REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


ESTAMBUL, EL PREMIO NOBEL Y EL CERVANTES

PABLO MARTÍN ASUERO

(Director del Instituto Cervantes de Estambul)

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U, Madrid, 2006.

 

 

Para todos nosotros la concesión del premio Nobel a Orhan Pamuk ha sido recibida como una gran noticia, a pesar de la controversia que trajo consigo, ya que la figura de este escritor está inmersa en un movimiento de revisión de la historia de Turquía. Las opiniones de este autor, en el marco de la feria del libro de Fráncfort, en un momento en que el proceso de integración de Turquía en la Unión Europea se consolidaba, no fueron siempre bien comprendidas, en parte por otros intelectuales que tuvieron peor suerte en el pasado.

Se trata, al margen de la perspectiva política, de una excelente noticia porque, por fin, se reconoce el papel de la literatura turca en el panorama internacional, el cual cuenta con otros autores ya consagrados como Yasar Kemal, Nedim Gürsel, Ferid Edgü o Sevgi Özdemir. Y es que Turquía es mucho más que el «döner kebab», el raki, Capadocia, el Gran Bazar o los atardeceres del Cuerno de Oro con los almuédanos llamando a la oración como si fuera un espectáculo de luz y sonido. Este país tiene una cultura y una literatura que merecen la pena ser dadas a conocer desde la poesía mística de Yunus Emre, discípulo de Celaleddin Rumi Mevlana, en la edad media, hasta la actualidad, pasando por Nazim Hikmet, el cual revolucionó la poesía a principios del siglo pasado.

Lo cierto es que la obra de Pamuk nos lleva tanto a ciudades de la Anatolia profunda como Kars, en Nieve, hasta un Estambul que también nosotros conocemos. De hecho, hace tres años invitamos a presentar la edición española de Me llamo Rojo en el Instituto Cervantes de Estambul. Orhan vino acompañado de su traductor al español, Rafael Carpintero, ambos hablaron de la obra y leyeron fragmentos de la misma en turco y español. Fue un gran placer tenerlos entre nosotros, escuchar sus voces y poder acceder a todo ese mundo de los libros iluminados encargados por sultanes y visires, el cual hunde sus raíces en las tradiciones persa e hindú. Aquella tarde se mostró nervioso, un poco huidizo y no demasiado abierto a interpretaciones sobre su obra que se alejaran de la suya. Orhan Pamuk daba la sensación de vivir en su universo literario como muchos otros escritores; de aquel día guardamos como oro en paño el libro y su dedicatoria Sevgili dostum ve ustadim Cervantes için, que en español significa «Para mi querido amigo y maestro Cervantes».

La producción literaria de Orhan Pamuk me recuerda, salvando las distancias, a las del realismo mágico de autores como Alejo Carpentier en El Siglo de las Luces; sin embargo, si bien nosotros estamos familiarizados con el barroquismo de algunos autores hispanoamericanos, no hay un equivalente del barroco literario en Turquía, por lo que algunos de los que han comprado sus libros se desaniman y los abandonan sin poder disfrutar de ellos como se merecen.

El Estambul de Orhan Pamuk trata de una ciudad que también nosotros conocemos, de hecho vive en la calle paralela a la mía en Cihangir, el barrio neolevantino donde residen muchos profesores del Cervantes. Compramos en el mismo Bakkal o colmado y nos cruzamos a menudo por la calle. La sociedad que describe y de la que procede es también la que viene a nuestros cursos, interesada por las novedades de nuestra biblioteca, y la que asiste a nuestras actividades culturales.

Nos alegramos tanto por el escritor como por su traductor, Rafael Carpintero, no hay que olvidar que las primeras obras, como El astrólogo y El sultán de 1996, se tradujeron a partir del inglés.