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EL TEMA DEL
HOMBRE CAÍDO EN
Pedro Correa
(Universidad de Granada)
Resumen: Esta obra de teatro cuenta la primera caída del hombre. Su
expulsión del Paraíso. La necesidad de redención. La humanización de Dios a través
del Verbo. Constituye una sencilla exposición de la teología de la salvación.
Palabras clave: humanidad, virtudes, redención, gracia
Abstract:
This play tells the first fall of the man. His expulsion from
paradise. The need of redemption. The humanization of God through the Word. It makes up a
simple exposition of the salvation theology.
Key
Words: humanity, virtues, redemption, grace
Para justificar el título del auto, Mira no tiene
más remedio que remontarse al origen de la caída del hombre y la necesidad de
que su falta sea redimida por alguien que satisfaga a Dios la enormidad de su
pecado. La pérdida del estado de gracia y su recuperación por el Verbo
constituyen la trama no sólo argumental sino temática de la obra. El autor no
recurre a un largo monólogo para explicar la caída del hombre; a lo largo del
auto, en su primera mitad, un personaje alegórico que lo representa, en
conversación con
Con
la exposición de tan atractivo tema, el dramaturgo se propone impartir una
lección que, aunque remonta a un original bíblico, pertenece de lleno a la
doctrina del cristianismo: la necesidad de que alguien con poder suficiente sea
capaz de redimir al hombre de las secuelas del pecado original. Y de aquí
deriva la naturaleza intrínseca del auto. Por lo tanto, el autor une varios
temas que enlaza con especial habilidad y demuestra su maestría de las tablas.
La
aparición de un redentor en la persona de Cristo y la subida a los cielos tras
su muerte y resurrección, le vienen como anillo al dedo a la naturaleza del
auto. Es indudable que la labor de Jesucristo se continúa en su Iglesia y era
preciso que permaneciera entre nosotros de un modo visible. El misterio de la
transubstanciación eucarística ha sido el medio elegido por nuestro Redentor
para permanecer entre nosotros y la defensa de dicho misterio está encomendada
a este tipo de pieza teatral que tanto juego había de dar en los siglos XVII y
XVIII.
Sin
embargo Mira no va a abandonar la proclividad que siente ante temas que hunden
sus raíces en el Antiguo Testamento,
en concreto se remonta hasta el Génesis
como documento base para en torno a la historia que narra acercarnos a uno de
los misterios más grandes y decisivos para el destino del hombre. De nuevo la
intención didáctica predomina y con ella se introduce en el meollo de los autos
como medio difusor de doctrina.
En
su primera aparición, Mira de Amescua trata de conseguir la participación del
espectador en el estado de miseria y desamparo en que el Hombre se encuentra.
Éste se presenta en el escenario vestido de hojas y preguntándose qué será de
él, qué le deparará el futuro, pues no tiene lugar en el que refugiarse. La
sensación de soledad está bien lograda, la hostilidad de la naturaleza también:
Oyeron a Yavé Dios
que se paseaba por el jardín al fresco del día, y se escondieron de Yavé Dios el hombre y su mujer, en medio de la arboleda del
jardín.
¿Adónde me esconderé
que no hay en cielo ni en tierra
lugar que como Criador
a Dios patente no sea?
Parece recoger el autor la necesidad del
hombre de esconderse de la presencia de Dios una vez que hubo transgredido el
mandato divino. De ahí la dificultad de encontrar un lugar seguro:
¿En qué cumbre del Olimpo?
¿En
qué lóbrega caverna?
¿Qué
mares iré surcando?
¿En
qué montaña haré cueva?
Y ni siquiera encuentra consuelo en la
naturaleza, en cuya comunión y armonía había vivido hasta entonces:
las plantas, hojas y ramas
parece que me vocean,
y con animales y aves
me dice mira qué cerca
viene de Dios el castigo
que ha sido grande la ofensa.
Mira
opera a la inversa del desarrollo natural del tema. Primero el estado de
felicidad y después la caída y, en consecuencia, la pérdida del mismo. Pero no,
presenta al hombre vencido, enfrentado a su propia debilidad, y en un momento
determinado nos va a hablar de esa inocencia primitiva que leemos en el Génesis.
