REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS

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ISSN 1577 - 6921

  NÚMERO 1 - MARZO 2001

PORTADA | HEMEROTECA


Texto de las homilías

 

 

HOMILÍA 1 San Francisco de Asís

HOMILÍA 2. San Francisco Javier

HOMILÍA 3 . San Francisco de Asís

HOMILÍA 4. San Francisco de Asís

HOMILÍA 5. San Pablo

HOMILÍA 6. San León Magno

HOMILÍA 7. San Pablo

HOMILÍA 8. Santa María Madre de la Iglesia

HOMILÍA 9. Santa María de Gracia

HOMILÍA 10. Cristo Rey (La Flota )

HOMILÍA 11. Consiliario de la HOAC

HOMILÍA 12. Cristo Rey (La Flota)

HOMILÍA 13. Colegio Compañía de María de Talavera de la Reina

HOMILÍA 14. San Francisco Javier

HOMILÍA 15. San Francisco Javier

HOMILÍA 16. San León Magno

HOMILÍA 17. Parroquia de la Asunción de Ntra. Sra.

HOMILÍA 18. San Juan de Ávila

HOMILÍA 19. Colegio "Compañía de María" de Talavera de Reina

HOMILÍA 20. CADENA COPE

HOMILÍA 21. San Pablo

HOMILÍA 22. CADENA COPE

HOMILÍA 23. D. Ciriaco Benavente

HOMILÍA 24. Parroquia Sta.Mª de la Dehesa – Madrid

HOMILÍA 25. San Francisco de Asís

 


 

HOMILÍA 1

San Francisco de Asís

 

Hermanos, estamos celebrando este cuarto domingo de Cuaresma y las lecturas nos están presentando un tema bautismal. El domingo pasado nos hablaba sobre el agua, el agua viva, y nos recordaba que todos fuimos bautizados y fuimos bautizados y en el momento de serlo el agua, mediante el Espíritu Santo que nos infundió Dios, nos transformó de pecadores, de simples humanos en hijos de Dios y, por tanto, esa vida nueva que nos dio el bautismo, y que la debemos vivir cada día, debe ser algo que no debemos de olvidar nunca durante nuestra vida terrena. Pero en ese caminar nuevo, en esa vida nueva que debemos vivir, encontraremos dificultades y encontraremos momentos de oscuridad de los cuales quizá no sabemos decir lo que vamos a hacer, cómo nos debemos portar, cuál es nuestra decisión ante un dilema, entre hacer esto o hacer lo otro, entre hacer el bien o hacer el mal, entre hacer obras de la luz u otras de las tinieblas. Y en esa decisión, precisamente hoy, nos presenta el Evangelio a Jesús y nos lo presenta como luz. En este hecho histórico de Jesús que cura la ceguera de ese ciego de nacimiento, nos está transmitiendo un mensaje. Todos nosotros somos hijos de Dios y, como hijos de Dios, y, como hijos de Dios, debemos ir, debemos ir caminando a la luz de Dios que es Cristo. Él le dijo que, si " el que me sigue no camina en tinieblas sino que tendrá la luz de la tierra porque yo soy la luz del mundo ", pues, hermanos, para vivir en este mundo como hijos de Dios, necesitamos que Cristo, que está en nosotros, se convierta en luz para nuestra alma. Así como los ojos, el cuerpo necesita la luz también, igualmente, el alma necesita la luz de Dios a través de Cristo que nos enseñó y que nos está siguiendo enseñándonos por sus obras, por su palabra, por su Iglesia. Necesitamos de Él para vivir de tal manera que sepamos no perder ese camino, ese rumbo que nos va hacer alcanzar esa gloria y esa felicidad que Dios nos tiene preparadas. El que apague esa luz se convierte en tinieblas, irá tropezando, tumbo tras tumbo, hasta llegar a consumirse plenamente y a despeñarse en el mal.

 

Solamente si Cristo está iluminando nuestra vida y lo descubrimos a través de su palabra, a través de la lectura de la Sagrada Escritura, de los Evangelios, de las Cartas de los Apóstoles, que todo esto hacemos los domingos normalmente, leemos el Antiguo Testamento, leemos las Cartas de los Apóstoles y leemos los Evangelios, si tratamos, pues, de descubrir en ellos a ese Cristo que es nuestra luz y es nuestro camino, no perderemos ese rumbo y la luz de Dios penetrará en nuestros corazones, y esa luz va ser para nosotros la que nos vaya acompañando como acompañó a los israelitas en el Antiguo Testamento por el desierto, cuando aquella nube, de noche, se convertía en luz y, de día, se convertía en una nube que les resguardaba de los rayos solares abrasadores del desierto. Esto es para nosotros el acompañante de nuestra vida. No podemos olvidar, hermanos, somos cristianos, estamos bautizados, somos hijos de Dios, necesitamos que esa vida de Dios no vaya a perecer por desidia de no encender esa luz en nuestra alma, que es el conocimiento de Jesús, y la aceptación de su mensaje y de su persona para vivir como hijos de Dios y hermanos unos de otros en este mundo.

 

Estamos celebrando esta misa y en ella estamos encomendando a Montserrat, familiar de toda esta comunidad que nos acompaña. Naturalmente, ella vivió a Jesucristo. Lo importante es que de aquellos que se han ido, aprendemos lo bueno que nos dejaron y las dificultades, las deficiencias, las imperfecciones las dejemos a un lado, las dejemos en manos del Señor pero aceptemos lo bueno y es lo que tenemos que hacer y debemos practicar en nuestra propia vida. Hermanos, pues que el recuerdo de ella y el de todos nuestros hermanos en el sueño también de Jesús sean para nosotros, en este domingo el motivo de una gran esperanza de una alegría interna y, sobre todo, de saber que con Él andamos seguros, no vamos a sucumbir. Aunque, a veces, tropecemos siempre tendremos una luz que nos indicará: ahí está el peligro, sal de ahí. Y saldremos e iremos a nuestro Padre Dios, a que nos perdone los pecados, a que nos perdone nuestras deficiencias, como nos recuerda la Iglesia en este año 1999, al presentar a Dios Padre misericordioso que derrama su misericordia especialmente en el sacramento de la Confesión.

 

Que todo esto, pues, nos anime para que nuestra vida cristiana en esta Cuaresma dé un paso adelante y, así, vivamos como hijos de Dios como Él espera de nosotros.

 

HOMILÍA 2

San Francisco Javier

 

 

Estamos leyendo estos domingos tres catequesis muy importantes para la renovación del Bautismo que se ha incorporado a la liturgia como preparación para el día de Pascua y renovar nuestro Bautismo.

 

Ya veíamos el domingo pasado que ante la samaritana Jesús se manifestaba como el agua. Aquí Jesús nos dice que es la luz del mundo. Y el próximo domingo se nos presentará como la resurrección y la vida.

 

Y esta catequesis que hemos escuchado a lo largo del Evangelio nos presenta un hecho real, en el tiempo de Jesús, pero que el Evangelio ha sido escrito después, cuando ya había más dificultad, más problema entre los cristianos y los judíos, porque estaban creyendo en Jesús y los iban expulsando de las sinagogas, se iban separando las dos religiones: el judaísmo y el cristianismo.

 

Como Jesús se presentó como la luz del mundo, aquellos que creen en Él están en la luz y, los que lo rechazan, vuelven a la tiniebla. Por eso acaba el evangelio diciendo:

" ¿ También nosotros estamos ciegos ? ". Porque se creían poseedores de la verdad, maestros los escribas y fariseos, porque ellos creían que estaban en la luz.

 

Y Jesús muy irónicamente les dice: " Vosotros creéis que estáis en la luz, pero yo he venido a ser testigo de la luz para que los que creéis que estáis en la luz y rechazáis la luz os deis cuenta que estáis en las tinieblas mientras que, en cambio, los ciegos, los que están en la oscuridad, estos van a ver porque le aceptan a Él como Mesías".

 

Y hay una progresiva confesión de Jesucristo que apareció también con la samaritana. Igual que de nuevo, cuando a Pedro le dice: " ¿ Quién dice la gente que soy Yo ? ". Pues también se ve ese proceso de la fe en Jesucristo. Primero la respuesta del ciego: " Ese hombre llamado Jesús me ha abierto los ojos ". No sabía quién era, simplemente había visto un cambio en su vida. Era ciego y ahora veía. Y el que le había abierto los ojos, era ese tal Jesús de Nazaret que muchos habían oído comentar, un hombre como los demás en apariencia.

 

Entonces, la misma samaritana: " ¿ Cómo tú siendo judío, te atreves a pedirme agua ? ". Poco a poco va conociendo o Jesús le va dando la fe.

 

Pues a este ciego cuando lo curó, pues a este ya puso dentro de su corazón la gracia de la fe. Posteriormente le pregunta: " ¿ Y qué opinas tú de este hombre que te ha abierto los ojos ? ". Y es algo más, no solamente un hombre, es un profeta. Y le dicen los otros: "¿Y crees tú que un profeta podría hacer eso que está haciendo que incumple la ley de curar en sábado? Eso no viene de Dios ". Y dijo: " No sé si viene de Dios pero nunca se ha oído que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento".

 

Dios escucha a los religiosos, a los al que tenía esa relación con Dios, por tanto, es de suponer que es enviado de Dios y que es un profeta. Y no tenía miedo de confesar este ciego ante los que creían estar en la luz, los escribas y fariseos, que éste había curado. Y, por tanto, era un profeta y era enviado de Dios.

 

Pero de ahí, de momento, no pasó. También Jesús les preguntaba: " ¿ Y quién dice la gente que soy ?". " Pues un profeta, Elías, Moisés, alguno de los antiguos profetas".

 

Y, después, Jesús se lo encuentra. Ya lo habían echado de la sinagoga, o sea, le habían dicho: " Como tú crees que este es profeta y que es enviado de Dios, sabes que queda excomulgado", diríamos ahora, "quedas fuera de la religión, porque este hombre es un pecador y no viene de Dios". Y, cuando ya lo expulsaron, Jesús se lo encontró de nuevo y le dio un paso más en su fe: "¿Tú crees en el Mesías, crees en el Hijo de Dios?", "¿ Y quién es para que pueda creer en Él?", "Soy Yo, el que salva, el que te ha salvado, el que tienes delante de ti, el que te ha dado la vista", "Creo, Señor". Y se postró.

 

La adoración es propia de Dios. Adoramos a Dios, sólo a Dios.

 

Por ese acto el ciego no sólo es curado de la ceguera y vio la luz sino que entró en él la fe. Creyó en Jesucristo, hombre verdadero, enviado del Padre y profeta de Dios verdadero, el Hijo de Dios.

 

Y ya no pudo estar más en el judaísmo porque todos aquellos que creían en Jesús, eran expulsados de la sinagoga. En cambio, los padres, piensen cómo estaban nadando entre dos aguas. Tenían miedo de que los expulsaran: " ¿ Por qué me lo preguntáis a mí ? Preguntádselo a él que ya es mayorcito ". Se excusaron, no llegaron a confesar que, efectivamente, era el Mesías: " Sí, nuestro hijo era ciego y ahora ve y alguien le ha abierto los ojos ".

 

Hermanos, nos invita el Evangelio a renovar nuestra fe. Siempre podemos creer más y mejor. El Señor nos da la fe pero nosotros podemos también acercarnos a Él y confesar nuestra fe en Jesús, Dios, hombre verdadero, el enviado del Padre, el Mesías, la luz de mundo. El que le sigue, no camina en tinieblas.

 

Y, después, llegamos a la segunda lectura. Todo aquel que sigue a Jesucristo, todo bautizado que cree en Él y vive conforme a sus enseñanzas, ese es hijo de la luz. Y Pablo habla de pasar de la tiniebla a la luz. Siempre que creemos en Cristo y orientamos nuestra vida, estamos en la luz. En el bautismo nuestro dice que seamos también luz del mundo, manifestando en nosotros las obras de Cristo. De pie.

 

HOMILÍA 3

San Francisco de Asís

 

Estamos celebrando este cuarto domingo del tiempo de Cuaresma caminando hacia la Pascua del Señor y en este camino nos están presentando los últimos domingos unos temas en el Evangelio de San Juan importantes sobre Jesús mismo. Jesús, que es el agua viva que nos da la vida, y que calma y sacia nuestra sed de tantas cosas que tenemos, sed de la paz, sed de amor, sed de tantas cosas buenas. Él sacia todo eso que necesitamos.

 

Y, hoy, se nos presenta el tema de la luz: Jesús es la luz del mundo. Él dice, hoy mismo, en el Evangelio: "Yo soy la luz del mundo".

 

En la primera lectura que hemos proclamado, vemos cómo Dios ve y mira de otra forma distinta a como vemos y miramos nosotros los hombres. Dice el profeta: "No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura, lo rechazo porque Dios no ve como los hombres que ven la apariencia, el Señor ve el corazón". Dios mira lo profundo, lo íntimo, nuestro propio corazón, porque es ahí donde están nuestros deseos. Nosotros nos fijamos en las apariencias, en lo que aparece, en lo que se manifiesta al exterior, no profundizamos en nuestra mirada, y por eso nos suceden tantas cosas, y por eso nos equivocamos tantas veces. Dios ve lo profundo, lo profundo que hay dentro de nosotros, aquello que ni siquiera nosotros mismos podemos imaginar y aquello que nosotros ni conocemos de nosotros mismos tantas veces. Esta mirada de Dios es la que hace o nos hace a nosotros poder ser distintos. Dios nos mira y su mirada es de amor y de misericordia para nosotros y, gracias a esta mirada de Dios, Él nos puede, puede hacer que nosotros veamos de otra forma, nos puede dar luz y nos puede iluminar para que podamos mirar de otra manera y esto es lo que hace con nosotros desde el momento de nuestro Bautismo de agua que limpia nuestra ceguera, el que nos lava los ojos para que podamos ver y podamos mirar y podamos, por tanto, mirar de otra forma según el plan de Dios, según lo que Él quiere de nosotros, según lo que Él desea de nosotros. Esto es lo que hace el Señor mediante el agua del Bautismo en nuestra vida.

 

Se está aludiendo hoy al al tema de la luz que en el Bautismo también se nos da, cuando con el cirio encendido encendemos una vela y la damos al padre o a los padrinos diciendo:" Recibid la luz de Cristo. Cristo es la luz, que vuestro hijo camine en la luz, que vuestro hijo o vuestra hija camine en la luz y acrecentad también esa luz en él". La luz, por tanto, del Señor, que es la luz de la fe, que es la que puede hacer que veamos y miremos de otra forma distinta, que podamos mirar y ver cómo Dios también mira y ve a los demás y a nosotros mismos, desde ese amor, desde esa misericordia. Y esto es lo que también san Pablo nos está diciendo en la segunda lectura: "En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor", En otro tiempo caminabais en tinieblas sin saber a dónde ir, ahora sois luz en el Señor. Ahora sabéis por dónde tenéis que caminar, ahora sabéis cuál es el camino, ahora sabéis perfectamente hacia dónde os dirigís y hacia dónde tenéis que encaminar, hacia Cristo, el Señor. Caminad por ahí y, además, dice: "Caminad como hijos de la Luz ". Y ¿cuáles son las obras de estos hijos de la luz? La humildad, la justicia y la verdad, que son frutos de vivir según la luz de Cristo.

 

Y esto es lo que propone y desea para nosotros, los seguidores del Señor, que caminemos en esta humildad, en esta justicia y en esta verdad como frutos, como hijos de la luz y no de las tinieblas.

 

Y el Evangelio de hoy, que es una catequesis bautismal, se nos está hablando de cómo el hombre ciego llega a la luz por medio de Cristo, el Señor. Cómo el encuentro le transforma, le cambia y cómo a lo largo de esa conversación con Él llega el momento de inclinarse, de arrodillarse ante Él diciendo: " Señor, creo en Ti ", "¿quién es el Hijo de Dios para que yo pueda creer en Él? ". Y Jesús le responde: " Soy yo, el que está hablando contigo", " Señor, creo en Ti ".

 

Este cambio, esta transformación no puede ser de nadie sino de Cristo, el Señor. Esta transformación para nosotros no puede venir de nadie sino únicamente del Señor, Jesús. Este hombre, que era ciego de nacimiento, nosotros, que vemos externamente por medio de nuestros ojos, no somos ciegos de nacimiento, pero sí tenemos también muchas cegueras. Y vivimos, a veces también, en las tinieblas y es el agua del Señor y es su luz, es esa agua y es ese baño en el agua, también, de la piscina del enviado de Jesucristo, este baño en la Iglesia por medio del sacramento del bautismo, lo que hace que podamos ver, que podamos estar iluminados por la luz del Señor, Jesús. Podemos transformar también esas tinieblas de nuestra vida en luz. Podemos cambiar internamente, dentro de nosotros, y podamos dar frutos de estas obras de la luz que son el amor, la justicia, la verdad y la bondad.

 

Hermanos, el Evangelio de hoy es toda una catequesis que no necesita ni comentario, esta es también nuestra propia vida. Estar aquí, en la Iglesia, venir a celebrar la fe, caminar, ir avanzando en este camino de la luz y de la fe que es Cristo, el Señor, es lo que también se está realizando en nosotros, en nuestras vidas de tal manera que aquel que al principio dice: " No sé quién es ese que me ha abierto los ojos"; más tarde llega a decir que cree en Él porque es el Hijo de Dios.

 

Este camino, esta transformación, este ir avanzando y creciendo en la vida de la fe es lo que también nosotros estamos realizando gracias al Señor. Y tenemos que seguir estando abiertos a esta transformación, no podemos quedarnos cerrados en nosotros mismos creyendo que vemos, creyendo que vivimos ya en la luz totalmente y plenamente como aquellos fariseos a los cuales Jesús les dice: " Precisamente porque creéis que veis, estáis en la oscuridad total, estáis en el pecado".

 

Aquellos que reconocemos que necesitamos de la luz del Señor, somos los que podemos estar abiertos a esta transformación, a este cambio que únicamente Él puede hacer en nuestra vida. Que estemos abiertos continuamente a esta transformación del Señor, que estemos abiertos a su luz, que estemos abiertos a crece en la fe y el camino de la vida que es Cristo mismo.

 

 

HOMILÍA 4

San Francisco de Asís

 

Hemos escuchado en la lectura cómo san Pedro dice que Jesús ha sido constituido Señor. Es lo que proclama a los judíos que esperaban y deseaban al Mesías, al Salvador. Pero lo esperaban lleno de gloria, lleno de poder. Un Mesías político que los iba a liberar de la ocupación romana, es decir, esperaban un Mesías que nada o muy poco tenía que ver con Jesús de Nazaret al que ellos crucificarán. Por eso, Pedro les dice: " Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha resucitado, lo ha constituido Señor de Israel. Ya no tenéis que esperar, aquel que anunciaron los profetas desde antiguo, aquel que esperaban ellos desde siempre, ha pasado por su casa y los suyos no le reconocieron ".

 

Ya san Juan, por otra parte, en el Evangelio se dirige a una comunidad cristiana que estaba desconcertada porque tenía enfrente diferentes ofertas de salvación. Por una parte, estaban los judíos que seguían diciendo, que seguían creyendo que la salvación sólo es posible cuando cumplimos la ley literalmente, y por otra parte, están los paganos ... su relación, su experiencia religiosa en la adoración a otros dioses, a otros ídolos. Sabéis que Juan se dirige a una comunidad que está angustiada en la fe, una comunidad casi sin estudios, por lo que está expuesta a muchos peligros, uno de ellos, el dejarse llevar por otras corrientes religiosas, por otros dioses. Por eso San Juan les dice que sólo hay un acceso, sólo hay una puerta que nos conduce al Padre, a la salvación y es Jesucristo. No os dejéis engañar por otros dioses, por otros ídolos.

