Durante la fase argárica, a mediados del segundo milenio, se documenta arqueológicamente la primera actividad constructiva en el cerro de Molinicos, si bien la ocupación, como atestigua los restos cerámicos, debió ser muy anterior.
Las estructuras aparecidas sorprenden por su buena calidad y factura. Corresponden a edificios sólidos y de planta cuadrada. Los muros conservados son muy gruesos, los principales de casi un metro de espesor, son de buena factura y se encuentran sólidamente trabados con barro y al parecer, en la parte inferior al menos, con series de gruesos cantos rodados intercalados entre los bloques de adobe que lo erigían. El interior de la vivienda, amplio, está compartimentado en pequeñas estancias mediante muretes o tabiques de los que se desconoce su altura para que está claro que compartimentaban el espacio rectangular, casi cuadrado, en las distintas áreas de la vivienda. El suelo de tierra batida, conserva las huellas del fuego en las inmediaciones y su superficie suele estar cubierta por lastras de piedra del lugar.
Tras un período, a finales del segundo milenio a.C, en la que se continúan utilizando las construcciones argáricas, y en las que el hábitat se reduce a las áreas perimetrales del cerro, nos adentramos en la Edad del Hierro, período en el que las construcciones apenas difieren del peróodo anterior. Las estancias son rectangulares, con muros trabados con barro extraído del área circundante y, por norma general, de mala factura; en el interior, las viviendas ahorran materiales al utilizar un sola pared divisoria. Las alturas de las viviendas, a juzgar por los alzados conservados y los derrumbes, eran las mínimas, lo imprescindible para moverse en su interior; en definitiva, se tiende al ahorro de materiales.
Las paredes en el interior se someten a enlucidos, mediante los cuales se cubren las paredes con una fina capa de barro lechoso; posteriormente estas superficies son decoradas con pinturas entre las que predominan el rojo y el verde.
La última gran fase de ocupación del poblado es la fase ibérica que por otra parte es la mejor conocida, especialmente tras la excavación de una vivienda junto a la muralla de la cual, por su excepcional estado de conservación, se conoce perfectamente su estructura.
La casa, que en total abarca unos veinte metros cuadrados, está dividida en dos unidades claramente diferenciadas: el gran salón de vivienda y el altillo. Este último, que se construye sobre la muralla, tiene el piso a casi dos metros de altura sobre la casa; la vivienda. En la sala principal, a la que se accede a través de la entrada a la vivienda, encontramos un hogar, delimitado por un pequeño murete, dos pequeños bancos de mampostería para sustentar la muela cilíndrica de un molino rotario para el cereal y el otro para albergar la vajilla de la casa que fue encontrada in situ. Parte de esta habitación serviría de almacén ya que se encontró una considerable cantidad de recipientes de almacenamientos, mientras que otro sector, en el que se halló pesas de telar, fusayolas y restos de un bastidor de madera, albergaría el telar.
Junto a esta gran estancia, otra de menor tamaño haría las funciones de dormitorio, ya que en ella se hallaron restos de estera calcinada, restos que también se documentan en la gran estancia.
Reconstrucción Vivienda.
Al altillo se accedía por medio de una escalera de madera de cuatro peldaños, que en el incendio quedó parcialmente carbonizada y en la excavación pudo constarse perfectamente su presencia ya que, incluso semideshecha, aún mantenía su disposición original. En la estancia, que indudablemente servía de almacén, por el considerable número de vasos de almacenamiento hallados en su interior, se documentó un suelo compuesto por losetas de caliza acopladas la una sobre la otra sobre una masa de barro a la que se han pegado.
Dibujo Reconstrucción de un Poblado.