Es
de una gran plasticidad la poetización del estado de postración del Hombre. Es
necesario que sea así para después resaltar la caridad de Dios para con él, al
entregarle a su propio Hijo y pueda así salir del estado de miseria en el que
se encuentra. Indigencia no sólo corporal, superada en el transcurso del tiempo
con el esfuerzo propio anunciado en el momento de la expulsión, sino lo más
terrible, la miseria espiritual y el abandono al que se había visto reducido.
Es
necesaria la presencia de una serie de alegorías con significación muy sencilla
para que el espectador inculto pueda desde el primer instante entenderlas y
darse cuenta de la misión que tienen encomendada en el drama humano que se va a
representar. Una mantiene el espíritu que su nombre pregona, las otras se
pliegan más a la necesidad de Adán en el trance que está viviendo.
El
Hombre cae en manos de
Es
......... y así me hizo
con el limo de la tierra
Deja para el final la separación de mares y
tierra y su colocación en una "amable selva":
los bajíos dio a la aguas,
a los altos dio las sierras,
a los vientos su región,
y el fuego subió a la esfera,
y en el lugar más hermoso,
en la más amable selva
a mí me crió..........
El llanto interrumpe su discurso, pero
La
segunda intervención, algo extensa, del Hombre es para contar su estancia en el
paraíso y su expulsión. El relato, en síntesis, es el mismo que leemos en
Hizo, pues, Yavé
Dios caer sobre el hombre un profundo sopor; y dormido, tomó una de sus
costillas, cerrando en su lugar con carne, y de la costilla que del hombre
tomara, formó Yavé Dios a la mujer,
La libertad del creador es aprovechada para
poner en boca del Hombre la nota antifeminista que en esta ocasión no está
cogida por los pelos, ya que Eva fue la causa segunda de nuestra perdición. La
primera se la reservamos al Demonio y la tercera y definitiva a Adán:
Diome para compañía
de mi hueso y carne a Eva,
tan hermosa como fácil
y tan fácil como necia.
A continuación leemos la prohibición
impuesta por Dios, la intervención de la serpiente, el engaño y las
consecuencias:
Púsome Dios un precepto
y fue de que no comiera
la hermosa fruta de un árbol
que tanto llanto me cuesta,
¡ay!, y mi esposa ignorante,
mujer al fin, sin que advierta
de la serpiente el engaño
tras su apetito me lleva.
Comió
y yo también comí
no más de por complacerla
que no mirando el engaño
un enamorado es bestia.
Encontramos ciertas notas negativas hacia el
papel desempeñado por la mujer, y que ya hemos señalado, en la misma línea del
relato bíblico, si bien algunos epítetos son propios del autor y reflejan ideas
y concepciones que de la mujer no sólo tenía
La
descripción del efecto de la transgresión en el
hombre es impresionante. Todo se le vuelve negativo. Es como si la naturaleza
se hubiera rebelado contra su dueño y pidiera venganza:
Cubrí mis carnes con hojas,
eché de ver que es afrenta,
sentí notable inquietud
heladas todas las venas,
el cabello se me eriza,
temblaron brazos y piernas,
Lo primero que siente es el efecto del
pecado en sus propias carnes y la aparición de una desazón que nunca había
padecido. Una vez que en sí mismo se produce un cambio, lo proyecta sobre la
naturaleza circundante:
los vientos se me atrevieron,
espantáronme las fieras,
de mí las aves huyeron,
las aguas claras me cercan,
hirióme el suelo descalzo,
la sed y el hambre me aquejan;
el desorden producido se traduce en la necesidad de
trabajar para conseguir el sustento, en la constante huida hacia adelante en
busca del sosiego perdido. El mismo hombre se da cuenta de lo imposible de su
búsqueda:
Huyendo voy y no puedo
porque mis pasos tropiezan
con la carga del pecado
que ya traigo siempre a cuestas.
Terminado
su relato, todas las alegorías están de acuerdo en que el Hombre merece un
castigo vinculado con la transgresión cometida.
Aparece el Verbo para terciar en la discusión.
Porque siendo infinita
lo que es finito, ni la salva o quita,
y así digo Señor que el hombre muera
porque desta manera
vos quedaréis vengado,
el Padre satisfecho, y castigado
el ingrato homicida,
pues no hay más recompensa que su vida.
