REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS

LOS DICCIONARIOS ESPECIALIZADOS DE LA ARQUEOLOGÍA

Gonzalo Águila Escobar

(Universidad de Granada)

 

         Con este trabajo pretendemos ofrecer de manera general, una panorámica sobre los diccionarios especializados que se han publicado en torno al ámbito de la Arqueología. Hasta ahora, mucho se ha escrito sobre los diccionarios de lengua, los diccionarios académicos, los diccionarios etimológicos, de uso, etc., sin embargo, poco o nada o se ha labrado en estas lides cuando nos referimos a las obras lexicográficas que se elaboran en el campo de los usos especializados de la lengua. En muchos casos, esta despreocupación de los lingüistas por esta lexicografía especializada ha tenido como consecuencia la publicación de diccionarios y obras que adolecen de los criterios y principios más básicos de la disciplina lexicográfica.

         En este sentido, aspiramos a ofrecer una imagen del estado actual de la lexicografía elaborada en torno a la Arqueología, destacando las principales obras publicadas, y las características generales que bosquejan y muestran las luces y las sombras de este espacio.

 

1. La Arqueología

 

En primer lugar, conviene definir qué es lo que entendemos por Arqueología con objeto de aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de diccionarios especializados de Arqueología. Ahora bien, delimitar conceptualmente esta materia de estudio  ha sido un lugar común entre los distintos teóricos de esta disciplina que han aspirado a despojarla de todos aquellos elementos superfluos con el fin de dotarla de una autonomía e independencia que posibilite su desarrollo. La definición de esta disciplina no es tarea fácil si tenemos en cuenta el devenir histórico de la misma, pues, las raíces sobre las cuales se ha constituido son muy diversas y variadas. De hecho, cuando Sir Mortimer Wheeler[1] se preguntaba en 1954 acerca de la naturaleza de la Arqueología en su obra Archaelogy From the Earth, la respuesta era desalentadora:

 

¿Qué es en realidad la Arqueología? Ni yo mismo lo sé con certeza. Se han escrito tesis para demostrar que se trata de esto o de aquello, o de ninguna de las dos cosas... Ni siquiera sé si la Arqueología debería considerarse como un arte o como una ciencia... Pero al menos está suficientemente claro que la arqueología depende cada vez más de un gran número de disciplinas científicas y que ella misma va adoptando de manera creciente la metodología de una ciencia natural.

        

         El primer problema a la hora de definir los rasgos esenciales de la Arqueología proviene de la dificultad de aislarla de aquellas materias de estudio que durante su génesis estuvieron integradas y confundidas dentro de ella. El primer escollo se halla en la peculiar gestación de la Arqueología en la que intervinieron y se entreveraron toda una serie de conceptos y presupuestos procedentes de otros ámbitos y que aún perduran en la actualidad: la Arqueología se ha visto acrecentada, pero a la vez reducida por disciplinas como la Filología, la Historia del Arte, la Historia, o incluso, la Arquitectura que, como destaca J.H. Parker[2], ha sido la rama más popular de la Arqueología[3]. Como muy bien resume S. De Laet[4], la construcción de lo que hoy llamamos Arqueología se ha establecido en sus líneas esenciales en cuatro grandes pilares disciplinares:

 

1.          En primer lugar, el interés por el estudio de los monumentos antiguos del mundo clásico y posteriormente de Egipto y Próximo Oriente, así como por sus obras de arte, implica la confluencia de los intereses de la Arqueología y la Historia del Arte hasta el punto de que incluso, en el siglo XIX y principios del XX, ambos términos se consideraban sinónimos.

 

2.          El anticuarismo es otro de los fenómenos destacables en la génesis de la Arqueología por el que numerosas personas[5] interesadas en el pasado comenzaron a indagar en los restos materiales.

 

3.          Si analizamos detenidamente la historia de la Arqueología, ésta comienza a constituirse como tal a partir de la determinación de la edad de los restos formulada de forma autónoma e independiente de conceptos apriorísticos establecidos por el llamado tiempo bíblico. Esta revolución se llevó a cabo gracias a la labor de geólogos y paleontólogos que se interesaron por los artefactos y fósiles hallados en los contextos estratigráficos aplicando su propia metodología. Esto ha supuesto para la Arqueología no sólo un cambio en el concepto de tiempo, sino igualmente y no menos importante, la adquisición de métodos y conceptos propios de la Geología, de manera que hoy no puede entenderse la disciplina arqueológica sin la influencia de las Ciencias de la tierra.

