Participación en “Espectros de Latour. Homenaje a Bruno Latour (1947-1922)”

El pasado 09 de febrero tuvo lugar, en la Facultad de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, un acto en homenaje al recientemente fallecido Bruno Latour. El curso, organizado por los profesores de la Universidad Complutense Carmen Romero Bachiller, Elena Urieta, Fernando García Selgas y Pablo Santoro, contó con investigadores e investigadoras que habían incorporado, de una u otra forma, a Latour dentro de sus aproximaciones a la investigación y a la docencia. Todos y todas compartieron allí su admiración por el francés, pero también su frustración con él. Recordaron anécdotas y hablaron de su entorno: de la influencia de su mujer (feminista, activista), su enemistad con Bourdieu, la facilidad para organizar fiestas en casa… pero también, o mejor, sobre todo, de la actualidad de sus propuestas, que se vieron reflejadas en muchas de las exposiciones que se hicieron durante el día.

Blanca Callén, Adolfo Estalella y Blanca Uriarte
Amparo Lasén, Iñaki Martínez de Albéniz y Fernando García Selgas

Juan Manuel Zaragoza, fundador del ehCOLAB e IP del proyecto Crisis climática, salud mental y bienestar en el Antropoceno. Una aproximación desde la ontología histórica (ANT-HEALTH) participó en la primera de estas sesiones con una ponencia titulada “Dar voz a los 10000 necios: la democracia como experimento”, en la que intentó coser los intereses científicos y políticos de Latour a través de la lectura de su obra Políticas de la Naturaleza, publicada a finales del siglo XX y profundamente influenciada por la obra de Michel Serres El contrato natural.

En este obra, Latour define la democracia como un experimento y, como en todo experimento, esta debe contar con sus mecanismos de control, sus protocolos y sus técnicas. Pero, sobre todo, debe ser un acto de búsqueda de soluciones de forma gozosa y compartida, que ninguna voz exterior puede ordenar detener. A partir de esta idea, que tanto debe a John Dewey, Latour se lanza a describir minuciosa y detalladamente cuál podría ser el protocolo de este experimento, así como su organización “espacial” en dos nuevas cámaras de representación organizadas en cuatro estancias, que Zaragoza, en su presentación, comparó con el mapa del laboratorio de Guillemin incluido en Vida en el laboratorio.

Zaragoza terminó reclamando, por un lado, una mayor atención a la relación entre Latour y el pragmatismo americano y, por otro, señalando la futilidad de intentar distinguir entre “dos Latours”, ya que lo que vemos en su obra no es tanto un cambio de orientación (de la ciencia a la política) como la superación de esta distinción que nos venía impuesta y que, desde su punto de vista, no tiene sentido en un mundo en el que, por fin, empezábamos a considerarnos a nosotros mismos no-modernos.

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