REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


EL LÉXICO JUVENIL POR ÁREAS TEMÁTICAS

Adriana Mitkova

(Universidad de Sofía “San Clemente de Ojrid”, Bulgaria)

 

 

Resumen: El artículo aborda el tema de aquellos aspectos léxicos del lenguaje juvenil que demuestran su creatividad y su riqueza expresiva y que lo convierten en señal de pertenencia a un grupo generacional. Los recursos léxicos están sistematizados por áreas temáticas relacionadas con los intereses y las actividades propios de este sector de la sociedad.

 

Palabras clave: lenguaje juvenil, jerga, área temática

 

 

Abstract: The article studies the topic of those lexical aspects of youth speech which reveal its creativity and wealth of expression and which transform it into a salient mark of belongingness to a generation group. The lexical means are systematically arranged in thematic fields related to the interests and activities typical for that sector of society.

 

Key words: youth speech, jargon, thematic field

 

 

1. Introducción.

Como se señala en los trabajos sociolingüísticos, la edad de los hablantes es uno de los factores sociales que con mayor fuerza pueden determinar los usos lingüísticos dentro de una comunidad de habla. Las diferencias que son específicas de los diversos grupos generacionales contribuyen a singularizarlos desde el punto de vista sociolingüístico. Estas características pueden ser si no exclusivas, al menos preferentemente difundidas entre ciertos estratos generacionales. Entre los diferentes grupos de edad, los jóvenes representan, sin duda, el grupo que mayor interés presenta para el estudio de la variación genolectal. Sobre todo, porque las particularidades lingüísticas se encuentran íntimamente relacionadas con la aspiración a la identidad y solidaridad grupal, un hecho que afecta principalmente al habla de los jóvenes. Dicha relación se manifiesta a menudo en el uso más frecuente por parte de estos hablantes de las formas no estándares que gozan de un prestigio encubierto entre los miembros del grupo, en oposición a los grupos de edad más adultos, generalmente más inclinados hacia las normas estándares por razones del prestigio abierto que tienen.

En el lenguaje juvenil lo que suele llamar la atención de los sociolingüistas es su doble condición de una variedad lingüística pobre desde el punto de vista léxico, por una parte, y de una fuente inagotable de enriquecimiento del lenguaje coloquial, por otra. De ahí que resulte que los jóvenes, aun teniendo escasa competencia léxica, hacen un uso del lenguaje que desempeña un papel relevante en el cambio lingüístico.

Resulta ya tópico decir que, si bien las muestras de la variación genolectal afectan a todos los niveles lingüísticos, el aspecto donde son más patentes las peculiaridades es el léxico-semántico.

En nuestra opinión, el léxico juvenil merece ser estudiado por dos razones principales. Por un lado, por ser un fenómeno donde es más llamativa la autoidentificación que consiste en el empleo de un vocabulario y de una fraseología característicos y, por otro lado, por ser muestra del dinamismo del paso de unidades léxicas típicas de un sociolecto al lenguaje coloquial general.

Es muy frecuente que al léxico juvenil se le identifique con la jerga. Pero una afirmación así parece que simplifica hasta cierto punto los hechos lingüísticos porque siempre hay que tener presente que los límites entre la jerga y el lenguaje coloquial son difíciles de establecer, lo mismo que los límites entre la jerga juvenil y la jerga general. Además, es obvio que los hábitos expresivos  de los jóvenes van traspasando los límites de su ámbito y el carácter exclusivo de este sociolecto se va perdiendo a medida que determinados fenómenos se van proyectando en el lenguaje común y es difícil, y por qué no imposible, trazar un límite entre ellos. Es por eso que preferimos hablar de léxico juvenil y no de jerga juvenil.

