FERRER SENSAT, María Ángeles

Nacida en Barcelona en 1904, nieta de Ángela Vallés, dedicada a la enseñanza como directora de un Colegio de Barcelona, e hija de una maestra cuyo nombre, Rosa Sensat, está unido a los movimientos de renovación pedagógica catalana, cursó la enseñanza primaria en la Escuela del Bosque de Barcelona y el bachillerato en el Instituto Balmes de 1915 a 1921 que le otorgó el Premio Extraordinario Giner de los Ríos. Obtuvo el título de Maestra Superior en la Escuela Normal en 1924, terminó la carrera en la Facultad de Ciencias, sección de Naturales, de la Universidad de Barcelona en 1926 y cursó las asignaturas de Doctorado.

Permaneció en la Facultad como Ayudante de clases prácticas, actividad compartida desde 1928 con la de profesora Ayudante del Instituto de Segunda Enseñanza en el Instituto Balmes. En marzo de 1931 entró a formar parte del equipo nombrado para difundir entre la población escolar, desde el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, conocimientos sobre el medio ambiente y las ciencias naturales. Era la encargada de explicar ese Museo y la colección zoológica del Parque y de organizar y dirigir las salidas científicas al campo que promovían.

No le faltaron referencias a las que mirar, las iniciativas y protagonismo de su madre en proyectos de innovación educativa en la Escuela del Bosque hasta 1931 y después en el Grupo Escolar Miláy Fontanals; la colaboración como profesora en la sección de Bachillerato en la Mutua Escolar Blanquema dirigida por Alejandro Galí, el contacto con Manuel Ainaud, impulsor de la "escuela nueva" desde la asesoría de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, etc. Un círculo de relaciones que hizo posible el talante de educadora demostrado en toda su vida profesional.

Formó parte del claustro del Instituto-Escuela de Barcelona creado por Decreto de 26 de octubre de 1931, desde que en febrero de 1932 abrió sus puertas en el Parque de la Ciudadela, hasta su cierre. Muy implicada en cuantas actividades se pusieron en marcha en ese centro, y donde dirigió la elaboración de los que serían sus primeros materiales didácticos, entre ellos los manuales Història d'una pera y el Llibre de les flors, este último editado, como homenaje a Cataluña, el día de San Jorge de 1936. En 1933 se presenta a los Cursillos de Selección para profesorado de segunda enseñanza y aprueba, pasando a ser Encargada de Curso del Instituto Giner de los Ríos de Barcelona (Gaceta de Madrid, 1 noviembre 1933). En octubre de 1934 y en julio de 1936 firma las oposiciones a Cátedras de Institutos Nacionales de Segunda Enseñanza.

En 1938 fue nombrada Encargada de curso en el Instituto de Enseñanza Media Milà Fontanals, en 1939 en el Verdaguer, ambos de Barcelona, y en 1940 en el Instituto Isabel la Católica de Madrid. Como Catedrática Numeraria de bachillerato de Ciencias Naturales desde el 27 de octubre de 1941, ejerce en los Institutos de Reus, de Manresa, de Mataró, y del Infanta Isabel de Aragón de Barcelona donde llega en 1963 y se jubila en 1974.

Escribe y publica libros de texto para bachillerato, de Elementos de Ciencias de la Naturaleza, asignatura del plan de estudios aprobado en 1938, y de Ciencias Naturales, cambio de nombre que figura en los planes vigentes a partir de 1953, 1957, 1967, 1975 y 1976. En la Memoria docente que elabora para las oposiciones a Cátedra describe la modalidad educativa y didáctica que aplicaba a su labor docente y que orientó el planteamiento de la asignatura reflejado en sus libros. Estudio orientado a una formación personal amplia, atenta a distintas caras de la cultura: "el conocimiento y el estudio profundo de la naturaleza", destacar el "valor formativo" que tienen 'las Ciencias Naturales en la Segunda Enseñanza", abrir esta enseñanza "a una cultura general bien cimentada", a "despertar un profundo interés por todas las manifestaciones culturales", a "estimular y afinar en los alumnos un puro amor a esta naturaleza"; "hacer del alumno un observador y un pequeño investigador serio y de espíritu amplio y honrado, capaz de saber rectificar ante nuevos datos o hechos que se puedan presentar", ponerle “en presencia del ser o fenómeno que se quiere estudiar, que observe, que anote, que dibuje", siempre teniendo en cuenta "la psicología del alumno y su evolución” y donde el profesor sea "sólo un guía que le conduzca y le auxilie comunicándole su entusiasmo". Criterios que aplicaba en los libros de texto de la asignatura de la que era titular: dibujar lo que están observando en la naturaleza, plantar y sembrar para poder seguir el ciclo de la germinación; buscar personalmente los materiales de estudio contando con la guía de la profesora, despertar inquietudes, hacer del entorno de la escuela un excelente objeto de estudio, etc.

