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EL “QUIJOTE”, SIEMPRE
A Eusebio Aranda Muñoz, amigo y estudioso del Quijote.
“Y tiene don Silverio unos ojos de expresión única, ojos que refulgen y lo dicen todo. Y tiene unas manos largas, huesudas, sarmentosas, que suben y bajan rápidamente en el aire, elocuentes, prontas, cuando las palabras surten de la boca del viejo hidalgo, atropelladas, vivarachas, impetuosas, pintorescas.
Yo siento una gran simpatía por don Silverio: lleva treinta y tres años adoctrinando niños en El Toboso. El charla con vosotros, cortés y amable. Y cuando ya ha ganado un poco de vuestra confianza, entonces el rancio caballero saca del bolsillo interior de su chaqueta un recio y grasiento manojo de papeles y os lee un alambicado soneto a Dulcinea”.
AZORÍN, “La ruta de Don Quijote”
De la mano del maestro Azorín entramos en el tema reconociendo la deuda doblemente contraída con él al utilizar no solo un texto suyo como punto de arranque sino también una oportuna paráfrasis de ciertas palabras que él escribiera y hoy puede leer quien, paseando por el Parque de Albacete, se detenga ante el sobrio monumento que esta ciudad dedicó al escritor alicantino, manchego de adopción.[2]
Si en cualquier lugar y tiempo, desde que Cervantes escribiera su obra genial, es oportuno acceder a la lectura y estudio del “Quijote”, tanto más en tierras de La Mancha donde tan viva es la presencia de este mito universal.
A pesar de la rica bibliografía ya existente, recopilada y puesta al día en la monumental edición de la obra hecha por Vicente Gaos[3], es difícil que un profesor de Literatura resista a la tentación de aportar su granito de arena al estudio de novela tan compleja y singular.
Nuestra contribución al tema en este trabajo será muy modesta. Hasta dudamos de su condición de “publicable”. Escribimos como quien siente el impulso – alguna vez experimentado – de recoger en un memorial parte de la experiencia vivida cuyo gran recuerdo desea conservar.
En un estudio ya clásico de Américo Castro, considerado referencia obligada en toda didáctica del español, leemos:
“Estimo nocivo, a la par que ridículo, el que se convierta al Quijote en lectura ritual. En la escuela se debería leer de Cervantes lo más esencial y adecuado para el caso…”[4]
Está claro que Castro escribe recordando una época en la que se había hecho obligatoria, por Orden Ministerial, la lectura de la magna obra cervantina en las escuelas primarias. Aboga don Américo por las buenas y variadas selecciones de nuestra literatura clásica que permitan, desde la infancia, aficionar a los lectores a la literatura sin que llegue a hastiarlos.
Debemos ahora aclarar el sentido que damos al título de este artículo. Al decir “el Quijote, siempre” no pretendemos dar al adverbio un sentido tan amplio que abarque el espacio, el tiempo y los “tiempos” todos de la vida. Como en la obra cervantina, importa mucho la perspectiva, el punto de mira. Y es el nuestro el del nivel educativo en que ejercemos la docencia: el primer ciclo de la enseñanza universitaria en una Escuela Universitaria del Profesorado de E.G.B.
Dada la singular condición de nuestros alumnos, futuros profesores en los primeros niveles de la enseñanza, será conveniente establecer una distinción entre los “saberes” que ellos, como tales universitarios deben acumular, y lo que después estarán obligados a transmitir a los niños, que no siempre guardará, mutatis mutandis, ajustada correlación, ni tiene por qué guardarla, con lo acumulado. Un buen profesor, ejerza la docencia en el nivel que sea, ha de ser persona culta, entendido el vocablo en su más amplio y noble sentido. De ahí que aspiremos a ser muy exigentes con nuestros alumnos aunque a la hora de analizar resultados estos no sean todo lo satisfactorios que hubiéramos deseado.
Abordamos, hoy, pues, un solo tema y muy concreto: el del acercamiento al Quijote por parte de estudiantes de Literatura Española en el primer ciclo de la Universidad.
