Medalla de Oro de la Universidad de Murcia (in memoriam). Discurso de la Familia

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Excelentísimo y Magnífico Sr. Rector de la Universidad de Murcia, Excelentísimas e Ilustrísimas Autoridades, Amigos, Compañeros, Público Asistente:

Quiero dar las gracias, en nombre de toda mi familia, por la concesión de esta Medalla que supone un reconocimiento a la dedicación de mi padre a esta Universidad. Y especialmente a los amigos del Departamento de Ingeniería Química, que son los que iniciaron la propuesta.

Ha sido la de mi padre una vida ligada a la Universidad de Murcia, donde estudió Ciencias Químicas, para posteriormente trasladarse a Madrid a realizar el Doctorado en Química Industrial y comenzar a desarrollar sus funciones como profesor ayudante en la Universidad Complutense. Fue allí donde obtuvo la Cátedra a la pronta edad de 27 años y que vino a desempeñar en la Universidad de Murcia.

En los diversos cargos que ocupó en esta Universidad, y que culminaron con el de Rector, su dedicación estuvo impulsada por un espíritu progresista y de apertura a la sociedad, así como por una profunda convicción de la necesidad del consenso para impulsar las reformas necesarias, en unos momentos de adaptación a un sistema universitario cada vez más democrático.

Estas reformas generaron no pocos conflictos que mi padre intentó resolver por medio del diálogo, sin por ello dudar en mantener sus principios frente a los sectores menos proclives al proceso democratizador.

En su tarea como investigador y docente siempre tuvo presente que el desarrollo económico y social de nuestra Región, así como su conservación medioambiental, estaban indisolublemente unidas a una gestión eficiente del agua, aspecto éste en el que centró sus principales líneas de investigación, buscando siempre la aportación de soluciones técnicas y económicamente viables a la recuperación de aguas residuales. Fue esta una muestra de su creencia en la Universidad como Organismo que debía contribuir a la solución de los problemas reales de la Región.

Más tarde, encontró un entorno adecuado para poner en práctica sus conocimientos, por medio de su gestión como Consejero de Medio Ambiente en nuestra Comunidad Autónoma, dando lugar a leyes y reglamentaciones que supusieron el primer gran esfuerzo por la conservación de nuestro entorno y que, si bien dieron lugar a calurosos debates y no pocos quebraderos de cabeza, han sido reconocidas posteriormente como instrumentos legislativos muy avanzados en su tiempo.

En el aspecto humano, recordamos su gran accesibilidad para todos los sectores universitarios, la dedicación, su ilusión por el trabajo y el espíritu crítico que aplicaba, en ocasiones, de modo excesivo a sí mismo.

Son valores que nos transmitió y que hoy día nos hacen sentir que sigue entre nosotros.

Hablar de mi padre hoy en esta Universidad, nos trae recuerdos que han permanecido imborrables en nuestra memoria. De entre todos ellos, quedan muy lejanas aquellas mañanas de domingo en nuestra infancia, jugando en los patios y pasillos del Campus de la Merced con un perro Pointer, -que sólo a un químico podía ocurrírsele llamar Protón-, mientras él adelantaba trabajo en los laboratorios de la Facultad. Valga esta anécdota para ilustrar la cercanía de nuestra vida familiar a la propia Universidad.

Desde pequeños, nos inculcó grandes principios, como la importancia del esfuerzo personal para la consecución de los logros, la honestidad, la honradez, y el valor de las personas en la defensa de sus creencias.

Lo hizo a través de la palabra y, sobre todo, con su manera de ser, de comportarse y actuar en todas las facetas de su vida. Entre ellas, en la de marido y padre, tuvimos la suerte de contar con una persona que respetó y apoyó nuestras decisiones personales para que nos construyéramos el futuro que cada uno deseaba, sin que faltaran nunca aquellos consejos y orientaciones que nos ayudaban a reflexionar sobre nuestro propio camino.

Vivir con una persona con su sabiduría y su buen hacer es algo que nos llenó a todos y nos hizo sentir muy afortunados, así que mirando hacia atrás y recordando nuestra vida junto a él sólo nos queda decir ¡qué suerte hemos tenido! Y qué pena haberlo perdido tan pronto.

Para terminar, reiteramos nuestro agradecimiento por la concesión de esta medalla, en nombre de mi padre. El sigue vivo en nuestros corazones, en el recuerdo de todos sus amigos y compañeros, y en el espíritu de esta Universidad.

Muchas gracias.