FUENTES ESCRITAS.

La problemática de las fuentes para Begastri reside en que no ha sido tratada o mencionada por ningún autor del siglo III o del IV, ya sea cristiano o pagano, pero en cambio ha aparecido después en varios de los falsos cronicones, que más bien deberían llamarse cronicones apócrifos, como sugiere el profesor González Blanco (ver nota 1), ya que ofrecen noticias sorprendentes que han sido comprobadas en última instancia como verdaderas, y que de otro modo habrían permanecido desconocidas para nosotros. Esta ciudad aparece mencionada brevemente en varios cronicones, confeccionados por el Padre Jerónimo Román de la Higuera (finales del siglo XVI), que tomó la formade personajes del pasado para tratar de elaborar una Historia de la época Tardía cobrando de este modo importancia y legitimidad. El primero de ellos, tratados temporalmente, es el de Flavio Lucio Dextro (ver nota 2); este personaje existió realmente, se trata del hijo de San Paciano de Barcelona; en teoría escribe antes de la muerte de Teodoredo en 451.

Máximo de Zaragoza es el siguiente; se supone que fue escrito este último en los años 580-585. Máximo aparece como el obispo de aquella ciudad, y cuenta hechos acaecidos entre el año 430 y el 612.

El cronicon de Luitprando vuelve a mencionar a Begastri; este Luitprando, autor eclesiástico de origen lombardo, fue áulico del rey de Italia Berengario II (950-961) y obispo de Cremona. También se supone que ejerció de subdiácono en Toledo. Traza una Historia entre los años 606 y 960.

El último de ellos es Julián Pérez, un personaje ya desbocadamente fantástico y sin ningún viso de realidad: se trataría supuestamente de un mozárabe de Toledo, contemporáneo del rey Alfonso VII.

El padre Argaiz (siglo XVII) también usa una retahíla de personajes falsos en sus obras, entre ellos algunos monjes benedictinos muy torpemente asentados ya por él en el siglo VI en Hispania, algo casi imposible; pero en este caso se ofrecen algunas noticias que se han comprobado verídicasen el transcurso de las campañas arqueológicas en el cerro del Cabezo de Roenas: algo realmente sorprendente e inquietante. Así, la noticia de la construcción de una segunda línea defensiva en Begastri en el año 539 ha sido corroborada recientemente con la aparición de ese muro en el estrato correspondiente (ver nota 3); la noticia de una pestilencia en la ciudad en 546 precedió al hallazgo, en la campaña de 1989 de un foso crematorio de cadáveres humanos, quemados o por la peste (ver nota 4) o tras una guerra para evitar una epidemia de peste.

Otras dos noticias muy impactantes y llamativas son ofrecidas por el padre Argaiz: la destrucción de la ciudad de Assota en 617 (ver nota 5) y el traslado de esa sede episcopal a Begastri en 623 (ver nota 6). Pero hay que constatar claramente que estas dos últimas noticias, por suculentas que sean, están sin comprobar, y nada se puede decir acerca de su veracidad o no.

Pese al atractivo evidente de estos episcopologios, realmente la única información mediante fuentes escritas que disponemos de la ciudad de Begastri procede de las importantes noticias que nos suministran las actas de los concilios visigóticos de Toledo (ver nota 7); en el IV Concilio, año 633, está presente en la capital del Reino Visigodo un obispo begastrense, lo que redunda en una muestra de la vitalidad de nuestra ciudad por aquél entonces. Encontramos su rúbrica en el documento de la siguiente manera: “Vigitino, Obispo de la Iglesia de Begastri, firmé”. Esta fecha, muy cercana al final de la dominación bizantina en el Sureste, ha sido esgrimida como prueba para formular la hipótesis de la sustitución de Cartago Nova por Begastri como núcleo religioso local, creando un nuevo obispado para sustituir al rebelde y levantisco de la Carthago Spartaria bizantina, que había sido arrasada por el rey Sisebuto o por su sucesor Suintila muy pocos años antes (ver nota 8). Frente a la teoría de la erección de Begastri para contrarrestar a las fuerzas imperiales, hay otra corriente que sugiere el establecimiento de esta sede como parte de la reestructuración eclesiástica posterior al Concilio de Elvira (302) o incluso al de Nicea (325), en detrimento de Eliocroca (ver nota 9). Vigitino también acudió al V Concilio de 636 y al VI de 638, enviando al VII Concilio Toledano de 646 a su diácono Egila.

