El yacimiento de Libisosa domina desde el alto cerro en el que se encuentra el sector geográfico occidental de la actual provincia de Albacete. Se trata de una comarca natural conocida como Campo de Montiel que se ubica en la confluencia de la Meseta y el Prebético, caracterizada por la abundancia de recursos hídricos, con una precipitación pluviométrica anual elevada, que ocasiona una serie de riachuelos que vierten por el oeste en la cuenca del Guadiana, aunque su hilo conductor es el “río” Lezuza, que se dirige al este para conectar con el Júcar, no consiguiendo en la actualidad su objetivo pues se disuelve un poco antes de llegar, en la laguna del Acequión. Además, la comarca cuenta con numerosas zonas endorreicas, que acumulan el agua de lluvia o de fuentes, permitiendo el brote de abundantes pastos que propiciaron en la Antigüedad, y lo hacen todavía, la vida de una nutrida cabaña ganadera, que se ve favorecida, además, por la existencia de sal en la cercana Pinilla. Suelos y régimen de lluvias dan lugar a extensas masas forestales, a base de encinas, sabinas, robles, pinos, coscojas y matorral leñoso, que permitieron una suficiente explotación maderera, como queda patente por el hallazgo de útiles de trabajo en el poblado, aparte de la caza de numerosas especies. La parte sur de la comarca conecta con el extenso Campus Spartarius, descrito por Estrabón (III, 4, 9) y Plinio el Viejo (HN, XIX, 26-30; XXXI, 94) y en donde el esparto (Stipa tenacissima) impone su hegemonía. Dicha comarca es todavía tierra de cereal, en el que predomina el cultivo de secano, con el complemento de leguminosas, almendro, olivar y vid. El cultivo de regadío, del que quedan herramientas agrícolas (como el legón) en el oppidum ibérico a modo de testigos, se practicó preferentemente a lo largo del lecho del río Lezuza, dedicado a la horticultura y a algunos cereales.

Libisosa y la vía Heraclea en época tardorrepublicana

El yacimiento goza, por otra parte, de una ubicación geoestratégica privilegiada, pues su territorio es atravesado por los más importantes caminos ganaderos prehistóricos y antiguos, que unen Andalucía con Levante y la Meseta con la costa murciana. El eje viario más importante durante las épocas ibérica y romana republicana fue sin duda la llamada via Heraclea o “Camino de Aníbal”, recogida en los Vasos de Vicarello, que decriben la ruta a seguir de Roma a Gades, alguno de cuyos tramos, junto a Lezuza, todavía se conservan. Se trata de la única vía terrestre que conectó los antiguos territorios de Valencia y Andalucía, hasta que Augusto desarrolló la costera del Sudeste que lleva su nombre, y había servido también para darle salida a las explotaciones mineras de la Oretania. Los posteriores itinerarios de época imperial, como el Itinerario de Antonino y el Anónimo de Rávena, seguirán dejando constancia del valor estratégico de la ciudad, que será, a lo largo de su historia, un punto clave en su desarrollo económico. Al mismo tiempo, Libisosa se encontraba unida a los enclaves ibéricos del Sudeste por otro importante camino, que más tarde se convertirá en calzada romana, y que conectaba Carthago Nova con la Meseta, y estructuraba todo el territorio. Dicha calzada seguiría funcionando como uno de los ejes de comunicación fundamentales en la Península durante la Edad Media (mencionado por el geógrafo árabe al-Udhri), así como en las épocas moderna y contemporánea: por ella transcurre la carretera nacional N301 y la posterior autovía Albacete-Madrid.

Libisosa y el viario romano en época imperial