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FRAGMENTOS
DEL DIARIO DE UN VIAJE
María José Pérez González[1]
23 de diciembre de 2005
Estoy en
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Las hermanas habían preparado
una oración con el lema: “You touched me and I have grown”: Me has tocado y he crecido. Esa es la
idea. Hay maneras de tocar que nos transforman, que nos cambian, que nos
hacen crecer como personas. Dios mío, dame ese toque, en el que tú eres un
experto, para tocar con la delicadeza necesaria. Un toque que transforme el
corazón…
Por la tarde fuimos a ver el
museo y la casa donde vivió Ghandi aquí en Ahmadabad. Impresiona leer sus palabras escritas en
esos paneles, réplica de su puño y letra. Qué criterios y qué ideales tan
exigentes tenía. El hablaba de votos, incluyendo muchos más que los
religiosos podemos pensar, como por ejemplo, el voto de no saborear la
comida, que me ha parecido casi inhumano.
El habla de la necesidad de
comer sólo por alimentarse (su expresión es tomar el alimento como quien toma
una medicina) y que cualquier cosa de más que comes la estás robando a los
pobres. Lo entiendo en el contexto de la miseria de tantos seres de este
país. De todo lo que he visto y leído, me ha llegado especialmente una frase,
que he copiado y ahora traduzco lo mejor que puedo:
Te daré un talismán:
Siempre que dudes o el ego se apodere de ti, aplica el siguiente
test: recuerda el rostro de la persona más pobre y débil que hayas visto y
pregúntate a ti mismo si el paso que estás pensando dar le va a servir de algo a él.
¿Ganará algo con ello? ¿Le ayudará a recobrar el control sobre
su propio destino? En otras palabras,¿conducirá a la autonomía de millones de hambrientos
y de personas que carecen
espiritualmente de todo? Entonces verás como tu duda y tu ego se desvanecen.
Ghandi
Me parece de una lucidez
aplastante. Me ha impresionado también su lucha contra el sistema injusto de
castas de los hinduistas por el cual determinadas personas eran/son
consideradas intocables. Luchó con todas sus fuerzas contra esto. Estudió las
distintas religiones. Dedicaba muchas horas al día a ello, y asegura que ese
sistema de castas que segrega a los intocables es una corrupción del
hinduismo, no pertenece a su esencia. Era muy respetuoso con todas las
religiones.
25 de diciembre de
2005
…Estamos en Nadiad. Este lugar me trae
recuerdos de la última vez que estuve. Matruchaya
significa el cobijo de una madre. Es un orfanato. 75 niños y niñas cuidados y
mimados por
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Algunos niños y niñas del
orfanato sufren enfermedades o defectos congénitos que los hacen
desagradables a la vista. Otros, padecen alguna minusvalía psíquica. Tienen
uno que nació prematuro y aún es tan pequeñito, mide poco más de un palmo.
Impresionan. Me siento llamada a acercarme a ellos, hacerles cosquillas, a
jugar con ellos, a besarlos. Son seres desvalidos, pero que aquí aprenden a
salir adelante y poder abrirse camino en la vida. Es una gracia de Dios. El
día 28 celebrarán el cumpleaños de todos los niños, les hacen una gran
fiesta, con regalos, juegos, música… Ya están de preparativos, y ellos
ya disfrutan relamiéndose anticipadamente por las tartas de cumpleaños que
van a degustar…
1 de enero de 2006
¡Qué extraña me resulta
esta fecha, ese año nuevo que hoy estrenamos! Y yo lo he comenzado aquí, en
Baroda, en
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La mujer que estaba en la
camilla la había visto llegar yo misma, en un rickhsaw con su marido, sus dos hijos pequeños de unos tres o
cuatro años, y su hermana. La mujer no se ha quejado en ningún momento, ni ha
expresado el más mínimo gesto de dolor en el parto. Le preguntaba a
Dios mío, no lo sabía. Contar sus años no sabe y ya sabe que el
sudor es una corona grave de sal para el labrador, cantaba el poeta
Miguel Hernández en su Oda al niño yuntero.
La criatura tenía una vuelta de
cordón, pero gracias al buen hacer de las enfermeras, ha venido a este mundo
bien, a pesar del susto inicial, al ver que no respiraba. Era un niño. Uno
más de los mil millones de indios que pueblan esta tierra. Bienvenido.
Al final de la mañana hemos
salido a ver un palacio y un templo. La doctora Sharma, que lleva muchos años
trabajando con nosotras en el Hospital, y nos quiere mucho a las Hermanas, se ha empeñado en llevarnos, y hemos
aceptado con gusto. Un templo hinduista (E.M.E. Temple) que en su diseño recoge elementos de muy
distintas confesiones religiosas, buscando expresar la armonía y la
tolerancia que la fe ha de aportar a este mundo. Era un lugar lleno de paz, donde
apetecía sentarse en el césped de alrededor, o pasear bajo los árboles. Qué
gozada.
