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Si esto es un hombre, Primo Levi
(El Aleph, Barcelona, 2007, 9ª edición)
También los recién llegados damos
vueltas entre la multitud en busca de una voz, de un rostro amigo, de un guía.
Contra las paredes de madera de un barracón están apoyados, sentados en el
suelo, dos muchachos: parecen jovencísimos, de unos diez y seis años como
mucho, los dos tienen la cara y las manos sucias de hollín. Uno de los dos,
mientras pasamos, me llama y me pregunta en alemán algunas cosas que no
entiendo; luego me pregunta de dónde venimos.
- Italien –le contesto–;
querría preguntarle muchas otras cosas, pero mi vocabulario alemán es
limitadísimo.
- ¿Eres judío? –le pregunto.
- Sí, judío polaco.
- ¿Desde cuándo estás en el Lager?
- Tres años –y me muestra tres dedos.
Debe de haber entrado siendo un niño,
pienso con horror; por otra parte, esto significa que por lo menos alguien
puede vivir aquí.
- ¿En qué trabajas?
- Schlosser –me contesta. No le entiendo–: Eisen; Feuer (hierro, fuego).
Insiste, y hace señales con las manos
como de quien golpea con el martillo sobre un yunque. Así que es un herrero.
- Ich Chemiker –le confío yo; y
él asiente gravemente con la cabeza–, Chemiker gut. –Pero
todo esto se refiere a un futuro lejano: lo que en este momento me atormenta es
la sed.
- Beber, agua. Nosotros no agua –le
digo.
Él me mira con cara seria, casi severa,
y me dice separando las sílabas:
- No bebas agua, compañero –y luego
otras palabras que no entiendo.
- Warum?
- Geschwollen –contesta
telegráficamente: yo muevo la cabeza porque no le he comprendido.
«Hinchado», me lo hace entender
hinchando los carrillos e indicando con las manos una mostruosa
hinchazón de la cara y el vientre.
- Warten bis heute abend.
«Esperar hasta esta noche», traduzco yo
palabra por palabra.
Luego me dice:
- Ich Shloime. Du?
Le digo cómo me llamo, y me pregunta:
- ¿Dónde tu madre?
- En Italia.
Shloime se
asombra:
- ¿Judía en Italia?
- Sí –le explico del mejor modo que sé–, escondida, nadie lo sabe, escapar, no hablar, nadie
verlo.
Me ha entendido; ahora se pone de pie,
se me acerca y me abraza tímidamente. La aventura ha terminado, y me siento
lleno de una tristeza que es casi una alegría. No he vuelto a ver a Shloime, pero no he olvidado su cara grave y mansa de
muchacho que me acogió en el umbral de la casa de los muertos.
(pp. 30-32)
…El canto de Ulises. Quién sabe por qué
me he acordado de él: pero no tenemos tiempo de escoger, esta hora ya no es una
hora. Si Jean es inteligente, lo entenderá. Lo entenderá: hoy me siento capaz
de todo.
…Quién es Dante. Qué es
Jean está atentísimo, y yo empiezo,
lento y con cuidado:
Y de
la antigua llama el más saliente
de los cuernos torciese murmurando
cual llama que del viento se resiente;
luego se fue la punta meneando
como si fuese lengua y así hablara
y echó fuera la voz y dijo: «Cuando…
Me paro
aquí y trato de traducir. Desastroso: ¡pobre Dante y pobre francés! Sin
embargo, parece que el experimento promete: Jean admira la rara similitud de la
lengua y me sugiere el término apropiado para traducir antica.
¿Y después
de «Cuándo»? La nada. Un agujero en la memoria. Prima che si Enea la nominasse. Otro
agujero. Sale a flote un fragmento no utilizable: ¿la piéta Del vecchio
padre, ne’l debito amore
Che doveva Penélope far lieta… será exacto?
…quise por alta mar aventurarme.
De éste sí,
de éste estoy seguro, estoy en condiciones de explicárselo a Pikolo, de
distinguir por qué misi me no es je me mis, es mucho más fuerte y más audaz, es una atadura rota, es
lanzarse a sí mismo más allá de una barrera, nosotros conocemos bien este
impulso. La altamar abierta: Pikolo ha viajado por mar y sabe
lo que quiere decir, es cuando el horizonte se cierra sobre sí mismo, libre,
recto y simple, y no hay más que olor a mar: dulce cosa ferozmente lejana.
Hemos
llegado al Kraftwerk,
donde trabaja el Kommando de los tendidos eléctricos. Aquí debe
de estar el ingeniero Levi. Míralo, se ve sólo la
cabeza fuera de la zanja. Me saluda con la mano, es un hombre en forma, no lo
he visto nunca bajo de moral, no habla nunca de comidas.
Mare aperto. Mare aperto. Sé que rima
con diserto: …quella compagna Picciola,
dalla qual non fui diserto, pero no recuerdo si
viene antes o después. Y también el viaje, el temerario viaje más allá de las
columnas de Hércules, qué tristeza, no tengo más remedio que contarlo en prosa:
un sacrilegio. No he salvado más que un verso, pero vale la pena detenerse en
él:
…que al navegante niegan la franquía.
