Bolonia y otra oportunidad perdida.

Si alguno de los hipotéticos lectores piensa que el tema de Bolonia es algo que afecta, casi en exclusiva, a los integrantes del mundo universitario, está muy equivocado. La Universidad está sometida a la rendición de cuentas, principio rector de cualquier institución, ante los ciudadanos, que son, por otra parte, quienes la sostienen con sus impuestos.

Todas las universidades públicas, y sus equipos rectorales, deben explicar a los ciudadanos, entre otras cosas, cómo forman a sus hijos e hijas y para qué lo hacen. El denominado Proceso de Bolonia pretendía conseguir que nuestros licenciados estuviesen mejor preparados para desarrollar con mayor satisfacción, tanto personal como para la sociedad, su profesión.

Los diseños de las diferentes carreras que se cursan en Europa han provocado que sólo un pequeño porcentaje de licenciados universitarios encuentre trabajo al finalizar sus estudios. Para la mayoría de ellos, terminar en la Universidad implicaba empezar un largo peregrinaje: trabajo mal pagado seguido de actividad peor remunerada. Las empresas, de todo tipo, eran las que formaban a los que, hipotéticamente, ya había formado la Universidad. Con ello se evidenciaba, día a día, que uno de los problemas de la Universidad es que no instruía como debía a sus titulados. Por eso,

entre otras cosas, los jóvenes universitarios, en mayor porcentaje que otros grupos, son los que más tardan en independizarse y son, durante más tiempo, mileuristas.

Evitar estos escenarios llenos de frustración es lo que pretendía lo que se ha dado en llamar Proceso de Bolonia. Hace ya muchos años que la Unión Europea comenzó ese maravilloso programa llamado Becas Erasmus. ¿Quién no conoce a alguien que ha estado unos meses como becario en algún país de la UE? El Proceso de Bolonia pretendía seguir avanzando en la generación de mecanismos que permitiesen que nuestros estudiantes no se vieran discriminados en ningún país de la Unión y que aquéllos que quisiesen trabajar, aunque sólo fuese una temporada, en algún país europeo no tuviese ninguna traba para hacerlo. Eso es, realmente, construir Europa.

¿Y que se proponía en el Proceso de Bolonia? El planteamiento de partida era homogeneizar los contenidos de los estudios de todas las licenciaturas que se imparten en todos los países adheridos al Espacio Superior de Educación Superior. Junto a ello, conseguir que sus estudios realmente habiliten a los universitarios para desempeñar un trabajo, de forma profesional, desde el primer momento en que terminan la Universidad. No más formación a través del mercado y no más mileuristas por largos años. Tengamos jóvenes formados para poder desarrollar sus capacidades en cualquier lugar del mundo y desde el primer momento.

Reconozco que me entusiasmé con el planteamiento. Tan feliz estaba entonces como triste estoy ahora. Mientras que en otros países de la Unión se está avanzando en este esquema, en España en general, y en Murcia en particular, estamos, otra vez, perdiendo el tren de la historia. Mientras que las universidades francesas, alemanas, italianas, belgas, etc. se están aplicando con eficacia para lograr que sus estudiantes tengan mayores oportunidades profesionales y personales en el futuro, las nuestras, las de casa, están intentando que no se pierdan sus prerrogativas. Nos preocupamos por ver al Real Murcia eliminado de la Copa pero parece que asistir a la consolidación de que nuestra universidad siga en el vagón de cola a nivel mundial no va con nosotros.

Como otros muchos colegas de la Universidad de Murcia, he asistido entre enfadada, desencantada y frustrada a la instrumentación del Proceso de Bolonia en nuestra máxima casa de estudios. Lo que debía ser el espaldarazo para que la Universidad se situase a la cabeza en el proceso de crecimiento y desarrollo que la Región está concluyendo en la enésima reforma de los planes de estudio en el que lo único que parece preocupar es, como ya decía Larra, ¿qué hay de lo mío?.

Una se pregunta dónde están los líderes que pueden encabezar el gran proceso y evitar que esta Universidad siga a la deriva. A la ministra ni se sabe dónde está ni se la espera. Pero ¿qué hacen nuestros rectores? ¿Qué hacen las estructuras universitarias? Es muy triste pensar que tampoco se sabe dónde están ni se les espera.

Quizás todos podamos tranquilizar nuestras conciencias diciendo que hicimos lo que pudimos. Pero para muchos, entre los que me incluyo, se habrá desaprovechado otra oportunidad de hacer que la Universidad contribuya realmente a formar estudiantes que puedan, sin cortapisas, desarrollarse como personas y como profesionales en cualquier lugar del mundo que les apetezca.

Y realmente eso es lo que demandan los estudiantes con sus manifestaciones, aunque a veces sólo nos muestren a un grupo de exaltados que ni tan siquiera saben la razón de estar allí. Espero que a la próxima manifestación que convoquen frente a Convalecencia nos inviten a los profesores; algunos estaremos allí.

Publicado en: La Verdad / Opinión / 27-11-2008

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