2 de enero de 2006
Hoy hemos ido a Waghodia.
Esperaba este día con mucho interés. Hace dos años estuvimos allá también, y
me quedé impresionada por la personalidad y la labor del Padre Alex, el
párroco. Hoy vamos a poner la primera
piedra de
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De Waghodia me impresiona todo.
La alegría de los chavales, la pobreza de las gentes, la dureza de la vida
reflejada allí. Sin embargo, esos niños son afortunados. Tienen la
oportunidad de salir adelante en la vida, de estudiar, de que se les preste
una atención cuidada…Sin embargo, pequeños como son, viven lejos de su
familia. Había una niña enferma hoy. He intentado entenderme con ella pero no
he podido. Hna. Benita me ha traducido al gujarati. Tenía fiebre. Estaba
liada en su chal y esperando que alguien le trajera un plato de comida. Sin
una madre cerca… Ojalá pronto las hermanas puedan hacerse cargo de
ellas.
5 de enero de 2006
Estamos en Manitkbathan, en el
estado de Jharkhand. Un viaje largo por
¿Qué decir del viaje? Fue
una experiencia nueva para mí. El viaje más largo de mi vida. En el camino,
sobre todo, pude constatar la dureza de la vida en estas tierras. Una dureza
de la cual los niños y niñas son las principales víctimas. En las paradas en
las estaciones, en los paisajes recorridos, siempre se me presentaba la
imagen de los niños trabajando, cuidando vacas, en el campo, mendigando,
cargando leña, buscando agua, fabricando ladrillos de adobe, vendiendo…
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Un niño en una de las
estaciones, se coló en nuestro vagón. Posiblemente sea el niño más sucio que
he visto en mi vida. Iba desnudo de cintura para arriba y descalzo, con un
cabello sucio, enredado, lleno de tierra. Todo él era de color terrizo.
Llevaba un trapo sucio en las manos, y entró de rodillas en el vagón,
arrastró con su trapo algunas basuras que había en el suelo, y antes de
salir, se llevó la mano a la boca y extendió la mano, pidiendo algo a cambio
de este pequeño servicio de limpieza. Le dimos unas monedas y algo de comer y
desapareció rápidamente.
Dios mío, qué dura es la vida
para algunas criaturas de este mundo. Por eso, al llegar aquí, a este
internado en un lugar remoto de
7 de enero de 2006
La imagen que me queda de este
día es la de un niño de pocos años, con un enorme cesto a la cabeza, que va a
vender cow dungs. Es un combustible
que él mismo ha fabricado con estiércol de vaca, barro y paja. Por cien
piezas le van a pagar 10 rupias (unos 20 céntimos de euro). Otra niña,
amasando estos excrementos de vaca, no quiso que la fotografiara, y lo
entiendo. A lo largo y ancho de
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Con Hna. Mercy he salido después
de comer. Le he pedido que me acompañara a sacar algunas fotografías de los
alrededores. Me interesaban las vacas cubiertas con sacos, por el frío. Esta
mañana vi una cabra vestida con un
jersey, y otra con una camiseta. Las abrigan porque aquí las temperaturas
bajan bastante en invierno. Las vacas eran la excusa, pero en realidad,
quería sacar a los niños que venden verduras a la orilla de la calle. Les
hemos preguntado a dos niñas, pero no han querido, y por supuesto, no las he
fotografiado.
Mercy me ha llevado dando una
vuelta por calles cercanas a nuestra comunidad, y he podido sacar fotos
interesantes, como la del niño con el cesto de cow dungs, o la de los hombres cortando la paja con una extraña
máquina, que se han sentido muy contentos con que sacara su foto.
Mercy me ha llevado también a
una casita de una familia que conoce. Durante años se ganan la vida lavando y
planchando la ropa del obispo, y de distintos sacerdotes de esta ciudad. A
dos rupias la pieza. Han sido muy amables y acogedores. En seguida nos han
ofrecido un asiento y nos han preguntado si queríamos tomar algo. Le hemos
dicho que no, que teníamos prisa, porque debíamos estar de vuelta a las
3.30h. y ya eran las 3,15h.. Era cierto. Yo le he preguntado a Mercy que
dónde lavaban la ropa, porque la casa no podía ser más pequeña y allí no se
veía ningún lavadero. Me ha explicado que no la lavaban en casa, sino en un
estanque cerca de la residencia del obispo. Luego la llevan a casa para
planchar. Me han enseñado la casa. En
ella, además de los padres, viven las tres hijas solteras, más un hijo casado
con su mujer y dos niños. ¿Dónde? Me preguntaba yo. Me han enseñado
una cama, que ocupaba lo ancho y largo del dormitorio. Aquí duermen, juntos.
