ALVIRA ALVIRA, Tomas

Lugar de nacimiento

Villanueva de Gállego, Zaragoza.

Fecha de nacimiento

17-01-1906

Fecha de fallecimiento

7-05-1992

Lugar de actividad

Madrid,

Profesión

Profesor/a

Formación y profesión

Tomás Alvira Alvira nace el 17 de enero de 1906 en Villanueva de Gállego, población situada a 11 kilómetros de Zaragoza, en el seno de una familia de marcada tradición magisterial, lo que en buena parte marcaría su vocación y el destino profesional de su vida; su abuelo paterno y su padre, ambos llamados Tomás, eran maestros y habían regentado la escuela de su población natal. Cuando contaba 2 años, sus padres (Tomás y Teresa) se trasladan a Zaragoza al ganar el padre una oposición de Magisterio. En la capital aragonesa, en la escuela de su padre, realizó sus estudios primarios, entre 1911 y 1916. Los estudios de bachillerato los cursó, entre 1916 y 1922, en el Instituto “General y Técnico” de Zaragoza, obteniendo el título de bachiller el 20 de septiembre de 1922. Sus años de universidad trascurren en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza, donde obtiene la Licenciatura en Ciencias (Sección Químicas) el 20 de octubre de 1933.

Con el título de licenciado, el joven químico mostró de inicio una sólida y marcada inclinación por la profesión y gestión docente. Sus primeros encargos como profesor y pedagogo los llevó a cabo entre 1933 y 1936 en La Rioja. En 1933 fue director técnico de la Academia “La Politécnica” de Logroño, profesor del Colegio SADEL Quintiliano de la capital riojana, profesor del Colegio “La Enseñanza” de dicha ciudad, ayudante interino del Instituto Provincial de Enseñanza Media y auxiliar de la Escuela Superior de Trabajo. El 29 de enero de 1934, por concurso de méritos, fue nombrado encargado de curso del Instituto de Enseñanza Media de Cervera del Río Alhama y vicedirector de dicho centro, accediendo a la dirección el curso siguiente. A comienzos de julio de 1936, decide realizar oposiciones en Madrid, ganando la cátedra de Instituto, pero el comienzo de la Guerra Civil imposibilitó el nombramiento oficial y trastocó sus planes iniciales.

La Guerra Civil

Entre 1936 y 1939 se sucede el compás de la guerra. Un periodo de tres años en los que Alvira tendría algunas vivencias que marcarían sobremanera el sentido de su vida. Una primera fue su reencuentro con José María Albareda Herrera, amigo personal de sus años universitarios en Zaragoza, antiguo becario de la JAE en Alemania, uno de los primeros fieles del Opus Dei y futuro secretario general del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Fue Albareda quien le posibilitó, el 1 de septiembre de 1937, su encuentro con Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei (1928) y santo de la Iglesia Católica (2002). Con él pasó experiencias inolvidables y de él oyó un mensaje que habría de marcar su existencia vital: santificar todos los resortes de la existencia como medio óptimo de realización humana. Una misión que convirtió en la gran pasión de su vida [Tomás Alvira se hizo del Opus Dei el 15 de febrero de 1947]. En plena Guerra Civil, tras abandonar en otoño de 1937 la llamada “zona republicana” y pasar a la llamada “zona nacional”, recuperó su labor docente: primero fue nombrado, el 22 de enero de 1938, encargado de curso en Ciencias Naturales en el Real Instituto Jovellanos de Gijón y secretario de dicho centro; después, el 3 de agosto de 1939, volvió a Logroño por unos meses para enseñar ciencias en el Instituto de la capital riojana y matemáticas en la escuela Superior de Trabajo de dicha ciudad. El 16 de junio de 1939, contrajo matrimonio en la iglesia de San Gil de Zaragoza con Francisca Domínguez Susín (Paquita), maestra de profesión y antigua alumna de su padre, a la que conocía desde enero de 1926, y con la que tuvo nueve hijos, de los que el primero, José María, falleció a la edad de cinco años.

Entre la edafología y la educación

Tras su matrimonio y finalización de la guerra, Alvira se traslada a Madrid para “asentar profesionalmente sus reales”. Es el periodo 1939-1950, un tiempo marcado por las experiencias docentes en el Instituto “Ramiro de Maeztu”, por su labor investigadora en el Instituto de Edafología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y por su gestión como vicedirector del Instituto San José de Calasanz del CSIC.