Parece ser que el razonamiento de
Si el maná en el desierto te enviaba
cuando el alba mostraba
crepúsculos del día,
y cuando tú gustabas te sabía,
muy ingrato has andado,
mereces con razón ser castigado.
A continuación encontramos otro beneficio
recibido; una columna de luz los guía en la oscuridad de la noche, y para
mitigar el calor inmisericorde del sol, durante el día, una nube cubre el
cielo:
Iba Yavé delante
de ellos, de día, en columna de nube, para guiarlos en su camino, y de noche,
en columna de fuego, para alumbrarlos y que pudiesen así marchar lo mismo de
día que de noche.
si en la noche más lóbrega y oscura
te daba de luz pura
una columna hermosa
de fulminantes rayos luminosa,
y para el sol del día
de pardas nubes pabellón te hacía;
recuerda al Hombre que le permitió pasar el mar Rojo e
impidió que las huestes del faraón siguieran adelante. Finalmente como síntesis
le dice que lo liberó del cautiverio y del trabajo tan pesado y sin embargo no
ha tenido en cuenta tanto beneficio recibido:
Si de la esclavitud del enemigo
donde el mayor abrigo
era tirar de un carro
haciendo adobes y pisando barro
te he sacado ¿a qué efeto
me ofendiste perdiéndome el respeto?
A
continuación encontramos un tira y afloja entre las diferentes alegorías que
algo tienen que decir con respecto a la liberación del Hombre. Aparece el Amor
divino como valedor definitivo y trata de apaciguar a las más reticentes,
especialmente a
Verdad es que pecó el Hombre
mas ha de hallar en tu pecho
como triaca, clemencia,
hacienda como heredero.
Condenado
le has a muerte,
no piensa pasar por ello,
que soy tu divino Amor
y tanto como tú puedo.
Se dirige al Verbo que se encuentra rodeado
por
Amor está de su parte
el Hombre tiene remedio.
Hay
una escena muy interesante en la que dialogan el Hombre y
Estamos
en presencia de un auto sacramental alegórico en el verdadero sentido de la
palabra. Todos los personajes encarnan alegorías estrechamente relacionadas con
el quehacer del Hombre, quien también, al identificar a
Lo
que sí hemos de tener presente es el avance que este auto supone con respecto a
otros del mismo autor. Creemos que pertenece a un estadio avanzado de su
creación, cuando se ha afianzado en él la técnica constructiva de este tipo de
representaciones. Incluso encontramos una riqueza escenográfica de cierta
complejidad, como podemos comprobarlo una vez terminadas las intervenciones del
Hombre y
Volviendo
al Hombre que aparece vestido de pieles, refleja a través de sus palabras la
situación tan estrecha en que vive:
Montañas donde habita
la fúnebre miseria
y tiene aquí su lóbrega morada
que a la tristeza imita
con llanto y con laceria
del infierno
los cóncavos no es nada.
Observamos la intensificación lograda
mediante la acumulación de palabras con valor negativo. Se crea un ámbito
sórdido, sin posibilidad de redención, en absoluto abandono. Y para más inri, el Hombre recuerda que en un tiempo pasado fue feliz
Aquí estoy desterrado
pasando tristemente
la ya cansada y miserable vida,
y por el bien pasado
conozca el mal presente
y a lágrimas eternas me convida.
Sus
palabras son interrumpidas por la presencia de
Al hombre le dijo: "Por haber escuchado a tu
mujer, comiendo del árbol de que te prohibí comer, diciéndote no comas de él:
Por ti será maldita la
tierra;
Con trabajo comerás de
ella todo el tiempo de tu vida;
Te dará espinas y
abrojos
Y comerás de las
hierbas del campo.
Con el sudor de tu
rostro comerás el pan
Hasta que vuelvas a la
tierra,
Pues de ella has sido
tomado;
Ya que polvo eres, y al
polvo volverás."
Que
¿Cómo te va en mis montañas
entre aquestos riscos pobres,
entre estas aguas salobres,
y encarceladas castañas?
Aquí
todo es trabajar,
pasando con tu sudor,
comer el pan con dolor,
todo es llanto y suspirar.
