REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


 

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UN VIAJE

María José Pérez González[1]

 

23 de diciembre de 2005

 

Estoy en la India. Llegamos anteanoche. Ayer volamos de Mumbay a Ahmadabad, en el estado de Gujarat, donde nos encontramos hoy pasando el día. Esta casa se llama Casa Dulce: Madurya Buvan, y está dedicada a la educación de 130 niños (treinta de ellos internos) con algún tipo de retraso o minusvalía psíquica. Esta mañana ha sido una delicia estar con ellos, acariciarles, besarles, sacarles fotos, que les encanta. Una niñita sordomuda se me ha enganchado de tal manera que ya no la he podido soltar en todo el tiempo. Muy cariñosa. He disfrutado mucho con ellos, me he dejado tocar y los he tocado, he jugado….

 

Las hermanas habían preparado una oración con el lema: “You touched me and I have grown”: Me has tocado y he crecido. Esa es la idea. Hay maneras de tocar que nos transforman, que nos cambian, que nos hacen crecer como personas. Dios mío, dame ese toque, en el que tú eres un experto, para tocar con la delicadeza necesaria. Un toque que transforme el corazón…

Por la tarde fuimos a ver el museo y la casa donde vivió Ghandi aquí en Ahmadabad.  Impresiona leer sus palabras escritas en esos paneles, réplica de su puño y letra. Qué criterios y qué ideales tan exigentes tenía. El hablaba de votos, incluyendo muchos más que los religiosos podemos pensar, como por ejemplo, el voto de no saborear la comida, que me ha parecido casi inhumano.

El habla de la necesidad de comer sólo por alimentarse (su expresión es tomar el alimento como quien toma una medicina) y que cualquier cosa de más que comes la estás robando a los pobres. Lo entiendo en el contexto de la miseria de tantos seres de este país. De todo lo que he visto y leído, me ha llegado especialmente una frase, que he copiado y ahora traduzco lo mejor que puedo:

 

Te daré un talismán:

Siempre que dudes o el ego se apodere de ti, aplica el siguiente test: recuerda el rostro de la persona más pobre y débil que hayas visto y pregúntate a ti mismo si el paso que estás pensando  dar le va a servir de algo a él. ¿Ganará algo con ello? ¿Le ayudará a recobrar el control sobre su propio destino? En otras palabras,¿conducirá  a la autonomía de millones de hambrientos y  de personas que carecen espiritualmente de todo? Entonces verás como tu duda y tu ego se desvanecen.

Ghandi

Me parece de una lucidez aplastante. Me ha impresionado también su lucha contra el sistema injusto de castas de los hinduistas por el cual determinadas personas eran/son consideradas intocables. Luchó con todas sus fuerzas contra esto. Estudió las distintas religiones. Dedicaba muchas horas al día a ello, y asegura que ese sistema de castas que segrega a los intocables es una corrupción del hinduismo, no pertenece a su esencia. Era muy respetuoso con todas las religiones.

 

 

 

25 de diciembre de 2005

 

…Estamos en Nadiad. Este lugar me trae recuerdos de la última vez que estuve. Matruchaya significa el cobijo de una madre. Es un orfanato. 75 niños y niñas cuidados y mimados por la Hna. Maria Maya, misionera española que lleva más de cuarenta años en la India. Hace unos años, la policía le trajo un niño encontrado en la basura al dispensario en el que trabajaba. Lo sacó adelante, y siguieron trayéndole niños y niñas abandonados. Ella los tenía en su cama, cuidaba de ellos y salían adelante a pesar de que muchos venían con problemas serios de salud. Hoy he estado un buen rato hablando con ella. Me parece una extraordinaria mujer, porque he visto una humanidad en ella, un cariño por las criaturas acogidas aquí, un sentido común…

Algunos niños y niñas del orfanato sufren enfermedades o defectos congénitos que los hacen desagradables a la vista. Otros, padecen alguna minusvalía psíquica. Tienen uno que nació prematuro y aún es tan pequeñito, mide poco más de un palmo. Impresionan. Me siento llamada a acercarme a ellos, hacerles cosquillas, a jugar con ellos, a besarlos. Son seres desvalidos, pero que aquí aprenden a salir adelante y poder abrirse camino en la vida. Es una gracia de Dios. El día 28 celebrarán el cumpleaños de todos los niños, les hacen una gran fiesta, con regalos, juegos, música… Ya están de preparativos, y ellos ya disfrutan relamiéndose anticipadamente por las tartas de cumpleaños que van a degustar…

 

1 de enero de 2006

¡Qué extraña me resulta esta fecha, ese año nuevo que hoy estrenamos! Y yo lo he comenzado aquí, en Baroda, en la India. Hoy ha sido el primer día de un año que quién sabe qué podrá depararme. Me sé en manos de un Dios que se muere de amor por mí, y eso me hace vivir en una actitud de seguridad y calma absoluta. También es cierto que lo tengo todo: familia, cultura, una Congregación que me respalda…Eso me da una seguridad que muchas criaturas no conocen. Hoy he comenzado el año asistiendo a un parto. Una hermana nuestra del hospital me ha invitado, y me he plantado con mi cámara, en la sala de partos.

La mujer que estaba en la camilla la había visto llegar yo misma, en un rickhsaw con su marido, sus dos hijos pequeños de unos tres o cuatro años, y su hermana. La mujer no se ha quejado en ningún momento, ni ha expresado el más mínimo gesto de dolor en el parto. Le preguntaba a la Hermana comadrona si es que no tenía contracciones, si es que no sufría dolor. Me ha dicho como si nada, que sí había contracciones, que sí había dolor, pero que esa mujer se ganaba la vida de sol a sol en el trabajo duro de la construcción, y que esas mujeres acostumbradas al dolor y al sufrimiento en la vida jamás se quejan.  La he visto desvalida, delgada, muy joven a pesar de los otros críos. Le he dicho que le pregunte cuántos años tiene. La Hermana le ha preguntado, y la mujer se ha encogido de hombros. No lo sabía.

Dios mío, no lo sabía. Contar sus años no sabe y ya sabe que el sudor es una corona grave de sal para el labrador, cantaba el poeta Miguel Hernández en su Oda al niño yuntero.

La criatura tenía una vuelta de cordón, pero gracias al buen hacer de las enfermeras, ha venido a este mundo bien, a pesar del susto inicial, al ver que no respiraba. Era un niño. Uno más de los mil millones de indios que pueblan esta tierra. Bienvenido.