El Instituto de Enseñanza Media “Ramiro de Maeztu” puede decirse que fue una de sus grandes pasiones pedagógicas; en buena parte, la orientación y diseño pedagógico de sus primeros años se debe a su implicación y esfuerzo personales. El centro, heredero del antiguo Instituto Escuela establecido por la Junta de Ampliación de Estudios en 1918, fue constituido por Orden Ministerial de 4 de abril de 1939, y Tomás Alvira llegó a él el 21 de octubre de 1939 como encargado de curso de Ciencias Naturales. Al año siguiente, el 20 de noviembre, fue nombrado director interino del internado Hispano Marroquí del Instituto y profesor-tutor de su Alteza real Muley El-Medhi, hijo del Califa de Marruecos (12/X/1941). Al constituirse la asociación de alumnos fue nombrado, el 14 de octubre de 1943, delegado de la misma, y el 16 de noviembre de 1945 tomó posesión oficial de la cátedra de Ciencias Físico-Naturales del centro, aunque su nombramiento oficial como catedrático numerario de Instituto había tenido lugar el 6 de septiembre de 1942 en Mérida.

En el “Ramiro de Maeztu” Alvira animó y suscitó experiencias educativas de profundo calado pedagógico: fue pionero en la creación de la Asociación de Padres (APA), animó a hacer de la educación personalizada la base de la formación, y, sobre todo, apostó por convertir el aula en una experiencia de vida donde la práctica y el pensamiento reflexivo fuesen objetivos insoslayables de una educación orientada a la transformación, actualización y mejora personal. Una apuesta ambiciosa y difícil de actualizar, que pudo dinamizar al compartir claustro con un profesorado de excepcional valía: Gerardo Diego, Guillermo Díaz-Plaja, Antonio Millán-Puelles, Rafael Lapesa, Valentín García Yebra, Vicente Aleixandre, etc. Una rica pedagogía de vida que Tomás Alvira acertó a plasmar en numerosos trabajos pedagógicos, pero sobre todo en una obra postrera: El “Ramiro de Maeztu”, pedagogía viva (Madrid, Rialp, 1992). En ella, no solo brinda una historia sistemática y detallada de las personas y hechos clave de los primeros tiempos del Instituto. Su trabajo es todo un tratado de pedagogía vital experimentada, en él entiende la formación como como acción transformadora del espíritu, orientada al crecimiento y afirmación de la libertad. Categoría pedagógica esencial que pone de manifiesto que Tomas Alvira trascendió con creces el concepto de enseñante para ser un profesor-educador en el sentido más cabal y extenso de la palabra.

A la experiencia pedagógica y profesional del “Ramiro de Maeztu” Alvira añadió una importante labor investigadora y heurística en el Instituto de Edafología, Ecología y Biología Vegetal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, creado por Orden Ministerial de 11 de mayo de 1942. Alvira se había formado en ciencias químicas en la Universidad de Zaragoza. El 13 de octubre de 1942 había obtenido por concurso de traslado una cátedra de Agricultura en el Instituto de Bilbao, aunque no llegó a ocuparla al ser elegido un mes antes —el 30 de septiembre de 1942— Ayudante del recién creado Instituto de Edafología. Nombramiento que culminó el 16 de julio de 1944 con un doctorado en Ciencias (sección Químicas), obteniendo la máxima calificación de entonces: sobresaliente. Tras su doctorado, decidió seguir colaborando con el CSIC y el 29 de diciembre de 1944 fue nombrado secretario del Instituto, cargo que desempeñó con pasión y celo hasta 1960.

En esos años, impulsó una importante labor investigadora y didáctica. Junto a José María Albareda, alentó una revista pionera de la investigación edafológica española: Anales del Instituto de Edafología, Ecología y Biología Vegetal; en 1948, el Instituto para la Alta Cultura de Portugal le invitó a conocer los centros de edafología portugueses; en 1949 fue nombrado miembro del Patronato Alonso de Herrera del CSIC para asuntos de agricultura; y el 24 de julio de 1950 representó al CSIC en el IV Congreso Internacional de Ciencia del Suelo, celebrado en Ámsterdam. Un marco óptimo e ilusionante que le posibilitó reflexionar y publicar trabajos en los que presentó la Edafología como una ecología vital basada en las relaciones suelo, plantas y personas. Una pasión de vida que acertó a plasmar en diferentes publicaciones, entre otras: Suelos de la zona norte del Protectorado de España en Marruecos (Madrid, C.S.I.C., 1949), Estudio geológico edáfico de algunos suelos de la Guinea continental española (Madrid, C.S.I.C., 1952), Curso práctico de ciencias naturales (Madrid, Instituto "San José de Calasanz", 1952), La Iniciación agrícola en la escuela primaria. Madrid, Centro de Documentación y Orientación Didáctica de Enseñanza Primaria, 1963), Las cosas y la vida (Madrid, El Carro Verde, 1963), Las plantas y sus secretos (Madrid, Magisterio español, 1964).