¡Dios mío!. Arriba había otra habitación. Menos mal. Imagino que para
el matrimonio y los niños. Abajo, sólo la habitación y el cuarto para todo,
que era en ese momento sala de planchar (por supuesto, con plancha de
carbón). La electricidad aquí es un lujo. Y eso que estos son privilegiados.
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Más momentos del día. Hemos ido
a ver el río Ganges, había mucha niebla. Hay un puente de cinco kilómetros
que lo atraviesa. Aunque no estamos en época de lluvias, el aspecto es
impresionante. Qué será cuando llueve e incluso ese inmenso puente construido
en el 2002 se ve desbordado. A lo lejos, hemos divisado un funeral. Estaban a
la orilla del río, y se oía el rumor de los cantos fúnebres y la música. Al
difunto lo queman y lo dejan en el río (…)
También hemos ido a visitar a
las Hermanas de Madre Teresa de Calcuta. Son vecinas nuestras. Tienen un
orfanato con veintitantos niños de días o meses. Luego los llevan a Delhi
para desde ahí centralizar el tema de adopción. Me han parecido tremendamente
acogedoras. Nos han cantado la bienvenida, nos han ofrecido café y pastas,
toda la comunidad, formada por siete hermanas, ha salido a
saludarnos…Luego hemos subido a ver a los niños. Los tienen muy bien atendidos,
realmente. Me llevo buena impresión.
10 de enero de 2006
Hna. Madhu ha venido a buscarnos
esta mañana a las nueve a Itarsi y hemos salido para Bhopal, y de ahí a
Sehore. El camino ha sido muy agradable, hemos ido contemplando todo lo que
se ofrecía a nuestra vista. Unos monos se han acercado al coche, y les hemos
echado cacahuetes, con lo cual, he podido fotografiarlos muy bien. En Bhopal,
hemos ido a ver una enorme mezquita. Todo el barrio musulmán tiene un sello
peculiar, en su arquitectura, en la indumentaria de sus gentes…Mañana
se celebra una fiesta, llamada Idd,
importante para ellos, en recuerdo del sacrificio de Isaac, y estaban
preparando todo. Después de descalzarnos a la entrada del patio, hemos ido a
la mezquita. Es una gran obra de arte, realmente. Aquí hay muchos musulmanes,
quizá más que hindus, nos dicen las Hermanas.
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La llegada al colegio ha sido
impresionante. Todos los alumnos prácticamente, estaban esperándonos, y los
profesores con ellos, además, claro, de las Hermanas. Nos han dado la
bienvenida al estilo tradicional de aquí, y luego nos han escoltado hasta la
casa de las Hermanas, donde de nuevo se han repetido los gestos de
bienvenida. En la capilla, una postulante, ha danzado bellamente expresando
así la alegría de la comunidad.
Enseguida me he enterado de que mañana no había
colegio, y he querido coger esa última hora de clase, de
Después de comer y el descanso,
ha venido un grupo de niños y adolescentes del Movimiento Santa Ana. Nos han
dado la bienvenida, han bailado, han compartido un ratillo con
nosotras…Son miembros de las únicas 40 familias de católicos de este
lugar. Impresiona un poco, la verdad. Al pasar por las clases, he podido ver
chicas con velo, alumnos con el cabello cubierto y anudado cerca de la frente
(sickhs), dando constancia de distintas confesiones religiosas. Sólo 20
alumnos son cristianos de un total de 1200 que hay en el colegio. Me parece
una labor preciosa trabajar en la educación de estos niños y jóvenes. Creo
sinceramente que es una semilla de tolerancia para el futuro, en un estado en
el que, por increíble que parezca, según la ley, para convertirte al cristianismo
necesitas un permiso expreso por escrito de la autoridad pública.
13 de enero de 2006
Estamos en Kadi, tierra de
camellos. Pasan por la carretera a toda hora, tirando carros, con carga, en
rebaños…Es una gozada verlos. Esta mañana estuve fotografiando uno que
se paró en nuestra puerta. Cogí incluso un primer plano de la cabeza. Una
joya de foto, que guardo para enseñar en España.
En Kadi, tenemos dos casas. El
día de hoy transcurrió en la residencia de ancianos, y esta noche hemos
venido a la segunda comunidad, que es un centro para chicas deficientes.