La experiencia docente nos dice que la mayoría de los bachilleres llegados a nuestras clases han tenido un contacto inicial, fragmentario, con la obra cervantina en la educación primaria y que en la secundaria, según los Centros, se les ha obligado o no a la lectura íntegra del Quijote. Nos preocupa saber si el conocimiento que de la obra se tiene es suficiente y, sobre todo, si la lectura se ha hecho con agrado o sólo cumpliendo un penoso deber. En el primer caso no se tendrá inconveniente en volver a leerla, es más, se hará por propia voluntad, sin imposición.
Nos hemos propuesto como objetivo concreto – por medio del lema “el Quijote, siempre” – que cualquier alumno, al terminar el curso de Literatura, pueda decir que “ama” el Quijote y desea seguir estudiándolo cada vez más a fondo[5]. No es tarea fácil en los tiempos presentes cuando, por el ritmo de vida y las mil solicitaciones procedentes de otros medios, ajenos al libro, muchos estudiantes sienten cierta aversión a las novelas extensas. Así al menos me lo han comunicado algunos. Y mi intención es la de hacer grata y apasionante la lectura de la obra, y, si es posible, para todos los alumnos. La mera imposición de tal lectura para rendir cuenta en posterior examen o por medio de un trabajo tópico cuyos contenidos están al alcance de los universitarios en excelentes monografías ya no llega a satisfacernos puesto que tal camino no siempre desemboca en ese placentero y personal encuentro con la obra cervantina que deseamos para nuestros alumnos.
Hay que buscar nuevas vías de acceso a la lectura, esencialmente dinámicas desde el comienzo. Intentamos hallar una fórmula que aúne lo individual y lo colectivo con el fin de implicar en el juego a los más remisos.
Agradecemos a nuestro maestro, el inolvidable profesor Baquero Goyanes la esmerada edición que preparó de LA REGENTA con motivo del centenario de la novela clariniana[6], ya que, de la guía de personajes que cierra el estudio hemos tomado la idea para nuestro proyecto de trabajo colectivo con los alumnos de Literatura en el año académico 1985-86.
¿Por qué no hacer un censo de los personajes que aparecen en el Quijote, siguiendo las pautas marcadas por Baquero para los de LA REGENTA?
¿Cómo implicar a un grupo de 29 personas en el mismo trabajo?
El procedimiento arbitrado para el caso tuvo una buena acogida desde el principio tal vez por su “novedad” y consistió en lo siguiente:
1º A cada alumno se le asignó un número-clave, del 1 al 29.
2º Se acordó aplicar los números-clave en series, tantas como fueran necesarias, -siempre del 1 al 29 – a los personajes del Quijote por orden de aparición en la novela.
3º Los alumnos, individualmente, se encargarían de “seguir la pista” – para confeccionar la ficha correspondiente – a todos los personajes cuyo número-clave coincidiera con el suyo propio.
4º Con cierta periodicidad se realizarían reuniones por equipos para realizar las comprobaciones pertinentes con respecto a los números-clave que se iban asignando a los personajes de la novela, con el fin de evitar duplicidades y lagunas.
5º Se acordó dar entrada en el fichero a todo personaje que en la obra apareciera individualizado, aunque sólo fuera a través de una referencia o careciera de nombre propio. En este caso, para la nominación se elegía el nombre común más significativo, previo acuerdo en las reuniones de grupo.
6º Por la especial atención que merecían las fichas dedicadas a don Quijote (número-clave 1), Dulcinea (6) y Sancho Panza (20), los alumnos cuyo número-clave fuera uno de estos tres quedarían eximidos de trabajar con otros personajes con lo cual, a partir de la segunda serie, eliminados los números 1, 6 y 20, todas las series constarían de 26 y no de 29 números, aunque se llegara a esta última cifra en la asignación.
7º Se estableció un calendario máximo de lectura, fijado en trece semanas a razón de diez capítulos semanales, con el fin de dejar tiempo suficiente después para la elaboración de las fichas.
Admirable el comportamiento de los lectores. Muy pocos agotaron ese tiempo máximo, estimulados por el afán de conocer al personaje siguiente cada vez que se agotaba una serie.
8º Transcurrido el tiempo de lectura, se habían aplicado a la novela quince series completas, la primera de veintinueve personajes distintos y las catorce siguientes de veintiséis, más una serie que sólo alcanzó el número 18. En total cuatrocientos once personajes.