A
partir de este momento el auto se desliza por derroteros teológicos conducentes
a la salvación y redención del género humano. El poeta lo hace de un modo sencillo,
sin faltar a la verdad establecida por
Es
el Amor quien trata con sus palabras ponderadas y bien razonadas de establecer
un acuerdo entre actitudes tan antagónicas como mantienen Justicia y
Misericordia. En un momento determinado dice, dirigiéndose al Verbo:
Señor, si la causa fue
Luzbel,
no dio el Hombre causa
que persuadido pecó
y con astucias y mañas
quiso borrar vuestra hechura.
Se les plantea a las alegorías la necesidad
de encontrar un remedio infinito para una ruptura tan radical. Aquí tenemos una
de las claves centrales del auto. Se inicia con esta insinuación que el Amor le
hace al Verbo:
Encarnado en las entrañas
de una virgen y daréis
con esta hazaña tan alta
al Padre satisfación
pagando la carne humana
Por supuesto el Verbo acepta encantado esta
propuesta. Sin embargo
Señor, bastará os hagáis
hombre sin que paséis tantas
angustias, muerte y afrentas,
que yo y Justicia alabanzas
os daremos por tal hecho
digno de laurel y palma,
que no es bien que padezcáis
tal rigor, penas amargas,
cosa que no han de llorar
los cielos, la tierra y aguas.
Hasta
aquí se cuenta la caída del Hombre, sus consecuencias, la necesidad de su
redención y el diálogo que mantienen las alegorías para presentar el mejor
medio, el más eficaz, que puede reconciliar al Hombre con su Creador. El Génesis le ha servido al autor de
apoyatura textual para el desarrollo argumental de esta primera parte. Termina
con el anuncio del Verbo encarnado como triaca neutralizadora del veneno.
La
segunda parte sigue por otros caminos. El Hombre queda en un segundo plano y
aparecen nuevas alegorías como
Desconocida criatura
ya puedes estar contenta,
pues que tomo por mi cuenta
paga que así te asegura;
por tu amor he descendido
de mi Padre soberano.
Yo
por ti soy hombre humano.
Pero
un auto sacramental no tiene más remedio que hacer una referencia expresa al
motivo por el cual se crea. En un momento determinado el Amor le pide al Verbo
que, en alguna manera, se quede a vivir con el hombre:
................ Señor, quiero
que acá en la tierra os quedéis
para sustento del Hombre,
porque vivir sin comer
ya veis que no puede ser
y es darle eterno renombre.
El reto está lanzado. Solamente queda que el
Verbo sea inmolado para que de nuevo la gracia perdida sea restaurada. Y así se
hace. Pero el Verbo permanece entre nosotros bajo las especies de pan y vino.
Oye, Duda ignorante
el misterio más alto y elegante:
la sustancia del pan y del vino
por modo peregrino
y hecho incomprehensible
se vuelve en carne y sangre, aunque invisible
a la vista se ofrece,
por sólo la fe verlo merece.
Y
como el pan en Dios se transustancia
se hace Dios la sustancia
y deste ayuntamiento
se nos viene a ofrecer en sacramento,
que el sólo hacerlo pudo.
Mira
de Amescua defiende por medio de la palabra un misterio que había sido
contestado por confesiones protestantes defensoras del carácter simbólico del
acto, negadoras del infinito valor de
Lo
que más nos llama la atención es cómo progresa el auto, sin rupturas ni saltos
en el vacío. Se pasa, mediante unas escenas de transición, del motivo de la
caída al de la redención, y de ésta al misterio de
El
Hombre cierra el auto compendiando en unos cuantos versos el contenido del
mismo. Pide a las virtudes lo mantengan dentro de los límites considerados
moralmente aptos como reconocimiento a los favores recibidos de Dios.
Especialmente recuerda el sacrificio del Verbo, su permanencia entre nosotros a
través de las especies de pan y vino, la conmemoración de tan gran acontecimiento
mediante la exposición pública de este misterio.
Cuanto el dramaturgo
ha expuesto a la consideración de los espectadores es una teología de la
salvación, escrita dentro de la más pura ortodoxia, desprovista del aparato
crítico propio de un tratado; hecha realidad mediante una lengua directa,
normativa, sencilla, sin que por eso esté desprovista de la elegancia propia
del verso.
Las
citas proceden del manuscrito 15117, actualizado según las normas empleadas
para la edición de las obras de Mira. Es del siglo XVIII y aparece en el quinto
lugar de una colección de doce autos. Lleva por título El auto sacramental de
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