Un modo de hacer que María Ángeles Ferrer había aprendido, más que en los libros, en el saber aprendido de su madre, y en su propia práctica siempre abierta a la innovación. De ello es testimonio su diario de clase, publicado por la Revista de l'Institut-Escola de la Generalitat en marzo de 1933; una experiencia de la que buscó no alejarse en su trayectoria profesional y quiso recordar al celebrarse el cincuentenario de la creación del Instituto-Escuela catalán: «Els nois treballaven indívidualment o colectivament en una recerca, informació o investigació de temes que sorgien ocasionalment, eren d'actualitat o suggerits pels professors o per ells mateixos».

Publicó en 1950 un manual para primer curso de bachillerato titulado Cosmos y en 1951 para segundo curso, Natura. Eran el fruto -escribió la autora en el Prólogo- «de momentos de convivencia con mis alumnos, observando la Naturaleza, conversando y experimentando», «no es para recitarlo de memoria. Es un recuerdo y una fijación de las conversaciones y trabajos de clase, y una explicación de los hechos o fenómenos observados».

Señala María Ángeles Ferrer la importancia del cuaderno de cada estudiante donde anotar las observaciones y experimentos realizados -«portaven uns quadems de treball de cada matéria que es guardaven en els armaris de la sala de classe»-, así como de los dibujos y esquemas que debían acompañar los datos registrados. En algunas de las lecciones de primer curso de bachillerato intercalaba fragmentos literarios y poesía que transmitían sentimientos ante la naturaleza, y en las de segundo, añadía testimonios de científicos expresando la emoción ante el descubrimiento científico y la belleza de las cosas creadas.

Ante la reforma educativa y metodológica de 1970 introduce cambios en los libros y en su elaboración. En cuanto a la autoría, aparece como directora científica de un equipo de redacción en el que participa un licenciado en Ciencias Biológicas, un profesor de Ciencias Naturales y una licenciada en Pedagogía; y cuenta también con una dirección técnica, otra literaria, un equipo de selección gráfica y maqueta y otro de dibujos. Responde así a una nueva etapa de los libros de texto, en la que pasaron de ser una tarea individual, de una sola persona, a un trabajo colectivo, de diferentes especialistas.

No han variado los objetivos fundamentales ni los contenidos, pero sí los recursos metodológicos y las características de los manuales. Papel blanco y satinado, páginas llenas de ilustraciones, fotografías, gráficos y esquemas a todo color, párrafos más cortos, frases coloreadas, palabras en negrilla. Se mantiene la sugerencia de ejercicios y la manipulación de objetos reales, con la finalidad de favorecer una mayor participación y protagonismo del alumnado, individualmente o en grupo. Y se introduce un cuestionario de autoevaluación de lo aprendido. La aprobación de normativas que desarrollaron la Ley General de Educación, fueron motivo para una continua adaptación de los textos a las orientaciones ministeriales.

De la Memoria presentada en 1940 a las Oposiciones a Cátedra de Instituto de Segunda Enseñanza por María Angeles Ferrer Sensat.

«... El Profesor no debe limitar su acción a su Cátedra, sino que ha de compenetrarse con la vida y manifestaciones del alumno, comprender sus inclinaciones y sus gustos, interesarse por aquello que a él le interese y ha de mantener su espíritu abierto para apreciar todas sus actividades. Sólo así podrá encauzarlas por caminos rectos y le será permitido en todo momento acudir a ayudarle y a aconsejarle lo mismo en sus éxitos que en sus desvíos.

La obra de educación es más obra de amor que de ciencia y si logramos conseguir que de los Institutos salgan muchachos y muchachas fuertes de cuerpo y de espíritu, que sean capaces de comprender la magna obra de Dios y dispuestos a afrontar con valor y serenidad los problemas que la vida les presente, no habremos perdido el tiempo. Así pues, creyéndolo siempre mi deber primordial, he procurado obtener el máximo rendimiento tanto en la conducta moral del alumno como en el trabajo científico. Y pienso poder afirmar que, generalmente, cuando se tiene ascendiente sobre él para lograr lo primero, se obtiene también, casi con seguridad, lo segundo».