La fortificación se documenta en dos grandes tramos; el primero de ellos, de casi más de 60 metros de longitud y con una altura media conservada que oscila según los tramos entre los ciento cincuenta y los doscientos centímetros y de más de un metro de espesor, recorre en línea recta el borde septentrional del poblado. Esta estructura dobla casi en ángulo recto en su extremo más occidental para terminar sobre los cantiles, donde su función carece de sentido.
La fortificación, en la parte central del trazado norte, muestra una potente construcción a base de grandes bloques de cincuenta a cien kilogramos de peso medio, colocándose las piedras más grandes en la cara externa del paramento. En la parte superior se han documentado muros de adobe que constituían las paredes externas de los altillos y almacenes de muchas viviendas que se adosaban a la muralla.
En el lado septentrional de la fortificación encontramos el acceso principal al poblado; se trata de una puerta de unos 200 cm de vano, construida posiblemente en el segundo tercio del siglo V a. C. El camino que remonta el cerro, hace codo para penetrar en el poblado por esta puerta.
A mediados del siglo IV a.C, en los momentos finales de existencia del poblado, la puerta fue colmatada con gran cantidad de tierra y piedras de relleno hasta nivelar su altura con la parte superior de la muralla y las estructuras de las azoteas de las viviendas situadas a sus lados.
Uno de los aspectos más significativos del yacimiento es la torre, de planta circular, y con un alzado conservado de unos cuatro metros, que se localiza en el sector Noroeste de la estructura defensiva. Presenta una técnica constructiva diferente de la del resto de la muralla; el alzado está constituido por grandes cantos rodados trabados con un gran volumen de barro rojo. El revoque, que se encontró en un excepcional estado de conservación, debido a la calidad de su composición y que al poco de realizarse debió quedar completamente sepultado, se hizo aplicando una gruesa capa de barro rojo con una proporción considerable de arena fina de río.
Muralla.
El torreón, cuya primera fase constructiva debemos fecharla en la ocupación argárica del cerro de Molinicos sufrió, a la vez que la muralla, diferentes transformaciones. Las modificaciones, que se efectúan desde época argárica hasta el siglo V a.C. se documentan perfectamente en los sectores norte y noroeste de la fortificación.
Tras la construcción de la línea defensiva, y ya en una segunda fase, parece desaparecer el temor a agresiones externas, durante casi todo el segundo milenio, las viviendas se erigen adosadas a la línea defensiva, en ocasiones incluso descolgándose por la ladera septentrional del cerro.
La tercera fase, en el tránsito al primer milenio, parece que las estructuras defensivas anteriores no tienen ningún sentido, aprovechándose esta para construcciones, e incluso desmontándose en busca de materiales constructivos para la edificación de viviendas. Así pues, los poderosos muros de época argárica tardía, arrasados en su parte superior, sirven de asiento a las viviendas o áreas de actividad en el bronce tardío, a la vez que se sigue edificando en la ladera del cerro.
La fase ibérica inicial, va a replegar el hábitat a intramuros, quedando el complejo urbano adosado a la muralla deshecho mientras que la fortificación se rehace quedando sepultado los muros de adobe de estas edificaciones. Igualmente, se construyen nueva viviendas adosadas a la muralla, que sirven de contrafuerte a la fortificación evitando su deterioro al salvaguardar su cara interna de la inclemencias del tiempo al estar protegida en el interior de las viviendas.
Torreón
El segundo tramo de la muralla, en el sector oriental del poblado, no hallamos esta complejidad constructiva. Los materiales cerámicos hallados en la limpieza y excavación de este sector permiten fechar la construcción de este tramo en el segundo cuarto del primer milenio a.C. En principio, la construcción de esta línea defensiva, responde a una idea funcional, la de presentar consistencia a la parte oriental de la serie de viviendas que ocupan toda el área periférica de este sector del poblado. De este modo, esta estructura que desde la parte exterior debió verse como una muralla de considerable envergadura por encima de la cual se vislumbran las partes altas de los edificios, sin embargo, las viviendas tenían sus pavimentos al mismo nivel que la parte superior de la muralla. Este tramo fortificado del poblado acaba en la zona sureste del mismo, justo en la zona a cuyo pie se unen los dos ríos tributarios del Segura. El muro defensa-contención se acaba cuando se apoya en los primeros cantiles que caen, casi en vertical sobre el cauce del río, siendo esta vertiente meridional inexpugnable.