ZULUETA Y ESCOLANO, Luis

Lugar de nacimiento

Barcelona

Fecha de nacimiento

08/04/1878

Fecha de fallecimiento

02/08/1964

Lugar de actividad

Madrid
Bogotá
La Haya

Profesión

Escritor/a
Profesor/a

 

Luis de Zulueta Escolano nació en Barcelona el 8 de abril de 1878. De padre criollo nacido en Cuba y madre andaluza, el matrimonio se trasladó por negocios de Cuba a Barcelona y allí tuvo a sus dos hijas y tres hijos.

La familia se codeó con la burguesía barcelonesa, y Zulueta respiró este ambiente de colegios particulares, cultura floreciente, escuela de jesuitas y religión practicante. Esto último provocó en él un permanente sentimiento de fe liberadora, anticlerical y de rechazo a dogmatismos religiosos; como contrapartida, se empapó de la cultura artística (Pijoán, Marquina, Gual, Picasso, Maragall, Verdaguer; revistas Luz, Pél i Ploma, Forma, La Publicidad, entre otras) y cultura política (Lerroux, Castelar, Pardo Bazán, Unamuno, Costa, movimiento obrero catalán) en Barcelona.

Entró en contacto epistolar con Unamuno en 1903, ese hombre "inquieto e inquietador" -como lo definió-, que le propuso realizar el doctorado en Salamanca, en la Sección de Filosofía y Letras. En aquel momento, Zulueta pasaba unos meses en la Universidad de Berlín (tomando clases con Simmel), y en Ginebra y París realizando cursos, leyendo, siguiendo la estela de renovación española que su maestro Unamuno iba marcando. A su regreso en 1905, empapado de filosofía, de reformismo religioso, y formado y enfocado hacia lo educativo, se vinculó como candidato municipal en Barcelona al partido Unión Republicana de Alejandro Lerroux (cuyo vínculo duró poco), y al Ateneo Enciclopédico Popular, un centro de cultura popular y de formación de adultos, del que sería director entre 1908 y 1909.

Se marchó a Madrid en plena candidatura por desavenencias con el partido, y pese a salir elegido no llegó a tomar posesión del cargo.

En Madrid conoció a algunos discípulos de Giner de los Ríos y, de esta forma, al propio Francisco Giner -un "viejo socrático-, y a Manuel B. Cossío -el señor Cossío-, generando una relación con la Institución Libre de Enseñanza que permaneció inquebrantable. Por consejo de ambos se matricula en la Universidad Central de Madrid en la Sección de Filosofía y Letras donde estudió hasta terminar el doctorado con Cossío. Manuel B. Cossío, en sus ideas y métodos de enseñanza, le causó honda repercusión.

Francisco Giner lo recomendó para la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio semanas antes de su creación, en junio de 1909. La concepción de Zulueta de elevar al magisterio al nivel universitario a través de una formación superior le llegó en el mejor momento, en una Escuela que, además, sería coeducativa. En ella impartió la cátedra de Historia de Pedagogía hasta su extinción, en 1932. Entonces pasó a incorporarse a la recién creada Sección de Pedagogía de la Universidad Central de Madrid.

Inició entonces una etapa de elevada producción bibliográfica registrada en sus veinte años de docencia y en el cúmulo de artículos y textos sobre la situación educativa del país. Puso en marcha los principios pedagógicos que había observado y aprendido cerca de sus maestros Giner  y Cossío y, dando sentido a su talante europeizador, llegó a solicitar hasta en cuatro ocasiones una pensión de la Junta para la Ampliación de Estudios (1907, 1912, 1924 a Francia, Austria, Suiza e Italia y 1927, a México y Cuba) para estudiar en el extranjero cuestiones pedagógicas de interés y para impartir conferencias. Él, junto al resto de docentes, fueron el auténtico motor de la Escuela, considerada proyección del pensamiento de la I.L.E. Considerado un centro de élite, la Escuela se llegó a caracterizar por su ambiente de pluralismo ideológico y tolerancia, por su buen hacer y por la alta motivación del alumnado. Zulueta mantuvo contactos permanentes con la Residencia de Señoritas, la Residencia de Estudiantes y el Instituto Escuela, y en todos ellos impartió docencia y conferencias. En su participación en la colonia escolar de San Vicente de la Barquera conoció a la pedagoga Amparo Cebrián, también institucionista. Se unieron en 1908.