Al final de la mañana hemos salido a ver un palacio y un templo. La doctora Sharma, que lleva muchos años trabajando con nosotras en el Hospital, y nos quiere mucho a las Hermanas,  se ha empeñado en llevarnos, y hemos aceptado con gusto. Un templo hinduista (E.M.E. Temple) que en su diseño recoge elementos de muy distintas confesiones religiosas, buscando expresar la armonía y la tolerancia que la fe ha de aportar a este mundo. Era un lugar lleno de paz, donde apetecía sentarse en el césped de alrededor, o pasear bajo los árboles. Qué gozada.

2 de enero de 2006

Hoy hemos ido a Waghodia. Esperaba este día con mucho interés. Hace dos años estuvimos allá también, y me quedé impresionada por la personalidad y la labor del Padre Alex, el párroco. Hoy vamos  a poner la primera piedra de la Fundación de nuestra comunidad. Del P. Alex, me encanta su mirada. Le brillan los ojos, le centellean. Tienen un color caramelo precioso. Y cómo trata a los niños, con qué cariño. Y qué autoridad tiene sobre ellos. Hoy me contaron que de los árboles frutales que hay en el recinto, jamás le falta una fruta. Los críos saben que si el árbol produce, ellos comerán. Ni siquiera cuando una fruta cae al suelo, se la comen. La recogen y se la llevan al Padre. El P. Alex estaba preocupado por estos críos. Vienen al internado chavales que viven desde 5 a 40 kilómetros de distancia. Las niñas son las que están en peores condiciones. Viven en una clase, sucia y destartalada, a la espera de que  edifiquemos el internado para ellas. Me parece una misión preciosa. El P. Alex nos ha conquistado para esas niñas. Bendito sea. Cuánto ha hecho por este lugar ese hombre. El internado de niños, que ha edificado, es amplio y bonito, bien acondicionado. El Padre ha dejado su vivienda para que las Hermanas se instalen provisionalmente, hasta que esté la nueva casa. El se irá a vivir al internado con los chicos. Un gesto muy bonito por su parte. Además, está haciendo obra en la casa para que las Hermanas encuentren todo más adecuado a sus necesidades comunitarias.

De Waghodia me impresiona todo. La alegría de los chavales, la pobreza de las gentes, la dureza de la vida reflejada allí. Sin embargo, esos niños son afortunados. Tienen la oportunidad de salir adelante en la vida, de estudiar, de que se les preste una atención cuidada…Sin embargo, pequeños como son, viven lejos de su familia. Había una niña enferma hoy. He intentado entenderme con ella pero no he podido. Hna. Benita me ha traducido al gujarati. Tenía fiebre. Estaba liada en su chal y esperando que alguien le trajera un plato de comida. Sin una madre cerca… Ojalá pronto las hermanas puedan hacerse cargo de ellas.

 

5 de enero de 2006

 

Estamos en Manitkbathan, en el estado de Jharkhand. Un viaje largo por la India. El tren salió dos horas más tarde, y en el camino perdimos otras tres horas y media, lo que sumado, nos da un total de 5 horas y media de retraso. Después de dos días de viaje en tren llegamos ayer a Baghalpur a la 1.30h. de la madrugada.

¿Qué decir del viaje? Fue una experiencia nueva para mí. El viaje más largo de mi vida. En el camino, sobre todo, pude constatar la dureza de la vida en estas tierras. Una dureza de la cual los niños y niñas son las principales víctimas. En las paradas en las estaciones, en los paisajes recorridos, siempre se me presentaba la imagen de los niños trabajando, cuidando vacas, en el campo, mendigando, cargando leña, buscando agua, fabricando ladrillos de adobe, vendiendo…

Un niño en una de las estaciones, se coló en nuestro vagón. Posiblemente sea el niño más sucio que he visto en mi vida. Iba desnudo de cintura para arriba y descalzo, con un cabello sucio, enredado, lleno de tierra. Todo él era de color terrizo. Llevaba un trapo sucio en las manos, y entró de rodillas en el vagón, arrastró con su trapo algunas basuras que había en el suelo, y antes de salir, se llevó la mano a la boca y extendió la mano, pidiendo algo a cambio de este pequeño servicio de limpieza. Le dimos unas monedas y algo de comer y desapareció rápidamente.

Dios mío, qué dura es la vida para algunas criaturas de este mundo. Por eso, al llegar aquí, a este internado en un lugar remoto de la India, donde las chicas están atendidas por las hermanas, y los muchachos, en un internado del mismo recinto, por el sacerdote, he de darte gracias por habernos traído hasta aquí.

7 de enero de 2006

La imagen que me queda de este día es la de un niño de pocos años, con un enorme cesto a la cabeza, que va a vender cow dungs. Es un combustible que él mismo ha fabricado con estiércol de vaca, barro y paja. Por cien piezas le van a pagar 10 rupias (unos 20 céntimos de euro). Otra niña, amasando estos excrementos de vaca, no quiso que la fotografiara, y lo entiendo. A lo largo y ancho de la India, se utiliza el excremento de vaca para combustible, y en esta ciudad es muy fácil encontrarlo, ya a la puerta de nuestra casa, puesto a secar, en todas las paredes, en los tejados de las casas, en los troncos de los árboles, en cualquier tapia o rellano lo tienes. Es el reciclaje orgánico. Pero resulta tan desagradable a nuestra vista occidental…

 

Con Hna. Mercy he salido después de comer. Le he pedido que me acompañara a sacar algunas fotografías de los alrededores. Me interesaban las vacas cubiertas con sacos, por el frío. Esta mañana vi una cabra vestida con un jersey, y otra con una camiseta. Las abrigan porque aquí las temperaturas bajan bastante en invierno. Las vacas eran la excusa, pero en realidad, quería sacar a los niños que venden verduras a la orilla de la calle. Les hemos preguntado a dos niñas, pero no han querido, y por supuesto, no las he fotografiado.

Mercy me ha llevado dando una vuelta por calles cercanas a nuestra comunidad, y he podido sacar fotos interesantes, como la del niño con el cesto de cow dungs, o la de los hombres cortando la paja con una extraña máquina, que se han sentido muy contentos con que sacara su foto.

