La tuberculosis es una
infección crónica producida
fundamentalmente por Mycobacterium
tuberculosis y, en muy raros
casos, por M. bovis y M.
africanum.
Se contagia casi
siempre por inhalación, en pocas
ocasiones por ingestión y de forma
excepcional, por
inoculación cutánea. El pulmón es la
puerta de entrada habitual, desde aquí
se extiende de forma directa por
diseminación broncógena, el bacilo
también puede ser transportado por vía
linfática o hematógena por todo el
organismo, donde produce lesiones
destructivas en el momento de la
diseminación o, en virtud de su
capacidad de persistencia intracelular,
después de largos periodos de latencia.
En cuanto a las técnicas
radiográficas en la tuberculosis, ésta
se sospecha en principio por los signos
anormales visibles en la radiografía de
tórax de un paciente que presenta
clínica respiratoria. Aunque la imagen
clásica es la presencia de infiltrados y
cavidades en los lóbulos superiores, en
la práctica puede verse cualquier patrón
radiográfico desde una radiografía
normal o un nódulo solitario pulmonar,
hasta infiltrados alveolares difusos. Si
además el paciente presenta SIDA ninguna
imagen radiográfica anormal puede
considerarse patognomónica.
Con el incremento del
número de pacientes seropositivos para
VIH e inmigrantes, la frecuencia de este
cuadro en nuestro medio se ha
incrementado, por lo que debemos conocer
las diferentes presentaciones
radiológicas y ser capaz de
diferenciarlas de otras patologías
broncopulmonares.