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SAN
GREGORIO DE ELBIRA Y EL USO DE
José Antonio Molina Gómez
(Universidad
de Murcia)
RESUMEN
Gregorio de Elbira (presumiblemente muerto en 392)
quedó confinado en la oscuridad durante siglos y no era más que un Padre casi
olvidado de
Palabras-clave: comentario bíblico, etimología bíblica, creación cultural,
siglo IV, san Gregorio de Elbira, Bajo Imperio, España romana.
ABSTRACT
Gregory of Elbira (presumedly deceased in 392) remained in obscurity for
centuries and he was an almost forgotten Father of the
Sigue siendo necesario hoy día trazar una breve semblanza
biográfica y literaria de san Gregorio de Elbira antes de pasar a discutir
aspectos concretos de sus obras[1]. Obispo y predicador de la
ciudad de Elbira (Elvira/Iliberri o Eliberri, actual Granada), fue uno de los
defensores de la ortodoxia nicena en el marco de las disputas cristológicas
contra las doctrinas subordinacionistas de inspiración arriana que tuvieron lugar
durante la segunda mitad del siglo IV y que sacudieron todo el Imperio. Sin
embargo, de su biografía poco o nada sabemos a ciencia cierta, los hechos
narrados poco después de la muerte de Lucífero de Cágliari (otro defensor de la
ortodoxia con el que al parecer pudo haber tenido una estrecha relación) en el
llamado Libellus Precum, escrito por
los presbíteros Marcelino y Faustino, nos muestran a Gregorio de Elbira,
virtualmente un taumaturgo, enfrentándose a Osio de Córdoba por causa de la fe
nicena. Interesante en grado máximo por la acuciante presencia del juicio de
Dios como categoría política, el Libellus
Precum -sin embargo- no es una fuente útil para reconstruir una eventual
vida de san Gregorio de Elbira ni para conocer su labor exegética y pastoral[2]. Se conocía por otras
referencias la existencia de obras escritas por este Padre hispánico. Pero
durante muchos años no pudo añadirse nada a la breve y desesperadamente escueta
mención dada por san Jerónimo en su De
viris Illustribus (PL 23, 742): era obispo de Granada,
había escrito comentarios bíblicos y una obra de reflexión teológica más
extensa y más completa dedica a la fe (como hicieron frecuentemente los Padres
del siglo IV), en donde presumiblemente atacaría a los subordinacionistas
arrianos. El descubrimiento e identificación de la obra literaria de Gregorio
de Elbira fue un gran logro de la filología moderna, sobre todo gracias a los
estudios comparativos de André Wilmart a comienzos del siglo XX. Gracias a su
labor pudo establecerse un corpus de
obras sólidamente atribuidas a este escritor español del siglo IV. El aserto de
san Jerónimo quedó plenamente corroborado: además de un tratado teológico
dedicado a la fe (De Fide) y que
combatía las doctrinas subordinacionistas de Ursacio y Valente además de otras
herejías, se documentaron diversos comentarios exegéticos (tractatus) principalmente de libros bíblicos pertenecientes al
Antiguo Testamento[3].
Gregorio de Elbira era un exegeta que empleaba constantemente la exégesis
alegórica de raigambre origenista, hasta tal punto que parte de su obra antes
de serle justamente asignada había sido atribuida a Orígenes, o a círculos
origenistas latinos. El rasgo característico de la exégesis alegórica empleada
por el obispo de Elbira era el en su época aún nada inusual gusto por las
imágenes simbólicas, las interpretaciones figuradas y el constante recurso a
las interpretaciones numerológicas y etimológicas.
2. El género homilético y
sus recursos explicativos
La investigación histórica no ha
contemplado la obra de Gregorio de Elbira siempre como un campo de estudio para
reconstruir sociedad, vida y cultura de
3. Detrás de las palabras: etimología y simbolismo
Vamos a
ver a continuación cómo el obispo de Elbira acomete la busca por el sentido de
los textos bíblicos. Como hemos dicho, hay una verdadera intención en Gregorio
de Elbira por captar el sentido profundo de las Escrituras más allá del sentido
evidente y literal, recurre por ello a interpretaciones simbólicas, alegóricas,
numerólogicas, y también etimológicas, que son las que vamos a tratar aquí[7].
