ÉPOCA TARDÍA.

Es realmente en este momento cuando la ciudad de Begastri alcanza su máximo esplendor, y muy especialmente en el siglo final del Reino Visigodo, cuando este núcleo urbano se ve refrendado con la aparición de su sede episcopal en varios Concilios Toledanos. De cualquier modo, el obispado (1) de por sí no debe ser una señal clara e incontestable de una importancia vital o muy marcada; como se ha hecho notar muy acertadamente, Orihuela se convirtió en capital de provincia y en un centro importantísimo de administración visigodo y en cambio nunca fue obispado. En este sentido, antes que las consideraciones políticas o económicas pudieron primar muy bien las necesidades pastorales. la invasión de Tarik y Muza debe observarse desde el marco del pacto del año 713, con lo que la ciudad posiblemente no tuvo que experimentar ningún proceso traumático; no obstante, Begastri tuvo en ese tiempo su propio mártir fruto de la opresión árabe, un niño de nombre Antonino, en 718; desconocemos si anteriormente pudieron darse casos similares en las persecuciones de Decio (249) o Diocleciano (303).

Toda la Antigüedad Tardía, tanto en el marco global del Imperio como en Hispania o particularmente en nuestro Sureste, debe entenderse mediante la presencia implacable de estos elementos: la militarización creciente, una tendencia cada vez más autocrática en el poder imperial, la opresión fiscal agobiante y el cambio de la actividad religiosa; la sacralización de la vida se impone en todos los aspectos, y el milagro es lo habitual. El rigor y el raciocinio de la vieja filosofía y la ciencia pagana acabarán por se conceptos totalmente desconocidos, la sociedad se polariza y encontramos por doquier un mundo que se mueve solamente en los extremos. las figuras a seguir en esta época angustiosa y siempre convulsa por las invasiones y los conflictos serán los hombres sagrados, normalmente monjes cristianos de recia personalidad y gran influencia a los que se atribuirán poderes taumatúrgicos.

(1) Cf. A. GONZÁLEZ BLANCO, Alquipir 2, 1992, p. 43.