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escritura y oralidad en el
discurso epistolar
Rafael Cala Carvajal
(Fundació Jesuïtes Educació.
Barcelona)
RESUMEN
Durante el s. XIX, la emigración española a América incrementó la relación
entre España y el Nuevo Mundo, circunstancia de la que no fue ajena Cataluña
en vista de la considerable correspondencia entablada entre los emigrantes
y sus familias. En este sentido, nuestro propósito es probar que algunos rasgos
orales presentes en los epistolarios catalano-cubanos se deben no solo a la
habilidad lingüística del remitente, sino también al hecho de que dichos rasgos
modalizan el discurso.
Palabras clave: oralidad, discurso epistolar
ABSTRACT
During the 19th century, Spanish emigration to
Key words: orality, epistolary discourse
Durante el s. XIX las relaciones
entre Cataluña y América no se limitaron a los intercambios comerciales, sino
que se ampliaron al trasiego humano de Cataluña al Nuevo Mundo (Cala Carvajal, 2001, 2003). Una muestra de dicha emigración
la constituyen los epistolarios conservados, objeto de nuestro interés al
tratarse de escritos de impronta oral, cosa que no descarta que el remitente
partiera de un ideal de escrituralidad: la retórica epistolar (Cano Aguilar,
1996).
En la
línea de lo expuesto, nuestra pretensión es demostrar que algunos rasgos orales
presentes en los epistolarios catalano-cubanos (s. XIX) no responden únicamente
a la habilidad lingüística del escribiente, sino que son un mecanismo
lingüístico modalizador del discurso[1].
Para ello, tras presentar el discurso epistolar, hemos clasificado los rasgos
lingüísticos analizados en coloquialismos léxicos y morfosintácticos.
En cuanto al discurso epistolar, este se
ha calificado de diálogo diferido en
virtud de “la co-présence d’un temps double et d’un double lieu de référence,
temps et lieu du narrateur et temps et lieu du narrataire” (Violi, 1988, p.
33), lo que motiva que la unidad textual se contemple o a partir de la sucesión
de sintagmas en el discurso; o a partir de su contenido comunicativo. Todo ello
determina a su vez la fluctuación entre la oralidad y la escritura[2].
En
efecto, que prevalezca lo oral o lo escrito en un texto está directamente
relacionado con la distancia y la inmediatez comunicativa. Lógicamente, en
la primera el locutor hace uso de una expresión lingüística más explícita y
abundante, mientras que en la segunda se vale de una exteriorización verbal
menos detallada y sofisticada. A ello cabe añadir el grado de planificación del
mensaje, mínima en lo inmediato.
Asimismo,
el ser humano opta por el modo lingüístico más idóneo en el momento de la
enunciación. Al elegir el lenguaje de la
inmediatez incurre en unos fenómenos lingüísticos histórico-idiomáticos,
discursivo-textuales y universales (Koch & Oesterreicher, 1985). Los
primeros implican la aparición de formas del subestándar; los segundos suponen la
sujeción a unas normas discursivas; y los terceros aluden a estrategias de
comunicación (la espontaneidad...) y a hechos lingüísticos (el anacoluto, la
elipsis...).
Como hemos apuntado supra, la
carta entabla un diálogo diferido. Y es su carácter dialógico lo que justifica
la inclusión de coloquialismos léxicos y morfosintácticos en la escritura,
muchos de los cuales modalizan el discurso.
En cuanto al léxico, la modalización
se vehicula a través de hipocorísticos (“Sisco” (FG, 15/11/1896) y “Munda” (FG,
24/11/1897), ambos aféresis de ‘Francisco’ y ‘Raimunda’); de apodos (“Rubia” y
“Colora<ra>da” (FO, 28/01/1871)); y, por último, de la sufijación
apreciativa de unidades léxicas (“arrifaron muchas cositas” (FG, 09/12/1896)) y antropónimos (“Perico” (FR, 20/09/1845); “Estelita” (FO, 27/10/1871); “Pepilla” (FO, 27/10/1871)...).
También son modalizadoras las
combinaciones adverbiales nunca más
(“Dios quiere que nunca más
hayga nobe[dad] ninguna me lo debe de manifestarlo” (FR, 14/03/1873)); y apenas si, con que se resalta la
imposibilidad de realizar una acción (“es tan crudo el invierno que apenas si puedo salir a la calle”
(FR, 17/01/1887)). Igualmente, la expresividad se intensifica con la partícula hasta y el adverbio jamás (“me
parece hasta mentira de
la manera que España perdió esto” (FR, 15/08/1902); y “jamás creo que ninguno de nosotros
lo ará” (FR, 18/11/1885)).