 

Mirad, hermanos, hoy esta palabra también nos la apropiamos nosotros porque también a nosotros nos llegan otras ofertas de salvación, es decir, de una vida feliz, de una vida en paz, de una vida con sentido, pero basada en la adoración a otros dioses, a otros ídolos, basada en tener esto o aquello, basada en el ser importante, en el aparentar, en el consumir. Sin embargo, una cosa sabemos por experiencia: que cuanto más nos afanemos en aparentar ante los demás lo que no somos, cuanto más nos empeñemos en consumir, nos sentimos más desgraciados y más vacíos por dentro. Entonces, qué tipo de salvación es ésta que nos ofrece la sociedad muchas veces que no es capaz de darnos la paz del corazón.

 

Por eso, el Señor nos proclama: sólo hay un Señor, solo hay un vencedor de tu infelicidad, de tu descontento interior. Él es el único que puede de allí, de la situación de postración que muchas veces vivimos, Él es el que te conduce a la paz, el que conduce al Padre.

 

A los que le preguntaban a san Pedro, en la primera lectura, qué tenemos que hacer, Pedro les contestó con la palabra clave: convertíos y bautizaos en nombre de Jesús para que os perdonen los pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo.

 

Hoy, estas palabras con la misma fuerza, con la misma intensidad nos las repite también a nosotros: "Convertíos". Aceptad a Jesús como al Señor de nuestras vidas, vivid vuestro Bautismo, sentíos hijos de Dios, amados por Él, y amadle con todo el corazón y amad a los demás como hermanos vuestros.

 

La salvación ciertamente ha llegado a nosotros cuando nos atrevemos a vivir o intentamos vivir de esta manera. Y entonces es cuando experimentamos que se nos perdonan los pecados, que son arrancados de nosotros, no sólo que son limpiados, sino que son arrancados de nosotros nuestras actitudes injustas, nuestros egoísmos, nuestra insolidaridad, nuestra incapacidad para aceptar y comprender a los que no son como nosotros, nuestra incapacidad para sobrellevar las contrariedades de la vida. Y esta es la transformación que experimentamos todos cuando nos atrevemos a sondear a los demás.

 

En casa podéis leer, releer este Evangelio, este capítulo diez de san Juan y lo podéis aplicar a vuestra propia situación, a vuestra propia historia.

 

Dice Jesús que solamente sus ovejas son capaces de escuchar su voz. Entonces, ¿ por qué muchas veces no somos capaces de sentir eso, de escuchar la voz del Maestro ? ¿ Qué es lo que nos lo impide, qué dios o qué ídolos ? Acerquémonos al Maestro, al buen Maestro, a escuchar su voz en el corazón. Y nos podemos preguntar: ¿ a quién escuchamos realmente? ¿ A quién seguimos?

 

Hoy, la Iglesia nos presenta a Jesucristo como el Buen Pastor. También nos presenta hoy la oportunidad de orar por las vocaciones. Hoy es la "Jornada de oración por todas las vocaciones". Dentro de la comunidad de Jesús, la Iglesia, el Buen Pastor ha querido que haya algunas personas con este encargo especial de ser signo del Buen Pastor en medio de la comunidad. No somos ni mejores ni peores que vosotros, simplemente hemos sentido la llamada del Señor. ..... nos gustaría, verdad, aquellos que hemos sido llamados a servir, ser dignos de la misericordia, de la bondad.

 

HOMILÍA 5

San Pablo

 

Lo que nos dice el Evangelio, el Señor mostrando las manos llagadas y el costado a sus discípulos para hacer descender sobre ellos la fuerza del Espíritu Santo, nos hace reconocer con nuestro corazón todo el camino que nos ha conducido desde la proclamación de la Pasión del Señor en esta Semana Santa hasta el día de hoy con la venida del Espíritu de Santo.

 

Hay teólogos que piensan que estos acontecimientos que venimos celebrando, la Resurrección del Señor, su Ascensión a los cielos, la venida del Espíritu Santo obedecen todos ellos a una misma y única experiencia de fe, en el grupo de los primeros discípulos. El Señor es el primer hombre en tener un cuerpo resucitado. Ante todos los que estamos llamados, el Señor se asciende al Cielo como cabeza para que nosotros, que somos su cuerpo, podamos ascender tras Él. Ese Señor que envía el Espíritu Santo a impul, a impulsos, del que nosotros suspiramos por la Resurrección, anhelamos estar a la derecha de nuestro Padre Dios. Y ese Espíritu que hoy viene sobre la Iglesia, que nos constituye como comunidad peregrina en la fe a lo largo de la historia, ese Espíritu nos es declarado hoy con palabras sublimes salidas de la boca del Señor. Es el Espíritu de la misericordia, el Espíritu en virtud de cuyo poder los pecados son perdonados, el Espíritu llamado, como cantábamos hace unos instantes, llamado a renovar la faz de la tierra, a renovar íntegramente nuestro espíritu, nuestro corazón, el Espíritu de la misericordia entendemos que quiere decir Espíritu de la misericordia, espíritu de quienes han sabido tener un corazón pobre, un corazón indigente, un corazón mísero ante Dios y ante los hombres.

 

Ese es el Espíritu de Dios que posee a la Iglesia y la hace peregrinar eficazmente hacia el Reino de Dios. Porque antes ha sido misericordioso el Espíritu de Dios, porque esa es la entraña misma de la divinidad, por nosotros, pensamos, el poder del perdonar los pecados que sólo a Dios corresponde y que la Iglesia administra en su nombre, cuando pensamos en ese poder ¿cuántas veces pensamos en que es, efectivamente, un acto de soberanía, un acto de poderío, de fortaleza por parte de Dios? Y quizá no erramos al pensar así.

 

Pero no erramos al decir inmediatamente es el poder de Dios, porque antes es la indigencia de Dios, porque Dios es como el padre que al perdonar al hijo lo hace como un acto de su autoridad paterna pero, antes de eso, porque es indigente del amor de su hijo, porque siente el corazón indigente y, por tanto, amoroso de un padre, es capaz de un perdón incondicional. Es capaz de olvidar, incluso, las duras exigencias de una justicia elevada, es capaz de pasar por encima de lo prescrito por el impulso de su amor. Ese es el espíritu de Dios que hoy desciende sobre la Iglesia para poseer a los creyentes y, por eso, nosotros hoy podemos decir sin escándalo que no es posible para un hombre tener experiencia de Dios, entendamos, no es posible hacer que Dios entre dentro de nuestra propia experiencia, no es posible hacer a Dios un objeto más de nuestro ser. La única experiencia de Dios que nos está permitida, y por eso es la más sublime, es, en el sentido subjetivo del término, la experiencia que Dios tiene de su amor por nosotros, la experiencia de Dios. Dios que se enfrenta a la redención de los hombres y los hace saborear su propia experiencia, los hace beber una experiencia que ya no es humana sino que es la experiencia divina del amor de Dios y, por eso, resulta tremendamente ilustrador el relato de la primera lectura que hoy proclamamos.

 

Ese espíritu que logra la confusión de las lenguas que habían iniciado Babel. Babel es el símbolo del poder de los hombres. El hombre que confiado en sí mismo, quiere levantar una torre hasta el cielo por su propio poderío con el objeto de que los hombres nunca más se dispersen. Babel es el hombre moderno, el hombre que tiene una conciencia excesiva de sus posibilidades, que piensa que por sí mismo puede organizar una comunidad humana coherente, una comunidad humana unida por sí mismo, por la fuerza de su poder de organización. El Espíritu del Señor nos dice que nunca el poder del hombre dejado a si mismo, considerado como una divinidad ante la que el hombre se postra, nunca ese poder podrá construir, sino solamente será el poder que no parte de unas entrañas indigentes, de unas entrañas misericordiosas, es un poder que siempre se ejerce sobre los demás, es un poder que hemos de huir y, por eso, este Espíritu que hace hablar a los discípulos en una lengua que todos entienden, que nombra lo que alivia a los hombres y lo hace porque antes los hace descubrir nuestra humanidad esencial, reconciliarnos con lo que esencialmente es ser hombre, que no es tener un poder sobre nada ni sobre nadie, sino que es una radical pobreza que en nuestra sinceridad tenemos que reconocer.

 

El Espíritu de Dios desciende sobre los hombres como Espíritu de la pobreza y, por tanto, como el Espíritu del servicio por lo que nuestros actos con respecto a las demás personas no son ya sino un acto divino de misterio, de situarse en el lugar interior, de servir desde nuestra propia alma porque esta es la voluntad, la naturaleza del Espíritu del Creador.

 

Hoy que celebramos esto en la Iglesia, quisiera que todos se lo pidiéramos al Señor, todos en nuestra vida tenemos que tomar a diario decisiones, tenemos que gestionar asuntos, tenemos que conducir determinadas empresas humanas que siempre el Espíritu del Señor esté en vosotros. Que el Señor, su Espíritu, descienda hoy sobre todos vosotros.

 

HOMILÍA 6

San León Magno

 

Hoy celebramos hermanos esta solemnidad grande de la Iglesia: el día del Corpus Christi.

 

Algunos tenéis que disculpar: han venido algunos a la misa de 12 y no se ha celebrado la misa de 12. Hay una tradición muy antigua, además así lo dispone el Derecho Canónico, que durante el tiempo que el Santísimo está en la procesión solemne del Corpus Christi en la calle, no se celebren en los templos ninguna misa, de manera que los fieles acudan en ese momento que Cristo sale a la calle a recibirlo, a vivir esa solemnidad, su procesión. El párroco tenemos también la obligación de asistir a esa solemne procesión.

 

Y todo esto ¿ por qué ? Pues todo esto empezó porque el pueblo, fuisteis vosotros, fue el pueblo fiel el que suscitó esta fiesta en la Iglesia. Hay otras fiestas que vienen de arriba hacia abajo: lo dispone la Santa Sede, el Papa. Esta fiesta nació en el pueblo, fue en el siglo XIII en Lieja, esa ciudad belga, donde el pueblo decía que no podían aguantar el vivir sólo la Eucaristía en los templos, querían manifestarlo públicamente, salieron a la calle en procesión solemne, con cantos, acción de gracias a Cristo en la Eucaristía.

 

Así comenzó esta fiesta que ya en el mismo siglo XIII el Papa Urbano IV la constituye a nivel de toda la Iglesia Universal. Santo Tomás de Aquino compuso un bello oficio para esta celebración. Cuenta la historia que también hizo otro oficio para esta celebración del Corpus San Buenaventura, pero al escuchar el texto que había redactado Tomás de Aquino, él lo sacó de su bocamanga de fraile y lo rompió. Dijo que él no podía competir aquellas bellas palabras de homenaje a la Eucaristía, la grandeza de los santos no suscita ningún problema ni controversia la grandeza de los hombres de Dios.

 

Y hoy celebramos esta solemnidad nosotros ya en los albores del siglo XXI. ¿Qué quiere decir para un hombre de finales del milenio esta celebración tan grande de la Iglesia? Pues esta celebración que celebramos de manera especial el día del Jueves Santo, la celebramos hoy con un cántico de acción de gracias a Dios en la calle con esta solemnidad de Jesús.

 

Moisés en la primera lectura, en el libro del Deuteronomio, viene a recordarle a los israelitas esto: " Recuerda el camino que el Señor te ha hecho recorrer durante cuarenta años ". ¿ Por qué ? Porque Israel había entrado ya en la sociedad de consumo. Se estaba olvidando de Dios y Moisés les viene a decir: " Mirad, el Señor fue el que te alimentó en el desierto cuando pasabas hambre, el Señor fue el que hizo brotar agua en el desierto cuando pasabas sed, el Señor fue el que te dio el maná para que pudieras caminar hacia la tierra , hacia la tierra que ahora posees, la tierra prometida, pues, mira, no te olvides de Dios".

 

Ese mensaje, ese mensaje de Moisés, podríamos aplicarlo nosotros ahora también en este momento que estamos viviendo. ¿ Cuál es el maná que buscamos nosotros ? ¿ Detrás de qué maná caminamos ? Jesús nos va a decir en el texto del Evangelio de hoy: "Yo soy el pan que ha bajado del cielo, no como vuestros padres que lo comieron en el desierto ( haciendo una referencia a este texto del Deuteronomio ) y murieron. El que come de este pan vivirá para siempre ". Cristo se entrega, se hace pan, se empana para que nosotros lo recibamos en la comunión. Por eso esta fiesta de acción de gracias.

 

Aquel " tomad y comed " que dice el sacerdote en cada celebración, eco de aquel primero de la noche del Jueves Santo, hace presente el gran misterio de nuestra fe. Lo que el libro de los Hechos de los apóstoles llama " partir el pan ". La comunidad que recibe a Cristo, se convierte en el Cuerpo de Cristo. Por eso nosotros ¿ qué conducta tenemos que tener los cristianos que recibimos el Cuerpo de Cristo ? Tenemos que vivir esa exigencia del Señor y esa exigencia es el servicio a los hermanos. Por eso hoy celebramos la colecta y el día de Cáritas porque Cristo se hace presente en las especies sagradas del Pan y del Vino pero nosotros tenemos que saber traducir, cada uno tiene que saber traducir, que la presencia de ese recuerdo de la sangre del Señor tiene que transformarnos en una acción para el mundo. Tengo que traducir que ese recibir el Cuerpo del Señor, es vivirlo en su testimonio en medio de los hermanos.

 

" Os aseguro ", dice Jesús en el capítulo seis de san Juan que hemos escuchado nosotros, " si no coméis la Carne del Hijo del Hombre y no bebéis su Sangre, no tendréis vida en vosotros, os aseguro ". Esas palabras son de Jesús, como éstas que: " El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre. Del mismo modo el que me come vivirá por mí ". Es como los eslabones de una cadena. El Padre envía al Hijo y el que recibe al Hijo y se alimenta del Hijo vive y tiene la vida eterna que le ha dado el Padre. Este es el misterio de nuestra fe: que Cristo se hace pequeño, que se queda en lo más pequeño que es el pan, que se hace lo más sagrado y lo más grande que tenemos los cristianos. Ese es el gran tesoro de la Eucaristía. Por eso, hermanas y hermanos, que sepamos agradecer al Señor el quedarse con nosotros hecho pan, pan siempre respetado: "Señor", que exclamaron los discípulos "que yo sepa siempre traducir este Cuerpo del Señor que recibo", no como una droga que me adormece y me hace quedarme en el azul del poeta, sino como un revulsivo que me hace mostrarme después, hecho vida, en mis obras ante los hermanos. Ese es el mensaje de Cáritas, ese es el mensaje para todos los cristianos: que continuemos, hermanas y hermanos, creciendo en la razón de la contemplación, Jesús se ha quedado en el sagrario. Inventó la manera de quedarse marchándose y, desde entonces, no se presenta para adorarlo sino que se adora porque se ha presentado, porque se ha quedado como alimento para el enfermo, para el hombre que va de camino, para aquel que necesita del Pan de Dios.

 

Que busquemos en el ardor de la contemplación del Señor, que crezcamos en la cercanía de los pobres, que crezcamos en la fraternidad que es vivir todos en igualdad, que crezcamos como el césped, el césped crece cuando le pasan la máquina todo igual. Pues así, sin estar unos por encima de los otros. Podéis poneros en pie.

 

HOMILÍA 7

San Pablo

 

Hoy, queridos hermanos, estamos celebrando la fiesta del Corpus Christi, del Cuerpo de Cristo. Y hoy hemos de descubrir a Cristo, que por nosotros se hizo pan en la Eucaristía y, también, a Cristo, que está en los hermanos. Porque Él también quiso quedarse en la carne de la humanidad, en los miembros de su Cuerpo Místico. Hermanos, no se pueden separar los dos aspectos de Cuerpo, no podemos unirnos bien a su carne eucarística sin sentir la necesidad de unirnos a los hombres, sacramento también de su presencia.

 

Y es también, hermanos, como dice Jesús: " Si presentas tu ofrenda ante el altar y recuerdas que tienes algo o tu hermano tiene algo contra ti, ve primero a reconciliarte con tu hermano y, después, ven a presentar tus ofrendas ". No podemos, hermanos, nosotros, unirnos bien a su carne eucarística, sin sentirnos unidos también a los hombres, sacramento de su presencia.

 

No se puede comer bien el Cuerpo de Cristo en la mesa del altar sin hacer algo para que los miembros hambrientos de su cuerpo social tengan pan y mesa y hogar donde comer. Es imposible separar el Cristo de la Eucaristía del Cristo de la humanidad.

 

Cristo nos dio, la misma noche, su cuerpo y su mandamiento nuevo. La misma noche dijo : " Tomad, esto es mi Cuerpo... tomad y bebed, esta es mi Sangre ". Y también dijo: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado ". Por esto el Jueves Santo es el Día del Amor Fraterno, es el día de la Eucaristía. Y Corpus Christi es el día de la caridad en que veneramos solamente el Cuerpo del Señor.

 

Hermanos, que el Señor nos enseñe a no mutilar su cuerpo total: hecho carne en la Encarnación, hecho alimento en la Eucaristía, hecho presencia en nosotros.

 

Por esto hoy es el día de Cáritas, el día de la caridad y hay una palabra, hermanos, una de las más hermosas de estos tiempos: la palabra solidaridad. Y ¿ qué es solidaridad ? Hacer nuestras la deudas del otro, el sufrimiento del otro, la enfermedad del otro, la guerra o violencia del otro, no encogerse de hombros ante el hermano, no decir como Caín : " ¿ Yo qué tengo que ver con mi hermano ? ". Si es tu hermano, ¿ cómo que no tienes que ver ? Sois hijos del mismo padre y de la misma madre.

 

Y esto es solidaridad: esforzarse por comprender y ayudar a los demás. No se puede afirmar mi personalidad negando a los demás. No. Debo yo de madurar, debo yo de madurar cuando los otros no maduran. Hermanos, sin solidaridad caemos en el egoísmo, en el narcisismo, en la esterilidad en el empobrecimiento de nuestra personalidad. Si eres solidario, no solo llenes la vida de años, sino, también, los años de vida. Hay gente que vive muchos años, pero una vida vacía y gente que vive menos años, pero la calidad de vida merece la pena porque están llenos de amor, de entrega, de caridad y de sabiduría.

 

Hoy, Día del Amor Fraterno, día de Cáritas. Cristo se hizo solidario con nosotros siendo amigo inseparable, mano liberadora en la cruz, alimento en la Eucaristía, quedándose con nosotros para siempre.

 

Hermanos, ha llegado la hora de la acción. Dejemos nuestro egoísmo quieto, respondamos a la voz de Dios. Nuestro hermano está cerca de nosotros, no podemos hacernos los sordos, no podemos quedarnos sordos, no podemos quedarnos indiferentes ante un mundo injusto, ante mucha gente que está sufriendo.

