REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


Susana Gil-Albarellos Pérez-Pedrero: Introducción a la literatura comparada, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2006.

 

Javier García Rodríguez

(Universidad de Valladolid)

 

En una de las páginas más conmovedoras de su no menos apasionante autobiografía intelectual titulada Errata. Examen de una vida, recuerda George Steiner sus años de estudiante en la Universidad de Chicago y cómo algunos compañeros -mayores que él y más expertos en otro tipo de “cosas de la vida”- se reunieron una noche en su habitación para estudiar algunas obras literarias. Cuenta Steiner cómo, en un momento determinado, tomó la palabra y llevó a sus compañeros por los caminos de la interpretación hasta dar con las claves del significado de obras como Los muertos y Noche de reyes de Joyce. Ante la emoción del momento, dice el autor: “Intenté evitar lágrimas absurdas. Hasta que las vi en uno de aquellos rostros sin afeitar. Entonces comprendí que podía conducir a otros hasta las fuentes del significado. Fue un descubrimiento fatal. Desde esa noche, las sirenas de la enseñanza y la interpretación no han cesado de cantar para mí”.

Este “fatal descubrimiento” del que habla Steiner encierra en la simplicidad de su enunciación lo inexorable del afán docente e investigador, un afán personal volcado casi en inapelable destino. He recordado este pasaje y lo he tenido muy en cuenta mientras leía Introducción a la literatura comparada, de Susana Gil-Albarellos Pérez-Pedrero, libro objeto de esta reseña. Porque las obras de honda reflexión y de calado teórico, aquellas que participan de la identidad en una tradición que las acoge y las dota de un sentido de algún modo enciclopédico, pero al mismo tiempo incorporan elementos nuevos de discusión y análisis, perspectivas actuales, matizaciones metodológicas, reubicaciones terminológicas, modernas lecturas y propuestas de futuro, se hacen siempre desde la vocación (docente/investigadora) pero exigen también un pensamiento consolidado y alerta fruto de los años de experiencia. Hay libros, diríamos, que tienen su momento.

El modesto envoltorio de este libro de Susana Gil-Albarellos, que se presenta como una introducción pero que es, como veremos, mucho más, resulta el lógico desarrollo y el resultado brillante de años de trabajo en las aulas y de una trayectoria definida y constante en el campo de la Literatura Comparada. Paradójicamente, cierra un ciclo para su autora al tiempo que abre caminos para aquellos interesados en este ámbito de estudio tan volátil y tan reacio a definiciones. Un ciclo que se había iniciado con un monumental e imprescindible estudio sobre el Amadís y la novela de caballerías (una monografía modélica y de referencia inexcusable), ha pasado por otras contribuciones de carácter histórico y plurinacional, y tiene sus últimas manifestaciones en solventes trabajos de cuño estrictamente teórico y de deslinde disciplinar como “El concepto de literatura comparada: algunos problemas y soluciones” o “Literatura comparada y tematología. Aproximación teórica”.

   Con este bagaje investigador –y la brevedad y tacañería del recuento es débito de quien esto escribe y, por tanto, pálido reflejo de un intenso trabajo de años-, y con el crédito que le confiere haber probado propuestas y textos a lo largo de numerosos cursos impartiendo la materia en la Licenciatura de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, Susana Gil-Albarellos estaba en disposición ya desde hace tiempo de ofrecer a investigadores y estudiantes los resultados de una trayectoria tan centrada en el comparatismo. De ahí que su Introducción a la Literatura Comparada incluya una personal (y oportuna) reflexión en torno al objeto de estudio, pero también ofrezca una no menos oportuna problematización de la disciplina y de sus métodos, así como una conveniente re-situación dentro de lo que, con más desazón que criterio, nos empeñamos en seguir denominando “estudios literarios”. La demorada atención que Susana Gil-Albarellos pone en el devenir histórico de la literatura comparada                   -curiosamente en su necesario deslinde de los modos tradicionales del estudio de la literatura, donde los conceptos de nación, lengua e historia son dominantes- participa del rigor y la puntillosidad del dato exacto, de la densidad reflexiva  y de la pertinente puesta en tela de juicio de los tópicos más consolidados. El tránsito hacia la reubicación de los métodos comparatistas y las materias prioritarias (tematología, relaciones literarias, géneros, periodización…) conduce ya a una sistematización conceptual que llega hasta nuestros días, donde nociones como canon, ideología, traducción, intertextualidad, etc., reciben un tratamiento profundo al tiempo que original. Sabe la autora asumir las servidumbres de los trabajos académicos y añadir al mismo tiempo las dosis necesarias de originalidad en el tratamiento de los asuntos, de modo que nada de lo importante queda sin ser cubierto pero el lector recibe la impresión de que hay en las páginas de este libro una perspectiva personal sobre esos mismos asuntos. Quedan por tanto precisadas con nitidez las características de la literatura comparada como “método de conocimiento de los fenómenos literarios” así como disciplina académica (con la importancia que esto supone desde el punto de vista de la institucionalización de sus contenidos y su prestigio), un aspecto que se trabaja con detalle pero que en absoluto agobia al lector neófito ni irrita al investigador más curtido. Llega incluso Gil-Albarellos a arriesgar ideas que van más allá de las fórmulas, argumentando con elegancia y aportando datos de gran interés: “El comparatista trata de percibir las formas singulares que se producen en cada lugar y en cada momento histórico, las diferencias individuales sin las cuales no es posible el arte ni su gozo sensual. Y a la vez, pretende definir esas diferencias individuales con respecto a una perspectiva unitaria, integradora de la literatura.”

No es menor mérito de este libro el aporte de textos para la reflexión al final de cada capítulo. No habría sido un buen ejemplo de comparatista la autora si la única voz autorizada hubiera sido la suya, cerrando así la puerta a otras opiniones. Y no sólo como un añadido didáctico o una concesión. Por el contrario, en un intento de que otras voces tengan cabida, Susana Gil-Albarellos establece un diálogo intertextual entre sus propias reflexiones y propuestas, y las de aquellos que, desde el acuerdo o la discrepancia, pudieran añadir o matizar algo de lo dicho, en una suerte de pluralismo muy necesario (como han venido postulando Wayne Booth o, en España, Darío Villanueva). En esto, como decía también Steiner, “las palabras salen en busca de las palabras”. Una prueba más de esta polifonía de voces que, intuyo, de manera premeditada asoma por las páginas de este libro, es la muy amplia al tiempo que escogida bibliografía que cierra el volumen, y que da la medida del trabajo de lectura y asimilación que encierran sus páginas. De los comparatistas y teóricos más reputados a textos menos conocidos pero igualmente provechosos, Gil-Albarellos despliega un bagaje de lecturas muy amplio no solo pertinente a la materia tratada, sino perfectamente articulado en su discurso.

   Introducción a la literatura comparada llega en un momento académico crucial en el establecimiento y el desarrollo de esta materia, tanto en España como en el extranjero, y en un momento de efervescencia social y política (y el estudio de la literatura también es política, no se olvide). Por su carácter integrador, huye del victimismo con que algunos jerarcas han respondido al asedio por parte de los Estudios Culturales u otros movimientos más o menos “malignos” (con Harold Bloom a la cabeza) y aboga por una salida negociada donde la Literatura comparada tiene un espacio preciso (habrá que ver, claro, su papel frente a las nuevas formas de literatura o de arte, hipertextos, etc.). Por la amplitud de miras de sus planteamientos, permite a quien lo lee repensar –escapar de, si quiere- lo nacional exacerbado, ampliar horizontes, multiplicar las perspectivas, acentuar el acercamiento entre culturas. No es mal programa.