 

4.          La última tradición sobre la que la Arqueología hunde sus raíces la constituye la reciente ciencia de la Antropología, sobre todo a partir del siglo XIX cuando “la antropología no se ocupó ya exclusivamente del hombre actual, sino también del hombre prehistórico, tanto en el plano anatomo-fisiológico, como en el de su ecología o su etnología”[6].

 

Según esto, definir de manera categórica la Arqueología es una cuestión delicada, puesto que en ella confluyen diversos problemas teóricos tales como la consideración de la autonomía e independencia de la misma respecto a la Historia, la Historia del Arte, la Prehistoria o la Antropología; la dualidad conflictiva entre la Arqueología como técnica o como disciplina, o la concesión a esta materia de estudio de la categoría de ciencia. Por ello, entre las distintas definiciones que se han suscrito, anotamos aquí la de Sharer y Ashmore, ya que estimamos que es la que mejor se ajusta a su naturaleza, pues en ella se considera el objeto de conocimiento (“the subject matter”); el objeto real, es decir, los restos materiales del pasado; y las técnicas que son los medios para describir y explicar el pasado al considerar esta disciplina en los siguientes  términos:

 

...la arqueología es el estudio del pasado cultural y social a través de los restos materiales; un estudio que busca ordenar y describir los hechos del pasado y explicar su significado[7].

 

 

2. Las palabras y las cosas: lenguaje y Arqueología

 

         La importancia de la lengua en la Arqueología se torna en una cuestión fundamental, pues conceptualización y terminología recorren caminos análogos y estos caminos son los únicos por los que esta disciplina puede discurrir para alcanzar su madurez a través de la constitución de un cuerpo teórico capaz, sólido y preciso: “El potencial total de la Arqueología difícilmente puede conseguirse mientras no se adopte y generalice el uso de una terminología, concisa, incisiva y definida”[8]. No es tanto, pues, una cuestión lingüística que puede ser desligada del uso, sino que es el propio lenguaje el que hace la Arqueología, de ahí que definir un término no sea simplemente una cuestión semántica: definir un término es “algo más que ordenar las técnicas de nuestra disciplina. Es el producto de una actitud investigadora que persigue unos fines explicativos a través de los cuales, el citado término, en su discusión concreta y en su estructuración metodológica con el resto de las categorías, se convierte en un elemento útil y operativo que actúa al interrelacionarse en la ecuación arqueológica”[9]. De la  misma manera y a propósito del estatus de la Arqueología industrial, Martínez y Closa[10] consideran que la delimitación de los términos es importante en la medida en que instauran los parámetros teóricos a partir de los cuales una disciplina científica se constituye como tal. Y en el sentido contrario, la ausencia de una tradición terminológica puede dar lugar a numerosas contradicciones y formas heterogéneas que van en detrimento de la Arqueología y su cuerpo teórico. Por tanto, no es la terminología una cuestión de puro nominalismo, sino que los conceptos científicos y su denominación son los que estructuran y vertebran la ciencia arqueológica: “No es sólo una mera discusión de nombres la que está implícita en esta crisis de la terminología. Nuestra intención no es la de reducir estas cuestiones a un mero nominalismo sino al contrario; desde un principio la nomenclatura surgió para adecuarse mejor a las preocupaciones y necesidades científicas de cada momento”[11].

         Por estas razones de peso, la sistematización terminológica de la Arqueología se hace fundamental si ésta quiere lograr un espacio entre las ciencias sociales: “Se trata de la necesidad de buscar el empleo de conceptos unívocos y consensuados que ejerzan un papel clarificador dentro de la propia práctica de la investigación. Se trata de enfrentarnos al problema de la construcción de un lenguaje […] tanto en sus aspectos constituyentes, lógicos y semánticos, como el que respecta a la praxis lingüística que genera”[12].

En este contexto, se inscriben los distintos esfuerzos de los teóricos de la Arqueología por dotar a esta disciplina de los medios necesarios para que pueda alcanzar la madurez requerida. Entre estos denuedos destaca la elaboración de diccionarios de Arqueología que, desde 1976, con la traducción del Diccionario de Arqueología de Bray y Trump, se han venido sucediendo. En los últimos años esta realidad ha cobrado una gran importancia con la publicación de dos obras fundamentales como son la coordinada por Alcina, y la realizada por Manacorda y Francovich, ésta última en el contexto de la arqueología italiana. La importancia de estos diccionarios radica en que éstos dan cuenta del uso que los arqueólogos están haciendo de su terminología, al mismo tiempo que con su regularización y fijación sirven de marco de referencia para los investigadores de este campo.

