La mamografía es actualmente la mejor prueba con la que contamos para detectar el cáncer de mama en sus etapas iniciales, a veces hasta incluso tres años antes de que se pueda sentir con la palpación. Esto demuestra que posee una alta sensibilidad y especificidad, haciendo que muchas mujeres a las que se les detecta precozmente tengan un pronóstico muy favorable; esto se cumple especialmente en mujeres de 40 a 74 años de edad, más aún para las que tienen más de 50 años. Dicha prueba se puede usar para buscar el cáncer de seno en mujeres/hombres que no presentan signos o síntomas de enfermedad, denominándose, “mamografía selectiva de detección”.

 

Por lo general, una mamografía requiere dos radiografías o imágenes de cada seno, haciendo posible que se detecten tumores que no se pueden palpar o encontrar microcalcificaciones que, algunas veces, son indicación de la presencia de cáncer de seno. Este tipo de mamografía, como podemos imaginar, es la que se utiliza para el cribado de cáncer de mama. Las indicaciones para su realización son: A excepción de pacientes de alto riesgo o con antecedentes familiares, la mamografía ha de realizarse a partir de los 50 años.

 

El mejor intervalo entre la realización de las pruebas es de cada 2 años, aunque de hacerse en mujeres de menos de 50 años debería ser anual, ya que en este caso, es más probable que el cáncer sea más agresivo y, por tanto, que crezca a una mayor velocidad, haciéndose más difícil su detección en fase preclínica (que suele ser de 1 a 3 años). Por otra parte, la mamografía se puede usar también para buscar cáncer después de haberse encontrado un nódulo, quiste u otro signo o síntoma de dicho cáncer. Este tipo se denomina “mamografía de diagnóstico”. Esta última, también se puede usar para evaluar cambios que se encuentran durante una mamografía selectiva de detección o para ver el tejido del seno cuando es difícil obtener una mamografía de detección debido a circunstancias especiales como por ejemplo, la presencia de implantes en los senos.