9º Al finalizar el curso académico se entregaron los trabajos individuales bajo el lema del número-clave. Por ejemplo, el alumno DOS presentó el conjunto de fichas de personajes número DOS:
- el Ama
- cabrero mozo
- Alfeñiquén del Algarbe
- hermano de don Fernando
- hijo de Barbarroja
- criado del Canónigo
- Mari Sancha ( = Sanchica)
- labrador escribano
- Durandarte
- uno del escuadrón del rebuzno
- boticario toledano
- espías y matadores[7]
- un forastero
- don Juan
- sobrino de don Antonio
- Radamanto
La nota más positiva destacable con respecto al trabajo realizado en el curso 85-86 es la del equilibrio entre el trabajo individual y el colectivo. Gracias a ello conseguimos implicar en la empresa a alumnos inicialmente no interesados en la obra cervantina. La parte última, más personal, de elaboración de fichas permitió calibrar más adecuadamente la capacidad y valía de los redactores. No todas las fichas realizadas eran aceptables pero sí algunas de ellas. El trabajo, pues, no había concluido.
Dos tareas urgentes se me presentaron: la ordenación alfabética de los personajes para una posible guía de la obra y el estudio de las fichas en orden a su validez mínima.
El curso 86-87 lo dediqué a una nueva recogida de fichas para comparar resultados con respecto al año anterior. Yo conseguiría tener las fichas duplicadas pero los alumnos trabajarían utilizando un nuevo procedimiento[8]. A partir del fichero ya elaborado, desapareció el número clave convencional usado para el caso y los personajes del Quijote recibieron un número correlativo, siguiendo el orden alfabético común. Se distribuyó el índice y a cada equipo de trabajo se le asignó una serie correlativa de números cuyas fichas tendrían que elaborar. (Al encomendar un trabajo, suelo tener muy en cuenta la posibilidad de elección por parte de los ejecutores. Dentro de un orden establecido, que no todo venga impuesto. A un grupo de cinco alumnos se le asignan cincuenta números pero se les concede la posibilidad de distribuir libremente las diez fichas que a cada miembro del equipo corresponden).
La novedad, con respecto al año anterior, consistía en que, dado el orden alfabético de los personajes, los lectores desconocían el momento en que cada uno de ellos iba a aparecer en la obra con lo cual el estímulo lector quedó muy acrecentado. Alumno hubo que, mediada la lectura del libro, acudía impaciente a consultar sobre tal o cual personaje, temeroso de haber pasado por alto su aparición. Se imponía, pues, una lectura atenta y participativa.
El índice comienza por el 1. Abad, tío de Sanchico y termina con el 411. Zoraida. Por motivos de espacio prescindimos de su transcripción completa.
En el año académico 87-88 se ofreció el mismo índice a la clase para que realizaran un trabajo semejante al del año anterior, con una variante. Se dejaba absoluta libertad en cuanto a la elección de personajes cuyas fichas había que realizar. Cada cual podía confeccionar veinte fichas sin que previamente se le hubieran asignado determinados números del índice. Ha sido interesante comprobar qué personajes, al solo conjuro del nombre o por la evocación que ellos suscitaran de una anterior lectura de la obra, han sido escogidos, incluso repetidamente[9]. Por este procedimiento han trabajado 23 alumnos y, de las 411 fichas posibles, han sido elegidos 132 personajes. Destacamos los nombres de aquellos que han tenido más de diez elecciones, cifra que se aproxima al 50% del total de electores, muy significativa por tanto:
- Zoraida 14 elecciones
- Sansón Carrasco 13 “
- Ginés de Pasamonte 12 “
- Diego de Miranda 11 “
Si recordamos la clasificación que de los personajes del Quijote hace Hatzfeld[10] atendiendo al plano que ocupan en el conjunto de la obra, no es de extrañar la predilección por Sansón Carrasco, personaje de primer plano, que tan importante papel desempeña en el desarrollo de la trama novelesca, a lo largo de toda la Segunda Parte.