La jerga era en su origen un código lingüístico utilizado por algunos grupos sociales con el que se intentaba imposibilitar o por lo menos dificultar la comprensión del sentido por parte de los que no pertenecían al grupo. Hoy en día su uso no se debe a esta finalidad, sino busca definir los intereses y valores de un grupo social. El lenguaje juvenil es una muestra del espíritu crítico e iconoclasta típico de los jóvenes, de un afán de ser diferente apartándose de la norma, de los usos lingüísticos que gozan de un prestigio abierto en la sociedad. Hay una tendencia a identificar el lenguaje juvenil con el de aquellos sectores juveniles que se caracterizan por una actitud anticonvencional. De ahí que a esta actitud y a su reflejo en los usos lingüísticos se les llegue a considerar como un rasgo representativo del conjunto de los grupos juveniles. A la hora de valorar el lenguaje juvenil no hay que olvidar que éste está también diferenciado según la clase social a la que se pertenece, el nivel de estudios, la procedencia geográfica, la actividad y el medio que se mueven los jóvenes. Es decir, no se trata de una variedad totalmente homogénea sino de un conjunto de fenómenos lingüísticos, de una manera de hablar de amplios sectores de la juventud, con vistas a manifestar la solidaridad de edad y grupo. La elección de una variante léxica depende de la visión del mundo de un movimiento juvenil, de la pertenencia a un grupo sociocultural, del contexto comunicativo, etc.

Aunque no se puede hablar de un lenguaje juvenil homogéneo sino más bien de todo un conjunto de variedades, para los fines de este trabajo no haremos diferencia entre las particularidades léxicas del lenguaje pasota, el lenguaje cheli, el lenguaje pijo, el lenguaje estudiantil, etc. (diferencias que merecen un estudio aparte), sino que centraremos nuestra atención en aquellas formas y usos cuyo denominador común es la variable social edad.

Lo que nos proponemos hacer es, sin ánimo de exhaustividad, una sistematización de algunos recursos léxicos por áreas temáticas. El léxico aquí tratado no cubre toda la realidad extralingüística, sino aquellos aspectos suyos que están en el centro de los intereses y actividades de los jóvenes y donde con mayor frecuencia aparecen variantes específicamente juveniles.

De fuentes nos han servido el Diccionario de Argot de Juan Manuel Oliver, el Diccionario de argot español de Víctor León, el Diccionario de Argot de la Droga (edición electrónica), la novela Historias del Kronen de J. A. Mañas y algunos estudios dedicados al tema del lenguaje juvenil (Casado Velarde, 1989; 2002; Molina, 2002; Morant, 2002; Marimón Llorca, Santamaría Pérez, 2001).

 

2. Ejemplos del léxico juvenil por áreas temáticas.

Uno de los ámbitos más estrechamente vinculados a las preocupaciones y los intereses de los jóvenes es, sin duda, el de los estudios, del trabajo y del ocio.

Por ser parte inseparable de su vida cotidiana, los estudios fomentan la creación de todo un caudal léxico que se podría caracterizar como típicamente juvenil. En un artículo de R. Morant (Morant, 2002) dedicado al lenguaje de los estudiantes se puede encontrar una serie de sinónimos para referirse a la acción de “estudiar” y sobre todo de “estudiar mucho” (chapar, embotellar, incubar, desgastarse, calentar la silla, romperse los codos, hincar los codos, empollar, quemar cejas, quemar neuronas, chupar flexo) y para la acción de “faltar a clase” (fumarse las clases, pirarse, hacer pellas, hacer novillos). Como sinónimos de “suspender” aparecen catear, tumbar, cargar, fulminar, colgar, poner una calabaza, tirar(se), cepillarse, etc. El rosco o el roscón es un cero en el examen (la puntuación mínima). Entre estudiantes, la repesca es el examen especial que hacen los que han suspendido en una asignatura. El profesor puede ser un buenazo o un hueso. La copiada se refiere al acto de copiar en un examen en una cantidad considerable. Entre los tipos de chuletas figuran la mocosa, el sándwich, el agua bendita.