Respecto a los procedimientos
gramaticales modalizadores de corte coloquial, destacamos la generalización de
la conjunción que con múltiples valores
(Jungbluth, 1998) y, en concreto, su combinación con pero (pero que), que ha adquirido en el
coloquio un valor superlativo al realzar la contrariedad del emisor ante una
situación:
“tomo la pluma per a manifestarles como el 12 llegamos en esa de Manzanillo
sin nobedad, que ya sabe que nos an puesto todos a infantería, pero que yo soy del rejimiento de
Isabel la Católica” (FG, 24/11/1897).
Otro procedimiento expresivo
sintáctico es la reduplicación de adverbios (“yo nunca había tenido nunca sabañones” (FR,
08/02/1888)); de verbos (“estemos,
tan[to] yo como el José del Ramón, estemos
muy malamente” (FG, 07/10/[1897])); de clíticos (“buestro hijo que os desea beros” (FG, 24/11/1897))[3];
y de oraciones (“su yijo que los
qui<y>ere, a padre y madre y ermanas, que los quiere de todo corasón”
(FG, 24/05/1898)).
Tampoco es inusual el desajuste entre la estructura sintáctica (sujeto
y predicado) y la estructura funcional (tema
y rema) de la oración. En opinión de Mathesius (1964), la estructuración
en tema y rema puede ajustarse al orden objetivo (el tema precede al rema) o al
orden subjetivo (el rema aparece delante del tema), siendo esta última
posibilidad un mecanismo modalizador vinculado al proceso sintáctico de la
rematización:
“Pedroi havía 9 días que Æi me esperaba en esta. Salió al otro día para Cárdenas, después de haverme inpuesto
de los asuntos de esta.” (FO,13/01/1871).
Por lo que respecta al sistema verbal, la
categoría de tiempo “[vincula] el momento del proceso (del que trata la
oración) con el momento de la enunciación (es decir, el ahora del hablante)”
(Lorenzo, 1980, p. 23). En concreto, entre los tiempos verbales presente,
pretérito y futuro, el primero es el tiempo de la enunciación. No
obstante, los tres se expresan a partir de la referencia personal de los
interlocutores en el acto de habla.
La implicación de los comunicantes en
el verbo supone la subjetividad respecto a los matices de tiempo, aspecto y
modo. De hecho, que el hablante intervenga en el acto de habla condiciona la
perspectiva con la que se emite el mensaje y, en consecuencia, la forma verbal.
Como apreciaremos a continuación, ello condiciona el uso de un tiempo verbal
por otro.
En efecto, dado que la carta persigue
saludar o felicitar, narrar acontecimientos..., las formas verbales
predominantes aparecen en presente y en pretérito perfecto[4]
al relatarse los hechos como si ocurrieran simultáneamente al acto de escribir:
“Cuando
recibí la carta, él está
aquí conmigo y se la entragué y él se la dio a Narciso para que la lea” (FR,
18/11/1885).
En la
cita anterior, el presente de indicativo sustituye el pretérito imperfecto estaba, sustitución explicable o por la
síncopa del alófono aproximante en posición intervocálica y la simplificación
vocálica ulterior (estaba > esta’a > está); o porque el presente de indicativo presupone un texto
anterior al momento de la enunciación (la carta recibida), de suerte que el
emisor tiene in mente que, cuando
recibió la carta, el aludido estaba con él, circunstancia mantenida en el
presente[5].
A su vez, el pretérito perfecto compuesto expresa una acción verbal
concluida recientemente, cosa que lo vincula con el presente y facilita que
aproxime la realidad añorada al entorno del enunciador. Consideremos, a este
respecto, el siguiente fragmento:
“mi estimada madre [...] Dios ha querido que se hayga innutilizada; lo
que nos a causado un grande trastorno al saber esta nobedad, al pensar que la emos dejado buena y sana” (FR,
14/03/1873).
En principio se deduciría que el estado de “innutilizada” es reciente
en el tiempo de la enunciación, lo que supone que el pretérito perfecto “emos
dejado”, en lugar del pretérito indefinido, acoge en su sema temporal una serie
de intervalos anclados en una acción pasada que se pretende olvidar. Así, “emos
dejado” modaliza el discurso porque el remitente neutraliza el tiempo
transcurrido entre el estado físico óptimo y el desastrado.