Ahora bien, la valoración de estas obras no debe hacerse a priori sin un análisis que revele la calidad de los mismos, así como el estado de la terminología en la actualidad.

 

3. Los diccionarios de arqueología

La elaboración de diccionarios específicos en torno a una disciplina revela la importancia del lenguaje en la configuración teórica de la misma, así como la necesidad de sistematizar la terminología a través de obras que dan cuenta del léxico empleado.  Conforme una materia de conocimiento va formalizando sus contenidos  y afianzándose como disciplina, la exigencia de una regularización en los términos empleados se hace necesaria, de lo cual se deduce, como expone Ahumada[13], “que el número de diccionarios terminológicos, corre parejo con el desarrollo de la técnica industrial y con el avance de las ciencias experimentales”. 

         Esta realidad se traduce en el ámbito de la Arqueología en una demanda cada vez más insistente por parte de los investigadores de una formalización de su terminología para que esta disciplina se desarrolle como tal y, consecuentemente, en la publicación de una serie de repertorios lexicográficos que han venido sucediéndose con el devenir de los años. Desde la aparición en 1882 del Diccionario de Arte y Arqueología  de Mollet, la publicación de diccionarios relacionados con esta disciplina no ha cesado hasta nuestros días, siendo el Diccionario de Arqueología  de Manacorda y Francovich en 2001, el representante último de una larga tradición.

Si bien la publicación de diccionarios de Arqueología ya representa por sí misma una importancia vital para el desarrollo de su léxico, una valoración apriorística de este hecho evaluando únicamente la cantidad y no la calidad no revelaría en ningún momento el verdadero estado actual del léxico de esta materia ni aportaría nada a la lexicografía especializada: “Ante el alud creciente de diccionarios de toda clase que se van publicando, uno excelentes o buenos, otros mediocres y hasta malos, una actitud crítica es más necesaria que nunca”[14]. Por ende, toda apreciación de las obras lexicográficas elaboradas en un ámbito deberá iniciarse con una revisión crítica de las mismas con el fin de observar por un lado el grado de validez o invalidez, y sobre todo, las carencias y lagunas que presentan, es decir, el estado actual de la terminología arqueológica revelando los aciertos logrados y, sobre todo, las lagunas y carencias existentes.

 

         Dados los numerosos diccionarios que de alguna manera u otra registran términos de la Arqueología, hemos seleccionado aquellos que se adecuan a dos criterios fundamentales:

 

  1. El ámbito especializado debe ser el de los términos generales empleados en la Arqueología, de ahí que hayamos prescindido de aquellos diccionarios específicos sobre un área determinada como puede ser el análisis lítico[15] o la Arqueología egipcia[16].

 

  1. Los diccionarios deben estar elaborados en lengua española por lo que no se han considerado los diccionarios ingleses, franceses o catalanes y los de cualquier otra lengua.

 

     Según estos criterios, los diccionarios analizados sobre los cuales vamos a considerar esta exposición son los siguientes:

 

    1. J.W. Mollet, Diccionario de Arte y Arqueología, Edimat, Madrid, 1988.

 

    1. Guillermo Fatás y Gonzalo M. Borrás, Diccionario de términos de Arte y elementos de Arqueología y Numismática, Guara, Zaragoza, 1980, [Cuarta edición].

 

    1. Estela Ocampo, Diccionario de términos artísticos y arqueológicos, Montesinos, Barcelona, 1992.

 

    1. Warwick Bray y David Trump,  Diccionario de Arqueología,  Labor, Barcelona, 1976.

 

    1. A.A. Fernández Diste, Diccionario arqueológico, Milor, Salta: Jujuy, 1997.

 

    1. Riccardo Francovich y Daniele Manacorda (eds.), Diccionario de Arqueología. Tema, conceptos y métodos, Crítica, Barcelona, 2001.