Bastante lógico parece también ver destacados dos personajes, situados por Hatzfeld a media profundidad, Pasamonte y el Caballero del Verde Gabán, pues se trata de dos tipos muy bien perfilados por Cervantes – cosa por otra parte aplicable a otros muchos personajes de la obra menos afortunados en la elección -, cuya personalidad se presta a ser definida lucidamente en una ficha.
Más sorprendente ha resultado para mí el caso de Zoraida, personaje secundario, situado en el fondo del cuadro, protagonista en uno de los relatos marginales incrustados en la Primera Parte. Podría justificarse la mayoritaria elección por el atractivo que haya podido ejercer sobre los lectores el exótico mundo norteafricano y las posibles connotaciones biográficas del relato del Cautivo. O tal vez porque los lectores han encontrado más cómodo realizar la ficha de un personaje cuya aparición queda limitada a unos muy concretos capítulos. Ley del menor esfuerzo.
De mayor interés para quien ha dirigido el experimento, en esta tercera fase del trabajo, ha sido la confirmación de una vieja teoría personal: cuando se emplean recursos didácticos que conceden mayor autonomía a los alumnos, en orden a elección de trabajo, colectivamente los resultados pueden calificarse de mediocres, pero este es el medio más idóneo para descubrir la existencia de individualidades altamente creativas. Tal ha sido el caso de una alumna que nos ha sorprendido con un inesperado trabajo de creación poética al enfocar las fichas elegidas de un modo muy particular. Se disculpa al inicio por haber utilizado un procedimiento poco ortodoxo. Bien puede disculparse lo que no ha sido falta sino mérito. ¿Acaso no mereció don Silverio toda la simpatía de Azorín por haber escrito un alambicado soneto a Dulcinea?
Agradecemos a la autora de las fichas-poema la idea que nos ha brindado para un nuevo planteamiento, en otro curso académico, de la lectura estudio del Quijote. ¿Por qué no invitar a los alumnos a la elaboración de un “censo de personajes” para uso privado haciendo que los secundarios en el Quijote se conviertan en protagonistas de nuevas historias, escritas por los propios estudiantes? Y llegados a este punto de la reflexión no podemos dejar de recordar un precioso librito[11], casi olvidado, que tanto manejamos y dimos a conocer a otros alumnos, los de las primeras promociones del Plan de Magisterio 1967, algunos de ellos hoy excelentes profesionales. Lo interesante es constatar que la actual alumna, autora de las fichas-poema antes citadas, probablemente no ha leído el libro de Mª Hortensia Lacau. Su trabajo da la impresión de algo muy personal, espontáneo, no sugerido desde fuera.
He aquí una mínima muestra de las fichas realizadas. Cierre adecuado serán dos de las fichas-poema que venimos comentando.
Ficha realizada por la alumna Isabel López Gómez (curso 87-88)
Nº 273 LA MOLINERA
Aparece en los capítulos II y III de la 1ª parte. Es una ramera a quien Don Quijote toma por dama del castillo-venta. Cuando don Quijote llega a la venta ellas se asustan y huyen, a lo que dice don Quijote:
“Non fuyan vuestras mercedes, ni teman desaguisado alguno; ca a la orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle a ninguno, cuanto más a tan altas doncellas como vuestras presencias demuestran” Cap. II
Cuando ellas proceden a desarmarle, don Quijote les contesta con los famosos versos, versión cervantina del romance de Lanzarote:
“Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como fuera don Quijote
cuando de su aldea vino:
Doncellas cuidaban dél,
Princesas de su rocino”
Op. pág. 72, cap. II, 1ª parte
La Molinera es la moza que calzó las espuelas a don Quijote cuando fue armado caballero.
“…y la otra le calzó la espuela; con la cual le pasó casi el mismo coloquio que con la de la espada. Perguntóle su nombre, y dijo que se llamaba la Molinera y que era hija de un honrado molinero de Antequera; a la cual también rogó don Quijote que se pusiese don, y se llamase doña Molinera, ofreciéndole nuevos servicios y mercedes”
Op. pág. 79, cap. III, 1ª parte
Ficha realizada por la alumna Marta María Pérez Burgos (87-88)
Nº: 406 Nombre: VIVALDO
APARICION: Cap. XIII, 1ª P. Cap. XIV, 1ª P.
