TORREGAR

INFERNUM

Torregar no pinta cuadros donde aparece el fuego. Por extraño que parezca, el artista multidisciplinar, elabora la propia hoguera hipnotizadora e invita a cruzar por un pasadizo vigilado por Prometeo para mantener vivo ese tesoro energético que nos lleva a los pitagóricos del siglo V a. de C. a través de un sistema cosmogónico con un centro ocupado por ese Fuego, de simbología fecundamente creadora y espiritual. Contemplando las obras que componen la exposición “Infernum”, podríamos desbocarnos y caer en prejuicios dubitativos que señalan al fuego como un enigma milenario castigador o purificador. El teólogo José A. Fortea sostiene que “el infierno no es un lugar sino un estado”, pero las llamas abrasadoras inspiradas por conjuros podrían iniciarse por un trueno enviado por Taranis, uno de los tres dioses de la noche incluido en el paganismo céltico, y al que asocian con la luz, con el cielo y con la “rueda cósmica”, y, a su vez, vinculado al universo y a la noción del infinito. El fuego es considerado como el primer invento (descubrimiento) técnico trascendente del hombre y el trabajo de mantener el fuego encendido sería la primera actividad racional no instintiva del ser humano. La paleontología afirma que el fuego es una poderosa fuerza aglutinante del origen de la familia primitiva y, en otros mitos, el fuego surge de la región genital de la mujer. Aboliendo dogmas, costumbres y creencias religiosas, Torregar es consciente de que su experimento le puede “arder” en las manos y no transige fisuras en este proyecto pictórico, porque necesita obtener obras de arte desvinculadas de amanerados estilos, y que pueda alcanzar “altas temperaturas” su pintura intencionada y concebida desde los diferentes procesos de combustión que produce el comburente. Sobre las maderas y los papeles intervenidos por el meticuloso artista, renace la Edad del fuego-luz, como medio de iluminación y supervivencia, formando una de las tres etapas en las que el influyente antropólogo escocés, James G. Frazer, divide la historia de la Humanidad. Mirar y dejarse “quemar” por una obra de Torregar, supone trascender a la realidad, al misterio, a una cremación retributiva, como resultado de acciones con vida. El elemento primigenio, de doble connotación, aparece elaborado en cada cuadro a partir de una inesperada construcción y deconstrucción, sometidas a reflexiones que se materializan en el arriesgado ensayo que supone cada pieza que integran “Infernum” o del misterioso universo del Averno. La combustión de materia orgánica que reacciona con el oxígeno, en las pinturas de Torregar se intercambia por óleo, acrílico, tintas, agua, barnices, disolventes… que se van emancipando y superponiendo sobre la superficie del cuadro cuando la primera capa de pintura aún se mantiene mordiente (fresca) con lo que el “incendio” cobra plenitud y consigue una visión de ruptura, pero inesperada y “ardiente” hacia el espectador. Las temperaturas de ignición y de inflamación adquieren cotas máximas de excelsitud artística cuando las iniciales manchas de color, los pigmentos abstractos, son inverosímilmente codificados por el ojo que observa y traducidos a mensajes realistas, de sentimiento hiperrealista… y te asaltan brasas, llamas, tizones, ramas, rescoldos… que nos harían pensar que nos sentimos dentro del Purgatorio o de una fogata mágica durante un solsticio de verano. Resulta indiscutible que el fuego se reconoce como existente in ilia tempore (desde siempre) y con esta exposición, el lenguaje pictórico de la materia ígnea es concebida por el autor con una elevada semántica visual y pararela a las magistrales piruetas que realiza el domador (maestro elegido) del fuego, Canis Vetulus, cuando se pensaba que el dueño de este elemento primigenio era un perro en la tribu Bakairis, un pájaro-mosca para los Jíbaros o un jaguar para los Matacos. El origen y desarrollo del preciado y temeroso juego es variado y extenso. En el Canto 26, del Infierno, en la Divina Comedia escrita en verso por Dante Alighieri, el poeta declara en este terceto: “Y mi conductor, que me vio tan absorto/ me dijo: Dentro del fuego están los espíritus;/ cada uno vestido de la llama que lo abrasa”. En la colección de piezas de “Infernum” el fuego se convierte en la única y unitaria temática, de carácter -casi- sobrenatural, donde en cada pintura se establece una viva reacción en cadena y se construye a partir de lo destruido. El fuego arde. El fuego atrapa. El fuego purifica. El fuego no está pintado.

PEDRO LÓPEZ MORALES
Crítico de arte