 

Seamos solidarios de tanta gente que pasa hambre, pasa necesidad, viven, hermanos, una vida que no merece llamarse el nombre de vida porque, a fin e al cabo, hermanos, principalmente nos van a juzgar sobre el amor: " Yo tuve hambre y tú me diste de comer, yo estaba desnudo y tú me vestiste, en la cárcel me visitaste, triste y me consolaste. Ojalá, hermanos, al final de la vida todos tengamos una buena calificación porque aquí, en este mundo y con esta vida, ganamos la vida eterna por nuestras obras de amor.

 

Ya sabéis que la colecta de hoy se dedica toda, íntegramente, para entregarla a Cáritas ante tanta y tanta necesidad del momento presente.

 

HOMILÍA 8

Santa María Madre de la Iglesia

 

Todos los católicos tenemos dos concepciones distintas de la Iglesia, dos visiones diferentes del cristianismo. Unos ponen como misión de la Iglesia la salvación de las almas, solamente ésta. Otros ponen como meta de la Iglesia la liberación del hombre en lo material. Y hermanos, ¿ quién tiene razón ? ¿ Cuál es el papel esencial de la Iglesia en el mundo ? Los cristianos tenemos como misión sustituir a Cristo en el tiempo, hacerlo presente en este mundo, hacer sus veces.

 

En aquel tiempo, la gente cuando Jesús la veía, se compadecía de ella porque estaba abandonada en este cuadro como oveja sin pastor, dice el evangelio. Jesús se sentía cansado, abandonado y no se limitaba a procurar la salvación de las almas puras, sino que saldrá de su corazón por los hombres de carne y hueso. Veía problemas materiales y espirituales en mucha gente y Él sentía compasión de la muchedumbre. Jesús, Él, que pasó por la tierra haciendo el bien, el bien material y el bien espiritual, salvando a los enfermos de diversas dolencias. Alimentamos los cuerpos y para ello utilizábamos pan, nos sentábamos muertos y cambiábamos lágrimas por alegría. Pero Jesús no hizo solamente eso (curar, alimentar, resucitar), sino que Él predicaba el Evangelio recorriendo pueblos vigilados, y lo hacía a todos, perdonaba los pecados a los arrepentidos, perdonaba los pecados a los pródigos y a las magdalenas, a los de los paralíticos de espíritu, a los publicanos humildes y Jesús enseñaba a orar y nos regalaba los sacramentos para engendrar, vigorizar y regenerar la vida espiritual. Jesús se compadecía también de las gentes en su dimensión espiritual.

 

Por lo tanto, hemos de seguir la huellas de Jesucristo, hemos de tener presente el cuerpo y el alma. La mies es mucha y los obreros son pocos. Colgar al cuello de la mies diez mil obreros a su mies y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos a los apóstoles, para curar toda enfermedad y toda dolencia. Y ahora sí ya arma a su Iglesia, el poder luchar contra todo mal espiritual y también material: "Id y proclamad esta buena noticia: el Reino de Dios está cerca". A los que solamente buscan las preocupaciones materiales, la lucha contra la miseria y la necesidad material Jesús les dice que se preocupen también por el Cielo, por la salvación de los hombres. Y a los que solamente se preocupan por la salvación de los hombres al fin de la vida y no por las cosas de este mundo Jesús nos dice: "Dadle vosotros de comer, atender a sus necesidades"; y esta labor de la iglesia, la salvación del hombre temporal y eterna, humana y divina. Y esta es también, hermanos, nuestra misión de cristianos.

 

 

HOMILÍA 9

Santa María de Gracia

 

El tema de la conversión, hermanos, del que habla hoy, prácticamente, toda la Palabra de Dios que acabamos de leer, es un tema eminentemente bíblico, y también eminentemente humano porque tan propio de los hombres es errar como cambiar de ideas. Es, además, un tema universal y eterno, porque siempre hay personas que se resisten a entrar en el Reino de Cristo y porque los que nos creemos que estamos dentro de él nunca llegamos a estar por completo y hasta el fondo con todos los compromisos que de ahí se derivan para nuestra moral, en el orden personal y social.

 

Toda la revelación y toda la historia bíblica no es más que una grande y una continua invitación de Dios al hombre, pero ¿para qué? Pues para que el hombre, para que nosotros entremos en comunión íntima con Él. Pero, hermanos, somos pecadores y eso nos lleva a no poder responder positivamente a esa invitación de Dios, a unirnos con Él, si no es a través de una conversión radical de todo nuestro ser al Señor. La historia del antiguo pueblo de Dios debe ser para todos un escarmiento y un estímulo constante a la conversión. Y es el mismo Jesús el que predica la doctrina de una conversión radical y total como forma de entrar al Reino de Dios. Aquel Dios que de mil modos y en mil ocasiones invitó a los hombres a la conversión, ahora nos invita por medio de su mismo Hijo. Jesús repite de muchas formas que Él ha venido "para llamar a los pecadores a la conversión", "no en busca de justos sino de pecadores". Esto es lo fundamental del Evangelio del Reino, esto es. Y Jesús no sólo habla, sino que salva a los más alejados de este Reino de Dios, como son los pecadores, y todos los milagros que obra no son otra cosa que signos de la presencia de Dios en medio de los hombres y una nueva invitación a la conversión de todos nosotros al Padre.

 

Y es posible que alguno de vosotros se esté preguntando en qué consiste realmente eso de la conversión, que cómo podría describirse. La Biblia nos habla de dos aspectos. Uno es cambiar el rumbo de nuestra conducta práctica, es decir, ir en busca de Dios. Está haciendo referencia al aspecto moral: convertirse es cumplir íntegramente en la vida real la voluntad de Dios sobre el hombre. El otro se refiere más a la vuelta interior de pensamientos, de ideas, de criterios. Ambos indican una revolución total en el hombre, un retorno integral a Dios: del ser y del obrar.

 

Como vemos, son dos aspectos distintos pero complementarios de la misma conversión. No basta, hermanos, con cambiar de conducta. Esa conversión puede no ser íntima del hombre y puede resultar insincera e, incluso, hipócrita. Hay que llegar a lo más profundo de nosotros y dejar que Dios nos toque, que Dios nos cambie. Entonces experimentaremos la auténtica conversión, una conversión radical. Esta es la conversión que Dios le exige al hombre, que nos exige a nosotros, para entablar una comunión con Él. Una conversión sincera y total nos compromete terriblemente con Dios, con Cristo, con la Iglesia, con los hombres y con el mundo. Con Dios nos liga hasta vivir su misma vida divina. Mediante el Bautismo hemos aceptado una Alianza con Cristo que nos transforma en nuevas criaturas, en hijos verdaderos de Dios por Cristo. El Bautismo y la conversión nos introducen en una nueva familia que exigirá de nosotros un comportamiento digno de ella. Con los hombres también estamos comprometidos, no desentendiéndonos de sus problemas, porque todos somos hermanos y como tales se nos pide una conducta fraternal con todos. Por último nos queda el mundo. Aparentemente podría parecer que estando plenamente convertidos al Reino de Cristo parece que no tiene por qué ocuparse ya de la tierra. Pero no es así, hermanos, porque Dios quiere a la tierra. Dios creó al hombre para mirar hacia el Cielo pero sin abandonar la tierra que pisa y de la que está hecho. Por eso, debemos cumplir con nuestras obligaciones temporales y no faltar a nuestras obligaciones con nuestros hermanos ni con Dios.

 

Convirtámonos, hermanos, porque el Señor nos lo pide, porque mandó a Jesús para llamarnos a nosotros, pecadores, a la conversión de todos al Padre.

 

HOMILÍA 10

Cristo Rey ( La Flota )

 

 

Las lecturas de este domingo, especialmente la segunda del apóstol Santiago y la tercera del Evangelio, la de la confesión de Pedro, nos sugieren como punto para nuestras reflexiones, hermanos, el tema de la fe y las obras, uno de los más fundamentales de nuestra vida cristiana.

 

Sencillamente se trata de responder a lo siguiente: para entrar en el Reino de Dios y en la salvación de Cristo, ¿qué es lo primero y más importante? ¿La fe o las buenas obras? Es evidente que la fe auténtica y plena no puede reducirse a seguir el Credo o ir a misa; debe repercutir en toda nuestra vida. Por eso es tan acertada a este respecto la afirmación de Santiago: " La fe, si no tiene obras está muerta por dentro ".

 

Estas palabras de Santiago no contradicen a san Pablo, que en su carta a los Gálatas escribe: "Esperamos ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, pues por estas nadie se justifica". Pablo afirma que no será la realización de los ritos ni el respeto a la ley de Moisés, tal como la entendían los fariseos, lo que salve y justifique al cristiano, sino la fe en Cristo. Pero estas palabras de Pablo no favorecen en absoluto un divorcio entre fe y vida. Tanto Santiago como Pablo, al atribuir eficacia salvadora a la fe, piensan en una fe viva, activa, fecunda en frutos de fe, en obras de vida cristiana. Esta es la respuesta de la fe que el hombre, que nosotros hemos de aportar a la llamada de Dios en Cristo Jesús.

Fe religiosa, fe cristiana, no es tan sólo admitir datos, fechas, acontecimientos, verdades y misterios, ni siquiera fundados en la Palabra de Dios. Eso será más bien el objeto de nuestra fe o su fundamento. Por fe religiosa y cristiana se entiende, ante todo, la aceptación de una persona que irrumpe en nuestra vida, sin merecerlo ni exigirlo a nosotros; por pura iniciativa suya. Y esa persona, hermanos, es Dios, con quien, por medio de la fe, entablamos un diálogo, una alianza y un compromiso.

 

El diálogo, como todos sabemos, se da siempre al menos entre dos personas; una que llama y otra que responde. Dios es el iniciador de este diálogo de la fe, por pura gracia suya. El hombre da su respuesta afirmativa a este diálogo de Dios, y eso es la fe, hermanos.

 

Ese diálogo entre Dios y nosotros nos lleva a una alianza y a una amistad íntima, una especie de matrimonio, digámoslo así, en que mutuamente nos entregamos y aceptamos.

 

Establecemos así un compromiso para toda la vida. La fe nos compromete con Dios en todo nuestro ser y nuestro obrar y nos liga con Dios para siempre.

 

Esta es la fe auténtica, hermanos. Como veis, es mucho más que, simplemente, "creer lo que no vemos". Es una entrega ciega y total del hombre a Dios, a su palabra y a su persona.

 

Pero no os confundáis. La fe no suprime la ley para el cristiano, sino que la transforma en libertad. "De la esclavitud hemos pasado a la gloriosa libertad de los hijos de Dios " nos decía san Pablo. Y esto sucede, hermanos, no por las obras que nosotros realicemos, sino gracias al Espíritu que hemos recibido, porque "donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad".

 

Entonces, ¿qué es la Ley, qué fue para los judíos y qué es para nosotros? La Ley no es más que un camino que nos lleva de la mano hacia Cristo.

 

¿Es que entonces el cristiano está por encima de la ley? De ninguna manera. Lo que ocurre es que Cristo nos ha liberado de la ley exterior, de la mera letra y nos ha introducido en una ley nueva de libertad y amor.

 

Ese es, pues, el papel de la fe en la vida cristiana. Sin la fe nadie puede agradar a Dios.

 

¿Cuál es entonces la función de las obras en la salvación del hombre? Éstas no son, desde luego, un mero adorno de la fe; es un complemento absolutamente necesario. En la perspectiva de la fe, las obras son necesarias conforme a la voluntad de Dios.

 

Dios no impone a nadie su gracia y su amor, pero sí os los ofrece y vosotros podéis, libremente, aceptarlos o rechazarlos, usando o abusando de vuestra libertad. Pero esa aceptación no debe producirse en virtud de una ley exterior, sino por una ley que brote de vuestro interior como respuesta libre a los dones de Dios. Por eso dirá Jesús: " Si quieres entrar en la vida, guarda los Mandamientos ". Y también: " Yo no he venido a abolir la Ley, sino a darle cumplimiento ".

 

Así, el verdadero cristiano es el que une a su fe el cumplimiento de las obras buenas, las cuales no le justificarán por sí mismas, sino por la fuente de la que manan, que es la misma fe.

 

Entonces hay que concluir que las obras son un elemento necesario para la salvación; son como el signo exterior de una auténtica fe y, por tanto, cuando esas obras faltan es señal de que la fe no es verdadera. Lo cual coincide plenamente con lo que enseña Pablo: la fe es el único principio de justificación del hombre, pero no una fe cualquiera, sino "la fe que actúa por la caridad, la fe avalada, demostrada y sellada por las obras; una fe verdaderamente comprometida en la vida".

 

HOMILÍA 11

Consiliario de la HOAC

(TVE2)

 

 

Queridos hermanos de la HOAC y televidentes:

 

Hoy todos, todos tenemos muchas preocupaciones pero el trabajo es una de las preocupaciones mayores que tanto los jóvenes como los adultos tenemos. En las encuestas figura el paro como uno de los temas que más preocupan a la gente. También preocupa a muchos pues toda la precariedad del empleo. Ante esto qué nos dice la Palabra de Dios, cómo nos interpela.

 

La primera lectura, hemos escuchado, el Señor nos dice : " Seréis para mi una nación santa, una nación santa, un pueblo santo". Un pueblo santo es aquel que abierto a Dios todo lo que hace es santo, todo lo que hace es bueno, es feliz, es justo, es honrado es fraternal, tanto en la vida personal de cada uno como en la vida social y toda las relaciones sociales, todo lo que se hace es santo, bueno, justo, feliz, fraternal, honrado. Para poder vivir así: como nación santa, como pueblo santo que todo lo que hacemos es justo y santo, para eso tenemos a Cristo, tenemos a Él y a su gracia, a su amor, tenemos su estilo de vida, tenemos su mensaje salvador. Estilo de vida, mensaje salvador, que la Iglesia pues va actualizando y va transmitiendo. Esa es la misión de la Iglesia, la misión de todos. Cada uno de nosotros debemos realizarlo para constituir así un pueblo santo.

 

Y esta tarea que cada uno de nosotros como personas tenemos que realizar también esta tarea, en la Iglesia la realizan unos movimientos. La Iglesia envía, por ejemplo, a los movimientos de acción católica a realizar esta misión de evangelización de hacer actual y creíble y actuante pues toda la fuerza todo el Evangelio y fuerza de Cristo. A la HOAC, Hermandad Obrera de Acción Católica, la Iglesia la envía a realizarlo en el mundo obrero. Hay que tener en cuenta que la Iglesia tiene un gran interés por el mundo del trabajo. Puede parecer raro pero es verdad y para eso podemos escuchar unas palabras de Juan Pablo II: " Desearía testimoniaros la simpatía, el afecto, la admiración que la Iglesia tiene por vosotros, los trabajadores". Y en otra ocasión dice: " La Iglesia continua proclamando alto su preocupación por el mundo del trabajo, está de parte de los trabajadores ". En distintas y varias ocasiones y en muchos países el Papa ha repetido estas palabras: " La Iglesia tiene un interés especial por el mundo del trabajo". Y nos podemos preguntar el porqué y, está claro, la respuesta es que la Iglesia está al lado y a favor de todo hombre y toda mujer porque son hijos de Dios. Esa es la gran dignidad que tenemos cada uno de nosotros: ser hijos de Dios y, por tanto, merecemos siempre ese respeto por ser hijos de Dios.

 

Y una dimensión fundamental de la existencia humana sobre la tierra es el trabajo. Dios llama al hombre y a la mujer a trabajar para que se asemejen a Él que es creador, para que sigan creando este mundo. El trabajo es una actividad que permite a la persona realizarse, desarrollar sus cualidades, avanzar en toda su vida y también le permite ofrecer un servicio a toda la comunidad, ir creando una sociedad mejor. Por eso, y eso lo tenemos experiencia todos, la falta de trabajo crea muchos problemas a las personas paradas. La falta de trabajo, a veces, parece como que envilece a la persona misma porque esa persona, a sus ojos, a sus mismos ojos, se siente inútil, despreciada no puede aportar su valía y la sociedad también es empobrecida, porque es privada de la aportación de unas fuerzas valiosas y dinámicas.

 

Por eso el trabajo es tan importante y, por eso, la Iglesia quiere evangelizar este mundo obrero. Por eso esta visión del trabajo ¿qué nos exige a los cristianos ? ¿ Qué nos exige a cada uno de nosotros y nosotras ? Exige, está claro, promover la justicia social. La justicia social que es la base, la virtud clave y el valor fundamental de toda convivencia socio-política y en el campo laboral la justicia social exige que todo hombre y toda mujer puedan tener un trabajo digno, realizado en condiciones dignas, en condiciones dignas de vida y de trabajo. Por eso el Papa hace un llamamiento a los seglares cristianos: renovad las relaciones laborales, haced que el trabajo sea cada vez el centro de la vida de todos los hombres, todos puedan tener trabajo, y lo puedan realizar en condiciones dignas pudiendo aportar algo muy valioso a toda la sociedad.

 

Por eso todos estamos llamados, nos dice también el Papa, en los diversos ámbitos laborales a defender la dignidad de la persona, a defender la dignidad del trabajador y de sus derechos y también estamos llamados a llevar el anuncio salvador liberador del Evangelio de Cristo pues a todos nuestros compañeros y compañeras trabajadores. Esta es nuestra misión. Esto es lo que queremos vivir.

 

Por eso termino felicitándoos a vosotros y vosotras, militantes de la HOAC, y también a otros muchos cristianos porque queréis plantearos en la X Asamblea General el cómo ser testigos y apóstoles de Cristo en el mundo obrero . Habéis acogido el llamamiento de Cristo en el Evangelio: " Rogad al dueño de la mies para que mande trabajadores a su mies ". Que seáis buenos trabajadores en la mies del Señor en el mundo obrero.

 

 

HOMILÍA 12

Cristo Rey (La Flota)

 

Hemos terminado todo el ciclo en torno a la Pascua con estas fiestas intercaladas ya al final de este ciclo de la Ascensión, Pentecostés y Corpus y nos introducimos ya en el Tiempo Ordinario que, no es que tenga menos importancia, seguimos celebrando el domingo pero ya, simplemente, por ser el día del Señor por ser un día especial, por ser domingo, donde celebramos el acontecimiento de la muerte y resurrección de Jesús, de ahí que, incluso, la liturgia nos pone, incluso, el color verde ya es el propio del tiempo ordinario.

 

Y el Evangelio de hoy yo creo debe interpelarnos a los que participamos en la Eucaristía fuertemente, porque lo primero que hace es resaltarnos una preocupación de Jesús, os sea, Jesús ve a la gente con un cierto cansancio, ve a la gente con un cierto desánimo, ve también que la gente tiene bastante desorientación, que se encuentra el pueblo creyente no lo suficientemente atendido y apoyado en su proceso de creyentes, andan bastantes desorientados, de ahí que dice Jesús que, mirando a las gentes, tenía una cierta compasión, se compadecía de ellas y la razón: estaban extenuadas, abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Y al contemplar Jesús esta realidad se da cuenta de la necesidad de una tarea educativa de la fe que profundice en ella; de la necesidad de clarificarla. Es necesario acompañar a las gentes en ese proceso que van llevando de su fe para vivirla con bastante coherencia, o sea, hay mucho trabajo y esto lo dijo contemplando a las gentes. Y ¿ qué solución busca Jesús ? ¿ Qué solución ve ?