INTERVENCION:
XIII. De camino hacia la peña donde va a ser celebrado el entierro de Crisóstomo, muerto de amor por Marcela, D. Quijote entabla conversación con un caminante llamado Vivaldo, quien se dirige al mismo lugar también, movido por lo curioso del caso. Pronto advierte este la extrañeza en las palabras y apariencia del Caballero Andante, preguntado cuál es su oficio. D. Quijote, orgulloso de su pertenencia a la caballería andante, afirma ser su labor más práctica y efectiva en pro de la paz que la encomendada a los llamados religiosos:
“(…) síguese que aquellos que la profesan tienen, sin duda, mayor trabajo que aquellos que en sosegada paz y reposo están rogando a Dios favorezca a los que poco pueden (…)”
Vivaldo, quien se regocija de la personalidad poco cuerda de su interlocutor, continúa discutiendo el peligro que puede conllevar para los valientes caballeros encomendarse a su dama, en lugar de a Dios, cita a “(…) Don Galaor, hermano del valeroso Amadís de Gaula”, ya que este, “nunca tuvo dama señalada a quien pudiese encomendarse…” siendo replicado por D. Quijote que afirma ser oculta semejante dama, pero necesariamente existente. Comienza de este modo todo un ensalzamiento hacia la figura de Dulcinea.
Llegados al lugar previsto para el entierro, Ambrosio, el buen amigo del difunto, está a punto de quemar unos poemas escritos por Crisóstomo, siendo algunos de ellos arrebatados de sus manos por Vivaldo, ya que este no considera justo quemar el único recuerdo conservado de hombre tan noble.
XIV. Una vez leídos, y tras la aparición de Marcela, Vivaldo se despide de don Quijote y Sancho.
PLANO DEL PERSONAJE.
SE TRATA DE UN PERSONAJE SECUNDARIO, a nivel general en toda la obra, e incluso en el capítulo al que pertenece, donde el protagonismo lo comparten Crisóstomo, Marcela y Ambrosio.
Ficha realizada por la alumna Ana María Cerdán Camacho (86-87).
Nº 249 – Malambruno, gigante
Aparece en capítulos XXXIX, XL, XLI, XLIV (2ª P.)
Intervención:
Cap. XXXIX
La supuesta Condesa barbada (Trifaldi) que acude en busca de D. Quijote para que la socorra, narra la historia del entierro de la reina de Candaya y la aparición “puesto sobre un caballo de madera del gigante Malambruno, primo cormano de Maguncia, que junto con ser cruel era encantador (…) y por despecho de la demasía de Antonomasia los dejó encantados sobre la misma sepultura”. Después de lo cual juró no desencantarlos hasta la llegada de D. Quijote “en singular batalla”.
Cap. XL
Además refirió la Dueña Dolorida (Dª Rodríguez) otro mandato de Malambruno “que él enviaría (a D. Quijote) una cabalgadura harto mejor y con menos malicias que las que son de retorno”, es decir, un caballo de madera ya presente en otros encantamientos. Lleva el caballo “una clavija en la frente, que le sirve de freno, y vuela por el aire con tanta ligereza que parece que los mesmos diablos te llevan”.
A ello accedió D. Quijote pues su espada “separaría de los hombros la cabeza de Malambruno”.
Cap. XLI
Dada la tardanza de Clavileño pensó D. Quijote que Malambruno “se detenía (…) o que Malambruno no osaba venir con él a singular batalla”.
Cap. XLIV
Tras el final de la aventura, fruto del engaño de los Duques, D. Quijote alababa el reposo de Clavileño y su desconcierto ante la causa que pudo mover a Malambruno “para deshacerse de tan ligera y gentil cabalgadura y abrasarla así sin más ni más”.
Plano que ocupa el personaje:
Malambruno forma parte de una amalgama de personajes sabios y encantadores, tan frecuentes en el relato, por lo cual podemos situarlo en un plano secundario, dada la influencia que tiene en el comportamiento del protagonista en estos capítulos.
Ficha realizada por la alumna Angeles Sánchez Ródenas (87-88)
Nº 317 SANCHO PANZA
Es el segundo protagonista de la obra. Aparece por primera vez en el capítulo VII de la 1ª parte. Lo que fue su vida junto a su amo, D. Quijote, nos lo cuenta él mismo en su reflexión en la noche en que murió D. Quijote.
