REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


LA POSIBILIDAD DE UNA ISLA, Michel Houellebecq

(Madrid, Alfaguara, 2005)

 

 

         Yo no lo había hecho aposta, pero nos habíamos instalado en la zona de playa reservada a un club Thomson Holidays. Al volver del mar, un poco fresco, en el que no había logrado meterme, vi que unas cien personas se habían agrupado en torno a un podio sobre el que habían instalado unos altavoces. Vincent no se había movido; sentado en medio de la multitud, observaba la agitación del ambiente con perfecta indiferencia; al llegar a su lado leí en una pancarta MISS BIKINI CONTEST. De hecho, una docena de petardas de entre trece y quince años esperaban meneándose y dando grititos junto a las escaleras que subían al podio. Tras unos efectos musicales espectaculares, un negro alto vestido como un tití de circo saltó al podio e invitó a las chicas a subir.

         - Ladies and gentleman, boys and girlsvociferó en el micro–, welcome to the Miss Bikini contest! Have we got some sexy girls for you today!... –se volvió hacia la primera chica, una adolescente larguirucha de larga melena pelirroja, vestida con un mínimo bikini blanco–. What’s your name? –le preguntó.

         - Ilonacontestó la chica.

         - A beautiful name for a beautiful girl!gritó con entusiasmo–. And where are you from, Ilona? ella era de Budapest–. Budaaaa-pest! That city’s hooooot!... –aulló él, rugiendo de entusiasmo; la chica se echo a reír, nerviosa.

(pp. 234-235)

 

 

         Me costó mucho participar en la conversación; de tarde en tarde conseguía pillar una frase, intercambiar algunas réplicas, pero enseguida perdí pie, y de todas maneras estaba pensando en otra cosa, me sentía caer por un tobogán resbaladizo, sumamente resbaladizo. En cuanto volvimos al hotel, se lo pregunté directamente; ella lo reconoció sin hacerse de rogar.

         - It was an ex boyfriend -dijo para dar a entender que no tenía mucha importancia–. And a friend of him –añadió tras unos segundos de vacilación.

         Así que dos chicos; bueno, pues sí, dos chicos, a fin de cuentas no era la primera vez. Se había encontrado con su ex en un bar por casualidad, estaba con uno de sus amigos, una cosa lleva a la otra; vamos, que al final acabaron todos metidos en la misma cama. Le pregunté qué tal había sido, no pude evitarlo.

         - Goodgood -me dijo, un poco preocupada por el giro que tomaba la conversación–. It wascomfortable –concretó sin poder contener una sonrisa.

(pp. 296-297)

 

 

 

         -Creo que será mi último trabajo… Susan está de acuerdo… Cuando llegue el momento de abandonar este mundo, y de entrar en la espera de la próxima encarnación, nos adentraremos juntos en esta sala; iremos al centro y allí tomaremos juntos la mezcla letal. Se construirán otras salas según este mismo modelo, para que todos los adeptos puedan tener acceso a ellas. Me ha parecido…, me ha parecido conveniente formalizar este momento –calló, me miró a los ojos–. Ha sido un trabajo difícil… He pensado mucho en La muerte de los pobres, de Baudelaire; me ha ayudado muchísimo.

         Los sublimes versos me volvieron enseguida a la mente, como su hubieran estado siempre presentes en un rincón de mi memoria, como si mi vida entera no hubiera sido más que su comentario más o menos explícito:

 

                   C’est la mort qui console, hélas ! et qui fait vivre ;

                   C’est le but de la vie, et c’est le seul espoir

                   Qui, comme un élixir, nous monte et nous enivre,

                   Et nous donne le cœur de marcher jusqu’au soir ;

 

                   À travers la tempête, et la neige, et le givre,

                   C’est la clarté vibrante à notre horizon noir ;

                   C’est l’auberge fameuse inscrite sur le livre,

                   Où l’on pourra manger, et dormir, et s’asseoir…

(pp. 369-370)