CARDERERA y POTÓ, Mariano

Mariano Carderera y Potó nació el 1 de octubre de 1816 en Huesca en cuyo Seminario estudió Humanidades y Latín para luego trasladarse a Barcelona donde cursó estudios de Ciencias Exactas, Francés, Inglés y Alemán. En 1839 viajó hasta Madrid para estudiar Magisterio en la Escuela Normal dirigida por Pablo Montesino, siendo  alumno de la primera promoción. Finalizados sus estudios, fue el fundador y primer director de la escuela Normal de Huesca donde estuvo hasta 1847. Tras dirigir la Normal de Barcelona, volvió a Madrid como inspector general de enseñanza primaria, cargo que ocupó de 1849 a 1867 y tras la restauración canovista. Fue jefe del negociado de Primera Enseñanza del Ministerio de Fomento, desde 1856, desde donde impulsó la creación de escuelas primarias y  de Escuelas Normales para maestras. Viajó en 1853 por Alemania, Francia, Suiza, Austria e Inglaterra lo que le permitió conocer sus políticas educativas y contactar en ellos con directores y maestros.

Colaboró en numerosas revistas y periódicos, destacando Anales de Enseñanza, Anales de Educación, Revista de Instrucción Primaria y Aurora de los niños. Fue un prolífico autor de libros de pedagogía que se convirtieron en un referente tanto para los maestros en ejercicio como para los alumnos de las Escuelas Normales en la segunda mitad del siglo XIX.  Murió en Madrid el 15 de enero de 1893.

Carderera jugó un papel fundamental en la pedagogía española dado que se estaba configurando el sistema educativo y, dentro de él, la enseñanza primaria obligatoria y la formación de maestros. Era urgente contar con libros donde los futuros maestros aprendieran acerca de su futura labor, incluyendo todos los aspectos relacionados con la educación, desde su finalidad, teorías acerca de la educación, objetivos de las distintas instituciones docentes, características de los niños, organización escolar, legislación educativa, métodos, etc., etc., y la producción bibliográfica de Carderera intentó cubrir  todos los frentes con libros destinados a los alumnos de las Escuelas Normales, a la preparación de oposiciones y a maestros en ejercicio. Además, algunos de sus libros también estaban destinados a los padres y a los párrocos, es decir, a los que entonces intervenían en la educación, y otros eran para ser usados en las escuelas como sus cuadernos de lectura o sus cuadernos de ejercicios de aritmética.

Dado que fue profesor y director de las Normales de Huesca y Barcelona, sus publicaciones recogen las experiencias allí vividas y las necesidades tanto del alumnado normalista como las de los maestros en ejercicio que contaban con una escasa formación en el mejor de los casos.  Como inspector general de primera enseñanza visitó numerosas escuelas en España y Europa lo que le permitió ampliar sus horizontes. En esos años, intentó que se crearan más escuelas primarias y elaboró, como jefe de negociado en el Ministerio de Fomento, un proyecto de ley de Instrucción Pública que luego fue parcialmente usado en la Ley Moyano de 1857.

Sus obras reflejan sus numerosas lecturas. Su primer libro fue la traducción de la segunda edición del Curso de Pedagogía o principios de educación pública para uso de los alumnos de las escuelas normales y de los maestros (Carderera, 1845), obra aprobada en Francia por el Consejo Real de Instrucción Pública.

Las obras de Carderera fueron las primeras obras didácticas sobre Pedagogía y las más utilizadas en las Normales españolas hasta comienzos del XX. En concreto, su Curso elemental de Pedagogía (escrito con Joaquín Avendaño, también miembro de la primera promoción de la escuela Normal de maestros de Madrid, director de las normales de Zaragoza y Valencia e inspector general de Instrucción pública hasta que dejó la enseñanza y la Pedagogía por la carrera diplomática) fue el libro de texto oficial en las escuelas normales españolas y tuvo numerosas ediciones (desde la primera de 1850 hasta la décima de 1888). Rufino Blanco afirmaba que estas obras “fueron casi las únicas estudiadas por los maestros españoles en el segundo tercio del siglo XIX”. Para este autor, el Diccionario de Educación y métodos de enseñanza, la obra más reconocida de Carderera, era una obra completa, escrita con claridad y exacto conocimiento de los asuntos:

El autor, que era persona de cultura y de sano criterio, tuvo la feliz idea de publicar su Diccionario veintiocho años antes de que Buisson publicase el suyo en Francia, y si la obra es recomendable por sus doctrinas pedagógicas no lo es menos por sus artículos de historia de la pedagogía, que forman el tratado más completo y autorizado sobre el asunto de cuantos se han publicado en lengua castellana. Este Diccionario es un repertorio o biblioteca muy útil para el maestro de primera enseñanza, a pesar de que el moderno progreso de los estudios pedagógicos exigen [sic] aumentar algunos artículos y rectificar otros (Blanco, T. I, 402).

El Diccionario, publicado en cuatro volúmenes, tuvo tres ediciones entre 1854 y 1883. Como el mismo Carderera indicaba, se trataba de una “verdadera enciclopedia pedagógica”:

Comprende las ideas, los pensamientos, los principios, las reglas y las opiniones de escritores distinguidos de todas las épocas y países, y la historia sucinta de los progresos de la educación y métodos de enseñanza. (…) expone en resumen las observaciones, ensayos, tentativas y experiencias de los hombres prácticos con los principios que les sirvieron de guía y los resultados obtenidos (…). En suma, el Diccionario es la biblioteca, el repertorio del padre de familia y del maestro, donde el primero hallará consejos para la educación de sus hijos, y el segundo un auxiliar que le guíe en el ejercicio diario de sus funciones. (Carderera, 1858, 2ª ed., T. I., VIII)

Los cinco temas más tratados en las 712 entradas del Diccionario son: Educación en general (175), Historia de la educación (118), Psicología (70), Métodos de enseñanza (34) y Organización escolar (33). Es una obra indispensable para conocer las teorías pedagógicas del XIX, así como los modelos de escuelas e instituciones.

Mención especial merecen sus opiniones con relación a la educación de las mujeres. En su Pedagogía práctica afirma que

Por efecto de necesidades de vuestros tiempos, aumenta sin cesar la actividad, así como la cultura intelectual del hombre, mientras que la mujer, sin que apenas haya mejorado su instrucción, fuera de la agitación del mundo, continúa en el retiro del hogar doméstico, entregada a ocupaciones modestas, aunque de grande importancia y trascendencia.  (…). La igualdad de origen, de naturaleza, de capacidad, de aptitud, de los derechos, todo se invoca, no sin fruto, al reclamar participación igual para los dos sexos en la enseñanza y en la vida pública. En verdad, la mujer se halla dotada de iguales facultades que el hombre y sabe ejercerlas con fruto. (Carderera, 1874, T. I, 222-223)

Mariano Carderera es uno de los principales representantes de la llamada pedagogía tradicional española. Cuando se estaba implantando la escuela primaria obligatoria y la formación de los maestros y se crean instituciones para todo ello (desde las escuelas primarias públicas, escuelas de párvulos, escuelas normales, escuelas de adultos…), la necesidad de obras donde se explicasen todos los aspectos relativos a la vida de las mismas y a las tareas a desarrollar en ellas por los docentes era perentoria y las obras de Carderera respondieron a esa necesidad. Además, su actuación como inspector general dejó una marcada impronta en el modelo curricular, administrativo y organizativo de las escuelas normales.