 

Pues hace dos recomendaciones, bueno, una recomendación y luego un hecho concreto, donde El nos dice: " Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a la mies ". Por tanto, rogad, pedid al Señor; y la otra solución es que Él elige a sus discípulos, elige a doce apóstoles y les da la tarea: " tenéis que ir a limpiar, a curar, a animar, a socorrer a anunciar ", todo lo que es la tarea evangelizadora. Por lo tanto hay que rezar, orar para que el Señor suscite trabajadores para la mies y al mismo tiempo, ya en concreto, a los que están con Él les dice: " tú y tú y tú y tú tenéis que coger las riendas en esta responsabilidad ".

 

Pues ésta, que es la situación así del Evangelio, he dicho que nos debe interpelar, nos plantea a nosotros, porque celebramos la Eucaristía e inmediatamente pensamos cómo está también nuestro pueblo cristiano, cómo estamos nosotros, la comunidad cristiana, cómo estamos los creyentes que nos decimos cristianos, y estamos bautizados, miembros de la Iglesia, cómo estamos e inmediatamente observas diciendo: hay una cantidad de gente ilusionada con su fe enorme, hay mucha gente que quiere dar un testimonio muy coherente de su fe, gente que no se deja tambalear fácilmente gente que mantiene alta su postura y que para eso rezan y profundizan la Palabra del Señor y celebran su fe con otros creyentes y es para ellos un acontecimiento la misma celebración, pero también es verdad que hay otro porcentaje de creyentes que se llaman cristianos y que no son practicantes y no celebran su fe y quizá se reduzcan a llevar una vida ética, más o menos, y además a decir: "yo soy cristiano, pero no practico". Y también, cómo no, hay sectores en los cuales decimos: somos cristianos, pero al mismo tiempo, aunque practique, sin embargo me quedo en esos mínimos de intentar vivir una cierta honradez en la vida, voy a misa los domingos, celebro los sacramentos conforme van tocando, pero de ahí ya no paso a más y, así, podíamos ir analizando un poco la situación, viendo también, y entonces podríamos decir: ¿realmente esto tiene que ser así? O así al pueblo cristiano le falta ilusión, le falta mucho más compromiso, le falta tomar con mucho interés, su formación en la fe, su celebración, realmente comprender que Dios es el Padre y que le necesitamos, no solamente en un momento ocasional, sino para poder vivir una experiencia amorosa de hijo a padre porque sentimos al mismo tiempo el amor del Padre al hijo, que somos nosotros, o sea, para llevar una vida cristiana con ilusión. Todo esto nosotros lo vamos necesitando, nosotros lo vamos necesitando que haya, incluso, y aquí viene también lo que Jesús decía: "Rogad al Señor".

 

Y es que necesitamos a nuestro lado personas, trabajadores de toda esa mies, para que este pueblo recupere toda la ilusión, las ganas de vivir en cristiano, que conozcan más esta fe, que se relacionen mejor con Dios Padre, necesitamos. Y por eso dice Jesús: "Rezad para que surjan, rezad para que surjan ". Y, al mismo tiempo, si sientes la llamada, pues no regatees esfuerzos, no te eches ATRÁS sino que tengas la actitud de decir: " Aquí estoy Señor", como decía... "Mándame algo... aquí estoy, mándame algo" porque, a ver, aterrizando en algunas cosas concretas, a mí me preocupa como sacerdote, creo que a vosotros os tiene que preocupar exactamente lo mismo como seglares, porque todos somos Iglesia y la tarea evangelizadora de la Iglesia es para todos. Yo tendré mi ministerio de administrar los sacramentos, de celebrar con vosotros la Eucaristía pero la tarea evangelizadora del acompañamiento, de animar, de ir trabajando para la coherencia de la fe, todo esto nos corresponde a todos.

 

Y, digo, que aterrizando, yo, me preocupa lo siguiente: pensando simplemente este año hemos tenido setenta y seis niños de primera Comunión, años anteriores una cantidad más o menos en Murcia, en toda Murcia, en todas las parroquias unos cuantos miles de niños y, entonces, uno se plantea: después de haber celebrado con gran ilusión la Comunión, de haberse integrado plenamente como personas ya mayores en la comunidad cristiana, porque ya van a participar de la Eucaristía como banquete del Señor que es, como decía, como es la puesta de largo, ya son mayores, son mayores, aunque sean todavía pequeños en edad, pero ya participan de la mesa del banquete del Señor. Después de celebrar este acontecimiento como algo ilusionante, inmediatamente surge un interrogante: ¿ qué será de ellos, qué va a ser de ellos ? ¿ Tendrán realmente pastores que le vayan guiando, conduciendo en ese proceso de fe ? ¿ Tendrán los suficientes de una manera organizada en la misma parroquia? Pero ¿tendrán también esos acompañantes que van a ser, en primer lugar, los padres y, en segundo lugar, toda la comunidad cristiana que se va creando un clima también en las parroquias, que va influyendo, va contagiando ilusión o pesimismo o desgana, tendrán también ese apoyo? No vaya a ser que se encuentren ahí un poco abandonados, y siguen siendo niños todavía, y se encuentren a merced de las mil corrientes, de la apatía familiar, de la desgana del ambiente, de otro cristiano que ya estamos.... ¿ Qué pasa ? Y lo mismo si miras al mundo joven... y se confirman y después ¿ qué ? ¿ Qué va a ser de ellos ? Y, ¿ qué es de ellos ? Echamos la mirada así al pueblo cristiano y hacemos como Jesús, echa la mirada y ve toda una realidad e, inmediatamente, dice: "Mirad que es mucha la mies, mirad que es mucho el campo" y, por lo tanto, vamos a rogar al Señor; y, segundo, "a vosotros os mando" y creo que esto es la interpelación a todos nosotros: en primer lugar, rezad al Señor para que suscite gente dispuesta a descubrir su vocación como cristiano para el apostolado que surja gente con ganas, con ganas de dedicarse a los demás, que surjan muchísimos padres que digan: yo, ahora, acompaño a mis hijos en este proceso de su fe y les acompaño participando en la Eucaristía con ellos, rezando con ellos alguna vez, hablándoles de Dios alguna vez, comentando la vida, aquello que realmente que creemos que es o que marcha según los planes de Dios y aquellas cosas que creemos que no marchan según los planes de Dios, o sea, todo. Un acompañamiento no se trata simplemente de las oraciones hechas, de enseñarles a orar, sino todo un proceso de fe para los valores paralelos para captar, para analizar, para rezar con ellos según la edad. Por lo tanto, que surjan padres inquietos, que no hayan padres despreocupados de todo esto. Que surjan, por supuesto, también gente dedicada a los pobres. Que digan: "yo, mi vocación es los pobres y voy a trabajar directamente y, si no trabajo directamente porque no puedo, apoyo con mi oración, apoyo con mi economía apoyo dando ánimo". Y para que surjan gentes que digan: "yo necesito animar y dar mucha esperanza a unos ancianos que están en su casa con su enfermedad cargado de años", y que "yo tengo mi tiempo un poco libre, y que no es un tiempo perdido, aunque yo sea una persona joven, de decir: quito un poquitín de aquí de mis propias diversiones y me dedico un poquito a acompañar a la gente mayor que necesitan también bastante ánimo, porque por los años y la enfermedad quizá se encuentren un poco decaídos, y no es tiempo perdido". Todo lo que se haga por el Evangelio y por Cristo es tiempo ganado para el mundo, para nosotros mismos y para los demás, tiempo muy hermoso y ganado.

 

Por eso dice el Señor: "rogad que surjan, rogad que surjan así para todos los campos". y ,segundo, igual que envía a aquellos, que nosotros tomemos conciencia y nos interroguemos hoy ante el Señor: ¿ me llamará a mí el Señor para algo concreto ? Si me llama, que no me eche ATRÁS sino que sepa dar un sí para decir: aquí estoy, sea para vivir con toda dignidad cristiana en mi trabajo con un testimonio y una fe coherente, o sea, trabajando de una manera: organización. Digo siempre de estos dos campos: de niños y jóvenes, de los jóvenes de los que estáis aquí, que sois los apóstoles de los otros jóvenes, sois los jóvenes los apóstoles de los otros jóvenes y hay que ver si el Señor nos llama a trabajar en esa mies, en ese campo y, si no, rogad al Señor , para que surjan también, o sea, nos interpela directamente, creo yo, este Evangelio. Jesús miró, vio la realidad, se compadecía, veía la situación, si necesitaban mucha ayuda e inmediatamente va a buscar la solución y nosotros contemplamos nuestra vida también y entonces, Señor, te pedimos para que vayamos, la Iglesia, adelante que seamos cristianos coherentes, que seamos cristianos más maduros, que no nos contentemos con los mínimos, que no nos contentemos con la rutina de las cosas, sintiéndonos parroquia, sintiéndonos Iglesia, sintiéndonos comunidad cristiana, que, si no puedo hacer otra cosa, rezo por aquellos que sé que están ahí en la brecha haciendo cosas, porque sé que eso me importa a mí lo mismo que a ellos, o sea, toda la tarea de la Iglesia. Pues vamos a rogar y sobre todo, si el Señor, sentimos su llamada, de alguna manera tengamos esa disposición de decir: "aquí estoy, mándame a mí y que no me eche nunca ATRÁS, y que lo que haya que hacer, que no quede sin hacer porque yo no he querido aceptar esa llamada tuya".

 

HOMILÍA 13

COLEGIO COMPAÑÍA DE MARÍA DE TALAVERA DE LA REINA

( CADENA COPE)

 

Sucedió hace veinte años. Fue el dos de junio de 1979. Cientos de miles de polacos llenaban la plaza de la Victoria de Varsovia y otros tantos se quedaron fuera debido a las medidas restrictivas que había impuesto el gobierno comunista. Siguieron la misa desde las calles próximas, arrodillados, escuchando al Papa a través de los altavoces. El momento culminante llegó durante la homilía del Papa. En un determinado momento alzó la voz que estalló en le espacio como un trueno y dijo: " Nadie tiene el derecho de arrebatar a Cristo a un pueblo cristiano. No se puede excluir a Cristo de la historia del hombre ". Entonces ocurrió algo insólito, la multitud inició un aplauso atronador, un aplauso que no terminaba nunca, el nerviosismo se pintaba en los rostros de las autoridades presentes. Pasaban muchos minutos y el aplauso continuaba con la misma intensidad. Transcurrido un cuarto de hora el cardenal Wicinski hizo un gesto enérgico para que los aplausos cesaran. Fue un momento histórico para el pueblo polaco, una ocasión única para gritar su fe en Jesucristo y su amor a quien le representa en la tierra.

 

Queridos hermanos radioyentes de la cadena COPE, queridos hermanos todos:

 

He querido recordar este acontecimiento ahora que estamos siguiendo con gozo la nueva visita pastoral de Juan Pablo II a su patria, Polonia. Al día siguiente de aquel acontecimiento, el 3 de junio del año 79, con el ambiente enfervorizado por lo sucedido en la víspera el Papa recibió en el barrio universitario de Varsovia a unos cincuenta mil estudiantes. Improvisando unas palabras les dijo: " He estado pensando en el significado de los aplausos de ayer. Los aplausos no son importantes, lo importante es lo que se aplaude y ayer vosotros en la plaza de la Victoria habéis aplaudido durante quince minutos el nombre de Cristo ". En ese instante, sin que nadie lo esperase, aquellos miles de jóvenes alzaron los brazos sosteniendo en sus manos unas pequeñas cruces de madera. En medio de aquel bosque de cruces las jóvenes gargantas entonaron una canción durante años terminantemente prohibida en Polonia. Decía así: " Queremos a Cristo en nuestras casas, en nuestras escuelas, en nuestra vida, queremos a Cristo ".

 

La preocupación misionera de S. Mateo queda patente en la perícopa que acabamos de proclamar. La razón de ser de la misión de los discípulos se halla dentro de la misión propia de Jesús como Jesucristo la recibe de su Padre, así la confía al grupo de los doce y se habrá de prolongar en la Iglesia hasta los confines del mundo. Es el pastor que se compadece del rebaño y ese ha sido y es el mensaje de Juan Pablo II: llevar el nombre de Cristo a los hombres, llevarnos a que todos podamos exclamar desde el Evangelio: queremos a Cristo, necesitamos a Cristo. Él nos vuelve a enseñar, sobre todo, a que escuchemos al maestro que hoy, como tantas veces, nos repite: " Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca ".

 

San Antonio de Padua que goza de gran devoción en el mundo entero y cuya memoria recordamos hoy, nos da también la clave en sus escritos, su predicación arrastraba a multitudes. Al iniciar algún curso de Cuaresma o de Adviento la ciudad entera acudía a escucharlo, los templos más espaciosos no daban a basto. Algunos años antes de morir, solicitado por los suyos, comenzó a poner por escrito sus sermones. Su fama de apóstol y el prestigio de su doctrina llevaron a Pío XII a reconocerlo como doctor de la Iglesia con el título de "doctor evangélico " por su excepcional pasión bíblica. Él escribe: " Cristo es tu vida, Cristo está delante de ti para que tú te mires en la cruz como en un espejo. Allí podrás conocer lo mortales que fueron tus heridas que ninguna medicina habría podido curar, sino sólo la sangre del Hijo de Dios. En ningún otro lugar el hombre podrá comprender mejor el valor de su dignidad que en el espejo de la cruz". Pero, en cambio, a nosotros nos sucede lo que dice el apóstol Santiago: "Si alguno se contenta con oír la palabra sin ponerla en práctica, ese se parece al que contempla su rostro en un espejo: se contempla pero al irse se olvida de cómo es". Cristo es tu vida. Vida para los que no tienen vida. Yo soy, dice Jesucristo, el camino en el ejemplo, la verdad en la promesa, la vida en el premio, un camino que no se desvía, una verdad que no engaña, una vida que no termina.

 

Queridos hermanos: permitidme recordar la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, que celebrábamos este viernes pasado. En el año 1673 Jesucristo se apareció a santa Margarita María de Alacoque en unas revelaciones privadas y mostrándole su corazón le dijo: " He aquí un nuevo mediador, este es el último esfuerzo de mi amor para salvar al mundo, por él quiero reinar. Sí, mi corazón reinará, he aquí este corazón que tanto ha amado a los hombres y de ellos recibe desprecios ". Cuando afirman el corazón de Cristo ¿es este el último esfuerzo? No hay que entenderlo como que ya no va a haber más, es una demostración casi necesaria en un momento histórico, también necesario, para que al acercarnos al corazón de Cristo nos llenemos de su amor. Pero hoy, cuando hemos escuchado este Evangelio, podíamos volver a escuchar al Señor: "Es este otro nuevo esfuerzo de mi amor para ti que escuchas este Evangelio". Este pasaje, afirma el padre Aldama, nos presenta precisamente un momento del corazón divino de Jesús, un momento en que vemos sus sentimientos más hondos, más íntimos: sus sentimientos de compasión. ¿Por qué de compasión? Se pregunta él. Porque veía a las gentes extenuadas, abandonadas. Su corazón de buen pastor le hace ver a las ovejas descarriadas que no tienen pastor, ve en el pueblo de Israel cómo muchos que se llaman pastores, en realidad solo descarrían a las ovejas. Y Él con su autoridad de maestro y desde el amor se presenta como el buen pastor. ¿ Cómo remedia Jesús esta situación ? ¿Cómo la remedia hoy, otra vez? Con la misma afirmación. Dice a sus apóstoles, nos dice a nosotros: " la mies es abundante pero los trabajadores son pocos. Id por todo el mundo y predicad la buena noticia ".

 

En la Encarnación la misericordia infinita se hizo humana, se hizo sensible y en las entrañas de la Virgen María comenzó a latir un corazón de carne, formado por el Espíritu Santo, en todo semejante a nosotros menos en el pecado pues Él es la misma Santidad. ¡ Qué páginas más maravillosas las del Evangelio en las que Jesús acoge al pecador arrepentido, qué lección del corazón de Dios más esplendorosa la de la parábola del hijo pródigo !

 

Termino, hermanos, que en la Comunión repitamos aquella misma súplica que D. Manuel González, el obispo de los sagrarios abandonados, hacía a María: " Firmes, decididos, alentados, sonrientes siempre, con los ojos de la cara fijos en el prójimo y en sus necesidades para socorrerlos y con los ojos del alma fijos en el Corazón de Jesús que está en el Sagrario. Que así ocupemos nuestro puesto, el que a cada uno nos ha señalado Dios. Nada de volver la cara ATRÁS, nada de cruzarse de brazos, nada de estériles lamentos. Mientras nos quede una gota de sangre que derramar, unas monedas que repartir, un poco de energía que gastar, una palabra que decir o un aliento en nuestro corazón, mientras nos quede un poco de fuerza en nuestras manos o en nuestro pies para servirte a Ti y para hacer un poco de bien a nuestros hermanos, Señor, morir antes que cansarnos ".

 

Que encontremos nuestro consuelo en los corazones de Cristo y de María. En su refugio vamos a tener, como escuchábamos en la primera lectura, la promesa que Él nos hace: alas de águila. Como dice el profeta en el Antiguo Testamento con esa promesa de Dios para andar sin cansarnos, para correr sin fatigarnos. El Señor nos da esas alas para que volemos en la santidad.

 

Que así sea.

 

 

HOMILÍA 14

San Francisco Javier

 

En este tiempo ordinario la Iglesia va a ir proponiendo para nuestra formación esta vida fascinante de Jesús: todos sus signos, sus hechos, sus palabras, lo que Él nos transmitió a través de toda su vida para recordar algo muy importantes y es que Él continúa haciendo lo mismo con nosotros y que como tal, siempre estamos a tiempo de recibir esta gracia que Él nos da.

 

Hemos escuchado algo realmente conmovedor, ¡qué bien supo hacer, retratar lo que Jesús pudo ver en la gente de su tiempo! Nos dice que en aquel tiempo al ver Jesús a la gente, se compadeció de ellas porque estaban mermadas y abandonadas como ovejas que no tienen pastor. Posiblemente podíamos decir que Jesús sabía ver la realidad más profunda de la gente de su pueblo, de la salvación en que se encuentran las personas y, en cuanto a Jesús, al ver esa situación, la gente está sin pastor, es decir vive dispersa, que en cualquier momento pueden recibir y tratar a los lobos y suelen tratar, es cuando Jesús dice a sus discípulos que la mies es abundante pero los obreros son pocos, rogad al señor de la mies que envíe trabajadores a su mies. Y podemos suponer que esto lo dijo Jesús desde esas pequeñas montañas que hay en Galilea, de todas formas se pueden ver los sembrados de trigo tan típicos de aquella tierra y decir que, efectivamente, todo el mundo es ese campo que necesita ser trabajado por Él, al cual Él quería Él visitar a la gente, a toda la gente del mundo. Y entonces, Jesús, para manifestar ese deseo de estar presente en todos los sembrados, en todas las partes del mundo, es cuando elige a sus discípulos. Es cuando elige a los doce apóstoles.