Están las dos en un mismo recinto. Ya van avanzadas las obras para el tercer
centro, éste de chicos deficientes. Mayores, como las chicas. Resulta muy
reconfortante ver cómo están atendidos y tratados, con qué cuidado y
dedicación… Hna. Elsa, que aunque colombiana, está ya adaptada hasta
por su aspecto (viste sari) a esta tierra, Es una mujer de una gran
personalidad y dirige este centro con gran acierto.
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En Kadi hay una parroquia muy
peculiar. Está dedicada a
14 de enero de 2006
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(…) Aquí en este centro de chicas
deficientes ha sido un día precioso. Hoy se celebra en
15 de enero de 2006
Estamos en Vijaynagar, en el
Internado. Llego a la noche impresionada por el orden, la limpieza y la
alegría que reina en este lugar, donde 300 niñas de tribus indígenas
(adivasis), procedentes de distintas aldeas vecinas viven, estudian y pasan
buena parte de su infancia y adolescencia. De
16 de enero de
2006
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Hoy ha sido un día maravilloso. Vijaynagar me ha
conquistado. Esta mañana temprano, a las 7, hemos celebrado
Y luego, yo misma he comprobado la labor de
nuestras Hermanas en el trabajo social en las aldeas, con las mujeres. Dios
mío, eso es el Reino de Dios, lo que he visto esta mañana. Mujeres hasta hace poco totalmente ignoradas en sus
casas, ahora han formado una cooperativa, con un sistema de ahorro del que
obtienen luego pequeños préstamos para sus necesidades, para poner pequeños
negocios…Hemos ido a una de las aldeas y nos hemos reunido con ellas.
Daba gloria oírlas. Sentadas en el suelo, les hemos invitado a compartir su
experiencia. Cada vez que una quería intervenir, se levantaba, y con toda
naturalidad, nos hablaba de cómo había cambiado su vida gracias a la labor de
la cooperativa, que una Hermana dirige.
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Incluso, las mujeres se defienden mutuamente,
cuando alguno de los maridos maltrata a una de ellas. Se plantan todas en la
casa, y le advierten que no puede hacer eso…Ellas mismas decían: Antes no era capaz de levantar la voz,
ahora, siento que soy una persona, con dignidad, con derechos, con capacidad para no depender de
mi marido. Una de ellas nos ha llevado a su casa, que como todas aquí, es
de barro, pero la tenía ordenada y limpia como el oro, aunque no hay agua
cerca. Dios mío, qué milagros. Nos ha llevado a una minúscula tienda que ha
montado con ayuda de la cooperativa. Se la veía orgullosa de sí misma, de su
capacidad, de su iniciativa.
21 de enero de 2006
Hemos vuelto de Raidampar y de
Deesa. Retomo ahora el diario que dejé aparcado el día 16. Después de una
noche de tren, llegamos a Kutch. La comunidad de Raidampar-Kutch es un tanto
peculiar porque se trabaja en cooperación con otras cuatro Congregaciones.
Cada una se ocupa de una tarea
distinta: Hospital, Residencia y Colegio para niños discapacitados,
residencia de ancianos… Las Hermanas de
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De Kutch fuimos a Deesa. Allí,
de nuevo la fórmula de internado y Colegio (éste de más de 1800 alumnos/as),
la volvimos a encontrar. Y yo me enamoré de esas niñas internas. Pobres,
pobrísimas, de etnia magirana. Cada
ratico suelto que tenía me iba con ellas. 76, de
De las 76, sólo había una
católica. El resto, hinduistas.
Allí celebré mi 39 cumpleaños,
dando gracias al Dios que me sigue regalando vida, y me rodea de tanta Vida.
El cariño de aquellas chiquillas me ha llenado el corazón de ilusión, de
ternura y de felicidad. Gracias, Señor, que nos permites prolongar en
nuestras pequeñas manos, tus manos creadoras, que acarician este mundo y lo
llenan de calor y de misericordia
22 de enero de 2006
En Mandal, también hoy ha sido
un día delicioso. Hay 91 chicas de etnia gamit en el Internado, de
23 de enero de 2006
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Una mañana preciosa, aquí en
Mandal. También ésta es una zona muy muy pobre. El aspecto de la tierra en
estos meses en que ya las lluvias quedan lejos, es muy árido. Hemos ido con
Hna. Lucy a visitar algunos de los poblados en los que ella trabaja y al ver
ese paisaje me acordaba del salmo: Mi
carne está sedienta de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. Pero
qué tienen los pobres que te dan hasta lo que no tienen.