Poco amigo de un programa establecido, ni del estilo magisterial o memorístico, Zulueta convirtió sus clases en una herramienta intuitiva para el alumnado de criterio pedagógico propio, lleno de interés más que de empeño en el acierto.

Su relación con la política, que había dejado en Barcelona, prosiguió en 1910 cuando fue elegido diputado a Cortes bajo el Gobierno liberal de Canalejas por la conjunción republicano-socialista, junto a Hermenegildo Giner, Ortega y Gasset y Pablo Iglesias. Fue secretario general del Partido Reformista, nacido de la conjunción, desde 1914 hasta 1923. En 1919 Luis de Zulueta regresó al Parlamento como diputado por Madrid y también en abril de 1923. Acabado en aquel momento su sueño reformista, impuesta la Dictadura primorriverista, tuvo que esperar a 1931 para regresar al Parlamento, esta vez bajo un régimen republicano. En la II República hizo "política nueva", señalando en sus escritos y con su ejemplo el paso de un régimen caduco a un nuevo régimen más moderno, democrático y constitucional. Ingresó en las filas de Acción Republicana y salió elegido diputado, y en diciembre de 1931 se hará cargo, en el gobierno de Azaña, de la cartera de Estado y de la Delegación de España en la Conferencia de Desarme, en 1932, que consideró un instrumento de profunda significación moral por su lucha por la paz mundial. Acometió la reforma del cuerpo diplomático para hacerlo más afín a la República. En 1932 pidió a Azaña la Embajada de Berlín por interés personal y por estrategia política, y en junio del 33 marchó como embajador a Berlín a presentar el plácet al entonces canciller Adolf Hitler. En 1934, con la llegada de la CEDA, dimitió de su cargo. Su regreso hay que ubicarlo en abril de 1936, esta vez como embajador del Vaticano, cargo al que había aspirado desde el inicio de la II República.

La Guerra sorprendió a Luis de Zulueta con su familia en Roma. La adhesión del Vaticano a los golpistas precipitó su salida de la embajada, ya como exiliado, primero en dirección a París y, posteriormente, a Bogotá. Había recibido la invitación del entonces presidente Santos para ejercer como profesor en el Instituto Pedagógico Nacional. Posteriormente se implicó como docente en la Escuela Normal Superior de Bogotá y en la Universidad de los Andes, aquí de manera permanente. Tuvo alguna intervención como mediador en conflictos europeos en los cincuenta, en La Haya.

Sus últimos años los pasó en Nueva York con su hija Carmen y la familia de ésta. El fallecimiento de Amparo Cebrián en 1955 había sido un duro golpe para él. En Nueva York falleció el 2 de agosto de 1964.

Su profuso, variado y amplio pensamiento puede encontrarse no sólo en las obras de calado mayor, aquí citadas, sino en las páginas de revistas y diarios cuya línea cultural, pedagógica y política republicana le representaba. El BILE, la Revista de Pedagogía, la Revista de Occidente, y los diarios El Sol, El Liberal y La Libertad fueron instrumentos para dar su visión de España, de las escuelas y la educación, de las maestras y maestros, de la política del país, de Cataluña y el catalanismo y de la necesidad de reformismo en lo femenino, religioso bajo un pensamiento moderno. Su curiosidad innata permaneció hasta el último momento de su vida, pues en Colombia siguió publicando semanalmente artículos sobre la situación del mundo, en aquel momento asimilada tras su trayectoria intelectual y política.

En el pensamiento de Zulueta hubo una constante en el vínculo entre política y educación. En busca de un Estado ideal con un sujeto ideal que ha de llegar, la educación generará conciencias (que era más que formación e instrucción), y educar era hacer política, pero política nueva, con nuevas ideas, hombres nuevos y partidos nuevos. Pedagogía y política fueron concretadas en su pensamiento no como luchas por el poder para dirigir al pueblo inculto, sino como guías para la reforma de la sociedad: si el pedagogo quiere guiar a sus discípulos hasta el sumo ideal humano asequible para cada uno de ellos, y si se propone el político conducir a su pueblo hasta el mayor ideal posible para éste y que este mismo se haya formado, parece absurdo entonces separar la realización de los ideales humanos individuales de la realización del ideal humano colectivo (1921a, 9). Este marco de actuación, indefectiblemente ligado a la aristocracia de la ILE en su proyecto de revolución desde arriba, ofrecería al político la vigilancia de un Estado que vele por las reformas sociales más necesarias, que puntualizó en: la educación pública nacional, la reforma interna de las escuelas por parte de los gobiernos [menos aula que taller, donde se llegue a la instrucción por la acción, y al pensamiento puro por medio de los problemas vivos...(1921b, 675)] y la educación continua hasta la universidad.