Mercy me ha llevado también a una casita de una familia que conoce. Durante años se ganan la vida lavando y planchando la ropa del obispo, y de distintos sacerdotes de esta ciudad. A dos rupias la pieza. Han sido muy amables y acogedores. En seguida nos han ofrecido un asiento y nos han preguntado si queríamos tomar algo. Le hemos dicho que no, que teníamos prisa, porque debíamos estar de vuelta a las 3.30h. y ya eran las 3,15h.. Era cierto. Yo le he preguntado a Mercy que dónde lavaban la ropa, porque la casa no podía ser más pequeña y allí no se veía ningún lavadero. Me ha explicado que no la lavaban en casa, sino en un estanque cerca de la residencia del obispo. Luego la llevan a casa para planchar. Me han  enseñado la casa. En ella, además de los padres, viven las tres hijas solteras, más un hijo casado con su mujer y dos niños. ¿Dónde? Me preguntaba yo. Me han enseñado una cama, que ocupaba lo ancho y largo del dormitorio. Aquí duermen, juntos. ¡Dios mío!. Arriba había otra habitación. Menos mal. Imagino que para el matrimonio y los niños. Abajo, sólo la habitación y el cuarto para todo, que era en ese momento sala de planchar (por supuesto, con plancha de carbón). La electricidad aquí es un lujo. Y eso que estos son privilegiados.

 

Más momentos del día. Hemos ido a ver el río Ganges, había mucha niebla. Hay un puente de cinco kilómetros que lo atraviesa. Aunque no estamos en época de lluvias, el aspecto es impresionante. Qué será cuando llueve e incluso ese inmenso puente construido en el 2002 se ve desbordado. A lo lejos, hemos divisado un funeral. Estaban a la orilla del río, y se oía el rumor de los cantos fúnebres y la música. Al difunto lo queman y lo dejan en el río (…)

También hemos ido a visitar a las Hermanas de Madre Teresa de Calcuta. Son vecinas nuestras. Tienen un orfanato con veintitantos niños de días o meses. Luego los llevan a Delhi para desde ahí centralizar el tema de adopción. Me han parecido tremendamente acogedoras. Nos han cantado la bienvenida, nos han ofrecido café y pastas, toda la comunidad, formada por siete hermanas, ha salido a saludarnos…Luego hemos subido a ver a los niños. Los tienen muy bien atendidos, realmente. Me llevo buena impresión.

 

10 de enero de 2006

Hna. Madhu ha venido a buscarnos esta mañana a las nueve a Itarsi y hemos salido para Bhopal, y de ahí a Sehore. El camino ha sido muy agradable, hemos ido contemplando todo lo que se ofrecía a nuestra vista. Unos monos se han acercado al coche, y les hemos echado cacahuetes, con lo cual, he podido fotografiarlos muy bien. En Bhopal, hemos ido a ver una enorme mezquita. Todo el barrio musulmán tiene un sello peculiar, en su arquitectura, en la indumentaria de sus gentes…Mañana se celebra una fiesta, llamada Idd, importante para ellos, en recuerdo del sacrificio de Isaac, y estaban preparando todo. Después de descalzarnos a la entrada del patio, hemos ido a la mezquita. Es una gran obra de arte, realmente. Aquí hay muchos musulmanes, quizá más que hindus, nos dicen las Hermanas.

La llegada al colegio ha sido impresionante. Todos los alumnos prácticamente, estaban esperándonos, y los profesores con ellos, además, claro, de las Hermanas. Nos han dado la bienvenida al estilo tradicional de aquí, y luego nos han escoltado hasta la casa de las Hermanas, donde de nuevo se han repetido los gestos de bienvenida. En la capilla, una postulante, ha danzado bellamente expresando así la alegría de la comunidad.

Enseguida  me he enterado de que mañana no había colegio, y he querido coger esa última hora de clase, de 1 a 2 de la tarde, para tomar fotos de las clases. Hna. Lucy, la directora, me ha acompañado. Ha sido bonito pasar por las clases, saludar a los alumnos y profesores en medio de su labor. Una suerte para mí que las clases sean en inglés. Me he podido entender bien con ellos. Son profesores, chicas y chicos bastante jóvenes. (…)Han querido que me sacara una foto con ellos. Muy simpáticos.

Después de comer y el descanso, ha venido un grupo de niños y adolescentes del Movimiento Santa Ana. Nos han dado la bienvenida, han bailado, han compartido un ratillo con nosotras…Son miembros de las únicas 40 familias de católicos de este lugar. Impresiona un poco, la verdad. Al pasar por las clases, he podido ver chicas con velo, alumnos con el cabello cubierto y anudado cerca de la frente (sickhs), dando constancia de distintas confesiones religiosas. Sólo 20 alumnos son cristianos de un total de 1200 que hay en el colegio. Me parece una labor preciosa trabajar en la educación de estos niños y jóvenes. Creo sinceramente que es una semilla de tolerancia para el futuro, en un estado en el que, por increíble que parezca, según la ley, para convertirte al cristianismo necesitas un permiso expreso por escrito de la autoridad pública.

 

13 de enero de 2006

 

Estamos en Kadi, tierra de camellos. Pasan por la carretera a toda hora, tirando carros, con carga, en rebaños…Es una gozada verlos. Esta mañana estuve fotografiando uno que se paró en nuestra puerta. Cogí incluso un primer plano de la cabeza. Una joya de foto, que guardo para enseñar en España.

En Kadi, tenemos dos casas. El día de hoy transcurrió en la residencia de ancianos, y esta noche hemos venido a la segunda comunidad, que es un centro para chicas deficientes. Están las dos en un mismo recinto. Ya van avanzadas las obras para el tercer centro, éste de chicos deficientes. Mayores, como las chicas. Resulta muy reconfortante ver cómo están atendidos y tratados, con qué cuidado y dedicación… Hna. Elsa, que aunque colombiana, está ya adaptada hasta por su aspecto (viste sari) a esta tierra, Es una mujer de una gran personalidad y dirige este centro con gran acierto.

 

En Kadi hay una parroquia muy peculiar. Está dedicada a la Virgen de los Camellos. Fue obra de un jesuita, el P. Gárriz, que anda por aquí desde los 20 años. Tiene una arquitectura al estilo de los templos hinduistas, e incluso por dentro es de esas características. Una joya, desde luego, de mármol y mosaicos coloridos. En la nave central, una imagen de la Virgen y el Niño subidos en un camello. Han buscado la manera de evangelizar con algo que para esta gente fuera significativo, en un intento de inculturar la fe aquí.