En lo que al trabajo se refiere, es muy frecuente decir currar o currelar por “trabajar” con sus derivados currante, currelante, curro, currelo, curre. Y el jefe puede ser el baranda o el mandamás. Como se puede ver, aquí el léxico no es abundante, pero sí muy extendido entre amplios sectores de la sociedad.

La diversión lógicamente figura entre las preocupaciones de los jóvenes, de ahí que existan particularidades en el léxico utilizado. Con la diversión están relacionados algunos vocablos bien conocidos que no necesitan comentario: movida, marcha, juerga, rollo, desmadre (juerga incontrolada) y expresiones del tipo de ir de marcha, estar de buen rollo o buenri, estar en la onda. Para divertirse uno va a un bareto o garito (bar) donde puede  pasarlo de puta madre (muy bien) o puede amuermarse (aburrirse).

Ya que muchas veces la diversión supone la bebida, no faltan verbos y expresiones como privar o trincar (beber), echarse unos pelotazos (tomarse una copas), ser una esponja (beber mucho), los sustantivos priva o privata (bebida alcohólica; consumo de bebidas alcohólicas), biera o birra (cerveza), cubata (cubalibre). Con el significado de “emborracharse” se utilizan cocerse, colocarse, coger un ciego, ponerse ciego, cogerla, agarrarla. La “borrachera” recibe denominaciones como cogorza, melopea, mona, trompa, ciego, tajada, castaña, pedo, pedal, colocón, coloqueta. Del mismo campo temático son bolinga (borracho), estar pedo, estar colocado, estar piripi, estar cocido (estar emborrachado).

Aunque no tenga tanto que ver con la diversión, pero sí con la bebida, aquí se puede mencionar el léxico relacionado con la comida. Para designar la acción de “comer” existen los verbos chascar, jalar, jamar, manducar, papear, para la “comida”, jala, jalancia, jama, jamancia, manduca, papeo, pienso, y la muy utilizada palabra bocata por “bocadillo”.

En el ámbito de las relaciones interpersonales, siempre el círculo de amistades ha sido uno de los centros de mayor interés para los jóvenes. En cuanto al léxico que se usa para referirse al grupo de amigos, I. Molina señala que se dan diferencias según el sexo del hablante. Los hombres jóvenes suelen hablar de los colegas, la gente, la peña, la peñita, la pava, los chavales, la panda, la pandilla, el grupillo, los troncos, la basca, la banda, mientras que las mujeres prefieren formas analítico-descriptivas como la gente con la que voy, el grupo de gente con quien salgo, mis amigos de la facultad, etc. (Molina 2002, 106-107). Entre los miembros de un grupo con los chicos son frecuentes los apelativos colega, tío, tronco (y la forma apocopada tron), macho, chaval, chavalote, pibe, nano, y con las chicas, beibi, piba, titi. Se utilizan también como apelativos cariñosos palabras que en su significado recto son ofensivas: cabrón, cabronazo, maricón, mariconazo, gilipollas. El individuo puede ser un tío o un pavo, una chica, una cerda, una piba o una pava, la gente, el personal. Los padres son los viejos o mis viejos, el hermano pequeño es el enano.

Cuando se trata de personas de la tercera edad o personas anticuadas, reemplazando al viejo término carroza aparecen más nuevos como triciclo, porcelana, retablo, mármol, diligencia, amortizado, pureta, canica, pelota de golf (los dos últimos, como manifestación del humor negro, porque van directamente al hoyo).

De la esfera del ligue son encoñarse (enamorarse) y las denominaciones de la compañera sentimental: churri, chati, chorba, beibi (algunas usadas también como vocativos amorosos).

