Generar relaciones entre obras a partir de su contenido es, en cierto modo, una labor recurrente de la reseña cultural, la recomendación y selección de lecturas y, en general, de la conversación lectora: si te ha interesado este aspecto de este libro, también deberías conocer estos otros que lo han abordado desde otro lugar. Es un caso de uso tan evidente, que se nos olvida caer en la cuenta de que solo se produce a través de la recomendación editorial, es decir la reseña discursiva que comenta, explica relaciona y sugiere. Por ejemplo son tres libros recomendados por Greta Alonso en una entrevista para FanFan, o aparecen en una Guía de lectura Mujeres de la Biblioteca Pública de Buñol. El mecanismo es azaroso, no sistemático, no son datos es texto. ¿Cómo hacer eso dentro de un catálogo o sistema de descubrimiento?
Pongamos el caso de tres novelas clásicas, separadas entre sí por décadas, que guardan relación:
- Bella del señor, de Albert Cohen, 1968
- La edad de la inocencia, de Edith Wharton, 1920
- Ana Karenina, de León Tolstoi, 1877
Las tres tienen en común algo sobre el la ruptura del matrimonio, amores contra las convenciones sociales. En dos de ellas la mujer lleva el adulterio hasta sus últimas consecuencias, abandonando el hogar y familia, y nunca termina de poder vivir feliz fuera del mundo del que procede, y termina en tragedia. Hay castigo continuo por la transgresión de romper el molde del matrimonio. Terminal mal para la mujer protagonista.
¿De qué forma un catálogo puede acoger esta relación argumental o temática entre estas obras, para llevar a un lector de una a otra? La profundidad del tratamiento de los personajes hace que cada una de estas lecturas proponga un mundo diferente para entender algo de la vida real, añadiendo una innegable "realidad aumentada" a través del cristal de la ficción.
Estas novelas guardan entre sí otro tipo de afinidades o relaciones, en mayor o menor grado, como podría ser la época de ambientación, la alta sociedad que reflejan, la generación literaria de los autores. También dibujan una geometría variable de diferencias en sus elementos y técnicas de narrativas. Pero ¿Cómo captarlas lo suficiente para producir de forma automatizada una recomendación que vaya de una a otra?
No tengo aún la respuesta, solo tengo sensaciones, pistas. Una de ellas la encontramos en el ensayo The Game, publicado en 2019 por Alessandro Baricco, y las podemos aderezar con reflexiones del libro de Pierre Bayard "Cómo hablar de los libros que no se han leído".
El lector no puede apreciar las relaciones entre estas obas, porque no las conoce previamente, o no tiene por qué conocerlas ¿Quién puede establecer estas conexiones? El lector con experiencia, el lector con un bagaje cultural amplio y una cierta propensión a encontrar semejanzas y establecer comparaciones, cuya trayectoria de años leyendo (en sentido amplio, experimentando obras narrativas literaria o audiovisual, o, más crudamente, el consumidor voraz, atento y recurrente) le permitirá actuar como prescriptor cualificado: la edad, la formación y la acumulación le permiten acceder a cierta posición privilegiada como localizador de obras conectadas: conoce muchas obras y puede navegar en esa profundidad de lecturas de una forma activa estableciendo relaciones. No se le requiere elaborar un discurso profundo sobre las obras, sino barajarlas con criterio, superficialmente. Y, llegados a este punto, es oportuno traer aquí unos pensamientos de Alessandro Baricco, en su ensayo The Game, que interpreto como una forma elegante de reflexionar sobre cómo los metadatos que enriquecen una obra, complicándola con capas de información, expanden el contenido, permitiendo aligerar el trabajo tradicional del crítico para interpretar su contexto y detectar influencias y conexiones con el resto de obras de la cultura. Se me ocurre pensar en los metadatos como en una especie de edición anotada procesable de forma sistemática (esta expresión que acabo de escribir me recuerda a la definición de ontología de Gruber como "una formalización compartida", algo tendrá que ver). Volvamos a Baricco cuando al constatar que "... hemos llegado al corazón de la cultura digital", continúa así:
"Y en el iPhone debemos tener la lucidez de reconocer un esquema mental que iba a tener una enorme influencia en nuestro modo de estar en el mundo. Es una figura fácil de reconocer. Un iceberg. Una enorme complejidad desaparece bajo la superficie del agua y el minúsculo corazón útil de las cosas sale a flote. Articuladas operaciones matemáticas, almacenadas en depósitos subterráneos, generan resultados elementales que pueden leerse con facilidad en el aire limpio de la superficie. El esfuerzo fluye desde un antes olvidado, y la experiencia se presenta como un gesto inmediato, natural.