Debemos entender que partimos de una veneración especial por la palabra
escrita. El texto escrito, y en concreto el texto bíblico, no sólo es el
heraldo de una prisca sapientia que Dios ofrece a los hombres para su
salvación, la letra está sacralizada:
La caracterización negativa del culto idolátrico, ataque frontal
contra los restos de la religión pagana aún visibles en la época del autor,
queda enfatizada al explicar para sus fieles el significado aparente de un
topónimo, el nombre Cedar, ciudad bíblica conocida por sus cultos idolátricos y
que el obispo de Elbira interpreta como “lugar tenebroso”. He aquí una etimología
seguida de su correspondiente clave explicativa, Cedar se llama lugar de
tinieblas porque la idolatría es oscuridad y estar sumido en las tinieblas
del pecado. No es precisamente el rigor filológico lo guía al exegeta, sino la
confirmación sapiencial de sus temores, por ello la semántica de los nombres
constituye la clave explicativa que hace accesible la idea central de la
discusión. A través de la etimología de Cedar se expone en un lenguaje muy
visual la maldad y la oscuridad moral del culto a los dioses:
«Cedar enim ex hebraeo in latinum sermonem
tenebricosum interpretatur, denique et apud Cedar ciuitatem gentilium tunc
idolatria feruebat, quia nihil est tetrius quam seruire daemonibus»[8].
Un nuevo argumento contra la idolatría se observa en la interpretación
gregoriana de la historia de los jóvenes hebreos en el horno de Nabucodonosor.
La estatua de Nabucodonosor, levantada conforme a una determinada proporción
numérica, debe ser objeto de culto, pero los jóvenes hebreos, prisioneros del
malvado rey, se niegan valientemente a doblar la rodilla para adorar a un falso
dios. De nuevo Gregorio de Elbira recurre a la etimología aparente del
antropónimo Nabucodonosor, su nombre es interpretado como portio, en el
sentido de porción, parte porporcional (una alusión numerológica a las
dimensiones de la estatua), Cristo en cambio aparece como la plenitudo
total (plenitudo por encima de portio), con lo cual se identifica
el culto a los ídolos y a sus promotores como partes integrantes o porciones
del Anticristo.
«Nabucodonossor portio interpretatur, Antichristus autem totius
iniquitatis est plenitudo; et ideo portionem numeri in statua ipsius
fabricabit, plenitudinem uero totius iniquitatis ipse cum uenerit adimplebit»[9].
Ciertamente el contenido de la obra gregoriana, como corresponde a
la convulsa época de las querellas cristológicas del siglo IV, es combativo.
Sin embargo, más que la polémica contra el paganismo senescente, existe todavía
más un verdadero debate por interpretar con la óptica cristiana la herencia
judía. La historia de Israel es en último término la historia de los cristianos
mismos, que son el nuevo pueblo de Israel, el nuevo pueblo elegido,
identificado con el Imperio Romano inaugurando así la época del monoteísmo
político en un Estado universal. Tratar de explicar por qué Cristo fue
condenado por los judíos, y cómo los cristianos se han convertido en el nuevo
pueblo de Israel, exige un cierto esfuerzo para la homilética cristiana que va
más allá de la simple oposición Iglesia/Sinagoga.
Una parte del pueblo de Israel habría abandonado, según la
interpretación dada por los Padres, el camino que Dios les mostró. Gregorio de
Elbira vuelve a la interpretación etimológica. En efecto, objeto de su atención
es el dualismo Jacob / Israel. Jacob, afirma san Gregorio, traducido del hebreo
al latín, significa el que suplanta. En cambio Israel significa
hombre que ve a Dios. A partir de ahí continúa la exégesis gregoriana para
explicar la segregación de unos en Jacob, porque eran los que suplantaron a
Cristo (supplantatores Christi) y por tanto los futuros enemigos de
No es este el único pasaje donde la etimología explica la
naturaleza moral de un hombre o un pueblo entero. También el antropónimo Sansón
es objeto de análisis. Sansón, en virtud de su comportamiento, es visto como el
typos, es decir la prefiguración, del pueblo de Israel. En efecto,
Sansón ha matado al león, pasaje que interpretado simbólicamente es visto como
anticipación de
Pero Sansón no sólo queda caracterizado por su modo de obrar, sino
asimismo por el nombre que lleva. El nombre pertenece a la persona pero también
viceversa, el nombre es casi oracular, anticipa la realidad moral de quien lo
porta. Para Gregorio de Elbira Sansón daría polilla (tinea) en
latín, una alimaña esencialmente destructiva. Con ello caracteriza la maldad y
traición de los israelitas contra Cristo.