Cuando se habla de las relaciones sexuales, muchas veces se recurre a un léxico rayano en el vulgarismo: polvote, polvazo, polvata, flete (coito), tirarse a alguien, mojar, meter, trincar, echar un polvo, echar (meter) un clavo, poner una inyección, echar un flete, picar, picársela, clavársela, hacérselo, tabicársela a alguien, cepillarse a alguien (copular), paja (masturbación), hacerse o pegarse una paja, tocar la campana (masturbarse el hombre), matarse a pajas (masturbarse en exceso), poner cachondo (excitado sexualmente), estar cachondo (estar excitado sexualmente), empalmarse, armarse (ponerse en erección), muerdo, pico (beso), dar un muerdo (besar), morreo (besuqueo continuado en la boca), morrearse (besarse en la boca), darse la paliza con alguien, darse un (el) palo con alguien, darse (pegarse) el lote (magrear, toquetearse y excitarse sexualmente), no comerse un rosco o una rosca (no conseguir ligar, no tener éxito sexual), tener alguien un polvo, estar para un polvo, estar como un queso (ser atractivo físicamente), estar para comérsela, estar para hacerle un favor (tener muy buen tipo una mujer, estar buena). En el ámbito de las distintas prácticas sexuales se da una serie de expresiones que destacan por su marcado carácter vulgar y disfemístico: comer la polla o el capullo, comer el chocho, dar por el culo. Al homosexual se le denomina julandrón, jula, loca, de la acera de enfrente, del otro bando, del bando contrario, al travestido, travelo.

En las últimas décadas al lenguaje juvenil se han incorporado muchos términos procedentes del lenguaje del mundo de la droga. Este campo temático es donde el léxico tiene un carácter críptico y resulta incomprensible para los no iniciados, aunque éste no sea un efecto buscado. Lo característico de esta área es el uso de muchos hipónimos. Junto a las denominaciones de la droga en general, aparecen las de los distintos tipos, de la forma que tienen, de las dosis, etc.

Para referirse a la droga en general se usan flora, manteca, caca, mierda, madre, vicio, mandanga, etc.

Algunas de las voces designan un tipo de droga y por extensión la droga en general, por ejemplo: mandanga (marihuana), mierda (hachís).

Entre los distintos tipos figuran la marihuana (costo, hierba, grifa, rama, mata, maría, mari, chocolate, choco, tate, mierda), la cocaína (farlopa, farla, nieve, nevadito, perico, pasta, blanca), la heroína (caballo, burro, jaco, nieve, blanca), el hachís (mandanga, perejil), el LSD (ácido, estrellita, gota, micropunto, pink floyd, secante, Vulcano, seta), la anfetamina (speed, espid, anfeta).

Algunas denominaciones dependen de la forma en que se presenta la droga: seta (LSD en esa forma), trompeta (cigarrillo de hachís o marihuana en forma cónica), barra (trozo de hachís en forma alargada), ele (cigarrillo de hachís o marihuana en forma de ele), pastis (pastillas).

Otras tienen que ver con el color de la droga (chocolate, mierda, nieve, blanca), el estado sólido o líquido: polvo (heroína o cocaína), la calidad: canela fina (droga de buena calidad), goma o gomita (hachís de muy buena calidad), harina, pastel (hachís de baja calidad), alfalfa (marihuana de mala cualidad).

Existen también palabras para designar los distintos tipos de dosis: chute (dosis de droga que se inyecta), raya (dosis de cocaína o heroína en polvo que se aspira por la nariz), anchoa (dosis de cocaína), china (porción de hachís que se mezcla con tabaco), línea (dosis de cocaína o heroína), camisa (dosis de heroína), piedra (porción de hachís), ajo, lenteja, trip, tripi (dosis de LSD), raya o rayote (dosis de cocaína o heroína en polvo para ser esnifada), papelina (dosis de heroína o cocaína envuelta en papel). El cigarrillo de hachís o marihuana recibe toda una serie de denominaciones: porro, porrete, cacharro, trompeta, canuto, varillo, cono, tilín, flai, mai, peta, kiki, quiqui, yoi, yoe, yoin, cigarro de la risa.

Con el significado de “drogarse” se usan doparse, ponerse ciego, colgarse, colocarse, ponerse. Cuando uno está drogado se dice que está pillado, está colgado, está ciego, está colocado, está puesto. Estar enrollado significa “estar drogado con drogas blandas”, enfarloparse, “drogarse con cocaína”, el fumeteo es la acción de fumar hachís.

