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Monique Nomo Ngamba
(Escuela Normal Superior. Universidad Yaounde I. Camerún)
Abstract:
The study of literary genres, forms and themes are of great interest to
Comparative literature. Although the difference between these forms and themes are difficult to
establish, Comparative literature should study each of these processes, for,
they are all of great interest to the literary genre provided they are all
incorporated into a global approach to the literary text.
Keywords:
Comparative, Literature, Genres, Themes, Forms.
El estudio de los géneros literarios ha
constituido un importante objeto de estudio de la teoría literaria
contemporánea[1],
en la cual se han distinguido dos vías fundamentales de acercamiento a la
problemática de los géneros: la que considera los géneros como entidades
históricas empíricamente existentes (“géneros históricos”[2]), y la que intenta
establecer una serie de categorías genéricas
permanentes y atemporales (“modos” o “géneros naturales”[3]). Pero los géneros
literarios no son solo objeto de estudio de
Para
realizar esa teoría aplicada de los géneros, la discusión en Literatura
Comparada se ha convertido en una discusión sobre métodos. La comparatística
francesa, en sus inicios, se preocupó de los géneros desde la perspectiva de la
historia de la literatura. La obra
más representativa a este respecto es La
littérature comparée de M. F. Guyard[5], a quien le interesa el destino que han tenido
los distintos géneros desde una perspectiva naturalista similar a la de
Brunetière, preocupándose por su nacimiento, madurez y muerte. Propone analizar
las relaciones binarias entre autores y obras de dos literaturas nacionales,
pero admite también que se realicen grandes síntesis teórico-literarias (como
por ejemplo de la historia de la novela). De esta manera se opone al
pensamiento de Paul van Tieghem, quien había desterrado de
Más
recientemente, y dentro también de la escuela francesa, Claude Pichois y
André-M. Rousseau, en su obra
Rene
Wellek, por su parte, quien en varias conferencias reprochó a los franceses la
reducción de la investigación comparativa a los conceptos de fuentes e
influencias, propone una ciencia basada en el estudio de la obra misma (intrinsic approach) y no en
planteamientos externos (extrinsic
approach). René Étiemble sigue los postulados de Wellek cuando propone
realizar una investigación comparativa de las estructuras de detalle (estilo o
métrica) y de las estructuras de la obra entera, es decir, de elementos
intrínsecos, y no extrínsecos[8].
Pese a todo, la comparación de géneros
que va más allá de las formas literarias de una sola cultura plantea problemas.
Es indudable que estructuras nacidas de la tradición anónima, como el chiste,
la fábula o el cuento, han formado en todo el mundo invariantes comparables.
Pero géneros más complejos, como la novela, se prestan en peor medida a una
comparación universal.
Hay que señalar que la crítica marxista
ha censurado la arbitrariedad de planteamientos que llevan a última instancia a
comparar todo con todo. Una corriente como la marxista, que ve en la literatura
el reflejo de la realidad económica y social, no puede admitir la simple
comparación de estructuras atemporales, e insiste en la historicidad de la
literatura. Aunque autores encuadrables en esta tendencia, como Lukács[9],
admiten que los géneros, una vez constituidos, muestran una enorme constancia,
no creen que deban considerarse ajenos a los fundamentos de la vida social y
del proceso histórico. Así, la comparatística marxista se preocupa por los
fenómenos sociales que condicionan las semejanzas entre los géneros o entre las
obras. Contrariamente a la comparatística europea o americana, que tienen en
cuenta sobre todo los aspectos estructurales y temáticos, marginando o
excluyendo –como en el caso de Wellek y sus seguidores- los aspectos sociales,
éstos son fundamentales para la crítica marxista.
Para Claudio Guillén,
1.
Cauces de representación o de comunicación
naturales: los tres tradicionales (la narración, el poema cantado, la
representación simulada) y el discurso monológico, no rítmico ni cantado, es
decir, la oratoria.
2.
Géneros
propiamente dichos: la tragedia, el poema épico, la égloga, el ensayo.
3.