“…Avisó a su escudero Sancho del día y la hora que pensaba ponerse en camino, para que él se acomodase de lo que viese que mas le era menester, sobre todo, le encargó que llevase alforjas…”
Mi señor se me muere,
¡y qué larga se me hace esta noche,
en la que todos mis sueños
son engullidos por la piedra del molino
y convertidos en niebla!
Yo que he tenido que ser cuerdo
y he guardado mis sueños
para que no se volviese loco mi señor,
yo que los he guardado como el campesino
al grano en el granero hasta el momento de la siembra,
yo que de tanto hacerme cuerdo,
me han nacido espigas en los pies de estar pegado en el surco,
yo que había soñado reinar
en las mil y una ínsulas que existen en nuestro mundo,
yo siento como embrujado todo mi ser
ahora
cuando mi amo es abandonado por sus sueños
y camina descalzo por las sendas de la muerte,
y se me ponen en pie todos mis impulsos
para arremeter contra las montañas de esta Mancha extensa
dominada por gigantes
que esclavizan las cepas y almacenan el vino.
Yo he tenido que ser cuerdo,
pero ahora cuando mi amo ha sido llamado por el sol
para recorrer nuevos caminos,
subiré a lo alto del monte donde crecen los molinos
cantando canciones de guerra con el viento
y pondré un aspa sobre la tumba de mi señor,
aquel que bailó con el fuego
salpicando de rojo los cien atardeceres.
Ficha realizada por la alumna Angeles Sánchez Ródenas
Nº 131 DULCINEA
Aparece Dulcinea por primera vez al final del capítulo I, pero es descrita, como la ve don Quijote, en el capítulo XIII de la primera parte.
“Yo no podré afirmar si la dulce mi enemiga gusta, o no, de que el mundo sepa de que yo la sirvo: solo sé decir, respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide, que su nombre es Dulcinea, su patria, el Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad, por lo menos, ha de ser princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas; que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales según yo pienso y entiendo, que solo la discreta consideración puede encarecerlas, y no compararlas”.
En la noche en que murió D. Quijote.
Yo no fui invitada a la feria de este mundo,
ni busqué ser testigo
del hombre que quiso reinar en sus sueños
entre los mil castillos de los días de la vida.
Demasiado rápida se ha llenado la luna.
Trotaron mucho los campos del tiempo en esta trasnochada.
Todos los ríos de la imaginación discurren a lo largo de la estancia.
Me está creciendo el espacio.
¡Cómo fermenta el vacío y se crece!
¡Cómo cruzan los caballos de la muerte por esta pradera!
¡Qué fuentes riegan la piedra del molino blanqueando mis sombras!
¡Qué de azules se tornan los dinteles de la puerta
cuando el alma de los sueños de D. Quijote
va sembrando de margaritas
la canción de los robles en la sierra!
II
A LA BÚSQUEDA DE UNOS PERSONAJES CERVANTINOS[12]
(Escuela Universitaria de Magisterio de Albacete. Universidad de Castilla-La Mancha)
No le quedaba al caballero más que su ejemplar del “Quijote”.
Con él pasó a Córdoba. De Córdoba, don Alvaro marchó a
Sevilla. Vivía allí, de caridad, en una casilla de un barrio
extremo. Se había quedado casi ciego; no podía leer. Su íntima
angustia era no poder posar los ojos en las páginas del “Quijote”.
AZORÍN
“Al margen de los clásicos”
En un artículo de reciente publicación[13] explico el plan de trabajo que, durante los cursos académicos 1985-86, 86-87 y 87-88, llevé a cabo con los alumnos que siguen mis cursos de Literatura Española en la Escuela Universitaria de Magisterio de Albacete.
Por razones de espacio no se pudo incluir en el citado trabajo el índice de personajes de la inmortal obra cervantina que con tanto entusiasmo elaboraron los estudiantes. Pretendo en este artículo completar la información dando a la imprenta un índice que, si en lo sustancial coincide con los índices onomásticos aparecidos en cuidadas ediciones del “Quijote”[14], no deja de presentar un especial interés ya que se trata de la etapa final de un proceso de investigación vinculado a la actividad lectora de un grupo experimental.
