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Revista de estudios filológicos
Nº30 Enero 2016 - ISSN 1577-6921
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teselas

 

 

El sentido de un final, Julian Barnes

(Compactos Anagrama, Barcelona, 2013)

 

 

         Entretanto, estábamos hambrientos de libros y de sexo, éramos meritocráticos, anarquistas. Aunque todos los sistemas políticos y sociales nos parecían corruptos, nos negábamos a considerar otra alternativa que el caos hedonista. Adrian, sin embargo, nos empujó a creer en la aplicación del pensamiento a la vida, en el concepto de que los principios deben guiar las acciones. Previamente, Alex había pasado por ser el filósofo entre nosotros. Había leído cosas que los demás no habíamos leído y podía, por ejemplo, afirmar de repente: «Sobre lo que no podemos hablar, debemos guardar silencio.» Colin y yo rumiábamos un rato esta idea en silencio y luego sonreíamos y seguíamos hablando. Pero la llegada de Adrian desalojó a Alex de su puesto o, más bien, nos dio la posibilidad de elegir filósofo. Si Alex había leído a Russell y a Wittgenstein, Adrian había leído a Camus y a Nietzsche. Yo había leído a George Orwell y Aldous Huxley; Colin, a Baudelaire y a Dostoievski. Esto es sólo una ligera caricatura.

         Sí, desde luego que éramos pretenciosos: ¿para qué otra cosa sirve la juventud? Usábamos términos como «Weltanschauung» y «Sturm und Drang», nos gustaba decir «Eso es filosóficamente evidente» y nos asegurábamos unos a otros que el primer deber de la imaginación era el de ser transgresora. Nuestros padres veían las cosas de una manera distinta, y describían a sus hijos como inocentes súbitamente expuestos a influencias nocivas.

(pág. 19)

 

         El padre de Veronica tenía un Humber Super Snipe. Los coches ya no tienen nombres así, ¿verdad? Yo tengo un Volkswagen Polo. Pero Humber Super Snipe eran palabras que salían de la lengua con tanta fluidez como «el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo». Humber Super Snipe. Armstrong Siddeley Sapphire. Jowett Javelin. Jensen Interceptor. Hasta Wolseley Farina y Hillman Minx.

         No me malinterpreten. No me interesan los coches, ni antiguos ni nuevos. Me inspira una vaga curiosidad el hecho de que a un gran turismo le pongan el nombre de un ave de caza tan pequeña como una agachadiza, y el de si Minx tenía características de mujer turbulenta. Pero no soy lo bastante curioso para averiguarlo. A estas alturas prefiero no saberlo.

(pág. 105)