REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


EL AMOR ME ABSOLVERÁ. La pasión secreta de Fidel Castro en México, de ISABEL CUSTODIO. Plaza y Janés, 2005.

 

Pedro Bosch Giral

(Ateneo Español de México, 10 de enero de 2006)

 

 

Introducción

 

          Cuando Isabel Custodio me propuso que presentara su libro “El amor me absolverá” en el Ateneo Español de México mi respuesta espontánea y automática fue: ¡No! A los dos días la estaba llamando para decirle: ¡Sí!

¡No pero sí! ¿Por qué  no? y luego ¿por qué sí? Pues, por lo mismo y no es que aspire yo a competir con los jesuitas o con Cantinflas, pero a decir verdad los argumentos que presentaré justifican tanto el sí como el no.

          El primero de ellos es que nos une una amistad cómplice y por lo mismo temía yo “no agradar”, “no estar a la altura”. Pero por ese mismo afecto, justo es defender y recomendar este libro que a todas luces me ha parecido, como dice la pasta, un “maravilloso libro”, así, echando el adjetivo con garbo y por delante, como un capote. Y en efecto, se trata de la maravilla, única, del amor a primera vista.

De eso trata… digamos que a primera vista. Y este fue un motivo más para no presentar el libro. Soy poco ducho en amores y peor aún en amores a primera vista, y es más, no, no me gustan las novelitas rosas y menos aún las que protagonizan los personajes históricos pero… el libro de Isabel no es el Hola, el libro de Isabel logra trascender la anécdota sentimental y se adentra no sólo en una descripción del México de los cincuenta, sino en una discusión ideológica sobre la justicia social, sobre lo que es un exilio, trátese de cubanos o de españoles. Mejor aún, narra cómo los exiliados españoles simpatizaron con los cubanos, los apoyaron y a menudo los instruyeron hasta en artes marciales, montando y organizando campos de entrenamiento en la clandestinidad. Fue éste, pues, otro de los motivos por los que sí estoy aquí sentado contándoles lo que descubrí en el libro mientras Isabel nos lo leía en El Paraguas.

 

El Paraguas

          El Paraguas no es un café ni un restorán, el Paraguas está siempre abierto y acoge a todo el que le interese la literatura. Se trata de un grupo de amigos que cobijados debajo de una malla protectora, impermeable a dogmas, a formas, a teorías, escriben con toda frescura. Al Paraguas se arrimó Isabel justo después de que su sede dejara de ser el Ateneo Español de México. En efecto, gracias a la diligencia y a la generosidad de Leonor Sarmiento sesionamos en esta casa durante cerca de un año, de las siete y media a eso de las once, cada dos miércoles. En el Paraguas, Isabel escribió una multitud de cuentos, de cadáveres exquisitos y su novela “Baile de dos gallinas sobre su cascarón”. En el Paraguas cupo la lectura de “El amor me absolverá”, como si fuera un folletín.

Con los pelos de punta, a veces impecablemente pintados de rojo, otras de amarillo, Isabel, ojerosa y pálida, agotada por el trabajo, nos iba leyendo puntualmente, capítulo tras capítulo, uno por semana, esperando recoger nuestros comentarios. Desde luego, la crítica o las correcciones se ponían de lado para saber qué seguía, podía más la curiosidad que el afán perfeccionista de los paragüeros y…. ¿qué mejor recomendación que una historia que atrapa al lector, que intriga, que entretiene? 

 

El exilio

          Isabel Custodio inicia su libro “El amor me absolverá” con la frase “Esta es una historia verdadera, aunque me cueste creer que realmente sucedió…” El libro empieza, pues, con una manifestación de asombro ante lo que la misma autora ha vivido y con sus sentidos ha percibido. Es ese asombro de lo que puede pasar en la vida, en una vida, lo que Isabel nos transmite página tras página. El lector está avisado y a pesar de ello no deja de sorprenderse, línea tras línea.

La historia termina, al cabo de 254 páginas, con una orden contundente “¡No me beses!”. Quién no haya leído el libro tiene con estas dos frases dos anclas. Entre el principio, abierto y prometedor, fantástico,  y el final, cerrado, terrible, iracundo ¿qué pasa? Pues como lo dice el infame título del libro se trata del enamoramiento de Isabel y de Fidel, dos jóvenes que se conocen y se identifican por ser ambos exiliados y por tener convicciones políticas afines. Suena insulso, trillado y aburrido. Y lo es, si el lector no lee entrelíneas.

