Julián Garnés García

Resumen:

El murmullo del agua nos pone sobre la pista, la luz es tenue y entraña cierta calidez que contrasta con lo áspero del paisaje frente a nosotros. Son las 8 de la mañana y esperan cientos de kilómetros de cauces que se cruzan y entrecruzan en un infinito destino hasta volver a entroncarse con el río.

La Vega media del Segura, conocida como Huerta de Murcia, es una amplia extensión de terrenos tradicionalmente dedicados al cultivo; este espacio tiene su génesis en el sistema de acequias más antiguo de Europa (González Castaño, 2009, pp. 20-80). Actualmente podemos ver cómo esta inmensa obra de ingeniería con más de 500 Km de cauces subyace bajo la presión de una cultura urbanística enmarcada en un contexto social que desprecia la herencia milenaria de su fundación. Usuarios y convecinos desdeñan su valor cultural considerándolas como herramientas de un tiempo pasado que no fue mejor. Esto ha llevado a embalsamarlas en tubo cementero y sepultarlas bajo asfalto eliminado su valor paisajístico.

 Este proyecto plantea diferentes deambulaciones por esta red hídrica como excusa en el análisis de este entorno paradigmático y para la experiencia estética de su tránsito. Podemos entender que este proyecto se engloba dentro de una amplia tradición de cartógrafos contemporáneos que desde diferentes disciplinas y, en especial desde la fotografía, se acercan al territorio como espacio antrópico o social.

El irregular crecimiento de las ciudades y su amplia trayectoria desde los comienzos de la modernidad nos ofrecen una serie de territorios ambiguos e indefinidos como la Huerta de Murcia, que presentan gran interés para artistas como Robert Smithson, Alejandro Cartagena, o Stanley Cambot; arquitectos como Koolhas, Francesco Careri o Iñaki Bergera y antropólogos como Marc Augé o Michael Foucalt. Estos ponen sobre la mesa diferentes cuestiones relativas a la organización del espacio como ecosistema del hombre, los nuevos códigos estéticos del paisaje contemporáneo o los conceptos de identidad vinculados al territorio (Buci-Gluksman, 2004; Catagena, 2014; Cambot, 2011; Careri, 2013; Bergera, 2011; Auge, 2000 y Foucault, 1984).

El trabajo se conforma en un pequeño fotolibro de 10×15 centímetros, que contiene diez fotografías a color realizadas durante el tránsito por un fragmento de la red hídrica de la huerta de Murcia, tránsito que deriva en la idea de cauce invisible. Inmersos en estas imágenes, transitamos este cause que se presenta por elipsis a través de indicios o pistas en un clima donde reina un caos postradicional, que entraña cierta extrañeza entre lo cotidiano de estos entornos.

Seguir una acequia dista mucho de dar un paseo por una rivera. Su cauce es a veces claro y otras confuso, esculpido fuertemente por cemento o difuso por montículos de tierra. Su trazado es complejo, lleno de difracciones y profusos tramos subterráneos fruto de la entubación. El desafío no está por tanto en conseguir no perder un cauce elegido, sino precisamente en perderse entre los muchos cauces posibles, saltando de uno a otro hasta sentir que somos conscientes de cierto orden oculto en su génesis.

El tránsito de las acequias, como red de irrigación, nos permite tomar el pulso a la huerta como si recorriéramos sus vasos sanguíneos en una experiencia estética donde lo imprevisible es un componente fundamental.