«Samson hebraeum nomen est, quod in Latino sermone tinea
interpretatur. O miserum uterum synagogae quae enixa est tineam, id est talem
populum que totius pudoris, honestatis, uerecundiae ac fidei uestem uelut tinea
corrumperet, scinderet (...)!»[12].
He aquí una rápida y tajante identificación de los judíos con un elemento negativo, con la polilla destructora de todo lo bueno, ser dañino. La hazaña de la muerte del león es alusión clara a la condena de Cristo, la etimología no sólo abunda en la caracterización moral de un personaje, sino que también sirve de puerta para introducir la preocupación frecuente de la patrística del siglo IV: la temática martirial. Como vemos una y otra vez el recurso a la exégesis etimológica es en realidad un medio de creación cultural y de formulación de cosmovisiones.
El tema de la persución, la mentalidad martirial y el sufrimiento en nombre de la fe son elementos recurrentes en la predicación del siglo IV. Para ello se recurre también a la interpretación etimológica. La historia de José vendido por sus hermanos, de la que también se ocupa Gregorio de Elbira, fue tempranamente identificada como una inspirada anticipación profética de los sufrimientos del propio Cristo; el triunfo final de José (que recibe incluso símbolos de realeza y prestigio como el anillo y el carro) así como el perdón que otorga a sus hermanos confirmaba a su vez el triunfo de Cristo. Gregorio de Elbira lo sabe y expone esta historia a sus fieles, el sentido de esta historia queda claro y patente no sólo por la atribulada vida del justo sufriente que es José, sino también porque existe una etimología que demuestra quién hay detrás del personaje en cuestión.
José no sólo es José, sino que además le es asignado un nombre
egicipcio que para Gregorio de Elbira no significa otras cosa que salvador
del mundo: Apelatum est enim nomen Ioseph lingua Aegiptiaca Somtofanec,
quod in Latinum uertitur saluator mundi[13]
La lucha y la polémica contra
«Sed cum audisset inquit Sarra
dominum, quod ei filium repromitteret, risit. Qui risus duplicem habet
significantiam, eo quod populus Xpistianorum in cuius figura Isahac nasci
habebat risum in hoc saeculo ab incredulis esset passurus uel quod in futurum
risum et gaudium consecuturus esset ... Vnde et ipse qui natus est de
Sarra risus nomen accepit; Isaac etenim ex Habraea lingua in Latino sermone
risus interpretatur»[14].
Se trata de un símbolo ambivalente determinante para la futura
historia de los cristianos. Porque por un lado se trata de la risa malévola de
los incrédulos y de los perseguidores de
Cristo es la preocupación central del exegeta, porque su nacimiento, muerte y resurrección se encuentra anunciada en las Escrituras bajo distintas formas. Diversos personajes bíblicos portan nombres cuya etimología, en su sentido auténtico originario (o al menos lo que es entendido como tal), sería en realidad anticipación positiva de Cristo. Uno de estos personajes es Noé, el salvador de la humanidad. También una etimología convenientemente exhibida por el exegeta guía nuestra interpretación del personaje, como había ocurrido con José. Noé traducido al latín anunciaría el descando (requies) después del peregrinaje por las embravecidas aguas del mundo.
«Noe uero Christi figuram habuisse nulla est dubitatio, quippe qui
ex hebraeo in latino sermone Noe requies apellatur, sicut et pater ipsius
Lamech, cum nomen ei imponeret, prophetauit: "hic", ait, "faciet
nos requiescere ab operibus nostris et maeroribus manuum nostrarum et a terra,
quam execratus est a dominus"»[15].
La etimología de su nombre está en relación con el descanso (Noé significaría requies), pero Noé es –en tanto que evita la extinción de la humanidad- un símbolo cristológico.
En clara conexión con la
etimología se encuentra también el simple parecido de dos palabras. Puesto que
queda admitido que en
En efecto, el parecido de dos palabras es suficiente para buscar un sentido oculto. El carácter cristológico del Cantar de los Cantares viene indicado por la alusión a los montes de Bethel y su parecido con Belén, la patria de Cristo: uerum quod ait: "super montes Bethel", eo quod Christus in Bethleem natus est[16]. De igual manera Hostia y hostis se encuentran en inspirada unión, que sin duda esconde una forma espiritual de entender el sacrificio:
«Hostia itaque oblatio est sacrificii, quod deo munus offertur, ut propagata diuinitate hostis diabolus auertatur; hostia enim ab hostando diabolo et propitiando deo nomen accepit; hostare autem non cessat diabolus, et conseruari anima non potest nisi hostia laudis deo fuerit inlata»[17].
