EN INGLÉS
06.04.2008
BLANCA ÁLVAREZ
La Verdad
La más diletante alta burguesía de países como Venezuela hablaba en
inglés, cuando la mucama estaba presente, para evitar ser comprendidos en sus
intimidades; la nobleza esclavista rusa lo hacía en francés; la inglesa se
limitaba a utilizar su cuidadísimo acento de Oxford: otro abismo idiomático.
Con este gesto demostraban dos delicadas prioridades: la primera, dejar clara
la superioridad frente a la fregona, el siervo y la doncella; la segunda,
sentirse únicos y señalados por el índice divino.
El idioma, incluida esa diferencia de acento y vocabulario capaz de
distinguir a la fregona de la dama, ha servido de barrera y diferenciación.
También para dar un toque de secreto y misterio, por eso la misa se decía, creo
que vuelve, en latín, los galenos llaman anafilaxis a la sensibilidad alérgica
o los abogados apodíptico a cuanto ha de ser cierto
por bemoles. Quien no está afiliado a una jerga no es nadie. Razón por la cual
los niños bien de este país, mucho antes de convertirse en deseable y
obligatorio, aprendían sus primeras letras por duplicado e incluso por
triplicado: en inglés, alemán y castellano. Por si tenían que insultar a su
pareja delante de la mucana.
Ahora me doy cuenta de mi error: los nuevos ricos y esa sufrida clase
media-alta, ya saben, la que anda todo el día corriendo para no moverse un
milímetro del escaño social, no estaban contra esa asignatura maldita llamada
Educación para la
Ciudadanía, ¡no señor!, lo que estas buenas gentes pretendían
era suprimirla en la enseñanza de sus futuros peones y nodrizas. Acaba de
aclarármelo el señor Camps: el que quiera semejante
asignatura será bajo el palio de la voluntariedad y ¡en inglés!
Ni en valenciá, ni en román
paladino. ¡En inglés! Y es que pensar en castellano puede llevar a locura de
hidalgo, lo pragmático es pensar en inglés, que por algo son el imperio. Y
claro, en semejante tesitura, la elección del profe
se decidirá en función de su refinado, culto y bien acentuado inglés, nunca
según consideraciones de conocimiento filosófico, de entramado constitucional o
basado en méritos de capacidad para la retórica, la oratoria y el debate. ¡En
inglés! No estaban en contra de la asignatura, sino en contra de la
vulgarización, es decir, al alcance del vulgo, de tan espinosa materia, porque
como se le ocurra pensar al jodido obrero, aunque lleve cuello duro y corbata
de marca, van a salir muy perjudicados en su teoría de mercado; le propicias
semejante asignatura a la cajera del súper y se pone el carrito de los clientes
por bandera. ¿Qué señora en su sano juicio contrataría a una asistenta, por
horas y mal pagada, capaz de rebatirle su teoría de la supremacía, o
cuestionarle los caprichos del retoño cagoncete? Los
negros, en la
Sudáfrica cercana, mal dormían en los guetos, sin tiempo para
la escuela, y limpiaban, ignorantes y casi felices, las mierdas de sus dueños.
¿Era esto, señor Camps?