 

    1. J. Alcina Franch (coord.), Diccionario de Arqueología, Alianza, Madrid, 1998.

 

El análisis de cada uno de estos diccionarios[17] nos permite destacar algunos de los rasgos fundamentales que caracterizan a la lexicografía especializada de este ámbito:

 

1. Temática heterogénea: títulos que engañan. La consideración apriorística de que la cantidad de obras publicadas debe estar acompañada de la calidad de las mismas pone de relieve que, aunque son muchas las obras publicadas con el nombre de diccionario de arqueología, pocas son las que realmente abordan este léxico. Así, todas aquéllas que constituyen una miscelánea entre Arte y Arqueología son en realidad repertorios de términos artísticos o arquitectónicos en donde los términos de Arqueología se reducen a unas pocas palabras y además muy generales y poco significativas. La razón de este hecho hay que hallarla en la tradición de esta disciplina en cuyos inicios se identificó con la Historia del Arte y con la Arquitectura pues, como explican Manacorda y Francovich, “durante más de dos siglos estuvo claro que la aportación esencial de la investigación arqueológica tenía como objeto fundamental el conocimiento de la producción artística y monumental del mundo antiguo”[18].

          En el caso del Diccionario arqueológico de la profesora Fernández Diste, aunque sí versa su estudio sobre el léxico de la Arqueología, éste es demasiado localista centrándose en la Arqueología de América del Sur y en concreto, en Argentina, y además, la mayoría de los términos definidos son sitios arqueológicos o yacimientos, por lo que esta obra debiera llamarse algo así como “Enciclopedia de los sitios arqueológicos de Jujuy (Argentina)”.       

 

2. Carácter enciclopédico: diccionarios que no son diccionarios. La mayoría de estos diccionarios son de naturaleza enciclopédica, con lo que no sólo se incluyen términos comunes empleados en esta disciplina, sino que sobre todo predominan aquellas voces relacionadas con asentamientos, culturas, personajes, dioses, etc., lo que implica que muchas veces estos diccionarios sean verdaderas enciclopedias ilustradas que apenas dan importancia a los términos. Asimismo, las unidades terminológicas en muchas ocasiones no son definidas, sino que son fruto de largas explicaciones y discusiones teóricas. Este tipo de artículos lexicográficos son lo que llamamos “entradas temáticas”, es decir, aquellos términos que se incluyen en una obra lexicográfica y que no interesan en sí mismos, sino como motivo de explicación de un tema, un tópico, un área de conocimiento, etc. Las entradas temáticas son fruto del carácter enciclopédico de las obras lexicográficas en donde los lemas son en muchas ocasiones etiquetas documentales que dan acceso a otra información

 

3. Traducciones de obras extranjeras. De las obras consideradas, dos son traducciones de diccionarios concebidos en el contexto de la Arqueología inglesa e italiana. De hecho, en el prólogo del diccionario de Manacorda y Francovich se expresa claramente que el objetivo de esta obra no es otro que el de “contribuir a indicar cuál es el stato dell´arte en Italia”[19]. En consecuencia, estas obras no ofrecen en muchos aspectos un reflejo de los términos empleados en la Arqueología española.

 

5. Cronología tardía. Si nos detenemos en las referencias bibliográficas de cada uno de los diccionarios y observamos la fecha de publicación, salvo las obras de Alcina, Fernández Diste, Ocampo y Francovich y Manacorda, el resto son anteriores a 1988, por lo que la actualidad de los términos es bastante discutible, si tenemos en cuenta que la lengua general y más aún la de la ciencia y la técnica evoluciona a pasos de gigante[20]. Esto explica que apenas se registren términos novedosos que hacen referencia a técnicas y métodos y que por el contrario, podamos tropezar con voces que ya han perdido su vigencia en el entramado teórico de la Arqueología.

 

6. Destinatarios. Uno de los rasgos más importantes a la hora de elaborar una obra lexicográfica es sin duda el de la adecuación a aquello que se pretende y a quién se dirige; o dicho de otro modo, la finalidad que se persigue así como a los destinatarios a los que va encaminada. Sin embargo, si consideramos muchos de estos diccionarios, el objetivo al que se aspira no se explica y los destinatarios constituyen a veces una mezcolanza de estudiantes, curiosos y especialistas que difícilmente podrán ser satisfechos a partes iguales, sin que ningunos de estos grupos tan heterogéneos se sienta decepcionado.

 

7. Aspectos prácticos. Por lo que respecta al ámbito de lo que Haensch[21] denomina como “aspectos prácticos de la elaboración de los diccionarios”, estos diccionarios adolecen de unos criterios básicos, entre los que destacaría la estructuración de la información contenida, que a veces constituye verdaderos cajones de sastre, en donde la disposición de la información parece fruto del azar y la casuística.