En la doctrina que sustente la política nueva, el liberalismo (que entendió como humanismo) y el socialismo fueron percibidos por él como una necesidad de los tiempos, una respuesta a lo que acontece en el mundo, el sentido práctico contemporáneo de la política de partido. No hay que olvidar la influencia de su amigo Fernando de los Ríos y de su cuñado Julián Besteiro en el proyecto socialista humanista. Y si, a su juicio, este proyecto liberal y socialista-humanista constituía en sí una revolución política, sus líneas de actuación transformadoras sobre una España dividida en dos realidades tendrían que dirigirse a una educación universal.

Como hombre de activismo político parlamentario, Zulueta no vio el motor de transformación en el movimiento obrero únicamente, si no era con la intervención del Estado en una labor de educación social que aún estaba por realizarse en la década de los veinte. Ambos tendrían que darse conjuntamente.

En lo pedagógico, se mantuvo entre la reflexión teórica influenciada por el idealismo alemán y la visión práctica del docente y analista institucionista que estudia la instrucción española desde dentro. En la página de educación en El Liberal, entre 1917 y 1924, y en sus conferencias y artículos, fue cruzando el estudio de las corrientes pedagógicas nuevas con propuestas de reformas del magisterio y de las escuelas normales. Su visión empírica de la Pedagogía aceptó a la Psicología y la Paidología como complementos para el estudio científico de la infancia, es decir, con un método experimental y realista. No hay Pedagogía sin una concepción general del mundo, y en su afán de pensar la educación, dirá que el hombre (el ser humano) es lo que la educación hace de él. La maestra y el maestro serían quienes se encargaran de sacar lo mejor de cada cual (personalidad,  genio, carácter y alma), de entusiasmarles de interesarle, de darle cultura, información, saber para hacerle libre dentro de una moral compartida, no arbitraria.

Atento a cualquier innovación intelectual y política que supusiera cambios políticos que mejoraran la sociedad, acentuó en sus trabajos reflexiones de diversa índole sobre lo femenino, el feminismo y los derechos de las mujeres. No le fue indiferente la emergencia de un feminismo más de corte conservador, presente en muchas educadoras, y otro más político, con ciertos vínculos con el feminismo político internacional. En su pensamiento formado en la modernidad, la inferioridad de las mujeres se debía a la educación recibida. Desde joven entendía el feminismo como una consecuencia de los sentimientos de libertad e igualdad. Conjugó con dificultades sus lecturas de cabecera de Kierkegaard, Schopenhauer o Nietzsche, todos ellos antifeministas, con las luchas feminista que cuestionaban ese romanticismo filosófico. Él acusaba sin reparos el abuso histórico del hombre sobre la mujer que la había dejado en minoría en las profesiones, cuando el ejemplo que daban muchas de ellas era extraordinario. ¿Qué hacer, entonces, con las llamadas constantes a las diferencias naturales de las mujeres como ejercicio de subordinación a los hombres? ¿Qué potencial femenino esbozó Zulueta para que fueran sujetos de igualdad? Lo resumió así en sus primeras ideas: El espíritu de nuestros tiempos (...) busca el perfeccionamiento de la mujer, no en una educación semejante á la del otro sexo, sino precisamente en la cultura y desarrollo de sus caracteres femeninos (1903, 1), que no son otros que aquellos que provocan la perfección de su maternidad.

Pero el movimiento feminista era también un movimiento político y, por tanto, en la tribuna de los periódicos, como buen observador de los acontecimientos, consideró irreprochable la concesión del sufragio femenino y el derecho a que alcanzasen sus objetivos;  pese a todo, en el Parlamento se abstuvo de participar el día de la votación por el sufragio femenino: no quiso votar que no, como su partido había solicitado.

Habló sin reparos de derechos de ciudadanía en un contexto donde la cultura fuera una parcela suprasexual en la que existieran espacios comunes entre los dos sujetos. Las mujeres serían sujetos diferentes, en algunos aspectos, a los hombres, pero con capacidades que, suficientemente educadas, alcanzarían todo su valor.