Alessandro Baricco, The Game, 2019
Un icerberg."
Aunque puede parecer que esa figura mental del iceberg sólo se refiere a la experiencia de usuario, va más allá. El iceberg ha dominado la cultura del siglo XX:
"En la superficie, flotando delante de nuestras narices, había caos o, en el mejor de los casos, la pérfida red de las percepciones superficiales. El juego consistía en superarlas, oportunamente guiados por los correspondientes maestros. A través de un camino de trabajo, aplicación y paciencia, era necesario bajar en profundidad donde, como en una pirámide invertida, la articulación compleja de la realidad se iría resumiendo, primero, lentamente en la claridad de unos pocos elementos y, luego, en el deslumbrante epílogo de una verdadera esencia: donde se guardaba EL SENTIDO AUTÉNTICO DE LAS COSAS. Llamábamos EXPERIENCIA al momento en que allí lográbamos acceder a la misma. Era un acontecimiento raro, y casi imposible sin alguna clase de mediación sacerdotal, ya fueran profesores o también, simplemente libros, o viajes: a veces, sufrimientos. En cualquier caso, algo que implicaba dedicación y sacrificio. La idea de que pudiera tratarse de un juego o incluso únicamente de algo sencillo nos resultaba ajena. De manera que la EXPERIENCIA acababa siendo un lujo poco frecuente, a veces el resultado de algún privilegio, siempre el legado de alguna casta sacerdotal. Era en última instancia un premio del que amábamos la espléndida en el vacío exhausto de nuestras vidas"
Alessandro Baricco, The Game, 2019
Seguimos con la inversión de la pirámide ...
"Como veis, una clara figura. La aplicábamos a los aspectos más diversos de la realidad: ya se tratara de investigar noticias, de entender una poesía o de vivir un amor, el esquema siempre era el mismo, una pirámide invertida: rápidamente, en superficie, encontrábamos el terreno friable y bastante articulado de las apariencias, y en profundidad, con paciencia y lentitud, intentábamos alcanzar la esencia de las cosas. La complejidad, por arriba: el corazón útil del mundo, por abajo. El esfuerzo, arriba. El premio, abajo."
Esto contrasta con la experiencia que encontramos con las apps, donde el premio está arriba, y el esfuerzo, abajo, es decir "Las esencias llevadas a la superficie, la complejidad escondida en algún sitio". Ese esfuerzo del que habla Baricco es la inteligencia programada en la aplicación y su capacidad para manejar datos múltiples para producir resultados útiles. Los metadatos - los datos - son uno de los ingredientes que engrasan esa maquinaria inteligente.
La facilidad con la que una aplicación nos propone un modo de interactuar en el que nos dejamos llevar se entienden como "puntas del iceberg":
"Todo eso son puntas del iceberg: detrás, abajo, dentro - no sé- había un montón de complejidad, pero la esencia de las cosas flotaba en la superficie, la encontrabas al primer vistazo, la entendías en un momento, la utilizabas inmediatamente (sin mediaciones, sin sacerdotes). El iPhone está hecho así, Google está hecho así, Facebook está hecho así, Amazon está hecho así, Youtube está hecho así, Spotify está hecho así, WhatsApp está hecho así: despliegan una simplicidad donde la inmensa complejidad de la realidad emerge en la superficie dejando tras de sí cualquier escoria que haga más pesado el corazón esencial. De lo cual se deriva un índice sintético de lo existente que habría tranquilizado a Aristótles, encantado a Darwing y excitado a Hegel: todos ellos gente que buscaba la esencia por detrás de la apariencia, lo sencillo dentro de lo complejo, el principio antes de la multiplicidad, la síntesis después de las diferencias."