Modalidades
literarias: aspectos temáticos de la obra, como la ironía, la sátira, lo
grotesco, la alegoría, la parodia.
4.
Formas: procedimientos tradicionales de interrelación,
ordenación o limitación de la escritura, como las convenciones de
versificación, la división en capítulos, la disposición de la cronología, el
uso de escenas o sumarios en una narración, la intercalación, las estructuras
dinámicas o las circulares[10].
Ulrich Weisttein, por su parte, tras recordar que la
comparatística no se ha preocupado suficientemente del problema de los géneros,
propone excluir del objeto de estudio aquellos géneros que sólo se han
desarrollado dentro de una literatura nacional, como la poesía provenzal, las
coplas alemanas o las quintillas inglesa conocidas con el nombre de limerick. Es preciso en su
opinión realizar una historia comparada de los géneros, teniendo en cuenta la
desaparición de los géneros que han existido, y explicando su transformación en
otras formas.
Weisstein
dedica su atención a los intentos de establecer una clasificación de los
géneros naturales, pero considera insuficientes dichas clasificaciones para
Para
resumir, podríamos decir que la comparatística de los géneros debe tener en
cuenta el conjunto de los factores apuntados, intentando integrarlos en lugar
de considerarlos contrapuestos.
En cuanto a la tematología,
o la historia de los temas y motivos, ha resultado ser uno de los aspectos más
controvertidos de la Literatura Comparada[12]. De hecho, la tematología se ha relacionado en sus
orígenes con el comparatismo alemán, ya que a ella se dedicaron especialmente
los estudiosos del folclore alemán del siglo XIX. La investigación de los
cuentos y leyendas populares influyó también en el comparatismo de los países
limítrofes a Alemania, como en Alsacia, en Suiza y en el norte de Italia. En
otros países, como en Francia, el estudio temático se desarrolló inicialmente
en menor medida. Los fundadores de
Así,
Baldenspenger sostenía que los estudios temáticos carecían de integridad, ya
que no era factible reconstruir todos los eslabones de las cadenas temáticas.
Paul Hazard rechaza también los estudios temáticos, al considerar que no se
limitan a las relaciones de hecho (rapports de fait) del primer
comparatismo francés[13]. Para Van Tieghem, el
estudio de los temas pertenecía a
En
Estados Unidos no existe tradición en la investigación temática. Wellek y
Warren, en su Teoría de
Por
lo que respecta a la comparación temática, Weisstein cree necesario establecer
una diferencia entre materia y tema. A este respecto, Goethe propuso
una triple distinción entre materia (equiparable al contenido), fondo y forma,
insistiendo en que sólo esta última debía ser sometida a juicio estético, pues
daba poca importancia a la elección de la materia. El fondo era para Goethe una categoría
psicológica (no morfológica). Proviene
de una vivencia personal cuyos elementos básicos constituyen una especie de
modelo que rige espontánea e inconscientemente la obra del escritor.
A juicio de
Weisstein, la triple distinción de Goethe en materia, fondo y forma no ha
perdido hoy en día validez. Dentro de la categoría forma o estructura interna,
Weisstein incluye también el estilo y
la que denomina estructura externa.
Entiende por ésta
“[...] la composición de una acción
épica, dramática o excepcionalmente lírica (como en el caso de la balada): el
encadenamiento de las escenas, la ordenación en capítulos o estrofas, las
diversas líneas de acción, en resumen, todo eso que en el drama se denomina
argumento o plot. [...] Según esto,
el argumento remite a un contenido determinado, pero siempre en la forma de una
descripción breve y sencilla del transcurso de los acontecimientos”[14].
La
materia resulta de la recopilación de
los componentes más importantes de la acción, lo que lleva a descubrir los
temas y motivos subyacentes que la componen. El tema y el motivo son para
Weisttein constituyentes de la materia, y no del fondo. Y por fondo entiende Weisstein el pensamiento
ético, de índole filosófico-ideológica, presente en la obra, en el que se
incluye también la significación, es decir, “el elemento lingüístico que va más
allá de la declaración meramente lingüística”[15]. Pues bien, Weisstein
propone excluir de la investigación temática los elementos relativos al fondo (como el estudio de los símbolos),
y centrarse exclusivamente en aquellos elementos tratados por distintos
comparatistas que forman parte del contenido: la materia, el tema, el motivo, la situación, la imagen, el rasgo y el tópico.
