Esta nota es una traducción libre y, por supuesto, no autorizada, del apartado 1.4.2. del interesantísimo libro “Metadata for trasmedia resources” de Ana Vukadin (Chandos Publishing, 2019), pp. 13-16
Para alcanzar las metas anteriores, los metadatos bibliográficos lo primero que necesitan es abrirse. El catálogo debería transformarse en una herramienta de mediación, “un mecanismo de mapeo o interoperabilidad, entre descripciones distribuidas” (Lagoze, 2001). El registro catalográfico como una entidad estática, estable y fija que agrega datos bibliográficos en un solo lugar y los presenta según unas determinadas reglas, necesita descartarse frente a una conceptualización diferente, más adecuada al medio online, en el que los datos pueden enlazarse desde diferentes localizaciones y reorganizados en un registro generado “sobre la marcha” conforme a ciertos requisitos específicos del contexto.
Por esta razón, a lo largo de este libro prefiero usar el término "metadatos" en lugar del de "catalogación". Aunque ambos términos sean a menudo intercambiables, metadatos evoca con más fuerza un entorno abierto como el descrito en el párrafo anterior. Coyle (2006) argumentaba que el término metadata fue extendiendo su uso en el discurso bibliotecario para hacer a la catalogación más palpable para la comunidad informática y tecnológica, y citaba la frase anecdótica de que “metadatos es catalogación hecha por hombres”. Ella misma, no obstante, señala que no todos los metadatos – incluso no todos los metadatos bibliográficos – con equivalentes a la catalogación, ya que el objetivo de la catalogación es la creación de un catálogo. Cuando el catálogo tenía forma de libro impreso, representaba un todo conceptual porque las entradas del catálogo no podían ser aisladas y gestionadas por separado (Clarke, 2014). Cuando el catálogo-libro fue reemplazado por el de fichas, el catálogo se conceptualizó como una estructura modular constituida por registros catalográficos. Como dijimos antes, esos registros era unidades perfectamente definidas, delimitadas y fijas, ordenados bajo encabezamientos uniformes. Esta estructura se vio comprometida con el auge de los catálogos online, con la posibilidad de acceso a los registros a través de los índices de otros elementos indexados e hizo que el encabezamiento uniforme perdiera mucha de su relevancia. Como resultado, la noción de catálogo fue perdiendo coherencia, desintegrándose incluso en unidades de menor tamaño – elementos individuales que podían combinarse de diferentes maneras.
Svenonious (2000, p. 65) ponía de relieve este asunto al estudiar dos de las funciones del catálogo: la de inventario y la informativa.
La primera proporcionaría información sobre lo que contiene la colección de la biblioteca, mientras que la segunda se orienta a describir el universo bibliográfico. Mientras que en los tiempos del catálogo-libro o catálogo-fichas estas dos funciones en buena parte se solapaban, con la emergencia de los catálogos en línea, y especialmente con el auge de los catálogos internacionales cooperativos, las bases de datos compartidas y los servicios web, cada vez estas funciones se fueron separando más y más. Algunos autores visualizan aún más separación, con los catálogos de biblioteca individuales por un lado reducidos a la gestión de datos locales para las tareas de organizar y manejar ejemplares físicos, y una herramienta global cooperativa en línea que reúna conjuntos de metadatos interoperables procedentes de diversas fuentes y centrado en el desarrollo de servicios para el usuario final (Jones, 2011; Yee, 2011). Conforme las cantidades de información disponible de todo tipo llega a ser demasiado cara para ser procesada mediante los mecanismos tradicionales de catalogación, resulta un imperativo la creación de redes cooperativas que permitan compartir datos y su reutilización.
Coyle (2005, p. 163) también señala que diferentes comunidades usan diferentes estándares de metadatos y formatos, lo que resulta en una falta de conformidad y predecibilidad que dificulta la reutilización de datos, mientras que la catalogación está pautada por una serie de normas rigurosas y ampliamente aceptadas. No obstante, vaticina que esto iría cambiando conforme aumenten los sistemas que intercambien y compartan sus metadatos.
