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Wilt, Tom Sharpe
(Compactos Anagrama, Barcelona, 2005, 14ª ed.)
Eva Wilt recibió esta información con un
sobresalto. En su círculo «joder» era una palabra que usaban los maridos cuando
se chafaban un dedo con el martillo clavando un clavo. Cuando la utilizaba Eva,
lo hacía en el aislamiento del cuarto de baño y con un tono anhelante que la
privaba de su crudeza y que evocaba una virilidad espléndida, de modo que un
buen «joder» se convertía en la más lejana y abstracta de sus esperanzas, algo
que no tenía nada que ver con las esporádicas chapuzas matutinas de Henry. Y si
la palabra «joder» estaba reservada a la soledad del cuarto de baño, el «acto»
de joder era aún más remoto. Sugería una actividad casi ininterrumpida, un
acontecimiento que era a la vez casual y satisfactorio, que añadía una nueva
dimensión a la vida. Eva Wilt salió tambaleante del
coche y siguió a Sally a Modas Felicidad en un estado
de conmoción.
Si
«joder» era divertido, comprar con Sally Pringsheim fue una revelación. Se caracterizaba por una
actitud tan resuelta que resultaba verdaderamente sobrecogedora. Mientras que
Eva hubiese tatareada y lanzado exclamaciones entre dientes, Sally seleccionaba y una vez hecha la selección seguía
revisando las estanterías, desechaba las cosas que no le agradaban dejándolas
colgadas en las sillas, cogía otras, las miraba y decía «esta quizá sí», con
una actitud de aceptación cansina que resultaba contagiosa, y dejaba la tienda
con un montón de cajas que contenían doscientas libras de ponchos de shantung, abrigos
de verano de seda, bufandas y blusas. Eva Wilt había
gastado setenta en una especie de pijama muy ancho amarillo y un impermeable
con solapas y cinturón que, según Sally, era puro Gatsby.
(pág. 22)
Eva preparaba café en la cocina. Llevaba el bikini rojo de plástico
brillante que le había prestado Sally. Le quedaba muy
pequeño, así que se sentía bastante incómoda y apretada, pero al menos era
mejor que andar desnuda, pese a que Sally dijera las
indias del Amazonas. Debería haber llevado consigo sus cosas, pero Sally había insistido en salir de inmediato, así que lo
único que tenía era aquel pijama amarillo limón y el bikini. Realmente, Sally era tan autori… autori-lo-que-fuese… Bueno, mandona, digamos.
-
Plástico de doble uso, nena, te sirve de delantal –le había dicho–. Y G tiene
esa afición loca al plástico, ¿verdad G?
-
Biodegradablemente sí.
-
¿Biodegradablemente? –preguntó Eva, con la esperanza de que la iniciaran en
algún aspecto nuevo de la liberación de las mujeres.
-
Botellas de plástico que se desintegran en vez de quedarse por ahí enteritas
formando una ciénaga ecológica –dijo Sally, abriendo
la portilla y tirando a la orilla un paquete de puros vacío–. Esa es la obra
maestra de G. Eso y la reciclabilidad. Reciclabilidad infinita.
-
Eso, sí –afirmó Gaskell–. Hemos alcanzado la
obsolescencia intrínseca en el campo automotriz, donde estaba pasada de moda.
Así que lo que ahora necesitamos es licuación biodegradable intrínseca en los
elementos efímeros.
(pág. 78)
-Los demás son el infierno –dijo Sally–. Eso dijo Sastre y él debía saberlo. Hacer lo que
quieres es bueno y no hay que plantearse más rollos morales. Como dice G, el
paradigma son las ratas. ¿Crees tú que las ratas andan preguntándose lo que es
bueno para los demás?
- Pues no, no creo que lo hagan –dijo
Eva.
- Justamente. Las ratas no son
morales. En ningún sentido. Actúan y se acabó. No se torturan pensando.
- ¿Tú crees que las ratas pueden
pensar? –preguntó Eva, completamente absorbida ya por la sicología
de los roedores y sus problemas.
