RODRIGUEZ ÁLVAREZ, Alejandro

Pseudónimo/nombre adoptado

Alejandro Casona

Fecha de nacimiento

23-3-1903

Fecha de fallecimiento

17-9-1965

Lugar de actividad

Valle de Arán (Lérida)
Oviedo
Madrid
Argentina (temporalmente en otros países de Hispanoamérica)

Profesión

Autor/a
Escritor/a
Inspector/a de Primera Enseñanza
Maestro/a
Radiofonista

 

Hijo de Gabino Rodríguez Álvarez y de Faustina Álvarez García, ambos maestros -ella posteriormente será inspectora de primera enseñanza-, cursó la enseñanza primaria en Villaviciosa, Gijón, Miranda de Avilés, lugares de destino de sus padres; comenzó el bachiller en Palencia (1916-1917) y lo terminó en Murcia, donde estudió también magisterio (1917-1922). Continuó sus estudios en la Escuela Superior del Magisterio en Madrid (1922-1928), en la que obtuvo el título de Maestro de Primera Enseñanza Normal, Sección de Letras. En 1928 se casó con su compañera de promoción, en la sección de ciencias, Rosalía Martín Bravo, en San Sebastián. El 18 de agosto de 1928 fue destinado como Inspector de Primera Enseñanza en el Valle de Arán, un lugar en el que la enseñanza tenía un régimen especial desde marzo de 1925. Allí promovió la creación de comedores, de roperos escolares, bibliotecas, dio clases complementarias y cursos de perfeccionamiento para maestros, dotó de mobiliario y material científico a las escuelas e hizo ensayos de enseñanza globalizada. En Lés puso en marcha otras experiencias innovadoras. Una fue iniciar a los niños en el teatro escolar y para ello adaptó entremeses de Cervantes, obras de los hermanos Quintero, fábulas y cuentos. Las funciones teatrales eran las tardes-noche de los domingos y a veces él mismo hizo de actor. Otra fue la fundación de un periódico escolar mensual, “El Valle de Arán. Redactado y tirado por los niños de las escuelas aranesas”, según dice la cabecera, que comenzó a publicarse en enero de 1930. En este lugar escribió La flauta del sapo que él mismo editó imprimiendo 300 ejemplares en la imprenta escolar. Estas acciones evidencian tanto su buen conocimiento de las técnicas innovadoras de esos años como su compromiso por mejorar la enseñanza. Su labor como inspector continuó desde febrero a diciembre de 1930 en Oviedo, encargándose de la zona de Cangas de Narcea. Aquí preparó el concurso oposición para ser inspector de Madrid, plaza que obtuvo. Trabajar en la capital le permitió colaborar con las Misiones Pedagógicas, desde 1931 a 1937 de una manera singular pues no solo fue misionero sino también director del Teatro del Pueblo y formador de maestros. Como misionero estuvo al frente de diecisiete misiones entre 1932 y 1934, que llevaron el cine y la música, por ocho provincias: Guadalajara, León, Asturias, Ávila, Lérida, Huesca, Madrid y Zamora, instalando bibliotecas en las escuelas. Si a todos los misioneros les sorprendieron y preocuparon las condiciones de vida de los pueblos, al grupo que Casona llevó a San Martín de Castañeda (Zamora), en julio de 1934, le impactó tanto su atraso material y cultural, que volvieron en octubre para poner manos a la obra de atender a las necesidades más perentorias. Entonces llevaron abonos, semillas, material escolar y sanitario, ropero, vajillas, cubiertos, vasos, jabón, dentífricos, etc. para repartir entre los habitantes, al tiempo que contribuyeron con su propio trabajo a arreglar la escuela de San Martín de Castañeda que no tenía casa habitación y la cama del maestro estaba en la misma sala de clase, la desinfectaron y pintaron, abrieron un comedor escolar al que acudieron 45 niños en lugar de la docena que lo hacía habitualmente. Allí dejaron un botiquín en la escuela y medicamentos. Por las tardes y las noches dieron charlas de divulgación higiénica sobre puericultura, alimentación, aseo personal, agricultura específica teniendo en cuenta las características climatológicas, orográficas, etc. de la región. En la memoria de esta misión en la zona de Sanabria, Casona reconoce que había lugares donde la actuación puramente espiritual era palabra vana, pues sus gentes sufrían un increíble aislamiento material y moral, “donde la misma escuela –primaria, pero cultista– es una verruga inútil; pueblos de suelo mísero, pero además mal cultivado; pueblos enfermos, pero además sucios; escuelas desmanteladas, desligadas del medio familiar y sin asomos de sentido social alguno. Hay que ir a esos pueblos con elementos de acción social inmediata y eficaz”. También dirigió el Teatro del Pueblo desde 1932 hasta agosto de 1936 y, a sugerencia de Antonio Machado, adaptó obras clásicas para las representaciones que hacían junto con el coro -dirigido por Eduardo Martínez Torner- los días de fiesta, domingos y vacaciones. Los setentaiocho estudiantes que componían ambas formaciones actuaron en doscientas veintinueve localidades. A esta labor educativa y social se añade otra más especializada pues la Comisión Central del Patronato de Misiones Pedagógicas quería también dar orientaciones pedagógicas, celebrando semanas o quincenas pedagógicas en una escuela a la que pudieran concurrir fácilmente los maestros de las localidades vecinas, sin sobrepasar los veinte asistentes. Casona se encargó de organizar y dirigir el primer curso breve para formación de los maestros en activo celebrado en San Martín de Valdeiglesias (Madrid), en diciembre de 1932 y pronunció conferencias en Puertollano (Ciudad Real), el 4 de diciembre de 1932; Madrid, 28 de diciembre de 1932; Bilbao, el 31 de mayo de 1933 y Ampuero (Santander), el 15 de julio de 1933.