El tercer eje vital que cierra el periodo 1939-1950 es su colaboración estrecha con el Instituto “San José de Calasanz de Pedagogía”, fundado por Decreto de 29 de marzo de 1941. Este instituto, perteneciente a la estructura del recién creado Consejo Superior Investigaciones Científicas (1939), vino a sustituir al Museo Pedagógico fundado en 1882 con el nombre de Museo de Instrucción Primaria, y se creó para entroncar la reflexión y el saber pedagógico con la educación práctica. Un desiderátum que, entre otras cosas, requería anejar al Instituto determinados centros de primaria y secundaria para poner en práctica sus planteamientos y teorías pedagógicas. Fueron elegidos para tal menester el grupo escolar “Zumalacárregui” y el instituto “Ramiro de Maeztu”, que desde 1941 quedaron adscritos al Instituto “San José de Calasanz”. La misión inicial de estos centros consistió en colaborar con las Misiones Pedagógicas del Instituto. Tarea recurrente que en 1931 había impulsado el Patronato del Museo Pedagógico y que el Instituto “San José de Calasanz” recuperó en 1942. Ahora se trataba de continuar con la tradicional difusión cultural en el medio rural y sobre todo de iniciar una tarea de orientación teórico-práctica del Magisterio primario. Este propósito cristalizó en las llamadas Semanas de Misiones Pedagógicas. Es aquí donde entra en escena Tomás Alvira. En 1944 fue elegido miembro del equipo de Misiones Pedagógicas del Instituto “San José de Calasanz” —tarea que desempeñó durante trece años—; el 22 de diciembre de 1945 fue encargado de publicaciones de las susodichas Misiones Pedagógicas; y en 1949 fue nombrado vicedirector del Instituto “San José de Calasanz de Pedagogía”, cargo que desempeñó hasta 1955. Responsabilidades que le permitieron alentar la Revista Española de Pedagogía, cuyo primer número apareció en el trimestre enero-marzo de 1943, animar diferentes publicaciones del Instituto relacionadas con la investigación pedagógica y acrecentar su vocación pedagógica. Fruto de ello fue su primera publicación sobre el saber educativo: “Un ensayo de pedagogía social” (Madrid, Revista de Pedagogía, 1950). Hechos que le granjearon prestigio y eficacia y le posibilitaron ser nombrado, el 20 de julio de 1949, miembro del patronato de Enseñanza Media y Profesional del Ministerio de Educación.

Gestión directiva, técnica y pedagógica

En la segunda mitad del siglo XX Tomas Alvira fija y desarrolla con más intensidad su vocación pedagógica. Un tiempo especialmente fecundo y gratificante que le llevó a compartir con igual ilusión la orientación educativa, la gestión directiva de centros, la docencia escolar, el impulso de asociaciones familiares de enseñanza y los escritos pedagógicos.

La primera pasión de esos años fue asumir la dirección, el 21 de noviembre de 1950, del Colegio “Infanta María Teresa”, de huérfanos de la Guardia Civil, situado en la calle Príncipe de Vergara de Madrid. Un colegio de 500 alumnos, regido al modo de una institución militar, en el que se impartían estudios de primaria, secundaria, formación profesional y preparación para academias militares. Alvira dirigió el centro durante ocho años, con cambios y resultados pedagógicos muy significativos. En ese tiempo, apostó por una educación personalizada, apoyada en servicios psicológicos y de orientación; impulsó aulas-laboratorio; apoyó las reuniones asiduas y el trabajo en equipo del profesorado; alentó una docencia basada en la exigencia, la reflexión y el cultivo de la voluntad para enseñar a obrar con responsabilidad y libertad; suprimió las celdas de castigo y la rigidez militar apostando por la alegría y serenidad como norma pedagógica; y, sobre todo, buscó convertir al enseñante en un profesor-educador. Un cambio relevante que sirvió para hacer del colegio un referente de calidad pedagógica en la España de los cincuenta [Escuela Española, Nº 544]. Años que elevaron y consolidaron su prestigio como profesor, pedagogo y gestor educativo: en 1955 fue nombrado vocal de la Comisión organizadora del Primer Congreso Nacional de Pedagogía, celebrado en Barcelona ese mismo año; en 1956, será elegido miembro del Gabinete Técnico de la Dirección General de Enseñanza Media; en 1959 es nombrado Consejero Nacional de Educación; y en 1960, vicepresidente de la Sociedad Española de Pedagogía.

