Tiempo perdido*

Amelia Groom 

Para su obra One Year Performance 1980-1981: Time Clock Piece (fig. 1), el artista taiwanés Tehching Hsieh estuvo registrando, cada hora en punto, su llegada en un reloj de fichar en el trabajo que había  situado en su estudio de Manhattan como si fuera un trabajador que ficha su hora de entrada, lo hizo cada hora, día y noche, desde el 11 de abril de 1980 hasta el 11 de abril de 1981. Se fotografió a sí mismo cada vez que ‘fichaba,’ y las miles de imágenes resultantes se convirtieron en una película en time-lapse, condensando 365 días en seis minutos.

Figura 1. Tehching Hsieh, One Year Performance 1980-1981: Time Clock Piece, 1980-81.


De los múltiples registros temporales de la obra en un primer término se encuentran estas dos unidades de tiempo estándar: la hora y el año. Pero mientras que la estructura mecánica impuesta por la hora de reloj se obedece de forma perversa a lo largo de todo un ciclo anual, otras medidas temporales estandarizadas no se tienen en cuenta en absoluto. Los ritmos diurnos de luz y oscuridad (que son quizás nuestro marcador más primitivo del paso del tiempo), así como los ritmos circadianos del cuerpo de patrones saludables de sueño, se pasan por alto —y otras unidades estándar que son más largas que una hora pero más cortas que un año (semanas, meses, estaciones) no se tienen en cuenta.

Algunas medidas temporales se adoptan como materia prima de la obra, mientras que otras se anulan, de modo que la acción de Tehching es la de ser siempre puntual y, al mismo tiempo, estar totalmente fuera de sincronía con el resto del mundo. Y mientras el reloj se mueve de manera constante y predecible, con sus unidades homogéneas e intercambiablemente abstractas, el cuerpo que trata de obedecerlo registra otras temporalidades. Los 133 fichajes que Tehching no realizó, de las 8.760 horas que hay en un año, son un componente crucial de la obra, porque son los desfases corporales, donde la plena internalización de la hora del reloj se revela imposible.

En la película de time-lapse, que se montó a partir de las 8.627 fotografías (una por cada hora cronometrada), encontramos la renovación celular como una clase diferente de dispositivo de cronometraje, con el pelo de Tehching que crece desde el afeitado rasurado de su cabeza hasta alcanzar los hombros durante el transcurso de estos 365 días. También vemos las temporalidades encarnadas de la resistencia y el agotamiento, con los efectos acumulados del declive físico a medida que el artista se vuelve más y más pálido y su mirada más desorbitada a lo largo de las miles de horas transcurridas. Con cada día que pasa como si fuera menos de un segundo, la película muestra el dispositivo del reloj firmemente en su lugar en el lado izquierdo de la imagen, girando amenazadoramente, mientras el cuerpo de la derecha parpadea y fluctúa continuamente. Su pelo que crece y los pliegues de su camisa cobran vida propia en la imagen en movimiento, mientras que su mirada mantiene una firmeza sorprendente, penetrando a través de todo el movimiento circundante.

El time-lapse es una forma de imagen en movimiento que acelera el tiempo omitiendo la mayor parte de él. La palabra ‘lapsus’ se refiere al deslizamiento, desplazamiento y caída —como en colapso (caer), relapso (recaer) o lapso (transcurrir). Y esto es lo que el tiempo tiende a hacer; se nos escapa. Pero la película time-lapse (cámara rápida) es tanto una pérdida de evolución temporal como una recuperación de la progression temporal, de forma condensanda. Es un filtrado a partir del tiempo real que luego traza movimientos que de otra manera no serían detectados –como el crecimiento gradual del cabello de Tehching que sólo se nos hace visible como movimiento en este año reconstituido de seis minutos de duración.