14 de enero de 2006

 (…) Aquí en este centro de chicas deficientes ha sido un día precioso. Hoy se celebra en la India la fiesta de las Cometas. Como las chicas no son capaces de hacer volar las cometas, les han comprado globos de gas. He estado con ellas un rato, sacándoles fotos, al igual que por la tarde, en los bailes que han hecho. Luego se las he proyectado, y lo han pasado en grande. Dios mío, cómo se reían. Me alegro de haberles hecho disfrutar tanto. Hoy hace 55 años que las primeras Hermanas de Santa Ana llegaron a la India.

 

 

15 de enero de 2006

 

Estamos en Vijaynagar, en el Internado. Llego a la noche impresionada por el orden, la limpieza y la alegría que reina en este lugar, donde 300 niñas de tribus indígenas (adivasis), procedentes de distintas aldeas vecinas viven, estudian y pasan buena parte de su infancia y adolescencia. De 4 a 18 años. Como era domingo, no vestían el uniforme, sino su traje de estilo indio (churidar). Las Hermanas les han comparado trajes de muy diferentes colores, y la imagen era de una viveza increíble. Han estado jugando esta tarde, y estudiando también un rato. Luego, a la hora de irse a dormir, he pasado por los grandes dormitorios, donde las más pequeñas duermen sobre alfombras. Había un grupito de pequeñas de cuatro años. Me he acercado a una, y al inclinarme sobre ella, veo que se está chupando el dedo, me he sentido conmovida por dentro, y le he dado un beso. Ella retiraba su carita, sorprendida (no es costumbre aquí ese tipo de expresión de cariño), pero yo lo he repetido varias veces, y ya se reía. Luego he besado también a las compañeras cercanas a ella, y re reían extrañadas…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

16 de enero de 2006

Hoy ha sido un día maravilloso. Vijaynagar me ha conquistado. Esta mañana temprano, a las 7, hemos celebrado la Eucaristía en el Internado, con las 300 chicas. Impresionaba verlas, con qué fuerza cantaban, intervenían en la misa, bailaban en distintos momentos…Luego, volvían a su sitio satisfechas, con una sonrisa que era como el cielo, orgullosas de su buen hacer. He tenido la dicha de conocer al P. Larumbe, jesuita de Pamplona, que lleva 26 años en ese lugar y presidía la Eucaristía esta mañana. Se ha quedado a desayunar con nosotras. Oírle hablar era una gozada. Tiene ese hombre una mirada contemplativa. Hablaba de cómo ve a Dios en esta gente, en este lugar, en la belleza de esta naturaleza, en la mazorca que brota de un solo grano…y sobre todo, impresiona cómo ha levantado a esta gente, creyendo en ellos. Decía que esa era la clave. Cuando él llegó le decían: fracasarás como todos los que ya lo intentaron antes que tú. Trabajar con esta gente es muy difícil, son aborígenes, etc…El nos decía: yo no fracasé porque creí en ellos y les transmití la confianza en su propia valía. Nos recitaba una frase de la  Eneida que a él le ayudaba: Possunt, quia posse videntur. Pudieron, porque creyeron que podían. Efectivamente, hoy el Colegio que los jesuitas llevan en este lugar, con profesorado indígena, es el que mejores resultados obtiene de toda la comarca, a pesar de que los alumnos son todos aborígenes.

Y luego, yo misma he comprobado la labor de nuestras Hermanas en el trabajo social en las aldeas, con las mujeres. Dios mío, eso es el Reino de Dios, lo que he visto esta mañana. Mujeres  hasta hace poco totalmente ignoradas en sus casas, ahora han formado una cooperativa, con un sistema de ahorro del que obtienen luego pequeños préstamos para sus necesidades, para poner pequeños negocios…Hemos ido a una de las aldeas y nos hemos reunido con ellas. Daba gloria oírlas. Sentadas en el suelo, les hemos invitado a compartir su experiencia. Cada vez que una quería intervenir, se levantaba, y con toda naturalidad, nos hablaba de cómo había cambiado su vida gracias a la labor de la cooperativa, que una Hermana dirige.

Incluso, las mujeres se defienden mutuamente, cuando alguno de los maridos maltrata a una de ellas. Se plantan todas en la casa, y le advierten que no puede hacer eso…Ellas mismas decían: Antes no era capaz de levantar la voz, ahora, siento que soy una persona, con dignidad, con  derechos, con capacidad para no depender de mi marido. Una de ellas nos ha llevado a su casa, que como todas aquí, es de barro, pero la tenía ordenada y limpia como el oro, aunque no hay agua cerca. Dios mío, qué milagros. Nos ha llevado a una minúscula tienda que ha montado con ayuda de la cooperativa. Se la veía orgullosa de sí misma, de su capacidad, de su iniciativa.

 

21 de enero de 2006

Hemos vuelto de Raidampar y de Deesa. Retomo ahora el diario que dejé aparcado el día 16. Después de una noche de tren, llegamos a Kutch. La comunidad de Raidampar-Kutch es un tanto peculiar porque se trabaja en cooperación con otras cuatro Congregaciones. Cada una se ocupa de  una tarea distinta: Hospital, Residencia y Colegio para niños discapacitados, residencia de ancianos… Las Hermanas de la Congregación tienen encomendadas dos: la promoción social en las aldeas y pueblos más pobres, y la atención a una residencia de ancianos. Luego, las comidas son en un comedor común. De la comida se encargan por meses las distintas comunidades. La Eucaristía la celebran  también todos juntos, en rito siro-malabar, por cierto. Me parece una muestra preciosa de comunión en la diversidad, en este rincón de la India.

 

De Kutch fuimos a Deesa. Allí, de nuevo la fórmula de internado y Colegio (éste de más de 1800 alumnos/as), la volvimos a encontrar. Y yo me enamoré de esas niñas internas. Pobres, pobrísimas, de etnia magirana. Cada ratico suelto que tenía me iba con ellas. 76, de 6 a 18 años. Me rodeaban, y con la ayuda de Hna. Suvas, conseguía entenderme con ellas (no hablan inglés, sino gujarati). Reíamos, cantábamos, les hacía preguntas, ellas me preguntaban a mí…Les gustaba mi color de piel, y yo les decía que en España, a nosotras nos daba por ponernos al sol para adquirir el color de ellas. Me miraban abriendo mucho los ojos. En las aldeas de donde proceden, es tradición lo que aquí se conoce como “child marriage”, matrimonio infantil, o compromiso entre dos familias para que sus hijos se casen en cuanto adquieran la edad para ello (13 ó 14 años, incluso menos). Varias de las niñas pequeñas ya estaban comprometidas, y una, ya más mayor, había tenido el valor de rechazar a su prometido, con el consiguiente problema para ella. Las Hermanas la han acogido en el internado, dándole trabajo para que pudiera independizarse. Dios mío, qué mundos.