    

En definitiva, el común denominador de cada una de estas obras no es sino la carencia de un esquema prefijado de la planta del diccionario, lo que conlleva esta serie de deficiencias referidas. Resultado de este hecho son las numerosas irregularidades del diccionario entre las que se podría destacar la falta de un prólogo o prefacio más amplio donde se explicaran las peculiaridades de la obra. La ausencia de estas especificaciones necesarias en toda obra lexicográfica se debe a que la mayoría de estos diccionarios han sido elaborados por especialistas en las materias científicas de la Arqueología, pero no por diestros en las técnicas de elaboración de obras lexicográficas o terminológicas[22].

Las conclusiones son claras: de los siete diccionarios analizados sólo tres de ellos se centran en el léxico de la Arqueología; de esas tres obras específicas de la Arqueología dos de ellas son traducciones; de esas dos traducciones una de ellas, la italiana, apenas se puede decir que sea un verdadero repertorio léxico, y la inglesa es una traducción que data de 1976.  El único diccionario que presenta una mayor coherencia y rigidez  es el Diccionario de Arqueología coordinado por Alcina, pues está concebido desde unos criterios conceptuales y lexicográficos previos y consistentes, que hacen de ella la mejor obra de referencia dentro de la lexicografía especializada de esta disciplina.

 

4. Bibliografía

 

AHUMADA, I., “Diccionario de especialidad en los siglos XVIII, XIX, y XX”, en Cinco siglos de lexicografía del español, IV Seminario de Lexicografía hispánica, Universidad de Jaén, Jaén, 1999, pp. 79-99.

 

ALCINA FRANCH, J., Arqueólogos o anticuarios, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1995.

 

BÁDENAS, P., y OLMOS, R., “La nomenclatura griega de los vasos griegos en castellano. Propuestas de uso y normalización”, en Archivo español de Arqueología AespA, 61, 1988, pp. 61-79.

 

CLARKE, D.L., Arqueología Analítica, Bellaterra, Barcelona, 1984.

 

DANIEL, G., Historia de la Arqueología. De los anticuarios a V. Gordon Childe, Alianza, Madrid, 1996.

 

DE LAET, S. J., “Prehistoria y Arqueología”, en Corrientes de la investigación en ciencias sociales (M. Freedman, S. J. De Laet y G. Barraclough), Tecnos/Unesco, Madrid, 1981,  pp. 233-292.

 

ESTÉVEZ, J., GASULL, P., LLUL, V., SANAHUJA, M.E., y VILA, A., “Arqueología como Arqueología. Propuesta para una terminología operativa”, en Jornadas de metodología de investigación prehistórica,  Madrid, 1984, pp. 21-28.

 

HAENSCH, G., Los diccionarios del español en el umbral del siglo XXI, Ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, 1997.

 

MARTÍNEZ, J.M.  y CLOSA, F.,  “L´arqueologia industrial: una visiò a la fi del mil·lenni”, en Revista d´Arqueologia de Ponent, 9, 1999, pp.325-333.

 

SHARER, R. J. y ASHMORE, W., Fundamentals of Archaeology, The Benjamin/Cummings Publishing Company, London, 1979.

 

VICENT, J.M.,  “Fundamentos para una investigación epistemológica sobre la Prehistoria”, en Primeras Jornadas de Metodología de Investigación Prehistórica, Ministerio de Cultura, Madrid, 1984, pp. 71-87.

 

 

Diccionarios de Arqueología

 

AA.VV., Tesauro del Patrimonio Histórico Andaluz (TPHA), Comares, Granada, 1998.

 

ALCINA FRANCH, J., Diccionario de Arqueología, Alianza, Madrid, 1998.

 

BRAY, N. y TRUMP, D., Diccionario de Arqueología, Labor, Barcelona, 1976.

 

BRODICK, M. y MORTON, A.A., Diccionario de Arqueología egipcia, Edimat, Madrid, 2003.

 

BRODICK, M. y MORTON, A.A., Diccionario básico de Arqueología egipcia, Obelisco, Barcelona, 2001.

 

DARVILL. T., The concise Oxford dictionary of Arcahelogy, Oxford University Press, London, 2002.

 

FATÁS, G y BORRÁS, G., Diccionario de términos de Arte y elementos de Arqueología y Numimástica, Zaragoza, 1980.

 

FERNÁNDEZ DISTE, A.A., Diccionario arqueológico, Milor, Salta: Jujuy, 1997.

 

FRANCOVICH, R. y MANACORDA, D. (eds.), Diccionario de Arqueología, Crítica, Barcelona, 2001.

 

GARCIA i MARTÍN, J.M.; LLOPIS i GARCIA, T.M. Diccionari d'arqueologia,  Universitat d'Alacant, Alicante, 2000.