La etimología juega un papel importante no sólo en la explicación del hecho mesiánico o la historia de Israel, también se emplea para explicar la esencia de lo humano desde la nueva antropología conceptual cristiana.
Gregorio de Elbira abunda en la idea de raigambre paulina, según la cual el hombre posee una naturaleza que a la vez es terrena (por tanto mortal) y espiritual (por tanto inmortal), esboza esta definición de lo humano en términos antitéticos de cognatio terrena frente a spiritalis natura[18]. Existe por tanto en el hombre un doble carácter: exterior, terrenal, y otro interior, espiritual.
«Ecce habes interiorem hominem secundum deum creatum, habes exteriorem hominem de limo terrae plasmatum; ecce habes interiorem hominem in quo Xpistus habitat, habes exteriorem homimem, qui corrumpitur et dissoluitur; ecce habes interiorem hominem congaudentem legi dei, habes exteriorem hominem, qui opera carnis desiderat; ecce habes interiorem hominem, qui aputd Lazarum in sinu Abrahae refrigeratur et diuitem qui torquibatur in flamma; ecce habes eum qui ab angelis delatus est, habes eum qui mortuus et sepultus in terra dimersus est. Non enim idem est, qui mortuus in terra dissoluitur, quod ille, qui in sinu Abrahae refrigeratur: ille uiuet et loquitur et supplicia aut refrigeria sentit et patitur, hic mortuus et inmobilis, immo putredos iacet»[19].
El pasaje es de honda trascendencia pues es la base de la interpretación humana, de la forma de entender la naturaleza humana tal y como es transmitida a todos los fieles por sus predicadores desde los púlpitos. De nuevo aparece la etimología para explicar todo el aserto filosófico. La cuestión de la doble naturaleza humana se materializa en la existencia del hombre interior, que aspira a lo divino, y el exterior, vinculado a la tierra, para ello se pone en relación humus y homo: ex humo homo dicitur[20], una etimología aparente que ya conocía la retórica pagana y que se convirtió en un lugar común de toda la patrística latina; Gregorio de Elbira no hace sino abundar en él.
El recurso a la etimología, aunque sea falsa o aparente, no es el único. Si la palabra tiene un sentido oculto al que hay que acceder mediante procedimientos exegéticos complicados y dejando al descubierto el sentido originario de un término, en el campo de los números y su interpretación también hay que recurrir a una interpretación simbólica. Al igual que el recurso a la etimología y los demás medios propios de las escuelas exegéticas, la numerología también procede de las escuelas paganas[21]. Los cristianos aceptan la interpretación simbólica de los números sin cuestionarla en ningún momento, por razones obvias el número tres y sus múltiplos son los más susceptibles de ser interpretados en clave religiosa. La interpretación numerológica despierta un gran interés en Gregorio de Elbira, sobre todo cuando puede combinarla con el simbolismo de la palabra. Hay un pasaje especialmente notable en que recurre al simbolismo de la paloma, identificada con el inocentísimo Cristo, pero además, recurriendo a la palabra griega para paloma (peristera) y empleando el cómputo griego al sumar cada letra con su valor numérico correspondiente, la suma da 801, que es también la suma de alfa y omega, el principio y el fin. Ya no es propiamente una etimología sino un cálculo numerológico de implicaciones cristológicas.
«Columbam autem ecclesiam non solum propter simplicitatem et
innocentiam nominat, eo quod nullo sit malitiae felle perfusa, sed et quod
columba apud Graecos peristera dicitur, cuius nominis litterae per computum
Graecum in summam redactae unum et octigentos faciunt; unum autem et DCCC alpha
et omega graece signantur; unde et ipse dominus, cuius est caro ecclesia,
"ego sum" inquit "alpha et omega", quo numero nomen
columbae signatur; unde et spiritus sicut columba descendens super Christum in
Iordanen indicat trinitatem patris et filii et spiritus sancti: uox in patre,
filius in Christo, spiritus sanctus in columba»[22].