Dios mío. Te abren su casa y en
su sonrisa ves que te han abierto también el corazón. Los jesuitas, que
también trabajan aquí, tienen un proyecto para recoger el agua de las lluvias
y poder conseguir al menos dos cosechas al año. Eso supondrá una gran mejora
para esta gente. Nos dicen las Hermanas que muchos, en lugar de beberse la
leche de la vaca, la tienen que vender, porque durante largas temporadas no
tienen trabajo y la leche se convierte en la única fuente de ingresos.
(…)En una de las casas
hemos tenido la suerte de ver cómo tejían una gran alfombra. Seis personas,
sentadas en el suelo, trabajaban en la labor manual. Todas mujeres excepto el
hombre que dirigía la labor (siempre igual…). Él, mirando el papel en
el que estaba el diseño, daba instrucciones a gran velocidad sobre el color
del hilo que tenía que utilizar cada una. Iba a un ritmo de vértigo.
También hemos asistido a una
tarea de pesca en un riachuelo de aguas sucias. Un grupo de mujeres y
chiquillas estaban afanadas en esta labor. Los peces que sacaban no eran
mayores que una uña. Y cada vez que metían la red (una especie de tul, unas,
un cesto, otras) sacaban sólo seis o siete de estos pececillos. Los poblados
que hemos recorrido estaban sobre todo llenos de ancianos y niños. Los
adultos andaban por ahí, en alguna que otra faena para sacar adelante la
familia.
También trabajan las Hermanas en
un dispensario.
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He estado un rato con ellas
mientras pasaban consulta, curaban… Hoy, lunes, estaba lleno de gente.
Todos muy pobres. Dios mío, gracias por este pedacito de Reino aquí en
Mandal: curar, enseñar, compartir la fe y la vida con tus pobres. ¿Qué
más podemos desear?
Por la tarde, hemos ido a
visitar a nuestros vecinos jesuitas, y luego a la familia de una Hermana
joven, Jyotsna. Es de etnia gamit también. Son aborígenes. Su vivienda, como
todas las de aquí, es de bambú y barro, pero amplia y aseada. Allí estaban
todos, excepto el padre, que trabaja en el negocio de la caña de azúcar y
andaba con el camión por ahí. Ha sido un rato muy agradable con esta gente
sencilla y digna.
Luego, de vuelta, he preguntado
por Sankita, la niña preciosa a la que ayer estuve sacando fotos. Es la cría
más fotogénica que conozco.
Después de la cena, las chicas
han querido presentarnos un programa de bailes, y hemos disfrutado. Yo me he
quedado luego un rato más con ellas, charlando, cantando, compartiendo
gustos, aficiones, sueños…
24 de enero de 2006
De Mandal a Shamgaham. Hemos
venido este mediodía, y tras la comida me he ido rápidamente a dar una vuelta
por el internado. 135 niñas, de
Les habían pedido que las
trajeran, para colaborar en la edificación del muro que rodea el internado.
Como yo llevaba la cámara y quería sacar fotos de ellas dejando los pedruscos
en el montón, no he cogido ninguna piedra, pero me he sentido un poco
avergonzada de verlas a ellas cargadas y yo no.
Luego he ido a la gran
habitación en la que duermen y estudian. Duermen en el suelo, sobre alfombras
que recogen de día, y estudian sentadas en el suelo. Iban a ponerse a
estudiar, pero no me he resistido a jugar un ratito con ellas al “que
te cojo”. El problema es siempre el idioma. Aquí, una nueva etnia
aborigen: los dangi. Pero para ese juego tan simple no se necesitaba gran
cosa. Nos hemos reído un rato. Luego, ha venido la chica que, con
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Aquí las Hermanas no tienen casa, viven en la escuela de los jesuitas,
que está junto al Internado. Llevamos 11 años en esta misión y aún no han
podido hacerse la casa. No hay permiso del gobierno para adquirir tierra ni
edificar. Es zona protegida, por ser tierra de aborígenes. Así que las
Hermanas, para no alejarse de las chicas, duermen en las clases. Una gran
clase dividida por cortinas a la antigua usanza es el dormitorio. Otra clase,
más pequeña hace de comedor y cocina, otra la capilla, otra el
lavadero…Por no dejar a las crías seguimos así año tras
año…¿Hasta cuándo? El amor es paciente.
25 de enero de 2006
Hoy, día de
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¿Quién le iba a decir a
nuestra fundadora, María Ràfols que
doscientos años después, una joven de Ranpada, una de las aldeas perdidas
donde hemos estado, iba a ser Hermana de Santa Ana? Shakuntala, una novicia
de esta Provincia que está estos días de vacaciones con sus padres nos recibe
en su aldea, donde se está llevando a cabo uno de los proyectos, y nos invita
a su casa. Son gente sencilla, sencillísima. Su madre está en la puerta de la
casa lavando una vaca. Rápidamente se enjuaga las manos. Shakuntala se
apresura a alargarle una pastilla de jabón, se lava y se seca para saludarnos
cariñosamente. Luego, no nos deja ir así sin más. Entra en la casa y nos sale
con una enorme bolsa de cacahuetes de su cosecha, aún sin tostar, que nos
llevamos en el Jeep. Los pobres de Dios.