De cualquier modo, podemos comprobar por la evidencia las actas conciliares que Begastri está en pleno funcionamiento como sede episcopal durante buena parte del siglo VII, y en el Concilio Toledano VIII del año 653 encontramos la firma de un nuevo obispo, Giberio, que permanecerá en la silla diocesal hasta 656; asistió asimismo al IX Concilio, y al X Toledano envió en su lugar a su presbítero Fugila, por razones que desconocemos, pero que quizás puedan achacarse a las muchas ocupaciones o la avanzada edad de Giberio en aquél entonces.

En el año 675 descubrimos a un nuevo obispo begastrense, llamado Juan, que acude al XI Concilio Toledano, y en 681 encontramos a Próculo, que marchará a Toledo con ocasión de ni más ni menos cuatro concilios, desde el XII de ese mismo año hasta el XV de 688 (ver nota 10). Después de este obispo, no obstante, ya no hay más noticias del obispo de Begastri en los siguientes Concilios (años 694, 696 y 702). Simplemente, su presencia desaparece, hecho al que se han tratado de dar diversas explicaciones (ver nota 11).

Retrospectivamente, en el Concilio XII se añadió un acta del año 610 en la que aparece firmando un obispo Vicente de Begastri, noticia que hasta hoy sigue causando no pocos recelos y desconfianza entre los investigadores (ver nota 12).

Además de los obispos ya mencionados, tenemos dos inscripciones epigráficas encontradas en sendas lápidas de esta ciudad que ofrecen dos nuevos nombres para la lista, los obispos Vidal y Acrusmino (ver nota 13); la datación de la primera lápida indica que nuestro personaje ejerció su episcopado en el siglo VI (ver nota 14), mientras que se calcula que la del segundo de ellos fue descubierta en 1626y es sólo conocida por un dibujo de la época (ver nota 15).

La Ciudad de Begastri todavía aparece mencionada en otra fuente escrita, en la versión del Tratado de Teodomiro redactada por Al – Dabbí (año 713).
1. Cf. Alquipir VII, 1997, pp. 13-25.
2. Con esta elaborada crónica el padre de la Higuera pudo engañar a los autores de la Patrología Latina por primera y única vez.
3. GR. DE ARGAIZ, Cronicón de Fray Hauberto…Madrid 1668, año 539 n 1.
4. Ibid. P. 395. Año 546 n.2.
5. G. ARGAIZ, op. Cit., p. 464 n.1,
6. G. ARGAIZ, op. Cit.,pp.304-306.
7. J. VIVES (ED.): Concilios Visigóticos e Hispano-Romanos. Madrid-Barcelona, 1963.
8. R. GONZÁLEZ FERNÁNDEZ propone como una posibilidad a tener en cuenta el traslado de la sede episcopal a Begastri como apoyo en la lucha contra los bizantinos; Antigüedad y Cristianismo I, Murcia 1994, p.41.
9. A. GONZÁLEZ BLANCO, La cristianización de Begastri, en Alquipir 2, 1992, p.44.
10. La convocatoria de cuatro concilios en tan sólo siete años nos lleva a pensar que, casi con toda seguridad, se trató de una época angustiosa y agobiante para el Reino Visigodo, un período de crisis con multitud de problemas, que quizá incluso facilitaron la invasión musulmana de 711.
11. Pudo ser solamente otra modificación estructural de índole eclesiástica, o quizá por encontrarse esa sede vacante o en litigio por motivos que desconocemos.
12. Pero nos parece más acertada la opinión del profesor R. GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, según la cual el tan discutido Decreto de Gundemaro, aun aceptando su falsedad, tuvo que usar firmas bien asentadas y refrendadas documentalmente; por lo tanto, se puede pensar que hacia el 610 sí existiera realmente un obispo Vicente en Begastri (Cf. Antigüedad y Cristianismo I, 1994, p.42).
13. A. GONZÁLEZ BLANCO et alii, La ciudad hispano visigoda de Begastri, XVI CAN, Zaragoza 1983, pp. 1011-1022.
14. Esta datación ha sido presentada como argumento por J. VIVES (Spanische Forschungen des Görresgesellchaft, I, 17, 1961, p.4) para una datación tardía de la sede begastrense, que para él debió ser inaugurada entorno al 590; contra esta datación y a favor de un origen (quizá incluso paleocristiano)en los siglos IV-V, Cf. A. GONZÁLEZ BLANCO, en Alquipir 2, 1992, pp. 44.
15. M. X. ESPLUGA CORBALÁN, M. MAYER OLIVÉ, M MIRÓ VINAIXA, Antigüedad y Cristianismo I, 1994, p. 45.