Los protagonistas son Isabel, refugiada española por un lado, y por otro, un refugiado de la dictadura cubana, Fidel, ambos asilados en México, país generoso sin duda. ¡Ni qué decir que tal condición los hace cómplices y aliados! El entendimiento es inmediato y ante todo natural. Transitan en un medio hostil, perseguidos por las policías de aquí y de allá, es esa tensión la que los lleva al límite de sus convicciones y de sus sentimientos. Es esa tensión lo que hace de esta historia de amor una historia diferente y es esa tensión lo que los obliga a separarse con un irreversible ¡No me beses! Son víctimas de las circunstancias, pero quizá sin tales circunstancias no habría habido romance y menos aún libro.

Estoy convencido de que es el exilio, más que las ideologías o los credos, lo que los une. Los une porque los exiliados viven del mismo modo, independientemente de nacionalidades o credos, porque en el exilio el paisaje y el entorno se niegan y se crean otros ficticios, los añorados, es decir que en el exilio se vive en una burbuja. El exilio es per se una nacionalidad.

Nabokov, hablando de rusos blancos exiliados en París y en Berlín, lo explica desde luego mejor que yo, en su libro de recuerdos “Habla memoria”1:  

Cuando vuelvo la vista atrás para mirar esos años del exilio, me veo a mí mismo, y a miles de rusos más, llevando una existencia peculiar pero en modo alguno desagradable, en medio de la indigencia material y el lujo intelectual, entre extranjeros perfectamente carentes de importancia, espectrales alemanes y franceses en cuyas más o menos ilusorias ciudades nosotros, los emigrados, vivimos de modo fortuito. Aquellos aborígenes eran para el ojo mental tan planos y transparentes como figuras recortadas en papel de celofán…”  y un poco más lejos redondea  “En Berlín y París, las dos capitales del exilio, los rusos formaron colonias compactas, con un coeficiente cultural muy superior a la media de las necesariamente más diluidas comunidades extranjeras en las que se les insertaba.”

¡Cuántos exiliados españoles y cuantos cubanos, gusanos o no, podrían suscribir esta reflexión! Isabel nos lo explica así:

Pertenecer a un exilio hace que se viva en una isla dentro del propio país. En realidad yo no tenía trato con los mexicanos. Eran los que inundaban las calles, pero conocencias, conocencias, no. Primero una escuela francesa, luego la UNAM con mis compañeritas. En casa se seguía viviendo como si estuviéramos en España, y toda la gente que acudía eran extranjeros siempre. Mi contacto con lo de afuera era circunstancial, esporádico y superficial.

Jaime Salinas, hijo del poeta Pedro Salinas, afirma 2:

Yo, personalmente, nunca he dejado de serlo. Sigo sintiéndome exiliado. No sé si mi caso es excepcional o esto le ocurre a la mayoría. Ahora me siento exiliado en España, y me sentí exiliado en los EE. UU. Creo que soy una especie de apátrida y que no puedo ser otra cosa. 

Isabel Custodio por su lado nos lo dice así en El amor me absolverá: 

Me ha parecido oír por allá -se refiere a España- que el pasado no interesa.

A mí, sí.

Siento el desdeño por ser “de afuera”, una intrusa.

Soy de afuera.

He sido de afuera toda mi vida.

 

Y sin embargo, ese ser “de afuera” no le impide comprometerse con los problemas “de adentro”. Con sus amigas instruye, apoya y desde luego adoctrina, según sus propias palabras “marxista-feminista-anárquicamente” a las trabajadoras mexicanas. Isabel Custodio, como tantos otros, por su sólida formación ideológica familiar no logra contenerse y viola así las más elementales reglas de la hospitalidad, es decir, siendo “de afuera” opina y actúa, como lo hizo, toda proporción guardada, el abuelo de Jordi Soler 3 y, digamos que exagerando un muchito, Ramón Mercader. Lo que se le exige a  cualquier exiliado, y eso lo sabemos, es que se porte bien, o sea que no intervenga en política a menos que avale la del país anfitrión. Y… en esos términos, muy mal se portó también Alberto Bayo, coronel republicano español, que se encargó de la instrucción militar de los revolucionarios cubanos. ¡Y Somolinos, el mismo que nos hacía los análisis a todos! Cito:

El doctor Somolinos le preguntaba detalles a Fidel que él explicaba hasta donde se sabía. A Fidel y su lucha los conocía perfectamente, puesto que había contribuido con apoyo, como muchos otros;…

Y Paz Vilches también queda reprobada. La escena que voy a leer ilustra bien una faceta más del libro, el de la novela de aventuras. Es digna de figurar en una película pero… la de Bonnie and Clyde:

Entramos a toda carrera, ante el asombro de la misma Paz y de su empleada, que no entienden nuestra extraña manera de comportarnos. -¡Nos persiguen, tenemos que escondernos! Y más lejos precisa: Algo importantísimo que se me pasó: llevábamos cada uno un M16 (metralleta) y un M3 (fusil)… ¡Algo importantísimo de esconder! 

¡Estamos hablando de la Boutique Vilches, donde compraba mi madre, frente al Palacio de Hierro Durango!!!! Es también donde mi hermano Carlos y yo, niños todavía, con nuestra alcancía, fuimos en una ocasión a comprar un regalo del día de la madre, un angelito de hueso horroroso que todavía rueda por los cajones y por el que habríamos pagado el doble de haber sabido que de allí mismo se podía salir  con una ametralladora.

Pero volvamos al libro, a medida que avanza uno, queda claro que la relación amorosa descrita es más que nada entre las comunidades que Isabel y Fidel  representaban, comunidades permeadas de política.

 

La crítica social

Es un romance que sirve de hilo conductor para hablar de las desigualdades de género, de las desigualdades económicas en México y de la posibilidad de cambiar estos horrores. Y no, Isabel no cae en la trampa de la solemnidad, enjuicia llevándonos de las playas de Acapulco con John Wayne y un coco-fiz, a una aventura antropológica con un granicero en un pueblo de chozas de suelo aplanado. Conviven las visitas a Fromm o a Buñuel con la de Nicomedes que hace limpias en Catemaco. ¡Y qué tal la casa de Orquídea  Pino! Cito:

Orquídea, a diferencia de Teté, tenía una habitación tapizada de clósets recubiertos por espejos del piso al techo, y clasificada la ropa por estaciones. No deja de llamar la atención, sin embargo, lo de las cuatro diferentes temporadas, en donde en los dos países involucrados no hay más que una sola estación: en Cuba el verano todo el tiempo; y en México, la primavera.

Se trata de un México que además de injusto, socialmente hablando, es peligroso, o por lo menos así se percibía. Isabel cuenta que, siendo niña:

A mí nunca me permitían entrar en la casa de nadie, por temor a los secuestros. Me contaban que en México, se robaban a las niñas rubias y les cortaban el pelo para ponérselo luego a las muñecas que vendían a precios descomunales, por ser de pelo natural. Y a veces también, cuando escaseaban los de celuloide, les sacaban los ojos verdes.

No necesita Isabel explicar nada, está dicho todo con esas descripciones y quizá esa sea otra virtud del libro, no hay discursos morales o moralejas. Sin darnos cuenta nos hacemos cómplices de la protagonista, observamos y además recogemos el run-run de la conspiración, el lector se convierte así en un fisgón político. Es decir que Isabel plantea la discusión de las ideas con distancia, con humor, a veces con sarcasmo y casi con escepticismo. Transmite de este modo dos cosas, el discurso político y, por otro, la edad de la protagonista, esa edad en la que uno se entusiasma, descubre las teorías sociales, opina, pero siempre con el embrague puesto, no sea que lo descalifiquen a uno.

Y si de descalificaciones se trata, delicioso resulta el siguiente diálogo familiar:

-¿Un grupo revolucionario? ¡Bueno estaría! Encima de que ni siquiera estamos en nuestro país, todavía conspirando contra otro, ¿pero qué idioteces te propones? -Pero Álvaro, déjala que se explique, tendrá sus razones, aunque absurdas, pero habrá que oír todo. - ¿Absurdas?, una buena sarta de memeces de adolescente pretenciosa. ¡Se acabó! Te perdimos la confianza, ahora mismo vuelves con nosotros y te unes a lo que falta de la gira, y nada de pretextos de los estudios, que ya sabemos que los has abandonado. ¡Se acabó tanta libertad!- giró sobre sus talones y de un portazo se encerró en su biblioteca.

