Querido Antonio

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Qué difíciles y qué fáciles, a la vez, pueden ser las cosas. Y lo digo con conocimiento de causa porque, cuánto trabajo me ha costado tener el ánimo suficiente para hacer lo que estoy haciendo ahora, y qué fácil se le hace a uno hablar o escribir -una vez superada 'la energía de activación'- de una persona como tú que fuiste excelentemente definida por un gran amigo común como humilde, honesta y demócrata. Era la primavera de 1990 y estábamos discutiendo un grupo de colegas acerca de tu idoneidad para encabezar una candidatura al rectorado en representación del Colectivo Rector Loustau.

Foto Rector Soler

Muchos pensaron entonces que ya estaba bien, que ya llevabas seis años en el cargo. Otros, por el contrario, teníamos la firme convicción de que era cuando mejor lo ibas a hacer porque tenías experiencia y te sobraban ganas y energía. Luego ya sabes lo que pasó: un par de votos quebraron tus/nuestras ilusiones. Aquella noche permanecerá en el recuerdo de aquellos que te apoyábamos y que celebramos hasta altas horas de la madrugada la 'dulce derrota'.

De todas formas te quedó la satisfacción del deber cumplido. Te habías entregado durante muchos años a tareas de gobierno de nuestra Universidad, y habías puesto a su servicio tu gran categoría profesional y humana así como tu estilo dialogante. Fuiste capaz, como pocos han hecho, de tomar decisiones impopulares o en contra de los más fuertes. No fuiste nada populista -aún resuena en mis oídos la explicación que me diste hace unos meses para justificar por qué mantenías demasiada distancia en tu relación con los alumnos a los que querías y respetabas: Te horrorizaba que alguien pensara que, desde tu cargo, los estabas manipulando-, pero sí receptivo y cercano a la vez que austero y sobrio. Por ello se pueden contar por cientos las personas que te agradecerán siempre tu comportamiento hacia ellas.

Después vino tu breve etapa en la política en la que, como siempre, hiciste equipo, creaste escuela y demostraste tu inquietud por un tema que nos debe preocupar a todos: el Medio Ambiente. Si no recuerdo mal a ti se debe la existencia de la olvidada ley 1/1995 de Protección del Medio Ambiente de la Regíón de Murcia que bien debiera ser desempolvada o modificada. Para los que no te hayan conocido lo suficiente sería bueno que supieran que tu sensibilidad por esta materia era tan grande que el voraz incendio de Moratalla, que se produjo siendo tú consejero del ramo, pudo ser la causa de otra grave enfermedad que por fortuna superaste.

Lo demás ya es bien conocido por todos: tus amenas clases, tu espíritu deportivo y participativo y un largo etcétera. Desgraciadamente, cuando aún estabas lleno de proyectos y posibilidades te llegó la hora de tu último viaje. Espero y anhelo que allá donde estés te encuentres como siempre: tranquilo, relajado y satisfecho. Te lo tienes merecido.

Hasta siempre.

Tu amigo Gaby.

Dedicado a Antonio Soler del que tanto aprendí y al que siempre recordaré.


GABRIEL GARCÍA SÁNCHEZ
Profesor de la Facultad de Ciencias
de la Universidad de Murcia

Foto Gabriel García Sánchez