De las 76, sólo había una católica. El resto, hinduistas.

Allí celebré mi 39 cumpleaños, dando gracias al Dios que me sigue regalando vida, y me rodea de tanta Vida. El cariño de aquellas chiquillas me ha llenado el corazón de ilusión, de ternura y de felicidad. Gracias, Señor, que nos permites prolongar en nuestras pequeñas manos, tus manos creadoras, que acarician este mundo y lo llenan de calor y de misericordia

 

22 de enero de 2006

 

En Mandal, también hoy ha sido un día delicioso. Hay 91 chicas de etnia gamit en el Internado, de 13 a 18 años, y chapurrean algo de inglés, y he podido estar un rato agradable con ellas. Nos hemos reído, les he preguntado, me han preguntado ellas también cosas… Por la noche, me han querido enseñar a bailar “garbas”, el baile típico de este Estado. Una a mi derecha y otra a mi izquierda, lo han intentado, y  han conseguido que diera unos pasos bastante torpes y elementales, pero ellas se han sentido satisfechas. Yo lo he pasado en grande.

 

23 de enero de 2006

Una mañana preciosa, aquí en Mandal. También ésta es una zona muy muy pobre. El aspecto de la tierra en estos meses en que ya las lluvias quedan lejos, es muy árido. Hemos ido con Hna. Lucy a visitar algunos de los poblados en los que ella trabaja y al ver ese paisaje me acordaba del salmo: Mi carne está sedienta de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. Pero qué tienen los pobres que te dan hasta lo que no tienen.

Dios mío. Te abren su casa y en su sonrisa ves que te han abierto también el corazón. Los jesuitas, que también trabajan aquí, tienen un proyecto para recoger el agua de las lluvias y poder conseguir al menos dos cosechas al año. Eso supondrá una gran mejora para esta gente. Nos dicen las Hermanas que muchos, en lugar de beberse la leche de la vaca, la tienen que vender, porque durante largas temporadas no tienen trabajo y la leche se convierte en la única fuente de ingresos.

 

(…)En una de las casas hemos tenido la suerte de ver cómo tejían una gran alfombra. Seis personas, sentadas en el suelo, trabajaban en la labor manual. Todas mujeres excepto el hombre que dirigía la labor (siempre igual…). Él, mirando el papel en el que estaba el diseño, daba instrucciones a gran velocidad sobre el color del hilo que tenía que utilizar cada una. Iba a un ritmo de vértigo.

También hemos asistido a una tarea de pesca en un riachuelo de aguas sucias. Un grupo de mujeres y chiquillas estaban afanadas en esta labor. Los peces que sacaban no eran mayores que una uña. Y cada vez que metían la red (una especie de tul, unas, un cesto, otras) sacaban sólo seis o siete de estos pececillos. Los poblados que hemos recorrido estaban sobre todo llenos de ancianos y niños. Los adultos andaban por ahí, en alguna que otra faena para sacar adelante la familia. La Hna. Lucy dice que por la tarde es el momento mejor para visitarlos, cuando terminan las labores. Ella va a cada día, reza con ellos, comparte sus preocupaciones, sus dolores y alegrías…

También trabajan las Hermanas en un dispensario.

He estado un rato con ellas mientras pasaban consulta, curaban… Hoy, lunes, estaba lleno de gente. Todos muy pobres. Dios mío, gracias por este pedacito de Reino aquí en Mandal: curar, enseñar, compartir la fe y la vida con tus pobres. ¿Qué más podemos desear?

Por la tarde, hemos ido a visitar a nuestros vecinos jesuitas, y luego a la familia de una Hermana joven, Jyotsna. Es de etnia gamit también. Son aborígenes. Su vivienda, como todas las de aquí, es de bambú y barro, pero amplia y aseada. Allí estaban todos, excepto el padre, que trabaja en el negocio de la caña de azúcar y andaba con el camión por ahí. Ha sido un rato muy agradable con esta gente sencilla y digna.

Luego, de vuelta, he preguntado por Sankita, la niña preciosa a la que ayer estuve sacando fotos. Es la cría más fotogénica que conozco. La Hna. Lucy me ha llevado a su casa, cerca de la comunidad. El abuelo estaba borracho, como parece ser costumbre en él. Sankita, a sus 5 años, ayudaba a su padre, que en ese momento estaba arreglando la verdura para la cena. Me la hubiera comido a besos. Con una sonrisa contagiosa, abría las vainas de guisantes (o algo así), y los dejaba en el plato con todo cuidado. Siento lo del abuelo...

Después de la cena, las chicas han querido presentarnos un programa de bailes, y hemos disfrutado. Yo me he quedado luego un rato más con ellas, charlando, cantando, compartiendo gustos, aficiones, sueños…

 

24 de enero de 2006

 

De Mandal a Shamgaham. Hemos venido este mediodía, y tras la comida me he ido rápidamente a dar una vuelta por el internado. 135 niñas, de 5 a 12 años, y 200 chicos de las mismas edades, ellos al cargo de los Padres Jesuitas. Estaban descansando las chicas. A los chicos les tocaba limpieza, y ahí estaban, dejando el suelo como el oro. Me he asomado a la cocina y había cuatro niñas haciendo “chapatis”, unas tortas de harina que comen aquí en lugar de pan. He disfrutado viéndolas darle forma a la masa que ya tenían cortada. Luego me he subido un rato a descansar, y a la vuelta, ya no estaban. Me he enterado de que habían ido, como cada día,  al río a bañarse, y allá me he ido. Pero ya estaban de vuelta. Cada una traía una gran piedra o varias pequeñas en la cabeza.

Les habían pedido que las trajeran, para colaborar en la edificación del muro que rodea el internado. Como yo llevaba la cámara y quería sacar fotos de ellas dejando los pedruscos en el montón, no he cogido ninguna piedra, pero me he sentido un poco avergonzada de verlas a ellas cargadas y yo no.