Claudio
Guillén propone otra serie de elementos, en parte coincidentes: motivo, mito,
situación, tipo (o personaje, o actante), escena,
espacio, lugar común, topos
e imagen[16].
A
juicio de Weisstein, la materia, el tema y el tópico tienen más importancia
para
Para
que se produzca la situación tienen
que existir dos o más personajes que participen en un conflicto. La situación
constituye un eslabón entre el motivo y la acción. Mientras que el primero es
una abstracción psíquica de carácter estático, la acción es la actividad física
de naturaleza dinámica. Para Weisstein, la situación se encuentra más cerca de
la acción que del contenido, por lo que no resulta demasiado interesante a la
investigación de los temas.
Otros
elementos temáticos menores son el rasgo
y la imagen. El rasgo es un atributo
ocasional que por sí mismo no posee significación. Y tampoco la imagen es
considerada lo suficientemente importante por Weisstein como para merecer un
estudio comparativo. Todas las obras utilizan un gran número de imágenes, y el
estudio del lenguaje metafórico de los grandes poetas incumbe a
Por
lo que respecta a los “lugares comunes” o tópicos,
resultan mucho más interesantes, a juicio de Weisstein, para
Al
ser más universales que los temas, los motivos se prestan con mayor facilidad
al estudio comparativo. Sin embargo, en opinión de Weisstein, los temas
constituyen el objeto de investigación ideal para los comparatistas. Aunque los
motivos se pueden aislar con mayor facilidad (la seducción), sus
entrelazamientos con otros motivos dificultan el seguimiento de su evolución en
la historia de la literatura. Es más fácil y rentable examinar la evolución,
por ejemplo, del tema de Don Juan[19].
Otros
autores, como Pierre Dufour, aunque consideran también el motivo anterior al
tema, creen que el motivo es más amplio. Dufour sitúa el motivo en un nivel
anterior a la realización concreta de la obra, asimilándolo a un modelo
socio-cultural, a un arquetipo o a una estructura de lo antropológico, a partir
de la cual surgiría a posteriori la
obra concreta y el tema[20]. También Raymond Trousson
considera que el motivo precede al tema. Los motivos designan de manera amplia
algunas actitudes o situaciones, como la rebeldía, la situación del hombre
entre dos mujeres, la mujer abandonada..., mientras que el tema sería la
expresión particular de un motivo[21].
Claudio
Guillén, por su parte, había distinguido ya en 1955 entre la configuración
conceptual del tema, o esbozo preliterario de tipo esquemático, resultado de
lecturas varias, y el tratamiento poético final del tema[22].
Manfred
Beller distingue tres categorías fundamentales relacionadas con la
investigación temática: la materia,
los motivos y los temas. Beller denomina materia a aquello que se encuentra antes
y fuera de la creación poética, y es un objeto existente: la noche, la luna, el
sol. La fantasía de la tarde o la noche de luna serían motivos líricos desarrollados a partir
de los objetos existentes por muchos poetas de todos los tiempos, e incluye
dentro de los temas elementos como la
resignación, la amistad o el amor[23]. Con todo, Beller
advierte que no existe acuerdo entre los investigadores a la hora de denominar
y definir cada uno de estos aspectos y otros relacionados con la tematología,
como las imágenes, las figuras o los tipos.
Philippe
Chardin propone una distinción entre mito
y tema. En su opinión, “la palabra ‘mito’ parece que se impone por completo
cuando estamos ante una constante arquetípica, una imagen canónica, una figura
emblemática, sean éstas de origen histórico, religioso, mitológico,
legendario...[24].
