REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


Al descifrar los pergaminos

 

Nosotros

Que cantamos detrás de los cristales

La silente oquedad de un matrimonio

Que tejimos rosarios con los dedos, hilvanados con cintas perfumadas

Que vestimos de azahar y mocasines

Cada uno en su orilla, conocimos la mustia sinrazón de los contratos.

 

Nosotros

Que detrás de una bruma fotográfica

Entrevimos un cuerpo amado, ayer,

Cuando las grietas eran sólo un ocaso irreverente

Escalones de un viaje imaginario

Cada uno plantado en el sitio de su sueño

Como flores de témpera ceñidas al ras de una maqueta.

 

Nosotros

Que perdimos el manojo de globos en la esquina

Cuando el diablo nos partió la piedad en dos mitades,

Y arrastró los manteles y las lámparas al piso

Llevándonos a la isla donde flotan las migas de un naufragio

Donde crujen las últimas maderas de un incendio

Que nos ruge el ombligo de reproches

O nos lija el amor en todo el cuerpo.

 

Nosotros

Que jugábamos historias de piratas

Para usar la maldad en algún sitio

Que elegimos una ofrenda especial cada cumpleaños

Que la caspa o la tos nos redimían, por fin, de tanto prodigio sobrehumano

De tanta perfección indecorosa

Devolviéndonos al mundo de los vivos.

 

Nosotros

Que estuvimos casados con el viento

Que ahora somos inquilinos del instante

Para no atesorar sus privilegios;  

Que incendiamos cien veces nuestras brasas, levantando alaridos a la luna

Uno al otro enhebrados como agujas sin cabeza

Con las alas del cuerpo chorreando las plumas de saliva:

 

Nosotros, que venimos de la nada

-del humo, del polvo, de la sombra-

Jamás imaginamos esta segunda oportunidad sobre la tierra

 

Marisa Martínez Pérsico

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La ciudad amarilla

 

Entera todavía, atravesé el frontispicio de lajas centenarias

Bajo un atlas herido de cigüeñas,

Desgarré el paraíso de plumas y campanas bajo el eco macizo de mis botas

                                -temible de aplomo y de certezas-

Y el palacio rechinó como una ruina licuada en los dedos del océano,

-Imperturbable aún. Estoica, soberana-.

Con la rígida fe de las vestales avancé sin presagios.

 

En la plaza, las gavillas de muérdago pendían de copas incompletas

Y el sol gravitaba sin sorpresas en el corazón de los viajantes

Comenzaba a despuntar un mediodía inmóvil

Las volutas rocosas de las torres cabeceaban un sueño incandescente

Primavera

El mundo era una atmósfera portátil. Todavía.

 

Detrás del picaporte perforé una mochila de voces

      ( esperabas mi vuelo sin saber que vendría)

La ciudad amarilla me envolvió en su mortaja luminosa

Rompí bolsa, temblaron los cimientos

Y empecé a sacudirme, con violentos espasmos invisibles,

Con las venas absortas de tanta incertidumbre

De la vida que fui. 

 

 

Marisa Martínez Pérsico