 

GARCIA PETIT, L. [et al.]. Diccionari d'arqueologia, TERMCAT, Centre de Terminología, Barcelona, 2002.

 

MENÉNDEZ, M., JIMENO, P. Y FERNÁNDEZ, V., Diccionario de Prehistoria, Alianza Universidad, Madrid, 1997.

 

MOLLET, J. W., Diccionario de Arte y Arqueología, Edimat, Madrid, 1988.

 

OCAMPO, E., Diccionario de términos artísticos y arqueológicos, Barcelona, 1992.

 

RACHET, G.,

-          Dictionnaire de l'archéologie, Laffont Interforum, París, 1994.

-          Diccionario de civilización egipcia, Larousse editorial, Barcelona, 1995.

 

ROMERO, A. M., Diccionario de termos de arqueoloxia e prehistoria, 1995.

 

SCATAMACHIA, E.B., Diccionario multilingüe de términos relacionados con las industrias líticas,  Instituto panamericano de Geografía e Historia, Méjico.

 

WINCHKLER, G., Terminología del análisis lítico en Arqueología, en http://www.winchkler.com.ar/

 

 

 

 



[1] Apud, G. Daniel, Historia de la Arqueología. De los anticuarios a V. Gordon Childe, Alianza, Madrid, 1996, p. 21.

[2] G. Daniel, op.cit., p. 140.

[3] Esto explicará más adelante el que ciertos diccionarios de Arqueología sean realmente diccionarios de Arte o de Arquitectura.

[4] En esta idea de las cuatro tradiciones disciplinares seguimos a este autor: De Late, “Prehistoria y Arqueología”, en M. Freedman, S. J. De Laet y G. Barraclough, Corrientes de la investigación en ciencias sociales, Tecnos/Unesco, Madrid, 1981,  p. 237.

[5] Sobre los anticuarios más célebres vid. J. Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1995, p. 34.  

[6] S. De Laet, op. cit. p. 238.

[7] R. J. Sharer y W. Ashmore, Fundamentals of Archaeology, The Benjamin/Cummings Publishing Company, London, 1979, p. 11. La traducción es propia.

[8] D. L. Clarke, Arqueología Analítica, Bellaterra, Barcelona, 1984, p. 26.

[9] Estévez et alii, Estévez et alii, “Arqueología como Arqueología. Propuesta para una terminología operativa”, en Jornadas de metodología de investigación prehistórica,  Madrid, 1984, p. 21.

[10] J.M. Martínez y F. Closa, “L´arqueologia industrial: una visiò a la fi del mil·lenni”, en Revista d´Arqueologia de Ponent, 9, 1999, p. 329.

[11] P. Bádenas y R. Olmos, “La nomenclatura griega de los vasos griegos en castellano. Propuestas de uso y normalización”, en Archivo español de Arqueología AespA, 61, 1988, p. 67.

[12] J.M. Vicent, “Fundamentos para una investigación epistemológica sobre la Prehistoria”, en Primeras Jornadas de Metodología de Investigación Prehistórica”, Ministerio de Cultura, Madrid, 1984, p. 71.

[13] Vid. I. Ahumada, “Diccionario de especialidad en los siglos XVIII, XIX, y XX”, en Cinco siglos de lexicografía del español, IV Seminario de Lexicografía hispánica, Universidad de Jaén, Jaén, 1999, p. 80.

[14] G. Haensch, Los diccionarios del español en el umbral del siglo XXI, Ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, 1997, p.237.

[15] G. Winchkler,  Terminología del análisis lítico en Arqueología. Diccionario de uso para la descripción de objetos líticos, publicado en la web: www.winchkler.com.ar Fecha de consulta: Agosto 2002.

[16] M. Brodick y M. Morton, Diccionario básico de Arqueología egipcia, Obelisco, Barcelona, 2001.

[17] Este análisis será objeto de una publicación en ciernes.

[18] R. Francovich y D. Manacorda (eds.), Diccionario de Arqueología, Crítica, Barcelona, 2001, p. IX.

[19] Ibidem, p. XIV.

[20] Una de las características que más destacan los lingüistas sobre el lenguaje científico técnico es la constante renovación y en consecuencia, la consiguiente inestabilidad de su léxico.

[21] Op. cit., pp. 395-535.

[22] Por ello, lo ideal sería la colaboración mutua entre científicos de la lengua y científicos de las diversas materias con el único fin de producir una obra que realmente satisfaga las demandas de la propia ciencia, y sobre todo, de los usuarios.