Una nueva combinación a medio camino
entre la etimología y el simbolismo numérico puede verse claramente en su
interpretación de la cruz, el símbolo cristiano más importante con diferencia.
La cruz tiene obviamente una forma de Tau, de acuerdo con el cómputo griego Tau
se corresponde con el número 300, alusión cristológica clara.
«Trecenti enim apud Graecos tau litera signantur; quae littera cum
unam habeat apicem quasi arborem passionis erectam, alteram in capite quasi
antemnam extensam, crucis utique manifestum ostendit; et proinde Gedeon, qui
figuram domini nostri Iesu Xpisti induerat, hostes suos hoc numero uicit»[23].
La mención al tres o sus múltiplos representa una alusión obvia al
misterio de
4. Conclusiones
La presencia del simbolismo numérico y la interpretación
etimológica se hacen claramente visibles en la literatura exegética. La época
de Gregorio de Elbira es rica a este tipo de interpretaciones. El mayor
intelectual cristiano de la época, san Jerónimo, anima a trascender el sentido
literal y buscar el sentido profundo –espiritual- del texto: Quicumque
igitur scripturas sanctas legit, si secundum Iudaeos legit, tantum folia
intellegit; si uero spiritaliter intellegit, fructus capit[25].
Por otra parte, Hilario de Poitiers, contemporáneo del obispo de Elbira, se
encuentra igualmente fascinado por la etimología bíblica, y en concreto se
ocupa de las etimologías hebreas del Génesis en su Tractatus Mysteriorum, si bien al contrario que Gregorio de Elbira
no sigue la tradición alejandrina para interpretar estas etimologías, sino que
probablemente se basa en la tradición siriaca[26]. Para Gregorio
de Elbira la numerología y la interpretación etimológica descubren las verdades
superiores de la fe y son una ayuda imprescindible y un apoyo técnico en la
labor del exegeta en su pregunta por el sentido cristiano de
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[2] Fernández Ubiña, J. "El libellus
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[4]Codoñer Merino, C., "Los escritores hispano cristianos", Menéndez Pidal, r. (ed.), Historia de España II. España Romana, Madrid, Espasa-Calpe,
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[5]Codoñer Merino, C., loc.cit., p.532.
[6]Tovar Paz, F. J., Tractatus, sermones atque homiliae:
el cultivo del género literario del discurso homilético en
[7]Práctica presente en
Orígenes de Alejandría y sus seguidores, cf. Nautin, P.,
Origène. Homélies
sur Jérémie, Sources Chrétiénnes 232, París, 1976, 147-151, y en general en toda la
tradición cristiana.
[8]Epit. I 28, 212-215: "Pues la palabra hebrea Cedar significa tenebroso
en latín –por lo demás en la ciudad gentil de Cedar bullía la idolatría- porque
no hay nada más oscuro que servir a los demonios".
[9]Tract. XVIII 15, 113-116: "Nabucodonosor se interpreta como una porción,
mientras que el Anticristo es plenitud de toda iniquidad; y, por eso, fabricó
en la estatua una porción de su propia cifra, mientras que la plenitud la
completará él mismo, cuando venga".
[10]Tract.VI 28, 224.
[11]Tract. VI 28, 219-221: "Pues Jacob en lengua hebrea quiere decir
suplantador en latín, e Israel significa el hombre que ve a Dios".
[12]Tract. XIII
19, 134-139: "Sansón es un nombre hebreo que en latín significa polilla.
¡Oh miserable útero de la sinagoga que alumbró una polilla, es decir, un pueblo
que, como la polilla, corrompiera, destrozara y violara el vestido del pudor,
de la honestidad, de la vergüenza y de la fe (...)". Sólo cuando Sansón vuelve
sobre sus pasos y contempla el cuerpo del león se entiende que se arrepiente
del pecado cometido, comenzando así la lectura positiva del personaje,
perfiguración de la futura conversión de Israel.
[13]Tract. V 28, 258-260: "El nombre de José en lengua egipcia era
Somtofanec, que en latín se traduce salvador
del mundo".
[14]Tract. III
11, 85-95: "Y, al oír Sara, dice, que el Señor le prometía un hijo, rió. Esta risa tiene un doble
significado: bien que el pueblo cristiano, como figura del cual tenía que nacer
Isaac, había de soportar en este mundo la risa de los incrédulos; o bien que
había de alcanzar la risa y el gozo en el futuro (...). Por ello, el que nació
de Sara, recibió el nombre de risa, pues Isaac en lengua hebrea significa risa
en lengua latina".
