El Balneario de Archena nace en una surgencia de agua inmediata al río y los comienzos de su uso se remontan al siglo V a.C, cuando los pobladores íberos asentados en Archena fueron los primeros en usar estas aguas termales. Se convirtió entonces en un lugar de paso obligado en la ruta comercial hacia el interior de la península en dirección a Cástulo, capital de Turdetania. Estas aguas mantuvieron a lo largo de la historia una fama constante por sus propiedades medicinales, que no pasaron desapercibidas a los romanos decidiendo construir unas termas en el mismo lugar.
Las obras de un aparcamiento junto al moderno balneario dieron lugar al descubrimiento de una mansio con frescos romanos y un malecón destinado a la protección ante las inundaciones que provocaría la subida del río. La ampliación de las excavaciones descubrió un amplio cojunto que además de recreativo tenía espacios dedicados a la producción. Las intervenciones finalizaron con la musealización del entorno y la creación de un museo arqueológico para albergar algunos de los materiales hallados. Actualmente están planificadas tanto una excavación como una restauración que pretenden terminar de poner en valor el yacimiento.