Las grandes redes cooperativas de metadatos parecen particularmente apropiadas para proporcionar información sobre las complejas obras transmedia, dado que es altamente probable que una biblioteca individual – especialmente las de tamaño medio y pequeño – tenga acceso solo a algunas, pero no a todas las partes de una obra transmedia. El catálogo individual será por tanto incapaz de explicar al usuario la estructura completa de la obra. No obstante, para permitir que un usuario pase sin esfuerzo de un conjunto de información a otro, los enlaces entre diferentes fuentes no deben establecerse a nivel de documento (e.g. como un enlace que simplemente conduce a otro catálogo a la una página de Wikipedia), sino al nivel de los datos. Los datos de un catálogo concreto estarían integrados con otros datos tomados de un entorno construido a partir conjuntos de datos interconectados con una semántica compartida. A lo largo de este libro, cuando se discute la descripción de recursos transmedia en el “catálogo”, generalmente nos estaremos refiriendo a esta clase de espacio abierto y no limitado, más que a un sistema bibliotecario individual.
Los aspectos técnicos relativos a este enlazado están abordados con amplitud por las tecnologías y estándares de Linked Open Data. Linked Open data representa un conjunto de buenas prácticas para la publicación y enlazado de datos estructurados en la web (W3C, 2013). Supone una parte inseparable de lo que Sir Tim Berners-Lee, inventor de la World-Wide-Web, propuso en 2001 como “una nueva forma de contenido web que tiene significado para las máquinas” (Berners-Lee, Hendler y Lassila, 2001). En términos sencillos, mientras que la web que hoy manejamos consiste generalmente en documentos legibles por humanos interconectados, como sitios web, la nueva forma de la web, conocida como la web semántica, estaría compuesta de datos interconectados procesables informáticamente a partir de los cuales aplicaciones y programas podrían realizar una serie de operaciones automatizadas, e.g. encontrar y enlazar información relacionada. Para que este suceda, los datos tienen que ser extraídos de los documentos y bases de datos existentes, identificados mediante identificadores persistentes uniformes legisles por máquina (IRIs) y publicados en la web usando los estándares desarrollados para este fin por el World Wide Web Consortium (W3C). El significado de los datos debe estar definido con precisión y de tal forma que un ordenador pueda “entenderlo” y usarlo adecuadamente en sus procesos. No es el objeto de este libro entrar en más detalles, para los que remitimos a otras fuentes (Hyvönen, 2012; Van Hooland y Verborgh, 2014; Willer y Dunsire, 2013) aunque un esquema básico se abordará en el capítulo tercero.
Por lo tanto, linked open data es el espacio en el que los metadatos generales se convierten en conjuntos de datos estandarizados, interoperatlbes y reutilizables, que es algo que reconocemos como parte del corazón de las bibliotecas. No sorprende que las bibliotecas hayan estado siguiendo las actividades de la comunidad de la web semántica con gran interés. En el periodo 2010-2011, el W3C Library Linked Data Incubator Group se puso en marcha para explorar: “como los componentes bibliotecarios (building blocks), tales como modelos de metadatos, esquemas de metadatos, normas y protocolos para alcanzar la interoperabilidad y los entornos y sistemas bibliotecarios en red, encaminan a las bibliotecas a aportar contenidos y generalmente reorientar sus enfoques hacia la interoperabilidad de datos en la web, incluyendo en otras comunidades”.
En este contexto el uso del término metadatos en lugar de catalogación parece perfectamente justificable, dado que trae a la mente diversas prácticas de creación y gestión de datos de dominios diferentes a las del bibliotecario, con la meta de producir una web global unificada de información. De nuevo, transmedia es un caso representativo de esto porque no pertenece exclusivamente al dominio bibliotecario. Las prácticas transmedia no están limitadas a los productos publicados por la industria de los medios. Las estrategias de enseñanza y aprendizaje pueden ser transmedia. El marketing y las campañas de activimos social pueden llevarse a cabo a través de varios medios. Las obras de arte contemporáneas son a menudo transmedia, incluso aunque el término no tienda a usarse en el mundo del arte y la crítica. Pensar en mejorar los metadatos para el transmedia significa contemplar los recursos de información como objetos con un potencial interés o interpretación metadisciplinar.