En esta sección podréis poneros al día sobre la actualidad investigadora de la Universidad de Murcia. A través de noticias, reportajes en profundidad y entrevistas de personalidad, mediante un lenguaje sencillo pero sin perder un ápice de rigor, os acercamos a nuestra comunidad investigadora y a su importante trabajo.  

null Luís Puelles: "Yo sé y dudo"

Luis Puelles

Redacción: Delfina Roca Marín

Tan cargado, complejo e inaccesible como el interior de un cerebro visualizamos el despacho de Luis Puelles. El investigador que paradójicamente lleva la mayor parte de su vida investigando la mente. Trabaja inmerso entre montañas de libros, revistas y documentos que configuran un caos que seguro que él comprende.

Su formación en investigación ha sido autodidacta. Movido por el gran desconocimiento existente acerca del tema del cerebro tanto en los libros como entre sus propios profesores, comenzó a leer y estudiar, tarea que se ha prolongado ya unos 40 años.  

¿En qué momento te interesó la investigación?

Creo que el comienzo de la investigación es la curiosidad, yo soy muy curioso y siempre me pregunto el porqué de las cosas. Mi curiosidad por el tema del cerebro y la mente humana comenzó cuando tenía 15 o 16 años. Quería saber porque uno se enamoraba de una chica y luego de repente te dejaba de gustar. Pensé en estudiar una carrera que me ayudara a entender cómo son las personas, cómo piensan y cómo reaccionan. Los médicos y los psicólogos, pensaba yo intuitivamente, debían ser los que más sabían. Pronto descubrí que de estos temas se sabe poquísimo.

No me conformé con explicaciones que no me parecían satisfactorias y decidí comenzar a estudiar sobre estos asuntos. Un cerebro lo puedes coger con las manos, llevar al laboratorio, observarlo y avanzar. Normalmente se consiguen pequeños avances, pero el conjunto de muchos de ellos puede ofrecer grandes resultados. Creo que hice una buena elección, aunque he de reconocer que sigo sin saber porque nos enamoramos y desenamoramos unos de otros. Además, creo que todavía tardaremos algún tiempo en saberlo.

"Vas curioseando de forma salvaje, y de pronto, un día te das cuenta de que todo se inventa en tu cabeza"

Cuéntanos cómo fueron tus comienzos. 

Siendo alumno todavía en un departamento de Anatomía entré a un plan meritorio. Tuve suerte. La gente con la que trabajaba me dio cierta libertad para probar cosas. Es cierto que dediqué mucho tiempo, aunque, por otro lado, esa libertad me permitió reflexionar sobre muchas más ideas. Cuando tienes a alguien que te dirige o te indica sobre lo que tienes que estudiar, a veces te sientes obligado a mirar las cosas de manera más estrecha. Si vas leyendo sobre todo lo que tienes curiosidad, vas de forma salvaje curioseando, y de pronto, un día te das cuenta de que todo se inventa en tu cabeza. Entonces comprendes que controlas ciertos campos y que sabes más o menos que ideas y técnicas existen sobre la materia a la que te dedicas.

Mi primera publicación fue a los 6 años de estar trabajando intensamente. Y es que antes no tenía nada que enseñar, no tenía ninguna idea. Mi evolución fue algo lenta, muy poco dirigida y muy entusiasmante en el sentido de exploración personal. A partir de mis primeras publicaciones comenzó la etapa de buscar mi lugar en la vida, un empleo. Pasé de estar en Granada, a Sevilla, a Badajoz, a Cádiz y finalmente a Murcia. Un profesor de anatomía habitualmente se movía mucho menos por España de lo que yo lo hice. Uno solía formarse y convertirse en profesor en el mismo sitio.

Todos los investigadores tenéis que dedicar algo de tiempo a la docencia, ¿cómo llevas esa faceta?

La docencia siempre me gustó. Lo descubrí cuando estando en un departamento universitario me pusieron a dar clases. Quitando los primeros momentos que son duros por la inexperiencia, puedo decir que me gusta la relación con los alumnos. Yo lo veo como una relación de dos personas curiosas que quieren saber de algo, el que sabe un poco más se lo cuenta al otro, como dos amigos que hablan. Los alumnos saben que en cualquier momento pueden tocar a mi puerta. Me sigo sintiendo como ellos, no me he hecho mayor a pesar de que me haya hecho más viejo físicamente.

Los que trabajamos en esto de la investigación tenemos la suerte de que podemos trabajar en algo que nos gusta y encima nos pagan. No todo el mundo tiene esa suerte. Me siento privilegiado y por eso procuro que lo que realmente me preocupe sean los alumnos. Recuerdo que el primer año que llegué a Cádiz me dieron un grupo especial de repetidores, al final todo fue bastante bien. Creo que muchos de ellos aprendieron, incluso al final del curso me regalaron una placa agradeciéndome el esfuerzo. Esta experiencia fue una satisfacción personal enorme.

Luis Puelles

"Había días que me iba a trabajar y no sabía para qué, no tenía ninguna idea en la cabeza,..., hubo momentos duros, la investigación tiene eso, pero cuando descubres algo,.... Supone un choque de adrenalina que te recorre por el cuerpo. Es muy placentero."

La investigación lleva asociada una parte ardua y dura ¿Es verdad que los investigadores os crecéis ante las adversidades?