Así que One Year Performance versa sobre la hora del reloj, la temporalidad del crecimiento del cabello, el tiempo de la imagen, el tiempo de la huella documental, así como el tiempo cinematográfico, en el que una serie de instantáneas se animan a través de una rápida sucesión. Y a través de todo esto hay otro tipo de temporalidad con la que trata la performance, que es el tiempo del trabajo. Como sabemos, la noción de trabajo asalariado depende absolutamente de un modelo de tiempo como algo dividido en unidades equidistantes y universalmente medible. Para que sirviera y perpetuara los principios de compartimentación, intercambiabilidad y expansión del capital, el tiempo en la primera Europa moderna necesitaba ser homogéneo y cuantitativo. Este es un proceso que ha sido examinado detenidamente por muchos historiadores y teóricos; el reloj mecánico y el día estandarizado de veinticuatro horas establecen condiciones previas cruciales para la regulación, producción, intercambio, acumulación y endeudamiento capitalistas.

Como el reloj mecánico hace que sus unidades temporales sean abstractas e intercambiables —independientemente de la experiencia real, o de la especificidad del lugar, o de las personificaciones particulares— está estrechamente relacionado con esa otra gran abstracción, el dinero: un minuto se supone que es lo mismo que cualquier otro minuto, así como una libra es lo mismo que cualquier otra libra. Y con los cuerpos reducidos a su capacidad de trabajo, también llegan a ser tratados como unidades intercambiables —el número inscrito en la parte delantera del uniforme de trabajo de Tehching en Time Clock evoca esta maniobra, donde la carne se reduce a un componente intercambiable de la maquinaria productiva.

Figura 2. Fichando tarde en la película, 9 to 5, 1980.


Ahora quiero alejarme un momento y pensar en una pequeña coincidencia. Resulta que a finales de 1980, cuando Tehching estaba fichando en su reloj registrador, la canción De 9 a 5 de Dolly Parton estaba ocupando los primeros puestos de las listas de éxitos de la música pop y country durante muchas semanas consecutivas. La canción apareció en el álbum conceptual sobre la idea del trabajo y titulado 9 to 5 and Odd Jobs, que presenta a Parton en la portada envuelta en un complicado conjunto de materiales representativos, entre los que se incluyen una máquina de escribir, un rodillo de pintura, una cortadora de césped, un maletín, planos arquitectónicos y, por supuesto, tacones de aguja y una sonrisa brillante. Ella es la perfecta trabajadora multitárea: sobrecalificada y mal pagada, ocupada pero siempre disponible, anónima y no reconocida pero sonriente.

La canción fue escrita para la película 9 to 5, que se estrenó al mismo tiempo —y se interpreta sobre los créditos de apertura de la película, donde vemos un montaje de diferentes relojes despertadores sonando, seguidos por fotos de diferentes trabajadoras nerviosas que se apresuran a llegar a tiempo a la oficina (donde, según se muestra en la película, se les pagará menos que a sus colegas masculinos, quienes rutinariamente les roban sus ideas y las acosan sexualmente).

La película está protagonizada por Parton junto a Jane Fonda y Lily Tomlin, como tres secretarias hartas que consiguen secuestrar a su jefe “sexista, egoísta, mentiroso e hipócrita” y dirigir la oficina por su cuenta. La ausencia forzada de sindicatos está implícita en las primera parte de la película, pero las mujeres consiguen introducir algunas mejoras en sus condiciones de trabajo, introduciendo servicios de guardería en el lugar de trabajo, así como nuevas opciones de trabajo a tiempo parcial y una mayor flexibilidad en el horario de trabajo. Descubrimos que gran parte de su lucha gira en torno a la adquisición de tiempo y la regulación del tiempo. Una de las primeras cosas que hacen cuando el jefe se ha ido, es quitar el reloj de fichar de la oficina (que resulta ser casi idéntico al de la performace contemporánea One Year Performance de Tehching), de modo que los trabajadores ya no están obligados a fichar la entrada y la salida.

Lamentablemente, en 9 to 5, la lucha básicamente se detiene allí, y la historia se queda corta ante cualquier verdadera crítica estructural. En definitiva, la película confirma los ideales capitalistas de una productividad y una concentración de beneficios cada vez mayores: porque, como bien saben ahora las empresas como Google, la idea de más flexibilidad y diversión en la oficina equivale a una mayor eficiencia de los trabajadores. Así que en lugar de abolir la explotación capitalista, 9 a 5 proclama los beneficios de la adaptación, y para ello feminiza el proceso para que este resulte así más amable.

