O sentido do lugar identidades líquidas

Luz Bañón

El SENTIDO DEL LUGAR. IDENTIDADES LIQUIDAS ofrece una visión alternativa de los lugares contemporáneos, relacionándolos con el comportamiento humano y la transformación de los espacios. Una exposición que aúna videoinstalación y fotografía en busca de una reflexión sobre la influencia de la globalización en la identidad, la diversidad cultural y social humana, así como en la modificación de los espacios. El objeto de este proyecto expositivo es lograr que el espectador se replantee su lugar en el mundo, poniendo en cuestión el ritmo frenético que marca la cadencia de nuestras vidas. Un ritmo marcado por los intereses establecidos por las cartografías del poder dentro de unos parámetros socioeconómicos centrados únicamente en valores como la productividad y el rendimiento.

El lugar está conectado indisolublemente al concepto de tiempo, a los recuerdos, la memoria y las fronteras. Es una unidad tangible y finita del espacio que pueden ser experimentada a través de nuestros sentidos. En los espacios, diferentes tipos de personas, con heterogéneas identidades culturales, físicas y sociales, coexisten cada día. El SENTIDO DEL LUGAR. IDENTIDADES LIQUIDAS es una metáfora de cómo adaptamos constantemente nuestra identidad social como consecuencia de la homogeneización derivada del proceso de globalización, convirtiéndonos en nuevos ciudadanos con identidades líquidas o mutables. Vivimos juntos en ciudades difusas, donde todos estamos influenciados por todos y, al mismo tiempo, todos influimos en todos los demás. A través de la edición fotográfica y de vídeo, los personajes que aparecen en mis obras se desarrollan en entidades separadas que fluyen a diferentes ritmos y como un caleidoscopio que genera nuevas realidades y rompen con la narrativa lineal hegemónica. Unos personajes que parece cruzarse una y otra vez a través de mundos paralelos.

El SENTIDO DEL LUGAR. IDENTIDADES LIQUIDAS pretende generar una atmósfera onírica y sugerente, en la que los espacios se diluyen y los personajes se convierten en estelas de luz y color. Una interpretación de la realidad construida por el hombre, que nos mueve sensorialmente a través de nuevas dimensiones espacio-temporales hacia una nueva realidad social.


La acción trascendental del espacio y el tiempo

Domingos Loureiro
Investigador de i2ADS
Profesor FBAUP

La propuesta de Luz Bañón de tratar el Sentido del Lugar es un reto de enorme complejidad dada la amplitud del término lugar, capaz de aglutinar nociones de lo concreto, como la determinación geofísica, y conceptos de pura abstracción, a los que se accede por medio de análisis comparativos o de naturaleza conceptual. 

Desde el punto de vista de la objetividad, el lugar, parece ser estático y definido, delimitado por coordenadas que podemos cartografiar y a las que podemos acceder consecutivamente usando un GPS, como cuando pensamos en París, Londres, Murcia o Ermesinde.

Sin embargo, cada una de estas coordenadas parece designar algo distinto con cada nuevo punto de vista y cada nuevo observador. El mismo territorio parece diferente con cada nueva mirada, así que pregunto: – ¿Cuántas veces nos hemos dado cuenta de que un espacio que ya conocíamos parece irreconocible en otro momento? Esta transformación parece ser el resultado de la interpretación de sus usuarios, que varía de un individuo a otro. El lugar parece estar afectado por una identidad combinada entre el espacio y los usuarios, impregnada de una naturaleza social y cultural. El lugar es por lo tanto metamórfico, siendo el tiempo, su principal escultor y alquimista, recordando aquí la perseverancia de António López García, cuando durante años realizó pinturas de lugares como la Gran Vía, a las 6h30, tratando de registrar lo que parecía permanecer estático, pero que obviamente estaba cambiando.

El lugar es entonces, espacio y tiempo! El espacio tiene la garantía de permanencia durante un micro-instante, como sustituto de eventos continuos que alteran y metamorfosean su dimensión estructural. Estos cambios sólo son identificables por comparación, cuando, en un segundo momento, lo relacionamos con un momento anterior. El tiempo, a su vez, es visible cuando se cuenta, o también por comparación entre un antes y un después.