Picar(se), pincharse, chutarse (chuta “jeringuilla”), meterse un pico equivalen a “inyectarse droga”, esnifar, hacer trabajar las napias, meterse un tiro, darle a la napia a “inhalar cocaína o heroína”, rular, “hacer un cigarrillo de marihuana”. Según el tipo de droga consumido el drogadicto (drogata, drogota, drogui) puede ser yonqui (adicto a la heroína), fumata o fumeta (adicto al hachís), porrata (fumador de hachís o marihuana), pinchota o picota (drogadicto que se inyecta).

Al estado provocado por el efecto de las drogas se le llama el ciego, el cuelgue, el pedo. Estar en un viaje, alucinar, espitar, flipar equivalen a “hallarse bajo los efectos de la droga”. En lo que se refiere a las etapas del efecto de la droga, tenemos estar alto (alcanzar el momento de máxima sensación de los efectos de una droga), estar bajo (estar en el trance de ir desapareciendo la euforia de la droga), subir (hacer efecto la droga), subida o subidón (efecto producido tras el consumo de droga, sensación inicial fuerte del efecto de la droga), bajar (pasarse o disminuir los efectos de la droga), bajada, bajón, amarillo (fase final cuando desciende el efecto de la droga). Al síndrome de abstinencia de los drogadictos se le denomina mono, monqui, monki, negra, pavo. Entre las expresiones que significan “tener un drogadicto síndrome de abstinencia” figuran estar con el pavo, dar el pavo, dar la negra, tener mono.

Del mundo de la droga provienen también camello (vendedor de droga al por menor), trapichear con droga, hacerse unos trapis (vender droga al por menor), trapicheo o trapo (venta de droga al por menor), pillar (conseguir droga).

A juzgar por la abundancia de los vocablos y expresiones de este campo temático y por el uso tan especializado de algunos, parece poco probable que todos los jóvenes los dominen y utilicen en igual medida.

Lo mismo es válido para los préstamos del lenguaje marginal procedente de algunos grupos estigmatizados socialmente, más concretamente para las voces provenientes de la jerga de los delincuentes. Algunos sectores de la juventud (la juventud pasota y marginal) cercanos al mundo de la delincuencia destacan por el uso de sinónimos para referirse a la policía (pasma, bofia, madam, maderos, mono, guripa) o a la cárcel (abanico, saco, trena, talego, trullo, maco, posada, jardín, hotel, hotel rejas).

Cuando se habla de las partes del cuerpo humano (que es el body o bodi), se emplean términos como morros (labios), faros (ojos), jeta, careto (cara), patas, bielas (piernas), napia, tocha (nariz), antenas (orejas), peras, delantera, pechuga, anginas, tetamen (pechos femeninos), zarpa (mano), cachas (nalgas), pinreles (pies), buzón (boca grande), jebe, ojete (ano), retaguardia, culamen (culo), polla, chorra, aparato (pene), alegrías (genitales masculinos), bolas, bolamen (testículos), chocho, conejo, chichi, agujero, almeja, alcancía (vulva). Lo que más abunda son las denominaciones de la cabeza: azotea, bola, calabaza, chola, coco, melón, olla, pelota, tarro, chimenea, cebolla, etc.

Al hablar de algunas necesidades fisiológicas se recurre a expresiones de carácter escatológico como giñar, lanzar o echar lastre (defecar), tirarse un chusco (expulsar gases), potar, echar la pota (vomitar), chorrada (meada), cambiar el agua a las aceitunas, al canario, a las castañas, a los garbanzos (orinar), etc.