Por
último, detengámonos en la perífrasis verbal haber de + infinitivo. El
latín clásico formaba sintéticamente el tiempo futuro; el latín vulgar, analíticamente
con el infinitivo y el verbo auxiliar habere
(amar he), el cual se aglutinó al infinitivo para formar el futuro
romance (amaré). Las construcciones analíticas latino-vulgares denotaban
la obligación presente de realizar una acción en el futuro[6],
pero el uso las restringió al tiempo futuro, con lo que la construcción haber de + infinitivo pasó a expresar la obligación.
Así y
todo, como resultado de que la afectividad caracterizadora del lenguaje
coloquial renueva la expresión lingüística, algunas formas verbales analíticas
(ir a + infinitivo, haber de + infinitivo...) sustituyen la forma
sintética del futuro simple romance:
“Ustedes
se concideren que <en> \con/ la separación y [con] que uno tenga familia
ya no lo han de ver más
[‘ya no lo verán más’], pues por esto [sie]mpre abía guardado este cilencio con
el respeto debido de un hijo que los aprecia” (FR, 19/03/1861).
A modo de conclusión apuntamos que los epistolarios catalano-cubanos
presentan múltiples rasgos lingüísticos coloquiales desde el punto de vista interlingüístico
(Cala Carvajal, 2000/2001) e intralingüístico. Con todo, dichos coloquialismos
léxicos y morfosintácticos no responden únicamente a la destreza lingüística
del remitente semiculto, sino que son un mecanismo modalizador del discurso en
virtud de que algunos responden o bien a la opción lingüística del hablante[7];
o bien a los rasgos modalizadores propios del registro coloquial reflejo del
carácter semioral de los epistolarios catalano-cubanos[8].
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[1] Hemos partido de un corpus de cincuenta y ocho cartas
escritas por semicultos emigrados a Cuba en el s. XIX (Cala Carvajal 1999), el
cual se compone de los fondos patrimoniales “Oliver de la Serra de Calonge”
(FO) y “Ragolta” (FR); y del fondo “Cartes i documentació de Zoilo Gallart
Balcells. Ms. Ultramar/13” (Biblioteca-Museu Víctor Balaguer, Vilanova i la
Geltrú (FG)) (Cala Carvajal, 2006).
[2] En lo concerniente a la interrelación entre la
oralidad y la escritura, cabe manifestar que no solo se materializa en la
presencia de coloquialismos, sino también en el sistema deíctico (Borrero
Barrera & Cala Carvajal, 2002) y en la polifonía textual (Cala Carvajal
2002).
[3] Dentro de los pronombres átonos, destaca el dativo
ético, clítico expletivo abundante en la lengua coloquial debido a que
manifiesta el interés del enunciador en el enunciado (Alcina Franch &
Blecua, 1975; 1991, pp. 867-868; y Gutiérrez Ordóñez, 1999): “nos dan de
alta de la estrucción y me
creo que luego embarcaremos” (FG,
27/11/1896).
[4] No hay unanimidad en la ubicación del pretérito
perfecto en el pasado o en el presente. En efecto, por una parte, Gili Gaya
(1961) lo relaciona con los perfectos absolutos y los perfectos; por la otra,
Rojo lo sitúa entre los oV, esto es,
simultáneo al origen pero bajo la columna de los –V, los que indican anterioridad (sintéticamente, (OoV)–V) (Rojo, 1990, p. 29).
[5] En palabras de G. Reyes, estaríamos ante un caso
de ‘citación’, esto es, “‘acción de llamar, de hacer acudir’, manifestada
mediante algún tipo de representación lingüística”, cuyo rasgo fundamental es que
está implícita, y no desarrollada “por medio de fórmulas sintácticas, como las
que se usan para estilos directos e indirectos” (Reyes, 1990, p. 22).
[6] De este modo, amar he significaba
antiguamente ‘he de amar’.
[7] Son un ejemplo de ello los hipocorísticos, los
apodos, la sufijación apreciativa y las combinaciones adverbiales nunca más
y apenas si.
[8] Valgan como muestra la combinación pero que,
el uso de los tiempos verbales (el presente por el pretérito imperfecto de
indicativo, el pretérito perfecto compuesto por el pretérito indefinido) y la
rematización.
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