Por lo tanto, el lugar ya no es un espacio. El lugar es una combinación de espacio y tiempo en permanente cambio, en continua transfiguración, que origina consecutivamente la redefinición de la noción de ese territorio. Por lo tanto, el lugar es cuestión de capas, como un reloj en el que cada instante añade una nueva identidad y que varía con cada nuevo aspecto. Tomemos el ejemplo de la definición de lugar que la mayoría de los habitantes y usuarios de Nueva York tienen hasta las 8:45 de la mañana del 11 de septiembre de 2001. Esta definición cambia drásticamente a lo largo de la sucesión de eventos que ocurren en las horas siguientes. Vea también lo que cada uno de nosotros piensa sobre el espacio al que asiste diariamente en los períodos antes y después de una pandemia. 

Cada capa de tiempo reconstruye una cierta noción de lugar, en una amalgama de experiencias, recuerdos, sensaciones y conceptos. Los lugares son cuerpos de tiempo, donde los eventos se superponen como estratos geofísicos, superponiéndose, borrando o camuflando las capas anteriores. Obsérvese el espacio del Forum de Ermesinde, donde tiene lugar esta exposición: un horno de cerámica inactivo, ejemplo de la importancia industrial de la zona hasta mediados del siglo XX, ahora envuelto en una cápsula de metal y madera, al servicio de la cultura y la estética. La pregunta sigue siendo: – ¿Qué función de este lugar será más importante: la industrial o la artística?, retórica que origina la reflexión de saber que la industria allí tenía un importante foco de actividad a través de la actual función de promoción del arte. De esta manera, cada capa impone un significado a la anterior y a la posterior, asumiendo y consolidándose en la voluntad de proteger la memoria cultural de un lugar con diferentes funciones, pero también de su comunidad.

Como se puede ver en la formación de este lugar, Luz Bañón lo hace en un intento de afirmar su propia noción de espacio y lugar, pero buscando preservar las funciones y memorias dentro de los territorios que sirven a su investigación. Murcia, Oporto, o cualquier otra geografía, forman parte de un inmenso cuerpo estratificado, donde el tiempo y el espacio son digeridos en la metamorfosis de sus relojes, los interlocutores que interactúan con el espacio – nosotros. Luz busca, en una acción entre el arqueólogo y el documentalista, recuperar parte de esta relación entre comunidad y territorio, buscando activar la dimensión histórica de su construcción, pero sobre todo, la identificación de una dimensión simbiótica de la construcción de memorias entre el espacio y la sociedad.

 Así, como espectadores de esta exposición, se nos da la oportunidad de reconstruir el lugar y las marcas del paso del tiempo que la autora selecciona, asociándolas a nuestras propias nociones sobre esos espacios, pero también de repensar todo el territorio que nos rodea. 

Zigmut Bauman, en su definición de Modernidad Líquida, a la que hace referencia el título de la exposición, o en las propuestas de Altermodernidad, de Nicolas Bourriaud, son dos de las definiciones del tiempo actual que pueden guiarnos en la comprensión de la conjugación y constante mutación de los interlocutores – sociedad, sujeto y espacio – pero que también nos permiten justificar lo que Immanuel Kant ya denominó espacio y tiempo son dos agentes trascendentales, indefinibles, a los que no podemos ser inmunes, y que en continuo, dejan marcas en nuestro cuerpo.

Así, esta exposición es, además de un territorio de estímulo y experimentación estética e intelectual, un relato de la transfiguración operada por el tiempo sobre el espacio en una notable simbiosis con el Foro de Ermesinde, un retrato visible de la impermanencia y la constante mutación del lugar. 

Luz, nos permite acceder y experimentar un camino construido por la conjugación de la investigación con la sensibilidad, respetando los espacios y las capas que la complementan, valorando a las personas, los individuos y la cultura local, en una manifestación continua del valor de la preservación de la memoria y la constante interconexión entre todo. De esta manera, tal vez, no se pueda garantizar que el sentido del lugar se clarifique, pero ciertamente nuestra atención se activará más para la valorización de todos los signos de la presencia del tiempo, para la mutación del lugar y para la importancia que cada uno tiene en la construcción de nuevas definiciones y nuevas imágenes del territorio. 

Aprovecho la ocasión para agradecer al Ayuntamiento de Valongo la posibilidad de unir estos dos territorios, el de la artista y el del espacio del Foro de Ermesinde, en un diálogo que complementa la narración de cada espacio-tiempo, de cada lugar.

Gracias, Luz Bañón, por mirar atentamente el territorio, agudizando mi curiosidad, no sólo por cada una de sus obras, sino por todas y cada una de las cosas que frecuentan los espacios en los que me muevo, así como por las pistas de los estratos de la memoria que me permiten desvelar y respetar lo que el tiempo y el espacio han ido conformando en su trascendencia.