Luego he ido a la gran habitación en la que duermen y estudian. Duermen en el suelo, sobre alfombras que recogen de día, y estudian sentadas en el suelo. Iban a ponerse a estudiar, pero no me he resistido a jugar un ratito con ellas al “que te cojo”. El problema es siempre el idioma. Aquí, una nueva etnia aborigen: los dangi. Pero para ese juego tan simple no se necesitaba gran cosa. Nos hemos reído un rato. Luego, ha venido la chica que, con la Hna. Mary se encarga de ellas, y se ha acabado el juego. Había que estudiar. Se han sentado tan formales.

 

Aquí las Hermanas no tienen  casa, viven en la escuela de los jesuitas, que está junto al Internado. Llevamos 11 años en esta misión y aún no han podido hacerse la casa. No hay permiso del gobierno para adquirir tierra ni edificar. Es zona protegida, por ser tierra de aborígenes. Así que las Hermanas, para no alejarse de las chicas, duermen en las clases. Una gran clase dividida por cortinas a la antigua usanza es el dormitorio. Otra clase, más pequeña hace de comedor y cocina, otra la capilla, otra el lavadero…Por no dejar a las crías seguimos así año tras año…¿Hasta cuándo? El amor es paciente.

                  

25 de enero de 2006

Hoy, día de la Conversión de San Pablo, el Evangelio nos invitaba: “Id al mundo entero y anunciad la Buena Noticia”. Eso estamos haciendo las Hermanas en este lugar remoto, de colinas y montañas. Con Hna. Niru hemos ido a las aldeas en las que ella trabaja. Una vez más, se nos ha hecho patente que evangelizar es transformar la vida de estas gentes en buena noticia. Hna. Niru, aparte de la labor catequética y pastoral en estos lugares, lleva a cabo una infatigable labor social. Hemos visitado varios de los 18 poblados en los que trabaja. En ellos, se repetía el gesto de alegría y esperanza de estas personas, sobre todo, de las mujeres, siempre postergadas en esta sociedad. Nos han recibido con el color de las flores: guirnaldas y ramos para quienes veníamos de lejos (¿dónde quedará ese lejano país llamado España?) a interesarnos por su situación. Nos han ido contando sus actividades, y nos han llevado a sus casas para que las viéramos: han adquirido aparatos para hacer todo tipo de velas, algunas con formas muy originales. Luego las venden, y obtienen un beneficio que supone gran ayuda a la familia. Además, en muchas de las casas, han aprendido a fabricar abono a partir de material orgánico y lombrices. Lo utilizan en su pequeña parcela, y el resto lo venden. En otro lugar, fabrican tiza para los colegios cercanos. En varios sitios, grupos de mujeres están aprendiendo corte y confección para poder ganarse así la vida, con las máquinas de coser que la Hermana ha adquirido. Todo con la ayuda económica  de la Fundación Juan Bonal. Hna. Niru es admirable. A pesar del riesgo que supone trabajar en esta zona, donde por razones sobre todo políticas, hay mucha hostilidad hacia los cristianos por parte de los hindus, ella no deja de acudir un solo día a los pueblos, ayudando a la gente a que salga de la miseria en la zona más pobre del Gujarat. En los lugares que hemos visitado, he visto una pobreza absoluta. Ni siguiera agua hay por aquí, lo que impide cultivar fuera de la época de lluvias. Esta labor de promoción social se lleva a cabo con las mujeres indistintamente del credo religioso que profesen. Esto Niru lo tiene muy claro. La Buena Noticia no es sólo para unos pocos, sino para todos.

 

¿Quién le iba a decir a nuestra fundadora,  María Ràfols que doscientos años después, una joven de Ranpada, una de las aldeas perdidas donde hemos estado, iba a ser Hermana de Santa Ana? Shakuntala, una novicia de esta Provincia que está estos días de vacaciones con sus padres nos recibe en su aldea, donde se está llevando a cabo uno de los proyectos, y nos invita a su casa. Son gente sencilla, sencillísima. Su madre está en la puerta de la casa lavando una vaca. Rápidamente se enjuaga las manos. Shakuntala se apresura a alargarle una pastilla de jabón, se lava y se seca para saludarnos cariñosamente. Luego, no nos deja ir así sin más. Entra en la casa y nos sale con una enorme bolsa de cacahuetes de su cosecha, aún sin tostar, que nos llevamos en el Jeep. Los pobres de Dios.

De Shamgaham vamos a Saputara. Es un lugar precioso en la montaña. Allí hemos hecho recientemente un colegio y un internado para niñas y niños. Los han ido cogiendo desde preescolar. Ahora está ya en tercero de primaria. Hace tres años que se abrió y ya hay un grupo de 80 internos. Nos reciben en la puerta, cantando a pleno pulmón: “Every person is a gift of God”. (Cada persona es un regalo de Dios). Y ya, sólo con eso, nos tienen en el bolsillo. La gran mayoría son aborígenes, niños pobres de las aldeas, que conviven con otros niños, una minoría, de gente acomodada de esta zona que está comenzando a ser un lugar turístico. De igual a igual. La educación es en inglés y eso va a abrirles muchas puertas en el futuro.

26 de enero de 2006

No puedo evitarlo. Los niños tienen un magnetismo que me atrae sin remedio. Me escapo a verlos cada vez que puedo. Antes de desayunar, cuando salíamos de la capilla, he oído cantar. He ido corriendo hacia el internado, que es toda una parte de la Casa. Estaban en la oración de la mañana. Ya habían terminado el canto, y seguían con una oración recitada. Un niño decía una frase y los demás la repetían. Daban gracias a Dios por la vida, por todo lo  que tenían, pedían por las Hermanas, por sus padres y profesores…Y terminaban con la frase: Todo esto te lo pedimos en el nombre de Nuestro Señor. No nombran a Jesucristo. Aquí hay niños católicos y niños hinduistas rezando, viviendo, jugando, aprendiendo juntos. Dios es Dios de todos, amigo de todos.

26 de enero, Día de la República. Lo celebramos aquí en el colegio de Saputara. Los niños tienen hoy un acto especial llamado Flag hoisting, izada de bandera. Es un acto en el que hay pequeños

ejercicios ante la bandera, discursos, himnos… En su intervención, el invitado de honor, el Padre Jesuita Isaac, de Shamgaham,  les recuerda las palabras de Kennedy: Pregúntate no tanto qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país.

Revil, un precioso niño de 8 años me ha venido esta tarde con un regalo. Me había escrito en una hoja de su cuaderno la letra de la canción de bienvenida que nos cantaron ayer y que le dije que me había gustado tanto. ¿Cómo no va uno a enamorarse de estas criaturas?