De
esta forma, utiliza el término “mito” para referirse a un elemento en cierta
forma similar a lo que Dufour denominaba “motivo”. En cualquier caso, y pese a
la molesta confusión conceptual y terminológica, que en ocasiones ha propiciado
la suspicacia de los investigadores[25], Guillén opina que es
posible realizar análisis temáticos en profundidad, considerando como tales
aquellos que tienen en cuenta la realidad de las obras concretas[26]. A juicio de Guillén, y
dado que hay diferentes niveles superpuestos, el tematólogo tiene que elegir.
Resulta productivo a los estudios comparativos examinar los aspectos
figurativos más concretos: por ejemplo, el rostro de Narciso en Domenichino,
Lope, Marino y Poussin, o las apariencias de la fábula de Apolo y Dafne en
distintos autores. Guillén, de esta forma, prefiere ceñirse a los métodos de
investigación elaborados específicamente para los estudios comparativos, en
lugar de aplicar las aportaciones de otras disciplinas o tendencias al análisis
temático.
El
análisis del tema así considerado constituye un importante interés de la
investigación tematológica por su relación directa con las obras concretas.
Pero el estudio paralelo de los motivos puede ser también de gran ayuda a la
investigación comparada de los temas, especialmente si, como sugiere Guillén,
el análisis se dirige precisamente a poner de manifiesto la originalidad
temática de cada obra concreta frente a la uniformidad general de los motivos.
En
cualquier caso, y como hemos advertido, otros comparatistas no coinciden con
Weisstein y Guillén en la necesidad de limitarse al estudio de elementos
creados ad hoc por los propios
comparatistas. Así, Manfred Beller sólo coincide en parte con Weisstein y
Guillén a la hora de enumerar los elementos esenciales de la comparación: tema, materia, fábula, motivo, figura, mito, y añade
además otros elementos: metáfora, alegoría, topos, parábola, símbolo, imagen, etc.[27]. Beller propone incluir
bajo la denominación de “tematología” el estudio conjunto de la forma y el
contenido, o la materia y la manera[28]. Además, considera
imprescindible superar los límites tradicionales de la comparación temática
(los desarrollados ad hoc por los
comparatistas), y propone para ello varias posibilidades de ampliación del
ámbito de estudio temático: a) incluir la teoría del arquetipo desarrollada por Freud y Jung, estudiando los temas como
constantes arquetípicas; b) tener en cuenta el método de análisis
estructuralista, vinculando el análisis de los temas con el de las estructuras
textuales, tal como hace Jean Burgos al tratar de captar la unidad estructural
de la poesía a través de sus redes de asociaciones míticas y simbólicas[29]; c) incorporar la
investigación de símbolos, de forma
similar a como lo hace Gaston Bachelard[30]; d) tender hacia los
estudios histórico-culturales y hacia la historia de las ideas, como hace S.
Guthke en La mitología del mundo sin
dioses, y e) prestar atención a la relación tematológica entre la
literatura y las otras artes[31].
Beller, por lo tanto, en vez de limitarse al quinto tipo de comparación de los
propuestos por Manfred Schmeling[32], consistente en la aplicación de métodos
elaborados específicamente por los comparatistas, defiende ampliar la
investigación tematológica hasta abarcar el cuarto
tipo de comparación, que aplica al análisis comparativo las aportaciones de
otras disciplinas[33].
Claudio
Guillén se ha interesado especialmente por el estudio de las formas literarias,
otro de los aspectos desarrollados ad hoc por los comparatistas para
el estudio comparativo de la literatura, dedicando a ello un capitulo de su
obra Entre lo uno y lo diverso[34]. Aunque en ocasiones el límite entre las formas y los géneros es
difícil de establecer, Guillén cree que existen los géneros y los temas, por lo
que la comparatística no puede prescindir del estudio de las formas. Pero no
existen formas puras, exentas de significado, sino que las formas contribuyen
decisivamente a dotar a la obra de su significación[35].
En
el mismo orden de ideas, y como recuerda Guillén[36], Tynianov había insistido
en que las obras no pueden ser estudiadas con independencia de su contexto. Lo
que confiere novedad a una obra literaria es precisamente su relación con el
sistema histórico precedente, y dicha novedad recae en gran medida en los
mecanismos formales de las obras. Y dado que el tema y la forma están
estrechamente unidos, Dámaso Alonso propone en su obra Poesía española una aproximación al análisis de las obras que puede
seguir dos vías opuestas: examinar la forma desde el tema, o el tema desde la
forma. Alonso denomina “forma exterior” a la relación entre el significante y
el significado en la perspectiva desde el primero hacia el segundo, y “forma
interior” a la misma relación pero desde el significado hacia el significante.