 

Hermanos, nuestro tiempo tiene un gran peligro, el gran peligro es de creerse que no es para tanto. Bueno, nosotros, claro, pobrecito uno, tú imagínate: la pobreza que había, la escasa seguridad social, no había nada. Claro, en aquel tiempo; sí. Claro, es normal que aquella gente viviera sin esperanza, viviera como ovejas sin pastor pero en nuestra moderna sociedad eso no pasa. Hoy todos estamos seguros, confortables. Eso es, hermanos, nuestro peor peligro. El peligro de pensar de que no estamos desesperanzados, de que no necesitamos a Cristo porque, hermanos, no lo necesitamos nunca. Y no necesitamos apóstoles tampoco que vayan a las ovejas perdidas de Israel. Es decir, que vayan a nuestras vidas. Podía poner una multitud de ejemplos a cerca de cómo, en efecto, en este tiempo nuestro nuestra sociedad se comporta como un rebaño disperso, como un rebaño, como una masa gris, como una masa anónima, como una opinión pública que llaman en la cual todos opinan, todos dicen, todos saben, pero nadie sabe en realidad cuál es el sentido de su vida y mucha veces yo creo, que me imagino, al mismo Cristo presente en esas situaciones, presente en un partido de fútbol en donde se hacinan ciento de miles de personas que se reúnen para ver unos mundiales para celebrar y gritar como fanáticos, como histéricos a sus nuevos ídolos, los jugadores. Yo me imagino a Cristo allí diciendo: " Mirad, son como ovejas sin pastor porque ponen toda su esperanza en un juego en algo tan estúpido como un juego y ponen toda su vida en que gane su equipo" y son capaces de romper su matrimonio, lo sabéis, por ese fanatismo suyo. No podemos decir que realmente no nos encontramos en esa situación en la que vamos cada uno vagando sin saber por dónde y a dónde nos dirigimos, o cómo no ver también, como cuando en nuestra sociedad llega el verano, y hace ese tiempo mágico en la cual se crean grandes caravanas que, por ejemplo, en el puerto de la Cadena no se cabe de la multitudes de gentes que se dirigen casi desesperada a meter los pies en el agua como si esa fuera la única esperanza que tienen en toda su vida, como si eso fuera lo único por lo que vale la pena vivir y se pasan trabajando once meses al año para pagarse luego un chalet a todo... eh... aquí... y mira que chalet y coche....

 

Hermanos, yo no digo que eso sea malo, yo sólo digo que eso es un signo que nos dice que nuestra sociedad es profundamente desesperante, que en nuestra sociedad no hay vida, que en nuestra sociedad la gente vaga por las calles, los jóvenes vagan por las calles y ¿ qué hacen ? Juntarse para beber y pasan toda la noche por ahí ¿ por qué ? Porque no tenemos otra cosa que hacer, porque así nos divertimos y así toda la semana es un aburrimiento hasta que, por fin, llega el fin de semana y en el fin de semana venga, qué bien lo he pasado... pero no, no lo has pasado bien... el próximo, el próximo.

 

Hermanos, ¿ es esta una sociedad para intentar Europa ? Yo creo que no. Por eso no podemos reírnos tan fácilmente del Evangelio. No podemos decir: " Bueno, estas cosa de Jesús, ¿ verdad ? Para su tiempo sí, pero para el nuestro no. ¿Cómo que no, hermanos? Más que nunca. Necesitamos a Jesús y no convertir a los falsos ídolos de este mundo en aquellos que son los que dirigen nuestras vidas. Mirad, si algo o alguien tiene que dar sentido a nuestra vida que sea el Señor, por favor, que sea el Señor pero no que sea mi trabajo ni mi dinero ni mi sociedad ni mi raza ni mi nación ni mi finquilla pequeñita ni mi pueblo, sino que sea el Señor. Porque es lo único que puede darnos esperanza y, fijaos, frente a esa gente ante la que el Señor se siente conmovido, daos cuenta, se conmueve porque en el fondo de puro sufrimiento, del sufrimiento, permitidme que lo diga, del que quiere y no puede. Del que quiere ser y no llega, que por desgracia es lo nos ocurre, pues el Señor, que ve ese sufrimiento, qué es lo que hace: quiere Él ir y ver personalmente a cada uno y cómo Él personalmente quiere acercarse a todos, porque a Jesús no le gustan las masas, a Jesús no le gustan las grandes reuniones, a Jesús le gustas tú y sólo tú y tú y tú, a cada uno.

 

El Señor no quiere borregos, quiere personas que le amen una a una. Entonces elige a sus discípulos, a sus apóstoles para que vayan ellos también a hacer lo mismo que Él hace y les dice que, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar todas las enfermedades y dolencias. Lo que hacía Jesús lo hacen los discípulos y les dice Jesús que vayan anunciando lo siguiente: " Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos, echar demonios". Esa es la misión a la cual envía Jesús a sus doce discípulos, a los doce apóstoles. Y aquí también nosotros podemos decir: "Claro, pero es que en aquel tiempo las cosas eran muy espectaculares, a Jesús le gustaba hacer grandes signos, expulsar demonios, la multiplicación de los panes, esas curaciones de leprosos pero, claro, hoy esas cosas ya no pasan, somos una sociedad más inteligente y ya eso de los demonios, esa cosas pues ya no las creemos".

 

Hermanos es en este momento que yo tengo que deciros que esto hoy continúa ocurriendo, claro que continúa ocurriendo, porque, hermanos, ¿ no nos cura a nosotros el Señor cuando... no cura nuestra enfermedades, no cura la peor enfermedad que puede haber en este mundo que es el egoísmo, la envidia, no la cura el Señor con su Espíritu ? Pues el Señor sigue curando a los enfermos a través de sus apóstoles porque, hermanos, en cada iglesia, en cada templo, en cada ermita, en cada sacramento en cada cristiano, en cada sacerdote, en cada obispo, en cada Evangelio, en cada Biblia está Cristo y, por eso, podemos decir que está cerca el Reino de los Cielos porque lo tenemos a un paso hermanos.

¿ Y qué es el Reino de los Cielos ? Mirad el Reino de los Cielos es Cristo y cuando nos dicen que digamos que el Reino de los Cielos está cerca, lo que nos está diciendo a todos es que digamos a nuestros hermanos: a Cristo lo tenéis a un paso, en la mano y posiblemente lo tengáis todos los que estáis aquí en una estantería de vuestra casa, porque en un estantería de vuestra casa tendréis un Evangelio y ahí tenéis su palabra. ¿ Cómo no vamos a decir que el Reino de los Cielos está cerca, si Él es el Reino ? Como muy bien dijo Jesús: " El Reino de Dios, el Reino de los Cielos está en medio de vosotros, soy Yo". Y, por lo tanto, el gran anuncio del cristiano es decir: " A Cristo lo tenéis a vuestro lado, descubridlo. Dejad que Él sea vuestro pastor, dejad que Él os cure, dejad que El resucite a los muertos dejad que El arroje a los espíritus inmundos". Porque hermanos, vamos a ver, ¿ es que Dios no te resucita a ti y a ti cuando recibimos el perdón de los pecados ? ¿ Es que Dios no expulsa a los espíritus inmundos de nuestros pecados, de nuestras impurezas, de nuestros egoísmos cuando recibimos el perdón del Señor ?

 

Como veis, el Señor continúa haciendo lo mismo que hizo en su tiempo de un modo diverso, pero de un modo real porque, hermanos, cuando yo recibo el perdón del Señor, el Señor me da una vida totalmente nueva, es como si un muerto resucitara. Recordaréis cómo Jesús en la parábola del hijo pródigo decía. " Hagamos una fiesta porque este hijo mío estaba perdido y lo hemos encontrado y, dice: " Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida " y, por eso, cada vez que yo vengo a una Eucaristía a recibir el Cuerpo del Señor, un muerto resucita. Y eso lo hacen los apóstoles de la Iglesia, Cristo sigue haciéndolo, haciendo ese milagro de transformar nuestra vida. Invitando a todos nosotros a que les digamos a los demás hombres que van por ahí desperdigados, que no se enteran de la película, para decirles unas palabras que necesitamos: trae tú, mira, no busques más porque al que buscas lo puedes tener muy cerca de ti, se llama Cristo. Porque el Reino de los Cielos está muy cerca, está en Cristo.

 

Así que no busques tu alegría ni en Mallorca ni en las Baleares porque tu fuerza interior, la transformación de tus defectos, sí, ese defecto que tú no quieres aceptarlo, esa transformación interior, sin duda, sólo puede hacerla Cristo y por eso nosotros hemos dicho, los cristianos, todos, que nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño, porque nosotros somos los que, se supone, dejamos que Él sea nuestro pastor, dejamos que Él sea el que conduzca nuestra vida, sabiendo que somos como somos, como ha dicho san Pablo, que no vale la pena que muera nadie por nosotros porque somos pecadores, pero, aún así, sabiendo eso, nosotros decimos: " Señor, Tú eres mi pastor y Tú eres mi resurrección y Tú eres mi curación y Tú eres el que expulsa mis demonios de mí y Tú eres quien perdonas mis pecados. Esos somos nosotros, los cristianos, y por eso hoy el Señor nos invita a tomar conciencia de ello que dejemos que Él haga todo eso con nosotros a través de sus apóstoles, es decir, a través de su Iglesia y al mismo tiempo nos dice: " Id y decidle a todo el mundo que el Reino esta cerca, que Yo estoy a su lado, decídselo que lo descubran, que no anden por ahí vagando, que no anden por ahí buscando donde no lo van a encontrar, solo en Mí encontrarán esa satisfacción, esa alegría interior que se puede encontrar solo en Dios, sólo en el Señor".

 

Porque, hermanos, el otro camino que queda lo desarrolla y lo explica muy bien la Biblia, se llama "el camino de los hombres confiados " y el salmo 48 lo resume de esta manera tremenda pero real. Este es el camino de los hombres confiados de los que creen que no necesitan al Señor, o eso de que creer en Cristo tampoco es para tanto, pues, fijaos, este es el camino de los hombres confiados, el destino de los hombres satisfechos: son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor. Pues bien, nosotros tenemos que ser de Cristo, nuestro pastor, que es el único que da la vida, que es el único que nos sana interiormente, que es el único que nos salva de todas nuestras desesperaciones, que es el único que puede dar la alegría que necesitamos todos en nuestra vida. Que el Señor nos permita acoger a este Pastor pero que al mismo tiempo tener la valentía suficiente, como los doce, para ir por el mundo anunciando que Cristo y su Reino está muy cerca.

 

HOMILÍA 15

San Francisco Javier

 

Muy brevemente, estamos ya en tiempos de calor, recordar el dicho, sobre todo del campo de Cartagena, cuando comienza la recolección ya de los melones, de las sandías, hace calor y la Iglesia se hace eco de eso. Hay un refrán o hay un dicho popular que dice que " en tiempos de melones ni largas misas ni muchos sermones". Quiere decir que hace calor y que uno no, no está siempre en condiciones de escuchar. Por eso, muy brevemente, ya la próxima semana comenzamos el horario y las celebraciones del verano y conviene que no sean unas cela, celebraciones tediosas, largas, ... nunca lo son, pero es que el tiempo en la ciudad colabora a que han de ser más breves forzosamente para así estar más atentos. Sólo dos ideas, estar atentos pues.

 

La primera es que Dios elige a su pueblo, lo hemos escuchado en la primera lectura del Antiguo Testamento. Los israelitas, al llegar al Sinaí, acamparon allí y Dios subió a hablar... Moisés, perdón, subió a hablar con Dios, Dios le había llamado. Dios hablaba con Moisés, dice el mismo texto del Éxodo, como un amigo con su amigo, por eso la vida de Moisés se va transformando, va a ser un enviado para llevar a su pueblo, para conducir, nada más y nada menos, que a la tierra prometida a su pueblo que estaba sufriendo la esclavitud de Egipto. Aquel hombre que había sido educado en la educación más avanzada que había, la educación de los egipcios, en la ciencia y en el saber del conocimiento de lo más avanzado, aquel hombre huye un momento al desierto, que lo, Dios lo llama desde el desierto para una misión: cuarenta años en Egipto, cuarenta años en el desierto, ¿ verdad ? Pero antes cuarenta años en silencio y sólo nos dice un renglón la Biblia: " Se casó y tuvo un hijo ". Este hombre, cuarenta por tres, ciento veinte años, la edad diríamos completa del saber, del conocimiento, la edad del hombre perfecto. A ver si nosotros somos también como ese hombre que Dios eligió para esta misión, Moisés, el hombre completo. Y Moisés conduce a su pueblo. Cuando pasa hambre le pide a Dios y Dios le da el maná y, cuando pasa sed, toca de la roca de pedernal y le da a beber el agua, que veíamos... se veía un texto en el día de la misa del Corpus Christi la semana pasada y a pesar de eso, ese pueblo muchas veces murmura contra Dios. Y Dios, sin embargo, conduce a su pueblo con Moisés. Dios firma todas las letras, el hombre no firma nada. Dios es el que le ha prometido conducirlo y lo va a hacer. Y así es, lo introduce en la tierra prometida. Ninguno de los que salieron de Egipto entró en la tierra prometida, porque dudaron. Entraron sus descendientes y Josué, que nunca dudó, pero Moisés tampoco entró, porque también dudó y se queda en el monte viendo cómo el pueblo de Dios atraviesa el valle del Jordán y entra en Jericó. Ese es Moisés. Jesucristo, según el Evangelio de san Mateo, hemos escuchado el texto, es el nuevo Moisés, es el que ve a su pueblo extenuado, es el que ve a su pueblo como ovejas sin pastor y no las deja ahí sino que las atiende, las cuida. Él ha venido precisamente para eso , para ayudar a los enfermos, resucitar a los muertos, limpiar a los leprosos, arrojar a los demonios. Y todo esto es lo que hacen ¿ quiénes ? Los que le suceden a Jesús. Y Jesús nombra un pequeño grupo, que son los continuadores de su misión. Y primero los nombra y hoy dice sus nombres. No dice doce solamente, doce, el numeral doce, no, sino que dice Andrés, Santiago, Pedro, Juan, Bartolomé... los va llamando por su nombre como te llama a ti y me llama a mí desde que estamos bautizados. Y Jesús, ¿ para qué nos llama ? Para dos cosas. Primero, para estar con Él; segundo, para una misión. Pero primero los llama para estar con Él. Nosotros también recibimos esta tarea de estar con el Señor, conocerle, hablar con Él. Por eso nos hace falta leer la Palabra de Dios, leer el Evangelio, sobre todo de Jesús. ¿ Qué mensaje me dice ? Ese mensaje, rumiarlo, no sólo leerlo, sino que está hecho para comerlo yo, este alimento, la Palabra de Dios, dice el Concilio, que el cristiano se alimenta el pan de la palabra y del pan de la Eucaristía. Alimentarme yo, esa palabra de Dios, rumiar pues en la reflexión, en un rato de oración esa Palabra, ¿ qué me dice a mí el Señor a través de esta palabra? Y esa Palabra siempre tiene un mensaje para el creyente, siempre tiene respuesta a sus problemas, Dios, a través de su Palabra para el hombre. Primero, para estar con Él, segundo, para una misión.

 

La misión de los doce fue esta: "id a las ovejas descarriadas de Israel". Y a ti, Francisco, Josefa,... también nos envía. Id a las ovejas descarriadas, id a tanto hombre y mujer que esperan una palabra de consuelo. Id y llevadle hoy el mensaje a aquel vecino, a aquel amigo que desconfía, que hace mucho tiempo que se ha alejado de Dios, de la Iglesia. Id a que en tu familia haya un clima de amor, de comprensión, de cariño. Id, puntos suspensivos. Cada uno sabemos a lo que Dios nos envía. Esta es la misión del Evangelio, somos los sucesores de los apóstoles. Jesús nombró una comunidad pequeña de doce porque un cristiano solo hoy día lo deglute la sociedad de consumo, se lo come. No va a ningún lado un cristianos solo. Por eso hermanas y hermanos tenemos que vivir la fe en comunidad. Estos eran doce, nosotros somos más. La comunidad parroquial tenemos que ayudarnos unos a otros. Tenemos que animarnos, tenemos que ayudarnos en la confianza mutua. Veis, este es el mensaje de Jesús, este es el mensaje del Evangelio de hoy que retomamos el tiempo ordinario de la Iglesia. Lo veis en los ornamentos verdes que hasta ahora hemos estado en el tiempo de la Pascua y después Pentecostés, Corpus Christi, la Santísima Trinidad anteriormente, siempre. Este es el mensaje que retomamos del Evangelio de San Mateo que, a lo largo de todo el verano, va a continuar dándonos, domingo tras domingo, un mensaje que, a pesar de la calor y escuches o participes en la Eucaristía en la playa, en el monte o en la ciudad, lo importante es que sepas cuál es el mensaje y el mensaje es que Dios nos ama mucho, que Jesucristo es el enviado y que Él cuenta conmigo, primero para estar con Él, después para una misión. Una cosa supone la otra, no puede ir por libre, separadamente. Primero para estar con Él, porque sólo se ama aquello que se conoce. Por eso tenemos que conocer mejor a Jesús a través de su palabra, de su mensaje y después de ser Jesús, comunicarlo a los demás, porque no me puedo quedar con Él dentro, sino que lo comunico y lo llevo a los demás hecho vida. Esto fue lo que hizo Jesús, llevar el mensaje del Padre en medio de los hombres, acercarlo a los más despistados, a las ovejas descarriadas de Israel, a los que tienen muchas razones pero olvidan el auténtico sentido de lo que es lo que iba a decirnos Jesús. Vamos nosotros a lo largo de esta semana, a lo largo de este tiempo ya de verano y de descanso a coger de vez en cuando la palabra de Dios y a leerla y a ser consciente de que el Señor cuenta conmigo para una misión para una misión hermosa: llevar el Evangelio de Dios en vida a los demás.

 

 

 

HOMILÍA 16

San León Magno

 

Hermanos, recordáis, Jesús había llamado a los discípulos a seguirle. "Sígueme", le dice a aquellos que le buscan con corazón sincero y les llama para que anuncien el Reino de Dios: " Id y proclamad: el Reino de los Cielos está cerca" y luego les invita a que venzan el mal con el bien.

 

Me parece que dice el Evangelio de hoy que no es sencillo ni fácil. Cuando uno se tome en serio el Evangelio, cuando uno vive realmente el Evangelio, cuando uno es capaz de perdonar aún en los momentos más difíciles al enemigo, cuando uno quiere realmente defender al desvalido, entonces encuentra la gracia incrustada y parece que... que no hay camino.

 

Es muy difícil dar la cara por el otro. Por eso Jesús nos dice hoy en el Evangelio: " No tengáis miedo". Es la palabra que repite con frecuencia el Papa Juan Pablo II a todos los cristianos para que vivan su fe sin miedo al qué dirán, sin miedo a vivir el Evangelio y a ser fiel a Él, sin miedo, porque Dios está cerca, Dios está con nosotros. Nos dice Jesús que no tengamos miedo. ¿Qué pasa? Que ser cristiano es algo que necesita coraje y valentía. Pues sí, y si no que se lo digan a Pedro. Cuando le preguntan por Jesús en aquel momento que está pronto a llevar a Jesús a la muerte de cruz. " Yo no conozco a ese hombre "dirá Pedro. Es verdad que aquel hombre, Pedro, se arrepentirá y pedirá de verdad perdón toda su vida por haber negado a Jesús delante de los hombres. Porque ser cristiano no sólo es venir aquí y bautizarse, no es sólo venir a misa los domingos, no es sólo rezar unas oraciones. Es, realmente, querer vivir en fidelidad a Dios, querer vivir en fidelidad al Evangelio. Esto, hermanos, es lo que es difícil. Difícil porque el Evangelio nos exige a nosotros morir a nosotros mismos para que los demás tengan vida. Porque el Evangelio nos pide, nos pide vivir de una manera que muchas veces no estamos dispuestos a asumir, porque muchas veces la Palabra de Dios nos impulsa a cosas que realmente pues una persona que no tiene fe no es capaz de hacer. La fe es capaz de hacer, de afrontar las mayores dificultades. Le hemos visto en el profeta Jeremías. Jeremías, aquel hombre que se siente llamado por Dios y pasa por la gran dificultad de persecución, de desprecio, de no suceder en.... de no ser tenido en cuenta, pero él vive para los demás. Es Dios el que le envía y sabe que Dios está a su lado y, naturalmente, en Jesucristo. Jesús, que tiene que vivir también esa fidelidad al Padre, sabemos cómo termina su vida, en la muerte y una muerte de cruz, pero su fidelidad hace que no acabe todo en el sepulcro sino que Él vive, Él ha resucitado de entre los muertos. Por eso hermanos, hoy la palabra del Señor nos invita a entregarnos a la confianza en Dios, a creer en Él, a saber que Dios es nuestro Padre. Él es nuestra fuerza en momentos de debilidad.