No hay nada subversivo en eliminar el mecanismo disciplinario del reloj de fichar del lugar de trabajo si sus principios básicos de disciplina y servidumbre simplemente se reconstituyen en nuevas formas. Y aquí es donde la obra contemporánea de Tehching One Year Performance: Time Clock Piece se convierte en una visualización sorprendentemente relevante de un proceso histórico. Para un número creciente de trabajadores, la jornada laboral diaria de 9 a 5 se ha convertido en una condición permanente. Como muchos han observado en los últimos años, la creciente dependencia del capital de la mano de obra virtual y de teletrabajo, significa que el tiempo y el lugar de trabajo ya no están claramente delimitados. Cada vez más, el trabajo no se realiza en un ‘lugar de trabajo,’ sino en casi todas partes. Cuando ya no tenemos que fichar la entrada y la salida, nos damos cuenta de que nunca estamos realmente sin trabajar, y el trabajo se vuelve indistinguible de la vida.

Al igual que con las organizaciones de trabajo anteriores, este cambio depende de un material específico: debido a que mi ‘escritorio’ lo puedo llevar conmigo, por lo general es así. Una vez pensamos que la casi instantaneidad de los correos electrónicos liberaría más tiempo para nosotros, pero de alguna manera los correos electrónicos ahora parecen consumir grandes partes de mis días, y devoran mis noches. Nuestras pantallas brillantes son sólo un desarrollo reciente en la erosión prolongada de las distinciones del día/noche del capitalismo —otro nuevo componente de este proceso es la ‘aplicación del sueño’ que ahora nos invitan a instalar en nuestros teléfonos, que es realmente un medio por el cual nuestras horas de sueño se pueden convertir en producción de datos para las empresas, de modo que incluso cuando estamos dormidos en la oscuridad estamos en el trabajo y bajo control.

Pero a diferencia de las mujeres blancas, de clase media y estadounidenses que aparecen en 9 to 5, en 1980 Tehching era un inmigrante indocumentado que no tenía opción a participar en el mercado laboral asalariado oficial. Tehching llegó a los Estados Unidos en 1974 saltando de un petrolero que había abordado en Taiwán, y fue ilegal durante los primeros catorce años. Como parte de la mano de obra inmigrante indocumentada de la que la economía estadounidense ha dependido durante mucho tiempo, se ganaba la vida limpiando suelos y lavando platos a cambio de dinero en efectivo en los restaurantes del centro de Nueva York, por lo general durante las horas de ‘después del trabajo,’ mientras que los demás dormían.

Figura 3 y 4. Art Time, Life Time, Tate Modern, Londres 2017. Imágenes cortesía de Indre Neiberkaite y Tate Galleries.


Si su Time Clock Piece anticipa históricamente las actuales condiciones post-fordistas de 247 (24 horas 7 días a la semana) de flexibilidad y disponibilidad, esas condiciones no se presentan en la obra como una totalización irremediable. Porque, según el artista, su representación elaborada y ardua del sinsentido de la entrada o fichaje constante se abre a algo que él llama ‘tiempo perdido,’ donde ‘el libre pensamiento’ (importante: no ‘libertad’) se hace posible. Las condiciones históricas actuales parecen dificultar cada vez más el tiempo perdido o no instrumentalizado. Con nuestros sueños y deseos explotados como datos —y todos los movimientos medidos, cuantificados y pronosticados algorítmicamente— la vida se está regulando tanto que la cuestión de cómo perder realmente el tiempo es ahora muy real. Pero dentro de la excesiva puntualidad y obediencia a la hora del reloj promulgada en la performance de Tehching, también hay momentos, tiempos que podrían ser menos visibles a primera vista —tiempos de elusión y rechazo.


* Esta fue una breve presentación realizada como parte del evento Art Time, Life Time con Tehching Hsieh y Lois Keidan en la Tate Modern de Londres el 2 de diciembre de 2017 (fig. 3 y 4).