No es lo mismo que la docencia. Si tú quieres enseñar y no eres distante, la respuesta de los alumnos es muy buena. En investigación es muy distinto debido a la soledad. Yo me formé prácticamente en solitario, no tenía a nadie con quien hablar de mis problemas, los demás colegas no sabían nada sobre mí y ni querían saberlo tampoco. Hubieron momentos de cierto aburrimiento, de cierta desazón en los que me preguntaba: ¿voy en la buena dirección?, ¿estoy perdiendo el tiempo? Reconozco que hubo momentos duros, la investigación tiene eso, pero cuando descubres algo, cuando se te enciende la bombilla, experimentas una especie de hormigueo ante la idea: has tropezado con algo importante y además eres el primero. Supone un choque de adrenalina que te recorre por el cuerpo. Es muy placentero. Es evidente que no ocurre todos los días, pero de vez en cuando ocurre, o al menos, yo he tenido la suerte de sentirlo.

¿Podrías explicarnos cómo han avanzado las técnicas de estudio del cerebro?

Los estudios cerebrales se hacían al principio con métodos más crudos, morfológicos, que se basaban en mirar el cerebro directamente al microscopio. Con la llegada de la revolución de las moléculas y los genes, comenzamos a utilizar los marcadores de genes, gracias a los cuales detectamos que cada combinación de ellos se ve de distinto color y se puede estudiar por separado. Acuñamos un nuevo concepto,  ?genoarquitectomía?, que hace referencia al estudio de la arquitectura cerebral en base a la información que suministran dichos genes.

Habitualmente los análisis los hacemos con cerebros de animales: pollos y ratones. Gracias al estudio de las tajaditas practicadas en sus cerebros podemos visualizar lo que hay dentro. Solemos fijarnos en si hay una frontera, si dos de ellas son iguales o qué las diferencia. Aún así, con verlo no es suficiente, hay que reflexionar sobre si entendemos lo observado.

Suele hacerse un símil cuando se habla del genoma. Pensemos que cada célula alberga una biblioteca repleta de libros. Pueden leerse uno, dos o veinte mil libros. Hay libros que no se abren, unos que se están leyendo y otros que se están cerrando; algunos se leen de forma permanente y otros se abren y cierran constantemente. De la misma manera se comportan las células.

Los resultados que ha obtenido hasta ahora en su área de investigación servirán en el futuro a todo el mundo ¿Una de tus mayores satisfacciones será que otros investigadores puedan utilizar tus trabajos para crear nuevas ideas o para curar a pacientes?

Hemos ofrecido modelos que son bastantes mejores que los que había anteriormente, aunque tendrá que pasar tiempo para que lo que investigamos tenga aplicación clínica. La verdad es que no me planteo como curar o diagnosticar mejor a un enfermo, pero espero que los avances que he hecho los utilicen los clínicos en la práctica.

Cuando empecé, mucha gente me trató despectivamente en algunas revistas, quizás por lo transgresor de mis ideas. Ahora, todo el mundo conoce a la Universidad de Murcia por los resultados que se generan en la institución en nuestro campo.

En la actualidad tiene más gente que reconoce su trabajo, ¿discute con sus colegas sobre los temas que investiga?

La verdad es que no puedo discutir con mucha gente sobre estos temas, por eso yo siempre me he convencido de que con quien podía discutir es con los clásicos, los autores que hace cien o doscientos años ya habían descubierto cosas realmente importantes. Personas con mentes excelentes, que aunque hayan errado en algunas cosas, llegaron a desarrollar avances   asombrosos. Me mido con aquellas personas que realmente sentaron unas bases y tuvieron la última idea buena sobre lo que estoy trabajando. Me gusta poder pensar que otro investigador pueda hacer lo mismo conmigo en el futuro.

"Un buen científico se hace con dosis de curiosidad y duda"

Yo sé y dudo. Hasta de lo que yo he descubierto dudo. Todo el mundo se puede equivocar. Si los mejores autores han errado en cosas, yo también. Un buen científico se hace con dosis de curiosidad y duda. De partida, para investigar hay que tener curiosidad y capacidad de desprenderse de lo que te han dicho tus maestros o de lo que se has leído en los libros. A veces he creído en una cosa, se la he explicado a los alumnos durante veinte años y, de repente, me pregunto por qué estoy diciendo tal cosa. Descubro que he estado explicando algo que era erróneo, en ese momento, hay que saber reconocerlo.

Para comprender un poco más sobre la vida de un investigador, ¿nos podría contar qué tal se compagina tanto trabajo con la vida familiar?

La vida familiar se ha resentido bastante a lo largo de mi carrera. La concentración supone a veces tener que dejar, más de lo que nos gustaría, a la familia de lado. 

"Tengo un horario muy raro, en ese sentido, yo sé que mi familia ha podido sentir en ocasiones mi ausencia"

Tengo dos hijos, el mayor también se ha hecho investigador, ha seguido una línea parecida a la mía, pero independiente de mí. En cambio, mi hija más pequeña se ha dedicado al arte. Cuando eran niños no me veían tanto como a su madre, aunque ella también es investigadora y trabaja aquí, pero de alguna forma estaba más volcada en su educación. Tengo un horario muy raro, en ese sentido, yo sé que mi familia ha podido sentir en ocasiones mi ausencia.

He sacrificado muchos momentos con los míos, pero siempre he intentado buscar la mejor solución posible a pesar de que no haya sido la más satisfactoria del todo. Yo creo que este es un problema de los científicos en general.

Luis Puelles es miembro de la prestigiosa Academia Europea, en la sección de Biología y Evolución de Organismos, a la que pertenecen nada menos que 46 Premios Nobel, un grupo selecto de científicos al que sólo puedes pertenecer si te invitan o nominan, lo que significa que otros investigadores muy reconocidos le han tenido en consideración. Para el profesor e investigador de la Universidad de Murcia este hecho supone todo un honor, un reconocimiento internacional al que tampoco da demasiada importancia, algo sobreañadido, que visto desde fuera ilumina, pero al que Puelles otorga una importancia secundaria.

Además, es el investigador principal del grupo de Excelencia en Neurobiología del departamento de Anatomía Humana y Psicobiología de la Universidad de Murcia.