¿Cómo no identificarse con la indignación del padre, de la madre, de la hija y… de “la misma política”? ¿Quién no ha sido cada uno de ellos en su momento? Y digo de “la política” porque tan noble dama, por definición, tiene que indignarse ante la injusticia, injusticia nacional que, a mi modo de ver, sigue tan vigente como entonces. Poco ha cambiado el país, de que hay desigualdad la hay, y a los niños se los roban, no para quitarles los ojos, pero sí un riñón. Y la corrupción de la policía se mantiene muy al día. Dirigiéndose a Fidel Isabel dice:

Además, por lo bajo yo le aconsejaba el consabido truco del “papelito mágico” (un billete de cien pesos) que resuelve todo en instantes…

Y por si todo lo dicho  fuera poco, la cuestión feminista permea el libro desde el inicio, cuestión que ni los revolucionarios cubanos entienden, parece ser, pero, de terreno tan pantanoso y de arenas tan movedizas, prefiero no opinar.

 

El drama

Así, lo que aparentemente es un libro ligero, entretenido (entretenido sí que lo es) y anecdótico resulta, después de cerrarlo, de pensar en ello, un libro muy triste. Acabar una historia de amor con un contundente “No me beses” no responde a los cánones de la novelita rosa. Hay trozos, como el relato de la salida de España de Isabel madre con Isabel hija en brazos, que son desgarradores, tanto que no los transcribiré aquí. Comprobar que seguimos viviendo en México, en una sociedad sin ética, la misma que en 1956, angustia, que, en España, gobierne un monarca rodeado por una corte de lelos, deprime, que tanto el pueblo de Cuba como el de México sean pobres, indigna. Finalmente, la utopía política que subyace en el libro de Isabel, hoy, cerca de 50 años después, no es aún una  realidad, esperemos que un día lo sea. 

Y así todo, el libro reconforta, reconforta porque pone de manifiesto el activismo político digno, noble, inagotable y a veces ingenuo de los refugiados españoles que, no conformes con ser sólo mustios transterrados, son plantas vivas y ponzoñosas contra los absurdos del mundo, fascista o no. No los ha vencido nadie… o por lo menos eso quiero creer. Esta faceta comprometida del exilio español es poco conocida y son libros como El amor me absolverá, Los rojos de ultramar3, Soldados de Salamina4 o Autobiografía de Federico Sánchez5 los que han empezado a contárnoslo, magistralmente, dicho sea de paso.

 

Final

Y cuando me encontraba redactando este trozo, emocionado, rebuscando en el libro las citas adecuadas, cuando pretendía situar la novela de Isabel en el contexto de lo que se podría llamar la Novela del Exilio6, cuando estaba decidido a resaltar la agilidad y la originalidad del estilo, me encontré con la siguiente frase en la página 189:

La gallina sabe cuando amanece pero espera el canto del gallo.

Comprendí que por las mismas razones que dije “Sí” tenía que haber dicho “NO” y habría quedado mejor. Pero… pues ¿ya qué? Por lo menos, y no sé si las féminas aquí presentes lo sepan ya, pero yo, con esto, quiquiriquí, canto y le pongo punto final a esta presentación. Mucho éxito Isabel, felicidades y espero con ansia tu próxima novela…

Gracias a todos y lean, lean este libro, lo disfrutarán.

 

Referencias

1.- Vladimir Nabokov: Habla memoria, Compactos Anagrama, 2000, pp.273-275.

2.- Jaime Salinas: “Ni español, ni americano, ni nada” Entrevista a Jaime Salinas por Juan Cruz, El País Semanal, número 1372, domingo 12 de enero de 2003, pp.86-87. 

3.- Jordi Soler: Los rojos de ultramar, Alfaguara, 2005.

4.- Javier Cercas: Soldados de Salamina, Tusquets, colección Andanzas, 2001.

5.- Jorge Semprún: Autobiografía de Federico Sánchez, Planeta, 1987.

6.- Joaquina Rodríguez Mata: La novela del exilio español, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapozalco, 1986.