Si metta:
tenía que venir al Lager para darme cuenta de que es
la misma expresión de antes e misi me. Pero no se lo digo a Jean, no estoy seguro de
que sea una observación importante. Cuántas otras cosas habría que decir, y el
sol ya está alto, pronto será mediodía. Tengo prisa, una prisa furibunda.
Mira,
atento Pikolo,
abre los oídos y la mente, necesito que entiendas:
«Considerad», seguí, «vuestra ascendencia:
para vida animal no habéis nacido,
sino para adquirir virtud y ciencia»,
Como si yo
lo sintiese también por vez primera: como un toque de clarín, como la voz de
Dios. Por un momento, he olvidado quién soy y dónde estoy.
Pikolo me pide
que lo repita. Qué buena persona es Pikolo, se ha dado cuenta de que me está haciendo el bien. O
quizás se trata de algo más: quizás, a pesar de la traducción floja y el
comentario pedestre y presuroso, ha recibido el mensaje, ha sentido que le
atañe, que atañe a todos los hombres en apuros, y a nosotros en especial; y que
nos atañe a nosotros dos, que osamos hablar de estas cosas con los palos de la
sopa en los hombros.
A mis hombres de tal suerte he movido…,
…y me
esfuerzo, pero en vano, por explicar cuántas cosas quiere decir este acuti. Aquí, otra
laguna esta vez irreparable. Lo lume era di sotto della luna o algo parecido; ¿y antes? Ninguna idea, keine Ahnung como
se dice aquí. Que me perdone Pikolo, se me han olvidado, por lo menos, cuatro tercetos.
- Ca ne fait rien, vas-y tout de même.
…cuando mostróse una montaña, bruna
por la distancia; y se elevaba tanto
que tan alta no vi
jamás ninguna.
Sí, sí, alta tanto, no molto alta, proposición consecutiva. Y las montañas, cuando se ven de
lejos… las montañas… oh Pikolo, Pikolo, di algo, habla, no me dejes pensar en mis montañas, que se
aparecían en el color oscuro de la tarde cuando volvía en tren de Milán a
Turín.
Basta, hay
que continuar, éstas son cosas que se piensan pero no se dicen. Pikolo espera y me mira.
Daría el
potaje de hoy por saber juntar non ne avevo alcuna
con el final. Me esfuerzo en reconstruir por medio de las rimas, cierro los
ojos, me muerdo los dedos: pero de nada sirve, lo demás es silencio. Me bailan
en la cabeza otros versos: …la terra lagrimosa diede vento…,
no, es otra cosa. Es tarde, hemos llegado a la cocina, hay que terminar:
…con las aguas tres veces girar le hace
y a la cuarta la popa es elevada,
se hunde la proa –que a otro así le place–.
Detengo a Pikolo, es
absolutamente necesario y urgente, que escuche, que comprenda este come altrui piacque, antes de que sea demasiado tarde, mañana él o
yo podemos estar muertos, o no volver a vernos, debo hablarle, explicarle lo de
(pp. 122-125)
Del mismo modo
que nuestra hambre no es la sensación de quien ha perdido una comida, así
nuestro modo de tener frío exigiría un nombre particular. Decimos «hambre»,
decimos «cansancio», «miedo» y «dolor», decimos «invierno», y son otras cosas.
Son palabras libres, creadas y empleadas por hombres libres que vivían, gozando
y sufriendo, en sus casas. Si el Lager hubiese durado
más, un nuevo lenguaje áspero habría nacido; y se siente necesidad de él para
explicar lo que es trabajar todo el día al viento, bajo cero, no llevando
encima más que la camisa, los calzoncillos, la chaqueta y unos calzones de
tela, y, en el cuerpo, debilidad y hambre y conciencia del fin que se acerca.
(pp. 133-134)
La
selección se siente llegar. Selekcja: la híbrida palabra latina y polaca se oye una vez,
dos veces, muchas veces, intercalada en conversaciones extranjeras; al
principio no se la individualiza, después se impone a la atención, finalmente
nos persigue.
Esta
mañana, los polacos dicen Selekcja. Los primeros con los que primero saben las
noticias, y generalmente procuran que no se difundan, porque saber algo
mientras los demás no lo saben todavía puede resultar ventajoso. Cuando todos
sepan que la selección es inminente, lo poquísimo que cada uno podría intentar
para escurrirse (corromper con pan o con tabaco a algún médico o a algún
prominente; pasar de la barraca al Ka-Be
o viceversa en el momento exacto, de manera que se cruce uno con la comisión)
será su monopolio.
En los días
siguientes, la atmósfera del Lager y de la cantera está
saturada de Selekcja:
nadie sabe nada preciso y todos hablan de ello, hasta los obreros libres,
polacos, italianos, franceses, que vemos a escondidas durante las horas de
trabajo. No se puede decir que se produzca una ola de abatimiento. Nuestra
moral colectiva está demasiado desarticulada y aplastada para que sea
inestable. La lucha contra el hambre, el frío y el trabajo deja poco margen al
pensamiento, aun tratándose de este pensamiento. Cada cual reacciona a su
manera, pero casi ninguno con las actitudes que parecerían más plausibles por
ser realistas, es decir con la resignación o con la desesperación.
Quien puede
tomar providencias, las toma; pero son los menos, porque sustraerse a la
selección es muy difícil, los alemanes hacen estas cosas con gran seriedad y
diligencia.
(pp. 134-135)
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