Alessandro Baricco, The Game, 2019
Yo leo estas reflexiones desde un mundo en el que los contenidos digitales - las meras obras, la secuencia de imágenes, sonidos o palabras - son productos para consumir, pero no incorporan metadatos que puedan ayudar a interpretarlos y tejer sobre ellos experiencias expansivas. No se distribuyen en buenas ediciones anotadas. ¿No podemos ver los metadatos como una edición anotada para Google y compañía? Pierre Bayard juega con la idea de la lectura sin leer el libro: “La no-lectura no coincide con la ausencia de lectura. Supone una verdadera actividad, consistente en organizarse en relación con la inmensidad de los libros, con el fin de no dejarse sumergir por ellos.”. Sin acceder al contenido, sin darle al play, y parece sugerir la importancia de contar con elementos para orientarse en el bosque de la literatura, para encontrar conexiones entre cosas, para hacer algo así como una "lectura expectante", que espera encontrarse con algo que le despierte el interés, o una forma previa de la "lectura distante" de Moretti, que le facilite recorrer el entramado invisible tras la narrativa.
“Desde luego, lo que debe tratar de conocer el hombre cultivado son las comunicaciones y las correspondencias, y no ya tal libro en particular; de la misma manera que un responsable de tráfico ferroviario debe mostrarse atento a las relaciones entre los trenes, esto es, a los cruces y sus correspondencias, y no al contenido individual de tal o cual convoy. La imagen del cráneo refuerza poderosamente esa teoría según la cual las relaciones entre las ideas importan mucho más, en el ámbito de la cultura, que las propias ideas.”
Pierre Bayard, Cómo hablar de los libros que no se han leído, p. 27
Los metadatos que desmenuzan en datos el contenido de una obra, actúan como ese "menos que la obra" del que habla Bayard y que permiten acceder a "proyectar una mirada diferente para cada libro, superando su individualidad para interesarse por las relaciones que éste mantiene con el resto”. Y para que se nos ofrezcan estas conexiones entre contenidos, el motor de orientación entre el vasto universo bibliográfico de la ficción tiene que alimentarse de datos, que han de estar al alcance también de las máquinas (el algoritmo masivo) y no únicamente en manos de los expertos (elite de críticos). ¿Podría una app. traviesa y sabelotodo producir una buena edición anotada de Rayuela que nos condujera por las calles de parís, citas de Camus, músicos de jazz y la jerga rioplatense? ¿Qué necesitaría Google para hacerlo?
"Ahora sabemos que con instrumentos como esos la insurrección digital golpeaba de lleno el corazón de la cultura del siglo XX, desintegrando su principio fundamental: que el núcleo de la experiencia estaba sepultado en profundidad, que era accesible solo con el esfuerzo y gracias a la ayuda de algún sacerdote. La insurrección digital arrebataba este núcleo de las garras de la élite y lo hacía subir a la superficie. No lo destruía, no lo anulaba, no lo banalizaba, no lo simplificaba miserablemente: LO DEJAN EN LIBERTAD SOBRE LA SUPERFICIE DEL MUNDO."
Y más adelante concluye… "No pretendíamos arrancarle al mundo su sentido más auténtico: queríamos depositarlo donde fuéramos más capaces de respirarlo". Este "respirar", en la web y para el contenido digital, es marcado semántico y metadatos conectados a grafos de conocimiento.
"Los metadatos liberan el contenido, lo abren a otros contenidos".