31 de enero de 2006

 

Esta madrugada a las 3.30h. hemos regresado de Jodhpur, en el estado de Rajastan. Me siento ahora a retomar el diario que dejé el día 28. Jodhpur ya lo conocía, pero las Hermanas ahora se han trasladado a la nueva casa (vivían en una de alquiler) y los alumnos ya tienen nuevo colegio. En una ciudad de casi tres millones de habitantes, sólo hay dos parroquias católicas, una de ellas recién abierta junto a nuestra casa. Es una zona donde la evangelización es muy difícil y peligrosa. El colegio es un medio muy apto para ello, y las Hermanas lo saben.

En el colegio están aún de obras. Siempre me sorprende ver a la mujer india trabajando en la construcción. Más aún, porque trabajan con sari, pero es que además, en Rajastan, la mujer nunca se quita de encima sus “joyas”, su preciosa dote, y trabajan con las pulseras, pendientes y collares regalo de boda de la familia del marido. Sorprende verlas en los trabajos más humildes con todo ese cargamento a cuestas.  Y junto a las joyas, los hijos pequeños. Las familias enteras se trasladan a vivir junto a las obras, allí montan sus chabolas con materiales de la construcción y plásticos, para dormir bajo ese resguardo. Y a la obra se llevan los niños. Allí los tienen, en el montón de arena, a veces les hacen un sombraje, y las criaturas pasan el día cerca de sus madres. Así encontré a este niño, llorando, mirando hacia el andamio de palos que rodea al colegio. Me acerqué para consolarlo, pero mi presencia no le resultaba familiar, y mis extrañas palabras no lograron calmar su angustia. La madre se presentó en seguida, y lo tomó en brazos, y subió con él al piso donde estaban llevando a cabo las obras…

Me resulta muy fácil contactar aquí con la gente, sobre todo con los niños y las mujeres. Estuvimos en un solar de las afueras en el que está proyectado construir una residencia de ancianos. Mientras el constructor medía el campo, me escabullí y salí del recinto para ver el ambientillo del barrio. Había un grupito de varias mujeres jóvenes sentadas al sol a la puerta de una casa, con un niño. Me acerqué a ellas, y dirigiéndome al niño chapurreé las palabras en hindi que había aprendido para preguntar el nombre a alguien. En seguida me gané la sonrisa de todas ellas. Empezaron a  hablarme en su lengua. Yo admiré sus “joyas”, les saqué fotos... Una de ellas llamó a su hijo más mayorcito para que viniera corriendo. English, English, repetía, dando a entender que el hijo sabía inglés. El muchachito vino y con la mayor naturalidad, me hizo algunas preguntas en un inglés difícilmente comprensible. Pero fue suficiente para entablar contacto. Dios mío, que sencillez y simpatía la de esta gente. Cuando terminaron los que medían el campo, Hna. Josefina me gritó desde allá: ¿Vienes o te dejamos aquí con ellas? De verdad, que me hubiera quedado de buena gana más rato. No hace falta nada, ni siquiera hablar. Es el intercambio de gestos y sonrisas.

Y Dios sigue atrayéndome el corazón con una fuerza extraordinaria. Siento su beso y su peso sobre mí. Esta certeza hace que busque quedarme a solas con él, como una necesidad de intimidad mayor. Pero se me revela con la misma fuerza en la gente, en los pequeños, en los pobres, en los sencillos…No hay barreras ni límites a su Presencia.

 

2 de febrero de 2006

Hemos vuelto de Bhavnagar, donde hemos estado dos días. En ese lugar las Hermanas trabajan en una leprosería del gobierno a las afueras, aunque también han abierto recientemente un dispensario propio junto a la nueva casa de la comunidad, en un barrio pobre de la ciudad.

Por primera vez desde que llegué a India, me he atrevido a salir sola de casa, y a caminar por las calles cercanas a nuestra casa. He sentido verdadera emoción. La primera vez, teñida con bastante temor a lo desconocido. En un barrio que no conozco, entre gente de una lengua que no hablo, con un aspecto tan distinto a ellos…Caminaba temerosa, pero sentía la adrenalina de quien hace algo con lo que está vibrando intensamente. Era una decisión  que había tomado por fin. Salir acompañada no tiene gracia. Lo bonito es contactar directamente con la gente. Sentir la impotencia de la lengua, pero a la vez, la importancia de los gestos. Vencer el miedo a lo desconocido y confiar en las personas. La primera salida fue un éxito sólo parcial. Notaba sobre mí la mirada de todos en la calle, sobre todo de los hombres. Era la hora del mediodía. Los chicos salían del cole. Los que van, claro, porque hay un grupito de ellos en el barrio que por su aspecto intuyo que no van al colegio: sucios, sin uniforme (aquí es reglamentario en absolutamente todos los colegios).

 

Oía palabras a mis espaldas, comentarios, intentos de llamar la atención por parte de los hombres. Las mujeres y los niños no suponen ninguna dificultad. Pronto entablé “diálogo” un grupito de niños y unas mujeres que vendían verdura. Yo les hacía fotos, ellos se reían…En seguida llegaron varios varones, queriendo imponerse. Quizá fuera mi miedo el que me hizo proyectar cierta hostilidad en sus palabras y gestos. A ellos los había ignorado, y de pronto estaba divirtiéndome con las mujeres y los niños. Venían a ver qué risas y qué jaleo era ese. En seguida, las preguntas exigentes y enérgicas: Which country? Which country? Les hubiera contestado: A ti qué te importa, yo no te he llamado a ti, ni te he ido a buscar. Pero bueno, educadamente, contesté Spain. Consiguieron que me pusiera nerviosa y me escabullí en seguida.

Esta mañana lo he vuelto a intentar, y he sido más espabilada. Me he ido por otra calle, aunque los niños ya me habían  visto salir de casa, y vinieron detrás de mí, rápidamente. Caminando con ellos por la calle, me siento segura y acompañada. Apenas había caminado veinte pasos, y ellos mismos me avisaron de que me llamaban desde la ventana de una de las casitas. Era una mujer. Me han llevado hasta la entrada de la casa, por el otro lado de la calle, y la mujer estaba en la puerta. Me mostraba algo, una especie de punta de taladro. Yo no la entendía. Me ha invitado a descalzarme y entrar en la vivienda. Era un taller en el que trabajaban un grupo de mujeres. Me ha encantado el gesto y la hospitalidad. Me han ofrecido de beber, me han hecho sentaren el suelo, a una de la mesas circulares en las que trabajaban. Son gestos que emocionan. No me habían visto en la vida, y allí estaba yo, con ellas, mientras los chiquillos se amontonaban en la puerta. Después de un ratito, en el que no he podido intercambiar con ellas más que las tres frasecitas que conozco en gujarati, me he despedido y he salido a la calle, para continuar mi peregrinación de la mano de los niños.