Me consta, como directora de la experiencia, que el material obtenido es de primera mano y no mera copia de índices ya existentes.
A la hora de publicar este índice me he preguntado si sería conveniente indicar, junto a cada nombre, el capítulo en que aparece por primera vez el personaje, dato que quedó reflejado en cada una de las fichas elaboradas al respecto. He preferido suprimir tal referencia con la esperanza de que algún curioso lector entre en nuestro juego[15] y se sienta invitado a emprender una nueva lectura del “Quijote” con el deseo de encontrarse con un puñado de personajes de los que, inicialmente, sólo conoce el nombre.
Una variante de la experiencia analizada en mi anterior artículo[16] es la introducida durante el curso actual, el 90-91, en la misma Escuela de Albacete y con estudiantes de 3º de Filología.
Estos lectores deben tomar nota de los personajes que van apareciendo en la obra cuyo nombre (propio si lo hubiere o común en caso contrario) comience por una de las letras iniciales del nombre y apellidos del lector. La alumna Josefa Serrano Mínguez (nombre escogido al azar en nuestra lista de clase), durante el proceso lector, desconoce la existencia del índice inédito que ahora se publica. Por tanto, “a posteriori” podrá comprobar si, en su censo, aparecen 93 personajes distribuidos entre las letras J (7), S (18) y M (68).
Lamento no poder comentar los resultados de esta nueva experiencia que, en principio, ha tenido buena acogida por tratarse de algo tan personal, relacionado con el propio nombre del lector –no olvidemos que el nombre es el hombre-, porque a la hora de cerrar el artículo el curso académico marcha todavía hacia su Ecuador.
No demoremos más el verdadero objeto del presente trabajo: dar a luz una simple lista alfabetizada de los personajes que de manera individualizada aparecen en la obra de Cervantes “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. Lista elaborada por alumnos de la Escuela Universitaria de Magisterio de Albacete bajo la dirección de la firmante, Catedrática de Literatura Española.
LETRA A
--- Ana Félix (vid. Ricota)
--- Arráez (vid. Ricota)
--- Avellaneda (vid. autor falso Quijote)
--- Azpeitia, Sancho de (vid. Vizcaíno)
LETRA B
LETRA C
--- Caballero de la Blanca Luna (vid. Carrasco)
--- Caballero de la Sierra (vid. Roto)
--- Caballero del Bosque (vid. Carrasco)
--- Caballero de los Leones (vid. Quijote)
--- Caballero de la Triste Figura (vid. Quijote)
--- Caballero de los Espejos (vid. Carrasco)
--- Cardenio (vid. Roto)
--- Casilda (vid. Señora de Madrid)
--- Cecial, Tomé (vid. Escudero del Bosque)
LETRA CH
LETRA D
LETRA E
LETRA F
--- Félix, Ana (vid. Ricota)
LETRA G
--- Gutiérrez, Mari = Teresa Panza
LETRA H
--- Hernández, Tenorio (vid. manteadores)
--- Hijos de Sancho (vid. Mari Sancha, Sanchico)
LETRA I
LETRA J
LETRA L
--- Lorenzo, Aldonza (vid. Dulcinea)
--- Luis, don (vid. mozo poeta)
LETRA LL
LETRA M
--- Maese Nicolás (vid. Barbero)
--- Martínez, Pedro (vid. manteadores de Sancho)
--- Mayordomo Duques (vid. Merlín)
--- Mayordomo Duques (vid. Trifaldin)
--- Micomicona (vid. Dorotea)
--- Miranda, Diego de (vid. Caballero del Verde Gabán)
--- Moreno, Antonio (vid. amigo de Roque Ginart)
--- Mujer de Sancho (vid. Juana Gutiérrez)
--- Mujer de don Diego (vid. Cristina)
LETRA N
--- Nóriz, Pedro (vid. amigo de don Antonio)
LETRA O
--- Oidor (vid. hermanos del Cautivo)
LETRA P
--- Paje (vid. mancebito)
--- Paje (vid. Ninfa)
--- Palomeque, Juan (vid. ventero segundo)
--- Panza, Teresa (vid. Juana Gutiérrez)
--- Pasamonte (vid. Ginés)
--- Pedro, Maese (vid. Ginés)
--- Pérez, Pero (vid. Cura)
--- Pérez de Viedma (vid. hermanos del Cautivo)
LETRA Q
LETRA R
LETRA S
--- Sanchica (vid. Mari Sancha)
--- Sancho Panza (vid. Panza)
LETRA T
--- Trifaldi , condesa (vid. Dueña Dolorida)
LETRA U
LETRA V
--- Ventera (vid. mujer del ventero)
LETRA Y
LETRA Z
[1] Versión revisada del artículo publicado en el Homenaje a Eusebio Aranda, Monteolivete, 7, curso 1989-90. Departamento de Didáctica de la lengua y la literatura, Valencia, 1991, págs. 39-50.