Por lo tanto a la hora de realizar análisis, es preciso elegir alguna de esas
posibilidades[37].
Por
lo que respecta a las estructuras y las formas de los textos narrativos, han
sido especialmente analizadas por la crítica. A partir de las aportaciones a comienzos
de siglo de los formalistas rusos[38], y especialmente de
[1] Cfr. al
respecto, entre otros, E. Staiger, Conceptos fundamentales de poética,
Madrid, Rialp, 1966; N. Frye, Anatomy of Criticism, Nueva York,
Atheneum, 1966; J. C. Ghiano, Los géneros literarios, Buenos Aires,
Nova, 1961; D. L. Garasa, Los géneros literarios, Buenos Aires, Columba,
1971, 2ª ed.; K. Hamburger, Logique des genres littéraires, París,
Seuil, 1977 (vers. esp.: La lógica de
[2] Cfr.
al respecto B. Rollin, “Nature, Convention, and Genre Theory”, en Poetics, 10, pp. 127-143 (versión
española en M. A. Garrido Gallardo [coomp.], Teoría de los géneros literarios, cit., pp. 129-153); C. Guillén,
“Cambio literario y múltiple duración”, en Homenaje a Julio Caro Baroja,
Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1978, pp. 533-549; A. Kibédi
Varga, “Réception et classement: Lettres-arts-genres”, en A. Kibédi Varga
(ed.), Théorie de la littérature, París, Picard, 1981, pp. 210-228; A.
Fowler, “The life and death of literary forms”, en New Literay History,
2, I, 1971, pp. 199-216; A. Fowler, Kinds of Literature, Oxford, Oxford
University Press, 1987, 2ª ed.; A. Fowler, “Género y canon literario”, en M. A.
Garrido Gallardo (comp.), Teoría de los géneros literarios, cit., pp.
94-127; A. Fowler, “The Future of Genre Theory”, en R. Cohen (ed.), The
Future of Literary Theory, New York, Routledge, 1989, pp. 201-303; J.-M.
Schaeffer, “Literary Genres and Textual Genericity”, en R. Cohen (ed.), The
future of Literary Theory, cit., pp. 167-187; J.-M. Schaeffer, Qu'est-ce
qu'un genre littéraire?, París, Seuil, 1989 y Fernando Cabo Aseguinolaza, El
concepto de género y la literatura picaresca, cit.
[3] Cfr. V. M. de Aguiar e
Silva, Teoría da Literatura, cit., pp. 385 y sigs.; G. Genette, Introduction
à l'architexte, París, Seuil, 1979; Paul Hernadi, Beyond genre.
New directions in literary classification, Ithaca y Londres, Cornell
University Press, 1972 (ver. esp.: Teoría de los géneros literarios,
Barcelona, Bosch, 1978) y A. García Berrio y J. Huerta Calvo, Los géneros
literarios: sistema e historia, cit., pp. 11-83 y A. Martín Jiménez, Mundos
del texto y géneros literarios, A Coruña, Universidad de A Coruña, 1993. La
primera clasificación de los “modos” o “géneros naturales” es la
realizada por Platón en el libro III de su República. Vid.
al respecto Platón, República, en Platón, Diálogos, vol. IV, introducción,
traducción y notas por Conrado Eggers Lan, Madrid, Gredos, 1988, pp. 159 y ss.
[4] Cfr. W. R. Berger, “Teoría de los
géneros e investigación comparada de los géneros”, en M. Schmeling (ed.), Teoría y praxis de
[5] Cfr. M.-F. Guyard,
[6] Cfr.
P. Van Tieghem, La littérature comparée,
cit.
[7] Cfr.
C. Pichois y A.-M. Rousseau, La
littérature comparée, Paris, Armand
Colin, 1931.