De Shamgaham vamos a Saputara.
Es un lugar precioso en la montaña. Allí hemos hecho recientemente un colegio
y un internado para niñas y niños. Los han ido cogiendo desde preescolar. Ahora
está ya en tercero de primaria. Hace tres años que se abrió y ya hay un grupo
de 80 internos. Nos reciben en la puerta, cantando a pleno pulmón:
“Every person is a gift of God”. (Cada persona es un regalo de
Dios). Y ya, sólo con eso, nos tienen en el bolsillo. La gran mayoría son
aborígenes, niños pobres de las aldeas, que conviven con otros niños, una
minoría, de gente acomodada de esta zona que está comenzando a ser un lugar
turístico. De igual a igual. La educación es en inglés y eso va a abrirles muchas
puertas en el futuro.
26 de enero de 2006
No puedo evitarlo. Los niños
tienen un magnetismo que me atrae sin remedio. Me escapo a verlos cada vez
que puedo. Antes de desayunar, cuando salíamos de la capilla, he oído cantar.
He ido corriendo hacia el internado, que es toda una parte de
26 de enero, Día de
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ejercicios ante la bandera,
discursos, himnos… En su intervención, el invitado de honor, el Padre
Jesuita Isaac, de Shamgaham, les
recuerda las palabras de Kennedy: Pregúntate
no tanto qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu
país.
Revil, un precioso niño de 8
años me ha venido esta tarde con un regalo. Me había escrito en una hoja de
su cuaderno la letra de la canción de bienvenida que nos cantaron ayer y que
le dije que me había gustado tanto. ¿Cómo no va uno a enamorarse de
estas criaturas?
31 de enero de 2006
Esta madrugada a las 3.30h.
hemos regresado de Jodhpur, en el estado de Rajastan. Me siento ahora a
retomar el diario que dejé el día 28. Jodhpur ya lo conocía, pero las
Hermanas ahora se han trasladado a la nueva casa (vivían en una de alquiler)
y los alumnos ya tienen nuevo colegio. En una ciudad de casi tres millones de
habitantes, sólo hay dos parroquias católicas, una de ellas recién abierta
junto a nuestra casa. Es una zona donde la evangelización es muy difícil y
peligrosa. El colegio es un medio muy apto para ello, y las Hermanas lo
saben.
En el colegio están aún de
obras. Siempre me sorprende ver a la mujer india trabajando en la
construcción. Más aún, porque trabajan con sari, pero es que además, en
Rajastan, la mujer nunca se quita de encima sus “joyas”, su
preciosa dote, y trabajan con las pulseras, pendientes y collares regalo de
boda de la familia del marido. Sorprende verlas en los trabajos más humildes
con todo ese cargamento a cuestas. Y
junto a las joyas, los hijos pequeños. Las familias enteras se trasladan a
vivir junto a las obras, allí montan sus chabolas con materiales de la
construcción y plásticos, para dormir bajo ese resguardo. Y a la obra se
llevan los niños. Allí los tienen, en el montón de arena, a veces les hacen
un sombraje, y las criaturas pasan el día cerca de sus madres. Así encontré a
este niño, llorando, mirando hacia el andamio de palos que rodea al colegio.
Me acerqué para consolarlo, pero mi presencia no le resultaba familiar, y mis
extrañas palabras no lograron calmar su angustia. La madre se presentó en
seguida, y lo tomó en brazos, y subió con él al piso donde estaban llevando a
cabo las obras…
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Me resulta muy fácil contactar
aquí con la gente, sobre todo con los niños y las mujeres. Estuvimos en un
solar de las afueras en el que está proyectado construir una residencia de
ancianos. Mientras el constructor medía el campo, me escabullí y salí del
recinto para ver el ambientillo del barrio. Había un grupito de varias
mujeres jóvenes sentadas al sol a la puerta de una casa, con un niño. Me
acerqué a ellas, y dirigiéndome al niño chapurreé las palabras en hindi que
había aprendido para preguntar el nombre a alguien. En seguida me gané la
sonrisa de todas ellas. Empezaron a hablarme
en su lengua. Yo admiré sus “joyas”, les saqué fotos... Una de
ellas llamó a su hijo más mayorcito para que viniera corriendo. English, English, repetía, dando a entender que el hijo sabía inglés. El
muchachito vino y con la mayor naturalidad, me hizo algunas preguntas en un
inglés difícilmente comprensible. Pero fue suficiente para entablar contacto.