Otro aspecto de la realidad donde se encuentran palabras y expresiones jergales es la relativa al dinero. Al dinero mismo se le llama guita, chapa, lata, manteca, parné, pasta, tela, a los billetes, papeles o pápiros. Ya han perdido su actualidad las palabras de la época de la peseta que se usaban para referirse a la peseta (leandra, pela, púa, rubia, calandria), para designar los distintos tipos de billetes (talego, sábana, lechuga, gamba, libra), monedas (chocolatina, pavo, tejo, guil), cantidades de dinero (kilo).

Del área temática de la actividad intelectual son las variantes de la acción de “pensar” o de “darle vueltas a una cosa”: comerse el coco, comerse el tarro, darle al coco, jamarse el coco, estrujarse el melón. Con la actividad mental deficiente están relacionadas las expresiones patinarle a uno las neuronas (tener confusión mental, decir incongruencias), cruzársele a uno los cables (bloqueársele la mente, equivocarse, desvariar), írsele a uno la bola (no comprender lo que se oye, no reaccionar), dar la venada (tener un ataque de locura), no empanarse, no coscarse (no comprender, no darse cuenta), las formas sustantivadas cacao mental y empanada mental (confusión mental), patine o patinaje de neuronas, cruce de cables. Para decir que una persona tiene poca capacidad mental se usan tener poca sesera, cerrado de mollera, ser un panoli, decir paridas.

En el campo de la valoración de la actitud o el carácter de las personas caben adjetivos y sustantivos del tipo de gilipollas, gilí, capullo (tonto), bolo (ignorante), acojonado (cobarde; estupefacto), cagueta (miedoso), borde (intratable, de mal carácter, malintencionado), bocazas (persona que habla más de lo que debe), marchoso (activo, divertido, juerguista), nota (persona que llama la atención), cara, jeta, morro (atrevido, insolente), pardillo (ingenuo). Para designar a las personas que molestan o fastidian se utilizan latoso, peñazo, coñazo, muermo, y expresiones como ser un paliza, ser un peñazo, ser un tostón, ser un plasta, ser un pegote, y por “molestar” o “fastidiar”, dar por saco, dar el coñazo, dar la brasa, dar la coña, hinchar los cojones, joder.

A la alteración del estado físico, de los sentimientos, los estados de ánimo, los comportamientos extraños se refieren estar mal de la azotea, estar como una cabra, estar mal de la chaveta (estar loco), estar hasta la bola, estar hasta los cojones, estar hasta el culo (estar harto, cansado), estar quemado, estar hecho polvo, estar molido (estar desanimado, deprimido o con bajo estado físico).

Para valorar objetos o situaciones los jóvenes se sirven de una serie de palabras o frases que destacan por su carácter enfático e hiperbólico (es bien sabido que las personas jóvenes son más propensas al énfasis y a la hipérbole en su habla). Algunas tienen connotaciones positivas: adjetivos y adverbios intensificadores como cojonudo, acojonante, de puta madre, chachi, mogollón, que te cagas, de la hostia, molón, alucinante, flipante, guay, del copón, a tope, mazo, de cojones, tocho, a lo bestia, expresiones como ser una pasada, estar guay, ser la hostia, ser la polla. El verbo molar (gustar) aparece muchas veces intensificado como en mola mogollón, mola mazo, mola que te cagas. Sinónimos de molar son flipar (gustar) y enrollar cantidad (gustar mucho).

Otros intensificadores tienen valor negativo: una chorrada, chungo, puto, jodido, del carajo, de la hostia, de (la) mierda, ser un coñazo, ser una puta mierda. Para expresar negación absoluta, con el significado de “en absoluto”, “de ninguna manera”, se dice ni a hostias o ni de coña. Ser la leche, ser la hostia, ser la coña equivalen a “ser el colmo”.

Por fin mencionaremos algunas denominaciones de cosas, acciones y estados de la vida cotidiana, en fin, aspectos de la realidad extralingüística que no se inscriben en la separación estricta por áreas temáticas, pero que destacan por la frecuencia de su uso: abrirse, pirarse (irse), sobar(se) (dormir), planchar la oreja (ir a dormir), pillar la horizontal (acostarse), espichar(la), estirar la pata, palmar(la), pringarla, quedarse frío, liar los bártulos, cascarla (morir), fiambre, tieso (muerto, difunto), apalancarse (establecerse en un lugar, acomodarse en un sitio), buga (coche), gasofa (gasolina), kelly,  queli, kelo (casa), piltra, sobre (cama), tacos (años), etc.