 

" No tengáis miedo ", nos dice Jesús a nosotros que queremos vivir en cristiano y seguir a Jesucristo.

 

 

 

HOMILÍA 17

Parroquia de la Asunción de Ntra. Sra.

(Caravaña-Madrid)

(TVE2)

 

 

 

Queridos hermanos, queridos telespectadores especialmente aquellos que por estar enfermos o imposibilitados no pueden asistir a la celebración de la Eucaristía con su comunidad:

 

Paz y bien de parte del Señor Jesús. ¿Qué nos pasa a las personas que siempre estamos llenos de miedo? Nos da miedo casi todo por no decir todo y para descubrirlo solamente tenemos que pararnos a pensar un poco y analizar nuestra vida para darnos cuenta de que tenemos mucho miedo. Si tenemos que hacer algo público, miedo al qué dirán; si queremos emprender una empresa, miedo al fracaso; si nos ofrecen posibilidades, miedo a que nos engañen; siempre o casi siempre tenemos miedo: miedo a la vida, miedo a la muerte, miedo a la luz porque se nos ve, miedo a la oscuridad porque no vemos. En definitiva, parece que nuestra vida está llena de miedos y es precisamente el miedo el que nos impide siempre llevar adelante las cosas.

 

Por eso, lo hemos escuchado en el Evangelio, Cristo nos dice que no tengamos miedo, que seamos valientes, que no tenemos nada que temer en esta vida, que Él está con nosotros, que nos acompaña, que se nos da como alimento, que nos coge de la mano y, si es necesario, como un padre hace con su hijo, nos coge en brazos porque Él quiere lo mejor para nosotros: la vida, la plenitud, la felicidad.

 

Si las personas nos parásemos un poco y viéramos en la historia de la salvación todo lo que Dios ha hecho y hace en favor del hombre, comprenderíamos más fácilmente las palabras de Jesús: "No tengáis miedo". Desde siempre Dios se ha preocupado de la humanidad aunque ésta le haya dado la espalda, ha estado siempre al lado de los más necesitados, ha estado con aquellos que han puesto su confianza en Él y ha cambiado la vida de aquel que se ha dejado seducir por su palabra. El que pone su confianza en Dios, no tiene nada que temer. Así lo expresaba el profeta Jeremías en la primera lectura. Y no sólo no tiene nada que temer, sino que Dios estará a su favor y lo defenderá de sus enemigos.

 

Aquí en el pueblo de Caravaña tenemos experiencia de esta preocupación de Dios en favor de los hombres. Durante este año estamos conmemorando el bicentenario de la primera vez que se sacó al Santísimo Cristo de la Paz y la Salud, patrono del pueblo, en procesión. Y lo conmemoramos porque significó para este pueblo un acontecimiento importantísimo. Según consta en los libros de actas de la hermandad, el pueblo de Caravaña estaba sufriendo las consecuencias de la peste, lo que provocaba que muriesen muchas personas, hasta familias enteras. Ante esta realidad, el pueblo con el párroco al frente inician una novena de rogativas al Santísimo Cristo y se finaliza con la procesión por las calles del pueblo solicitando a Cristo que no muriesen más personas a causa de la peste. El resultado de esta petición fue milagroso puesto que a partir de ese momento no falleció persona alguna en el pueblo a causa de la peste.

 

Pero no sólo el favor ocurrió esta vez, sino que en el siglo siguiente, cuando el cólera estaba haciendo estragos en la población de los pueblos de alrededor e, incluso, en España entera, las gentes de este pueblo volvieron a recurrir al Santísimo Cristo de la Paz y la Salud y volvieron a contar con los favores de tan digno valedor. Nadie en el pueblo murió del cólera.

 

Pero la memoria de la persona es frágil y, por eso, conviene que nos recuerden y, sobre todo, nos acordemos de lo que el Señor ha hecho por nosotros para que no tengamos miedo a vivir el Evangelio, a ser testigos del Señor, a celebrar nuestra fe, a luchar por la justicia, por la paz, por la libertad, a hacer todo por amor. Miedo sólo debemos tener a quien nos puede apartar de conseguir lo que tanto ansiamos las personas y que es lo que Dios nos da: la salvación, la felicidad. Todos estamos llamados a ser felices y Dios quiere que todas las personas seamos felices y para ello nos ha ofrecido todo, hasta Sí mismo en Cristo porque, como nos decía san Pablo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos.

 

Miremos a la Virgen, nuestra Madre, cómo ella supo confiar en Dios y no tuvo miedo a ponerse en sus manos para que se llevase a cabo el plan de salvación. Que ella interceda por nosotros ante su Hijo para que hagamos nuestro lo que el Señor nos comunica: si Dios está con nosotros, por qué tener miedo.

 

 

 

 

HOMILÍA 18

San Juan de Ávila

 

Estos textos giran en torno a la idea de que si los cristianos estamos bautizados es para algo. No solamente es para nuestro propio provecho. Estamos bautizados sencillamente para que en el mundo que nos corresponda vivir, con valentía, hacer profesión de nuestra fe. Nunca atropellando a nadie, nunca siendo personas que acusen a los demás sino, sencillamente, siendo personas que hacen con su viva voz, con su gesto, con su testimonio ante el mundo que nos toca vivir, profesión de nuestra fe, es decir, que no somos solamente cristianos cuando estamos aquí, en el ámbito cerrado del templo, sino que luego se nos dice, al final de la misa "podéis ir en paz ", pero el "ir en paz" no significa que "ya " qué a gusto, el cura ha terminao, ya tanto rollo, ya nos hemos quedado tranquilos ". Es "ir en paz" de lo que en el mundo que nos toca vivir, en la familia, en la escuela, en la diversión, allá donde estemos, con nuestra palabra, con nuestro gesto, seamos eso, cristianos. Que habrán dificultades, claro que habrán dificultades, muchas, por eso se nos dice en el Evangelio de hoy, Jesús lo decía a los discípulos, a los apóstoles y hoy nos lo dice a nosotros: "No tengáis miedo".

 

No tengamos miedo. Porque hemos de admitir que muchas veces hay miedos; o miedos a nuestra propia convicción o miedos al entorno en que vivimos, o temores, o al qué dirán, o respetos humanos, o cobardías, o complejos... Hay miedos. No tengamos miedo. Normalmente los adultos somos muy hábiles para disimular nuestros miedos y, ante los demás, vemos que viste poco el que nos mostremos miedosos, cobardes, acomplejados... y lo disimulamos. Y es normal, es un mecanismo de defensa pero Dios nos conoce. Él conoce nuestra condición. Por eso, cuando estamos ante Dios y cuando rezamos y estamos ante el Señor nos sentimos relajados porque estamos ante alguien que nos conoce y no tenemos que aparentar otra cosa distinta de lo que somos. Así es que Dios nos conoce muy bien, Jesús, que era la Palabra de Dios, conocía muy bien a sus apóstoles y nos dice a nosotros "no tengamos miedo"; afrontemos la vida sabiendo que Dios nos cuida y que Dios nos apoya, igual que el profeta Jeremías, que es la primera lectura que vamos a escuchar, cómo él también sentía miedo pero también confiaba en Dios, confiaba en que Dios le iba a apoyar en las dificultades. Pues vamos a escuchar la primera lectura.

HOMILÍA 19

Colegio "Compañía de María" de Talavera de Reina

(CADENA COPE)

 

 

Los versículos que preceden a los que hemos escuchado en la primera lectura del profeta Jeremías son aquellos en los que el profeta afirma: "Me sedujiste Señor y me deje seducir". En su desesperación Jeremías acusa a Dios de haberle engañado, el profeta se queja de tener que predicar lo que no le gusta, de ser por ello objeto de burla y de no poder dejar de hablar. La misión profética no va con él. Ante la actitud de sus adversarios que buscan ocasión para perderle, por toda respuesta hace un acto de confianza en Dios: "El Señor está conmigo". Y, en seguida, ha recordado una de las páginas más hermosas que el gran Tomás Moro, cuya santidad celebraremos estos días, escribió en la cárcel semanas antes de ser decapitado. Algo que podemos aplicarnos todos, sobre todo en los momentos de dificultades. Cristo, afirma él, sabía que muchos por su propia debilidad física se sentirían aterrorizados ante la idea del suplicio y quiso llevarles consuelo del Espíritu con el ejemplo de su dolor, de su tristeza, de su angustia, con el ejemplo de su miedo y al que estuviera constituido físicamente de ese modo, es decir, débil y temeroso, quiso decirle, hablándole casi directamente: "Ten valor piensa que sólo tendrás que caminar detrás de mí, confía en mí si no puedes hacerlo en ti mismo. Mira, dice el Señor, Yo camino delante de ti por este camino que tanto te asusta, agárrate a un pliegue de mi vestidura y de allí sacarás las fuerzas que evitarán que tu sangre se disperse en vanos temores y que dará firmeza a tu ánimo al pensar que estás caminando detrás de mis huellas. Fiel a mis promesas no permitiré que seas tentado por encima de tus fuerzas". Tomás Moro se encontró ante toda una sociedad que proclamaba como lícita una ley que su conciencia consideraba como contraria al derecho de Dios. Consideró que no podía quedarse en su puesto, que no podía dividir su conciencia, porque sólo tenía una, que, además, pertenecía a Dios, y se convirtió en un mártir, es decir, en testimonio de Cristo. ¿Cómo tendríamos que pedir todos, dirigentes políticos y sociales y, por supuesto, nosotros los primeros, coherencia en la fe? No sólo para aparecer coherentes, no sólo creer que es suficiente el adjetivo de cristiano católico. ¿Adónde vamos con esta mentalidad? ¿A quién vamos a convencer? Tomás Moro comprendió que hay situaciones en las que un cristiano, por querer ser plenamente hombre, tiene que entregar a Cristo toda su humanidad. Situaciones en las que sólo caben dos alternativas o la deshumanización o la humanidad del Resucitado, y, por ello, eligió morir.

 

Queridos hermanos todos y, de manera especial, a aquellos que participáis cada domingo de esta Eucaristía a través de la cadena COPE, Jesús ha escogido a los doce, les instruye en su Evangelio y los ha enviado a predicar la llegada del Reino de Dios, la salvación como escuchábamos el domingo anterior. Ahora les instruye y, sobre todo, no les engaña acerca de las dificultades que habrán de sufrir por causa del Evangelio. El anuncio de la octava bienaventuranza: "bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia", está aquí tan enriquecido de detalles que parece leer la historia del cristianismo cada vez que sufre persecuciones. La clave de los mártires fue anunciada por Tertuliano con esta frase lapidaria: "Cristo está presente, sufre y vence en el mártir". Cristo renueva su pasión en sus seguidores. El mártir no es un superhombre, dejado a sus fuerzas es incapaz de afrontar los tormentos y por esto no debe provocar temerariamente la persecución alardeando de un poder que no es tal que le ha sido regalado por Dios en el momento preciso. Muchas veces tenemos el testimonio que narra magistralmente José María Xavier. Nos encontramos el 17 de diciembre de 1944, en el campo de concentración de Dachau recibe el orden sacerdotal un joven que está enfermo de tuberculosis cuya enfermedad tenía pocas perspectivas de recuperación. Se llamaba Carlos Weisner. Los esbirros de Hitler no podían sospechar qué juego misterioso se traían entre manos los fantasmas de Dachau: cuerpos miserables roídos de hambre y de piojos. Más que personas aquellos prisioneros parecían sombras. Hubo que conseguir sigilosamente los instrumentos. Primero el permiso canónigo del obispo de Carlos, lo que llaman los sacerdotes las dimisorias, después mujeres de Dachau y de Munich sirvieron de enlace secreto con el cardenal, llevaron los óleos santos, el libro pontifical. Los prisioneros recortaron una mitra, tallaron en madera de encina un báculo con la inscripción "vencedor en las cadenas", ajustaron un pectoral, un anillo ... todo de puntillas, hubo, dice el narrador, hasta ensayo general. En la habitación número uno del grupo veintiséis las primeras luces han sorprendido una ceremonia que los guardianes hubieran creído una farsa, pero los ángeles contemplaron atónitos. El obispo vestía capa y mitra, los sacerdotes y el diácono andrajos, sólo ancianos fueron invitados de los cuatro mil sacerdotes por no levantar sospechas y treinta estudiantes de teología también presos del campo supieron aquel amanecer la grandeza de la misa. La contemplaron en un cuerpo frágil vestido a rayas de preso: "Ven Espíritu Santo", susurraron entre lágrimas los asistentes mientras el obispo imponía las manos sobre la cabeza de Carlos: "Ven Espíritu Santo". Después, desayunaron de fiesta lo guardado de días anteriores: un ágape, un almuerzo de amor. El día de san Esteban Carlos María celebraba en una barraca de Dachau su primera y última misa. Tras ser liberado el campo de exterminio fue conducido a un sanatorio en los bosques bávaros donde fallecería, pero antes: "buenas noches, Dios santo y eterno, amada Virgen María, buenas noches a vosotros todos, santos queridos, a todos los seres queridos, vivos y muertos, que están cerca y lejos, altísimo Señor bendice también a mis enemigos".

 

Pero a nosotros, cristianos ya del tercer milenio, qué puede decirnos el ejemplo tan lejano en el tiempo del profeta Jeremías o de Tomás Moro o, incluso, la vida de este joven sacerdote o los ciento ocho mártires que el Papa beatificaba el domingo pasado, muertos en los campos de exterminio nazi. Pues la respuesta también nos la ofrece Papa durante el viaje a Polonia hace unos días. Él nos dice: " Los santos mártires son modelos necesarios para los cristianos de nuestros días que quieren ser coherentes pues vivir el Evangelio es costoso incluso, en las modernas sociedades de consumo. Junto al martirio público existe el martirio escondido que tiene lugar en lo íntimo de la persona humana, es el martirio de la lucha consigo mismo, en la superación de sí mismo. El mundo tiene necesidad de personas que tengan el valor de amar, que no se echen ATRÁS ante cualquier sacrificio en la esperanza de un día en que dé fruto abundante todo su sacrificio ".

 

El Papa acabó casi con la voz rota por la emoción exclamando: "Alegraos y exultad todos los que estáis dispuestos a sufrir a causa de la justicia pues será grande vuestra recompensa en los cielos".

 

Queridos hermanos, nada menos que cuatro veces Jesús nos ha dicho en este Evangelio: no tengáis miedo. Que la fortaleza y el gozo del Evangelio nos ayude a caminar sin nuestros miedos, a caminar en nuestra vida cristiana. Que la Providencia y el amor de Dios Padre, de su Hijo y del Espíritu Santo nos protejan y nos defiendan siempre.

 

HOMILÍA 20

CADENA COPE

 

Queridos hermanos y queridos radioyentes de la cadena COPE:

Desde muy antiguo, consta ya en un calendario romano del año 354, tenía lugar una fiesta el 29 de junio que conmemoraba simultáneamente a los dos grandes apóstoles que sufrieron martirio en la capital del imperio: Pedro y Pablo. Y esa doble fiesta la seguimos celebrando nosotros, como hemos escuchado en la monición de entrada en este día celebramos el día del Papa y también se celebra la colecta del llamado "óbolo de San Pedro". Hay una anécdota que puede darnos mucha luz sobre lo que hoy celebramos y sobre el destino que se dará a todo el dinero que se recoge en este día. El 3 de enero de 1988 el Santo Padre cenaba en el Hospicio de Santa Marta en el Vaticano con 134 pobres, lo hace con mucha frecuencia y ellos aquel día les hizo la siguiente confidencia: "Es cierto que en la vida del Papa hay muchos y variados compromisos, pero quizá algún día Jesús pregunte al Papa: "Tú que has hablado con ministros, presidentes, cardenales y con obispos no has tenido tiempo para encontraste con los pobres, con los necesitados ?" Y, entonces, yo le podré responder que este encuentro resultará más importante que muchos otros que he tenido".

 

Queridos hermanos, el Evangelio de este domingo tiene dos partes muy definidas: primero, el seguimiento de Jesús. El camino y, a la vez, el contenido de esta perfección consiste en lo que se viene en llamar la "secuela Christi", el seguimiento de Jesús después de haber renunciado a los propios bienes y así mismo, precisamente esta es la conclusión del coloquio de Jesús con el joven rico: "... luego ven, deja todo y sígueme ". Es una invitación cuya profundidad maravillosa será entendida plenamente por los discípulos después de que Cristo resucite, cuando el Espíritu Santo los guiará hasta la verdad completa. No podemos olvidar que siempre es Jesús mismo quien toma la iniciativa y llama a seguirle; la llamada está dirigida sobre todo a aquellos a quienes confía una misión particular, empezando por los doce, pero también es cierto que la condición de todo creyente es ser discípulo de Cristo. Por esto, seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la moral cristiana. De la misma forma que el pueblo de Israel seguirá a Dios, que lo guiará por el desierto hasta la tierra prometida, así el discípulo debe seguir a Jesús, hacia el cual lo atrae el mismo Padre. No se trata aquí solamente de escuchar una enseñanza y de cumplir un mandamiento sino de algo mucho más radical, ha de irse a la persona misma de Jesús, compartir su vida y compartir su destino, participar de su obediencia libre y amorosa a la voluntad del Padre. El discípulo de Jesús, siguiendo mediante la adhesión por la fe a aquel que es la Sabiduría encarnada, se hace verdaderamente discípulo de Dios. Ayer recordábamos el ejemplo de un joven muchacho en el año lejano del 920. Abderramán III atacaba los reinos cristianos del norte de España, en una de las batallas el obispo de Tuy fue hecho prisionero y llevado como cautivo a Córdoba. Le permiten que vuelva a Tuy para tramitar el rescate, pero, entre tanto, debe bajar a su sobrino como rehén. El ayo permanece unos cuatro años en la cárcel de Córdoba, durante los cuales la fe en Cristo va creciendo con fuerza en su corazón. Y, cuando intentan apartarlo de ella, es más, cuando intentan comprometer lo más íntimo de su ser, la dignidad de su cuerpo y de su alma, no logran su propósito. La fuerza que brotaba de su entusiasmo por Jesús, le lleva a entregar su corta vida en testimonio de su fe y de su amor. Y el 26 de Junio del año 925, el martirio a los trece años lo convierte en testigo de Cristo para siempre. Tan lejano en el tiempo, mil años entre medias, y tanta similitud con la vida de hoy. Sólo por acceder a pequeños placeres y podría haber salvado la vida. Sin embargo, el domingo pasado afirmábamos que el mártir no es un superhombre, dejado a sus fuerzas más bien es incapaz de afrontar los tormentos: el que pierda su vida por mí, la encontrará.