[8] Cfr.
R. Etiemble, Comparaison n’est pas raison,
París, Gallimard, 1963.
[9] Cfr. G. Lukács, Estética, Barcelona, Grijalbo,
1966-1972, 4 vols.
[10] Cfr. C. Guillén, Entre lo uno y lo diverso. Introducción a
[11] Cfr. U. Weisstein, Introducción a
[12] Cfr. U. Weisstein, Introducción a
[13] Cfr. C. Guillén, Entre lo uno y lo diverso. Introducción a
[14] Cfr. U. Weisstein, Introducción a
[15] Ibid., p.
270.
[16] Las imágenes son unidades visuales significativas,
como el color -el color blanco de Moby
Dick-; los topoi y los lugares
comunes admiten una gran extensión, como la invocación a las Musas, o el “locus
amoenus”; hay espacios característicos, como el jardín poético o la gran ciudad
de la narrativa contemporánea; episodios o escenas inherentes a algunos
géneros, como el descenso a los infiernos en la épica; tipos morales, como el
avaro, o temas heroicos, como el de Ulises, Edipo o el Cid. Los motivos suelen
ser considerados menos extensos que los temas. Cfr. C. Guillén, Entre lo uno y lo diverso. Introducción a
[17] Cfr. U.
Weisstein, Introducción a la literatura
comparada, cit., pp. 268-271.
[18] Cfr. ibid., pp. 290-295.
[19] Cfr. ibid.,
pp. 279-290.
[20] Cfr. P.
Dufour, “La relation peinture/littérature.
Notes pour un comparatisme interdisciplinaire”, en NeoH, V, 1, 1977, pp. 141-190. Vid. además Claudio Guillén, Entre
lo uno y lo diverso. Introducción a
[21] Cfr. R. Trousson, Un
problème de littérature comparée: les études de thèmes, cit., pp. 12-13. Vid. además Claudio Guillén, Entre lo uno y lo diverso. Introducción a
[22] Cfr. C. Guillén, “Problemas de tematología. Die vergürhte Unschud de H. Petriconi”,
en Romanische Forschungen, LXVI,
1955, pp. 397-406.
[23] Cfr. M. Beller, “Tematología”, en M. Scmeling
(ed.), Teoría y praxis de
[24] P. Chardin, “Temática comparatista”, en P. Brunel e
Y. Chevrel, Compendio de Literatura
Comparada, cit., pp. 132-147, p. 134.
[25] Cfr. ibid.,
p. 135.
[26] Cfr. C. Guillén, Entre lo uno y lo diverso. Introducción a
[27] Cfr. M. Beller, “Tematología”, cit., p. 102.
[28] Cfr. M. Beller, Thematologie in vergleichende Literturwissenschaft.
Theorie und Praxis, cit. Vid.
además P. Chardin, “Temática comparatista”, cit., p. 134.
[29] Cfr. J. Burgos, “Thématique et hermenéutique ou le
thématicien contre les interprètes”, en Revue
des Langues Vivantes, 43, 1977, pp. 522-534 y J. Burgos, Pour une poétique de l’imaginaire,
París, Seuil, 1982.
[30] Vid. G.
Bachelard, Lautréamont, París, J. Corti, 1939; G.
Bachelard, El aire y los sueños. Ensayos sobre la imaginación del movimiento,
México, Fondo de Cultura Económica, 1958; G.
Bachelard, La terre et les rêveries du repos. Essai sur les
images de l’intimité, París, J. Corti, 1948; G. Bachelard, La terre et
les rêveries de la volonté. Essai sur l'imagination des forces, París, J.
Corti, 1948; G. Bachelard, La flamme d'une chandelle, París, Presses
Universitaires de France, 1961; G.
Bachelard, Psicoanálisis del fuego,
Madrid, Alianza Editorial, 1966; G. Bachelard, Poética del espacio,
México, Fondo de Cultura Económica, 1970; G. Bachelard, Epistemología,
Barcelona, Anagrama, 1973; G. Bachelard, El agua y los sueños. Ensayo sobre
la imaginación de la materia, México, Fondo de Cultura Económica, 1978; G.