Como buen institucionista creyó en la libertad de culto, en la libertad religiosa y en la multiplicidad de conciencias. La religiosidad como vivencia en Zulueta se tradujo en tolerancia y respeto por las creencias ajenas, junto a una fuerte convicción acerca de la importancia de esta función espiritual, que para él fue personal y permanente. Por ello defendió un Estado laico y unas escuelas sin dominios ni asedios religiosos. Por eso, igualmente, criticó a las derechas de su país por la defensa de un clericalismo impositivo. No habría reformas educativas, del magisterio, ni tampoco sanación de las heridas de un país dividido sin un principio espiritual encarnado en el Estado, pero un Estado activo, creativo, ético y educador y, por tanto, laico. No fue casualidad que al final de su vida declarara en su testamento vital ser católico. No eligió otra identidad que aquella que encarnaba lo posible: ser republicano, educador, político, siendo libre espiritualmente. Es seguro que la figura de Luis de Zulueta y Escolano es necesaria para entender los cambios históricos vividos en el primer tercio de siglo XX en España. El peso de las contradicciones fueron debidas, tanto en él como en su generación de intelectuales, al impulso constante por la reforma del Estado y la educación como herramienta de cambio social. La República fue, finalmente,  la expresión de posibilidad de todo su proyecto educativo, cultural, social y político, inacabado por la intolerancia contra la que luchó toda su vida.

 

Obras del autor/a

 

(1905). La democracia educadora. Conferencias populares de_. Barcelona: La Neotipia.

(1910). La pedagogía de Rousseau y la educación de las percepciones de espacio y de tiempo. Tesis doctoral leída en la Facultad de Filosofía de la Universidad Central por  _. Madrid: Imp. Helénica.

(1910). El alma de la escuela. Conferencia dada en el Ateneo Igualadino de la Clase Obrera. Igualada: Tip. Vda. de M. Abadal.

(1914). El maestro. Conferencia pronunciada en el Ateneo por _. Madrid: La Lectura.

(1916). La edad heroica. Madrid: Fortanet.

(1920). La oración del incrédulo. Ensayos sobre el problema religioso. Madrid: Biblioteca Nueva.

(1921). El ideal en la educación. Ensayos pedagógicos. Madrid: La Lectura.

(1942). La nueva edad heroica. Buenos Aires: Sudamericana.

(1952). El rapto de América. Ensayo sobre la colonización española. Buenos Aires: Sudamericana.

Traducciones relevantes:

(1908). Pedagogía. Parte general y parte especial, de Barth, Paulus. Madrid: La Lectura.

(1910). El alma de tu hijo. Un libro para padres, de Heinrich Lhotzky. Madrid: Imp. de Antonio G. Izquierdo.

(1910). Nosotros los jóvenes. El problema sexual del joven soltero, de Hans Wegener. Madrid: Daniel Jorro.

(1913). La educación del hombre, de Friedrich Fröebel. Madrid: Daniel Jorro.

(1916). Ensayos pedagógicos, de Michel de Montaigne. Madrid: La Lectura.

 

Autor de la biografía

Victoria Robles Sanjuán

Bibliografía

 

Robles Sanjuán, Victoria (1999). Luis de Zulueta y la renovación cultural en Barcelona a través del Ateneo Enciclopédico Popular. En Julio Ruiz Berrio et als. La educación en España a examen (1878-1998). Zaragoza: Universidad de Zaragoza, pp.131-136.

_ (2000).  Luis de Zulueta y Escolano (1878-1964) y su contribución al pensamiento pedagógico en España. Granada: Universidad de Granada. Tomado de: https://digibug.ugr.es/handle/10481/28594

_ (edición) (2006). El ideal en la educación. Ensayos pedagógicos y otros textos. Madrid: Biblioteca Nueva/Ministerio de Educación y Ciencia._

Zulueta, Carmen (1972). Miguel de Unamuno y Luis de Zulueta. Cartas, 1903-1933. Madrid: Aguilar.

_ (1996). Luis de Zulueta. Artículos (1904-1964). Alicante: Instituto de Cultura "Juan Gil-Albert".

Zulueta y Escolano, Luis (23 de junio de 1903). La evolución del feminismo. La Publicidad, p.1.

 

_ (1921a). El ideal en la educación. Ensayos pedagógicos, Madrid: La Lectura.

_ (1921b). Los problemas nacionales. Cultura. Ponencia aprobada por unanimidad en la última asamblea del Partido Reformista. Boletín Escolar, 582, 675.