 

La segunda parte del Evangelio se refiere a la acogida que debemos dispensar a los hermanos. Afirma que lo más impermeable a la gracia no es tener un alma perversa sino un alma acostumbrada. Tratándose del Evangelio no se puede ser simplemente razonable, no podemos acostumbrarnos a un modus vivendi, tratándose de amor, tratándose de fe, no basta la razón, hay que acudir también a las razones del corazón. El corazón tiene razones que muchas veces la mente no puede comprender y entonces tenemos que salir de sí, de cada uno de nosotros, de nuestro interior y alargar con nuestras manos la acción de Dios. No porque no pueda llegar a los que lo necesitan, sino porque Él quiere enviarnos a nosotros: " El que dé a beber aunque no sea más que un vaso de agua fresca a uno de estos pobrecillos sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga". Cuenta un jesuita que los primeros tres o cuatro días en Nagasaki, a dos o tres millas de Iroshima, después de la bomba atómica fueron casi terribles e imposibles de describir. Era un espectáculo terrible. Los heridos con ampollas y quemaduras yacían bajo el calor asfixiante de agosto. Pedían ayuda y nada podía hacerse por ellos porque lo mismo sucedía en todas partes y no era posible llegar a todos. Muchos que jamás habían conocido un misionero católico y no sabían nada de Cristo pudieron comprobar que había en el mundo un ideal estrechamente vinculado al ejemplo que Dios ofreció a la humanidad al hacerse hombre. "¿ Por qué hacéis todo esto por nosotros ?" Preguntó uno de los heridos a una religiosa que le atendía: "Es por Él, pues hizo antes lo mismo por mí, muriendo en la cruz ", dijo la religiosa mostrando su crucifijo al herido que lo besó. Y éste añadió: " Yo también le quiero". Cuando en la parábola del buen samaritano el samaritano se nos presenta, él no piensa: "¿ Qué me sucederá si me paro?". Sino que lo que piensa es: "¿ Qué le pasará al herido si no lo atiendo ?". Y, así, pasó rápidamente a la acción.

 

No podemos, y termino, queridos hermanos, no podemos olvidar que la caridad auténtica, que el sentido de la caridad de Cristo hace brotar inmediatamente la fe. Que le pidamos hoy a la Virgen María seguir creciendo en esta hospitalidad. No sólo una solidaridad que llega a los demás, sino la imitación de Cristo para que los demás vean en nosotros un ejemplo a seguir, no por nosotros, sino porque buscamos imitarle a Él. La hospitalidad, como hemos escuchado en la primera lectura, le valió a la sundamita la fecundidad. ¿ Cuándo será para nosotros la gloria que nos espera al acoger al Señor, el Señor que nos envía y que nos da la pauta para vivir según el Evangelio?

 

HOMILÍA 21

San Pablo

 

Uno de los problemas con que se tropezaron los primeros cristianos a la hora de expresar por escrito la experiencia que estaban viviendo, esa expresión que es, entre otras cosas, el Nuevo Testamento, pues uno de los problemas que se encontraron es que ellos estaban experimentando la obra de Dios, y el problema era, ¿con qué palabra expresar el amor de Dios? Del griego la palabra que designaba amor en el lenguaje habitual era eros. Pero los primeros cristianos no se sentían, no se sentían cómodos con esta palabra, porque se daban cuenta que la palabra eros expresaba lo que los hombres, en la experiencia humana, entendemos por amor que, ojo, no es lo mismo que lo que Dios entiende y es cuando decimos que Dios es Amor y, por eso, los primeros cristianos, a la hora de plasmar por escrito su experiencia en los escritos del Nuevo Testamento, pues, prácticamente, inventaron ellos otra palabra: ágape. Para con esa palabra, ágape, expresar la novedad que significaba el descubrimiento del amor de Dios.

 

Porque, hermanos, los hombres entendemos por amor el deseo de las cosas bellas, dicho de otra manera, los hombres entendemos que una persona merece ser amada en la medida en que esa persona esta adornada por una serie de cualidades que podemos resumir en la belleza, pero que pueden ser muchas cualidades. Cuando descubrimos persona valiosa, que vale porque tiene muchas cualidades, pues todos entendemos que lo normal es amar a esa persona, que esa persona merece ser amada y, por el contrario, si nos horrorizamos por una persona que no tiene ninguna cualidad, pues nosotros entendemos que, en principio, no hay ningún motivo para amar a esa persona. En cambio, el amor de Dios, el amor de Dios que se nos da en Cristo Jesús, que recibimos al recibir el Espíritu Santo, es un amor gratuito, un amor gratuito significa un amor porque sí, un amor que no depende de las cualidades que nosotros tengamos. Ese texto tan importante de san Pablo en el cual dice: " Es muy difícil encontrar a una persona que muera por alguien bueno, pero no imposible". Es posible que alguien este dispuesto a dar la vida por una persona buena, honrada, honesta, pero es muy difícil que otro diga: "yo moriré por él", pero cabe pensar. Y dice Pablo: " La prueba de que Dios nos ama es que Cristo ha muerto por nosotros cuando éramos unos pecadores", es decir, cuando éramos unas malas personas, unos sinvergüenzas, unos malhechores, unos adúlteros, unos ladrones. Y siendo así, Dios nos ha amado tanto que ha entregado a su Hijo a la muerte por nosotros y Cristo, gustosamente, por amor hacia nosotros, ha consentido el morir por nosotros. Eros es " qué guapa que eres ", " qué maravilloso que eres ", pero el amor de Dios no es eso, el amor de Dios es que nosotros, que somos unos bichos, bichos cariñosamente pero unos bichos, porque lo somos, pues que Él nos ama, que no se espera a que seamos buenos para amarnos. Esto es lo fuerte, hermanos. Y mirad, tenemos que enterarnos de lo que es el cristianismo porque si no, no nos enteramos de lo que es el cristianismo y para descubrir esto, lo primero que uno tiene que descubrir es que yo no merezco ser amado. Es lo fuerte. Porque, claro, en el fondo cada uno de vosotros piensa que en el fondo, pues, es normal que me quieran y yo, pues, merezco ser amado, porque tampoco soy tan malo. Si vamos por ese camino vamos mal, ¿ sabéis ? Vamos mal. No te vas a enterar de lo que es el amor de Dios, no te vas a enterar de lo que es el cristianismo. El camino correcto no es ése. El camino correcto es darse cuenta de que hay muchas cosas en mí que hacen que yo no merezca ser amado y esas muchas cosas se pueden resumir en una frase: pecado. Y pecado quiere decir mi complicidad con el mal, porque, ojo, yo soy cómplice del mal, no sólo soy víctima del mal, ¿ eh ? Todos al, al club de las víctimas ¿ no ? " Yo soy víctima del mal ". El asunto no es éste, el asunto es que no merezco dignidad, que tú y yo somos cómplices del mal. Cómplices pues, a veces, por cobardía, o por pereza o por comodidad y por esa cobardía, por esa pereza, por esa comodidad pues, a veces, nos callamos cuando no deberíamos callarnos o nos estamos quietos cuando no deberíamos estarnos quietos sino actuar, pero ... o bien somos cómplices, ¿ no ? O bien sino también somos cómplices del egoísmo que hay en nosotros. Porque no nos engañemos, hermanos, en todos nosotros hay un terrible poder que es el egoísmo, que consiste en que yo me sitúe en la vida de tal manera que todo tiene que girar en función de mí y en función de que yo me encuentre a gusto, en función de que yo sea feliz y de que yo esté eufórico. Y todo el mundo girando alrededor mío. Claro que el Señor no lo dijo nunca así. Nosotros, muchas veces, vamos de víctimas por la vida y de sufridores, pobreticos, que a veces se te acercan a hablar personas que están sufriendo y le dices: "¿ Qué te pasa, hermano o hermana ? Cuéntame". La persona te cuenta, tú escuchas y ¡ande! Te das cuenta de que en realidad el sufrimiento de esa persona es que sus padres o sus amigos o las personas que a ella le interesan o a él le interesan no se comportan ni viven como a esa persona le gustaría que se comportaran y que vivieran, y encima van, van haciendo ser de víctima o voy de víctima, porque de esto no estamos libres nadie. O sea, que, encima, víctima, encima llorando, encima de...deprimido, deprimido ¿ por qué ? Porque los demás no giran alrededor tuyo, porque los demás no satisfacen tus deseos, porque los demás no cumplen las aspiraciones que tú quieres y ¿ por qué tienen que hacer eso los demás ? ¿ Quién te crees tú ? ¿ Quién me creo yo ... qué es o qué soy ? Hermanos, en nosotros hay un terrible poder, el egoísmo, y eso forma parte de nuestra complicidad con el mal y así podríamos seguir diciendo y poder, y podríamos ir analizando los siete pecados capitales y cada vez que yo me dejo llevar, me entrego a uno de los siete pecados capitales, soy cómplice del mal que hay en el mundo y, por lo tanto, no merezco ser amado. En cada uno de nosotros hay un montón de cosas que son razones para que no nos ame nadie.

 

Y, hermanos, ahora viene la buena noticia. La buena noticia es que, a pesar de todas estas razones, Dios me ama. Pero que quede claro, Dios me ama a pesar de todas esas muchas razones por las que no debería ser amado, ni por Dios ni por nadie. Pero es real. Si yo descubro esto, descubro la experiencia cristiana, pero mientras yo en mi interior me parezca poco que Dios me ame, yo no descubriré la, ni viviré la experiencia cristiana, porque acordaos de que en el Evangelio aparecen con frecuencia unos hombres que consideraban lógico que Dios les amara. Son los fariseos. Es que a los fariseos les parecería bonito que, puesto que ellos cumplían ley de Dios, pues que Dios les tenía que amar, faltaría más. Pues mientras nosotros nos creamos que es lógico y normal que Dios me ame, no nos enteraremos del cristianismo. Uno empieza a enterarse del cristianismo cuando se da cuenta de que no es lógico de ninguna manera que Dios me ame, pero que, sin embargo, me ama. Y entonces uno se conmueve en el sentido más profundo de la palabra. Entonces es la experiencia que es la experiencia del amor de Dios, esta experiencia produce en nosotros tres cosas. En primer lugar el agradecimiento. Uno está, ha estado, profundamente agradecido porque recibe lo que no cree y entonces cae de rodillas y dice gracias. Agradecido es lo contrario de resentido. Mientras uno esté resentido con Dios o mirándole así ¿ eh ? Con el rostro ceñudo diciendo: " ¡qué barbaridad! No me tratas todo lo bien que yo creo " o " ¡ qué barbaridad ! Al vecino lo tratas mejor " etcétera, es que no te enteras de la película, es que no te enteras de por dónde va el cristianismo. Porque lo primero cuando uno disfrute el amor creativo de Dios es caer de rodillas y decir: " gracias, Señor, intento de estar toda mi vida dándote gracias, con una sonrisa de oreja a oreja, me pase lo que me pase, diciendo siempre gracias".

 

La segunda cosa es abandono. Si Tú eres tan bueno que me amas a pesar de que habrían un montón de razones para no amarme, pues, Señor, yo no te puedo negar nada, yo tengo que bajar todas las barreras ante Ti, yo tengo que decirte que sí a todo lo que digas, sin hacerme la víctima, sino, sencillamente, agradeciendo la dulzura de tu amor que yo no merezco y que, sin embargo, Tú me das. Por lo tanto, segunda cosa, abandono. Y tercera cosa, la que nos pide el Señor en el Evangelio de hoy, en la ultima frase del Evangelio de hoy, de hoy: "Dad gracias donde gracias habéis recibido". Dios te ama a ti a pesar de que tú no mereces ser amado, pues Dios ama a todo el mundo a pesar de que todo el mundo o buena parte de ese todo el mundo o en todo el mundo haya una serie de razones por las cuales no merecen ser amados como tú tampoco mereces ser amado y, sin embargo, Dios te ama. Amar así, eso es el amor cristiano. El amor cristiano no es " te quiero mientras tú seas bueno y mientras tú hagas lo que a mí me gusta y si no, no te quiero", ¿ verdad ? El amor cristiano no es eso. El amor cristiano es amar a los demás con el amor con el cual Dios nos ama. El Padre del Cielo hace salir su sol sobre buenos y malos y cae la lluvia sobre justos e injustos, es decir, Dios ama porque ama, ama por amar, no tanto porque nosotros nos lo merezcamos y seamos buenos sino, sencillamente, porque Él es bueno y ama a todos. Pues el Señor nos llama a que amemos de la misma manera, a que amemos con el mismo amor. ¿ Es esto posible ? ¿Es posible que tú y yo, con todos nuestros defectos y necesidades lo consigamos? ¿ Es posible que amemos así ? Evidentemente, si lo tenemos que hacer con nuestras fuerzas, la respuesta es no. Para amar así hay que orar y hay que recibir ese amor, porque ese amor, porque ese amor es amor con mayúscula, no es eros, no. Es ágape, es caridad, es el Espíritu Santo y el Espíritu Santo ni se compra ni se vende, el Espíritu Santo se suplica.

 

Por lo tanto, hermanos, vivamos siempre en esa actitud de oración, de súplica y en ese acercarse a los sacramentos, para que allí recibamos ese amor y con ese amor amemos como Él nos ha amado. Gratis nos ama, amemos también gratuitamente a los demás.

 

HOMILÍA 22

CADENA COPE

 

El Evangelio resume la reacción de Jesús ante la multitud con la palabra compasión. No es la ternura de la que al sentirla se quedan fuera, es la del que la comparte, la de quien se siente reblandecido por dentro, conmovido hasta las lágrimas al ver que sufren los que aman. Viendo a la muchedumbre, escuchábamos hace unos domingos, se enterneció de compasión por ella porque estaban fatigados y decaídos como ovejas sin pastor.

 

"Se ha dicho alguna vez", afirma Martín Descalzo, "algo más hondo sobre la humanidad". El hombre no es malo ni está corrompido, pero sí que está solo, decaído, desanimado. El hombre está fatigado, como perdido, vaga por la vida sin saber qué vive, a veces vegeta en la vulgaridad porque no tiene fuerzas para descubrir su propia grandeza. Por eso, Jesús mira a la multitud, te mira a ti, como se mira a los niños que juegan o que duermen y les ofrece, sobre todo, un lugar de reposo, su propio corazón, y afirma: " Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré ". Porque Dios y su amor son el mayor de los milagros. Más tarde, el Señor demostrará con su sangre que ese amor es bastante más que un sentimiento. " Venid a mí todos ", no éste o aquél sino todos los que tenéis preocupaciones, sentís tristeza o estáis en pecado. Venid, no por que yo os quiera pedir cuentas, venid para perdonaros, para perdonaros vuestros pecados. Venid, no porque yo necesite de nuestra gloria sino porque anhelo vuestra salvación " porque yo " dice " os aliviaré ". No dijo solamente " os salvaré ", sino lo que es mucho más " os pondré en seguridad absoluta, tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, porque soy manso y humilde de corazón". No os espantéis al oír hablar de yugo, pues es suave. No tengáis miedo de que os hable de carga, pues es ligera. Esto es lo que nos dice este domingo el Señor. Ya está bien de teologías equivocadas, ¿qué es eso de que el cristiano es un pecador en penitencia? ¿Por qué empeñarse en no sentir la alegría que Cristo resucitado nos ofrece ? La fe cristiana se expresa más plenamente en la alegría por haber descubierto el amor personal de Dios sobre el cual uno debe apoyarse y abandonarse. Así, la fe vivida de esta manera elimina la actitud de fatalismo dramático de la que muchas veces se quiere impregnar nuestra fe. La alegría cristiana que fluye de la fe es una especie de radiación del amor de Dios. Esta fe te hace sonreírle a Dios y gozar alegremente por su amor. La virtud del humor te permitirá combatir el veneno de la tristeza. El Señor es claro en el Evangelio: "Aprended de mí y yo os aliviaré ". Eso no quiere decir que no tengamos que luchar contra nuestras faltas, contra nuestros pecados, son dos cosas distintas. El Señor nos da la fe para vivir en esperanza, en una esperanza que irradia su corazón. " Venid a mí y yo os aliviaré ".

 

En sus apuntes de prisión, el cardenal Estefan Wicinski escribía el 2 de octubre de 1956 una idea mie, muy hermosa: "La Iglesia", dice, "ha nacido de la sangre redentora en la cruz". Es sano que la sangre circule. Si la sangre se coagula en el cuerpo corre peligro. Lo mismo sucede con el Cuerpo Místico de Cristo. Debe correr la sangre, no sólo en los cálices de la misa sino también en los cálices vivos de las almas. Debe correr esa sangre para que la Iglesia pueda estar llena de vida y de fuerza. De algún modo tiene que correr en ella la sangre. Queridos radioyentes de la cadena COPE, queridos hermanos todos, se ha dicho que los sar, que los santos son árboles de hoja perenne y al celebrar este martes la santidad de María Goretti descubrimos el poder de la Gracia que concede a los indefensos la fuerza del martirio y con Jesús, como hemos escuchado hoy en el Evangelio, exultamos en el espíritu alabando al Padre. Te bendigo, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes y se las has revelado a los sencillos. Maria Goretti era una niña italiana que aún no había cumplido los doce años. En su infancia conoció el sufrimiento y las privaciones. También la tristeza. Quedó huérfana de padre a los diez años. En la solitaria alquería donde la familia cultivaba una hacienda fue repetidamente asediada por un vecino que, tras dos intentos de violentarla con la amenaza de muerte en caso de que hablara, exasperado ante su resistencia, la agredió matándola a golpes de puntero hasta provocarle la muerte. El perdón concedido a su asesino en el momento de la muerte incluía la promesa de rezar por su conversión. La niña, en los últimos momentos, afirma: " Quiero que él también me acompañe en el paraíso ". No todos, ciertamente, afirma Juan Pablo II, estamos llamados, como María Goretti, al martirio pero a todos se nos pide tender al seguimiento pleno de la virtud cristiana. Estas tesis del espíritu exige fuerza, exige atención constante, renuncia valiente a los ideales del mundo, a unos ideales falsos que nos presenta el mundo, a una vida de pureza equivocada que nos presenta el mundo para engañarnos. Se trata de un empeño de cada día, de la vida de pureza, de la vida de caridad, de la vida de humildad que Cristo nos enseña, de una vigilancia que nos puede abandonarse por ningún motivo, sino que hay que llevar adelante hasta el término de nuestro camino terreno. Ser humilde significa ser especialmente amado por Jesucristo. Él no tolera a los soberbios. Podremos comprender su actitud con la antipatía que nos inspiran las almas orgullosas y satisfechas de sí mismas: el que se cree por encima de los demás, el que se cree que no necesita a Dios. El mundo no las soporta y las critica y tampoco Dios puede amarlas. Es una lucha consigo mismo que puede asemejarse a un lento y prolongado martirio.