Dios mío, que sencillez y simpatía la de esta gente. Cuando terminaron los
que medían el campo, Hna. Josefina me gritó desde allá: ¿Vienes o te dejamos aquí con ellas? De verdad, que me
hubiera quedado de buena gana más rato. No hace falta nada, ni siquiera
hablar. Es el intercambio de gestos y sonrisas.
Y Dios sigue atrayéndome el
corazón con una fuerza extraordinaria. Siento su beso y su peso sobre mí.
Esta certeza hace que busque quedarme a solas con él, como una necesidad de
intimidad mayor. Pero se me revela con la misma fuerza en la gente, en los
pequeños, en los pobres, en los sencillos…No hay barreras ni límites a
su Presencia.
2 de febrero de 2006
Hemos vuelto de Bhavnagar, donde
hemos estado dos días. En ese lugar las Hermanas trabajan en una leprosería
del gobierno a las afueras, aunque también han abierto recientemente un
dispensario propio junto a la nueva casa de la comunidad, en un barrio pobre
de la ciudad.
Por primera vez desde que llegué
a India, me he atrevido a salir sola de casa, y a caminar por las calles
cercanas a nuestra casa. He sentido verdadera emoción. La primera vez, teñida
con bastante temor a lo desconocido. En un barrio que no conozco, entre gente
de una lengua que no hablo, con un aspecto tan distinto a
ellos…Caminaba temerosa, pero sentía la adrenalina de quien hace algo
con lo que está vibrando intensamente. Era una decisión que había tomado por fin. Salir acompañada
no tiene gracia. Lo bonito es contactar directamente con la gente. Sentir la
impotencia de la lengua, pero a la vez, la importancia de los gestos. Vencer
el miedo a lo desconocido y confiar en las personas. La primera salida fue un
éxito sólo parcial. Notaba sobre mí la mirada de todos en la calle, sobre
todo de los hombres. Era la hora del mediodía. Los chicos salían del cole.
Los que van, claro, porque hay un grupito de ellos en el barrio que por su
aspecto intuyo que no van al colegio: sucios, sin uniforme (aquí es
reglamentario en absolutamente todos los colegios).
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Oía palabras a mis espaldas,
comentarios, intentos de llamar la atención por parte de los hombres. Las
mujeres y los niños no suponen ninguna dificultad. Pronto entablé
“diálogo” un grupito de niños y unas mujeres que vendían verdura.
Yo les hacía fotos, ellos se reían…En seguida llegaron varios varones,
queriendo imponerse. Quizá fuera mi miedo el que me hizo proyectar cierta
hostilidad en sus palabras y gestos. A ellos los había ignorado, y de pronto
estaba divirtiéndome con las mujeres y los niños. Venían a ver qué risas y
qué jaleo era ese. En seguida, las preguntas exigentes y enérgicas: Which country? Which country? Les
hubiera contestado: A ti qué te
importa, yo no te he llamado a ti, ni te he ido a buscar. Pero bueno,
educadamente, contesté Spain.
Consiguieron que me pusiera nerviosa y me escabullí en seguida.
Esta mañana lo he vuelto a
intentar, y he sido más espabilada. Me he ido por otra calle, aunque los
niños ya me habían visto salir de
casa, y vinieron detrás de mí, rápidamente. Caminando con ellos por la calle,
me siento segura y acompañada. Apenas había caminado veinte pasos, y ellos
mismos me avisaron de que me llamaban desde la ventana de una de las casitas.
Era una mujer. Me han llevado hasta la entrada de la casa, por el otro lado
de la calle, y la mujer estaba en la puerta. Me mostraba algo, una especie de
punta de taladro. Yo no la entendía. Me ha invitado a descalzarme y entrar en
la vivienda. Era un taller en el que trabajaban un grupo de mujeres. Me ha
encantado el gesto y la hospitalidad. Me han ofrecido de beber, me han hecho
sentaren el suelo, a una de la mesas circulares en las que trabajaban. Son
gestos que emocionan. No me habían visto en la vida, y allí estaba yo, con
ellas, mientras los chiquillos se amontonaban en la puerta. Después de un
ratito, en el que no he podido intercambiar con ellas más que las tres
frasecitas que conozco en gujarati, me he despedido y he salido a la calle,
para continuar mi peregrinación de la mano de los niños.