Durante estos años Casona fue conociendo la situación de la enseñanza y la cultura rural como misionero e inspector de primera enseñanza y cosechó sus primeros éxitos literarios, obteniendo el Premio Nacional de Literatura en 1932 con Flor de Leyendas. Lecturas literarias para niños. Aprovechaba las entrevistas para manifestar su inquietud pedagógica. En 1935, se estrenó Nuestra Natacha, ambientada en un reformatorio femenino al que llega una recién licenciada en pedagogía como directora que organiza la vida y pone en marcha nuevos métodos. Trató los problemas educativos en varias obras teatrales, en las que, en general da una imagen positiva de las mujeres educadoras pues su labor va acompañada del éxito, en cambio el fracaso siempre lo encarna en educadores masculinos: el profesor de ironía, de Siete gritos en el mar, el pedagogo de Otra vez el diablo o el profesor de antropología de La tercera palabra.

En julio de 1936, Casona estaba con su mujer e hija en Canales (León) y, al producirse la sublevación militar, sospechó que su vida corría peligro y se trasladó a Asturias y de aquí a Santander y a Bilbao, desde dónde pasó a Francia para regresar a Barcelona y a Madrid. Durante ese periplo algunos periódicos dieron como noticia su muerte. De nuevo en Madrid, desarrolló una intensa actividad socioeducativa durante los primeros meses de la guerra al continuar su actividad con las Misiones Pedagógicas, formar parte de la comisión encargada de estudiar y proponer un plan científicamente estructurado de asistencia psicopedagógica de la infancia anormal, pues al gobierno le preocupaba que la Escuela Central de Anormales Mentales siguiera cerrada tras las vacaciones. En febrero de 1937 la familia embarcó hacia América Latina en una gira teatral actuando Casona como director artístico de la Compañía de Pepita Díaz y Manuel Collado. El desenlace de la guerra le supuso no poder volver a su país pues sabía que se le identificaba como leal al gobierno republicano, así que en julio de 1939 se instalaron en Buenos Aires. En estos años pronuncia conferencias, escribe y estrena obras teatrales y visita instituciones educativas, por ejemplo, el reformatorio de muchachos de Coyoacán (México) o «Gimnasio», escuela-modelo en Bogotá (Colombia) inspirado en la Institución Libre de Enseñanza, pues el 11 de mayo de 1937, el gobierno legítimo de la república le encargó una misión de propaganda cultural española en los países de América latina que desarrolló durante los veinticinco años que permaneció exiliado. También fue nombrado, en octubre de 1937, vocal del Consejo Central del Teatro. En este cuarto de siglo se consagró como autor teatral viajando a Cuba, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Perú, Chile y en ocasiones a Europa para acudir a los estrenos de sus obras o cobrar los derechos de autor en Polonia, Grecia, Italia, Francia, Portugal, etc. No fue su única actividad laboral pues publicó poesía, ensayos, artículos habitual e intermitentemente en más de veintiséis periódicos y revistas españolas y extranjeras, adaptó guiones para el cine -algunos de temática educativa como la película La maestrita de los obreros (1942), basada en la obra de E. D’Amicis-, tradujo, prologó o pronunció más de cuatrocientas charlas radiofónicas