sin pronósticos ni diagnósticos,

Sin usureros ni semáforos.    

 

 

 

 

COMO MI MADRE

 

 

Mi madre duerme  serena

hace ya la friolera de tres años.

Dejó de comer, dejó de beber,

cerró los ojos y se quedó como

una bella durmiente.

 

¿Qué pasa por su cerebro?

Lo desconozco.

Parece que no sufre,

pero, al mismo tiempo,               

parece como si supiese

de su condición de falsa

durmiente.

 

Yo voy por el mundo erguido,

caminando, conduciendo,

aparentando que vivo,

mirando a un lado y al otro,

pero cada vez estoy más seguro

de estar durmiendo falsamente

como lo está mi madre.

 

 

 

 

 

TAL VEZ FUE, PERO NO LO RECUERDO

 

«Pourquoi devant mes yeux revenez-vous sans cesse,

ô jours de mon enfance et de mon allegresse?»

Víctor Hugo—

 

 

 

Tal vez fue, pero no lo recuerdo.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando se dejaba los ojos en aquellos mambos

a cuadros, como paños de cocina caribeña,

que cortaba y que cosía para mí con todo esmero.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando, llegada la noche, inclinada sobre una libreta,

concentrada y ensimismada, trazaba con el bolígrafo

números rojos y azules bajo dos largas columnas

que rezaban Entradas y Salidas.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando, insuflada por una extraña energía,

se movía ágil por la terraza, tendiendo la ropa

al sol y cantando con entusiasmo contagioso.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando, apoyada en la barandilla del balcón,

con una sonrisa pura y transparente, esperaba

a mediodía la llegada de mi padre.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando, absorta en su reflejo, pasaba el lápiz

rojo sobre sus labios perfectos y negaba con

orgullo cualquier otro tipo de maquillaje.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando me reñía cargada de argumentos y yo,

atrevido, le contestaba con ingenua insolencia

al  mismo tiempo que aceptaba y jamás ponía

en duda la razón de su reparo. 

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando, sin gesto de cansancio, hacía las faenas

de la casa, se preocupaba por todos nosotros y,

al caer de la tarde, con paciencia infinita, me repasaba

y explicaba las lecciones y los ejercicios escolares.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando, después de haberme hecho la cometa,

arreglado el patinete, encordado la peonza,

o enseñado cualquier cosa, yo me iba contento y

alborozado a compartir con los amigos de juego.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando, con peculiar desparpajo, vencía los

argumentos de hierro de mi padre, y él lo asumía

con perfecto silencio y apostura de galán cinematográfico.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando decidió dónde debía llevar a cabo mis estudios,

lo departió con mi padre, y contra algunas posturas

familiares, salió vencedora y me dirigió con acierto.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando, puesto todo su empeño en la repetición de

unas canciones o de unos poemas, conseguía que,

a la par, memorizase su letra y obtuviese todo el gozo

cantándolos, recitándolos y declamándolos.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando se tomaba unos minutos de descanso

a media tarde, y una infusión le hacía recuperar

fuerzas y ensoñaciones, con la mirada abandonada

en un cielo infinito tras los cristales de la sala.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando, con natural generosidad, ayudaba a vecinas y amigas

en sus carencias o en las de sus hijos más necesitados.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando la enfermedad, de forma sutil e insistente,

empezó a centrarse en ella, haciéndole perder

poco a poco la capacidad de sus sentidos.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando un brutal cáncer, con la velocidad de unos

meses, le arrancó a mi padre la vida de

forma sorprendente y temprana.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando valiente, tal vez inconsciente o simplemente atrevida,

en actividad continua cruzaba las calles, iba y venía

a penas sin oído y con la vista muy deteriorada.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando ya no atendía y empezaba a negarse a la vida,

cuando estar aquí era motivo para querer estar allí,

cuando sus oraciones ya no podían ser rezadas porque,

como si de un niño se tratara, necesitaba de guía y

de obligada enseñanza.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando las entradas a quirófanos y salas hospitalarias

fueron circunstancias de difícil explicación.

Me hubiese gustado hablar con mi madre

cuando, postrada en una cama, cerrados los ojos,

indiferente a cualquier circunstancia, vagaba por mundos

insospechados, ajena a caricias, a besos y sentimientos.

 

En todo caso,

me hubiese gustado hablar con mi madre

ahora que ella y yo permanecemos en absoluto silencio.

 

 

 

 

 

ÍNDICE

 

POEMAS ENTRÓPICOS

 

UNO DE AQUELLOS

CÓMO ES POSIBLE

LOS HE VISTO

UNA ESCAPADA

ESTÁN EN LAS CALLES

TURBA SEDUCTORA

ME ASOMBRO

NO ME AGRADAN LAS CAPILLAS

CUENTOS NUEVOS

LLEGA UN MOMENTO

NO PERMITIRÉ  BABILONIA

DEJAREMOS

POR CARIDAD

TU NOMBRE ES LEGIÓN

ESTO ES ÁFRICA

LOS ÁNGELES SON BELLOS

DEVENIR DE SIRIA

ÁNGELES CAÍDOS EN WALL STREET

NIÑA CON KALASHNIKOV

EL INSURGENTE

CABALGADA

ESQUELETOS DE HORMIGÓN

ILUMINADOS

ME MUEVO

SOMOS VANIDAD

PODEMOS HABLAR

 

POEMAS CANÓNICOS

 

TORMENTA DE PRIMAVERA

CON PASO DECISIVO Y MORISCO

CALLE DE LA AURORA

RITUAL

HOJAS DE BETEL

EN LA PUERTA DEL SERRALLO

MIRADA

EL SIGNO DE LOS TIEMPOS

ÍNDIGO

QUEBRANTO

ORDENADOR- 1

ORDENADOR- 2

ORDENADOR- 3

AHORA QUE NO ME NECESITAS

APENAS TE RECONOZCO

INTERLUDIOS DE MAR

CIDO BORGES

 

EL MAQUINISTA DE LA GENERAL

UNA ILUSIÓN FOTOGRÁFICA

 

FLASH FERROVIARIO I

VOYAGE IMAGINAIRE EN TRAIN

 

FLASH FERROVIARIO II

THE FILM OF LIVE

 

FLASH FERROVIARIO III

VIAJE PROFÉTICO

 

SED PIADOSOS CON EL POEMA

(REMAKE)

 

APENAS REFLEJOS

SERÍA MÁS HERMOSO

DÓNDE ESTÁN MIS SUEÑOS

NUESTRA VIDA EN HABITACIÓN DE HOTEL

NADA TURBADA

COMO MI MADRE

TAL VEZ FUE, PERO NO LO RECUERDO