[15]De Arca Noe 4, 19-23: "Por lo demás, no hay duda de que Noé era figura de
Cristo, porque la palabra, que se traduce en latín por Noé, significa en hebreo
descanso, como profetizó su padre Lamec, al imponerle el nombre: Éste, dice, nos hará descansar de nuestras
obras y de las fatigas de nuestras manos a causa de la tierra que maldijo el
Señor".
[16]Epit. IV 5, 32-34.
[17]Tract. X
5, 37-41: "Así pues, hostia es la oblación de un sacrificio, que se ofrece
a Dios como don, con el fin de que, aplacada la divinidad, sea alejado el
enemigo, es decir, el diablo; hostia recibe el nombre de hostigar al diablo y
volver propicio a Dios, porque el diablo no cesa de hostigar, y el alma no
puede estar a salvo, si no se ha ofrecido a Dios un sacrificio [hostia] de
alabanza".
[18]Tract. I 8.
[19]Tract. I 18, 200-214: "Aquí tienes, pues, al hombre
interior, creado según Dios, y al hombre exterior, plasmado del limo de la
tierra; aquí tienes al hombre interior en el que habita Cristo, y al hombre
exterior que se corrompe y se disuelve; aquí tienes al hombre interior que se
goza en la ley del Señor y al hombre exterior que desea las obras de la carne;
aquí tienes al hombre interior que, en Lázaro, es consolado en el seno de
Abrahán, y al rico que es atormentado en medio de las llamas; aquí tienes al
que fue llevado por los ángeles, y al que, muerto y sepultado, quedó sumergido
en la tierra. Porque no es el mismo hombre el que al morir, se disuelve en la
tierra y el que recibe refrigerio en el seno de Abrahán: éste vive, habla,
siente y padece suplicio o refrigerio, aquél yace muerto e inmóvil, más aún
pútrido".
[20]Tract. I
13; esta aparente etimología es un verdadero lugar común entre los escritores
latinos, se encuentra en Quintiliano, Tertuliano, Lactancio, Ambrosio o Zenón
de Verona; vid. Koch, H., "Zu Gregors Elvira Schriftum und Quellen, ZKG, 51 1932, 238-272, en particular p.242.
[21]Vid. Lubac, H. de, Éxégese Médiévale. Les quatre sens de l'
Écriture, París, 1963, (reedición de 1993), en concreto vol. IV, capítulo
VII p 7 y ss; Oroz, J., "De
Pitágoras a san Agustín: Realidad y símbolismo de los números" Helmántica XXVI 1975 427-453; sobre el
simbolismo numérico y etimológico en Gregorio de Elbira, vid Simonetti, M., Lettera e/o Allegoria, Roma 1985,
264-268.
[22]Epit. III, 10-11: "A
[23]Tract. XIV
4, 26-31: "El número trescientos lo escriben los griegos con la letra tau,
letra que, al estar compuesta de un trazo vertical como el árbol de la pasión y
otro en la parte superior como una antena extendida, muestra un signo
manifiesto de la cruz; y por eso Gedeón, que había revestido la figura de
nuestro Señor Jesucristo, derrotó con este número a sus enemigos"; sobre
este pasaje concreto de la obra gregoriana y su conexión con el horizonte intelectual
de su tiempo, vid. Rahner, H.,
Symbole
der Kirche. Die Ekklesiologie der
Väter,
Salzburgo 1964; en concreto el apartado "Das Kreuz als Maastbaum und
Antenne", p.398.
[24]Tract. V, 26. VI, 56. VIII, 26. XII, 9. XVIII, 17,18,19; De Arca Noe 6 y ss.
[25]San Jerónimo, Obras
Completas I, BAC, Madrid 1999, en concreto De Psalmo I, 5, 129-130:
"Quien lee las Escrituras, si lo hace al modo de los judíos, se quedará
simplemente en el follaje; quien penetra su sentido espiritual, recolectará su
fruto".
[26]Daniélou, J., "Hilaire et ses sources juives", en Hilaire et son Temps. Actes du Colloque de
Poitiers, 29 septembre-3 octobre 1968, á l'occasion du XVI Centenaire de la
mort de saint Hilaire, Études Augustiniennes, 143-147.
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