El 10 de octubre de 1957 Tomás Alvira deja la dirección del colegio “Infanta María Teresa” y se reincorpora a su “Ramiro de Maeztu” como director adjunto, cargo que desempeñará hasta 1970. En esos años participa en la elaboración y redacción del Libro Blanco de la Educación Española, que dio origen a la Ley de 1970. Entre 1970 y 1974 desempeña la dirección del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid. Y el 10 de octubre de 1974 se reincorpora a su cátedra del “Ramiro de Maeztu” hasta su jubilación definitiva, acaecida el 17 de enero de 1976. Un tiempo de especial fecundidad pedagógica que Alvira complementará con otra de sus grandes pasiones: ser cofundador y miembro del Consejo Directivo de Fomento de Centros de Enseñanza entre 1965 y 1992. Una institución educativa —por la que han pasado más de 85000 alumnos— impulsada por un grupo de padres y educadores que promovieron la creación de colegios, en los que se considera esencial la colaboración de las familias. Ahí Tomás Alvira desempeñó numerosos cargos, entre otros: fundador y primer director de la Escuela Universitaria del Profesorado de Fomento, de su centro preuniversitario y de sus APAs.

Principios pedagógicos y escritos

En su inmensa tarea pedagógica Tomas Alvira no solo fue un profesor apasionado, un técnico de la educación y un pedagogo práctico. Reflexionó con sistematicidad sobre la estructura noética de la Pedagogía y puso especial énfasis en temas como: la naturaleza de la educación, la orientación familiar, la antropología pedagógica y la educación personalizada. Fruto de ese interés fue la publicación de diferentes trabajos. A los ya citados: “Un ensayo de pedagogía social” (1950) y El “Ramiro de Maeztu”, pedagogía viva (1992), pueden añadirse:

  • Manual de Ciencias naturales, Madrid, Magisterio Español, 1968, 183 pp.
  • Naturaleza, seres y fenómenos. Madrid, Magisterio Español, 1972, 127 pp.
  • Los padres, primeros educadores. Madrid, Mundo Cristiano, 1972, 44 pp.
  • ¿Cómo ayudar a nuestros hijos? (Ensayo práctico de orientación familiar). Madrid Prensa Española, 1976, 157 pp.
  • La participación de los padres en el centro educativo. Conferencia pronunciada en el Colegio Montearagón. Zaragoza, 14/03/80.
  • ¿Cómo ayudar a nuestros hijos? Madrid, Palabra, 1983, 220 pp.
  • Calidad de la educación: calidad del profesorado. Madrid, Diossat, 1992

Su labor pedagógica, a pesar de su amplitud e intensidad, puede resumirse en lo que el propio Alvira denominó “Aula viva”. Un concepto que puede quintaesenciarse en un septenario de principios marco que definen el sentimiento y la obra pedagógica de Tomas Alvira:

  1. La educación es vida, si no se vive no lo es en realidad. Su principio es querer de verdad al alumno, y amar la materia que se enseña. Sólo así se puede ser buen profesor.
  2. El aula debe ser una relación donativa entre profesor y alumno basada en la confianza y serenidad. El colegio ha de tener siempre “aire y espíritu familiar”.
  3. La educación debe ser personalizada. Se trata de que cada alumno logre el máximo desarrollo de sus capacidades y aptitudes, con la ayuda de sus padres y profesores. Lo que implica considerar siempre su singularidad y potencialidades.
  4. Sin libertad no se puede educar, pero una libertad sin amor, amistad y ambiente familiar es equivocada para la educación. Solo el amor puede exigir bien, y hay que exigir.
  5. La familia y el colegio son indisociables. Deben ayudarse y apoyarse. Les une el mismo fin: la mejora y crecimiento personal del hijo alumno.
  6. La pedagogía debe ser indirecta y activa: suscitar inquietudes, interrogantes, afirmaciones y preguntas haciendo que el alumno descubra, pregunte y afirme con su acción y curiosidad suscitada.
  7. El aula viva ha de atender el ambiente y estilo espiritual no menos que el cultural y material. Es en la dimensión trascendente del alumno donde se sustancian y dirimen los grandes valores del hombre y de la educación personalizada.

Tomás Alvira falleció el 7 de mayo de 1992. Ochenta y seis años de vida lograda, resumidos en la figura de un padre de nueve hijos, de un investigador de Edafología y de un profesor-educador que innovó, orientó, animó y formó parte de sucesos importantes de la historia de la educación española de la segunda mitad del siglo XX. Una vida ejemplar vivida junto a su mujer Paquita a los que la Iglesia Católica en 2009 ha abierto un proceso de beatificación.

Autor de la biografía

VERGARA CIORDIA, Javier

Bibliografía

Testimonio personal y manuscrito de Rafael Alvira Domínguez.

Vázquez Antonio, Tomás Alvira (1997). Una pasión por la familia. Un maestro de la educación. Palabra: Madrid.

Vázquez, Antonio (2005). Un hogar luminoso y alegre: matrimonio Alvira. Palabra: Madrid.