Siempre he sentido pasión por los ellos, pero en este viaje estoy disfrutando de manera  especial. También esta mañana, después de visitar la leprosería, hemos ido a dar una vuelta por la ciudad, y hemos entrado en un museo. Todos los rótulos estaban en gujarati, y no en inglés. Por supuesto, las hermanas conocen ambas lenguas, pero he tenido una suerte especial. Cuatro chiquillos han llegado y se me han acercado. El verme con la cámara, siempre es algo que atrae a los niños. Les he sacado una foto, y ya no se han despegado de mí. Por suerte, el mayorcito, de unos trece años, sabía bastante bien inglés. Y he tenido la suerte de que ha sido mi “guía”. He visto el museo a través de sus ojos, y siguiendo sus explicaciones. Una verdadera gozada.

De la leprosería, ¿qué contar? Es un lugar en el que se respira el dolor y el gozo. Dolor por la enfermedad, y gozo por el cariño que reciben de las Hermanas. Por eso, la mayoría de los rostros, reflejan una luz y alegría que conmueve.

5 de febrero de 2006

Después de 20 horas de viaje en tren y 6 en jeep llegamos a Motinala (estado de Madhya Pradesh), este lugar remoto, donde nuestra misión tiene un nombre muy apropiado: Jungle Hospital, hospital de la Jungla. A la puerta de la casa de las Hermanas venía el tigre a beber en los comienzos de esta misión, de comienzos de los años 80. Todavía, en los campos, tienen que montar guardia para que los monos y los jabalíes no se coman la cosecha.

Ha sido muy bonito compartir la Eucaristía de este domingo con un grupo de cristianos, pocos, unos 60, que han llegado hasta aquí, la mayoría caminando varios kilómetros. Después de una hora de Adoración ante el Santísimo, hemos celebrado la Eucaristía.

La misión de las Hermanas aquí es el cuidado de las chicas de un internado propiedad de la diócesis, la atención del hospital y la labor social y evangelizadora en las aldeas de la zona, de población aborigen.

Visitar el pequeño hospital ha sido un momento impactante para mí. Un hombre estaba ingresado, muy grave, con tuberculosis. Su mujer, impotente, estaba sentada a su vera. Al entrar, le he cogido la mano, para consolarla. Ella  me ha dirigido unas palabras en hindi que la Hermana Mary me ha traducido: “Reza tú para que mi marido se cure, y se curará.” Dios mío, hoy en el Evangelio, se nos leía el pasaje en el que Jesús cura a la suegra de Pedro tomándola de la mano… Pero yo no soy el Señor. Me he sentido conmovida. Le he apretado fuertemente la mano y le he dicho que rezaría. Pero no sé lo grande que es mi fe… Ella estaba muy triste porque estaba sola ante la muerte de su marido. Su único hijo se había quedado en el poblado donde vivían, y ella estaba con la preocupación de qué haría si su marido llegaba a morir…Pobre gente.

Junto al Hospital, están las pocas casas del poblado de Motinala, y una comisaría de policía. La hermana Mary me ha comentado lo mal que lo pasan cuando interrogan a los detenidos al aire libre, al sol, por el frío. Desde el hospital se oye cómo les golpean sin compasión cuando no responden como ellos quieren…

Pido a Mary que me acompañe a visitar algunas de las casas del pueblo. Cada vez me resulta más natural y más sencillo el contacto con estas gentes. La mayoría de las casas sólo tienen la cocina de leña, negra negrísima, y otra habitación para todo… pero la gente me recibe con los brazos abiertos.

Después de comer, me escapé un ratito yo sola a visitar las casas…Un hombre venía hacia mí, vestido muy sucia y pobremente. Juntó sus manos para saludar según es costumbre aquí y nuestras miradas se cruzaron. Pude ver tanta paz en sus ojos, tanta simpatía en su sonrisa…Le saludé del mismo modo, y me dije a mí misma que ya estaba reconciliada con los varones de esta tierra, que a veces me parecen un poco prepotentes. Ese hombre los redimía a todos.

 

6 de febrero de 2006

De Motinala hemos venido a Role. Otro lugar tremendamente alejado. El camino ha sido una gozada: ciervos, zorros, monos…hemos disfrutado de la naturaleza en estado salvaje. El paisaje es una preciosidad, obra del mejor Artista. También en Role trabajamos con gente muy pobre de población aborigen. Además del dispensario y el internado, con 95 chicas y niños pequeños (hasta cuarto de primaria), las Hermanas dirigen un colegio de primaria y secundaria.

Hay otro internado para chicos mayores, junto al nuestro, dirigido por un sacerdote diocesano. He tenido ocasión de compartir un rato con él. Es un chico bastante joven, pero entiende mucho de agricultura y ama entrañablemente la misión que desarrolla, a pesar de su dificultad. Con él y varias de las Hermanas hemos ido paseando hasta el río para ver los efectos de las lluvias del monzón en el puente del pueblo. Los troncos que bajan a toda velocidad por al crecida del río taponan el puente, y lo golpean hasta destrozarlo. Entonces, se quedan aislados durante tiempo y tiempo…

Me ha llevado también a ver cómo hacen una casa de adobe. Unos vecinos la estaban empezando a construir. Es una edificación frágil que sólo dura unos nueve años, luego hay que empezar otra…

La electricidad aquí apenas tiene potencia. La bombilla alumbra tan poco como una luz de emergencia. En este lugar una se siente pequeña, tremendamente pequeña. Las noches son estrelladas, en un cielo purísimo. Y brota espontánea de mis labios la alabanza al Creador: qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Otras imágenes de este viaje…

 

 

 

 



[1] Ex alumna de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia. Es religiosa de la Congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana, en la que desempeña el cargo de Secretaria General. Estos fragmentos de su diario recogen diversos momentos de una visita realizada a las comunidades del Norte de la India durante los meses de diciembre de 2005 a febrero de 2006, acompañando a la  Madre General