[2] El 11 de septiembre de 1965 se inauguraba en Albacete el monumento que esta ciudad dedicaba a Azorín, en cuyo pedestal se halla la inscripción “Albacete, siempre. Azorín”. Estas palabras las escribió el maestro como dedicatoria, en diciembre de 1954, en una fotografía suya que envió al escritor local José S. Serna, entrañable amigo y devoto. Hay cumplida documentación sobre este tema en José S. Serna, “Vida y fantasía en Azorín”, Albacete, 1965, edición del autor, y en Azorín, “Albacete, siempre”, Recopilación, prólogo y notas de José S. Serna, 1970, ed. Ayuntamiento de Albacete.
[3] Miguel de Cervantes Saavedra, “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”. Edición crítica y comentarios de Vicente Gaos, Gredos, Madrid, 1987. (Téngase en cuenta la fecha de realización del trabajo, 1988. Es evidente que, al día de hoy, se han publicado nuevas y valiosas ediciones del Quijote).
[4] Américo Castro, “La enseñanza del español en España”, Madrid, 1921.
[5] Llegado a esta situación, el futuro profesor de E.G.B. no necesitará indicaciones sobre cómo utilizar el Quijote en la escuela puesto que “desde su amor a la obra” él sabrá elaborar personales recursos didácticos, según los casos.
[6] Leopoldo Alas, “Clarín”, “LA REGENTA”, Edición e introducción de Mariano Baquero Goyanes, Espasa-Calpe, Madrid, 1984.
[7] A pesar de nuestros propósitos, en más de una ocasión surgieron dudas sobre la conveniencia o no de censar personajes no individualizados sino presentados en grupos como estos espías y matadores. También con respecto a las alusiones de personajes históricos o de otras novelas. En cada caso, sin demasiado rigor, se optó por seguir el criterio de la mayoría.
[8] No hay nada tan gratificante como el utilizar recursos didácticos nuevos aplicados al mismo tema. Es así como el profesor evita la rutina en la tarea repetitiva de la enseñanza.
[9] Desde fuera, alguien ha argumentado que al concentrar atención e interés en unos muy concretos personajes pueden escaparse aspectos importantes de la obra y resultar el remedio peor que la enfermedad. La corta experiencia de dos años académicos solo nos permite afirmar que esto no ha sucedido en mayor medida que en el caso de una lectura normal, sin estos estímulos.
[10] Helmut Hatzfeld, “Don Quijote como obra de arte del lenguaje”, C.S.I.C., Madrid, 1966, 2ª ed.
[11] Mª Hortensia Lacau, “Didáctica de la lectura creadora”, Kapelusz, Buenos Aires, 1966.
[12] Publicado en la revista Ensayos. Revista de la Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de Albacete. Nº. 7, diciembre de 1992, págs. 9-16.
[13] CARMEN AGULLÓ VIVES, «“El Quijote”, siempre (Recursos didácticos)» MONTEOLIVETE, 7, Homenaje al profesor Eusebio Aranda Muñoz, curso 89-90, Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura, Universidad de Valencia.
[14] Véase, por ejemplo, para su cotejo, la edición crítica de Vicente Gaos, Gredos, Madrid, 1987.
[15] Empleamos aquí el término “juego” con toda la seriedad científica que el lector puede constatar en el ilustrativo libro de Raúl H. Castagnino “¿Qué es la literatura?”, Nova, Buenos Aires, 1970.
[16] Vid. nota 1.
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