en distintas emisoras de Argentina, Chile y Uruguay. Su formación pedagógica la refleja siempre de un modo didáctico, salpimentando sus numerosos escritos, conferencias y charlas radiofónicas con alusiones, por ejemplo, a León Tolstoi y su escuela de Yasnaia-Poliana, al magisterio del cubano José María Martí tanto en la escuela primaria como en la legislación cultural de su país y aprovecha para compararlo con lo realizado años después por Cossío con las misiones pedagógicas. También escribió obras de teatro para niños: Pinocho y la infantina Blanca Flor, El gato con botas, El lindo Don Gato, El hijo de Pinocho, y ¡A Belén pastores! Simultáneamente participó en varios actos de defensa la causa republicana, como la Conferencia Española por la Paz el 2 de mayo de 1952 en Buenos Aires y pidió a los exiliados, independientemente de sus lineamientos doctrinales, que se unieran fraternalmente en la resistencia al franquismo. Sus actividades previas y posteriores a la guerra civil provocaron que tuviera varios expedientes abiertos, unos como Alejandro Rodríguez y otras como Alejandro Casona, en la “Causa General”, nombre con el que se conoce la lista de los acusados instruida por el Fiscal del Tribunal Supremo en 1940 para reunir las pruebas de los hechos delictivos cometidos durante la dominación roja en España. Aunque Casona evitó cualquier acción que pudiese parecer una aceptación del régimen franquista impidiendo que se representaran sus obras en España, su quebrada salud y su añoranza provocaron que, tras haber pasado unos días en 1962, regresara definitivamente en 1963.

 

Obras del autor/a

 

Casona, Alejandro (3 de enero de 1936). Imagen-Escuela. Parábola del manzano y el rosal, La voz, (Madrid), p. 2.

Rodríguez “Casona”, Alejandro (1933). Flor de Leyendas. Lecturas literarias para niños. Madrid, España Calpe.

Rodríguez “Casona”, Alejandro. (1934-1935). Ensayo de misión pedagógico-social en San Martín de Castañeda (Zamora), octubre de 1934. Escuelas de España. Revista Pedagógica Mensual, 12 y 13, 1-18 y 1-12 respectivamente. Reeditada en Argentina: Casona, Alejandro (1941). Una Misión pedagógico-social en Sanabria. Teatro estudiantil. Buenos Aires: Publicaciones del Patronato Hispano-Argentino de Cultura.

Rodríguez, Alejandro (1931).  “Prólogo”. En Los Maestros Asturianos, Impresiones por Holanda, Inglaterra y Alemania (pp. 3-6). Madrid: Imp. de A. Alonso.

(1955) “Prólogo”. En Herminio Almendros. Lecturas ejemplares Aventuras, realidades y fantasías (pp. 3-6). Guatemala:  Cultural Centroamericana.

 

Autor de la biografía

DIEGO PÉREZ, Carmen

Bibliografía

 

Diego Pérez, Carmen (2019). Derrotero pedagógico de Alejandro Casona. En Aida Terrón Bañuelos y J. A. Álvarez Castrillón (coords.). La educación en Asturias. Estudios históricos (pp.217-254). Oviedo: Real Instituto de Estudios Asturianos.

Feito, José Manuel (2003). Alejandro Casona, de maestro en Narciandi a inspector en el Valle de Arán. Conferencia pronunciada en el RIDEA, el 17 de junio de 2003 en el Centenario del nacimiento de A. Casona. Oviedo: Real Instituto de Estudios Asturianos.

Rodríguez Richart, José (2003). Un asturiano universal. Estudios sobre la vida y la obra de Alejandro Casona. Oviedo: Hércules Astur de ediciones.

 

Imágenes

Alejandro Casona