Bachelard, La poética de la ensoñación, México, Fondo de Cultura Económica,
1982; G. Bachelard, El derecho de soñar, México, Fondo de Cultura
Económica, 1985.
[31] Cfr. M. Beller, “Tematología”, cit., pp. 109-114.
[32] Schmelling propone cinco tipos
posibles de comparación: El primer tipo de la comparación se basa en
una relación directa genética entre dos o más miembros de la comparación. El segundo tipo de comparación tiene en
cuenta la misma relación causal entre dos o varias obras de distinta
nacionalidad, pero a ella se agrega el proceso histórico en el que se insertan
los miembros de la comparación. El tercer
tipo de comparación se basa en analogías de contextos, es decir, en el
transfondo extraliterario común a los diversos miembros de la comparación. El cuarto tipo de comparación adopta un
punto de vista ahistórico, muestra un interés estructuralista y se vale de las
aportaciones de los métodos estético-formales, estructuralistas, lingüísticos,
semióticos y semiológicos. El quinto tipo
de comparación es el de la crítica literaria comparada. La comparación como
procedimiento tiende en este caso a delimitar y aplicar con precisión los
diferentes “métodos” en sentido estricto (periodización, intertextualidad,
géneros, temas...). Cfr. al respecto M. Schmeling, “Introducción: Literatura general y comparada. Aspectos de una metodología
comparatista”, en M. Schmeling (ed.), Teoría
y praxis de la literatura comparada, cit., pp. 20-30.
[33] Cfr. M. Schmeling, “Introducción: Literatura
general y comparada. Aspectos de una metodología comparatista”, cit.
[34] Cfr. C., Guillén, “Las formas: morfología”,
en Entre lo uno y lo diverso.
Introducción a
[35] En el capítulo dedicado al
análisis comparativo de los temas, Guillén insiste en que éstos no pueden
separarse de las formas. Cfr. ibid.,
pp. 248 y ss.
[36] Cfr. ibid., p. 186.
[37] Cfr. D. Alonso, Poesía española, Madrid, Gredos, 1976,
5ª ed., reimpr.
[38] A propósito
del formalismo ruso, cfr. especialmente V. Erlich, El formalismo ruso,
Barcelona, Seix Barral, 1974; I. Ambrogio, Formalismo y vanguardia en Rusia,
Caracas, Biblioteca de
[39] Cfr. V. Propp, Morfologia del cuento [1928], Madrid, Fundamentos, 1974.
[40] Cfr. V.
Propp, Morfologia del cuento, cit.;
C. Bremond, “El mensaje narrativo”, en VV.
AA., Análisis estructural del relato,
Comunicaciones, 8, Buenos Aires,
Tiempo Contemporáneo, 1970, pp. 71-104; C. Bremond, “La lógica de los
posibles narrativos”, en VV. AA., Análisis estructural del relato, cit.,
pp. 87-109; C. Bremond, Logique du
recit, París, Seuil, 1973; A. J.
Greimas, Semántica estructural,
Madrid, Gredos, 1971; R. Barthes, “Introducción al análisis estructural de los
relatos”, en VV. AA., Análisis estructural del relato, cit., pp. 9-43; y T.
Todorov, Gramática del Decamerón, Madrid, Taller de Ediciones J. B., 1973.
[41] Cfr. G.
Genette, “Discurso del relato”, en Figuras III, Barcelona, Lumen,
1989, pp. 75‑327; G. Genette, Nuevo discurso del relato,
Madrid, Cátedra, 1998; J. Lotman, Estructura
del texto artístico, Madrid, Itsmo, 1978; C. Segre, Las estructuras y el tiempo, Barcelona, Planeta, 1976; S. Chatman, Historia y discurso. La
estructura narrativa en la novela y el cine, Madrid, Taurus, 1990; D. Cohn, Transparent Minds, New Jersey, Princeton University Press, 1978 y
F. Stanzel, Theorie der Erzahlung,
Gotinga, Vanderhoeck und Ruprecht, 1979.
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