 

 

3. Conclusiones.

El inventario léxico considerado, aunque no es exhaustivo, es lo suficientemente representativo para ilustrar parte de los rasgos característicos del lenguaje juvenil que se convierten en señal de identidad generacional frente a otros grupos. En primer lugar, podemos decir que en lo que a la pobreza se refiere, ésta es más bien léxica, pero de ninguna manera expresiva. Como lo demuestran los ejemplos citados, llenos de ocurrencias e ingenio, se trata de una capacidad de innovación y creación léxica que se puede explicar con el hecho de que los jóvenes son, por lo general, más propensos al cambio.

Por otra parte, entre las voces y expresiones citadas no es difícil detectar un número considerable de ejemplos que van perdiendo su función primaria de marcadores de grupo y van traspasando los límites de su ámbito generacional para formar parte y enriquecer el caudal léxico coloquial de otros grupos de la sociedad. Todos los datos apuntan a la existencia de una estrecha relación entre la variable social edad y el cambio lingüístico.

Es obvio también que no todos los ejemplos del vocabulario y de la fraseología y no de todas las áreas temáticas en igual medida han llegado a una misma etapa de incorporación al lenguaje coloquial de toda la comunidad, lo que permite seguir caracterizando gran parte de ellos como típicamente juveniles.

Si uno se deja llevar por el espíritu normativo y se atiene a las reglas prescriptitas, puede calificar el léxico juvenil de pobre, marginal, etc. Pero a la hora de enfocarlo desde el punto de vista estrictamente sociolingüístico, hay que tratarlo y estudiarlo como una realidad, como una forma peculiar de comunicación que tiene su razón de ser dentro de una comunidad lingüística.

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

CASADO VELARDE, M. Léxico e ideología en la lengua juvenil. En: RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, F. (ed.). Comunicación y lenguaje juvenil. Madrid: Fundamentos, 1989, p. 167-178.

CASADO VELARDE, M. Aspectos morfológicos y semánticos del lenguaje juvenil. En: FÉLIX RODRÍGUEZ (coord.). El lenguaje de los jóvenes. Barcelona: Ariel, 2002, p. 57-66.

DICCIONARIO DE ARGOT DE LA DROGA. http://webs.demasiado.com/tebeweb/argot.htm [23-02-2007]

LEÓN, V. Diccionario de argot español. Madrid: Alianza, 1992.

MARIMÓN LLORCA, C., SANTAMARÍA PÉREZ, I. Procedimientos de creación léxica en el lenguaje juvenil universitario. Estudios de Lingüística, Universidad de Alicante, 2001, nº 15, p. 5-64.

MOLINA, I. Evolución de las fórmulas de tratamiento en la juventud madrileña a lo largo del siglo XX: un estudio en tiempo real. En: FÉLIX RODRÍGUEZ (coord.). El lenguaje de los jóvenes. Barcelona: Ariel, 2002, p. 97-121.

MORANT, R. El lenguaje de los estudiantes: un paseo por las aulas. En: FÉLIX RODRÍGUEZ (coord.). El lenguaje de los jóvenes. Barcelona: Ariel, 2002, p. 243-263.

RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, F. Lenguaje y contracultura juvenil: anatomía de una generación. En: FÉLIX RODRÍGUEZ (coord.). El lenguaje de los jóvenes. Barcelona: Ariel, 2002, p. 29-56.

SANTOS GARGALLO, I. Algunos aspectos léxicos del lenguaje de un sector juvenil: Historias del Kronen de J. A. Mañas. Revista de Filología Románica, 1997, vol. 1, nº 14, p. 455-473.