 

El deseo de santidad tiene que llenar toda nuestra vida. Después de muchos años de cárcel, al salir, el asesino buscó enseguida a la madre de María Goretti y le pidió perdón. Alejandro Serenelli, que era como se llamaba, terminó profesando en los capuchinos. Murió a los ochenta y nueve años, el seis de mayo de 1970 y entre sus efectos personales se encontró una carta que decía: " Próximo a terminar mi jornada, reconozco que en mi juventud emprendí un camino falso que me condujo a la perdición. Por la prensa, los espectáculos y los malos ejemplos veía que la mayor parte de los jóvenes seguía ese camino sin pensar. A los veinte años cometí un delito pasional del que ahora me horrorizo al sólo recordarlo. Yo quisiera que los que leyesen esta carta aprendiesen a huir del mal y a obrar siempre el bien". Cristo, lo decíamos al principio, al principio, viene a nosotros pacífico, viene a nosotros manso y humilde. Su oferta es Él mismo, su yugo y su carga es correr la misma suerte que Él ya ha corrido. Nos entrega el conocimiento del Padre y el mismo Espíritu del que resucitó de entre los muertos. Solamente nos pide ser sencillos para aprender de Él, para cargar con su yugo, para descubrir que los valores que el Evangelio nos presenta, tal como nos los presenta el Evangelio, no adulterados, se pueden vivir hoy, veinte siglos después. Esa es la herencia que el Señor nos deja, su Palabra que es Verdad, su auténtico camino, la vida de salvación. Así es únicamente como encontraremos en Él descanso, el descanso que nos ofrece su propio corazón: " Venid a mi todos los que estáis cansados ". El Señor no excluye a nadie, no le importan nuestros pecados. El Señor quiere acogernos en su corazón. Termino, queridos hermanos, con aquella hermosa oración que compuso santo Tomás Moro y que tendríamos que recitar con frecuencia: " No podemos vivir nuestro cristianismo con tristeza, no podemos ser católicos y querer convencer a los demás de nuestra vida en Cristo con el rostro triste, lleno de amargura". Nuestra vida, a pesar de las cruces, tiene que servir en alegría, la alegría que el Señor nos da. Escribe él: "Señor, ten a bien darme un alma que desconozca el aburrimiento, que desconozca las murmuraciones, los suspiros y las lamentaciones y no permitas que me preocupe demasiado entorno de ese algo que impera y que se llama yo".

 

Que el Señor, que el corazón de Cristo que nos da descanso, que nos proporciona paz, sea nuestra esperanza, sea nuestra alegría. Así es como nosotros encontraremos un descanso auténtico.

 

HOMILÍA 23

D. Ciriaco Benavente

Obispo de Coria (Cáceres) y Presidente de la comisión episcopal de migraciones y apostolado nacional de la carretera

 

Desde el Balcón de la Mancha ( Mota del Cuervo )

(TVE2)

 

 

Querido Señor Cura Párroco y hermanos sacerdotes, ilustrísimas autoridades, camioneros, conductores, amigos todos que participáis en esta celebración, queridos televidentes:

 

Está comenzando, efectivamente, el trasiego de las vacaciones. Al inicio y al final de estos meses estivales cientos de miles de vehículos se disputarán hasta el último centímetro de nuestras carreteras. No queremos que este éxodo festivo tenga ni un comienzo ni un retorno dramático. Por eso la Iglesia en España, que quiere hacer sinceramente suyos los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres, nos invita hoy a hacer un alto en el camino para celebrar una jornada de responsabilidad en el tráfico. Lo hacemos este año en esta hermosa tierra, en esta Mancha manchega, inacabable mapa de reposo. Solo en esta tierra donde se dilatan los campos hasta el cielo pudieron caminar, pudieron pensarse caminar juntos, a un mismo paso, el idealismo más socarrón y el idealismo llevado hasta el delirio. Agradecemos la buena hospitalidad de Mota del Cuervo, nuestra gratitud también para cuantos han hecho posible esta celebración y para Televisión Española que la transmite y mi saludo entrañable para el Señor Obispo de esta Iglesia a quién desde aquí expreso mis sentimientos de afecto fraterno y de comunión.

 

En medio de la prisa y la tensión, el Señor nos invita, nos ha invitado a escuchar su palabra, a sentarnos a la mesa de la Eucaristía donde Él nos reparte el mejor y más sabroso pan para el camino, el pan que da la vida.

 

En el Evangelio Jesús nos revela su más hondo e íntimo secreto, su verdadera identidad, nos manifiesta un Dios que es su Padre, el tono, la familiaridad nos hacen intuir entre Jesús y Dios una relación única, original, de siempre. Pero es también nuestro Padre que goza manifestándose a los sencillos. Jesús interrumpe ese diálogo con el Padre para hacer una invitación a corazón abierto a los que le escuchan, a nosotros esta mañana: "Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados", "mi yugo es llevadero y mi carga ligera". Son palabras que serenan y dan paz, todo el que se acerca a Jesús encuentra en Él una esperanza nueva, una manera nueva de vivir. El seguimiento de Jesús, os lo aseguro hermanos, no es yugo que oprime sino amor que libera. Lo insoportable es cerrarse en sí mismo. Algo de esto es lo que nos anunciaba ya la primera lectura con un precioso mensaje de esperanza, con una invitación a la alegría: " Exulta hija de Sion, grita de alegría hija de Jerusalén" y nos da una razón que en esta sociedad que habla con admiración de los "caballos de vapor", de cilindradas cada vez más potentes nos resultaba chocante, casi anacrónica: el Mesías viene como rey de paz, montado sobre un borriquillo. De esta guisa es como viene a destruir los instrumentos de violencia y de muerte. No es una protesta contra el progreso o la técnica que nos permiten multiplicar nuestras posibilidades. Las conquistas logradas por el hombre, lejos de oponerse al poder de Dios, son expresión de su grandeza, decía el Concilio. Es una invitación al amor, a la paz, al gozo de ser y de vivir, a caminar según el Espíritu y no según la carne, pues "si vivís según la carne vais a la muerte" nos decía san Pablo. Es un grito de alerta frente a la prepotencia y a las fuerzas, precisamente, de violencia y de muerte, porque o el progreso se ordena al hombre y a su perfección y felicidad o, de lo contrario, se vuelve contra el hombre.

 

¿Qué mensaje nos aportan estos textos para esta jornada en este año que ha sido declarado "Año de la educación vial"? Los psicólogos sociales nos hablan del carácter enfermizo de nuestra sociedad enfermiza. Cuando el uso de los medios e instrumentos se convierte en un fin en sí mismo, acaba transformándose en factor de vida enferma y poco saludable. Han mejorado nuestros vehículos pero, ¿hemos mejorado las personas? Las estadísticas de muertos, queridos, son aterradoras. Las de la pasada Semana Santa producen escalofrío. No voy a distraeros con datos que ya ofrecen los medios de comunicación con la puntualidad de un parte de guerra que, por monótono que sea, no deja de ser trágico. Hay, incluso, horas que parecen fatídicas, como las madrugadas de los fines de semana, para los jóvenes. ¿Tendremos que seguir aceptando tanto accidente, tanta muerte como un tributo que inexorablemente hay que pagar al progreso? Pero ningún progreso puede justificar los miles de vidas humanas que cada año se cobra la carretera. Es verdad que la vida humana es por definición insegura, bien lo sabemos, está amenazada desde la cuna a la sepultura. Por muchos seguros que firmemos, jamás está garantizada, pero es un bien divino, sagrado, inviolable, no tiene precio. Únicamente, la iremos asegurando si a mayor progreso y mayor riesgo se añade mayor responsabilidad, una mejor educación vial. Por eso, la obligación de todos de inculcar aquellas actitudes alentadoras que encuentran en los valores superiores de la conciencia el soplo positivo que puede reforzar y sostener las normas del código de la circulación. Cuanto más se acrecienta el poder del hombre, más amplia ha de ser su responsabilidad individual y colectiva. "Sea, pues, sagrado para todos considerar y observar las obligaciones sociales como uno de los deberes principales del hombre de hoy", nos decía el Concilio Vaticano II. El cristiano ha recibido una ley nueva, la del amor, que no está escrita en tablas de piedra, como la de Moisés, sino grabada con el dedo del Espíritu en nuestros corazones. Por eso, todo lo que hay de noble, de justo, de bueno, de verdadero hemos de realizarlo, antes que como una imposición, como gracia para nosotros y para nuestros hermanos. Las virtudes son siempre brote florecido en un hombre interiormente sano y sanado. También los poderes públicos habrán de velar por el buen estado de las calzadas, aunque sean secundarias, evitar los puntos rojos del sistema viario, que no falten las señalizaciones pertinentes y, desde aquí, nos atrevemos hacer una llamada a todos los que tienen algo que decir en este asunto: conductores y peatones, las autoescuelas, los educadores, las cofradías de San Cristóbal, los catequistas, los medios de comunicación social, la publicidad, la familia, escuela primera de humanismo.

 

Con Jesús hoy bendecimos a Dios porque se ha revelado a los sencillos y porque se revela en la inteligencia del hombre, capaz de proporcionarnos todo aquello que hace más grata nuestra vida. Damos gracias a Dios por el invento del motor y la carretera, por los vigilantes del tráfico, por las gasolineras y los talleres mecánicos, por el socorro de urgencia y por las campañas que lentamente van ganando terreno al accidente. Y con Jesús pedimos al Padre por intercesión de Santa María, tan querida en este pueblo bajo la advocación de Manjavacas, y por intercesión de san Cristóbal que nos ayude a caminar según el Espíritu, que nos libre del despiste, del sueño y de la prisa, de la mala compañía de las drogas y el alcohol, que nos dé mano firme y mirada vigilante para llegar a nuestros destinos sin causar daño a nadie ni que nos lo causen. Sentados a la mesa del Señor seguimos saboreando sus palabras: "Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados...", nerviosos, con prisas y encontraréis descanso para el cuerpo, paz para el alma. Comed mi pan, bebed mi vino, alimento de amor, fuente de vida. Son palabras que esta mañana nos saben a mimo y a caricia. Que se cumpla, hermanos, el hermoso deseo del poeta que cantó la bondad de esta tierra con acentos que suenan a proféticos: "Día vendrá ...", ojalá esté próximo, "...en que revalorices la esperanza buscando la alianza del Cielo y no la guerra, tierra de promisión y de bonanza volverá a ser la tierra. Amén ".

 

HOMILÍA 24

Parroquia Sta.Mª de la Dehesa – Madrid

(TVE2)

 

 

 

Queridos hermanos de esta parroquia de Santa María de la Dehesa y todos los televidentes que domingo a domingo seguís la misa por Televisión Española:

 

Que existe la cruz en cada vida nadie lo duda y cada uno de nosotros llevamos la nuestra. Desde que nacemos la abrazamos y esta cruz es nuestra compañera de viaje en nuestro peregrinar por esta tierra. Cristo se abrazó a ella y, aunque nosotros no pedimos el dolor humano para los hombres, sin embargo, Jesús con su muerte en la cruz lo acepta y le da un valor salvífico y redentivo.

 

Hoy también celebramos el día del Papa y el día del óbolo de san Pedro. Vemos a este Padre Santo, al Papa Juan Pablo II, en tantas y tantas celebraciones agarrado a su báculo, encorvado y una cruz de báculo es la que sirve de respuesta a muchas preguntas del mundo entero. ¿ De dónde saca fuerzas este hombre, el Papa Juan Pablo II ? La respuesta la tenemos ahí en la cruz. Él parece que le está diciendo día a día: "¡Ay de mí si no evangelizare!". Y el óbolo de san Pedro, esa colecta que se realiza en el mundo entero, y en el día de hoy para sostener la acción caritativa y la misión apostólica de la Santa Sede.

 

Pero esta cruz, que todos llevamos, ahí está. Os pongo un ejemplo para tratar de aliviaros en llevar la cruz de cada día. Imagínese: vamos todos montados en un velero y estamos aprendiendo a manejarlo. Comenzamos a trabajar en equipo con personas desconocidas. Cada uno está aprendiendo su papel, sus funciones, sus cometidos y se cuenta con la mejor voluntad de todos, pero hay que llevar al velero a buen puerto. Mientras tanto, se producen errores, equivocaciones, dificultades normales. Lo que nadie puede es coger el palo mayor y ponerse a preguntar con él en la mano: " ¿ dónde lo coloco ? ". Porque mientras tanto se va moviendo y va dando golpes en la cabeza a unos, en la rodilla a otros, por lo cual para llevar cada uno su cruz, la cruz de nuestra vida hay que llevarla con dignidad y se necesita, en primer lugar, paciencia, y paciencia no significa ni aguantarse ni fastidiarse, sino que significa paz y ciencia.

 

Lo primero es intentar conservar la paz y lo segundo es conocer cada cual cuál es el desarrollo normal de las cosas y de los acontecimientos y hay que dejar lugar a Dios para que ponga luz en nuestra, almas. Si una persona se rompe un brazo, y se lo escayolan, y va a la semana al médico, y le dice: "doctor, por favor, quíteme la escayola del brazo que tengo que jugar mañana un partido de tenis", el médico le dice: "paciencia hijo, paciencia". No le está diciendo "fastídiate", sino "mantén la paz mientras los tejidos se van soldando según las leyes de la naturaleza".

 

Lo segundo es caridad. Queridos hermanos, todos estamos poniendo nuestro corazón al servicio en esta vida para dar gracias a Dios por el amor a Dios y a Cristo y a su Madre. Caridad significa disculpar, porque seguro que las cosas que se hacen en este tiempo, tienen algún motivo y una razón. Dios lo permite por alguna cosa, nada ocurre porque sí y partimos del hecho de que todo el mundo está poniendo su corazón en cada cosa.

Lo siguiente es perdonar. Para esto hace falta toneladas, porque mientras avanzamos, vamos dando codazos sin querer y uno ve muy bien los codazos que recibe, pero no ve tan bien los codazos que da. Queridos hermanos, queridos televidentes, queridos cristianos: perdón, perdón. Perdona para que los demás que están a tu lado, te perdonen a ti. Después, a la hora de llevar la cruz, hay que saber olvidar. Quien no olvida, no perdona y no perdona quien lleva cuenta de los codazos, de las heridas y de los problemas.

 

Por último, hay que tratar a todo el mundo con amor. Pero amor de mayúsculas. Porque el amor es el único aceite que engrasa todos los engranajes, suaviza todas las dificultades y ayuda a resolver todos los problemas, permite, en una palabra, alcanzar la paz, despierta el entendimiento y esponja el alma para recibir el Espíritu de Dios; pero recuerda: el dolor es el principal alimento del amor y todo amor que no se alimente de un poco de dolor, pero de dolor puro, muere. Por ello los problemas hay que considerarlos momentos de alegría y momentos de gozo, porque te permiten practicar todo lo anterior puesto que te sirve como ocasión para mejorar y porque te son de gran ayuda para practicar la humildad, el amor y el espíritu cristiano que proclamamos hoy en este Evangelio. Hay que amar a Dios sobre todas las cosas y, cuando encuentres alguna cruz o algo no vaya a tu gusto, recuerda lo del velero: no vayas a coger el palo más grande y que sea mayor que tus fuerzas, coge tu cruz y, si te sobran fuerzas, ayuda a los demás, ten paciencia, disculpa, perdona, olvida y acércate con amor a la gente que está a tu alrededor.

 

Esa es nuestra principal función como cristianos. La vida es un medio para transformarnos en iconos de Cristo. Los cristianos somos "otro Cristo". Por eso, hoy, para nosotros, el camino de santificación que Dios escogió, si queremos vivir, es abrazarte a tu cruz.

 

Que la Santísima Virgen de la Dehesa, en cuya festividad hoy nos sentimos orgullosos, porque es su fiesta, nos ayude a todos a llevar la cruz de cada día. Que así sea.

 

HOMILÍA 25

San Francisco de Asís

 

 

La profecía de Zacarías que hemos proclamado seguro que nos ha recordado el acontecimiento que los evangelistas nos narran de esa entrada de Jesús en Jerusalén montado en un asno. El profeta Zacarías no pretende anunciar un hecho futuro sino un hecho actual.

 

El texto que hemos proclamado fue compuesto, más o menos, hacia el año 322 antes de Cristo. Y, ¿cuál es la situación histórica de este texto? Palestina está siendo dominada por tropas de Alejandro Magno, que entra en aquel país y lo domina, lo conquista. El pueblo de Israel entra en crisis porque ellos ya saben, por tradición, lo que eso supone. Saben lo que les ha ocurrido en Babilonia y ahora otra vez más. Este pueblo entra en la desesperación, entra en la desilusión, y el profeta les dice: "Ánimo, que el Señor vendrá aquí, que el Señor vendrá aquí, Jerusalén, aquí, Palestina ", pero no vendrá por las armas, por el poder, sino vendrá victorioso, eso sí, pero pacífico. Para vosotros, hermanos, y para los destinatarios de esta lectura el efecto del Señor es para nosotros el mismo. Muchas veces nosotros recurrimos a otras armas, a otras armas entre comillas, recurrimos al poder, recurrimos a tantas cosas para intentar solucionar las cosas, los problemas. Incluso, a veces, los humanos recurrimos a las armas, a la guerra, donde hay vencidos y hay vencedores. Sin embargo, el anuncio del profeta Zacarías, donde dice que el Señor vendrá aquí victorioso, pero a través de la paz, es para nosotros hoy una realidad. Podemos y debemos descubrir a otros hombres. Seguro que en el mundo hay muchos conflictos. En nuestras casas también hay problemas, en nuestra vida personal hay circunstancias que nos hacen sufrir y que nos preocupan a veces. ¿Qué camino tomamos para solucionar estas cosas? El profeta nos ha dicho cuál es el camino del Señor: A través de la paz, a través del diálogo, a través de la comprensión. No tomemos otros caminos. Y nos dice que ese camino solamente lo entienden los sencillos de corazón. Es lo que Jesús les había dicho y al Padre: " Te doy gracias, Padre, porque las cosas del Reino, las cosas de Dios, eso, no lo han descubierto los sabios y los entendidos en este mundo sino solamente eso es capaz de descubrirlo el que es sencillo, humilde de corazón". Jesús mismo se dará cuenta que el mensaje que Él explicaba, sus palabras, sus dichos y sus hechos no eran comprendidos por los sabios ni por los entendidos que en aquel momento eran los fariseos, los escribas, los saduceos, que eran los que entendían como nadie la ley de Moisés. De teoría debían saber mucha, pero práctica, poca. Pero Jesús dice " ¿Quién está escuchando y quién está abriéndose a la palabra de Dios? " Y Jesús contesta: "Los sencillos, los humildes de corazón", son los que se abren a su palabra". La pregunta que nos hace Jesús es si nosotros, hoy, estamos escuchando la palabra de Dios, si hoy esa voluntad de Dios se realiza en nosotros. Podría decir Jesús al Padre: " Te doy gracias, Señor, porque este pueblo mío, a él le has revelado los secretos del Reino, ellos han acogido el Reino de Dios ". Cada uno pues se examine a sí mismo.

 

Ojalá, hermanos, que en esta Eucaristía el Señor nos ayude a ser pacíficos, el Señor nos ayude a vivir sus mismas actividades. Fijémonos en la vida de Jesús, en su estilo de vida que el apóstol Pablo nos resume en algunas de sus cartas: " Siendo rico se hizo pobre para enriquecernos. Él ocultó su condición de vida y pasó por la tierra como uno de tantos". Que ese, hermanos, sea nuestro estilo de vida, que Jesús ha hecho presente en su vida y que Él nos enseña a nosotros.

 

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NÚMERO 1 - MARZO 2001

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