- Por supuesto que no. Las ratas sólo
son. Con las ratas no hay Schadenfreude.
- ¿Qué es Schadenfreude?
- Primo segundo de Weltschmerz –dijo Sally apagando el puro en el cenicero–. Así que podemos
hacer todo lo que queramos siempre que lo queramos. Ese es el mensaje. Sólo es
la gente como G la que tiene que saber qué coño es lo que pasa exactamente y
cómo funcionan las cosas.
- ¿Qué quieres decir? –dijo Eva.
- Que tienen que saber cómo funciona
todo. Los científicos. Lawrence tenía razón. G es todo cabeza y sin cuerpo.
- Henry es un poco así –dijo Eva–.
Siempre está leyendo o hablando de libros. Ya le he dicho yo que no sabe cómo
es el mundo real.
(pág. 109)
Cuando cayó la noche sobre Eeel Stretch, el viento pasó a
adquirir la intensidad de ventarrón de fuerza ocho. La lluvia martilleaba el
techo del camarote, golpeaban las olas contra el casco y la embarcación,
escorando hacia estribor, se asentaba cada vez con más firmeza en el cieno.
Dentro del camarote reinaba una atmósfera densa de humo y de resentimiento. Gaskell había abierto una botella de vodka y estaba
emborrachándose. Jugaba al scrabble para pasar el rato.
- Mi idea del infierno –comentó Gaskell– es estar aquí encerrado con un par de tortilleras.
- ¿Qué es una tortillera?
–dijo Eva.
Gaskell la
miró fijamente.
- ¿No lo sabes?
- Supongo que una mujer que hace
tortillas…
- Ay, eres igual que el oso Yogui
–dijo Gaskell–. Nunca he visto cosa más infeliz. Una tortillera es…
- Olvídalo, G –cortó Sally– ¿A quién le toca jugar ahora?
- A mí, a mí –dijo Eva–. I…M…P, es
decir, Imp.
- O…T…E…N…T…E, es decir Gaskell –dijo Sally.
Gaskell
bebió otro trago de vodka.
- ¿A qué clase de juego estamos
jugando? ¿Al scrabble
o al juego de la verdad?
- Te toca a ti –dijo Sally.
Gaskell puso
C…O…N…S…O…L…A…D…O con la R.
- ¿Qué tal eso?
Eva lo miró críticamente.
- No vale utilizar adjetivos –dijo–.
Va en contra de las reglas del juego.
- Eva, tetada mía, un consolador no es
un adjetivo. Es un substantivo, una cosa, una cosa
impropia. Un sustituto del pene.
- ¿Un qué?
- No importa lo que sea –dijo Sally–. Te toca a ti.
Eva estudió sus letras. No le gustaba
que le dijeran lo que tenía que hacer tan a menudo y, además, aún quería saber
lo que era una tortillera. Y un sustituto del pene.
Al final, puso A…M…O… en la R.
- Es una cosa maravillosa eso del amor
–confesó Gaskell, y formó consolador con la A de
amor.
- No puedes ponerlo dos veces
–protestó Eva–. Ya lo pusiste una.
- Es que este es distinto –dijo Gaskell–. Este tiene patillas.
- ¿Y qué diferencia hay?
- Eso pregúntaselo a Sally. Ella es la que tiene envidia de pene.
- Eres un mierda –dijo Sally, y puso M…A…R…I…C…A en la M–. Es decir tú.
- Lo que dije. Un scrabble de la verdad –dijo Gaskell–. ¿Por qué no formamos de una vez un grupo de
encuentro? Y que resplandezca la verdad en todo su esplendor.
Eva utilizó la F para hacer Fiel. Gaskell siguió con Buscota y Sally
puso Loco.
- Magnífico –dijo Gaskell–.
I Ching alfabético.
- Qué ingenioso es el muchacho –dijo Sally.
- Vete al cuerno –dijo Gaskell, poniéndole a Eva una mano en el muslo.
(pp. 160-161)
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