Siempre he sentido pasión por
los ellos, pero en este viaje estoy disfrutando de manera especial. También esta mañana, después de
visitar la leprosería, hemos ido a dar una vuelta por la ciudad, y hemos
entrado en un museo. Todos los rótulos estaban en gujarati, y no en inglés.
Por supuesto, las hermanas conocen ambas lenguas, pero he tenido una suerte
especial. Cuatro chiquillos han llegado y se me han acercado. El verme con la
cámara, siempre es algo que atrae a los niños. Les he sacado una foto, y ya
no se han despegado de mí. Por suerte, el mayorcito, de unos trece años,
sabía bastante bien inglés. Y he tenido la suerte de que ha sido mi
“guía”. He visto el museo a través de sus ojos, y siguiendo sus
explicaciones. Una verdadera gozada.
De la leprosería, ¿qué
contar? Es un lugar en el que se respira el dolor y el gozo. Dolor por la
enfermedad, y gozo por el cariño que reciben de las Hermanas. Por eso, la
mayoría de los rostros, reflejan una luz y alegría que conmueve.
5 de febrero de 2006
Después de 20 horas de viaje en
tren y 6 en jeep llegamos a Motinala (estado de
Madhya Pradesh), este lugar remoto, donde
nuestra misión tiene un nombre muy apropiado: Jungle Hospital, hospital de
Ha sido muy bonito compartir
La misión de las Hermanas aquí
es el cuidado de las chicas de un internado propiedad de la diócesis, la
atención del hospital y la labor social y evangelizadora en las aldeas de la
zona, de población aborigen.
Visitar el pequeño hospital ha
sido un momento impactante para mí. Un hombre estaba ingresado, muy grave,
con tuberculosis. Su mujer, impotente, estaba sentada a su vera. Al entrar,
le he cogido la mano, para consolarla. Ella
me ha dirigido unas palabras en hindi que
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Junto al Hospital, están las
pocas casas del poblado de Motinala, y una comisaría de policía. La hermana
Mary me ha comentado lo mal que lo pasan cuando interrogan a los detenidos al
aire libre, al sol, por el frío. Desde el hospital se oye cómo les golpean
sin compasión cuando no responden como ellos quieren…
Pido a Mary que me acompañe a
visitar algunas de las casas del pueblo. Cada vez me resulta más natural y
más sencillo el contacto con estas gentes. La mayoría de las casas sólo
tienen la cocina de leña, negra negrísima, y otra habitación para todo…
pero la gente me recibe con los brazos abiertos.
Después de comer, me escapé un
ratito yo sola a visitar las casas…Un hombre venía hacia mí, vestido
muy sucia y pobremente. Juntó sus manos para saludar según es costumbre aquí
y nuestras miradas se cruzaron. Pude ver tanta paz en sus ojos, tanta
simpatía en su sonrisa…Le saludé del mismo modo, y me dije a mí misma
que ya estaba reconciliada con los varones de esta tierra, que a veces me
parecen un poco prepotentes. Ese hombre los redimía a todos.
6 de febrero de 2006
De Motinala hemos venido a Role.
Otro lugar tremendamente alejado. El camino ha sido una gozada: ciervos,
zorros, monos…hemos disfrutado de la naturaleza en estado salvaje. El
paisaje es una preciosidad, obra del mejor Artista. También en Role
trabajamos con gente muy pobre de población aborigen. Además del dispensario
y el internado, con 95 chicas y niños pequeños (hasta cuarto de primaria),
las Hermanas dirigen un colegio de primaria y secundaria.
Hay otro internado para chicos
mayores, junto al nuestro, dirigido por un sacerdote diocesano. He tenido
ocasión de compartir un rato con él. Es un chico bastante joven, pero
entiende mucho de agricultura y ama entrañablemente la misión que desarrolla,
a pesar de su dificultad. Con él y varias de las Hermanas hemos ido paseando
hasta el río para ver los efectos de las lluvias del monzón en el puente del
pueblo. Los troncos que bajan a toda velocidad por al crecida del río taponan
el puente, y lo golpean hasta destrozarlo. Entonces, se quedan aislados
durante tiempo y tiempo…
Me ha llevado también a ver cómo
hacen una casa de adobe. Unos vecinos la estaban empezando a construir. Es
una edificación frágil que sólo dura unos nueve años, luego hay que empezar
otra…
La electricidad aquí apenas
tiene potencia. La bombilla alumbra tan poco como una luz de emergencia. En
este lugar una se siente pequeña, tremendamente pequeña. Las noches son
estrelladas, en un cielo purísimo. Y brota espontánea de mis labios la
alabanza al Creador: qué admirable es
tu nombre, Señor, en toda la tierra.
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Otras imágenes de este
viaje…
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[1] Ex alumna de
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